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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.42 Ciudad de México ago. 2000

 

Reseñas*

 

Coll-Hurtado, Atlántida, México: una visión geográfica.

 

Juan Córdoba y Ordóñez

 

Colecc. Temas Selectos de Geografía de México, (II. Textos de Carácter General), Instituto de Geografía-UNAM, Plaza y Valdés, México, 2000, 137 p.

 

Sr. Director del Instituto, compañeras y compañeros de la institución, señoras y señores.

Me gustaría iniciar esta intervención expresando mi agradecimiento por la invitación a participar en un evento que tiene para mí un significado muy especial debido a las relaciones afectivas y científicas que me unen a este país.

Estamos celebrando la presentación de un libro sobre México, escrito por una científica mexicana de reconocido prestigio internacional y respaldado por una institución que es, sin "lugar a dudas, la mayor concentración de cerebros geográficos que existen en este país.

Estos hechos me han llevado a dirigir mis palabras hacia dos objetivos concretos: la obra en sí, y lo que, desde mi punto de vista, representa, es decir, el marco en el que se produce esta publicación.

Respecto al libro diría, de forma muy breve, que es una síntesis magnífica y refinada sobre México.

La obra se presenta en una cuidadosa edición de bolsillo, con una portada muy agradable y contiene una cierta profusión de mapas y de tablas estadísticas.

Cuando se supera esta primera fase de impacto visual en la que sólo cabría la crítica al escuetísimo curriculum de la autora, cuando se adentra uno en el contenido, empieza a descubrirse la auténtica dimensión del trabajo.

El libro es ágil, dinámico, se lee con mucha facilidad y resulta ameno porque está muy bien redactado y, sobre todo, muy bien hilvanado. Cada apartado lleva al siguiente, más bien, cada apartado exige el siguiente porque la obra tiene una secuencia perfecta que es casi una trama.

Este libro podría ser una novela en el más elevado sentido literario del término, un perfecto román dirían los franceses, quienes han mantenido con más flexibilidad que nosotros las relaciones de este tipo de escritos con el viejo romance, entendido éste como literatura que expresa los sentimientos.

Pero la novela que nos ocupa tiene unos protagonistas que se desenvuelven sobre un escenario muy bien dibujado. Las personas entran y salen de este escenario y cuando no están en él, todos sabemos que se esconden entre bastidores esperando que la directora de escena los llame a la acción.

Según se avanza en la lectura, nuestra novela se ha convertido en una obra de teatro y ahí es donde se ve la profundidad de contenidos, la gran maestría de la autora, que se erige en juez imparcial y distante, conteniendo a cada paso sus sentimientos personales para ensalzar la rigurosidad del método científico.

Sólo al final, segundos antes de caer el telón, la autora expresa su veredicto: "Es necesario buscar nuevos caminos que limiten el elevado costo social de las transformaciones finiseculares y permitan una ocupación racional del espacio".

Al margen de esta impresión de conjunto, destacaría algunos hechos sobresalientes:

1. La Visión Geográfica de México que presenta la doctora Coll no es una vieja monografía a la usanza descriptiva. La autora nos lleva de viaje por el país, desde Cancún hasta la frontera Norte, desde el Golfo hasta el Pacífico, desde los desiertos hasta las cumbres nevadas de los volcanes. En cada parada explica, razona y lo que es más importante, da cuenta de los hechos relacionándolos entre sí. La obra es un trabajo de opinión y de opinión profunda y objetiva, amparada en mapas, datos y referencias bibliográficas. En cada caso la autora nos relata cómo ve los hechos y cómo los entiende, sin recurso a erudiciones vacías de contenido.

2. El libro que nos ocupa es, además, una obra moderna. Todo se expresa según las tendencias que cada vez nos hacen más una ciencia social definida, es decir, que se explica desde una perspectiva en la que el hombre y la mujer, el grupo social, son los protagonistas, quienes disponen de un territorio muy rico pero mal aprovechado, más bien mal regulado, aunque esto sólo se lee entre líneas.

3. Se utiliza con asiduidad a la Historia como factor explicativo, entroncado con la más genuina tradición geográfica. Pero la Historia, en este libro, no aburre ni se regala en los viejos tópicos arcainzantes, incluso los remueve en expresiones como la que dice, en la página 89, que el Centro Histórico de la Ciudad de México llegó a recuperar el aspecto de tianguis que tenía hace 500 años.

4. El método histórico, si consideramos que el tiempo presente sólo es un lapso, se realza con las perspectivas de futuro que se encuentran en el libro: México ya no es lo que era, está inserto en el Tratado de Libre Comercio y aún más allá, en un marasmo global que no le permite jugar con sus individualidades.

Como conclusión, para terminar ya esta primera parte de mi intervención, diría que esta obra es una síntesis preciosa de México. Probablemente hubiera sido más fácil para la autora escribir una enciclopedia de México. Cuando terminé de leerla, me quedó una duda tremenda: ¿cómo ha podido decir tantas cosas en tan poco espacio? En España se suele decir que "lo bueno, si breve, dos veces bueno" y, sobre todo, que las joyas grandes son una ordinariez propia de los nuevos ricos e impropias de la gente elegante.

Pero si ustedes recuerdan, mi intervención se componía de dos partes. La primera el libro en sí. La segunda debería contemplar su significado, su contexto.

El contexto del libro tiene parámetros de referencia muy claros: la serie de publicaciones en la que se inserta; el Instituto de Geografía de la UNAM y la propia Geografía. No quiero hacer un discurso separado sobre estos elementos que están profundamente imbricados: sólo quiero valorar el libro por referencia a ellos.

Si hablamos de Geografía, estaríamos hablando de crisis, una crisis tan larga que ya debe concebirse como estructural, por no decir existencial, donde todavía se confunden: el método y el objeto, llevando al desconcierto de profesores e investigadores y con ello, al desconcierto de alumnos y futuros investigadores que no acaban de encuadrarse de manera satisfactoria en una sociedad básicamente utilitarista.

Ahora bien, dentro de la crisis y con un libro como éste en las manos, yo me pregunto si existe una crisis específicamente latinoamericana. Esto me ha llevado a comparar a menudo los modelos mexicano y español descubriendo que, aun siendo muy diferentes, tienen puntos en común. Entre éstos yo destacaría dos:

• La época de los maestros y de las escuelas ha desaparecido, dejando en el escenario intelectual un extraño sumatorio de individualidades que, desde mi punto de vista, no llevan a ninguna parte.

• El serio y grave desencanto de profesores y de investigadores, sometidos ahora no ya a una disciplina (la disciplina siempre es buena) sino a unas presiones que dificultan cada vez más la capacidad de concentración y, lo que es más grave, que condicionan la libertad de investigación, de creación y, en consecuencia, de descubrimiento.

Es indudable que estas presiones tienen fines o metas concretas y vectores que las canalizan:

• El discurso de las ciencias duras, a las que ya se suman las biomédicas, es decir, la tiranía de la ciencias rentables, utilitaristas.

• La tiranía también del inglés como lenguaje científico y aún más allá, la tiranía de los patrones anglosajones que priman la aplicación, siempre utilitarista, sobre la teoría, llevándonos a veces a ridículos redescubrimientos filosóficos y existenciales que ya se habían hecho explícitos en culturas ancestrales, antes incluso de que ellos, los antecesores de los gringos actuales, fueran nómadas cazadores en las estepas de Europa y Asia.

Sin embargo, a veces me da miedo pensar que estos vectores son sólo la punta del iceberg: no interesa el discurso de las Ciencias Sociales; no interesa escuchar la voz de los pueblos latinos, ni la de los pueblos árabes y menos aún la de los chinos, los hindúes o los gritos salvajes de los dialectos africanos; ¿no interesa, o simplemente: no conviene?

En este contexto aparece el libro de Atlántida y se me antoja que es un reto. Está en castellano, y no es un simple libro: es la cabeza visible de lo que será una serie, escrita en castellano, por autores latinoamericanos, dirigida y publicada por una Institución también latinoamericana.

La pregunta es inevitable: ¿servirá esto para algo? La respuesta, para mí, es indudable: ya está sirviendo:

Como estímulo a los investigadores latinoamericanos que tienen objetivos vitales más allá del egoísmo académico: aunque sea ridículo, seguro que este libro no es de la que más cuenta en la evaluación curricular, sin embargo, servirá para que nuestros estudiantes sepan la opinión de sus profesores, la opinión de su propio pueblo, de su cultura, en lugar de limitarse a escuchar o leer lo que dicen los extranjeros.

La obra de Atlántida es la primera flecha de lo que será después un ataque masivo. Y este ataque masivo es un esfuerzo colectivo de la Institución que lo patrocina.

Aquí se ve la mano de un director y de una secretaria académica jóvenes, empeñados en proteger, hacer pública y difundir la imagen de su institución, es decir, empeñados en cumplir la función para la que han sido elegidos.

Pero también se ven las manos de muchas otras personas, colaboradores con nombres y apellidos, como Maribel, árbitros anónimos, personal administrativo, indispensable para el desempeño de la función (¿o es que acaso Lety no desvío la llamada inoportuna cuando Atlántida estaba en el fragor de la redacción final?), se habla incluso del Laboratorio de Fotomecánica. ¿Acaso no se adivina la mano de la maestra Basilio en la biblioteca? ¿Dónde si no, ha encontrado Atlántida una buena parte de la bibliografía que cita?

Por encima del título y de la autoría, aquí hay un esfuerzo colectivo que, además, se ampara en otros proyectos no menos ambiciosos. Será duro, pero sigan en el empeño. Les deseo, de corazón y con toda la asistencia que les pueda brindar, el éxito más grande.

Creo que el Instituto debe recuperar el puesto que le corresponde en el ámbito de la Geografía Mundial. Ustedes ya tienen el precedente del Atlas Nacional, un trabajo colectivo impropio de las civilizaciones latinas. Utilicen, como ahora, sus plusvalías.

Por cierto, iba a terminar mi discurso y casi se me olvida hablar de la autora. Pero ¿qué podría decir un español de Atlántida Coll que ustedes no conozcan?

Alabar sus cualidades humanas, como compañera y amiga sería interminable. Alabar su curriculum científico y académico sería casi absurdo. Mucho más interesante me parece resaltar su función como maestra destacando la suerte de ustedes por tenerla siempre a su lado, porque ella sí es capaz de crear escuela.

A mí, como compañero y amigo sólo me sale decir una cosa: gracias a la vida, por haberme dado la oportunidad de conocerte.

 

Nota

* Esta texto es la transcripción de las palabras pronunciadas con motivo de la presentación celebrada en el Auditorio "Francisco Díaz Covarrubias" del Instituto de Geografía de la UNAM el 26 de mayo de este año, en el marco de un acto público en el que otros investigadores hicieron un análisis minucioso de los contenidos de la obra.

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