SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número56La exploración de una frontera natural en el siglo XIXNaturaleza y cultura del paisaje índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.56 Ciudad de México abr. 2005

 

Reseñas

 

Harvey, D. (2003), The New Imperialism

 

Aaron Pollack*

 

Oxford University Press, Oxford, 253 p. ISBN: 01 9926 4317

 

* Clark University

 

En su libro más reciente, The New Imperialism, David Harvey ofrece un análisis político-económico, ampliamente desarrollado, históricamente fundamentado y firmemente ubicado dentro de la larga tradición marxista de estudios y reflexiones sobre el imperialismo. A partir de este análisis, el autor llega a la conclusión de que no deberá sorprender a los que conocen su trabajo, de que la invasión estadounidense a Irak forma parte de una nueva estrategia para enfrentar la crisis global de la sobreacumulación del capital. El libro es una clara aplicación de los profundos estudios sobre el capitalismo, que ha sido, desde los años setenta, el tema principal de la investigación de Harvey.

Pocos años después de publicar el libro Explanation in Geography (1969), en el que argumentó, siguiendo el pensamiento dominante del momento, que el positivismo era la forma explicativa privilegiada para la geografía humana, Harvey se convirtió en uno de los primeros y principales geógrafos anglosajones en buscar explicaciones geográficas en el marxismo. Harvey se ha mantenido, desde entonces, fiel a una posición marxista materialista ampliamente desarrollada en su obra maestra, The Limits to Capital (1982), cuyo texto y título se refiere tanto a los límites analíticos del trabajo de Marx en El Capital, como a los límites que el capital enfrenta y supera, a través de lo que él ha llamado un "spatial fix" (remiendo espacial). Sin embargo, Harvey no ha permanecido ajeno a los debates en el campo cultural de las últimas décadas como lo demuestran los libros The Condition of Postmodernity (1989) y Justice, Nature and the Geography of Difference (1995), siempre con un enfoque que prioriza lo macro, lo económico y en particular el capitalismo, de manera que mantiene una distancia clara de las ideas postestructuralistas y posmodernas que han recibido gran atención en estos años. Su posición como uno de los máximos exponentes de la geografía crítica actual es indiscutible, como lo demostró su presencia al impartir la ponencia inaugural de la Cuarta Conferencia Internacional de Geografía Crítica, llevada a cabo recientemente en la Ciudad de México.

The New Imperialism se publicó en febrero de 2003, poco antes de la invasión a Irak por parte de las fuerzas estadounidenses y aliadas, y fue escrito con la intención de explicar las razones que motivaron este último acto del imperialismo capitalista. Sin perder jamás de vista que la expansión capitalista depende directamente de las políticas estatales, Harvey hace hincapié, de acuerdo con Giovanni Arrighi, en las relaciones y contradicciones entre la lógica necesariamente territorial que tienen los estados, y la lógica capitalista que actúa sin fronteras.

El autor observa en la invasión actual una posible repetición de las guerras de conquista territorial del imperialismo capitalista de finales del siglo XIX y, para fundamentarlo, toma como referencia el pensamiento de los teóricos marxistas de principios del siglo XIX. Tal y como el imperialismo de aquel entonces fue resultado, como lo señaló Rosa Luxemburg, de la falta de nuevas posibilidades domésticas para invertir (o más bien de la decisión política de no invertir en la infraestructura social de los países capitalistas europeos), el imperialismo actual también surge como resultado de una crisis de sobreacumulación de capital que se ha manejado desde finales de los años setenta con una política neoliberal, que ya muestra sus limitaciones. De una manera similar a la que (aquí el autor concuerda con Hannah Arendt) el imperialismo de aquella época obtuvo el apoyo popular en las metrópolis a través de la edificación de un racismo que otorgaba la responsabilidad de la misión civilizadora a los europeos, el nuevo imperialismo también se fortalece con las ideas racistas de la derecha fundamentalista estadounidense. En ambos casos, el racismo ha servido como un puente que une la lógica capitalista, que empuja a la búsqueda de nuevas salidas para el capital sobreacumulado, con la lógica estatal, que no puede embarcarse en aventuras imperialistas sin el apoyo de algunos sectores importantes de la sociedad.

Harvey señala que a la crisis de sobreacumulación de capital de finales de los años sesenta y principios de los setenta se le ha afrontado con una política neoliberal (impuesta por Estados Unidos a través del Fondo Monetario Internacional), con la intención de crear nuevas oportunidades para la inversión a través del debilitamiento o eliminación de los reglamentos financieros, ambientales, laborales, etc. que los Estados usan para controlar sus economías, es decir, con una forma de imperialismo capitalista que no se nutre de invasiones militares, sino de manipuleos financieros. Con la desaparición de estos límites se ha invertido el capital sobreacumulado en actividades que, en algún momento, se han denominado de acumulación primitiva, pero que Harvey prefiere llamar de "acumulación por despojo", y enfatiza que éstas siempre han existido a la par de las actividades de reproducción extendida del capital.

Harvey considera que las políticas neoliberales ya no son capaces de lidiar con la crisis de sobreacumulación, y como muestra cita las crisis financieras de los años noventa en México y el sudeste de Asia, así como la caída de la bolsa neoyorquina en esos mismos años. El autor plantea que la invasión de Irak marca el posible inicio de una nueva fase del capitalismo global que podrá ser dominada por la competencia entre bloques económicos: enfrentándose la débil economía estadounidense a la de la Unión Europea, y, aún más significativamente, a la de una región asiática potencialmente alineada detrás de China. Harvey precisa que el juego geopolítico de la administración Bush y de los neoconservadores presenta dos aspectos: por un lado, abre el territorio de Irak a nuevas inversiones que reducen la cantidad del capital sobreacumulado; y, por el otro, ejerce un control claro sobre el petróleo de Irak y el de la región aledaña, incluyendo la Península Arábiga y la región del mar Caspio. Esta última está ya en la mira de una China siempre más desesperada por conseguir nuevas fuentes de petróleo que puedan sostener su crecimiento económico y, eventualmente (la gran preocupación de los neoconservadores), proporcionar insumos a una máquina de guerra, en caso de ser necesario retar militarmente a los Estados Unidos.

Si el análisis de Harvey es correcto y la fase neoliberal, o sea la de "acumulación por despojo", se ha terminado o está por terminar, la izquierda actual debería estar lista para enfrentar las implicaciones de este porvenir. Sin embargo, en sus comentarios y recomendaciones, Harvey no ahonda en cuáles pueden ser estas implicaciones, sino se ciñe a los movimientos actuales, notando las diferencias y los conflictos entre los movimientos históricos que se han desarrollado en las luchas dentro del sistema de reproducción expandida del capital (que forman y han formado la base de la izquierda tradicional) y los movimientos (muchas veces más localmente arraigados) que han surgido como respuesta al despojo de las últimas décadas. Estos últimos han justamente, según el autor, escogido como blanco de sus críticas y manifestaciones a las políticas neoliberales y a sus instituciones de vanguardia. Harvey considera imprescindible que estos dos tipos de movimientos dialoguen, trabajen conjuntamente y no se menosprecien entre sí. A pesar de estos atinados consejos, hay que destacar que es en la discusión de estos movimientos donde resaltan algunas debilidades del libro.

Si por una parte, el análisis materialista "histórico-geográfico" describe de manera convincente la expansión capitalista y las expansiones imperialistas de los últimos dos siglos, para este lector falla en la medida que no describe los frenos y límites que las sociedades y los movimientos les han impuesto. El libro pierde su gran fuerza analítica en la medida que abandona el terreno del análisis de las lógicas capitalistas y estatales, ya que concede poca importancia a los aspectos de la realidad cuya existencia no se deriva prioritariamente de ellas. Desde mi punto de vista, las resistencias y las distintas formas de organización social, que por cierto se desarrollan en lugares específicos con historias particulares, deberían ser entendidos no sólo como respuestas al capitalismo y al Estado, sino como formaciones sociales que resultan de la historia y la geografía, incluyendo, entre otras cosas, el impacto de sus relaciones con el capitalismo y con los Estados.

Un aporte valioso de Harvey es el reconocimiento, tanto teórico como político, de que la izquierda histórica se ha organizado casi exclusivamente dentro de los sectores activos en el circuito de reproducción expandida, ignorando, en gran medida, las luchas de las personas que han sido objeto del continuo despojo que ha nutrido a este circuito. Sin embargo, mientras Harvey recomienda, justamente, a los movimientos históricos no cerrarse a los que se oponen al despojo, su preocupación principal pareciera ser el riesgo que estos últimos se mantengan en una "política de nostalgia" y que "la reversión a patrones más antiguos de relaciones sociales y sistemas de producción será propuesta como solución en un mundo que ha avanzado (has moved on)" (p. 177). Estos comentarios reflejan una visión progresista de la historia, en la que no se reconoce la contemporaneidad de todos los sistemas sociales actuales, y en cambio, se obstina en colocar a uno de ellos en una posición diacrónica más avanzada; una visión que ha confundido la geografía con la historia. Desde mi perspectiva, una crítica dirigida hacia los movimientos que mantienen sus raíces más locales porque "muchas veces rechazan abandonar su propia particularidad" (p. 179), resulta incongruente si no se aplica, de la misma manera, al mundo occidentalizado que se ha mostrado notablemente inflexible al cuestionar sus propias idiosincrasias culturales.

Si se considera que el mundo avanza en todas partes de manera diferente, la propuesta para el futuro de las distintas localidades no puede ser la de una modernidad universal, sino una búsqueda de nuevas formas de construir el mundo que reconozca las diversas formas de organización social. Así que el objetivo final, el horizonte, debe ser, como dicen los Zapatistas, crear un mundo en el que quepan muchos mundos. Como Harvey argumenta, y como los Zapatistas han siempre intentado llevar a cabo, las distintas localidades tienen que estar vinculadas entre sí; pero no con relaciones impositivas, sino mutuamente respetuosas, que permitan y generen un intercambio de ideas y de propuestas.

La opción que propone Harvey –a la izquierda activa que se opone o que busca una forma alternativa a la globalización– es que el capital sobreacumulado se invierta en las sociedades, a través de programas de salud, educación e infraestructura bajo una visión socialdemócrata. Harvey lo sugiere como un paso adelante que puede ser el campo de batalla para las izquierdas actuales, un camino que puede abrir espacios para las transformaciones más radicales que estas izquierdas proponen. Este puede ser por lo pronto, un avance significativo, particularmente ante el triste ambiente global que nos rodea; sólo haría falta incluir en este proceso, las opiniones, las ideas y las particularidades de los movimientos actuales y de las personas que vivirán con los impactos de tales programas.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons