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Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.73 Ciudad de México Dez. 2010

 

Geografía humana

 

La seguridad alimentaria bajo otra mirada: análisis sobre la evolución de la población brasileña ocupada en actividades de autoconsumo

 

The food security under another look: analysis on the evolution of the Brazilian population occupied in activities of self–consumption

 

Flávio Sacco dos Anjos*, Mauro Eduardo Del Grossi**, Nádia Velleda Caldas*

 

* Programa de Posgrado en Sistemas de Producción Agrícola Familiar, Universidade Federal de Pelotas, Faculdade de Agronomia Eliseu Maciel, Campus Universitário, s/n°, CP 354, CEP 96010–970, Pelotas, Rio Grande do Sul, Brasil. E–mail: flaviosa@ufpel.edu.br; nvcaldas@ufpel.edu.br

** Facultad de Planaltina y Programa de Posgrado en Agronegócios, Universidade de Brasília, Bairro Nossa Senhora de Fátima, CEP 73300–000, Planaltina, Distrito Federal, Brasil. E–mail: maurodelgrossi@superig.com

 

Recibido: 3 de junio de 2009.
Aceptado en version final: 11 de septiembre de 2009.

 

Resumen

El artículo analiza la evolución de la población activa brasileña ocupada en actividades de autoconsumo entre 2001 y 2006 a partir de las estadísticas de la Encuesta Nacional de Hogares. En efecto, examina tanto la situación de las personas como de las familias urbanas y rurales, encuadradas como de empleadores, que trabajan por cuenta propia y de trabajadores según la condición de ocupación, además de otros grupos de interés (agrícolas en exclusivo, no agrícolas y pluriactivas). El estudio ha constatado un incremento general en la población ocupada en actividades de autoconsumo que, por otra parte, consiste en un tipo de ocupación predominantemente femenina y que en el actual contexto es llevada a cabo en un universo estimado en 6.1 millones de hogares urbanos y rurales de Brasil.

Palabras claves: Autoconsumo; seguridad alimentaria; población ocupada.

 

Abstract

The article analyzes the evolution of the Brazilian active population occupied in activities of self–consumption between 2001 and 2006 years. The date used come from the National Research on Sample of Domiciles. The authors examine the situation since the point of view the individuals and families (rural or urban), also classified as employers, self employed e and workers families, besides others forms of classification (exclusively agrarian, no–agrarian and pluriactive). The study reveals an important and general increment on the population employed in the self–consumption activities. However this research showed that this kind of activity is essentially feminine which occupies approximately 6.1 million of families in rural and urban areas of Brazil.

Key words: Self–consumption production; food security; occupied population.

 

INTRODUCIÓN

La seguridad alimentaria se convirtió en Brasil, desde los comienzos del presente milenio, en materia de renovado interés y que suscita un amplio debate tanto en la perspectiva de la actuación estatal como en el plan estrictamente académico. En el primer caso como consecuencia de la aparición de un conjunto de cuestiones que van desde las preocupaciones en torno a la evaluación del impacto de políticas públicas de combate al hambre e inseguridad alimentaria hasta la discusión más reciente sobre el tema de la ampliación de la producción de biocombustibles y supuestas implicaciones sobre la oferta mundial de alimentos (Graziano da Silva y Tavares, 2008).

En el segundo caso, en la perspectiva académica, son igualmente importantes los aspectos implicados, a raíz de la naturaleza multifacética y del carácter transversal a que corresponde el tema de la seguridad alimentaria. Pero en el marco conceptual hay que admitir por lo menos dos grandes acepciones del término en la literatura internacional. La primera de ellas —safety food— se presenta como circunscrita a las preocupaciones sobre la calidad de los alimentos desde el punto de vista de la ausencia de agentes contaminantes (inocuidad) de los más distintos tipos (físicos, químicos, biológicos).

Por otra parte, la segunda acepción —food security— contempla múltiples significados relacionados tanto con la noción de soberanía y disponibilidad de alimentos en el ámbito de una nación o país, hasta otros aspectos asociados con respecto a la cultura alimentaria de las poblaciones, preservación de las costumbres y prácticas ligadas al derecho a una dieta adecuada y satisfactoria. En Brasil se añadió recientemente el adjetivo "nutricional" a dicha expresión que se consagró en el plan internacional, como resultado del esfuerzo por integrar los dos enfoques principales que estuvieron en la base de la evolución de esa noción, como son el socioeconómico y el de salud y nutrición, lo que explica la perspectiva inter–sectorial que orientó la construcción a que actualmente corresponde la conocida sigla SAN.1

Lo que sí es claro es que el concepto de seguridad alimentaria es complejo y ha ido evolucionando a través del tiempo. Por otra parte, hay que decir que estos nuevos enfoques han surgido como consecuencia de un amplio debate que recogen importantes trabajos y documentos de organismos internacionales al que se debe tener en cuenta en el estudio de la materia (Dirven, 2004; FAO, 2004, 2006). Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana (FAO, 1996).

Este artículo pretende incidir en ese debate y en su elaboración se tuvo en cuenta dos grandes premisas. La primera tiene que ver con el reconocimiento de que en Brasil el hambre y la inseguridad alimentaria afectan de modo más incisivo al ámbito rural que al urbano. En efecto, según datos de la "Encuesta Nacional de Hogares" (IBGE, 2006), si la inseguridad moderada y grave alcanzan, en el 2004, a respectivamente 13.0 y a 6.9% de la población urbana brasileña, en el ámbito rural el mismo dato corresponde 19.5 y 11.1%.

La segunda premisa resulta del hecho de que con mucha frecuencia pobreza y inseguridad alimentaria son tomadas como si fueran conceptos intercambiables y portadores de un mismo significado. Las personas pobres no necesariamente sufren restricciones en la satisfacción de sus necesidades alimentarias. En ese sentido, el hecho de que muchos grupos rurales cuentan con escasos ingresos económicos no puede ocultar el reconocimiento de la existencia de una red compleja de aspectos que afectan a las iniciativas de las personas en pro de satisfacer sus demandas alimentarias y las de los miembros de sus familias.

Coincidimos con el seminal estudio de Candido (1987:23) que considera que a cada cultura corresponde una "técnica de vivir" en la que se halla involucrada la garantía de una dieta alimentaria satisfactoria. Satisfacer dicho objetivo constituye el centro de uno de los más amplios complejos socioculturales que incluyen normas, símbolos y representaciones. En efecto, la obtención de la comida se confunde con la génesis de casi todas las instituciones sociales.

Si se consideran las dimensiones continentales y la naturaleza multicultural de países como Brasil, no hay duda de que nos encontramos frente a un tema complejo y que asume múltiples dimensiones y formas de abordaje. En este sentido, el tema de la subsistencia y concretamente las prácticas de auto–consumo ganan relieve si se tiene en cuenta que más allá del valor intrínseco de esas iniciativas, en cuanto objeto de estudio, se percibe un espacio a través del cual es posible combatir el hambre y la inseguridad alimentaria desde la perspectiva del ambiente en el que dichos procesos se originan.

Por otra parte, se toma en cuenta el hecho de que el rescate de dichas prácticas puede convertirse en una forma eficaz de afrontar esa cuestión, a partir de una actuación apoyada en criterios de emancipación social y de largo plazo, lo que supone eludir el riesgo de caer en el "asistencialismo" vulgar que de forma recurrente ha inspirado las políticas de transferencia directa de rentas y/o de suministro gratuito de alimentos.

Desde esa perspectiva, es imperativo conocer la evolución de la población rural y urbana en lo que afecta a su dedicación, a lo que se suele llamar "producción de autoconsumo", comprendiendo el conjunto de iniciativas ligadas a la satisfacción de sus necesidades alimentarias y de los miembros que componen sus familias. El acercamiento a ese tema es relevante a raíz de las transformaciones incidentes sobre el medio rural brasileño desde los años sesenta hasta el comienzo del tercer milenio.

Nos referimos a la modernización de la agricultura y de los espacios rurales, tema que ha sido analizado por diversos autores (Kageyama y Graziano da Silva, 1983; Graziano da Silva, 1982 y 1983; Delgado, 1985), tanto desde el punto de vista de los factores y circunstancias que la generaron, como de sus efectos sobre el medio rural y sobre la sociedad en su conjunto. En ese sentido, como subrayan Sacco dos Anjos y Moyano–Estrada (2001:139):

hay distintas valoraciones del proceso modernizador, que van desde los que lo consideran un mero proceso de cambio en la base técnica de producción —con la consecuente sustitución de los insumos tradicionales de base orgánica, por insumos modernos de base agroquímica—, hasta los que admiten que se trató de un importante eje de transformación debido a la profundidad de sus impactos en todos los ámbitos de la vida económica, social, política, ecológica y cultural de Brasil.

Por otra parte, el último lustro ha coincidido con la profundización de la modernización de la agricultura, pero ahora bajo el impacto de la apertura comercial de la economía brasileña y de la integración regional, a raíz de la creación del Mercado Común del Cono Sur (Mercosur) iniciada en la segunda mitad de los años ochenta. Dicho proceso supuso la desactivación de miles de explotaciones familiares que no consiguieron resistir a la competencia ejercida por el sector agrario de los países vecinos (Argentina y Uruguay).

El reconocimiento de dicho escenario y la intensa actividad de los movimientos sociales ligados a la dinámica de la agricultura familiar ejercieron enorme influencia sobre el Estado en sus actuaciones en el ámbito del desarrollo rural y territorial. En ese sentido:

Desde mediados del decenio de 1990 el papel del Estado empieza a hacerse cada vez más importante, también a través de la diversificación de su enfoque, que deja de limitarse al apoyo a los asentamientos en el marco de la reforma agraria y al crédito a la agricultura familiar. Éste es el caso, por ejemplo, de las políticas de seguridad alimentaria y apoyo a las actuaciones que podrían definirse de afirmación de derechos sociales (Schneider y Marsden, 2009:21).

Con efecto, cabría preguntar: ¿en qué medida la modernización de la agricultura y de los espacios rurales han afectado la dinámica de las familias e individuos desde el punto de vista de su respectiva dedicación a las prácticas de autoconsumo?

Este trabajo busca responder a esa cuestión a partir de los datos que aporta la fuente más actualizada de información en Brasil —la Encuesta Nacional de Hogares (en adelante ENH)— para identificar la importancia de las actividades de autoconsumo, bajo criterios y recortes distintos que dicha estadística puede aportar, según la condición de ocupación, situación de residencia, de monoactividad o pluriactividad de la familia, etcétera.

Es este el objeto de este artículo, que se desdobla, además de esa breve introducción, en cuatro apartados. El segundo expone los conceptos y procedimientos metodológicos que orientaron la investigación, mientras que el tercero presenta y discute sus resultados. El cuarto y último apartado presenta las principales conclusiones del estudio.

 

PROCEDIMIENTOS METODOLÓGICOS

Los trabajos desarrollados bajo la égida del Proyecto Rurbano2 lograron algunos éxitos con respecto al estudio sobre las nuevas dinámicas que alcanzan el mundo del trabajo en zonas rurales y no metropolitanas de Brasil en los años noventa del pasado siglo. Iniciado el año 1997, hoy por hoy constituye el mayor esfuerzo por analizar la evolución e importancia del empleo agrícola y no agrícola en Brasil.

Los diversos trabajos fueron desarrollados a partir de análisis de las estadísticas del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística de Brasil (IBGE) en lo que afecta a la evolución de la población activa e inactiva rural y urbana. Dichos estudios se basaron en el concepto de Población Económicamente Activa estricta del IBGE (en adelante PEA estricta) para el recuento de la población ocupada, con la mirada puesta en las nuevas actividades generadoras de valor entre los residentes rurales.

Pero la definición de PEA restricta equivale al concepto de ocupación utilizado por IBGE hasta finales de los años ochenta, en el que se consideraban las personas ocupadas en la condición de empleador, como las que trabajan por cuenta propia, empleados y sin remuneración que hubiesen trabajado 15 horas o más en la semana.

Pero a partir de 1992, el IBGE adoptó una nueva clasificación internacional de ocupación con el objeto de captar otras actividades laborales, con lo cual pasaron a ser consideradas las personas ocupadas en exclusivo en la producción destinada a su propio consumo, construcción para su propio uso y los no remunerados que trabajaron por debajo de las quince horas semanales. Eso es lo que se pasó a llamar de PEA ampliada por parte de los investigadores ligados al Proyecto Rurbano.

Sin embargo, como demostró Del Grossi (1999), el nuevo grupo ocupacional de las personas ocupadas en la producción para el propio consumo está constituido por mujeres y jóvenes dedicados al cuidado de sus huertos y animales domésticos. Pero el concepto de PEA restricta, en el marco del Proyecto Rurbano, tuvo el mérito de aportar muchos datos sobre las actividades generadoras de ingreso económico (agrícolas y no agrícolas) cuya importancia es creciente desde los dos últimos decenios.

Por otra parte, hay que advertir que la evolución de las personas ocupadas en la producción de autoconsumo fue ignorada en cuanto objeto de estudio en las investigaciones llevadas a cabo bajo el marco del Proyecto Rurbano. Este cuadro se ha visto alterado en 2003, a partir del surgimiento de los nuevos instrumentos de enfrentamiento de la inseguridad alimentaria por parte del gobierno brasileño, en particular después de la creación del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONSEA), pese a que la cuestión del autoconsumo se convierte en tema pertinente de estudio y objeto de políticas públicas.3

En ese contexto, para comprender los datos que a continuación se presenta, es necesario aclarar los conceptos utilizados en las ENH, a saber:

a) Periodo de referencia: las personas son cuestionadas sobre sus actividades con base en ciertas referencias temporales:

• Semana de referencia: corresponde a la última semana de septiembre y se utiliza para evaluar el comportamiento de las personas económicamente activas.

• Periodo de 365 días: corresponde a las actividades ejercidas en el periodo comprendido entre el 1 de octubre del año anterior hasta el 30 de septiembre del año de la encuesta propiamente dicha.

De acuerdo con tales procedimientos lo que se quiere es captar la actividad de una persona que se ocupa de actividades de autoconsumo tanto en la semana de referencia como en el espacio de tiempo relativo a los doce últimos meses.

b) Trabajo principal en el periodo de referencia. Comprende el espacio de tiempo relativo a los últimos 365 días. En ese sentido es cada vez más frecuente el hecho de que las personas lleven a cabo dos o más actividades productivas, con lo cual ha sido necesario saber cuál es la ocupación principal. Para ello el IBGE (2007:30) tiene en cuenta los siguientes criterios.

El trabajo principal es aquello en que la persona más se ha dedicado en el periodo de referencia de los últimos 365 días. En caso de igualdad entre dos ocupaciones se consideró como principal el trabajo remunerado en la semana de referencia en que la persona se había dedicado un mayor número de horas semanales. Si la persona estaba sin trabajar en la semana de referencia y había igualdad en el año, se considera como principal el trabajo remunerado en que estuvo ocupada el mayor número de horas semanales.

El interés por la actividad principal en los últimos 365 días es una forma de evaluar la importancia de la producción de autoconsumo para miles de personas que tienen en esa actividad su principal ocupación en los últimos años, al igual que en la semana de referencia de la ENH.

c) Posición en la ocupación del trabajo principal. El IBGE adopta una clasificación que establece ocho categorías para identificar la posición en la ocupación de las personas en los siguientes términos:

• Empleador: persona que trabaja en su propio negocio y con la ayuda de al menos un empleado asalariado.

• Cuenta propia: persona que trabaja en su propio negocio, no emplea trabajadores asalariados y a veces cuenta con la ayuda de personas no remuneradas, como es el caso de sus propios familiares.

• Empleado: persona que trabaja para un empleador a cambio de una remuneración en dinero, mercancías, productos u otro tipo de beneficio (vivienda, abrigo, etc.).

• No remunerado: persona que trabaja sin remuneración al menos una hora a la semana, en ayuda complementaria a algún miembro del domicilio.

• Productor para el consumo propio: persona que trabaja al menos una hora en la semana en actividades ligadas a la agricultura, pesca, silvicultura y recolección con objeto de alimentar al menos un miembro del domicilio.

• Constructor para el uso propio: persona que trabaja al menos una hora en la semana en la construcción de edificios, carreteras privadas, pozos y en otras actividades para el uso de al menos un miembro del domicilio.

Sobre la clasificación de las familias

Con base en la posición en la ocupación del trabajo principal de sus miembros, las familias fueron encuadradas en seis categorías o clases:

• Empleadores: familias en las que al menos uno de sus miembros ejerce su actividad principal como empleador.

• Que trabajan por cuenta propia: familias sin ningún miembro en la posición de empleador, pero con al menos un integrante en la posición de cuenta propia como actividad principal.

• Asalariados: familias sin ningún miembro en la posición de empleador o cuenta propia, pero con al menos un integrante en la condición de empleado en cuanto actividad principal.

• Autoconsumo: familias en las que no hay ningún miembro en la posición de empleador, cuenta propia o empleado, pero con al menos un integrante dedicado a la producción orientada a atender su propio consumo en cuanto actividad principal.

• No remunerados: familias sin ningún miembro en la posición de empleador, cuenta propia, empleado o en la producción para atender al consumo propio, pero con al menos un integrante en la posición de no remunerado o en la construcción para el propio uso en cuanto actividad principal.

• No ocupados: familias en las que ningún miembro tuvo cualquier ocupación durante los 365 días anteriores a la encuesta.

Cabe advertir que bajo esa clasificación una familia por cuenta propia puede tener integrantes cuya actividad principal es la producción para el consumo propio, aunque la misma haya sido encuadrada de ese modo. Para eludir esa situación fueron elaboradas algunas tablas que indican la participación de los miembros de todos los tipos de familias en la producción para el propio consumo.

La segunda forma de encuadramiento de las familias que importa destacar en ese trabajo corresponde al tema de la incidencia de pluriactividad entre los miembros de las familias, que fueron clasificadas en los siguientes términos:

• Agrícolas: todos los miembros trabajan en actividades ligadas a la producción agrícola, ganadera, forestal, recolección o pesquera. Las actividades relacionadas con la producción de autoconsumo no fueron contabilizadas como forma de reducir el riesgo de sobrestimación de la incidencia de pluriactividad.

• No agrícolas: familias cuyos integrantes ejecutan exclusivamente actividades no–agrícolas. Las actividades de construcción para el uso propio no fueron consideradas entre las actividades no agrícolas.

• Pluriactivas: familias en las que parte de sus integrantes realizan actividades agrícolas y no agrícolas. Estas familias deben tener dos o más personas ocupadas en el periodo de análisis.

 

EL CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN OCUPADA EN LA PRODUCCIÓN DE AUTOCONSUMO

Según la égida del Proyecto Rurbano se percibió la necesidad urgente de estudiar con más atención y detalle la situación de los individuos y familias desde el punto de vista del ejercicio de actividades agrícolas y no agrícolas, sin tomar en cuenta los criterios de delimitación de áreas urbanas y rurales que establecen los ayuntamientos que normalmente son muy cuestionables por su reiterada inconsistencia.

En efecto, se ha constatado que desde los años noventa creció el número de personas residentes en el medio urbano y que ejercen actividades agrícolas, así como de los que viven en el campo y trabajan en actividades no agrícolas y/o en áreas urbanas. El hecho de que un habitante rural ejerza una actividad no agrícola puede indicar que esté trabajando en una fábrica, empresa de turismo rural o en un parque ecológico, pero también que el mismo sea un típico commuter o campesino obrero con sus pautas diferenciadas de movilidad residencia–trabajo.

Establecido el marco metodológico y los conceptos que orientaron la investigación, cabe ahora analizar los contornos del fenómeno que se quiere destacar, es decir, el que afecta al crecimiento en la población brasileña dedicada a la producción de autoconsumo en los seis primeros años del siglo XXI.

La Tabla 1 muestra la evolución de las familias residentes en el ámbito rural según las actividades de sus miembros en el periodo comprendido entre 2001 y 2006. Los datos muestran que en 2006 Brasil contaba con alrededor de 7.5 millones de familias residentes en áreas rurales, pese a que casi la mitad era de tipo "cuenta propia" (3.4 millones), seguidas de las familias de asalariados (2.8 millones).

Las familias por "cuenta propia" son las que se identifican4 con lo que se puede llamar universo de la agricultura familiar brasileña, cuyo número se mantuvo sin grandes cambios en el periodo analizado (2001–2006). Sin embargo, si se examinan los datos desde la perspectiva de los tipos de familias cuenta propia, surgen cambios que merecen ser señalados. En efecto, claramente se percibe que mientras disminuye (–1.3%) el número de familias exclusivamente agrícolas, crece el de las familias pluriactivas y no agrícolas, a unas tasas de incremento anual correspondientes a 1.1 y 4.8%, respectivamente. Estos datos confirman lo que había sido constatado en otros estudios (Sacco dos Anjos, 2003; Del Grossi y Graziano da Silva, 2000; Schneider, 2003) desarrollados bajo el enfoque del Proyecto Rurbano.

En lo que toca a las familias de asalariados rurales se constata un incremento general (2.9%), pero mientras las familias agrícolas crecieron a una tasa correspondiente al 1.2%, las de tipo pluriactivo y no agrícola experimentaron tasas muy significativas de crecimiento (3.2 y 5.0%, respectivamente). Pero hay otro grupo que importa destacar para el argumento de este artículo y que presenta un incremento significativo en el periodo, el de las familias de no ocupados, es decir, las que no tienen ningún miembro ejerciendo actividad laboral y que sobreviven por medio de las transferencias gubernamentales (pensiones, beca familia, etc.). Este grupo recibió un aumento de 80 mil unidades entre 2001 y 2006, llegando a un contingente equivalente a 436 mil familias en el último año considerado.

No obstante, hay que señalar que las familias dedicadas en exclusivo a la producción de autoconsumo representan el colectivo (473 mil) que experimentó la más alta tasa de incremento en el periodo, a raíz de un aumento de 150 mil nuevas unidades.

Por otra parte, la Tabla 2 indica la evolución de las familias brasileñas urbanas, cuyo número se incrementó entre 2001 y 2006 en un 3%, llegando a un contingente de 46 millones. Las familias de asalariados suman 25 millones, mientras que las de cuenta propia y de empleadores ascienden a respectivamente 12.5 y 3 millones.

Hay que considerar que en 2006 había 816 mil familias cuenta propia pluriactivas y casi medio millón de familias cuenta propia exclusivamente agrícolas residiendo en el medio urbano. Para ejercer sus actividades agrícolas los integrantes de estas familias se mueven a diario hacia las áreas rurales o incluso pueden practicar —aunque eso es menos frecuente— la llamada agricultura urbana.

A esto se ha de añadir el hecho de que la dedicación exclusiva a la producción de autoconsumo entre las familias urbanas es igualmente importante, pese a que ese colectivo se ha visto aumentado de más 130 mil unidades, alcanzando un total de 368 mil familias en 2006. La tasa de incremento (8.4%) incidente sobre ese grupo se acerca a lo que fue constatado en el ámbito rural (equivalente al 8.2%) y que se comentó anteriormente.

El esfuerzo por obtener otras indicaciones sobre la importancia del autoconsumo en cuanto actividad laboral en el ámbito rural y urbano nos puso en contacto con otras posibilidades que brinda la Encuesta Nacional de Hogares. En ese sentido, los datos de la Tabla 3 recogen la evolución de las familias urbanas y rurales que cuentan con algún miembro dedicado a la producción de autoconsumo. De acuerdo con ese concepto quedan incluidas casi 3.3 millones de familias. Se observa que, exceptuando las familias cuenta propia que son agrícolas en exclusivo, todos los demás tipos de familias experimentaron un crecimiento.

Por otra parte, según la misma fuente, en 2006 el conjunto formado por las familias cuenta propia rurales con algún miembro dedicado a la producción de autoconsumo asciende a 754 mil unidades. En ese caso se destacan las familias exclusivamente agrícolas, que concentran el 72.5% del total, seguidas de las pluriactivas (13.9%) y no agrícolas (13.4%). Además de ello, la Tabla 3 muestra que el incremento más intenso alcanzó a las familias de asalariados rurales con al menos un miembro dedicado a labores ligadas al autoconsumo. Pero hay que añadir que en ese caso, mientras que entre las familias agrícolas la tasa de incremento llegó al 6.3%, en el caso de las pluriactivas y no agrícolas el mismo índice alcanzó, respectivamente, 4.7 y 7.7%.

Existen, desde luego, otras formas de contemplar la importancia del autoconsumo como es el caso de la evolución del comportamiento de las personas dedicadas a ese tipo de actividad laboral. Es esa la información reflejada en la Tabla 4. En 2001, bajo esa condición quedaban incluidas 3 127 millones de personas (urbanas y rurales), conjunto que aumentó de 1 087 millón de individuos tras el impacto de tasas anuales muy altas de incremento (5.6 y 6.0% en el ámbito urbano y rural, respectivamente). Con eso, en 2006 se tiene un contingente de 4.2 millones de personas implicadas en la producción para atender a su propio consumo (2.7 millones en el espacio rural y 1.5 millón en el urbano). Sin embargo, la más alta tasa porcentual de incremento (10.0%) se encuentra entre los individuos dedicados a la producción de autoconsumo (en exclusivo) en el ámbito rural, seguida muy cerca (9.5%) del colectivo de asalariados rurales no agrícolas.

Estos datos no pueden ser ignorados al calor de la importancia que asumen desde la perspectiva de los grandes desafíos a que se enfrentan los programas gubernamentales de seguridad alimentaria. Fortalecer tales prácticas puede servir como instrumento de mejoría en las condiciones de existencia social de las poblaciones. Por otra parte, sirven para comprobar el papel de los espacios rurales como una especie de "colchón de seguridad" para sectores de la población excluida del mercado de trabajo y que ha sido referido como algo recurrente en estudios desarrollados en los países latinoamericanos, de acuerdo con Stavenhagen (1981:197).

En ese contexto se quiere llamar la atención para el hecho de que las tareas ligadas al autoconsumo son por antonomasia una esfera eminentemente femenina, particularmente en el ámbito rural. Pero como se muestra en la Tabla 5, hay diferencias que se pueden destacar al analizar los diversos tipos de familias. Se constata, por ejemplo, que entre las familias de empleadores la participación masculina es mayor en el ámbito urbano que en el rural. Por otro lado, en el caso de las familias agrícolas en exclusivo y pluriactivas la participación masculina es nula en el ámbito urbano, mientras que en ámbito rural el porcentual llega a 9 y 18%, respectivamente. Pero si se observa el comportamiento de las familias no agrícolas, la participación masculina alcanza el 26% y el 11% en el ámbito urbano y rural, respectivamente.

Del cuadro general se deduce que la participación femenina en las actividades de autoconsumo es superior a la de los hombres, particularmente en las áreas rurales, pese al hecho de que ellas abarcan 2/3 de las personas implicadas en ese tipo de trabajo, convencionalmente poco reconocido en las sociedades contemporáneas.

A esto se ha de añadir la situación de las familias por cuenta propia. En ese caso vemos que en el ámbito urbano la participación masculina es mayor (36%) que en el ámbito rural (20%). Ahora bien, si se analizan los otros tipos de familias se puede constatar que la participación femenina se da más en las familias exclusivamente agrícolas (81 y 85% en el ambiente urbano y rural, respectivamente). En lo que afecta a las familias pluriactivas la participación femenina es ligeramente superior en el mundo rural (71%) que en el urbano (65%).

De ello se deducen algunos puntos que parecen lógicos. En primer lugar, el hecho de que hay una implicación mucho más discreta de los hombres en las actividades de autoconsumo, en especial entre las familias de empleadores. Con respecto a las familias cuenta propia y de asalariados rurales la situación es muy similar, reflejando los cambios que la pluriactividad produce en el ámbito del hogar a raíz de las múltiples inserciones profesionales de los individuos en aras a asegurar la reproducción de la familia y que fue objeto de recientes estudios realizados en Brasil (Schneider, 2003; Sacco dos Anjos, 2003; Sacco dos Anjos y Velleda, 2007). El ejercicio de la pluriactividad por parte de las mujeres acarrea no solamente la necesidad de que los hombres se involucren en tareas hogareñas, como en el caso del autoconsumo, sino que es un instrumento de liberación femenina en un ambiente tradicionalmente masculinizado.

En efecto, en lo que toca a las familias de asalariados, el aspecto interesante a subrayar tiene que ver con una participación más equilibrada entre los diversos subtipos de familias, cuya participación oscila entre el 16% (en las exclusivamente agrícolas) y 42% (no agrícolas) en el ámbito rural. Entre las familias exclusivamente dedicadas a la producción de autoconsumo las mujeres participan menos que los hombres, tanto en el ámbito urbano (46%) como en el ámbito rural (49%).

Cada vez es más frecuente que la esposa desarrolle una actividad fuera del hogar, lo que puede tener implicaciones desde la óptica de las actividades de autoconsumo. En ese sentido hay que examinar como es la participación de otros miembros del grupo familiar en ese tipo de tarea, más allá de la cuestión de género. Los datos de la Tabla 6 indican que en las familias de empleadores la participación de la persona de referencia o cabeza del grupo familiar y de los hijos es mucho más discreta. Hay por supuesto un mayor protagonismo por parte del cónyuge, siendo aún más pronunciado entre las familias exclusivamente agrícolas.

Desde la óptica de las familias cuenta propia urbanas, la participación del cónyuge en general alcanza el 47% de las familias; no obstante, si se enfoca la situación entre los diferentes tipos analizados vemos que entre las familias exclusivamente agrícolas es donde hay la participación más discreta de la persona de referencia (12%) y la mayor participación del cónyuge (65%). En cambio, es en el caso de las familias pluriactivas donde se encuentra el mayor nivel de protagonismo (30%) de los hijos en las actividades ligadas al autoconsumo.

Respecto al caso de las familias de asalariados urbanos, la implicación de la persona de referencia en actividades de autoconsumo oscila entre el 30% en las familias agrícolas en exclusivo hasta el 40% entre familias no agrícolas.

Cabe analizar aquí la situación de los hogares rurales. Los datos de la Tabla 6 muestran que las familias de empleadores presentan una participación mínima (del 3 al 6%) de la persona de referencia en actividades ligadas al autoconsumo. Su escasa participación es compensada por una actuación más robusta del cónyuge, con énfasis para el caso de familias exclusivamente agrícolas donde se tiene el más alto porcentaje (76%) de implicación. Sin embargo, entre familias no agrícolas de empleadores es donde los hijos se involucran en tareas relacionadas con el autoconsumo (23%).

Si se examina la situación desde la perspectiva de las familias cuenta propia rurales, se constata que el porcentaje de implicación de la persona de referencia con las labores de autoconsumo llega al 11%, mientras que en el caso de cónyuges, hijos y otros integrantes es de 61, 22 y 5%, respectivamente.

Cabe mencionar que algunos estudios (Sacco dos Anjos y Velleda , 2006; 2007) llevados a cabo en el estado brasileño de Rio Grande do Sul afirman que las familias pluriactivas son en general más numerosas, lo que puede justificar, desde nuestro punto de vista, el hecho de que haya en ese caso un mayor nivel de protagonismo de la prole (32%) en actividades relacionadas con la obtención del propio alimento, así como de los demás integrantes (8%) en esa clase de iniciativa. Pero es interesante observar que el papel más destacado de los hijos se encuentra en el caso de las familias pluriactivas de asalariados rurales; probablemente por las mismas razones mencionadas en la situación de las familias pluriactivas de cuenta propia rurales.

Conviene precisar la situación de las familias exclusivamente dedicadas a las tareas de autoconsumo (última línea de la Tabla 6). Los datos muestran que en el medio urbano la participación de la persona de referencia alcanza casi el 70%, mientras que el medio rural el mismo dato equivale al 51%. La diferencia puede estar relacionada al hecho de que en el ambiente rural existe una mayor dedicación del cónyuge (24%), de los hijos (21%) y de otros miembros (5%) en ese ámbito de la dinámica familiar.

Se necesita, además, explorar otras posibilidades que brindan los datos de las Encuestas Nacionales de Hogares con respecto al tema de las prácticas de autoconsumo. La pregunta específica formulada a las personas entrevistadas, fue: ¿Había en la explotación algún tipo de producción que fue consumida como alimento por las personas residentes en el hogar? Dicha interrogante fue presentada en exclusivo a las personas que ejercen actividad agrícola en la condición de empleador o cuenta propia.

Es evidente que parte de estas unidades familiares ya fue captada en las tablas anteriores cuando nos referimos a los miembros dedicados a la producción de autoconsumo. Asimismo, para no incurrir en doble recuento, esas familias fueron apartadas de las demás, conforme se expone en los datos de la Tabla 7.

En efecto, se observa que según esa fuente en 2006 había en Brasil 2.86 millones de familias sin ningún miembro dedicado en exclusivo a la producción de autoconsumo, aunque parte de su producción global fue destinada a la atención de las necesidades alimentarias de la familia, es decir, domicilios en los que sus miembros están ocupados en otras actividades, siendo la actividad de autoconsumo una labor de carácter secundario. Este colectivo hasta entonces no había sido captado, siendo que 2.54 millones (88.7%) corresponden a familias por cuenta propia y 324 mil (11.3%) son de empleadores. Es menester destacar las 401 mil familias que a pesar de no contar con ningún miembro dedicado en exclusivo a la producción de autoconsumo, destinan más de la mitad de su propia producción agroganadera al objetivo de alimentar a la familia.

Si se enfoca el grupo de familias por cuenta propia que no poseen miembros dedicados en exclusivo a la producción de autoconsumo (2.54 millones), vemos que el 86% de esas familias (2 168 millones en total) consiguen destinar como máximo la mitad de su producción. Las familias exclusivamente agrícolas suman 1.5 millón de unidades (el 69.2%), seguidas de las pluriactivas (30.6%).

En el extremo opuesto, o sea desde la óptica de las familias que poseen personas dedicadas a labores de autoconsumo, hay un total de 674 mil familias, de éstas 572 mil destinan hasta la mitad de su producción al objetivo de atender sus necesidades alimentarias y 102 mil a más de la mitad. En el primer caso, 522 mil (91.2%) son de tipo por cuenta propia siendo que 442 mil fueron encuadradas como familias exclusivamente agrícolas (84.7%) y 80 mil (15.3%) como pluriactivas.

Se percibe claramente que el ejercicio de la pluriactividad no impide que las familias dediquen parte de sus energías al esfuerzo de atender a sus propias necesidades. Sin embargo, no queda duda de que en ese caso el protagonismo es muy acentuado entre las familias exclusivamente agrícolas. La escasez de brazos para el trabajo en esas tareas puede ser un factor importante, así como de otros medios que incluso pueden jugar un papel determinante en la búsqueda de otras fuentes de ingreso económico fuera de la propia explotación, que en muchos casos puede ceñirse al papel de residencia en lugar de un espacio de producción agrícola.

Finalmente, la Tabla 8 ofrece otro ángulo de investigación del tema desde el punto de vista de la evolución de la ocupación de las familias en el periodo comprendido entre 2001 y 2006. A partir de los datos se percibe que, en su conjunto, las familias con indicación de consumo de parte de la producción agrícola generada en la propia finca (de empleadores, cuenta propia y asalariados) no experimentaron cambios numéricos en el periodo subrayado (de 3 607 para 3 538 millones de familias), pese a que las familias urbanas sufrieron un suave incremento (4.9%) y las rurales un ligero descenso (–4.1%), pasando de 2.72 para 2.61 millones de familias.

Las "otras familias con autoconsumo" corresponden a grupos domésticos cuya producción no fue captada por la ENH, pero que poseen algún miembro dedicado a la producción de autoconsumo. Según ese concepto se ve confirmada la hipótesis que afirma la expansión de ese tipo de actividad, pese al incremento de casi 460 mil nuevas unidades en el espacio de tiempo considerado (2001–2006), pasando de 1 304 para 1 761 millón de familias. Pero mientras las familias residentes en el medio urbano saltaron de 637 para 859 mil unidades, en el ámbito rural hubo un incremento (35%) coincidentemente idéntico y que les hizo pasar de 667 para 901 mil familias.

Además de eso, los datos muestran que todos los subtipos analizados sufrieron crecimiento numérico. Las familias de empleadores pasaron de 21 para 41 mil unidades, mientras las de cuenta propia saltaron de 351 mil para 457 mil unidades. Las de asalariados crecieron 35.3%, pasando de 933 mil para 1 262 millón de familias.

Lo mismo se puede decir con respecto a la evolución de las familias exclusivamente dedicadas a la producción de autoconsumo que pasaron de 559 para 841 mil unidades con un incremento de casi 57% en el ámbito urbano y de 46.4% en el ámbito rural.

A la postre, lo que estos datos muestran es que en 2006, en todo el país, más de 6.1 millones de familias estaban dedicadas de alguna u otra forma, en mayor o menor medida, a la producción de autoconsumo, sea a través de la destinación de parte de su producción para satisfacer sus necesidades alimentarias, sea por medio de la dedicación parcial de la fuerza de trabajo familiar a ese tipo de actividad laboral.

En ese amplio contingente de familias casi cuatro millones son de familias residentes en el espacio rural, sin olvidar que se tienen 2.15 millones domiciliados en el ámbito urbano y que se encuentran dedicados a la producción para atender a su propio consumo.

 

CONSIDERACIONES FINALES

Estudiar la pobreza, el hambre y la exclusión social no es algo nuevo, lo nuevo es que los gobiernos intervengan de manera coherente y sistemática en aras de aplacar las causas y circunstancias que engendran estos fenómenos. En Brasil, como es sabido, el último decenio coincide con la puesta en marcha de varios mecanismos e instrumentos de combate a lo que se vino a llamar "inseguridad alimentaria".

En efecto, el gobierno federal diseñó una serie de iniciativas bajo el paraguas "Fome Zero" y que incluyen desde políticas de transferencia directa de recursos y programas de garantía de renta mínima hasta acciones de carácter estructural.

En el primer caso hay que mencionar el conocido "Beca–escuela", actualmente "Beca–familia" que alcanza un total estimado de 11 millones de hogares y que destina una paga mensual (máximo de U$ 60) a las familias con hijos entre 7 y 16 años, cuyo ingreso per cápita del hogar sea inferior al 50% del salario mínimo nacional. Las condiciones de permanencia en el programa exigen la asiduidad de los hijos en la escuela. En el segundo caso constan los acciones de reforma agraria y otras políticas, a ejemplo del Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (Pronaf).

Aunque meritorias, las medidas aludidas no pueden ser tomadas como suficientes para combatir el flagelo de la inseguridad alimentaria, pese a que las cifras de las personas afectadas en Brasil son muy altas.

En este artículo es conveniente plantear la necesidad de conocer no sólo el número de personas y de familias (de empleadores, cuenta propia, asalariados e inactivos) dedicados a actividades ligadas a la producción de autoconsumo, sino su condición laboral (agrícola en exclusivo, pluriactiva y no agrícola), situación de domicilio (urbana o rural).

De cuanto se ha expuesto en este artículo, puede deducirse un incremento general en la importancia del autoconsumo en cuanto objeto de la ocupación laboral de las familias urbanas y rurales de Brasil. Además de eso, el análisis efectuado aquí apunta a tres conclusiones centrales. La primera es que las familias por cuenta propia rurales, identificadas fundamentalmente con el universo de la agricultura familiar brasileña no sufrieron cambios numéricos en el periodo correspondiente a los seis primeros años del siglo XXI (2001–2006). Sin embargo, la tendencia constatada en la década anterior se mantiene, cual sea, la que apunta para el descenso anual en el número de familias exclusivamente agrícolas y el incremento tanto en el caso de las familias pluriactivas como particularmente de las familias no agrícolas.

Cabe además señalar el incremento significativo en el número de familias de no ocupados rurales, pero es especialmente importante el hecho de que creció el número de familias exclusivamente dedicadas a la producción de autoconsumo. Consiste en el subgrupo que experimentó la más alta tasa de incremento, hecho que es resultante del impacto de dos grandes vectores. En primer lugar, como consecuencia de cambios en las políticas de transferencias gubernamentales, con énfasis en la ampliación del sistema de pensiones rurales implantado tras la promulgación de la nueva constitución y de otros instrumentos como es el caso del "Beca familia" y de otros programas. En segundo lugar, debido al creciente protagonismo que los espacios rurales pasan a jugar en el sentido de proveer parte sustancial de las necesidades alimentarias de los individuos.

La segunda conclusión recoge otra dimensión de la cuestión del autoconsumo a partir de los datos que brinda la Encuesta Nacional de Hogares en Brasil. Es decir, a la situación de individuos que se ocupan de esa clase de actividad laboral. En ese caso son igualmente elevadas las tasas anuales de incremento, lo que reanuda la discusión sobre la importancia de conocer las estrategias adoptadas por las personas en aras a eludir la creciente dependencia de las políticas de transferencia directa de renta por parte del Estado. Del cuadro se deduce la importancia de las zonas rurales como "colchón de seguridad" para sectores de la población excluida del mercado de trabajo.

La tercera conclusión que merece destacar tiene que ver con la importancia recurrente de las mujeres en labores ligadas al autoconsumo. Entre las familias por cuenta propia rurales el porcentaje más alto recae en las familias exclusivamente agrícolas y el más bajo entre las familias no agrícolas en exclusivo. La situación es muy semejante entre las familias de asalariados rurales. El mayor protagonismo de los hombres se encuentra justo en las familias exclusivamente dedicadas a la producción de autoconsumo. La implicación más pronunciada de los hijos se encuentra entre las familias rurales pluriactivas de asalariados y por cuenta propia.

Aunque resulte obvio, hay que insistir en la importancia de conocer dichas dinámicas mediante el estudio de las prácticas e iniciativas vinculadas a la cuestión del autoconsumo tanto en el ámbito urbano como rural. En resumen, a fuerza de los datos se va imponiendo cada vez más la necesidad de potenciar otros instrumentos de combate a la inseguridad alimentaria, con base en los principios de la emancipación social, más allá de la estricta dependencia del gasto público y de la eterna tutela del Estado.

 

REFERENCIAS

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NOTAS

1 Seguridad Alimentaria y Nutricional.

2 Respecto a las características del Proyecto Rurbano y los materiales producidos, puede consultarse la página: http://www.eco.unicamp.br/nea/rurbano/rurbapre.html. Véase, entre otros trabajos, el de Graziano da Silva (1999).

3 No es el objeto de este estudio abundar en esos temas. Sin embargo, a efectos de referencia se puede mencionar la creciente importancia que asumen algunos programas gubernamentales llevados a cabo en Brasil como es precisamente el caso de las compras anticipadas de los productos de la agricultura familiar y las ventas de estos productos en lo que se pasó a llamar de mercados institucionales (suministro de frutales y verduras a escuelas, hospitales, agrupaciones, etc.).

4 Dicha asociación es resultante del marco de las políticas agrarias y sindicales en Brasil y que llevan en cuenta que la agricultura familiar y/o campesina consiste en una forma social de producción que se sirve de la fuerza de trabajo de la propia familia en las labores desarrolladas dentro y fuera de la propia explotación.

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