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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.44 Ciudad de México abr. 2001

 

Reseña

 

Mendoza Vargas, H. (coord., 2000), México a través de los mapas

 

Alma Parra*

 

Temas Selectos de Geografía de México, Instituto de Geografía, UNAM-Plaza y Valdés Editores, México, 203 p.

 

* Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)

 

La primera idea que viene a la cabeza al leer el título de este libro es la de reconocer, aún cuando de manera muy elemental, la necesidad de los mapas como la herramienta fundamental en multitud de quehaceres de la investigación humanística y en ciencias sociales. La lectura de esta obra ofrece una interesante perspectiva de análisis que va más allá de la visión geográfica. En cada uno de los artículos que componen la obra existen elementos de reflexión que rebasan por mucho la búsqueda tímida de elementos adicionales para una parte o una subdisciplina de la historia.

Las reflexiones que este libro ofrece sobre el desarrollo, la hechura y los motivos de los mapas en México, ponen al descubierto una serie de hechos concatenados que demuestran que el mapa, si bien es una fuente de información y una herramienta, es una necesidad que las sociedades han mostrado como esencial para representarse a sí mismas en momentos históricos determinados, para verse reflejadas lo más fielmente posible.

Por otra parte, puede decirse entonces que sustento de toda investigación histórica nunca será más pobre que en aquellas ocasiones en las cuales la referencia geográfica a la que accedemos a través de los mapas haya sido descuidada. Situar geográficamente el acontecimiento histórico no sólo es reconocer el origen sino también el adjetivo calificativo que adquirirá sólo por el hecho de verse influido por un medio determinado intrínseco a un espacio, una región, una economía, una sociedad y una cultura. Si aceptamos esta afirmación como válida, tendríamos que reconocer también la importancia de la herramienta orientadora fundamental que representan los mapas para, primero, ubicar y reconocer y, después, para adentrarnos en el espacio y reconocer sus peculiaridades y sus transformaciones a través del tiempo.

México a través de los mapas es un acertado esfuerzo por mostrarnos su importancia en la historia de México y los variados usos que han impulsado su creación.

Puedo afirmar que es un libro ameno, gracias a una articulación temática y cronológica muy acertada, parece claro que el libro fue pensado para cubrir una parte sustancial de la historia de México jugando con artículos que dan Información general y otros que abundan sobre temas específicos en los distintos períodos tratados.

Un segundo elemento sobresaliente de la temática tratada por todos los artículos es la relativa al poder. Hay una insistencia muy justificada por mostrar detalles que evidencian que la elaboración de mapas está íntimamente asociada a una necesidad inmediata o pensada en el largo plazo que permita facilitar el ejercicio del poder. Así, por ejemplo, Gustavo Vargas al hablarnos de la cartografía realizada o demandada por los españoles explica el énfasis en mostrar las desembocaduras de los ríos en los mapas de Cortés cuando su necesidad inmediata era conocer los lugares necesarios para el mantenimiento de sus barcos. Esto contrasta con un ejercicio distinto representado en los mapas indígenas que más que nada intentaban reproducir, como se menciona en el trabajo de Ruiz Naufal, una cosmovisión que no desligaba la noción geográfica de la histórico-social y que tenían como fin legitimar el desarrollo plasmado en el mapa.

Esta noción del mapa como instrumento de poder recorre todos los textos, el mapa como una necesidad de reconocer y abarcar para crear los elementos de control necesarios. De esta forma, la elaboración de mapas va cobrando una mayor importancia en términos de sus objetivos, va perdiendo su carácter local y su intención de resolver cuestiones de corto plazo. La conquista española poco a poco va desprendiendo esa inmediatez, trae consigo un objetivo más grande de dominio y va resolviendo la representación de las riquezas y las posesiones a través de signos y símbolos más universales que va imponiendo la cultura occidental.

De eso modo, como puede verse en los artículos que tratan los siglos coloniales, poco a poco se adoptan las orientaciones distintas de los mapas. El oriente va siendo sustituido por el norte y las referencias para su lectura se modifican totalmente. El humano ya no tiene lugar en ellos y aunque contienen cada vez más abstracciones que se hacen necesarias para su lectura, éstas se hacen más accesibles al ojo del lector universal. Los códigos de lectura que se fueron imponiendo, fueron pareciéndose cada vez más a los de ahora. Ese poder con visiones de más largo alcance llega con los borbones, que se empeñan en eliminar toda posibilidad de visiones también ambiciosas y generales como la de los jesuitas, pero que se benefician de ella para reflejarse en los mapas generales de los que habla Antochiw. La visión general que se consolida en los mapas de fin del XVIII hace que mapas como el de Alzate sea ya más parecido y familiar a nuestros ojos.

El siglo XIX hereda ese objetivo de lo general y muestra la importancia de una progresiva profesionalización en la confección de los mapas. La ingeniería militares aquella que por tradición elabora los mapas y, como lo indica Héctor Mendoza, poco a poco esta actividad va recayendo en instancias que, si bien responden a los objetivos de Estado, se insertan en medios científicos civiles que ahora competirán por la tarea con los militares.

La Geografía va poniéndose al servicio de la administración pública, los negocios privados y la inversión extranjera. Y esto no es más que el vuelco e inserción más definitiva de México a la economía internacional.

Ahora bien, los mapas también se convierten en necesidades de acotamiento forzoso, quizá lo habían sido siempre, pero no tan violentamente como lo fueron para México cuando tuvo que recorrer su frontera hasta el río Bravo. El análisis de Rebert bien acierta en decir que los trabajos de la Comisión de Límites tanto mexicana cono estadounidense no han sido estudiados, sino sólo en términos de política internacional y con su análisis refuerza este balance de textos que plantean problemas generales con aspectos específicos. Aquí no sólo es evidente la importancia y el impacto de la pérdida de territorio para México, sino el énfasis en la profesionalización del trabajo de quienes elaboran los mapas, vistos incluso en el contexto más pertinente del contraste, es decir, frente a la Comisión Estadounidense que participó también en el establecimiento de los nuevos límites fronterizos entre México y Estados Unidos derivados de la guerra del 47. Es verdad que su intención era referirse a los alcances mexicanos en términos de la elaboración de mapas. Más adelante tal vez podremos conocer en un trabajo posterior, cómo funcionó la Comisión Estadounidense, donde hay evidencia de constante conflicto.

Vale la pena mencionar como otro de los hilos que conducen este libro, explícito en algunos artículos e Implícito en otros, la consideración del mapa como una sólida fuente de investigación capaz de promover debates historiográficos de importancia. La escritura de la historia ha sido hasta ahora muy restringida y muy cautelosa en el tipo de información como válida de la cartografía derivada de los viajes de Vespucio a la corriente que afirma que este personaje pisó tierras mexicanas veinte años antes que las expediciones de Hernández de Córdoba y de Grijalva y Alaminos, y veintitrés antes que Cortés.

Pero todas las épocas tratadas tienen algún referente de carácter geográfico plasmado en mapas que pueden someterse al escrutinio historiográfico. Si bien no lo hacen explícito todos los demás artículos, sí hay menciones directas a las discrepancias que sostuvieron los mismos hacedores de mapas en su momento. En el trabajo de Antochiw, por ejemplo, se hace mención a los comentarios de Humboldt con respecto a las inexactitudes del trabajo de Alzate. Esos debates contemporáneos a los mapas son también motivo de discusión actual, el debate mismo se convierte en fuente de duda y de búsqueda de mayor información y precisión. ¿No es así que los debates que establecemos con nuestros colegas y el uso y re-uso de distintos mapas, como se hace también con los documentos, ya sea para darle una lectura diferente o bien para rectificar versiones, nos sirven para avanzar en nuestro trabajo?

Por último, quiero referirme al artículo de Craib y al segundo artículo de Mendoza, porque en ellos se da, más que un cúmulo de información, una apreciación de la importancia de los mapas a fines del siglo XIX y del siglo XX. En el caso de Craib esta apreciación es deliberada, ya que decidió ofrecer una lectura del discurso de los mapas creados durante el porfiriato. En esa época la cartografía se caracterizó no por representar fielmente lo existente, sino por representar una imagen creada dentro del estado con una imagen de sí mismo que intentaba proyectar. A diferencia de otras épocas cuando el Estado prefirió ocultar y hacer de los mapas un objeto ajeno del dominio público, Craib detecta que, durante el gobierno de Díaz, los mapas están impregnados de una cierta mentira propagandística practicada entonces para plasmar en la cartografía el ideal porfiriano.

Una propaganda que funcionó a la perfección, porque si bien vino acompañada de la paz, la centralización del poder y mayores oportunidades, los mapas fueron el signo de que había una cantidad importante de información en mano, pero que ésta podía ser articulada en una imagen. Es verdad, una Imagen que ocultaba desequilibrios, inequidades, pero que no cabían en la única dimensión que presentaba el mapa.

En el artículo de Mendoza no encontramos un análisis del discurso propiamente, pero su recorrido a través de todas las instituciones y las obras cartográficas que resultaron hablan perfectamente de los objetivos y de la transformación ahora más completa, aunque a veces malentendida y múltiples veces desatendida de la importancia de la Geografía y sus productos. Es en ese sentido una reflexión y una propuesta de los quehaceres actuales que propone para dicha disciplina.

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