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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.72 Ciudad de México ago. 2010

 

Geografía humana

 

La formación histórica del paisaje en el Corredor Acapulco–Zihuatanejo

 

The historical formation of the landscape in the Corridor Acapulco–Zihuatanejo

 

María Inés Mombelli Pierini*

 

* Universidad Autónoma de Guerrero, Avenida Juárez N° 38. Int., Colonia Centro, Chilpancingo, 39000, Guerrero. E–mail: marinesmombelli@yahoo.com.ar

 

Recibido: 24 de noviembre de 2008.
Aceptado en versión final: 16 de marzo de 2009.

 

Resumen

El Corredor Acapulco–Zihuatanejo es la denominación con la que se conoce a la planicie costera comprendida entre estas dos ciudades del estado de Guerrero, una franja de tierra localizada en el litoral noroccidental del estado que resulta de capital interés para la inversión privada en megaproyectos turísticos. Este artículo describe los vaivenes históricos acaecidos en el uso del suelo con los ciclos de desarrollo y crisis en las prácticas productivas, y las consecuentes transformaciones culturales, por saltos sucesivos, en el paisaje de este territorio. Mediante un modelo de estudio de caso y los fundamentos de una geografía retrospectiva se elabora una indagación que permita comprender las condiciones en que se da la continuidad de una práctica productiva, o los determinantes que causan una ruptura en la misma práctica. Para este trabajo, el paisaje es una construcción histórico–cultural, el cultivo es el elemento de unidad del medio geográfico que participa de la formación del paisaje dentro de los sucesivos ciclos de producción, y la retrospectiva es una solución a las preguntas sobre el futuro, porque la observación del pasado sugiere el interrogante sobre el futuro, invita a abandonar la retrospectiva por la incertidumbre de la prospectiva.

Palabras clave: Paisaje, litoral, costa, cultivos, retrospectiva.

 

Abstract

Corridor Acapulco–Zihuatanejo is the name under the coastal plain is known, between these cities in the state of Guerrero, a strip of land located on the northwestern coast of the state which is very interesting for private investment in tourist mega–projects. Tis article describes the historical vicissitudes that have occurred in land use with development cycles and crises in production practices, and the consequent cultural change by successive jumps in the landscape of this territory. Using a model case study and the retrospective geography fundamentals it is possible an investigation to understand the conditions which provide a continuity of production practice or the determinant that raise a decisive break in the same practice. For this work, the landscape is a historical–cultural construction, the crop is the unity of the geographical environment which participates in the formation of the landscape within the successive production cycles, and the retrospective is a solution to questions about the future because the observation of the past suggests the question about the future, invite to leave the retrospective by the uncertainty of prospective.

Key words: Landscape, littoral, coast, crops, retrospective.

 

INTRODUCCIÓN

En la formación del paisaje de la costa de Guerrero han intervenido emprendimientos económicos que lo han ido reconstruyendo en función de la utilidad que ha representado para la acumulación de riquezas. En el lapso de los últimos cincuenta años ha sido objeto de intervenciones por parte del sector turístico, provenientes en un principio de iniciativas aisladas, pero a partir del megaproyecto Ixtapa–Zihuatanejo se difundió el anhelo de las empresas que brindan servicios turísticos por participar en el Corredor con proyectos de gran envergadura. El crecimiento de este sector es causante de generar graves perturbaciones, con su presencia tangible por la instalación de la infraestructura física y con su presencia intangible por la imposición de condiciones macrosociales homogeneizadoras en lo ideológico y en lo institucional. El programa gubernamental para el desarrollo turístico del Corredor Acapulco–Zihuatanejo muestra con involuntaria claridad un escenario futuro de quiebres en varios niveles medioambientales: en la biota y en el medio antrópico, en las relaciones sociales y en la interrupción de las formas culturales de entender el territorio. Sin embargo, existe una fuerza difícil de estimar en sus dimensiones pero es muy directa su aprehensión: la sociedad global y sus ideales (Nogués, 2007).

El turismo es una representación de los ideales de las élites socialmente dominantes que cuentan con la fuerza y eficacia para hacerlos realidad, porque poseen los recursos materiales y financieros, las relaciones sociales y la intermediación política necesarias. El turismo aparece como un agente exógeno pero a la vez como una superestructura opulenta a partir de la cual se inventan mitos, por ejemplo, la estereotipada promesa del empleo en los servicios. Sin embargo, la aparición de nuevas prácticas de explotación, transformación, apropiación y gestión del territorio, trae consigo una fractura en la continuidad de sentido. La población residente la siente como una desestructuración, pero la tendencia del siglo parece irreversible, las promesas del empleo y de la renta, y la transferencia de los ideales de las clases poseedoras hacia la sociedad local constituyen una fuerza demasiado convincente, aunque cuando se trata de compartir o enajenar espacios, la relación entre el agente externo y la población residente no es tan apacible ya que entran en el contexto situaciones confusas respecto de las formas de propiedad y usufructo de la tierra, para nada resueltas, ni siquiera consensuadas jurídicamente, en las áreas del Corredor Acapulco–Zihuatanejo. Cabe la reflexión, entonces, acerca de la legitimidad de dichas intervenciones, con la suficiente antelación con respecto a actuaciones sobre el territorio. El turismo, indudablemente es un fenómeno relevante, pero cabe la pregunta sobre el valor del sacrificio que representa para los residentes su conversión de trabajadores independientes a empleados o migrantes, dado que no todos tendrán cabida en el caudal de empleos ofertados en el futuro.

Con la reflexión que se propone en este trabajo se parte de los documentos de la época colonial donde aparecen indicios de las dinámicas productivas y de sobrevivencia. El periodo examinado, desde 1523 hasta el presente, es un sondeo que permite observar los comportamientos respecto del uso del suelo y la incidencia de esos comportamientos en la construcción del paisaje. El paisaje no se crea de una sola vez, sino por incrementos y sustituciones. Es una escritura sobre otra, un palimpsesto herencia de muchos momentos. Así, el paisaje se organiza según un orden posible. En cada momento histórico las maneras de hacer son diferentes. Las nuevas técnicas sustituyen formas de trabajo por nuevas formas, una configuración territorial por otra. El entendimiento de este proceso depende en alguna medida del conocimiento de los sistemas técnicos (Santos, 1996).

El vínculo de la sociedad con el medio ambiente, donde inciden en forma tenaz los modelos culturales y los proyectos sociales, puede ser definitorio en la construcción del medio ambiente y, en las distintas formas que asumieron en cada momento histórico, han ido reconstruyendo el paisaje en función de la utilidad que representaba para la subsistencia o para la acumulación. Parece inverosímil, pero el paisaje que conjunta playas con montañas y planicies cultivadas que hoy se promociona como un paraíso en el litoral de la región Costa Grande, en un momento estuvo confinado por una selva impenetrable, aire considerado malsano, alimañas venenosas e insectos insoportables; en otros momentos se aprovecharon porciones para cultivos de subsistencia y en los últimos tres siglos1 se ha ido cubriendo, sucesivamente, de monocultivos comerciales y un crecimiento acelerado del asfalto, alternados en el espacio. Esta región costera que nos ocupa en estas reflexiones acerca de su proceso de formación, es una larga frontera que une y separa al mismo tiempo el océano y la tierra de las plantaciones perennes donde el relieve ha condicionado otros aspectos de la naturaleza, tales como el clima y la productividad del suelo. El Corredor Acapulco–Zihuatanejo es una planicie litoral que se define desde los 100 m de altitud, lo cual incluye el pie de montaña y los valles principales (Figura 1). Su anchura es irregular, entre cinco y diez km de franja en una longitud aproximada de 230 km.

En algunos tramos la franja ribereña adquiere anchos menores a un kilómetro; en otros tramos los valles fluviales penetran la sierra hasta 20 km para alcanzar la altitud máxima de la planicie. El clima está clasificado como Aw0 (w) Cálido subhúmedo con lluvias en verano, el de menor humedad (García, 2004). El borde oriental de la región se define por la margen derecha del río de La Sabana, a 16° 47' de latitud norte y 99° 49' de longitud oeste; el límite occidental por la margen izquierda del río Ixtapa, a 17° 41' de latitud norte y 101° 38' de longitud oeste. Está contenida en la circunscripción de seis municipios: José Azueta, con cabecera en Zihuatanejo; Petatlán, con cabecera en la ciudad de Petatlán; Tecpan, con cabecera en Tecpan de Galeana; Atoyac, con su cabecera del mismo nombre, Benito Juárez y su cabecera, San Jerónimo; Coyuca de Benítez, con su cabecera del mismo nombre y el municipio de Acapulco, con cabecera en la ciudad de Acapulco. Los seis primeros municipios son parte de la región Costa Grande de Guerrero, la cual incluye otros dos municipios: La Unión y Coahuayutla. Acapulco es considerado simultáneamente como un municipio y una región. En total, las dos regiones comprenden una superficie de 16 643.3 km2. El Corredor que se describe en este trabajo comprende una superficie de 1 832.4 km2.

La actividad humana ha transformado selvas en campos de cultivo y pastizales en algunos lugares, y en desierto, en otros. La imagen del pasado es vívida para los pobladores, aun en aquellas imágenes recreadas y, probablemente, exageradas por la imaginación. ¿Cuáles son los elementos de la realidad que participan en la construcción del espacio vital? ¿Qué relevancia posee lo imaginario para la explicación de los procesos de ocupación del suelo? Si se pretende responder a estas preguntas en un sentido estricto, se tropieza constantemente con el problema de la precisión en el dato y en la consiguiente explicación. Si se responde en un sentido amplio es posible hacer valer el dato de una manera contextualizada, configurando una imagen posible del proceso, que nos abra una ruta para comprender la construcción del paisaje desde un sesgo donde participan los sentimientos y las imágenes del pasado. La modalidad metodológica para leer y entender el paisaje es un reto holístico, empresa que requiere de una visión transdisciplinar donde el enfoque histórico es una necesidad. Muchos de los hechos que, considerando las condiciones presentes nos parecen fortuitos, se elucidan desde el momento en que se les considera en función del pasado (Sauer, 1997).

El problema de la investigación es que los procesos se ven en forma desagregada; en realidad así se dan los procesos en el espacio: en forma desagregada, pero no desarticulada (Santos, 1986:12); la finalidad de la investigación histórico–geográfica es encontrar las articulaciones y jerarquizar la trascendencia de cada uno de los procesos en el caso particular y en un momento histórico. De esa manera se puede comprender la organización del espacio con un modelo explicativo sustentado en una descripción inteligible (Geertz, 2001:29), entendiendo la inteligibilidad como una cualidad de orden y claridad del conocimiento, no de la realidad, ya que la cualidad esencial de la realidad es, precisamente, el desorden. La idea de cualificar la descripción parte del problema de que no se pueden elaborar leyes generales en los estudios sobre la cultura, ya que el hombre se encuentra inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido. La significación es particular y es resultado de las interacciones entre los individuos y del conjunto de la sociedad con su entorno. No se pueden elaborar leyes pero sí interpretaciones a partir de lo que aparece en la superficie. Observar ambientes, escuchar a las personas, seleccionar la información, establecer relaciones entre los elementos, transcribir textos, trazar mapas, llevar notas de campo, son las técnicas y procedimientos más usuales de la investigación, pero lo que define el emprendimiento es un tipo de esfuerzo intelectual, una labor interpretativa que aquí se denomina descripción inteligible. En la descripción inteligible el análisis consiste en desentrañar las estructuras del fenómeno en cuestión y determinar su campo de aplicación y su alcance (Ibid.).

Para el abordamiento del tema se reconocieron tres momentos de uso del suelo con base en los cambios del tipo de cultivo por la sustitución de un cultivo por otro, además de que la superficie involucrada fue creciendo en los terrenos de vegetación natural en el momento de cada uno de los cambios. En los siguientes apartados se propone examinar el proceso de formación del paisaje con la identificación de los momentos críticos en los cambios en el uso del suelo y sus consecuencias para las comunidades humanas. La explicación del proceso de formación del paisaje costero, centrada en una perspectiva diacrónica, se formaliza con una visión sinóptica en tres momentos, el primero se refiere al ciclo del cacao, su ascenso entre 1523 y 1645 y caída entre 1645 y 1774. El segundo corresponde al ciclo del algodón, su ascenso, desde 1774 hasta 1861 y caída desde esta fecha hasta 1911. El tercer momento, desde 1911 hasta las últimas décadas del siglo XX, es el de la gran transformación del paisaje litoral, cuando el blanco del algodón es reemplazado por el verde de las palmas de coco, el espacio costero se transforma en un inmenso campo de producción de copra.

El mapa de la Figura 2 representa la planicie litoral del Corredor Acapulco–Zihuatanejo, la franja de tierra limitada por el borde costero, la isolínea de 100 metros sobre el nivel del mar, el río Ixtapa y el río de La Sabana. Están marcados los límites de los municipios y las elevaciones con el propósito de mostrar la diversidad ecológica de la región Costa Grande, donde se registra una variedad de suelos y climas, desde los más cálidos de la franja costera hasta el clima frío de las partes altas. En la totalidad de la Costa Grande predominan suelos aluvionales y una topografía muy accidentada pues sólo un 16% del terreno, justamente el área litoral, es plano y semiplano.

El ciclo del cacao (1523–1774)

El paisaje costero considerado en este estudio, era parte, en la época colonial, de las jurisdicciones de Zacatula y de Acapulco (Gerhard, 1986). En épocas anteriores a la dominación hispánica, esta región se identificaba con la voz "Cihuatlán" y su configuración geográfica era similar a la Zacatula de la época colonial y la región Costa Grande del actual estado de Guerrero. A pesar de que la jurisdicción abarcaba un amplio territorio, la mayoría de las poblaciones mencionadas en los documentos se localizaba en la planicie costera. Con base en la "Relación de Zacatula", informe enviado a la Corona española por el alcalde Hernando de Vascones en 1581 (Acuña, 1985), se conocen las características geográficas de la región anteriores a 1523, año en que las poblaciones se aperciben del cambio de amo, a través de las ordenanzas que obligan a seguir separando el excedente de producción para tributarlo a los encomenderos. En esta media centuria no se modifica en forma sustancial la apariencia de la planicie costera, en realidad existe una continuidad en los modos en que la mayoría de los grupos sociales se relacionan con la naturaleza, al menos hasta 1570, cuando termina el periodo de las encomiendas aunado al proceso de caída de la población indígena, un periodo de adaptación y sustitución de grupos humanos, de cambios en las cualidades del ambiente, la productividad de la tierra y la capacidad de carga del suelo para el ganado.

Para los españoles que pretendieron lograr una acumulación inmediata en este periodo, son insólitos los cambios en las condiciones ambientales: la destrucción de sistemas de cultivo con la introducción del ganado sin conocer la fragilidad de los suelos tropicales, la atención permanente que requiere el cultivo en plantaciones de cacao, la disminución de la mano de obra indígena en condiciones de esclavitud, debido a la escasez de alimentos por la difusión del ganado cimarrón y la propagación de las epidemias. Las invasiones mexicas de la última década del siglo XV y la española de principios del XVI, precedidas por el avance del imperio purépecha en torno a 1440, fueron literalmente mortales para la población originaria. El mismo Vascones habla de la dificultad de encontrar información histórica, debido a la ausencia de indios viejos, porque a causa de las enfermedades, "no llega indio desta provi[nci]a a la edad de cincuenta años".

En la Relación de Zacatula se describe con acierto el clima, el relieve y los lugares geográficos. El clima (temperamento) se describe caliente y húmedo con lluvias de junio a septiembre. Según la relación, las lluvias se presentaban con viento del sureste. El "norte bravo ... causa destrucción de los frutos de la tierra." La mayor parte de la provincia "es serranía y tierra muy doblada". Describe el mar adentro como muy calmo y observa muy cerca de la costa "los navíos que vienen de las Islas del Poniente". Las mareas son pequeñas y en la costa es "mar que dicen de tumbo".2 Por el contrario, en el puerto de Zihuatanejo hay una "mareta3 pequeña",por el abrigo de las montañas que le rodean, en forma de herradura. Los caminos hacia Michoacán, dice, son torcidos, con grandes quebradas, difíciles hasta para caminar, y que requieren abrirse cada año. Luego cita a los pueblos que están "en llano", con su distancia al mar, entre otros datos. Da poca información sobre cultivos y plantaciones. La recolección era una práctica que contribuía en forma significativa para la alimentación (Tabla 1).

Luego de la caída demográfica, la concentración de los pueblos indios en congregaciones liberó tierras para la Corona y para los colonizadores. En los centros de población se clasificaban las tierras según su uso: los solares para la construcción de casas, las huertas para cultivos de plantaciones y, fuera de la influencia del área más poblada, las tierras de cultivo, los sitios de ganado mayor, las pasturas, los bosques. En la Tabla 2 se incluyen datos de las Mercedes Reales otorgadas en el periodo, recolectados de documentos primarios. Las mercedes de "Huertas de cacao" hacen referencia a unidades que estaban en producción desde épocas anteriores a la presencia española en la región, con técnicas que se mantuvieron constantes durante todo el tiempo que duró la reproducción del cacao.

En los albores del siglo XVIII disminuye significativamente la reproducción ampliada del cacao en la región y sus vínculos con el mercado exportador, aunque las huertas seguirán produciendo para el centro del país y el consumo local. Sin embargo, la disminución en la gran producción implicó transformaciones importantes en las costas, sobre todo en las jurisdicciones de Zacatula y Coyuca, debido al abandono de las haciendas.4 En la década de los años cuarenta del siglo XVIII, José Antonio de Villaseñor y Sánchez realiza un trabajo de recolección de datos regionales de Nueva España, como respuesta a las instrucciones giradas por la Corona a todas las jerarquías civiles, desde el virrey hasta los alcaldes mayores para el registro "del verdadero estado de aquellas provincias".5 El informe es una descripción esquemática de las distintas jurisdicciones, dando preferencia a las condiciones de la población, las aptitudes territoriales, el desarrollo de la producción y la existencia de recursos naturales en función de su aprovechamiento (Commons y Coll–Hurtado, 2002:10). Para las jurisdicciones de Acapulco y Zacatula se estiman las siguientes cifras, tomando la referencia de las cifras totales de Nueva España (Gerhard, 1962).

El desplome de la población indígena y el papel de las enfermedades en este fenómeno, la carencia de la mano de obra que devino de este proceso y la recesión de la economía mundial, contribuyeron a producir un cambio en la estructura territorial de las jurisdicciones del sur. La demanda de tierras por parte de los españoles es permanente a pesar de la incertidumbre que es parte de la actividad agrícola, porque la posesión de tierras da poder y prestigio social además de los beneficios económicos (Wallerstein, 1998). La Corona vislumbra una fuente de ingresos en un principio mediante la venta y más tarde por la composición de tierras, iniciativas que le permiten obtener el capital líquido que se había visto notablemente disminuido por la caída en la producción de plata (Tablas 4 y 5). Más tarde, los herederos de la población india que había crecido, se vieron obligados a reclamar las tierras de las que habían sido despojados. En algunos casos lograron fallos a favor (Hernández Jaimes, 2003).

La Tabla 4 se elabora con el fin de mostrar en forma ordenada la composición de tierras desde las primeras ventas hechas por la Corona. La Tabla 5 ordena los datos de un único documento del año 1716, un informe al rey de las unidades productivas existentes en la región. Es un informe girado a la Corona, solicitado por encargo del propio rey, Felipe V, a la Audiencia de México, que tiene el propósito de registrar las propiedades para la recaudación fiscal.

El cacao y el ganado

Casi simultáneamente a las haciendas de cacao se habían constituido las de ganado. Pero éstas tuvieron mayor estabilidad a pesar del descenso en la reproducción de los hatos cuando pasó el ciclo de irrupción del siglo XVI. La iniciativa consistió en liberar a los animales en tierras supuestamente vacías donde se reprodujo como ganado montaraz (Pavía, 1999:16). Con pocos ejemplares, el ganado bovino encontró un nicho favorable porque la región, tal como era la característica de la mayor parte de América, había perdido los representantes de los grandes herbívoros, por lo cual no encuentran competencia, al menos de herbívoros tan grandes como ellos y el espacio que se les proporcionaba se les presentaba como vacío. El ganado se alimenta de una gran cantidad de pastos que solían cumplir su ciclo biológico completo, pero al ser consumidos en los brotes jóvenes van modificando las especies dominantes que cambian a pastos de ciclos más lentos. También van cambiando las especies por las semillas transportadas por los españoles, con intención de sembrarla o de forma involuntaria. Otro elemento que contribuyó a la reproducción de distintos pastos fue el enriquecimiento del suelo con el aporte de las deyecciones y de la descomposición de los cadáveres, con lo que aumenta el aporte de nitrógeno, ya que el ganado montaraz se comporta como fauna, que tiene sus ciclos, sus enfermedades y sus accidentes. La estabilidad del ganado tiene correspondencia con la estabilidad de los españoles que ya no tuvieron oportunidad de obtener riqueza inmediata en las minas y mediante el tributo, y la disponibilidad de tierras libres facilitó la designación de Mercedes Reales que se distribuyeron ampliamente en distintos tipos de fracciones según su tamaño: peonías, caballerías, sitios y estancias de ganado mayor y menor.

Las peonías y caballerías se localizaron en terrenos con posibilidades de irrigación para la producción mixta de las plantaciones de cacao y un escaso número de cabezas de ganado. Las estancias, preferentemente de ganado mayor, se localizaron en terrenos productores de pastos naturales, tempranamente en la costa y más adelante en la cuenca media del río Balsas. Otras unidades de producción fueron los ranchos, de menor tamaño que la hacienda más pequeña, trabajada por el grupo familiar y también la producción era diversificada, tanto para el mercado como de subsistencia (Fujigaki, 2004; Documentos de AGN citados en la Tabla 4).

En 1774 se levantan las restricciones del comercio con Perú y se regula la introducción de cacao de Guayaquil por Acapulco. Este fue el golpe final a las huertas de cacao, de las cuales sólo algunas perduraron para el mercado local.6

El ciclo del algodón (1774–1911)

A fines del siglo XVIII, el paisaje costero va a ser agitado por un impacto de trascendencia secular: la difusión de las plantaciones de algodón, especie que prosperó en el caluroso clima de la región y dotó a ésta de la única cosecha cuyo relativamente alto valor en relación con su tamaño y peso permitió su transporte en grandes volúmenes para su comercialización en las ciudades de la Meseta Central alrededor de las cuales estaba centrada la economía de Nueva España. El cultivo del algodón requería de grandes cantidades de mano de obra. La mayoría de los campesinos cultivaba el algodón en tierras que rentaban a los terratenientes. Al mismo tiempo que cientos de campesinos producían algodón, el mercado estaba altamente concentrado en un pequeño grupo de terratenientes/comerciantes, relación que somete al productor a una fuerte dependencia de este grupo que llega a controlar en forma directa el ciclo completo de producción y circulación, al punto de que las rutas estaban trazadas dentro de las propiedades de los hacendados, ligando en forma directa el algodón con el latifundio. Durante este lapso se consolidaron las haciendas de las célebres familias Galeana, Álvarez y Soberanis, muchas de ellas conservadas hasta mucho tiempo después de terminadas las operaciones militares de la Revolución que inicia en noviembre de 1910. Vaya como ejemplo la formación del Ejido Papanoa, en 1948, en tierras de las Haciendas de Coyuquilla, de la familia Soberanis. Las propiedades de la familia Galeana están distribuidas entre los distintos miembros de la familia extendida, descendientes del núcleo que participó en las operaciones militares del movimiento independentista de 1810. En 1784 ya habían adquirido a la orden de los agustinos una de las haciendas más apreciables de la región, la hacienda de San Miguel Apuzahualcos, de la cual más adelante se escindió la del Zanjón. Aunque ya eran propietarios de una parte de las haciendas mencionadas, la familia es beneficiaria de tierras, por la meteórica carrera militar de Hermenegildo, no obstante éste muere en acción en 1814. Un beneficio similar –compensación con tierras– le mereció a Juan Álvarez, que logró anexar a La Providencia una superficie cercana a los 3 000 km2 con Ejido Viejo, de la cual una mínima parte se encuentra en la zona del Corredor costero, extendiéndose hasta las máximas altitudes de la Sierra, lo que significa una variedad de paisajes y recursos en suelos, agua y vegetación. Los Álvarez fueron dos patriarcas sucesivos, Juan y su hijo y heredero, Diego, célebres por su desempeño político y militar (Rubí, 1999:48–53).

Las propiedades de la familia Soberanis, tal como en la familia Galeana, estaban repartidas entre los miembros de la familia extendida. Era la segunda familia más poderosa de la provincia de Zacatula. Había adquirido la hacienda de San Luis entre 1735 y 1744. También la hacienda de San Juan Bautista y la de San Nicolás Tetitlán en 1783 (Hernández Jaimes, 2003:247).

Los hacendados lograron controlar el proceso completo de producción y circulación del algodón aunque el transporte en sí lo realizaron los arrieros. Las rutas estaban condicionadas por los destinos de mayor demanda, pero también por la fisiografía de la región. Por el poniente, las rutas hacia Michoacán y el Bajío eran controladas casi por completo por los arrieros michoacanos, en su mayoría de Uruapan. Por el centro, las rutas eran transitadas por los arrieros que procedían de las jurisdicciones de Iguala, Tixtla y Chilapa, y los comerciantes de la capital. Por el oriente, las rutas eran las menos transitadas, controladas por los arrieros de Ometepec, Azoyú y otros de la región de Puebla (Ibid.:243–246). La circulación de mercancías no se producía solamente en un sentido. Los comerciantes ambulantes venían por la fibra demandada por los obrajes y manufactureros domiciliarios del país a la vez que traían una carga, posiblemente de mayor peso, que incluía algunos productos elaborados, y también maíz, ya que las plantaciones extensivas de algodón llegaron a invadir suelos y energía humana que disminuyeron para el cultivo de subsistencia. Sin embargo, estas cadenas de intercambio, favorecidas también por el aumento demográfico, sustentaron un relativo mejoramiento en el bienestar de la población, según se puede deducir de la comparación entre los datos de Villaseñor en 1742 (Tabla 3) y la serie estadística del siglo XIX esquematizada en la Tabla 6.

En 1742 Villaseñor y Sánchez atribuye 2 590 habitantes a la jurisdicción de Zacatula. Esta región se extendía desde el borde del mar hasta el flo de la Sierra Madre del Sur, y hacia el poniente desde el río Coyuca hasta los límites con Michoacán, donde Zacatula incluía el área de Motines, más de 15 000 km2. De todos modos, el área de mayor población estaba localizada en la zona costera, de menos de 2 000 km2. Comparando el incremento entre 1742 y 1836 (Pavía, 2000:493n),7 (9 039 habitantes) con el incremento entre 1836 y 1853 (Ibid.:493),8 (13 000 habitantes) se puede estimar un incremento del 1% anual en los 94 años del primer periodo y un 7% anual en los 15 años del segundo periodo (Tabla 6). Teniendo en cuenta las limitaciones en cuanto a la precisión de los datos que se observan en las líneas anteriores, es probable que el valor del incremento fuera mayor en el área del Corredor Acapulco–Zihuatanejo. Por otra parte, sumando las cantidades disponibles en 1853 y 1857 (Ibid.:492)9 se puede estimar una cantidad de 16 913 habitantes para el total del Corredor, de 1 832.4 km2 en 1857, aproximadamente 9 hab/km2. Pavía Miller estima para la misma fecha 36 000 habitantes para el total de municipios de la actual región Costa Grande, de 14 760.7 km2, 2.44 hab/km2. Estas estimaciones evidencian una densificación poblacional progresiva del área del Corredor Acapulco–Zihuatanejo, en consonancia con la ampliación de la superficie agrícola destinada a las plantaciones de algodón, la cual acusa una expansión significativa en 1861 con el impulso dado por la guerra civil de Estados Unidos, acontecimiento que inhibió su propia producción.

Por la misma época entraron por Acapulco una cantidad de desmotadoras importadas desde Estados Unidos, que se instalaron en casi todas las haciendas algodoneras. Esta maquinaria separa la semilla de la fibra, ambas comercializables, porque de la semilla se extrae aceite para la industria jabonera y del bagazo la elaboración de harina y pasta para el ganado. La riqueza generada por los cultivos comerciales produjo una mínima fijación geográfica del valor, que se deduce de los vestigios observables.10 La gran acumulación se evidencia con la concentración de capital líquido en los hacendados, quienes fueron ganando poder a través de su participación política y militar durante el largo periodo de la institucionalización del país en el siglo XIX. Al mismo tiempo que se enriquecían, los hacendados, con la representación de Juan Álvarez y Nicolás Bravo, bregaban por la autonomía regional, proyecto que va a cristalizar con la creación del estado de Guerrero en 1849. Esta autonomía no contribuyó a la modificación de la estructura territorial del Corredor ni en la redistribución de los beneficios a la población. En realidad tuvo mayor significado para la consolidación del poder en los hacendados y la clase política local estrechamente ligada a los dueños de la tierra. No se generaron cambios en la relación campesino–tierra con el sistema de arrendamiento de parcelas al propietario de la hacienda. También tiene continuidad el ancestral problema del mal estado de los caminos y la ausencia de obras de apertura de rutas más apropiadas para el transporte de carga. Entre 1865 y 1876 se llegó a constituir una red de caminos en el país, que aún con los pocos recursos materiales y financieros destinados al sector, logró conectar los centros productivos con los de comercio y consumo. Desde Acapulco se abrió un camino que conectaba con Coyuca, Tecpan y Zihuatanejo, para luego ascender hacia la Sierra y conectar con Michoacán. La tecnología y los recursos para construir vías más perdurables eran inexistentes, los propios usuarios debían cuidarlas, tal como se hacía desde la colonia. Las localidades cercanas al mar se vieron favorecidas por la actividad portuaria de Acapulco, tanto por la exportación del algodón como por la importación de maquinaria pesada posible de trasladar a estas poblaciones localizadas en la planicie litoral (Hernández Jaimes, 2003; Miranda, 1994; Jáuregui, 2004).

En este periodo las cosechas fluctúan en cantidad, debido a las plagas que afectan al algodón y por las irregularidades en las precipitaciones. A partir de 1900, la región de La Laguna, en el norte del país, se convirtió en el área algodonera principal, con la constitución de la Compañía Algodonera e Industrial de La Laguna en 1898, favorecida por la configuración de la red ferroviaria que construyó nodos distribuidores en Torreón y Saltillo. Según Moisés T. de la Peña, las inversiones se orientaron al norte porque las lluvias son escasas y se cuenta con agua para riego, sin el riesgo de manchas en las motas debido a las precipitaciones (De la Peña, 1949:269). Sin el ferrocarril, las áreas costeras tradicionales en el cultivo fueron perdiendo espacio en los mercados del país. En el Corredor Acapulco–Zihuatanejo se continuó con la producción para el abastecimiento de multitud de talleres artesanales que funcionaban en los domicilios y también para las dos fábricas locales de hilados y tejidos: La Perseverancia, en Atoyac, y Progreso del Sur en Aguas Blancas, en las cercanías de Coyuca.

El Corredor Acapulco–Zihuatanejo en 1910, según el diario de viaje de Salvador Castelló Carreras

En septiembre de 1910, una comisión científica asignada por el presidente Porfírio Díaz realiza un recorrido por el litoral de Costa Grande, desde la localidad de La Unión hasta Acapulco. La idea es hacer un reconocimiento de los recursos naturales y evaluar las posibilidades de implementar dos tipos de proyectos: irrigación y ferrocarril, a fin de aumentar la productividad agrícola y colocar la infraestructura de transporte necesaria para incorporar los productos al mercado nacional y extranjero (Castelló, 1990). La misión había comenzado con un recorrido por el curso del río Balsas, desde la estación de ferrocarril de la localidad de Balsas hasta la desembocadura del río, luego la misión llega al poblado de Santiago Zacatula y de ahí a La Unión. De la descripción total del paisaje se puede inferir la preponderancia del cultivo de algodón, que continúa desde el siglo anterior, pero también se detecta la aparición de cultivos perennes: plátanos en casi toda la costa y cocoteros en dos localidades, Zihuatanejo y Papanoa. La presencia del cayaco, una palma oleaginosa de gran productividad, endémica de la región, permanece en campos de reproducción natural y el bosque tropical permanece más o menos denso, en algunos lugares con variedad de recursos forestales. Estos temas son de interés porque se verá en los setenta años siguientes una transformación drástica del uso del suelo con el crecimiento de las plantaciones de cocoteros, el decaimiento en el cultivo de algodón y la desaparición del cayaco. Los bosques tropicales próximos al camino de la costa serán removidos por el desplazamiento de la frontera agrícola para los cultivos perennes y de subsistencia, previo aprovechamiento de los recursos maderables (cfr. Instituto de Geografía, 2004 y observación directa).

La difusión de la palma de coco

Entendiendo a la Revolución de 1910 como una interfase de discontinuidades, la visión del paisaje en el Corredor Acapulco–Zihuatanejo no resulta coherente con los cambios producidos en esos tiempos de crisis social. El aspecto, lo que se ofrece al sentido de la vista, es una transformación tan progresiva como la sucedida en otros tiempos, con el condicionamiento que impone la envolvente geográfica: el clima, la realidad biológica, los límites de la productividad, la vegetación, las poblaciones de animales, la vida ligada a las articulaciones litorales y hasta los encuadramientos mentales y las coerciones espirituales.15 La división de las propiedades agrarias de la posrevolución, resultado de la constitución de los ejidos, va a promover un cambio trascendental en el uso del suelo con la difusión de cultivos perennes, que se van sucediendo a merced de los vaivenes del mercado. En el Corredor Acapulco–Zihuatanejo, sin embargo, estos cambios no se promoverán hasta 1936. Durante los gobiernos de Obregón y Calles privó el criterio de que el ejido era incapaz de manejar explotaciones comerciales y agroindustriales, precisamente el sector que prevalecía en las costas, además de que las tierras con plantaciones no eran susceptibles de reparto, pese a la existencia de evidentes latifundios, pero ocupados con inafectables huertas de copra, algodón o frutales (Bartra, 2000a:67).

Es en la época cardenista cuando los campesinos de la costa acceden a la propiedad a través de reformas agrarias e industriales. Estas dotaciones formalmente aparecen como concesiones gubernamentales pero en realidad es el resultado de varias décadas de formas civiles de lucha y organización, así como la autodefensa armada para avanzar en lo que había sido la promesa de la Revolución: el reparto de tierras. Durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, la difusión de las huertas de copra –y el café a mayor altitud– expulsa del paisaje al algodón y también al ajonjolí, el cual tiene un valor comercial de menores proporciones que el algodón (Gómezjara, 1978). Los ejidatarios de producción comercial creados por el reparto agrario se verán fortalecidos y consolidados por la expansión coprera y cafetalera, ambas firmemente ligadas a la pequeña propiedad privada y ejidal. El uso del suelo en el Corredor Acapulco–Zihuatanejo está vinculado a la expansión de plantaciones de cocoteros, la circulación regional de la copra hacia los establecimientos de extracción de aceite, el regreso del bagazo para alimento de ganado y el traslado del aceite a las fábricas de jabón de Acapulco, del país y del extranjero. El cocotero desplaza el ajonjolí y el algodón, pero ninguno de éstos remplazó a los cultivos de subsistencia, el maíz, y en parte el arroz, que fue importante hasta hace unas pocas décadas atrás. "La agricultura de subsistencia y la empresa agrícola no son formas sucesivas y obligadas de evolución, sino que son desarrollos contemporáneos y complementarios que se ajustan y modifican mutuamente" (Ibid.).

En Tenexpa se producía arroz en tal cantidad que en las casas se ocupaban zonas habitables para almacenarlo, esperando su comercialización. "Se sembraba en las partes bajas, a un lado del estero".16 Había en las localidades de producción, piladoras mecánicas a donde se llevaba el arroz para descascarar. Las flas para pilar el grano, en la época de la cosecha, eran interminables. Posiblemente por eso se conservaba también la antigua costumbre de realizar el descascarado del arroz para consumo de subsistencia, con pilón de mano. La producción de arroz se combinaba eficientemente con el maíz, porque ambos se trabajaban en diferentes épocas. Pero la difusión de las plantaciones de coco actúa de tal manera que entre 1927 y 1970 el paisaje del Corredor Acapulco–Zihuatanejo se torna tenuemente umbrío. Es la sombra de las palmas cocoteras que han atestado la planicie del Corredor Acapulco–Zihuatanejo. De un cultivo carente de importancia –Juan Álvarez introdujo algunas para adornar el casco de la hacienda y "sólo para degustar el agua del interior de la nuez"– comienza a difundirse en 1927 como cultivo comercial. El volumen de producción se mantiene estacionario hasta 1947, cuando comienza a duplicarse la producción cada cinco años hasta llegar a producir 90 000 toneladas en 1962, el 90% de todo el estado de Guerrero (97 000 toneladas) y la mitad de la producción nacional (205 000 toneladas).17 Las plantaciones se asientan en tierra ejidal desde la década de los años treinta, pero según Gomezjara (1978), a partir de 1950 los ejidos se han convertido en cuasi–empresas estatales. El Estado selecciona dirigentes, aprueba acuerdos en asambleas, entrega financiamiento, aperos, insecticida, fertilizante, instruye sobre tipo, calidad y época de cultivos; compra, almacena, y maneja políticamente los mismos y se genera también una jerarquía social entre ejidatarios ricos y pobres. Estos últimos practican la agricultura de subsistencia y se emplean y autoemplean en servicios turísticos. Es de considerar que la carretera México–Acapulco abrió las posibilidades de un desarrollo turístico en Acapulco desde los años treinta, y generó también las mayores tensiones agrarias a partir de la década de los sesenta, que provinieron "de los tarascazos turísticos a tierras ejidales" (Bartra, 2000b:27).

La productividad se estima baja y los rendimientos no son los deseables en muchas de las plantaciones, pero el ingreso monetario rural es de todos modos alto. En la cuarta parte de la superficie cultivada se genera el 53% del total de los ingresos monetarios agrícolas, sin considerar el valor del maíz de autoconsumo (Espinosa y Meza, 2000:83). Muchos campesinos operan con estrategias de sobrevivencia donde las plantaciones y los cultivos comerciales de ciclo corto tienen la función de procurar recursos en metálico mientras los cultivos de subsistencia garantizan la base de la alimentación familiar.

Características del cultivo del coco y la sustitución por plantaciones de mango (entrevista)18

La plantación de cocoteros fue el gran monocultivo en todo el Corredor Acapulco–Zihuatanejo. El monocultivo se difunde por el fenómeno de mostración y su conexión con lo visual. Cierta eficiencia que se logra en la relación esfuerzo/resultados con el cultivo y la ubicación provechosa en el mercado, resulta de una atracción irresistible para los productores. A pesar de la experiencia de principios del siglo, cuando los repentinos desplomes en los mercados del henequén de Yucatán y el chicle de Campeche produjeron la ruina de las haciendas, se cayó en la peligrosa trampa del monocultivo. La introducción de los canales de riego y la extracción de agua subterránea por bombeo permitió un elevado rendimiento de las plantaciones. La reproducción se efectúa colocando cocos frescos en sitio sombreado y dejando que germinen. Luego se van seleccionando los germinados y se plantan en viveros, donde permanecen hasta que se desarrollan algunas palmas, aproximadamente en un año. Entonces se trasplantan colocando unos pies de otros a cinco o seis metros, en cuadro. Con riego crece más rápido, pero puede adaptarse al modo de cultivo en secano. Después de cinco años comienza a dar frutos y se incrementa el rendimiento a medida que la planta madura, hasta cierto límite, quizás no de edad, sino de altura, ya que la palma cocotera es una palmácea que nunca deja de crecer en altura. En consecuencia, cada año resulta más difícil bajar los racimos de coco que se dan en el extremo superior.

La palmera es rentable en la medida que es posible generar varios cultivos por debajo; es un tronco en estípite con un penacho en el extremo superior que deja pasar la luz solar, en el suelo intermedio pueden generarse pasturas, granos u otros frutales, tal como es muy común ver en la región, dos cultivos combinados de palmera y plátano o palmera y papaya en plantaciones muy densas. La productividad de la palmera alcanza para cuatro cosechas de coco al año. Pero en los tiempos presentes no resulta redituable, en principio, por la baja en los precios, debido posiblemente a la saturación del mercado y a la sustitución del subproducto principal de la copra, el aceite, por grasas sintéticas. Además, la edad y altura de las palmas ocasiona mayores costos en los cuidados culturales y en la cosecha. El bajador o cortador es el jornalero que se ocupa de la cosecha; es un trabajo especializado que además implica algunos riesgos, por lo que su valor/tiempo se estima en más del doble del salario del peón.

Las plantaciones de mango están sustituyendo a la palma en forma creciente y, otra vez, generando un monocultivo, con el agregado de que se difunde en forma generalizada una sola variedad, el ataúlfo. Las condiciones climáticas y edafológicas en el Corredor Acapulco–Zihuatanejo son ideales para el cultivo del mango, cuyos requerimientos óptimos son 24 a 27° C y 60 msnm y además, el uso de insumos agrícolas aumenta significativamente los rendimientos. Según el Ingeniero entrevistado, es cuestionable la política de subsidio por parte del Estado, poniendo al alcance de los productores los fertilizantes químicos que, a través de las sucesivas aplicaciones han dejado una cantidad de material inerte que supera a la capacidad de asimilación del suelo. En efecto, con los insumos agrícolas y la variedad ataúlfo, en la zona en estudio se está forzando la producción para lograr una recolección ininterrumpida desde el mes de enero hasta el mes de octubre.

La formación del Ejido Papanoa19

El resultado de esta sustitución de las palmas por los árboles de mango, es otra transformación sensible en la visión del paisaje por un nuevo cambio en el uso del suelo, y seguramente no es el último. Otra transformación se observa en los bordes de mar, el uso del suelo por una actividad económica inusitada, sin antecedentes en la dinámica social del Corredor, el turismo en sus distintos niveles de servicios, desarrollado por agentes locales y externos entre quienes se producen no muy suaves fricciones, y que toca un factor muy sensible en la sociedad local: el usufructo de los suelos y las diferencias en el entendimiento de los derechos sobre la tierra. En esta última consideración entra con mucha fuerza la tradición de los usos y costumbres en la tenencia de la tierra bajo la forma de propiedad ejidal. En el Corredor Acapulco–Zihuatanejo, los ejidos se formaron en el periodo más avanzado del reparto de tierras posterior a la Revolución, como se mencionaba en párrafos anteriores. El resultado de ese reparto es de aproximadamente 115 ejidos, muchos se extienden parcialmente por debajo de los 100 msnm y se prolongan hacia mayores altitudes (INEGI, 1991), pero la subdivisión en parcelas es cuantitativamente vasta y en el tamaño dominan las pequeñas, entre una y cinco hectáreas. El ejido de Papanoa, por ejemplo, se encuentra subdividido en unas 450 parcelas. La información del proceso de reparto de tierras en este ejido es resultado de la entrevista al Comisariado Ejidal en funciones en 2006, Miguel Chávez:

Se sembraba cacao, algodón, arroz, ajonjolí, todo eso yo lo viví. Luego vino el coco allí, alrededor de los años 1935, 1938, o 1943, 1945. Se empezaron a sembrar algunas palmas. La promesa era que se iba a vender bien, que se extraería el aceite.

La familia de Miguel ya vivía aquí cuando él nació; sus recuerdos se remontan hasta sus cuatro o cinco años de edad, en que veía a su papá realizar el desmonte de las tierras que nos muestra alrededor de su casa, hoy tierras de labor. Cuenta que el lugar era pletórico en especies de fauna: guacamayas, loros, jabalíes. Las tierras que hoy ocupa el ejido de Papanoa y varios ejidos más, constituían la hacienda de Felicitas Soberanis. Su hermano Manuel se encargaba de hacer cumplir el pago de la renta, que se pagaba con maíz, ajonjolí o manteca de cerdo, y si no se cumplía con el pago de la renta, simplemente eliminaba al incumplidor. Este régimen tenía continuidad con base en una banda de agentes armados. Las quejas de los campesinos se elevaban hasta el gobierno federal, toda vez que los abusos eran ya insoportables, "porque al que solicitaba tierras el dichoso Manuel le mandaba a matar". En 1936 desaparece Manuel Soberanis ejecutado por una partida del ejército, según una versión popular. Se calmó la presión y entonces sí, se abrió la posibilidad de solicitar tierras:

... y entonces se arrimaron gente de San Luis, de Atoyac, de otros lados, y se juntaron 100 solicitantes para el ejido. Fernando Soberanis, otro hermano de los latifundistas heredó "la misión" que cumplía su hermano Manuel, sin embargo, no fue tan "respetado" como el "gran asesino" y la familia perdió fuerza. Los campesinos se fueron apropiando de las tierras y desmontando, pero todavía pagaban algo de renta.

La caída de la rentabilidad de los productos agrícolas y la consiguiente frustración de los productores puede deberse, básicamente, a factores externos. En la década de los años sesenta se comienzan a advertir las complicaciones que acarrea el monocultivo, tanto de origen biológico como en la perspectiva política, en el orden económico y en la organización de la sociedad. Al no hacer el recuento de estas complicaciones se ha dejado de lado la observación de los movimientos que abarcan los enfrentamientos por la defensa de los intereses de los productores contra los acaparadores y la panorámica de las organizaciones campesinas de ámbitos locales articuladas por demandas inmediatas y temporales y otras que fueron transitando por distintas etapas de desarrollo autogestionario rebasando las fronteras locales. La parcialidad del enfoque es inevitable. La visión sinóptica del momento toma solamente algunos aspectos de la lucha económica de las organizaciones de los productores, esos aspectos que recaen en las transformaciones del paisaje detectables por los sentidos, pero deja a la sombra las estrategias de sobrevivencia y los esfuerzos cotidianos en pos del bienestar cuando las crisis ponen en cuestión a las organizaciones y a las empresas asociativas.

 

CONCLUSIONES

Resulta comprensible la reciprocidad que guarda el paisaje con el cultivo agrícola. La formación del paisaje del Corredor Acapulco–Zihuatanejo en las sucesivas fases de difusión del cacao, el algodón, el coco y el mango, ha comprometido la totalidad del paisaje litoral y condicionado el aspecto jurídico en la participación social del uso del suelo. En este aspecto resulta evidente el empleo de mano de obra en forma intensiva en cada una de las fases relacionadas con los cultivos tropicales, de tal manera que tanto la hacienda, como propiedad de grandes extensiones de tierra trabajadas bajo el sistema de renta a campesinos, como la pequeña parcela ejidal trabajada como empresa familiar, sostienen similares resultados en la productividad y, en este sentido, está demostrado que la parcela familiar es un instrumento de mayor eficiencia en los cultivos de mano de obra intensiva.20Aunque los cultivos de subsistencia como el maíz, y en parte el arroz, tienen una estabilidad manifiesta, la ruptura en la continuidad de los cultivos comerciales denota un proceso en el cual las necesidades de los pueblos han generado cambios culturales que retroalimentaron las propias necesidades. El entorno se vio así transformado por las actividades que generaron los diferentes ciclos.

Estas transformaciones han sido experimentadas como habituales, porque la sociedad tiene capacidad de adaptación, pero los factores externos frecuentemente producen una ruptura entre los elementos que conforman el tipo de vida, tal como sucede cuando el usufructo colectivo de suelos públicos se ve repentinamente suprimido por concesiones a empresas privadas, tal como sucede con los megaproyectos turísticos. Los hechos abundan: las expropiaciones de tierras ejidales en Playa Hornos en la década de los cuarenta, los conflictos en Puerto Marqués en la década de los noventa por las disposiciones para el desalojo de los restaurantes localizados en las playas de la bahía. Y el conflicto más cercano, en 2008, es el originado en los litigios por tierras localizadas en Barra de Potosí, entre una empresa de desarrollo turístico y los usufructuarios de las tierras involucradas en el proyecto de desarrollo. Estas rupturas lesionan peligrosamente las relaciones sociales, si la administración pública y los emprendimientos individuales no ejercen sus intervenciones en el territorio con emprendimientos turísticos a través de una gestión adecuada al entorno social específico, históricamente determinado por tradiciones, usos y costumbres y determinadas formas de apropiación o usufructo de la tierra. La condición de las áreas litorales las hace particularmente vulnerables a la degradación ambiental, por la fragilidad de los ecosistemas, y a la discrepancia social, por la alta productividad de sus recursos pero en limitados espacios, ya sean propiedades privadas, sociales o públicas. El conocimiento histórico, como insumo para el análisis prospectivo, interviene en la comprensión de las disyuntivas actuales, en el diagnóstico de la problemática y en la evaluación de escenarios alternativos, para el futuro de las plantaciones perennes, de la agricultura de susbsistencia, del crecimiento urbano y de la acelerada terciarización de la economía regional por la entrada de actividades turísticas de diferentes modalidades y niveles. El conocimiento del pasado puede enriquecer la discusión, ampliándola en términos disciplinarios y dándole al debate una mayor profundidad en el análisis.

 

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NOTAS

1 Como se verá más adelante, el periodo examinado fue deducido de los hallazgos documentales (cfr. Notas 4 y 6).

2 Olas grandes.

3 Ola pequeña.

4 AGN, Tierras, 1645, v 3624, 2 2; 1860–81, v 3624, 2 4; 1757–59, v 3624, e 6; 1691, v 154, e 5, f70.

5 La obra de Villaseñor fue publicada en 1746 con el título Teatro Americano. Descripción general de las provincias y reinos de la Nueva España y sus jurisdicciones (Commons y Coll–Hurtado, 2002).

6 AGN, Consulado, v 175, e 6; General de parte, v 195, e 8, fs 250–309.

7 "Derrotero estadístico de los pueblos que componen el Distrito de Acapulco, hecho con ocasión de la visita que hizo el Prefecto en fines de 1836".

8 Con base en García, 1859:439–447.

9 Con base en Del Toro et al., 1859:412.

10 Acerca del concepto "fijación geográfica del valor", la fuente es: "La relación sociedad–espacio", conferencia dictada por Antonio Carlos Robert Moraes el 20 de octubre de 2005 en el Instituto de Geografía de la UNAM.

11 Ibid.:492.

12 Manuel Orozco y Berra, en McGowan, 2004.

13 Pavía, 2000:493, con base en García, 1859:439–447.

14 Ibid.:492.

15 La continuidad de las actividades productivas durante la época de la Revolución de 1910 es un planteamiento discutido en el Seminario de Historia Económica de la Maestría en Historia Regional de la Universidad Autónoma de Guerrero, 1995. Los conceptos "Encuadramiento mental" y "coerciones espirituales" son trabajados por Norbert Elías (1994).

16 Entrevista a vecino de Tecpan, septiembre de 2006.

17 Cifras del Banco Nacional de Crédito Agrario/Secretaría de Agricultura y Ganadería, en Gomezjara, 1978.

18 Información proporcionada por el Ingeniero Agrónomo Genaro Velázquez, en Tenexpa, Municipio de Tecpan, julio de 2006.

19 Entrevista al Comisariado Ejidal de Papanoa, Miguel Chávez, en junio de 2006.

20 Jean Christian Tulet, en conferencia magistral, 13 de octubre de 2008, Instituto de Geografía, UNAM, cita la experiencia de China y Francia, en cuanto a la comparación cuantitativa entre la producción de la gran empresa, ya sea capitalista o socialista y los resultados logrados por los campesinos de pequeñas unidades de producción.

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