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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.71 Ciudad de México abr. 2010

 

Reseñas

 

La construcción social del paisaje

 

Blanca Rebeca Ramírez Velázquez

 

Nogué, J. (ed.; 2007), Biblioteca Nueva, Madrid, 343 p., ISBN 978–84–9742–624–4

 

División de Ciencias y Artes para el Diseño, Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco.

 

Para la geografía, en diferentes momentos de su historia, el concepto de paisaje ha sido un elemento fundamental a través del cual se ha acercado a la comprensión de la realidad que viven los seres humanos. Fue un instrumento esencial en el reconocimiento de países y naciones, pero también para la creación y consolidación de la geografía moderna a finales del siglo XIX (Wallerstein, 1996:29). A partir de la recomposición de los paisajes que componían las regiones en la geografía francesa en el siglo XIX, se documentó la conformación del territorio nacional, procedimiento que se siguió por muchos otros países para conocer sus territorios, entre ellos los de América Latina, y fue crucial para iniciar algunas propuestas que dieron origen a la geografía cultural de principios del siglo XX en algunas otras latitudes. Sin embargo, el uso de esta categoría, al igual que la geografía descriptiva y la cuantitativa, fue criticado durante la década de 1960 sobre todo por aquellos geógrafos que impugnaban por la generación de un conocimiento mucho más analítico, que vinculara la geografía con los procesos sociales que se desarrollaban en el mundo (Massey, 1985). Se argumentaba que su carácter descriptivo no permitía adentrarse en el conocimiento de los procesos de transformación del espacio.

A finales del siglo XX, en el marco de la discusión generada por el paso de la modernidad a la posmodernidad, se originó un reposicionamiento importante entre los geógrafos que se vincularon con los aportes de la geografía social, adoptando algunos elementos de la concepción sobre la producción del espacio (Harvey, 1989, Soja, 1989), basándose en el texto de Lefebvre que lleva ese título. Éste fue publicado en Francia desde 1974, pero dado a conocer en la literatura anglosajona hasta 1991, versión que se presenta con un comentario final importante del mismo Harvey (Lefebvre, 1991:425–432). Con esta discusión, y otras que fueron importantes en su momento, se pasa de una concepción estática del espacio a una dinámica, en donde éste, al igual que el tiempo, se transforma, se usa, se produce y por lo tanto cambia (Ramírez, 2003: 37–40).

En ese contexto, sorprende y llama la atención la nueva mirada con la que el geógrafo español Joan Nogué presenta el libro de La construcción social del paisaje, que intenta, según él mismo argumenta, proporcionar una exploración metodológica y de pensamiento crítico que contribuya al debate sobre un tema novedoso que rescata al paisaje como un elemento clave para reconstruir la geografía cultural de inicios del siglo XXI. La interpretación que se da al paisaje como producto social que resulta de la transformación que ésta imprime sobre la naturaleza, derivando en lo que se denomina la dimensión cultural de la sociedad, es un elemento metodológico innovador que es preciso aplaudir y reconocer.

La manera como se habla no solamente de los espacios visibles, los que se ven y son evidentes, sino también de aquéllos que son invisibles, que no se ven o se ocultan; de los paisajes efímeros de las metrópolis contemporáneas, de los que producen miedo o de los que se generan a partir del sentimiento, presentes en lo que se llama la ciudad oculta, son entre otros temas que se mezclan con los paisajes del cuerpo, de género y de otros generados por la nostalgia o por el recuerdo. Todos ellos constituyen piezas claves en la conformación de una nueva geografía que genera visiones alternas a la tradicional del paisaje descriptivo, material, real y evidente al que estamos acostumbrados a evidenciar. En esta visión se construye otra, que si bien incluye a los antes mencionados, también hace una geografía de lo que está sin estar, una de lo subjetivo que no se palpa pero se percibe, una geopolítica que evidencia lo que está atrás de lo que parcialmente se ve, y en donde se explican e interpretan los espacios del control y de la planificación a partir de elementos que reconstruyen la parte visible y evidente de procesos que están generando su creación.

El libro está divido en tres partes a las que se agrega la introducción elaborada por el mismo autor. En la primera se incursiona en el "El cuerpo como paisaje: identidad, género y sexo", en donde se incluyen dos trabajos, el de Ángeles Durán y el de Josepa Bru, quienes incursionan en la visión más cultural de la propuesta que el libro presenta. La segunda se titula "Paisaje y conflicto social y político" y contiene tres aportaciones, ahí resaltan la de Don Mitchell, la de Carmen Pena y Mireia Folch–Serna, y en donde se parte de asumir que el paisaje tiene una dimensión política oculta que puede evidenciarse a partir de reconocer lo que está detrás en los procesos que lo conforman. El texto concluye con la tercera parte que contiene siete trabajos que dan importancia a la "Construcción de los paisajes urbanos" con trabajos de Itizar González, Oriol Nerl, Raquel Hemerly, Alicia Lindón, Daniel Hiernaux, Xerardo Estévez y Francesca Muñoz en donde se descubre una posibilidad amplia de percibir las diferentes miradas con las que puede apreciarse el paisaje en diferentes ciudades.

Ante esta amplia gama de visiones que se abren a una mirada original sobre el paisaje, presenciamos la aparición de concepciones inéditas en la geografía en general, y particularmente en la latinoamericana, que hacen evidentes no sólo las percepciones que se tienen de las nuevas tierras que no son las del descubrimiento del siglo XVI al XVIII que presenciaron nuevos agentes que las miraron por primera vez, sino las del siglo XXI que ahí están sin estar o sin ser vistas por una gran cantidad de pobladores, no del todo evidentes materialmente, o para otros, a quienes es necesario darlas a conocer.

Pero a las visiones de quien percibe el paisaje, es preciso agregar también a quienes se miran al interior de ellos, es decir, a otros y nuevos agentes que se presentan como los directamente responsables de la construcción de estos paisajes inéditos. Antes eran asociados a grupos pero ahora se identifican por las condiciones específicas de su ser, de su estar o de su sentir. Así la particularidad del género, la raza o hasta su condición creativa, como sería la de ser grafiteros, por ejemplo, expresa una posibilidad alterna de hablar de los paisajes que se generan de la necesidad inminente de reubicarlos entre los lugares importantes del reconocimiento de nuevos procesos y tendencias que permiten evidenciar la compleja y en ocasiones tan oculta realidad contemporánea, posibilitando, entre otras cosas, la renovación y el renacer de la geografía en su vertiente cultural.

La mirada con la que se percibe el paisaje permite ser visto como un descubrimiento que está lleno de experiencias y aspiraciones de los seres humanos: pensamientos, ideas, emociones que se conjuntan todos en un espacio que aglutina una forma específica de ser construido, representado o de imaginarlo, lo que se vislumbra como la nueva forma de concebir la construcción del paisaje. Este dinamismo que se le imprime, en donde constituye un elemento que no está dado sino que se encuentra en constante movimiento junto con los agentes que lo experimentan, es sin duda una mirada interesante que permite revivir y renovar otras, a veces antigua, de utilizar conceptos que son propios del quehacer geográfico.

De la propuesta presentada por Nogué sobresalen algunos elementos que es importante enfatizar y entre los cuales se cuentan los siguientes. En primer lugar, el texto presenta una gama muy amplia de áreas del conocimiento desde las cuales se construyen diferentes miradas para percibir el paisaje. Así, intervienen arquitectos, historiadores del arte, gestores urbanos, sociólogos, y por supuesto, geógrafos, quienes desde diferentes posturas aportan aspectos y perspectivas diversas que permiten conjuntar una riqueza interesante en relación con la construcción de diferentes paisajes y cuyos temas también varían dependiendo del área en donde se originan, pero que se aglutinan en los tres grandes rubros en que se divide el texto. A lo anterior hay que agregar la amplitud de visiones provenientes de diferentes latitudes que lo integran, predominando las miradas de América, representadas por Brasil, México y Estados Unidos, y la de Europa en donde sobresale la visión española sobre todo.

En segundo lugar, a diferencia de lo que tradicionalmente se ha hecho con los estudios de paisaje, en donde la parte natural, y por lo tanto rural, habían tenido una relevancia mayor, en esta ocasión llama la atención el énfasis que se le pone al paisaje urbano. Si bien muestra la necesidad de ubicar esta perspectiva en una de las zonas más importantes del desarrollo social, económico, político y humano contemporáneo, que está sin duda en la ciudad, se manifiesta también en la necesidad inminente de priorizar estos paisajes. Pero al hacerlo, se elimina de la mirada a los paisajes rurales, por lo que parecería que por mirar los espacios "nuevos" aquellos que han favorecido su generación, como los rurales o naturales, no son importantes y se convierten a su vez también en espacios ocultos, que no se ven, en la perspectiva de dar énfasis a las miradas de lo "nuevo". Pero lo que llama más la atención es la manera como se concibe ahora la transformación de estos lugares rurales en paisajes de abandono, de pobreza, en donde antes los cultivos les daban vida, lo que los convierte ahora en imaginarios de desolación, aunque no estén presentes en el desarrollo de los temas del libro. La ciudad se vuelve ahora el tema crucial para analizar en sus paisajes diversos. Lo interesante aquí es que integra sobre todo a la ciudad que no se ve o la que no está aceptada por el imaginario de quienes quieren la ciudad moderna, desarrollada y equilibrada. Las otras miradas sorprenden y es preciso reconocer la importancia que éstas tienen en las visiones propuestas.

Por último, llama la atención la amplia gama de posturas teóricas a través de las cuales se puede analizar el tema del paisaje, ya que en el texto se incluyen desde análisis basados en el neomarxismo, como han sido los trabajos de Don Mitchell, otros que corresponden a la visión del posmodernismo, como el de Josefa Bru y Mireia Folch–Serra, pasando por algunos que no podrían ser incluidos en ninguno de los anteriores. Esto, más que una limitante del texto es, por el contrario, una gran riqueza. Pero lo que es importante resaltar, es que en todos los casos esta perspectiva de visiones amplias y diversas es caracterizada como crítica. Surge entonces la pregunta de ¿a qué se le está considerando como pensamiento crítico en esta contribución? Me atrevería a responder desde la perspectiva del lector que se adentra a un texto desde fuera, que al tratar de ver los temas de la realidad con una mirada diferente del de la geografía paisajística de finales del siglo XIX o de principios del siglo XX, la que se presenta en el texto de Nogué es sin duda una visión crítica. Desde esta perspectiva, el pensamiento crítico no se adentraría a una teoría o a una metodología específica para analizar el paisaje, sino más bien a la búsqueda de todas las temáticas que no han sido observadas en momentos y en visiones anteriores, para ser analizadas desde la perspectiva de la diferencia. Esto nos recuerda la postura de Foucault, en donde la necesidad de percibir los espacios, otros que no son considerados por las instituciones o las visiones hegemónicas, constituyen el eje fundamental de lo que él llamó las heterotropías (1999:15–26).

Pero la mirada crítica del texto va más allá de la simple identificación de los temas con los que se puede analizar el paisaje geográfico. En el texto se resalta también como propuesta metodológica la forma como en algunos casos se percibe la vinculación entre paisaje y proceso, morfología y transformación que no se integran en los estudios tradicionales del paisaje. La integración de morfología con proceso, totalidad con fragmentos que se presenta en la realidad del paisaje y en la mirada de quien lo ve, se convierte sin duda en una propuesta interesante para los estudios sobre el territorio, que es preciso mirar, analizar y estudiar, y que sin duda se han profundizado en trabajos anteriores del mismo autor (Nogué y Romero, 2006). Sin embargo, a pesar de estas bondades, el pensamiento crítico es mucho más amplio que el presentado en este texto y habría que ejemplificarlo a partir de otras propuestas que complementen las que aquí se sugieren para la lectura.

 

REFERENCIAS

Foucault, M. [1999 (1967)], "Espacios otros", en Versión, núm. 9, Universidad Autónoma Metropolita–Xochimilco, México, pp. 15–26.        [ Links ]

Harvery, D. (1989), The conditions of Posmodernity, Blackwell, Oxford.        [ Links ]

Lefebvre, H. (1991), The production of space, Blackwell, Oxford.        [ Links ]

Massey, D. (1985), "New directions in space", en Gregory, J. D., Social relations and spatial structure, MacMillan, Basingtoke, pp. 9–19.        [ Links ]

Nogué, J. y J. Romero (2006), Las otras geografías, Tirant Lo Blanch, Valencia.        [ Links ]

Ramírez, B. R. (2003), Modernidad, posmodernidad, globalización y territorio. Un recorrido por los campos de las teorías, Miguel Ángel Porrúa, Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco, México.        [ Links ]

Soja, E. (1989), Posmodern Geographies. The reassertion of space in critical social theory, Verso, London.        [ Links ]

Wallerstein, L. (coord.; 1996), Abrir las ciencias sociales, Siglo XXI, México.         [ Links ]

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