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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.66 Ciudad de México ago. 2008

 

Reseñas

 

El gran libro de los mapas

 

Raquel Urroz *

 

Barber, P. (2006), Paidós, Barcelona, Buenos Aires, México, 360 p., ISBN 84–493–1922–6.

 

* Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.

 

La manera de considerar tradicionalmente a la cartografía ha sido hasta ahora desde una perspectiva geográfica y utilitaria. Es decir, como una ciencia concreta capaz de representar objetivamente un espacio geográfico en papel. La definición de "cartografía" en el diccionario: Les mots de la Geographie de Roger Brunet, aunque integra elementos como "arte, técnica y ciencia", siempre se esfuerza por representar lo más fielmente posible la realidad (Brunet, 1993:91). En este sentido, el rigor científico y la verdad objetiva son los elementos fundamentales que convencionalmente se han utilizado en el desarrollo de la cartografía. Dentro de este esquema positivista, la historia de la cartografía ha sido vista como la ciencia que estudia la imagen de carácter geográfico y sus diferentes formas de representación dentro de un proceso evolutivo que busca obtener cada vez mayor grado de rigor científico hasta llegar a una "triunfante conclusión", como lo define Peter Barber (2006:6). Ahora bien, el mismo autor aclara que no se trata de negar que la precisión matemática efectivamente desempeña un papel fundamental en la cartografía. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha superado la idea que se tenía sobre el mapa exclusivamente como un reflejo del grado del saber científico de una determinada época.

Cuando en los últimos años se han ensanchado las concepciones teóricas y diversificado los criterios de investigación, los mapas se han puesto a la disposición de otras disciplinas. Lo que las nuevas corrientes tienen en común es que reconocen que, escribir la historia, no es una actividad objetiva, sino que sólo se puede aspirar a interpretar una realidad subjetiva sugiriendo lo probable y sin pretender transmitir una verdad pura. Para llevar este postulado teórico al terreno del mapa, de igual forma, ha sido necesario tomar conciencia de que la aplicación de la cartografía es un ejercicio que no puede ser neutral u objetivo. Así, a través del desarrollo de nuevas estrategias interpretativas, se ha hecho una nueva valoración del mapa y puesto al descubierto nuevos significados implícitos en él. Barber, en su muy novedoso y propositivo libro intitulado El gran libro de los mapas, expone que:

... ningún mapa está exento de valores, debido al inevitable proceso subjetivo de selección que implica. A lo largo de los siglos, numerosos cartógrafos han intentado trazar el mapa del alma humana a través de la plasmación de su entorno físico y espiritual (Ibid.: 149).

Para el autor, un mapa siempre será una creación subjetiva donde intervienen las emociones y a través del cual se transmiten mensajes que reflejan el modo de vivir de los hombres y de las sociedades en determinado tiempo y espacio. Por tanto, Barber argumenta,

dada la imposibilidad de representar la realidad total, con toda su complejidad, en una superficie plana, se tienen que tomar decisiones difíciles en cuanto a qué características se deben de seleccionar para una representación veraz (Ibidem.).

Es decir, la veracidad es un aspecto, que en el trazo o análisis de un mapa, resulta imposible ya que aquélla siempre dependerá de la finalidad de su creador. Más adelante, el autor explica cómo es que este proceso de selección es casi instintivo:

El creador de mapas conoce el objetivo al que debe servir su mapa, y más allá de eso es guiado inconscientemente por los valores y las ideas del tiempo en que vive (Ibid.:8).

La información plasmada en cada mapa depende, no de una realidad objetiva, sino que se encuentra en función de lo que para el creador del mapa pareció más relevante, además de que en el proceso de su elaboración estuvo guiado por sus intenciones inconscientes permeadas, a su vez, por los valores e ideas de su cultura en un momento dado. Desde este enfoque, un cierto espacio determinado por el mapa refleja distintas manifestaciones humanas que revelan la propia manera de percibir la realidad geográfica circundante y, a su vez, permite expresar plásticamente algunos rasgos de la propia percepción del mundo, ya sea por parte del cartógrafo o de la sociedad de donde emerge (Harley, 2005:61).1 Una de las definiciones más ilustrativas que nos ofrece John Brian Harley (con la que coincide el concepto de Barber) sobre el mapa en la actualidad es la siguiente:

Tanto en la selectividad de su contenido como en sus signos y estilos de representación, los mapas son una manera de concebir, articular y estructurar el mundo humano que se inclina hacia, es promovido por y ejerce un influencia sobre grupos particulares de relaciones humanas (Ibid.:80).

Una de las nuevas posturas teóricas recientemente desarrolladas conocida con el término de "historia cultural" introduce una variedad más amplia y abarcadora en las formas de hacer historia. Interesada en los sistemas de creencias y modos de pensamientos (como lo hacía la escuela de los Annales de París), se inserta dentro de una propuesta más abierta en donde las ideas se puedan relacionar con su entorno y la sociedad que las sustenta y con ciertas estructuras e ideologías más globales de largo plazo (Burke, 2006:232–233). Dentro de estos nuevos enfoques metodológicos, las representaciones mentales, textuales y también iconográficas han ido en creciente valoración y así las imágenes visuales son consideradas hoy, ya sean reflejos verdaderos o imaginados de la realidad, constructores del mundo social (Chartier, 2007:12). Por esto, en una lectura cultural del mapa, no se le debe considerar como si existiera por sí mismo, fuera de las voces que transmiten su mensaje (Harley, 2005:63),2 sino siempre dentro de una historicidad.

Este libro de Barber es un buen ejemplo de cómo es posible estudiar a los mapas desde una perspectiva social, en contraste con la manera de los geógrafos convencionales. Barber reconoce que la definición de mapa formulada en 1987 por Harley, todavía es vigente ya que no sólo propone atender los elementos geográficos en el espacio que se representan gráficamente sobre el papel, sino también repara en los conceptos, condiciones, procesos y acontecimientos del mundo humano en el mapa. Con este trabajo, Barber quiere mostrar que los mapas no son exclusivamente obra geográfica y que no deben ser estudiados "como si hubieran seguido un camino determinista de perfección científica siempre creciente" (Barber, 2006:9). Por el contrario, el autor, propone que la calidad del mapa no se debe encontrar en el grado de precisión científica sino en su capacidad para servir a su objetivo. En ese sentido, las consideraciones estéticas y de diseño son tan importantes o más que las matemáticas. Y por ejemplo, los aspectos vistos como distorsiones o decoración en el mapa, ya no se desdeñan y resultan hoy particularmente valiosas como elementos que ayudan a transmitir la mentalidad y cultura general de la época (Ibid.:8).

El gran libro de los mapas expone una variedad de mapas, tanto por su tipología, como por los soportes y materiales en una larga duración, que va desde el año 1500 a.C. hasta el 2005. Considera ejemplos, principalmente ingleses, de las colecciones de mapas de la Biblioteca Británica, donde trabaja el autor, pero también de China, India, México, Turquía, de tradición judía, entre otras. En cada uno de los mapas seleccionados, el autor señala el objetivo que tuvo su creador dentro de una gama inmensa de posibilidades que juegan los mapas en muy diversas sociedades y momentos históricos.

Así, por ejemplo, el mapa de Macrobio del siglo IX a.C. ya mostraba todo lo que matemáticamente se infería, era el globo terráqueo y el mundo conocido. El mapa está dividido en cinco zonas y cada una de ellas habitada en alguna parte: dos zonas polares, dos zonas templadas y una zona ecuatorial. Este mapa "zonal" fue la parte de la ciencia clásica, en materia cartográfica, que transmitió Macrobio al mundo medieval. Paradójicamente, esta imagen, con aspiraciones científicas, pudo coexistir con otro mapa europeo totalmente opuesto en su contenido y mensaje. El llamado TO o "diagramático" era la representación más popular que refleja el mundo percibido por la iglesia medieval. El mar océano que rodea la ekumene o mundo conocido y habitado forma la O, dentro del círculo, dos líneas dividen el espacio interior en tres partes que corresponden a los tres continentes del viejo mundo y que simbolizaba la idea tripartita del cosmos. Son dos mapas utilizados en la Edad Media: uno realista, geográfico y científico; otro cultural y de un hondo significado religioso. Ambos conviven sin contraponerse necesariamente, ya que cada uno tiene su propia función, intereses y público diverso (Ibid.:30 y 72). Un ejemplo muy específico que ilustra cómo es posible realizar una lectura cultural del mapa es el de 1804 de James Robertson de la isla de Jamaica como colonia británica y en donde además de registrar los rasgos geográficos básicos de la isla, refleja la importancia del tráfico de esclavos para la Corona Inglesa. El cartógrafo divide la isla en las diferentes plantaciones de caña de azúcar indicando con cuantos esclavos se cuenta en cada una de ellas, incluyendo los nombres de los dueños de cada plantación. Los apellidos allí registrados, confieren un especial significado y uso del mapa: son nombres impuestos que se transmitieron de generación en generación y en el que hoy, muchas familias afro caribeñas, pueden rastrear su árbol genealógico (Ibid.:248).

Otro ejemplo particular de un mapa que nació con una muy clara finalidad es el elaborado en 1831 de Joseph Forrester del río Duero en Portugal y sus alrededores. Este inmigrante inglés productor de oporto, transportaba sus productos por el Duero donde perdía muchos cargueros en los rápidos no cartografiados. Así fue como tomó la decisión de trazar un mapa que resultó ser el primer estudio con un alto grado de detalle de un río, junto con el registro de varios pueblos, casas y una iglesia.

Los mapas, como se puede apreciar, reflejan determinadas visiones del mundo y cosmologías. En el libro de Barber abundan los ejemplos: la cartografía destinada para el uso estratégico de la guerra; otros más que buscan plasmar una fiel descripción del terreno en donde habitan o muestran los recursos y la riquezas materiales con una finalidad defensiva o de protesta; otros que enfatizan un mensaje patriótico o de orgullo urbano, etc. Por lo anterior, anotamos una sugerencia de Barber: "la calidad del mapa no se debe juzgar por su precisión científica sino por su capacidad para servir a su objetivo" (Ibid.:9).

 

REFERENCIAS

Brunet, R. (1993), Les mots de la geographie: Dictionaire critique, Reclus–La Documentation Francaise, Montpellier, París.        [ Links ]

Burke, P. (2006), Formas de historia cultural, Alianza Editorial, Madrid.        [ Links ]

Chartier, R. (2007), La historia o la lectura del tiempo, Ed. Gedisa, Barcelona.        [ Links ]

Harley, B. (2005), La nueva naturaleza de los mapas, Fondo de Cultura Económica, México.        [ Links ]

 

Notas

1 De ahí que John Brian Harley defina al mapa como "una construcción social del mundo expresada a través del medio de la cartografía".

2 Harley refiere a ellos como "imágenes inherentemente retóricas"; es decir, los mapas vistos como un tipo de lenguaje cargado de símbolos que envían o reciben mensajes y que en última instancia son, en sí mismos, "metáforas o símbolos del mundo".

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