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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.70 Ciudad de México dic. 2009

 

Las pequeñas ciudades en la urbanización generalizada y ante la crisis global

 

Small cities in generalized urbanization and global crisis

 

Horacio Capel*

 

* Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Geografía Humana, Universidad de Barcelona, 08028 Barcelona, España. E–mail: hcapel@ub.es.

 

Resumen

Referirse hoy a la ciudad pequeña es hablar de un espacio que puede estar conectado en todos los sentidos al resto del mundo, pero con un ambiente social y morfológico particular, diferente al de la gran ciudad, y que puede ser por ello muy atractivo. En la situación actual de Urbanización Generalizada, el significado de las ciudades medias y pequeñas cambia respecto a lo que sucedía en el pasado. Si durante mucho tiempo pudo afirmarse que el crecimiento urbano era un hecho muy positivo (cuanto mayor, mejor), desde la década de los años sesenta, cuando se planteó la polémica de los límites del crecimiento, la perspectiva empezó a cambiar. En estos momentos, seguramente es cierto que, en algunos casos, el crecimiento cuanto menor, mejor; y en todas las situaciones, cuanto más equilibrado, mejor. Las pequeñas ciudades pueden tener hoy bazas importantes respecto a las grandes: pueden ser innovadoras, disponer de centros de enseñanza, tener acceso al conocimiento y a la cultura, y estar bien comunicadas con áreas dinámicas de desarrollo económico. Y además de todo ello, pueden ser lugares muy agradables para vivir.

Palabras clave: Ciudades pequeñas, desarrollo regional, cambios en la urbanización, Estrategia Territorial Europea.

 

Abstract

Today, referring to the small city means talking about a space that can be connected in every way to the rest of the World, and yet features a particular social and morphologic environment, which is different to that of large cities, and that may therefore be rather attractive. In the current situation of Generalized Urbanization, the meaning of middle and small cities is changing, with respect to what happened in the past. While it could long be asserted that urban growth was a very positive fact (the larger, the better), since the decade of the sixties, when the controversy about growth limits was raised, this perspective began to change.

Nowadays it is certainly true that, in some cases, the lesser that growth is, the better, and in every situation, the most balanced it is, the better. Today, small cities may have significant advantages over large ones: they can be innovative, hold education centers, enjoy access to knowledge and culture, and be well communicated with areas of dynamic economic development. And besides all of this, they can be very agreeable places to live in.

Key words: Small cities, regional development, urbanization changes, European Territorial Strategy.

 

INTRODUCCIÓN

El profesor Jorge Gaspar tiene, sin duda, un gran aprecio por la Fiesta de la Geografía de Mirandela, y por este Coloquio sobre Gobalização e Localização: oportunidades para as pequenas cidades periféricas, ya que me presionó inmoderadamente para que aceptara su invitación.1 Lo hice finalmente en razón de su amistad, por el interés de esta iniciativa del Ayuntamiento de Mirandela y por la dedicación de estas sesiones a las ciudades pequeñas. Un tema que es especialmente relevante para Mirandela y para otros muchos núcleos urbanos, ya que aborda la perspectiva de las pequeñas ciudades periféricas frente a los grandes centros nacionales e internacionales, ante las transformaciones globales y las circunstancias económicas críticas que estamos conociendo.

Aunque resido desde hace más de cuarenta años en Barcelona, conozco bien las pequeñas ciudades, ya que viví en una de ellas (en la ciudad de Lorca, en Murcia), y he tenido ocasión de ver los cambios vertiginosos que se han producido en ésta y en otras pequeñas ciudades durante las últimas décadas.

Los que tenemos más de 60 años hemos alcanzado el privilegio enorme de ser testigos de profundos cambios en la Humanidad, y en nuestras ciudades. Ante todo, el cambio provocado por el proceso de modernización vinculado a la Segunda Revolución Industrial y luego el impacto de lo que tal vez se pueda considerar una Tercera Revolución, la revolución de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que han hecho posible la culminación del proceso de globalización. Además de todo ello, hemos podido conocer una fase de apogeo del sistema capitalista y, recientemente, asistir a una crisis del mismo y, con seguridad, a su reformulación.

¿Cuál es el papel de las ciudades pequeñas en todo ello? ¿Cómo les ha afectado, cómo se han situado y resituado en estos procesos? ¿Cómo se han visto afectadas por los cambios profundos en la urbanización y por la formación de lo que, desde la fase actual de Urbanización Generalizada, se puede ya vislumbrar como la constitución embrionaria de la Ciudad Universal? ¿Cómo se deja sentir en ellas la crisis económica actual? Trataré de responder sucesivamente a las cuestiones aquí planteadas y de hacer unas reflexiones sobre un posible plan para la acción, en relación con los problemas planteados en esas ciudades.

 

EL IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN EN LAS PEQUEÑAS CIUDADES

Las pequeñas ciudades en los años 1950 y 1960

En la convocatoria de este Coloquio se hacía constar que Mirandela es una pequeña ciudad del norte de Portugal, cuna del político y geógrafo Luciano Cordeiro, que tuvo un papel importante en la conferencia de Berlín de 1884. Es decir, que un hijo de esta ciudad, como muchos otros de pequeñas ciudades portuguesas y de diferentes países, han tenido papeles importantes a escala mundial en las edades Moderna y Contemporánea. Lo que muestra que, de alguna manera, estaban ya inmersas en un proceso de globalización que se inició en el siglo XVI con los Grandes Descubrimientos Geográficos y que progresó aceleradamente durante la Época Contemporánea.

Sin duda la emigración hacia América y otros continentes puso a los habitantes de estas ciudades en contacto con realidades geográficas muy diferentes, a través de las relaciones personales y epistolares, así como de la repatriación eventual de capitales acumulados en Brasil o en otros países. Más tarde, la información facilitada por la prensa, y luego por la radio, aumentó la información disponible sobre el mundo. Y las consecuencias de las coyunturas y de las crisis económicas o políticas en países lejanos se dejarían sentir también en su propia economía, integrando cada vez más a estas ciudades en la red de relaciones mundiales.

El llamado proceso de modernización, que tiene que ver con la extensión de la Segunda Revolución Industrial iniciada hacia 1870, se dejó sentir lentamente; como se sabe desde hace tiempo, la innovación llega primero a las grandes ciudades y, muchas veces, se difunde luego a través de los nodos de la jerarquía urbana.

No conozco bien el caso de Mirandela, pero estoy seguro de que es muy parecido al de las ciudades españolas del mismo tamaño. Y que también en ella se ha producido esa lenta, tardía y contradictoria difusión de los rasgos esenciales de la modernización.

En esas pequeñas ciudades se conocieron cambios profundos durante las cuatro últimas décadas del siglo XX. Sin duda, los cambios a escala mundial fueron los más decisivos y llegaron primeramente a las grandes ciudades. Pero también se produjeron en las pequeñas, por la dinámica propia y como reflejo de los que se producían de forma general. Fueron cambios en las estructuras económicas, en la población, en las relaciones sociales, en los sistemas de comunicaciones y de tratamiento de la información.

 

DEL CRECIMIENTO URBANO A LA CIUDAD UNIVERSAL

La ciudad, cuanto mayor mejor

Uno de los hechos más significativos que se han producido durante la segunda mitad del siglo XX ha sido la extensión de la urbanización y, sobre todo, la difusión de pautas de comportamientos y valores que antes se vinculaban predominantemente a lo urbano, lo que ha dado lugar a la difuminación de la antigua separación entre ciudad y campo.2 Ha habido también transformaciones en la configuración de las áreas urbanas, que sin duda han afectado a los escalones inferiores de la jerarquía de las redes de ciudades.

Durante muchos siglos, y hasta la segunda mitad del siglo XX, fue muy clara y significativa la diferencia entre el campo y la ciudad. Se observaba en las actividades de la población, en la morfología de las construcciones, en las densidades, en los equipamientos. Sobre todo, podían reconocerse patrones de comportamiento claramente diferenciados, entre lo que algunos sociólogos designaron como la "cultura urbana" y los comportamientos rurales o campesinos. Dentro de lo que podía identificarse como urbano, había otra diferencia importante que podía formularse de forma simplificada en esta afirmación: la ciudad cuanto mayor, mejor.

No es seguro que todos coincidan en este diagnóstico, ya que son muchos los que han desvalorado la ciudad, frente al campo, que sería el lugar de las raíces, de los valores tradicionales, de la estabilidad social. Las percepciones y las imágenes sobre la ciudad han sido, y siguen siendo, muy contrastadas. Unas veces dan lugar a críticas acedas, a gritos amargos sobre la ciudad; otras veces a expresiones de admiración y de entusiasmo (Capel, 1999). Pero, resulta claro que las ciudades han sido el lugar de la cultura, de la innovación, de la libertad, y de la movilidad social; y que eso se ha conseguido siempre en mayor grado en las grandes que en las pequeñas.

El elevado número de pequeños centros urbanos es, generalmente, una herencia del pasado, cuando las comunicaciones se hacían a pie, en caballerías y con carruajes, con rutas a veces no muy bien mantenidas.3 Los espacios agrícolas necesitaban de núcleos cercanos para determinadas funciones.

Las pequeñas ciudades eran generalmente centros administrativos, núcleos para la provisión de servicios, centros de comercialización y de la venta de productos necesarios para la agricultura. Actuaban todavía como 'lugares centrales', eran eslabones necesarios para la conexión del campo con el exterior. Tenían un papel dentro de una red jerárquica de ciudades, cada una de las cuales poseía su propia área de influencia, más extensa según se ascendía en los niveles de la jerarquía.

Históricamente la pequeña ciudad ha sido un lugar estimulante, desde luego mucho más que las áreas campesinas y los burgos rurales. Las ciudades medias y pequeñas han tenido siempre un papel de gestión de su entorno comarcal y la capacidad de actuar como eslabones de conexión entre la gran ciudad y el medio rural.4 La Revolución Industrial en Europa proporcionó posibilidades de desarrollo a las pequeñas ciudades y a las localidades rurales, que crecieron ampliamente en número y en población.5 Y algún trabajo histórico ha insistido recientemente en el hecho de que entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX estas ciudades pequeñas han sido verdaderos polos dinámicos en los medios rurales, como "lugares de producción, de intercambios y de servicios, de descubrimiento y de interconocimientos", y especialmente han establecido lazos entre el campo y la sociedad en la que éste se inserta (Marache, 2006).6

De todas maneras, la vida en las pequeñas ciudades a veces no era tan fácil. Sin duda, al mismo tiempo, las posibilidades de control social han sido siempre mayores en ellas que en las grandes. Es posible que algunos se sintieran limitados, buscaran mayor libertad y nuevas posibilidades en la gran ciudad. Como seguramente hizo el mismo Luciano Cordeiro al abandonar Mirandela, y luego Funchal, para desarrollar sus energías intelectuales, empresariales y políticas en la ciudad de Lisboa.

 

Cambios en la urbanización

Está ampliamente reconocido que las grandes ciudades son las áreas de la innovación, del desarrollo industrial, y de la concentración de servicios especializados. En ellas se reúne la mayor cantidad de empleos, especialmente los más intensivos en conocimiento. Muchos estudios han insistido en el papel dinámico de las grandes ciudades y los efectos de difusión y de dinamismo que a partir de ellas se han producido normalmente.7 También ha sido reconocido por numerosos autores que las ciudades pequeñas y medias son escalones en la difusión del dinamismo económico y social desde las grandes ciudades hacia los niveles inferiores de la jerarquía y hacia los ámbitos rurales.8

En las décadas que siguieron a la mitad del siglo XX se produjeron cambios importantes en las estructuras urbanas. Cambios en las funciones, en los sistemas de transporte y comunicación, en las estructuras sociales, en la morfología; ha tenido lugar también una generalización y uniformización de las pautas de consumo. En las últimas décadas se han producido, al mismo tiempo, la extensión y la reestructuración de las áreas metropolitanas.

El número de grandes ciudades ha aumentado vertiginosamente. En 1950 eran 86 las que superaban el millón de habitantes, y hoy existen unas 500. El crecimiento de las grandes metrópolis ha sido espectacular; tienen más de 30 millones, como Tokio, más de 20 (como Seúl, México, Nueva York, Bombay, Delhi o São Paulo) o más de 15 millones (como Los Ángeles, Shanghai, Osaka, El Cairo, Calcuta, Manila, Yakarta o Karachi). Por debajo de esas cifras de población quedan unos 150 países y territorios del mundo (del total de 213 que existen). Las diferencias entre las megaciudades y las ciudades menores son hoy abismales. Y no se trata solo de tamaño; tal vez sea cierto que, como se percibió ya en la década de los años sesenta y se ha repetido recientemente, "el cambio de escala implica un cambio de naturaleza".9

Pero más importante que eso ha sido el crecimiento de las cifras de población urbana en prácticamente todos los países de la Tierra, la difusión de los comportamientos urbanos de forma general.10 Según las últimas estimaciones de las Naciones Unidas, presentadas en Nueva York en marzo de 2009, la población mundial, que es hoy de 6 800 millones de habitantes, alcanzará los 7 000 millones en solo tres años, y llegará a 9 000 millones (es decir, un 49.6% más de la que había en el 2000) en 2050. La mayor parte de esa población estará, sin duda, urbanizada. Puede defenderse que se ha llegado a la Urbanización Generalizada, e, incluso, que ya está a punto de constituirse la Ciudad Universal, lo que algún autor ha denominado como la Pantópolis (García–Bellido, 2003). Por tanto, el futuro de las ciudades es cada vez más el futuro de la Humanidad.11

Ha habido una expansión de las periferias urbanas, con formas diversas de baja densidad ("ciudad dispersa", con viviendas unifamiliares aisladas o adosadas) y con diferentes tipologías. La congestión de las grandes áreas metropolitanas generó, desde la década de los años sesenta, impulsos para la creación de nuevas centralidades periféricas, con mayores facilidades de acceso por autopista que el mismo centro de la ciudad. Las regiones urbanas han pasado a caracterizarse por la existencia de centralidades múltiples (Capel, 2003a).

Muchas de esas grandes aglomeraciones urbanas han crecido tan intensamente que dicho incremento no ha podido ser acompañado por el de las viviendas para alojar a la población. Existen por ello amplias cifras de población mal alojada, y extensas áreas muy degradadas (barrios de barracas, bidonvilles o favelas) en donde viven centenares de millones de personas. Algún autor ha hablado del Planeta de Ciudades Miseria, y calcula en más de mil millones las cifras de los que viven en estas áreas de viviendas marginales (Davis, 2004 y 2007);12 el fenómeno adquiere tal dimensión que no duda en afirmar que esas áreas marginales del llamado Tercer Mundo son "el nuevo escenario geopolítico decisivo".

En relación con ello, y con la aparición de áreas ricas exclusivas, y a veces cerradas al exterior, se puede hablar de que en las grandes áreas metropolitanas y en las grandes ciudades con frecuencia se produce un incremento de la fragmentación social y de la segregación. En esas circunstancias, referirse hoy a la ciudad pequeña es algo diferente al pasado. Es hablar de un espacio que puede estar conectado en todos los sentidos al resto del mundo, pero con un ambiente social y morfológico particular, diferente al de la gran ciudad, y que puede resultar muy atractivo.

 

La importancia de las ciudades medias y pequeñas hoy

En este mundo de la urbanización universal y de las grandes áreas metropolitanas, de las grandes regiones urbanas y de las Megalopolis, el significado de la ciudad media y de la pequeña ciudad cambia radicalmente respecto a lo que sucedía en el pasado.

La atención a estos grupos de ciudades la realizaron geógrafos que elaboraban monografías locales o que estaban interesados en los diferentes niveles de la jerarquía de los 'lugares centrales', incluyendo los núcleos menores, con estudios sobre su evolución y los cambios de sus actividades y de sus funciones en el conjunto de las redes.13

Luego, la política de planificación en los años sesenta y la crisis de mediados de los setenta, hicieron considerar a las ciudades pequeñas y medias como posibles polos para el desarrollo económico, primero, y como una alternativa a las grandes concentraciones urbanas, momentáneamente puestas en cuestión, después. Los estudios realizados mostraron que, a pesar de las amenazas que parecían existir sobre ese conjunto de ciudades, la realidad era que un buen número de ellas, e incluso las pequeñas, tenían dinamismo y tasas de crecimiento demográfico.

Si el concepto de ciudades medias y pequeñas parece ser intuitivamente claro, la realidad es que se han caracterizado de forma muy variada.

En lo que se refiere a las ciudades medias, el número de trabajos existente es muy elevado.14 Los umbrales y las delimitaciones de dichas ciudades han sido muy diferentes en los distintos países, lo que tiene que ver con las características de la urbanización en ellos. Así en Brasil, una ciudad de 300 000 a medio millón de habitantes, puede, eventualmente, ser considerada como una ciudad media, mientras que en España este tipo no superaría la primera cifra.

Estudiando las estrategias de promoción y las políticas urbanas de las ciudades medias españolas (de 50 000 a 300 000 habitantes), Joan Ganau y Joan Vilagrasa (2003) señalaron algunos rasgos que vale la pena destacar. Ante todo, la diversidad de localizaciones, con una tipología en la que aparecen: ciudades medias aisladas, localizadas en entornos metropolitanos, en corredores de transporte, en región urbana propia. Por otra parte, que los medios de comunicación permiten hoy que los interlocutores de estas ciudades no sean los centros jerárquicos superiores y las ciudades próximas, como era normal en el pasado, sino ciudades de dimensiones y características similares situadas a centenares o miles de kilómetros. Finalmente, ponen de relieve también la conveniencia de valorar las posibilidades y de adaptar a ellas los instrumentos de planeamiento y de desarrollo que se han puesto a punto y aplicado en las grandes ciudades.

En cuanto a las ciudades pequeñas, son de menor tamaño que las medias y, a veces, se encuentran cerca del umbral de la urbanización. Como es sabido, la definición de lo urbano plantea diversos problemas, a los que se han enfrentado tanto los científicos de diversas disciplinas como los servicios nacionales de estadística, interesados en establecer criterios claros para la discriminación entre lo rural y lo urbano. Con frecuencia ha sido necesario llegar a una clasificación de diferentes niveles, desde lo indudablemente rural hasta lo específicamente urbano, una clasificación que, en algunos casos, incluía tipos como los siguientes: aglomeraciones rurales, aglomeraciones semirurales, aglomeraciones semiurbanas, aglomeraciones urbanas, ciudades rurales y ciudades (Capel, 1975). En el caso de los municipios urbanos españoles, el Instituto de Estadística considera urbanos los municipios de más de 10 000 habitantes; pero estudiando la red de ciudades españolas de los años cincuenta fue preciso establecer una tipología de municipios que incluye tipos muy diferentes, desde los que eran plenamente rurales, a pesar de exceder esa cifra, y los que podían ser considerados como villas agrícolas, hasta los plenamente urbanos (Capel, 1968).

Estudios realizados a fines de los años setenta, como el de J.–P. Laborie, establecieron los límites de las ciudades pequeñas entre los 5 000 y los 20 000 habitantes, y el de ciudades medias entre esta cifra y los 200 000 (Laborie, 1979:11–12). En el caso de España se ha considerado que la escala de las ciudades pequeñas se sitúa entre los 2 000 y 10 000 habitantes, en el umbral inferior, y entre los 20 000 y los 30 000 o incluso los 50 000 habitantes, por el superior; los mismos estudios consideran que en este país dicho grupo de ciudades podría comprender entre unas 300 pequeñas ciudades (que serían, además, centros organizadores de un área de influencia comercial) y unas 425 (López Trigal, 2006).15

Las dificultades para distinguir entre ciudades medias y pequeñas hace que en ocasiones se consideren conjuntamente unas y otras en los estudios que se realizan y se califiquen como 'ciudades intermedias'. Un trabajo reciente sobre el desarrollo territorial en Andalucía, ha incluido en este grupo a todos los municipios entre 10 000 y 250 000 habitantes, lo que supone un total de 138 (Méndez et al., 2008b); otros estudios, sin embargo, mantienen la cifra superior pero elevan la inferior hasta los 20 000 habitantes (Méndez et al., 2008a:231).16

Las ciudades pequeñas pueden, a su vez, subdividirse a partir de la estructura económica y las funciones económicas que desempeñan, de la evolución demográfica y de las características morfológicas.

Desde el primer punto de vista, las hay con funciones económicas diversas. Algunas pueden estar altamente especializadas, como centros industriales, comerciales, mineros, de transportes o de servicios, pero otras poseen funciones múltiples en relación con su papel en el espacio circundante.

Desde el punto de vista de la evolución demográfica, en estrecha relación con los rasgos anteriores y con otros factores, pueden distinguirse entre ciudades dinámicas, estancadas y regresivas.17 Por último, desde el punto de vista morfológico existen también diferentes configuraciones y formas de extensión: desde las que han mantenido los centros históricos tradicionales hasta las que los han transformado profundamente; desde las que mantienen un caserío tradicional hasta las que han experimentado un fuerte crecimiento espacial, con modalidades distintas: ensanches, barrios de ciudad jardín, polígonos de viviendas, áreas de barraquismo, entre otras.

Por otra parte, al hablar de la localización de las pequeñas ciudades conviene distinguir asimismo, al igual que en las medias, entre dos tipos fundamentales: uno, las que se encuentran aisladas y son centro de un área de influencia, actuando como verdaderas capitales subregionales. Otro, las que, sea cual sea su evolución anterior, están hoy integradas en espacios metropolitanos coordinados por una ciudad de gran tamaño. Finalmente, se pueden considerar las que están integradas en áreas urbanas organizadas a lo largo de un eje de comunicación, configurando un área urbana polinuclear.18 Unas y otras estructuras pueden, además, formar parte de regiones urbanas más amplias; como podría ser toda Bélgica o Cataluña, que, probablemente, pueden considerarse en su conjunto como espacios urbanos (por las pautas de comportamiento y los valores compartidos de sus habitantes).

El papel y el significado de las ciudades pequeñas aumenta en las áreas que están alejadas de los grandes centros urbanos, y se convierten en esenciales para la estructuración del territorio, con efectos dinamizadores sobre sus comarcas (Pumain, 1997). Contribuyen a mantener la población rural en esas áreas alejadas, proporcionándoles servicios y, a veces, empleos.

La difusión del automóvil y la creación de redes de carreteras y autopistas han provocado que las ciudades pequeñas sean, a veces, cortocircuitadas por las grandes, que han ido extendiendo sus áreas de influencia. La mejora de las comunicaciones hizo plantear preguntas sobre la conveniencia de desarrollar equipamientos y servicios públicos en ellas, o sobre el coste y el beneficio de esos equipamientos en comparación con los que se realizan en ciudades medias y grandes, y suscitó también interrogantes sobre el papel que debía asignarse a la administración pública para financiar o no dichos equipamientos. Todas estas cuestiones tienen hoy que reformularse debido a los cambios en la urbanización.

 

Las bazas de la pequeña ciudad en la urbanización generalizada

Si durante mucho tiempo pudo afirmarse que el crecimiento era un hecho muy positivo (cuanto mayor, mejor), desde la década de los años sesenta, cuando se planteó la polémica de los límites del crecimiento, la perspectiva empezó a cambiar. Hoy lo ha hecho todavía más, con la actual crisis global. En estos momentos, seguramente es cierto que, en algunos casos, el crecimiento cuanto menor, mejor; y en todas las situaciones, cuanto más equilibrado, mejor.

Las ventajas que tenía tradicionalmente la gran ciudad se relacionaban con la maximización de las relaciones sociales, la educación, la innovación y la variedad del mercado de trabajo. Hoy todo eso se ha difundido ampliamente. Las pequeñas ciudades pueden ser innovadoras, disponer de centros de enseñanza, tener acceso al conocimiento y a la cultura, estar bien comunicadas con áreas dinámicas de desarrollo económico. Y además de todo ello, pueden ser lugares muy agradables para vivir.

Sin duda las pequeñas ciudades, como las áreas rurales, siguen reuniendo numerosos inconvenientes. En ambas hay limitaciones desde el punto de vista del mercado de trabajo, menos rico y variado que en las grandes ciudades. Las diferencias de población entre grandes y pequeñas ciudades, y de densidad entre regiones urbanas y áreas rurales pueden tener consecuencias negativas. Una, los servicios públicos, que funcionan cada vez más con la lógica del mercado, se ven afectados por la menor población y densidad. Otra, los empleos se concentran en la gran ciudad y cada vez más personas, incluso del medio rural, trabajan en ellas, porque se trasladan a vivir allí o porque realizan desplazamientos diarios. Las ventajas de un mercado de trabajo metropolitano amplio, denso y variado siguen siendo grandes para encontrar empleos.

Las ciudades pequeñas, por otra parte, no tienen comportamientos homogéneos, tanto en sus características como en lo que se refiere al dinamismo y al crecimiento demográfico, elevado en unas y reducido en otras. Se ven muy afectadas por las características del medio en que se localizan (proximidad a áreas urbanas dinámicas, recursos naturales valiosos, buena conexión a redes de transporte) y tienen, de forma general, el inconveniente de no poder generar economías de aglomeración para la localización de actividades, al contrario de lo que ocurre en las ciudades grandes.19

Durante mucho tiempo su atractivo principal para la industria ha sido la existencia de una mano de obra barata en su entorno rural, o la posibilidad de ejercer un mayor control social sobre los obreros y permitir una mayor explotación de la mano de obra. Por eso han sido lugares para la industria tradicional, o para actividades poco transformadoras y escasamente intensivas en conocimiento.20 Esos factores siguen actuando y el papel de este tipo de industria continúa siendo importante en las pequeñas ciudades, que difícilmente podrán competir con las grandes en actividades terciarias y cuaternarias de carácter internacional.

Pero, dicho todo eso, es evidente que algunas cosas pueden haber cambiado, y que las ciudades pequeñas pueden tener asimismo algunas ventajas, a partir de la unificación o convergencia de lo urbano y lo rural, y del crecimiento de las áreas rurales. La actividad productiva industrial, no sólo tradicional sino también nueva, se localiza también en las ciudades pequeñas, a veces por procesos de deslocalización industrial desde las grandes ciudades congestionadas (Scott, 1988; Keeble y Tyleer, 1995; Rama y Calatrava, 2001). Hoy, además, las ciudades pequeñas pueden ser centralidades nuevas en ese espacio de Urbanización Generalizada. También adquieren importancia las que son cabeceras comarcales, y tienen un papel esencial en el reequilibrio territorial.

Hoy las nuevas tecnologías permiten la conexión instantánea desde la vivienda a las redes mundiales, el acceso a las grandes bibliotecas del mundo, a lo que lleva camino de convertirse en la Gran Biblioteca Universal. Si el trabajo está asegurado, si se tiene continuidad en el empleo y un sueldo adecuado, seguramente resulta mucho más grato vivir en la ciudad pequeña y desplazarse a la grande para necesidades puntuales. Se dedica diariamente menos tiempo para los desplazamientos, se tiene más ocasión para los contactos personales y familiares, para el ocio, para el cultivo del espíritu, y se dispone de acceso fácil a muchos equipamientos que antes estaban concentrados sólo en las grandes ciudades.

En la década de 1980, las ciudades pequeñas fueron objeto de atención por las oportunidades que ofrecían para el desarrollo económico, aprovechando el cambio de tendencias en las áreas rurales y las ayudas públicas al desarrollo.21

El dinamismo de las ciudades pequeñas que son centros de áreas agrarias en crisis sigue siendo frágil. La emigración de las áreas rurales y de muchas pequeñas ciudades ha hecho disminuir fuertemente la población, lo que va unido, a veces, a una densidad reducida o en disminución. Esto hace difícil la instalación y el mantenimiento de servicios de calidad para los ciudadanos, ya que dichos servicios requieren un umbral mínimo. De ahí la importancia de reforzar su capitalidad con efectos impulsores sobre el crecimiento comarcal, difundiendo innovaciones y concentrando centros adecuados para impulsarlas y estimular el desarrollo económico.

Sin duda, una cuestión básica es la accesibilidad a las áreas urbanas densas y dinámicas. Es esencial mejorar la conectividad por carretera y ferrocarril con otras ciudades y centros metropolitanos, en el caso de ciudades alejadas de ellos. Eso requiere elaborar propuestas y estudios, pedir y hacer presión en los niveles superiores de la región, el Estado y los niveles internacionales. La asociación y la cooperación de ciudades pequeñas pueden constituir un buen mecanismo para conseguirlo.

 

Las asociaciones de ciudades pequeñas

La nueva valoración de las ciudades pequeñas se deja sentir tanto a nivel académico, en las investigaciones que se realizan, como político, en las propuestas de actuación a diferentes escalas, desde la supraestatal a la local.

 

Asociaciones nacionales de ciudades pequeñas

Desde hace algunos años se han ido organizando agrupaciones y asociaciones de pequeñas ciudades, en diferentes contextos.

En Francia la Association de Petites Villes en France (APVF) integra a unos 1 000 municipios que, en conjunto, reúnen más de 19 millones de habitantes, lo que supone un 30 por ciento de la población total. Esta asociación, creada en 1990, se interesa por la descentralización, el desarrollo local, la ordenación del territorio, las finanzas locales, la colaboración intermunicipal, los servicios públicos, el desarrollo duradero y la conexión con las ciudades pequeñas de otros países europeos. Pero no es la única. En la misma Francia hay también una agrupación Petites cités de caractères, que fue fundada en 1977 y agrupa a núcleos que se preocupan de:

poner en valor la autenticidad, y la diversidad del patrimonio de algunas ciudades pequeñas (de menos de 5 000 habitantes) dotadas de conjuntos arquitectónicos coherentes y de calidad.

En España desde el 2000 se celebran Congresos de Pequeñas Ciudades Españolas, que aglutinan a las que tienen entre 5 000 y 50 000 habitantes. El primero se celebró por iniciativa de los ayuntamientos de Cuéllar y Peñafiel (Valladolid), y a éste siguieron los de Betanzos (La Coruña) en 2001, el tercero en Montijo (Badajoz) en 2002, el cuarto en Utebo (Zaragoza) 2005 y el quinto en Segorbe (Castellón), este último con el lema: "por una gestión local de calidad".

Los miembros de esa asociación, que está apoyada por la Federación Española de Municipios y Provincias, insisten en el papel que desempeñan las ciudades pequeñas como cabeceras de entidades territoriales intermedias y motores de espacios comarcales. También llaman la atención sobre el hecho de que tienen muchos problemas, pero menor capacidad económica que las grandes. Creen que se han de reconocer sus problemas y especificidades en la Ley de Administración Local, y ponen de relieve la importancia de la financiación, la conservación y rehabilitación del patrimonio histórico y la relación en el entorno político europeo e internacional. En especial, solicitan tener una presencia en las instituciones europeas, y han acordado constituir una red para lograrlo, y reforzar así su influencia en la legislación comunitaria y en los procesos que les afectan.22

En diferentes países existen, asimismo, intentos para coordinar las demandas de las ciudades pequeñas. Asociaciones de éstas pueden encontrarse en Gran Bretaña, Estados Unidos, Brasil y otros países.23

Se están poniendo en marcha también programas internacionales sobre ciudades medias y pequeñas, para conocer más sobre las posibilidades de desarrollo de las mismas.24 Son también numerosos los estudios académicos y los proyectos técnicos sobre el desarrollo de ciudades pequeñas en toda Europa y en España. El caso de Astorga, estudiado por Lorenzo López Trigal, es el de una pequeña ciudad que se ve afectada por la cercanía de León, capital provincial y con mayor tamaño y dinamismo, a solo 45 kilómetros de distancia. La potenciación de su posición en las redes de comunicaciones, de etapa en el turismo jacobeo, y de atracción industrial, son estrategias puestas en marcha al igual que la cooperación en red con otras ciudades vecinas como Benavente y La Bañeza, para conseguir un umbral de población que permite disponer de determinados servicios para su población (López Trigal, 2006).

Especialmente interesante es la iniciativa italiana de las ciudades lentas, que está teniendo un gran impacto internacional.

 

Las ciudades lentas

Durante la segunda mitad de los años ochenta surgieron en diversos países europeos movimientos anti–prisa. Primeramente como reacción a los restaurantes de comida rápida, como movimientos slow food, que se extendieron luego por varios países.25

Han surgido asimismo otras asociaciones contra las prisas. Entre ellas, la The Long Now Foundation, la Asociación para la Liberación del Tiempo y su Ordenamiento, y movimientos Slow Travel, Slow Schools, Slow Books. Slow Living, Slow Money o la asociación Take back for time, que celebra una conferencia del tiempo. Hay también movimientos para la reducción de la jornada laboral (para disfrutar del tiempo libre o tener más hijos...), para conciliar trabajo y familia, para las 35 horas semanales. El movimiento hacia lo lento es también rechazo de la rapidez, del vértigo, de la ansiedad.

En relación con estos movimientos apareció el Slow Cities Movement, Citta Slow, impulsado por Paolo Saturnini, alcalde de Greve in Chianti, en Toscana. Las normas fueron aprobadas en Orvieto el 15 de octubre de 1999. Su emblema es un caracol naranja, que certifica a las ciudades en que se lleva a la práctica el buen vivir.

Se trata de ciudades con menos de 50 000 habitantes. Se ha creado una asociación y una convención de las slow cities, y se ha aprobado un Slow City manifesto o Charter of Association of Slow Cities. Cuenta ya con unas 30 ciudades en Italia, tres en Inglaterra y otras muchas que han pedido entrar. La carta, con un total de 54 puntos, contiene una serie de criterios para formar parte del movimiento: política ambiental, calidad del medio urbano, productos locales, hospitalidad, entre otros. Se establece que se dará preferencia a los comercios que venden productos típicos de la región; los negocios cierran jueves y domingo, las instituciones públicas abren los sábados; se privilegia la calma, las tradiciones, el buen vivir, el comer lento, el patrimonio, el respeto a las tradiciones; se promocionan los lugares y ocasiones para contactos diversos entre consumidores y productores de calidad; se promociona la hospitalidad, se tratan de eliminar los obstáculos físicos y se favorece la mejora de la educación.

 

La política de la Unión Europea

La Unión Europea se ha preocupado también del problema de las ciudades pequeñas. Durante la década de los años noventa se elaboraron diversos informes, que culminaron en la Estrategia Territorial Europea, aprobada en 1999, como Perspectiva de Desarrollo Territorial Europeo, en la que se reconoció la importancia de la integración de estos grupos de ciudades en la citada Estrategia.

En informes posteriores (2000, 2007) la Comisión Europea ha insistido en la importancia de los sistemas policéntricos, y la necesidad de impulsarlos, con un buen desarrollo de ciudades pequeñas y medias y en la influencia directa sobre las áreas rurales, contribuyendo a impulsar su crecimiento. Se trata también de buscar una mayor cohesión territorial. La misma Comisión estimó que las ciudades medias y pequeñas pueden ser núcleos para desarrollar actividades industriales y de servicios, turismo y ocio, e incluso innovación y tecnología.26 Ideas similares se desarrollan ampliamente en los estudios aplicados y en la bibliografía académica: la definición de un sistema urbano de carácter policéntrico es hoy un aspecto importante de las políticas de ordenación territorial y planificación urbana, tratando de incorporar la posición del núcleo urbano en las áreas funcionales y los espacios dependientes.27

El resultado de todo ello es la voluntad de mantenimiento de una red urbana equilibrada y policéntrica, con un papel relevante para los núcleos urbanos de pequeña y media dimensión, esencial en el desarrollo regional y en la gestión sostenible del medio natural y del patrimonio. La extensión a las ciudades medias y pequeñas de las auditorías urbanas de ciudades europeas puede contribuir a mejorar la información sobre los problemas y las potencialidades que existen.28

 

La crisis mundial de la actual fase de desarrollo

A mediados de los años setenta el sistema económico capitalista experimentó una crisis que acabó con lo que se denominó en Europa los Treinta Años Gloriosos (de 1945 a 1975). En relación con ello, y con la detención del crecimiento de las grandes ciudades, se produjo una primera llamada de atención hacia las ciudades medias y pequeñas, reflejada en diferentes publicaciones e informes a fines de dicha década.29

Hubo posteriormente diversas fluctuaciones, y de 2007 a 2009 se ha producido una crisis económica mundial que ha afectado al proceso de globalización. Algunos estiman que también afecta al desarrollo del capitalismo. Uno de los grandes teóricos actuales no ha dudado en afirmar: "el capitalismo se acaba",30 lo que se podría calificar como un pronóstico voluntarista.

En relación con esta crisis, el Estado, que estaba siendo cuestionado y deslegitimado, ha adquirido un nuevo significado y valoración. Han reaparecido también propuestas sobre la necesidad de la regulación de los mercados y otras de carácter proteccionista. Pero lo que es fundamental, la crisis ha hecho evidente que hemos de cambiar la idea de desarrollo y vivir más modestamente. Hoy resulta evidente que no se puede seguir el mismo camino del crecimiento ilimitado. Hemos de reducir nuestros niveles de consumo y nuestras expectativas.

Hemos estado viviendo el tiempo de la desmesura, del consumo desbocado, de la búsqueda de beneficios rápidos, del gasto alocado, del triunfo de la avaricia. Todo eso es lo que la crisis ha puesto en cuestión, y lo que seguramente va a cambiar. Otro pronóstico voluntarista.

Es posible que estemos en un momento muy decisivo, en el que coinciden a la vez la entrada en una nueva fase, que puede ser calificada como la Post–Humanidad y la Post–Naturaleza, con la persistencia o la renovación de viejos peligros. Los avances de la medicina, la ingeniería genética, la revolución verde, los transgénicos, la clonación, todo ello significa una nueva etapa en la evolución de la Humanidad y de la Naturaleza, con una intensificación de la capacidad humana para manipular, transformar y recrear. Pero todo ello coincide con la reaparición del hambre, con la continuidad de las guerras, y con las nuevas amenazas de las enfermedades infecciosas: de hecho éstas, que parecían a punto de ser erradicadas, siguen estando presentes y a veces más amenazantes por la llegada de nuevas enfermedades, el renacimiento de otras (como la tuberculosis) y la resistencia de muchos microorganismos a los antibióticos. Continúan cabalgando en el mundo los Jinetes del Apocalipsis (Capel, 2008).

En esta nueva situación, al igual que sucedió con la crisis de mediados de los setenta, las pequeñas ciudades pueden tener también ventajas respecto a las grandes. Pero el despliegue de todas las posibilidades requiere la elaboración de planes de acción bien elaborados.

 

PLANES PARA LA ACCIÓN

Desde la perspectiva de las políticas nacionales o supranacionales es oportuno realizar estudios generales con el fin de identificar las ciudades pequeñas y medias más dinámicas, para concentrar en ellas las inversiones y obtener efectos multiplicadores; como hacen hoy las organizaciones de planificación y los informes estratégicos que se realizan. Pero desde la perspectiva de pequeñas ciudades concretas (como Mirandela o Lorca) es preciso pensar en todas las posibilidades que existen para el desarrollo, independientemente de la posición relativa que la ciudad tiene respecto a otras.

Debemos ser conscientes de que en la fase actual de Urbanización Generalizada, de crecimiento de las grandes ciudades, y de crisis económica, las pequeñas ciudades pueden tener algunas ventajas claras. Es necesario diseñar planes para la acción. En este sentido la receta parece fácil de resumir: partir de lo que hay, explotar todas las potencialidades, buscar la coordinación y la solidaridad, tener iniciativa e imaginación. Se deben aprovechar las situaciones desfavorables, así como las oportunidades favorables, y saber sacar ventajas y fuerzas de la actual situación de crisis. Hablaré sucesivamente de estas diferentes líneas de actuación.

 

Partir de lo que hay y explotar las potencialidades

En cualquier plan de acción para el desarrollo de las ciudades pequeñas es esencial, ante todo, partir de las experiencias que ya se tienen, conocer la tradición histórica de trabajo en el lugar. No desvalorizar esa experiencia. Que no suceda como en algunas grandes ciudades en que los políticos se tomaron en serio lo de que estábamos en una fase postindustrial y menospreciaron la propia tradición industrial.

¿De dónde saldrán los impulsos si no es de lo que ya existe? Hay a veces un saber históricamente acumulado, y que se desconoce o no se aprecia significativamente. Hay que estar abierto a la innovación y valorar lo nuevo, pero siendo consciente de que todo lo nuevo se apoya sobre una base histórica: el trabajo que existe, el saber y la experiencia acumulada por la gente de una ciudad. Hoy se reconoce la importancia de las estructuras heredadas, de carácter económico, social y cultural. Las apuestas hacia el futuro deben apoyarse, para empezar, en las actividades que ya se realizan localmente, los oficios y las especializaciones que se han ido desarrollando.

Son numerosos los estudios que hacen alusión a la emergencia de una nueva geografía económica, en la que se modifican los factores tradicionales de localización. Hay que explotar todas las potencialidades existentes en la pequeña ciudad y en la comarca. A veces hay más de las que se piensa, pero es preciso descubrirlo y potenciarlo.

 

Desarrollar el mercado de trabajo

Hoy se insiste mucho en que es preciso ser sensible a los sistemas productivos locales, con interdependencias diversas que generen nuevos conocimientos, difundan información, diseminen el aprendizaje, sirvan de ejemplo y constituyan un estímulo para hacer el medio local más innovador.31

En el actual proceso de globalización son cada vez más los estudios que insisten en la importancia de las redes de colaboración, y el aprovechamiento de los propios recursos, entre ellos el capital social y la existencia de redes, como esenciales para el desarrollo local.32

Los estudios que se han realizado sobre las ciudades intermedias muestran con frecuencia un dinamismo para el conjunto de ellas, a partir de actividades en el sector turismo y de industrias consolidadas que, a veces, configuran sistemas productivos locales, vinculados a recursos endógenos, servicios a la producción agrícola intensiva de la comarca, a la producción agrícola extensiva o a recursos pesqueros, con generación de industrias agroalimentarias.33 En cada caso, es esa tradición existente la que, ante todo, se ha de valorar y utilizar.

En su competencia para atraer instalaciones industriales, las ciudades pequeñas han de utilizar valores específicos de la mano de obra disponible. Durante mucho tiempo lo que se ha valorado para la localización en ellas ha sido sobre todo la disponibilidad de mano de obra inexperta y de bajo coste. Así la descentralización industrial en Estados Unidos se ha descrito en algún caso como un movimiento para huir de la mano de obra cara y organizada de las grandes ciudades. Esa migración se haría, según un estudio, hacia ciudades suburbanas con reserva de mujeres subempleadas, así como "hacia las pequeñas ciudades y áreas rurales (con sus poblaciones pasivas sin experiencia industrial) fuera de las principales regiones manufactureras de Estados Unidos", y hacia otras áreas exteriores con mano de obra barata (Scott, 1988, ed. 1990:210).

Es evidente que en estos aspectos nuestras pequeñas ciudades no pueden competir con otras áreas en las que el trabajo es más barato. Se necesita, pues, poner énfasis en las cualificaciones de la población, en sus destrezas, en su flexibilidad, en los conocimientos informáticos y de idiomas y otras habilidades. La educación se convierte en un factor fundamental para el futuro.

El trabajo en la pequeña ciudad es siempre menos amplio y diverso que en las grandes. Pero la crisis actual les ofrece nuevas posibilidades. Ante todo, el desempleo puede, tal vez, dar lugar a movimientos de retorno desde ellas a las de origen, como sucedió después de la crisis de 1973.34

Si eso sucediera, habría la posibilidad de que un cierto número de personas con experiencia pudieran aplicarla en las ciudades pequeñas a las que se sienten afectivamente vinculados.

Por otra parte, después de un siglo de disminución de la población en las áreas rurales, en las dos o tres últimas décadas éstas han empezado a experimentar nuevamente un crecimiento demográfico. Han influido en ello la mejora de la movilidad, la descongestión de las áreas urbanas, la migración de industrias a las áreas periféricas y el desplazamiento de los ciudadanos a ellas, y las mismas transformaciones de las áreas rurales (Kayser, 1990).

En ese cambio de situación de las áreas rurales las ciudades pequeñas tienen un papel destacado. Se ha dicho que ellas mismas son una riqueza y una buena oportunidad para las áreas rurales, aunque también se ha advertido de la tendencia que existe hacia un empobrecimiento cualitativo de las actividades de los centros más pequeños y de que el crecimiento de la concentración urbana se realiza frecuentemente "en detrimento de los escalones más frágiles de la trama urbana" (Laborie, 1996:48).35 Frecuentemente ha habido un incremento de los movimientos migratorios en torno a las ciudades pequeñas, por el aumento de la movilidad de los rurales para usar los servicios urbanos ofrecidos en ellas; también repercute su conversión en áreas de residencia urbana para los ciudadanos y el aumento de las oferta de empleos en esas ciudades pequeñas.36

Se pueden, asimismo, explorar en las ciudades pequeñas los llamados yacimientos de empleo, aprovechando para ello los estudios que se realizaron en la década de los años noventa, y ver si hay todavía algunos que puedan ser explotados.

En 1993 el entonces presidente de la Comisión Europea Jacques Delors presentó el libro blanco sobre Crecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI, en el que proponía diversas líneas de actuación, entre ellas la búsqueda de nuevos yacimientos de empleo, lo que se convirtió en una de las líneas de actuación de la Comisión (Comisión Europea, 1993). El tema se puso de moda en la segunda mitad de dicha década, y aparecieron multitud de libros y propuestas sobre esta vía y las nuevas oportunidades de trabajo que podía ofrecer. Se trató de encontrar empleos para satisfacer necesidades de la vida diaria, la calidad de vida, el ocio y la protección del medio ambiente, "intensivas en empleo y con un ámbito de prestación en el territorio", es decir, empleos de proximidad y, por tanto, a la escala local.37

El concepto fue rápidamente aceptado, pero también pronto sometido a numerosas y oportunas críticas, especialmente en lo que se refiere al hecho de que se trataba de encontrar esos trabajos en relación con "mercados incompletos", es decir, aquéllos en los que el mercado, y el capital, han renunciado a intervenir por no existir una demanda solvente; se trataba, por tanto, de desplazar numerosas prestaciones sociales desde la esfera pública a la privada, lo que fue interpretado como un paso más en el proceso de desmantelamiento del Estado del Bienestar y de "socialización de la pobreza" (Casals, 1998). Podría tratarse, desde luego de trabajos desregulados y de escasa cualificación en los servicios.

En los años siguientes, numerosos autores prefirieron hablar de la participación del tercer sector o de economía social, un sector situado entre lo público y lo privado (cooperativas, asociaciones, sociedades anónimas laborales, entidades no lucrativas, organizaciones no gubernamentales..), capaz de generar trabajo en situaciones en que no está garantizado el pleno empleo (Miguélez, 2006).38

En los últimos años, otras instituciones han seguido pensando en la posible creación de nuevos empleos, e incluso algunos, haciendo de la necesidad virtud, sostienen que incluso el cambio climático puede contribuir a ello.39

Es necesario explorar en todas las direcciones, estudiar y, en su caso, apoyar las iniciativas. Una de ellas tiene que ver con la valoración del patrimonio cultural, que posee, además, otras funciones cívicas.

 

El patrimonio cultural

El patrimonio histórico cultural se convierte en algo muy valioso para las pequeñas ciudades. Ante todo, para la identidad y el orgullo de los ciudadanos, y para enriquecer su cultura y la innovación. Pero también como potencial para explotar desde el punto de vista económico.

El patrimonio cultural es esencial para el mantenimiento de tradiciones y de la memoria histórica. Todas las ciudades tienden a parecerse, a ser homogéneas. Interesa, por ello, mantener y potenciar las singularidades, la historia y el patrimonio cultural. No se debe idealizar el pasado, pero tampoco destruir la memoria.

Es importante tener conciencia del importante papel de la cultura en el momento actual. Ante todo, estimulando los equipamientos culturales, el ambiente cultural propicio, la educación de los ciudadanos. Además, impulsando iniciativas culturales diversas e imaginativas. Las ciudades pequeñas han sido también testigos recientemente de un gran número de ellas; en Francia las de 3 000 a 20 000 habitantes, consideradas pequeñas, han tenido un despertar cultural por la acción de las administraciones públicas (Sibertin–Blanc, 2008). También en Portugal y en España esa intervención del Estado, de las administraciones regionales y locales, ha tenido una notable influencia.

Los turistas y los visitantes son personas con cada vez mayor educación y cultura. Debe procurarse entrar en contacto con ellos, que no sólo pasen, sino que estén tiempo en la localidad y convivan con los ciudadanos. Se interesan por aspectos diversos e inesperados. Descubren a veces a la misma población rasgos que ésta no ha valorado (paisaje, estructuras geológicas, ambiente urbano, convivencia...). Se interesan por las estructuras industriales del pasado (Capel, 1996a y b).

Sin duda la competencia es fuerte, pues a veces todas las ciudades buscan los mismos turistas, los mismos visitantes, los mismos mercados. Hay que tratar de encontrar por ello lo más competitivo, lo más específico, alguna singularidad. Eso lo da con frecuencia un buen conocimiento de la historia y de las tradiciones.

 

Ventajas de la pequeña ciudad y el ambiente social

La pequeña ciudad tiene numerosas ventajas frente a la grande. Suelos menos costosos para las promociones inmobiliarias y la instalación de actividades, por ejemplo para la instalación de industrias. Por ello el precio de la vivienda puede ser más barato que en la gran ciudad. La red de hoteles en ellas puede descongestionar a las grandes ciudades y obtener precios más baratos.40

Los debates sobre las ventajas relativas de la ciudad compacta y la ciudad dispersa han sido muy amplios. Hoy el Nuevo Urbanismo valora en Estados Unidos la primera, frente a la ciudad difusa. Las pequeñas ciudades ofrecen ventajas de compacidad y, a la vez, la proximidad a la naturaleza.

Los problemas ambientales pueden ser menores en ellas y el desarrollo sostenible sin duda mucho más fácil (Bielza de Ory, 1991). Y, sobre todo, se trata de la existencia de un ambiente social atractivo. Hay que valorar las ventajas frente a la congestión y al anonimato, la singularidad local, el sentido del lugar.

Se pueden incluso sacar ventajas de lo que es aparentemente negativo. El caso de las ciudades lentas, al que se ha aludido antes, es bien significativo. El mundo de hoy estimula la actividad, la velocidad, el cambio rápido, la moda; aparecen los espacios estandarizados, con su homogeneidad, higienizados, abstractos, iguales en todos los sitios, hechos para el consumo o el tránsito apresurado. Frente a eso hoy se valora la estabilidad, la cohesión, la lentitud, los ritmos diarios, semanales, estacionales (con las fiestas...), la tranquilidad y buen humor; las ciudades que conservan tradiciones locales tanto desde el punto de vista estético, como de la artesanía o la cocina y el tiempo para el ocio.

Un espacio social atractivo, con relaciones apacibles y cordiales es siempre percibido y valorado por los visitantes, se aprecia el sentido de identidad, las rutinas seguidas en un ambiente conocido, la intensidad de los lazos entre los habitantes, la capacidad de interrelación (incluso en las conversaciones informales en los bares...), la tradición gastronómica, las oportunidades para conversaciones informales, casuales, ocasionales, no preparadas, los espacios en los que es posible pararse a hablar, la hospitalidad, el lugar con todo su espesor, su identidad, su "autenticidad". En las pequeñas ciudades la calle adquiere en efecto una gran importancia para las relaciones de vecindad.41 Todo ello construye el sentido del lugar, y el atractivo de un lugar. Y sirve también para el diseño urbano, como valoran hoy multitud de trabajos.42

Es un equilibro difícil. Porque es esencial tener éxito, pero procurar no morir de éxito, ya que si éste es excesivo la afluencia de visitantes puede subvertir todo eso, y convertirse en una ciudad llena de turistas y visitantes apresurados. Además, se ha de procurar reunir dos condiciones: una, mantener la diversidad generacional y socioeconómica; otra, que la ciudad sea atractiva para jóvenes y para emprendedores.

 

Coordinación y mancomunidades

Hoy existe la posibilidad de estar ligado con redes económicas internacionales y conocer el ritmo de los mercados mundiales. También la de conectarse desde ciudades pequeñas y actuar en red con otras situadas en diferentes lugares del mundo, a partir de una solidaridad de intereses. Lo cual significa que las redes de cooperación, que son indispensables con el entorno y con las ciudades próximas, también son posibles con otras lejanas, para objetivos comunes, buscando sinergias, solidaridades, saber compartido, mercados, publicidad común, intercambio de conocimientos.

Existen ya, como se ha visto, numerosas experiencias asociativas en diversos países e impulsos para la asociación de las pequeñas ciudades. A partir de ello pueden tomarse modelos para la actuación con vistas al desarrollo económico y social.

Las ciudades pequeñas han de tener un papel fundamental en la prestación de servicios. Cuáles son esos servicios y cómo se han de financiar son, sin duda, cuestiones fundamentales. Lo que conduce a la necesidad de establecer vínculos de colaboración y solidaridad con otros municipios para resolver los déficit existentes (mancomunidades de municipios, entidades supramunicipales para el desarrollo...). Existen ya marcos legales y administrativos tanto en Portugal como en España, así como mecanismos para intensificar la colaboración entre el ámbito estatal y el local.

En Portugal, desde la división de concelhos y el Código Administrativo de 1836, se reorganizó el mapa municipal y se estableció que los concejos deberían tener "el número suficiente de cidadáos hábeis para os cargos electivos e bastantes meios de sutentar os encargos municipais", a la vez que se debían tener en cuenta las distancias y las comunicaciones. Tuvo una gran importancia, pues suprimió más de 400 concelhos pequeños y fijó su número en 351, cifra que quedaría reducida a 308 en la actualidad (Oliveira, 2009). Los rasgos esenciales del mapa territorial de los concelhos quedó ya fijado hace más de 170 años, con gran ventaja para Portugal respecto a lo que sucedió en España, donde una reforma similar no se produjo, y existe, por tanto, una cifra muy elevada de municipios pequeños, que después de sucesivas reducciones se sitúa en 8 112. De esta cifra, el 85 por ciento del total son municipios con menos de 5 000 habitantes (e incluso 5 892 municipios, es decir el 72.6 % del total, con menos de 2 000 habitantes); otros 877 municipios tienen una población de 5 000 a 20 000 habitantes (Orduña, 2009:103).

La cifra de municipios portugueses que tienen menos de 5 000 habitantes es solo de 30, y la de menos de 10 000 (cifra que en España se considera como umbral para los municipios urbanos) es inferior a 100. Como media un municipio portugués tiene unos 34 000 habitantes y poco menos de 300 km2. Una realidad favorable para los municipios por su suficiente población y extensión, en general, para funciones y equipamientos mínimos.

En cambio, existe una insuficiencia importante, la que se refiere a la ausencia de un nivel supramunicipal, de distritos o de regiones administrativas. Esta última se consagró en la constitución de 1976, pero es inexistente. Falta, pues, la posibilidad de un nivel intermedio de la administración local autónoma situado entre el municipio y el Estado, como por ejemplo, el distrito, que existió en algunos momentos (Oliveira, 2009).43 Esa limitación respecto a la agrupación supramunicipal dificulta tal vez la creación de mancomunidades que podrían ser útiles para la realización de funciones y la implantación de equipamientos.

En el caso de los municipios españoles existe el grave problema de la excesiva fragmentación municipal, y el de la heterogénea extensión de los términos municipales (desde pocos kilómetros cuadrados a unos dos mil), pero la figura de las mancomunidades está plenamente reconocida, existiendo en la actualidad unas 1 023 entidades de este tipo (Orduña, 2009:106). La mancomunidad no sólo tiene interés para los pequeños municipios sino para todos. Permite agrupar esfuerzos en servicios, mejorando los que se prestan a los ciudadanos. En el caso de España pueden tener que ver con servicios como los que aparecen en el Cuadro 1, ordenados de mayor a menor de los que efectivamente se prestan.

La relación que aparece en dicho cuadro muestra que la colaboración puede mejorar los servicios de los ciudadanos y la calidad de vida de la población. También se puede proteger el ambiente físico para permitir la implantación de actividades. Pero, además, permite aumentar las condiciones para situarse en el panorama mundial para la mejora de la competitividad económica. El fomento de las actividades económicas, del turismo, de las actividades culturales y de la gestión de tributos y de los recursos financieros, se encuentran entre las que son facilitadas por una gestión mancomunada. A ello se pueden añadir actividades muy concretas, que también se prestan y mejoran en el caso de municipios pequeños como los gallegos: el desarrollo de los servicios técnico–informáticos, de actividades recreativas, de los medios de comunicación, la promoción del empleo, los servicios técnicos–administrativos o los servicios jurídicos y las obras de infraestructura en general.

 

Iniciativas e imaginación

En todo caso, la ciudad necesita de proyectos: si éstos no existen claramente formulados y aceptados, o al menos bien valorados por los ciudadanos, no se podrá avanzar. Una ciudad pequeña debe tener iniciativas y proyectos de futuro.

Las ciudades pequeñas no pueden organizar grandes eventos como las grandes ferias, exposiciones internacionales o grandes congresos, pero pueden poner en marcha otras muchas iniciativas. En el siglo XIX algunas fueron capaces de organizar exposiciones agrícolas e industriales de carácter local, que les permitieron poner en relieve sus propias producciones y estimular el conocimiento y difusión de innovaciones técnicas (Capel, 2003). Se encuentran a veces atrevidas y ambiciosas iniciativas.44 Hoy tienen también muchos triunfos en la mano, muchas bazas que deberían explorar: pueden ser, por ejemplo, lugares adecuados para debates intelectuales no apresurados, ambiente propicio para cursos de posgrado, para discusiones en profundidad.

Hoy la bibliografía especializada habla de las ciudades "con capacidad de aprendizaje", "ciudades inteligentes", "creativas", "ciudades digitales" y otros calificativos similares, y destacan la capacidad para convertirse en innovadoras y competitivas. Todas, además, insisten en la importancia decisiva de los actores y de sus relaciones y articulaciones.45

Son muchas las oportunidades aprovechadas y perdidas. La importancia del diseño, el papel de la cultura, se ha sabido aprovechar o no. Hay muchos ejemplos de oportunidades perdidas por incapacidad de los políticos locales para darse cuenta de las posibilidades que abren.46

Situarse en el mundo de hoy y competir a escala internacional significa conocimiento, productividad, valoración de los recursos específicos. También tener una actitud favorable al desarrollo, a facilitar el intercambio de la información y los conocimientos. Es importante el protagonismo de los individuos, favorecer la innovación, el cambio, y no tener actitudes conservadoras a ultranza.

La pequeña ciudad podría ser un medio ideal para las relaciones sociales, intelectuales y culturales. Frente a los modelos tradicionales de desarrollo regional, con impulsos procedentes del exterior (capitales, tecnología), hoy se pone énfasis en el desarrollo endógeno y se insiste en la importancia de los marcos institucionales, de las características del medio local, del medio local favorable, complejo, con interacciones, del capital social (Capel, 1997b; Méndez et al., 2006). Cada vez se valora más la importancia de lo 'extraeconómico' en el funcionamiento de la economía, por ejemplo, las relaciones de confianza o desconfianza, los vínculos o conflictos interpersonales. Las redes sociales e institucionales de apoyo son esenciales.

Hay que procurar estar bien informados a escala mundial. Nuevas formas de gestión y planificación que se han puesto a punto en las grandes ciudades pueden, y tal vez deben, ser también exploradas en las pequeñas ciudades, con todas las reservas y modificaciones que sean necesarias. Para eso es conveniente incorporar otras perspectivas, desde la relación con el entorno hasta la cooperación con otras ciudades próximas o lejanas.

Pero para que todo eso sea posible, lo esencial es que la ciudad deba creer en ello. El ambiente de estudio, de preocupación cultural ha de extenderse ante todo a los problemas y a las posibilidades de hoy, y a las perspectivas y a los proyectos para el futuro. Se requieren estudios sobre el presente y el futuro. Pero también son de gran valor los estudios sobre el pasado.

Es importante, por ejemplo, la existencia de un ambiente de interés por el patrimonio histórico y por la historia local. Desde el siglo XVI las historias de ciudades no son simplemente resultado del interés por lo que sucedió; son también utopías y explicitaciones de los ideales y de lo que se quiere para la ciudad (Quesada, 1988, 1992).

Es esencial la capacidad de las élites de las ciudades pequeñas para imaginar proyectos innovadores y que tengan repercusión sobre el desarrollo económico y social. Se tienen ya muchos ejemplos que se refieren a campos de actividad muy diversos. Entre los que se relacionan con la cultura, la ciencia y la educación se pueden citar dos muy significativos: uno el Festival de la Geografía que desde hace veinte años se celebra en Saint Dié des Vosges, por iniciativa de algún geógrafo local y el apoyo de su alcalde; otro, el Festival do Azeite Novo de Mirandela, al que se puede añadir esta misma Festa da Geografía que estamos celebrando.

En todo ello es la propia sociedad local la que pasa a ser decisiva. Es esencial la existencia de agentes locales que estimulen el desarrollo, que ponga en valor los recursos, que no sólo tengan iniciativas empresariales, sino que sean capaces de establecer redes locales de empresas y de cooperación (Méndez, 2002).47 Es esencial el nivel educativo de la población y su actitud, la existencia de bibliotecas en la localidad, las conferencias, las exposiciones de libros, la diseminación de servicios educativos y culturales. También los valores: el aprecio y valoración del trabajo, la cultura empresarial, la honradez.

Para que las propuestas que se hacen sobre estas cuestiones no sean simples declaraciones abstractas o retóricas, se echa en falta, en muchos trabajos sobre el tema, una mayor atención a los obstáculos que pueden existir para desarrollar las redes de interacción y los clusters. Seguramente haría falta incorporar reflexiones a partir de la psicología y de la sociología. La formación de clusters y redes de colaboración a veces es difícil por el carácter individualista de los empresarios en nuestros países, y sus reticencias a compartir conocimientos o experiencias con otros posibles competidores. Hay, con frecuencia, mucha desconfianza. Análisis que se realicen sobre las experiencias concretas que han conducido a la formación de clusters o de redes (mostrando casos que han tenido éxito y otros que han fracasado) podría ser una aportación muy valiosa. Sin duda, el extraordinario laboratorio que son las pequeñas ciudades de España y Portugal debe facilitar numerosos ejemplos que sirvan para diseñar políticas activas.

Hay muchos datos que nos llevan a ser pesimistas sobre la capacidad de los grupos dirigentes de las pequeñas ciudades para ser conscientes de la necesidad de tomar medidas para salir de la situación, de falta de dinamismo y de disposición para mirar el futuro. Pero se trata de algo esencial e indispensable, así como el apoyo y la movilización de los habitantes.

Los estudios más lúcidos sobre las ciudades pequeñas no han dejado de reconocer las graves dificultades que se presentan para el desarrollo de las mismas, en particular en aquellas áreas de escaso dinamismo y alejadas de los focos urbanos más activos. En uno de ellos, sobre las ciudades norteamericanas, realizado a mediados de los años ochenta se concluía que:

el reto para las ciudades pequeñas que se enfrentan a graves problemas de desarrollo es ahora mayor que nunca (...) En los lugares donde no hay crecimiento existen problemas muy profundos y casi insolubles que es preciso afrontar y vencer. Por otra parte, las comunidades en las cuales hay crecimiento, tienen que hacer frente a las tensiones que éste origina (Bradshaw y Blakely, 1985:228).

Es decir, que el esfuerzo que se ha de realizar ha de ser hoy especialmente intenso e imaginativo.

 

Sacar fuerzas de la crisis actual

Los efectos de la globalización se dejan sentir también de forma clara en las pequeñas ciudades con consecuencias que son a la vez positivas y negativas. Entre las primeras, la ampliación de las sociedades cosmopolitas y culturalmente diversas, incluso en las ciudades pequeñas. La inmigración exterior ha hecho muchas veces aumentar las poblaciones de otras culturas y la presencia de elementos culturales significativos, desde templos a restaurantes y lugares de encuentro. Aumenta la diversidad, que es una riqueza, aunque también, al mismo tiempo, fuente de conflictos potenciales. Hay que estar preparado y diseñar políticas de actuación colectiva. La educación exigente, en convivencia y abierta al futuro, es esencial.

Hace falta gobierno y buena administración. Gobierno municipal significa ayuntamientos con visión clara, con apoyos ciudadanos, con capacidad para negociar con los niveles superiores. Hace falta una gestión creativa y participativa del territorio en general y de la ciudad pequeña en particular. Con municipios abiertos al diálogo y a la participación de los ciudadanos, capaces de enriquecer la democracia representativa con la democracia participativa.

El gobierno local debería ser esencial para el Estado del Bienestar. Tal vez, como ha dicho un autor, en algún caso se dejó pasar el tren del Estado del Bienestar, se perdió la oportunidad "de que los actores locales se sumaran al Estado del Bienestar con legitimidad plena" (Varela, 2009:174) contribuyendo a organizar eficazmente la red de prestación de servicios en todo el territorio, participando eficazmente en su gestión. Es el momento de superar esa fase, si se ha producido.

Los equipamientos comunitarios son a veces más fáciles de construir en la ciudad pequeña. Por ejemplo, los necesarios para la tercera edad, para los más pobres. De manera general, la solidaridad es también más fácil de organizar; lo cual es, sin duda, una ventaja en un mundo que la necesita urgentemente, que debe cambiar los hábitos de consumo, y pensar más en la ayuda mutua. En las pequeñas ciudades es mucho más fácil el trabajo altruista y gratuito. A veces los habitantes tienen más tiempo disponible para ellos, y dedican parte de ese tiempo como trabajo voluntario no remunerado, de manera individual e informal, hacia los amigos o vecinos, o de forma colectiva, integrados en asociaciones diversas (desde cofradías a asociaciones culturales o deportivas, y también, aunque menos frecuentemente, en asociaciones caritativas o de ayuda social).48 Todo eso puede organizarse eficazmente y con sentido de la comunidad en las ciudades pequeñas —aunque sin que eso signifique un paliativo para la falta de justicia social.

Son necesarias políticas decididas de apoyo al desarrollo económico de las ciudades pequeñas, especialmente en las regiones relativamente menos desarrolladas a la escala europea, apoyo a todas las iniciativas de cooperación e intercambio de experiencias entre estas ciudades, refuerzo de la red de transportes, para conectar a esas ciudades con los focos más dinámicos, apoyo a todo lo que represente innovación, investigación y enseñanza superior en ella, y valoración del patrimonio cultural y natural como recursos económicos.49

La colaboración entre la administración pública y la iniciativa privada que ha sido, de manera general, muy valorada en los últimos años, es también importante en las ciudades pequeñas. Las empresas privadas establecidas en un lugar deben cooperar en esas iniciativas. Y contribuir a la elaboración de planes estratégicos comarcales, buscando poner en relieve, realzar y hacer competitivas las potencialidades que existen, estableciendo consensos y cooperando.

El crecimiento del empleo en las áreas rurales se hizo sensible en los años ochenta y noventa como resultado de la localización de empresas industriales en ellas, por procesos de difusión desde las grandes áreas metropolitanas, por la integración en ejes dinámicos de desarrollo y por los propios impulsos surgidos de dichas ciudades.50

Es importante asociarse y tener iniciativas e imaginación. Entre ellas, organizar cooperativas, asociaciones; también visión amplia de las posibilidades de negocios, incluyendo la posibilidad de pasar de artesanos rurales a comerciantes globales,51 y diversos tipos de industrias no tradicionales, posibles en pequeños municipios (Rama y Calatrava, 2001). Las pequeñas industrias que existen pueden establecer redes de cooperación para obtener créditos en condiciones ventajosas, incorporar innovaciones, difundir la marca, etcétera.

Las ciudades medias y pequeñas pueden contribuir de forma decisiva a difundir el desarrollo. La creación de indicadores que midan el dinamismo socioeconómico, así como el grado de bienestar social y la calidad de vida de los habitantes puede mostrar el papel importante que tienen dichas ciudades en esa forma de desarrollo equilibrado que hoy se necesita.52 Se debe jugar la baza de la buena calidad de vida en las ciudades pequeñas, y procurar que no sea simple retórica y propaganda, sino que responda a una realidad. Es posible que una situación de crisis como la actual, y formas nuevas de colaboración puedan ser vías a explorar en las pequeñas ciudades, donde los vínculos de solidaridad vecinal pueden ser más fuertes.

Se ha de mirar ante todo a la propia ciudad. Pero también al conjunto de la red urbana de la que forma parte (ciudades pequeñas, medias, grandes...). Es preciso considerar todos los niveles de forma integrada para estimular el desarrollo regional.

Se ha de ver ante todo el conjunto de la red de ciudades. No sólo los geógrafos insisten en la importancia de esa dimensión (la red de ciudades), también otros especialistas, como los historiadores o los economistas han empezado a reconocer su trascendencia (De Vries, 1984, ed. 1987). Al considerar los problemas de una ciudad se han de tener en cuenta las relaciones organizadoras de la ciudad con el espacio circundante, con sus áreas de influencia, con los espacios rurales. De manera general, es conveniente pensar en la ciudad y en su comarca, para desarrollar a ambas a través de visitas, turismo rural, valoración de equipamientos y riqueza naturales o agrícolas.

Pero el éxito no debe llevar al crecimiento inmoderado, a la avaricia de propietarios del suelo que parcelan tierras agrícolas, de empresarios inmobiliarios que construyen sin mesura. Las infraestructuras deben estar al servicio de los núcleos ya existentes, e impedir que sirvan, sobre todo, para urbanizar nuevas áreas en beneficio del mercado inmobiliario.

No cabe duda que no podemos seguir creciendo ilimitadamente. Desde que se inició de forma abierta la polémica sobre los límites del crecimiento a comienzos de la década de los años setenta, son muchos los hechos que han obligado a ser cada vez más conscientes de los enormes costes sociales y ambientales que posee el crecimiento económico sin medida, y de la necesidad de contener el desarrollo. Hemos de entrar a una nueva fase, la del post–desarrollo (García, 2004, 2007). Es imprescindible contener el crecimiento e incluso decrecer. Debemos empezar a hablar de un decrecimiento sostenible,53 en particular del nivel de vida de los que más tienen. Necesitamos autolimitarnos, controlar los excesos, ser más modestos, reducir el consumo. No es desde luego fácil pasar de la sociedad del consumo, a la sociedad de la autocontención.

Hemos de cambiar radicalmente nuestras formas de vida, nuestro modelo de sociedad; de valorar las comunidades con un elevado grado de participación, autogestionadas, y en comunicación planetaria gracias a las nuevas tecnologías; una utopía que aparece en algunas historias del futuro. Éste, en el que se han de construir las ciudades pequeñas, puede ofrecer muchos valores y modelos.

 

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Notas

1 Texto de la conferencia preparada para el Coloquio sobre ciudades pequeñas, celebrado en la Fiesta de la Geografía de Mirandela el 22 de mayo de 2009, y con la participación de los profesores Jorge Gaspar (coordinador), Paul Claval, Antoine Bailly, Boldo Freund y el autor de este texto. Me alegra mucho que se publique en Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía de la UNAM, con motivo del 40 aniversario de esta prestigiosa revista de la Geografía mexicana, a la que me siento tan vinculado.

2 Existen numerosos autores que insisten en ese hecho. Un buen conocedor del mundo rural y urbano francés como fue el profesor Bernard Kayser no dudó en escribir: "entre lo rural y lo urbano, incluso si subsisten diferencias, no hay ya dicotomía" (1996:162); en el mismo volumen otro autor (Janvier, 1996:151 y 159) reconoce igualmente la "no validez de la dicotomía urbano/rural".

3 Algunas referencias en Corrêa cap. 5 ("Globalizaçâo e reestruturaçâo da rede urbana. Uma nota sobre as pequenas cidades"), p. 259 y 265. Sobre las ciudades pequeñas en Brasil y Argentina, véase también Endlich e Rocha (2009).

4 Entre los que insisten en el papel de las ciudades intermedias (medias y pequeñas) como articuladoras entre la gran ciudad y las áreas rurales, se pueden citar a Laborie (1979), Gault (1989), Bock y Coquio (2003), Ganau y Vilagrasa (2003), Bellet y Llop (2004).

5 El estudio estadístico realizado por Jan De Vries (1984; en particular, pp. 332–334), lo muestra convincentemente para el periodo de la segunda mitad del siglo XVIII y comienzos del XIX, aunque luego fueran los centros mayores los que tuvieron un mayor dinamismo.

6 Con el ejemplo de nueve pequeñas ciudades de Aquitania.

7  Entre ellos Laborie (1979), Scott (1988), Veltz (1996); este último ha escrito que "los flujos económicos se concentran cada vez más en una red archipiélago de grandes polos" (p. 10).

8 Con referencia a Andalucía, véase, por ejemplo, Caravaca et al. (2007).

9 Lo afirmó Olivier Dollfus en 1972; para todas las escalas de la red de ciudades véase Capel (1975:296), y lo ha repetido Veltz (1996, ed. 1999:10) para el nivel superior de la jerarquía urbana.

10 Algunas cifras básicas sobre la evolución del proceso de urbanización pueden verse en García Loygorri (2009) y en Del Campo (2009).

11 Véase en ese sentido la propuesta de "Manifiesto sobre el futuro de las ciudades" (Capel 2004).

12 Aunque afecta sobre todo a las grandes ciudades, se ha descrito también la aparición de estas áreas de vivienda marginal en ciudades medias, por ejemplo en Brasil; sobre ello véase Leite (2008), con datos sobre el número de favelas y su extensión en ciudades de 20 000 a 100 000 habitantes, y en las de 100 000 a 500 000; el autor discute también los problemas de la definición favela.

13 Un panorama general de dichos estudios en Capel (2003c).

14 La búsqueda en Google Académico da los siguientes resultados: "small cities" 31 400 referencias; "small city" 36 100; "petites villes" 15 200; "petite ville" 32 800; "pequenas cidades" 3 980; "cidades pequenas" 1 440; "pequeñas ciudades" 3 010; "pequeña ciudad" 5 470; "ciudades pequeñas" 2 380; "ciudad pequeña" 1 520.

15 Este autor señala estas cifras y alude a otros estudios de pequeñas ciudades españolas y europeas. Los Congresos de Pequeñas Ciudades Españolas integran a las que tienen entre 5 000 y 50 000 habitantes.

16 Sobre los problemas de caracterizar las ciudades intermedias y los diferentes criterios que pueden utilizarse, véase Carrière et Bock (2004:14 y ss).

17 Entre los estudios en que aparece esa diversidad de situaciones se encuentra el clásico de L. P. Laborie sobre Les petites villes françaises (1979).

18 Sobre la importancia de los ejes territoriales de desarrollo para las ciudades intermedias, véase Plaza Gutiérrez (2000).

19 Una buena enumeración de las ventajas y debilidades que pueden ofrecer hoy las ciudades intermedias, así como un balance de las causas del dinamismo industrial de algunas, en Méndez et al. (2008a:232 y ss).

20 Así lo mostró J. E Laborie (1979) respecto al crecimiento industrial de ciudades francesas en los años sesenta, destacando, además, que si bien la industrialización en las pequeñas ciudades fue acelerada por las políticas de ordenación de territorio de los años sesenta, eso no modificó de forma importante el contenido de las actividades en ellas (p. 304), y que continuó el éxodo de jóvenes y de los mejor preparados. Por tanto, esas medidas no consiguieron modificar el movimiento de concentración, que siguió actuando en beneficio de las grandes ciudades (p. 392).

21 Brashaw y Blakely (1985), con el ejemplo de Estados Unidos. Pero para ello dichas ciudades debieron cambiar los enfoques, diseñando nuevas estrategias para el desarrollo rural, impulsando políticas para apoyar la descentralización de las áreas metropolitanas, diseñando programas para ocuparse de la situación de las minorías, de las mujeres y de los menos favorecidos, e "identificando estructuras de política y esfuerzos de organización apropiados que permitan enfocar debidamente los problemas del desarrollo económico", por ejemplo, poniendo en marcha organizaciones regionales de planificación y desarrollo.

22 Véase Instituto de Derecho Local. Representación de las pequeñas ciudades (www.idluam.org/modules.php?name>, http://www.idluam.org/modules.php?).

23 Una búsqueda en Google permite comprobar que existen en todo el mundo Asociations of Small Towns, de Small Cities, de Pequenas cidades, etcétera.

24 Así el programa internacional Ciudades intermedias y urbanización mundial que está en marcha desde 1996, trata de establecer una red de intercambio de información entre expertos y colaboradores locales y ha permitido realizar aportaciones de interés.

25 La valoración de la comida lenta, y todo lo que va unido a ella, se inició en Italia y en Francia a mediados de los años ochenta; algún estudio estima que difícilmente va a contribuir a cambiar los hábitos de comida en el mundo moderno (Jones et al., 2003).

26 La Comisión Europea propuso en 1999 el policentrismo como solución para el desarrollo regional europeo, dando mayor cohesión a las regiones, y destacó el papel decisivo de las ciudades intermedias para estructurar el territorio y contribuir a crear un "policentrismo funcional". El programa pone énfasis en las regiones de la Europa Atlántica, e insiste en las relaciones con el entorno y las asociaciones y lazos horizontales con otras ciudades, aunque no sean próximas (Carrière et Bock, 2004; Faludi, 2005).

27 Sobre los informes de la Comisión Europea que insisten en el policentrismo, y en la importancia del acceso equilibrado a las infraestructuras y el conocimiento, véase Méndez et al. (2006:379); también Romero y Farinós (2004). La aplicación de la Estrategia Territorial Europea en las regiones de la Unión Europea ha dado lugar a estudios en diversas regiones; sobre Castilla La Mancha (véase Pillet et al., 2007); el caso de Castilla–La Mancha, con un buen número de ciudades pequeñas, es especialmente significativo, como han puesto de relieve Félix Pillet, María del Cañizares y varios colaboradores (2010, en publicación).

28 La Auditoría urbana (Urban Audit) es un proyecto para establecer datos estadísticos comparables para todas las ciudades europeas. A partir de 2003 ha ido aumentando el número de países europeos y de ciudades integradas en el proyecto. En 2007 alcanzaban ya 321 ciudades de 27 países europeos y 36 ciudades de países próximos. La recogida de datos se realiza cada tres años (véase http://www.urbanaudit.org/). En España se han realizado estas auditorías para un conjunto de 60 ciudades (http://www.antoniopulido.es/documentos/con071114.pps).

29 El libro de J. P. Laborie (1979), ya citado, es significativo de esa tendencia.

30 "Entrevista al analista internacional Immanuel Wallerstein: El capitalismo se acaba", sábado 18 de octubre de 2008 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74554>. <http://www.desdeabajo.info/index.php/actualidad/internacional/3192–entrevista–al–analista–internacional–
immanuel–wallerstein–el–capitalismo–se–acaba.html
).

31 Un buen panorama de la bibliografía reciente en Caravaca y González (2009).

32 Sobre la importancia del capital social en las ciudades intermedias, véase Méndez et al. (2006:385 y ss.), y Caravaca y González (2009).

33 Es el caso de las ciudades intermedias andaluzas, estudiadas por Méndez et al. (2008b).

34 En China ya está sucediendo, al parecer (véanse pequeñas ciudades en Google). El gobierno chino está explorando la posibilidad de dar trabajo en esas ciudades a sus ciudadanos que vuelven de las grandes ciudades.

35 Sobre las ciudades pequeñas en Brasil y Argentina véase Endlich y Rocha (2009).

36 Sobre los cambios en algunas regiones francesas véase Dubuc (2004).

37 Entre las obras que se publicaron pueden citarse numerosos trabajos de L. Cachón (por ejemplo, Cachón y Tomillo (1998), el de Jiménez et al. (1998), y otros. Un balance en Villalonga (2002). Una presentación de cuáles pueden ser esos yacimientos en: (http://www.educaweb.com/contenidos/nuevas–profesiones/los–nuevos–yacimientos–empleo–s1804–n1485.html).

38 El apartado "La economía social puede crear empleo" alude a las nuevas necesidades y nuevos empleos, con una enumeración que coincide en buena parte con la de los "yacimientos de empleo". De todas maneras, las cuestiones esenciales son la de "cómo pasar de las necesidades a los empleos o la financiación de la economía social" y "el riesgo de la guetización del empleo en el tercer sector", así como la "necesidad de regular las relaciones".

39 Que el cambio climático pueda ser creador de empleo se afirma en una página web de la asociación ADEME, Agence de l'Environnement et de la Maîtrise de l'Energie ('ADEME & Vous, Stratégie & études'),

el cambio climático será determinante para la evolución de nuestra sociedad y de nuestra economía; los estudios recientes revelan que la lucha contra este bouleversement no se hará en detrimento del empleo" (http://citron–vert.info/spip.php?article886).

40 Están ya surgiendo en la cercanía de ciudades como Madrid y Barcelona; véase Fiturnews, Casos Prácticos. La rebelión de las pequeñas ciudades.

41 Como han mostrado diferentes estudios psicológicos, entre ellos el de Héran (1987).

42 Por ejemplo el de Paul L. Knox (2005) sobre las slow cities, con amplia bibliografía. Esos espacios han sido valorados en obras como The Social Life of Small Urban Spaces de William H. Whyte, publicada en 1980, a partir de una investigación filmada sobre la vida social y los contactos en espacios públicos y en relación con un proyecto sobre espacios públicos en Nueva York.

43 Quien señala el veto de la Presidencia de la República a la creación de municipios nuevos con menos de 10 000 habitantes, en los casos de Fátima y Canas de Senhorim, en el distrito de Viseu.

44 Un caso sorprendente, el de la ciudad brasileña de Natal, que en las primeras décadas del siglo XX fue capaz de imaginar proyectos grandiosos a escala continental (Capel, 2006). Sobre las exposiciones locales de productos industriales, véase Capel (2007).

45 Innovación, capacidad de los actores (Méndez et al. 2008a:235). Las ciudades intermedias tienen hoy mayores posibilidades que en el pasado y los estudios destacan, sobre todo, los procesos de desconcentración, la segmentación de tareas en muchas empresas y deslocalización hacia territorios de bajos costes, la descentralización política, la calidad de vida; véase Méndez et al. (2006:382–383); también sobre las ventajas y las debilidades, véase Méndez et al. (2008a:232–234).

46 En el caso de Lorca, la incapacidad para poner en marcha el Centro de Estudios Sociales y Territoriales.

47 En un estudio reciente dirigido por Ricardo Méndez (Méndez et al., 2008b) se han establecido diversos indicadores sintéticos para comprobar las trayectorias de las ciudades intermedias andaluzas, y se insinúa el papel decisivo de los comportamientos de los agentes locales. La importancia de la acción local para generar capital social y una mejor gobernanza (Caravaca et al., 2007). Muchos trabajos insisten en la capacidad innovadora como base de la competitividad de las ciudades. Sobre las pequeñas ciudades véase Caravaca et al. (2007), con las empresas que han participado en proyectos de I+D subvencionados por el Instituto de Fomento de Andalucía o con certificados de calidad.

48 Diversos estudios han insistido en este hecho. Por ejemplo, en Francia L. Prouteau (1998) que ha destacado que el primero, individual e informal, es más frecuentemente femenino y se inscribe en la sociabilidad cotidiana de los intercambios intergeneracionales.

49 Se han puesto ya en marcha estrategias operativas para impulsar el dinamismo en las ciudades intermedias, véase Méndez et al. (2006:392 y ss). Se ha insistido una y otra vez que las claves de las trayectorias industriales recientes están en aspectos internos y específicos para cada ciudad (Méndez et al., 2008a:235). Sobre la difusión de la industria desde las grandes ciudades españolas a sus entornos metropolitanos (Méndez et al., 2008:240).

50 De manera general véase Keeble y Taylor (1995); sobre la industria no tradicional en núcleos rurales españoles, Rama y Calatrava (2001). Algún estudio realizado en España ha mostrado que entre 1981 y 1995 fue grande el protagonismo de las ciudades pequeñas (entre 10 000 y 50 000 habitantes) en la creación de industrias, reuniendo en conjunto el 30 por ciento de las creaciones, por encima de su peso demográfico (Sánchez Moral, 2005:136–137).

51 Como ha señalado Juan Carlos Rodríguez Cohard (s/f), presentando la experiencia de los artesanos de Los Villares, que han sido capaces de hacerlo a partir de la artesanía de fibras vegetales, a pesar de la fuerte competencia de los productos industriales de plástico y otras materias, lo que han conseguido poniendo énfasis en el diseño.

52 Sobre incidencia del bienestar social y calidad ambiental como referentes para el desarrollo, véase Caravaca et al. (2007:147 y ss).

53 Concepto en el que vienen insistiendo desde hace algunos años los economistas ecológicos, entre ellos Joan Martínez Alier (2000 y 2005).

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