SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número44Propuesta para fijar diez mil habitantes como límite de una localidad urbanaRelaciones espaciales de un centro de mercado en la zona amuzga de Guerrero: el caso de Ometepec índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Investigaciones geográficas

versão On-line ISSN 2448-7279versão impressa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.44 Ciudad de México Abr. 2001

 

La experiencia cultural del espacio: el espacio vivido y el espacio abstracto. Una perspectiva ricoeureana

 

The space's cultural experiencie. Lived space and abstract space. The ricoeurean perspective

 

Juan Carlos Gómez Rojas*

 

* Coordinación de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, Cd. Universitaria, Coyoacán, 04510, México, D. F.

 

Recibido: 1 de diciembre de 1999
Aceptado en versión final: 14 de junio de 2000

 

Resumen

Este ensayo plantea, primeramente, el problema de la espacialidad, no sólo en cuanto a su mensurabilidad sino también en cuanto a su percepción mítica y cultural La separación entre espacio geográfico y espacio cósmico nos permite reflexionar sobre la importancia de la experiencia humana, hablar del aquí y del allí es ubicar, diferenciar, poner escalas al espacio geográfico, elaborar las relaciones geográficas, en donde la cientificidad es inseparable de la experiencia individual y social.

En la dicotomía entre el espacio cósmico y el espacio geográfico, entre ese "aquí" y ese "allá", se ubica la experiencia humana del espacio vivido; vínculo entre los fenómenos geográficos y su relatoría geográfica. Es la vivencia humana lo que caracteriza a la Geografía como una de las estructuras simbólicas principales de la experiencia cultural del espacio.

Respecto a la historicidad del espacio geográfico, Ricoeur habla de horizontes de expectativa y espacios de experiencia. Estos últimos resultan de las acciones del pasado, de la configuración actual del espacio regional. Por horizonte de expectativa hay que ver el despliegue de los proyectos y de las esperanzas que posibilitan el futuro. Es aquí donde se puede pronosticar el desarrollo de una región, donde las "leyes" de la Geografía se encuentran.

Palabras clave: Fenomenología, espacio vivido, lugar, espacio regional.

 

Abstract

This essay focuses on the issue of spaceness, not only regarding the ways to measure it but also with respect to its mythical and cultural perception. The distinction between geographic and cosmic space allows to think about the importance of the human experience. Talking about the "here" and "there" refers to locate, differentiate, set scales to the geographic space, develop geographic relationships where the scientific approach becomes inseparable from the individual and social experiences.

The human experience about the lived space is located in the dichotomy between cosmic and geographic space, between the "here" and "there", which represents the link between geographic phenomena and the way they are reported geographically. It is human experience which is a feature of Geography as one of the main symbolic structures of the space s cultural experience.

Regarding the history of the geographic space, Ricoeur mentions expectation horizons and experience spaces. The latter results from past events to the current arrangement of the regional space The expectation horizon can be understood as the deployment of projects and hopes that facilitate the future. It is here where we can foresee the development of a region, where the "laws" of Geography are found.

Key words: Phenomenology, living space, place, regional space.

 

INTRODUCCIÓN

Este ensayo tiene la finalidad de reflexionar, desde una perspectiva fenómeno lógica, basada en ideas del filósofo francés Paul Ricoeur, sobre la experiencia de la espacialidad (experiencia que según Merleau-Ponty engloba a un problema clásico, el de la percepción del espacio; ya que la percepción puede estar limitada y, por consiguiente, ser distorsionada y, sólo bajo el plano de la conciencia y de las experiencias previas, el espacio es definido). No solo los geógrafos han clasificado y dividido al espacio. En su desempeño, antropólogos estudiosos de las religiones y filósofos, entre otros, han hecho clasificaciones espaciales, sobre todo de carácter cultural, de gran interés y trascendencia, que en ocasiones los geógrafos no han considerado, o lo que puede ser peor, ni siquiera las han conocido. Es el caso de tos llamados niveles espaciales de Ernst Cassirer y de los espacios sagrados y profanos de Mircea Eliade, de los cuales se hablará en este escrito.

Si bien a partir del desarrollo del pensamiento husserliano, en la década de los años treinta, los filósofos comenzaron a desarrollar la idea del "mundo vivido" a la parque un esfuerzo por hacer de la Fenomenología un método de abordaje científico (Merleau-Ponfy, 1997), los geógrafos tuvieron una relativa reacción tardía a estas propuestas, pues es hacia la década de los años setenta cuando comienzan a aparecer escritos al respecto (Relph, 1979), que hoy en día se han esparcido sobre todo en el ámbito estadounidense y sajón (Yi-Fu Tuan, 1990: Knox y Marston, 1997; Gould, 1999, entre otros). En México, en cambio, la bibliografía al respecto es prácticamente nula.

Para el hombre en general y para et geógrafo en particular se presenta un problema de perspectiva sobre el espacio, cuya resolución requiere de mediaciones. El espacio que se extiende desde el "aquí" hasta el "infinito", desde el lugar o espacio vivido hasta el espacio abstracto o desconocido.1 Las vivencias cotidianas se arraigan en "él aquí" un aqui que es dinámico, la dimensión espacio-tiempo no permite la inmovilidad. Cuando se ve "el allá", también dinámico y abierto, puede llegar el momento en que se vuelva parte del aquí, en un juego geográfico donde lo que media es la extensión.

En la dicotomía elemental de la experiencia del espacio cambiante en la breve existencia personal, se opone el espacio universal, abstracto y simbólico (Cassirer, 1989). De este último se dice que lo envuelve todo y, junto con el tiempo cósmico se representa, paradójicamente, como un gran "receptáculo inmóvil del mundo", dentro del cual se afirma que se desarrolla nuestra existencia en el cosmos, señalando por medio de esta metáfora espacial, la prelación del espacio con respecto al pensamiento que aspira a circunscribir su sentido y, por ende, a abarcarlo. Es cierto que las medidas del universo de las que se hablará más adelante, expresan un cierto dominio del pensamiento sobre aquello mismo que escapa a todo intento de abarcarlo; pero esas medidas, en si desmesuradas, refuerzan la impresión de inmensidad que todo lo envuelve en contra propuesta con la experiencia de nuestro espacio cotidiano.

Es esta desproporción entre el espacio cósmico y el espacio vivido en la que hay que ahondar, poniendo de relieve algunos de los recursos especulativos de la doble metáfora del espacio cambiante, dinámico y el espacio cósmico que todo lo envuelve. Y es aquí donde la experiencia del espacio vivido, del lugar, se liga a la de otros espacios, regionales, y donde el discurso geográfico "clásico" encuentra fuentes de apoyo, tanto en sus principios metodológicos, como en su inspiración holística.

 

EL ESPACIO VIVIDO

En lo que hace al espacio cósmico, los principales logros de la ciencia han consistido en una toma de conciencia más profunda de la imbricación entre extensiones cada vez más grandes. No hay que olvidar que en la cultura occidental, por ejemplo, el mundo Antiguo se circunscribió a unos cuantos miles de kilómetros cuadrados (El ekúmene). Durante la Edad Media el mundo casi no cambió, excepto en la medida en que los viajeros como Marco Polo e Ibn Batuta "descubrieron" nuevos lugares. El "descubrimiento" de América obligó a ensanchar la cartografía del mundo y la circunnavegación de la Tierra ofreció una nueva dimensión espacial.

Los espacios concéntricos en los que se circunscribe et ser humano, vivenciales, nacionales, continentales, planetarios y los de todo el Sistema Solar se terminan englobando en ese espacio universal, cósmico, que se cuenta en años luz y parsecs. De ese modo, la experiencia inmediata de la inmensidad, en un espacio envolvente, se amplía al diversificarse, cosa que sucede hoy en día en la medida de los conceptos de aldea global y globalización. Pero, la desproporción entre el espacio realmente vivido y el espacio (virtualmente) cósmico, no se expresa sólo con números, presenta también un aspecto cualitativo que da a la discordancia entre las dos perspectivas su principal significación.

Volviendo al fenómeno de la magnitud del espacio líneal, infinito, la noción de líneal reviste dos significaciones distintas e irreconciliables según que uno se sitúe en una u otra perspectiva. En el espacio cósmico, anterior a la conciencia humana y, en consecuencia, sin testigos, la línea no consiste más que en un corte cualquiera operado en la continuidad de la extensión. Hablar de un corte cualquiera equivale a decir que cualquier segmento puede ser "el aquí", como un punto sin extensión en la línea del espacio. Ahora bien, para que haya verdaderamente un "aqui", éste tiene que ser vivido por una conciencia que lo perciba como el paso de lo lejano a lo cercano a través de su presente. Aquí reside el espacio geográfico, la verdadera desproporción entre el espacio cósmico y el espacio vivido: en esa diferencia entre un espacio cualitativo y un espacio cuantitativo, o, para decirlo sintéticamente, entre un espacio sin aquí y un espacio con aquí.

Es posible entonces dar a esta inconmensurabilidad la forma de una paradoja: es en la más insignificante de las extensiones, en términos cuantitativos, donde brota la cuestión misma del sentido del espacio, en el centro del aquí presente. Es posible entender, gracias a la imaginación, el alcance de la mente hasta igualar la inmensidad del espacio sideral, y de la previsión, hasta alcanzar un eventual fin del universo. Pero, además de que la imaginación se encuentra sumergida por el exceso de grandeza como en la experiencia de lo sublime, según Kant, siempre faltará entre ese aquí y ese allá verdaderamente desmesurados, la experiencia esencial del espacio vivido, que no pertenece a la representación del espacio cuantitativo.

Escoger entre el estudio del lugar (espacio cotidiano) o el espacio mundial cuantitativo ha sido un asunto de discusión importante para muchos geógrafos contemporáneos, que sin embargo, no parecen haber reparado en la reflexión de los párrafos anteriores: el espacio mundial, concéntrico, cubre al espacio cotidiano. En consecuencia, vivencia y objetividad marchan juntas en Geografía.2

A partir de este fenómeno de la desproporción, es posible apreciar el poder de las estructuras simbólicas que, al establecer la mediación entre el espacio cósmico y el espacio vivido, constituyen lo que cabe llamar, según Ricoeur en quien se inspira este artículo, la experiencia "cultural" del espacio. Ahora bien, el hombre ha intentado mediar entre esos espacios límite: el vivido y el cósmico. La Geografía y la Astronomía se han ido forjando en la medida en que han logrado medir y diferenciar el espacio, sin embargo, el mito ha jugado también un sitio en el graphos espacial: subjetividad, cualitativismo y cuantitativismo se juntan más allá de la ciencia, barriada de la densa y plural ciudad constituida por el conocimiento humano, según Droysen (citado por Ortega, 1985).

Los antiguos pueblos, al sedentarizarse, recreaban el cosmos al señalar su centro o espacio sagrado frente al espacio profano (Eliade, 1983). Los chinos, inventores de la brújula, paralelamente a cada lugar le conferían una serie de atributos según el Sieng-fhiu.

Se considera que con el descubrimiento de la agricultura y la creación del Estado, el ser humano precisa medir el espacio y crear, a su vez, la geometría y la agrimensura, los cambios en el paisaje y su fenomenología llevan al establecimiento del calendario y la Astronomía. El Estado entonces llega a traspasar el espacio vivido y media entre éste y el espacio cósmico. El nacimiento de la Geografía en la cultura griega significa un proyecto fundamental en la explicación de la polis, el espacio social, dentro del espacio cósmico. En términos geográficos se considera entonces a la Corología la encargada de describir los diversos escenarios, regionalizar al mundo, diferenciándolo y comparándolo en lo físico y lo humano.

La región como unidad espacial, síntesis que permite hablar de un espacio con rasgos comunes, primogénicamente con su tugar sagrado, lugar central (concepto común para el geógrafo contemporáneo empeñado en descifrar la economía del mundo y ya no su sacralización), punto fundador del mundo y de la cultura, que representa el lugar axial, cartográfico, a partir del cual pueden representarse todos los demás lugares. A través del lugar central, de ese aquí, se establecen nexos con el espacio cósmico, el universo ptoloméico proporciona el eje de referencia en función del cual es posible recorrer el espacio en esas dos direcciones, del allá hacia el aqui y del aquí hacia el allá. El hombre se ubica y distancia del espacio estelar y planetario, como el niño inicia la diferenciación del yo y las cosas. Paralelamente, se establece un repertorio de unidades de medida que sirven para denominar los intervalos cíclicos, constantes entre las recurrencias de los fenómenos espacio-temporales: el día y la noche, las estaciones climáticas y otras. Con ello, también, se da la separación entre los objetos de estudio del espacio astronómico y los del espacio geográfico,3 sin perder de vista la influencia del primero sobre el segundo.

El espacio geográfico regional es una estructura simbólica de mediación en el sentido en que está inscrito, por una parte, en el espacio cósmico sobre la base del conocimiento astronómico y, por otra, se halla en la experiencia humana sobre la base de las experiencias que pertenecen al espacio humano, social.

 

LA RELACIÓN GEOGRÁFICA

Con el espacio geográfico, regional, se entra nuevamente a una doble valoración: espacio de acontecimientos reales, objetivos y espacio de las explicaciones que lo describen. Por una parte, el conocimiento simple, pero real de un espacio que existe; por el otro, la explicación compleja y, si se quiere, científica de dicho espacio geográfico. La justificación que da esa aparente ambigüedad conduce a lo esencial de la experiencia cultural del espacio. Por una parte, el allá es el espacio de las acciones (y de las vivencias) de hombres semejantes a nosotros y su conocimiento es esencial para la Geografía. Los sucesos del allá quedan en las descripciones de los geógrafos; al acopiarlas, seleccionarlas, clasificarlas, analizarlas y criticarlas se crea la relación geográfica; aunque el allá, en si mismo permanece ausente del aquí notificado. Por otra parte, si uno se interroga sobre la relación que la descripción geográfica mantiene con ese espacio, del allá, objetivo; habrá que partir del supuesto de que la Geografía de los geógrafos (valga la redundancia) no constituye una copia ni una calca, objetiva, de esa región.

Es evidentemente imposible comparar la supuesta copia o descripción con el original ausente y, sin embargo, la liga de los acontecimientos o fenómenos geográficos, vinculados entre sí por causas o analogía,4 pretenden ser relaciones geográficas. Es este vínculo entre los fenómenos geográficos dados y su relación geográfica lo que caracteriza a la Geografía como una de las estructuras simbólicas principales de la experiencia cultural del espacio.

Representar una región es construirla como un icono, y no como una imagen copia, sino una especie de modelo geográfico en que la explicación dada "vale por..., hace las veces de..." ese ausente de nuestra propia experiencia que es ese espacio desconocido, el allá. Esta relación de representación de lugar-tenencia es inherente a la intencionalidad del conocimiento geográfico. Hay, por un lado, el espacio colectivamente vivido por los hombres del allá y, por otro, el espacio de la explicación que de él se hace.

En el primer caso, el espacio geográfico, sin igualarse al espacio cósmico, es más vasto que el de los mortales; es el espacio de los pueblos, de las naciones y, en general, de entidades sociales más duraderas que las vidas individuales. Los individuos interesan a la Geografía sólo en la medida en que se les considera en relación con la naturaleza y de los cambios de una sociedad existente en un lugar determinado.

Para destacarla realidad del allá desconocido, hay que observar que es el mismo espacio regional donde están localizados los acontecimientos vinculados al hecho que constituye la enunciación geográfica. Este espacio geográfico es correlativo de la región implicada en la narración de los hechos. Describir y analizar, en efecto, toma tiempo, pero sobre todo 'organiza' al espacio. La explicación es un acto configurante que, de una simple sucesión de fenómenos, obtiene formas espaciales organizadas en totalidades cerradas.

Ese espacio configurado, regional, está estructurado en tramas que combinan causas y relaciones naturales con intenciones y hechos sociales, a dicho espacio le corresponde con natural y simultáneamente el espacio vivido de los personajes de la explicación, que se incorpora a la trama. Así, se confiere a los actores de la Geografía una identidad única: la identidad narrativa.5

Resulta entonces posible vincular una con otra, las dos facetas del espacio geográfico. La explicación puede conferir a posteriori a las entidades geográficas, que son pueblo y territorio, así como a las entidades concretas de todo tipo (como los lugares), una identidad narrativa comparable a la de los personajes de un relato; esas entidades se convierten tanto en los héroes colectivos, como en las víctimas de fenómenos que se desarrollan en el espacio geográfico. Entre el espacio de los acontecimientos ocurridos y el espacio de la explicación existe la misma relación de simbolización que convierte a la Geografía en la representación del allá lejano y ausente' de la Geografía actual. La explicación geográfica hace las veces de un espacio colectivamente vivido, experimentado.

 

LA FUERZA DEL AQUÍ

De ese espacio geográfico regional, que ha sido a la vez vivido y explicado, se puede ahora regresar al espacio individual y cotidiano (el lugar) del que se forma parte bajo el signo del padecimiento, del gozo e incluso de la poesía lírica.

La transición nos la proporciona la siguiente observación: las entidades espaciales regionales, aunque no pueden descomponerse en una multiplicidad de lugares aislados y de acciones individuales, tampoco podrían definirse o estudiarse sin considerar a los individuos que son "participantes", es decir, que toman parte en ellas como personajes o sujetos de un discurso que les afecta en su propia existencia. Ese vínculo específico entre sociedad e individuo y territorio e individuo tiene como corolario un vínculo de analogía entre espacio regional y espacio vivido. Así como la noción de identidad explicativa puede aplicarse analógicamente a los individuos y a las entidades regionales, del mismo modo la estructura que pueden contener el allá cercano y el allá lejano se aplica analógicamente al espacio regional y al espacio individual, a manera de vasos comunicantes.6

La historicidad de un espacio puede verse elaborando un símil con lo que R. Koselleck, citado por Ricoeur (1991), llama horizontes de expectativa y espacios de experiencia. Por estos últimos hay que entender la acumulación de todos los legados transmitidos por tradición y, en nuestro caso, la configuración del espacio regional. Por horizonte de expectativa hay que ver el despliegue de los proyectos y de las esperanzas que insertan el futuro en el presente regional. El espacio de experiencia puede ser estrecho y pobre si los legados regionales son rígidos, estereotipados, muertos; el horizonte de espera puede aproximarse a corto plazo, a la gestión cotidiana del espacio, o alejarse casi hasta el infinito en las utopías de regeneración, de la reconciliación, de la reintegración.7

Ahora bien, observa el filósofo que no sería posible derivar el horizonte de espera del espacio de experiencia. Es sólo en el presente regional donde se cruzan la acumulación de los allás y del pasado del aquí con el pasado de experiencia y el despliegue del futuro en el horizonte de espera, Pero el intercambio sólo es fecundo si el aquí regional es fuerza de iniciativa. Nietzche hablaba en ese sentido de la fuerza del presente, que los geógrafos podemos traducir como la fuerza del aquí'. Esta estructura triple, horizonte de expectativa, espacio de experiencia e iniciativa guarda una simetría con la estructuración de) espacio vivido individual dentro del aquí regional.

San Agustín, en el libro décimo de sus Confesiones, habla del tiempo engendrado por el carácter triple del presente: "el presente del pasado, dice, es la memoria; el presente del presente, es la visión; el presente del futuro, es la espera". El 'todavía' del pasado reciente es el 'ya' del futuro inminente y se enraizan uno y otro en la fuerza del presente, según Ricoeur. En una analogía geográfica se podría decir que "el aquí del allá es la memoria: "el aquí del aqui", es la visión; "el aquí del futuro" es la espera. Por tanto, el todavía del aquí reciente es el ya del futuro inminente, ambos se juntan para dar la potencialidad del aquí regional, capaz de comenzar algo en el curso de los acontecimientos.

Estas analogías, la del individuo con la sociedad y la del tiempo con el espacio, pueden leerse en dos sentidos, la primera puede entenderse como la interiorización de la forma en que un individuo se sitúa en el aquí regional y de cómo la región se sitúa en el espacio geográfico. Esta última es la extrapolación del triple presente agustiniano. Esta doble lectura se justifica por la semejanza entre la identidad explicativa personal y la identidad explicativa regional, que a su vez refleja el paralelismo entre argumento y personaje a escala de la explicación geográfica y la del relato biográfico.

 

CONCLUSIONES

Al término de este recorrido se ha cerrado el círculo de nuestro análisis partiendo del espacio cotidiano, de la circunstancia del "aquí". A la oposición de la conciencia del espacio vivido dentro de la contemplación del espacio cósmico y de su extensión Inmensa. No se ha colmado la brecha, se ha recorrido sólo una serie de mediaciones que proponen un tránsito de comprensión de los intervalos espaciales: del gran espacio mitológico e imaginario con su lugar axial, al espacio geográfico que a su vez toca al espacio individual, que puede ser entendido como el término final de una interiorización de todos esos espacios, que en sus distintas escalas simbolizan el espacio inmenso del universo.

No se ha obviado el espacio vivido, sólo se le ha insertado y compensado dentro de la fuerza del aquí regional, con sus experiencias, iniciativas y esperas. Y es el elemento del lenguaje que llevado por sus estructuras simbólicas, el que nos ha permitido transitar por la experiencia cultural del espacio.

 

NOTAS

1 Según Ernst Cassirer existen cuatro niveles del espacio: 1. Espacio orgánico propio de organismos inferiores, 2. Espacio de la percepción propio de los mamíferos superiores incluyendo al hombre, 3. Espacio vivido, de las experiencias humanas y 4 Espacio abstracto (cósmico) todo aquel que sabemos que existe, pero su conocimiento se debe a las matemáticas y a la astronomía.

2 La Unión Geográfica Internacional (UGI), al enfrentar el dilema, ha definido a la Geografía como la disciplina que estudia el espacio y el lugar, señalando que el espacio está formado por lugares y trata de poner fin a una discusión entre 'ortodoxos' de izquierda, que consideran que sólo el 'espacio geográfico' es objeto de estudio de la Geografía y, por otra parte, los geógrafos humanistas, que dan prioridad al estudio del lugar. Para los primeros, el lugar tiene una connotación individualista y burguesa que no permite la conexión global del espacio. Sin embargo, sobre posturas ideológicas, la UGI ha aportado el conocimiento científico y cultural de que, en el problema de la escala espacial, básico para el desarrollo del conocimiento geográfico, la percepción subjetiva es tan valiosa como el análisis cuantitativo. Asimismo, se observa el eterno problema acerca del "método" en Geografía, entre explicación positivista y comprensión fenomenológlca.

3 Según Vilá Valentí, en la Introducción al estudio teórico de la Geografía, los contenidos de la Geografía antigua o clásica fueron la Cosmología, la Astronomía, la Geografía astronómica o matemática, la Cartografía, la Geografía física y la Corología.

4 Encontramos aquí, dos de los llamados principios metodológicos de la Geografía, causa y analogía, el primero de ellos, paradójicamente, es meta de toda ciencia, el segundo la gran arma de los geógrafos, sin analogía no hay comparación, clasificación del espacio que den su sentido a la Geografía

5 Dentro de la experiencia cultural del espacio (desde la especulación epistemológica hasta la lucha diaria por el espacio social) sólo la sociedad humana es el sujeto modelador del espacio geográfico

6 Esto es porque, para la Fenomenología como método dentro de la Geografía humanística, no es posible manejar un grado de abstracción tan grande al señalar que las relaciones sociedad-naturaleza son el núcleo de estudio de la Geografía.

7 En México y dentro de éste se tiene un claro ejemplo en el levantamiento indígena: Chiapas, un estado rico en recursos naturales, expoliado por siglos, donde para los habitantes originales el espacio de experiencia' ha sido rígido, empobrecedor, es por eso que en el presente su visión' es de justicia y reconocimiento, dentro de la miseria y la dignidad El circulo concéntrico mayor, la globalización neoliberal, no da lugar para un 'horizonte de expectativa' amplio y prometedor; se está en el todavía' donde ese 'allá' chiapaneco se extiende a un espacio que nos ha hecho parte de una posible geografía de la dignidad

 

REFERENCIAS

Casslrer, E. (1989), Antropología cultural. Introducción a una filosofía de la cultura, Imaz, E (trad ), Colección Popular, FCE, 10a reimp., México.         [ Links ]

Crang, M. (1998), Cultural geography (Routledge Contemporary Human Geography), s.e., USA.         [ Links ]

Gould, P. (1999), Becoming a geographer (space, place, and society), Syracuse University Press, USA.         [ Links ]

Jackson, R., H. Hudman y E. Lloyd (1990). Cultural geography: people, places and environment, West/Wads worth. USA.         [ Links ]

Knox, P. L. y S. Marston (1997), Places and regions in global context human geography. Prentice Hall College, USA        [ Links ]

Merleau-Ponty, M. (1997), Fenomenología de la percepción. Cabanes, J. (trad.). Ediciones Península, 4ª. ed., Barcelona, España.         [ Links ]

Ortega Cantero, N. (1986), Geografía y cultura, Alianza Universitaria Textos, Madrid, España, p. 45.         [ Links ]

Elíade, M. (1983), Lo sagrado y lo profano, Gil, L. (trad.), Labor/Punto Omega, 5ª. ed., Barcelona, España.         [ Links ]

Relph, E. C. (1979), "Phenomenology", Themes in geography thought, Harvey, M, E y B. P. Holly (eds.), Croom Helm, London        [ Links ]

Ricoeur, P. (1988), El discurso de la acción. Calvo, P (trad.), Cátedra, Colección Teorema. 2ª. ed., Madrid, España.         [ Links ]

Ricoeur, P. (1991), "El tiempo relatado". El correo de la UNESCO, año XLIV, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Paris, Francia        [ Links ]

Sack, R. D (1997), Homo geographicus: a framework for action, awareness, and moral concern, Johns Hopkins University Press, USA.         [ Links ]

Tuan, Yi-Fu (1990), Topophilia a study of environmental perception, attitudes, and values, Columbia University Press, USA.         [ Links ]

Vilá Valentí, J. (1983), Introducción al estudio teórico de la Geografía, vol. 1. Objetivos, contenidos y enfoques, Editorial Ariel, Barcelona, España, pp. 62-66.         [ Links ]

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons