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Estudios sociales (Hermosillo, Son.)

Print version ISSN 0188-4557

Estud. soc vol.18 n.35 Hermosillo Jan./Jun. 2010

 

Reseña

 

Itinerarios y sociedades intelectuales*

 

Nicolás Freibrun**

 

** Universidad de Buenos Aires.

 

** Dirección para correspondencia:
nfreibrun@hotmail.com

 

Fecha de recepción: abril de 2009.
Fecha de aceptación: junio de 2009.

 

Introducción

El libro de Pascal Ory y Jean–Francois Sirinelli que aquí se reseña se proyecta como una visión de conjunto sobre la historia de los intelectuales franceses, desde finales del siglo XIX a partir del caso Dreyfus atravesando el largo siglo XX hasta nuestra contemporaneidad. Antes que enmarcarse en una perspectiva en torno a la "historia intelectual" o una "historia de las ideas", la obra pretende realizar una historia de los grupos intelectuales –de la "sociedad intelectual", según manifiestan los autores– y de las distintas figuras que han constituido y reconstituido constantemente un campo intelectual y culturalmente complejo como ha sido, y es, el francés. La composición del libro a partir de capítulos en torno a épocas y temas clave de la historia de Francia –el caso Dreyfus, las dos guerras mundiales, la resistencia, el antifascismo, la guerra fría, la guerra de Argelia, etc.– se revela como una intención permanente de hacer visibles y entendibles los itinerarios de su objeto de estudio: el intelectual. Así, las primeras páginas anuncian claramente cómo se abordará al mismo: "Por nuestra parte rechazamos tanto más asimilar intelligentsia a inteligencia crítica, y con mayor motivo contestataria, cuanto que la historia podría darnos argumentos igual de numerosos a favor de la tesis reduccionista inversa, la que, poniendo en primer lugar al escriba egipcio o al mandarín chino, se limitaría únicamente a ver en la "tradición del intelectual" la del conformismo". Puesto que: "En nuestra obra, el intelectual será pues un hombre de lo cultural, creador o mediador; colocado en la situación de hombre de lo político, productor o consumidor de ideología".

Si el epicentro de la obra lo ocupa la figura conceptual de intelectual descrita, es interesante resaltar que las diferentes figuras que van apareciendo a lo largo de la obra son comprendidas en medio de las batallas ideológicas que desgarran la vida pública francesa. En este sentido, el contexto es un elemento clave en el desarrollo del libro, en cuanto permite comprender las tensiones que rodean a los intelectuales a partir de sus diferentes posicionamientos en la sociedad. Asimismo, los autores no pierden de vista la necesidad de inscribir a los intelectuales en las variadas instituciones que recorren el espacio público, tales como universidades, sindicatos, partidos políticos, agrupaciones estudiantiles, revistas, editoriales, espacios geográficos significativos (piénsese en el Barrio Latino de la ciudad de París) etc., "medios" a través de los cuales los intelectuales hacen uso de las palabras y de los conceptos como la forma privilegiada de intervención social, política y cultural, definiendo en este movimiento los procesos de autoconstitución intelectual así como de consagración social.

Por otro lado, la obra hace importante hincapié en destacar los itinerarios de relevantes intelectuales y, en tal sentido, se plantea como una estrategia destinada a registrar la figura general del intelectual por intermedio de personalidades trascendentes. Personajes como Malraux, Péguy, Gide o Benda figuran al lado de Barres, Maurras o Pierre Drieu de la Rochelle. Si bien puede comprenderse la relación entre determinadas figuras intelectuales y medios institucionales como un modo de acercamiento al estudio de los mismos, ello no debe entenderse como una perspectiva subjetivista anclada en la profundización de las biografías, si bien puede percibirse una pretensión de pensar en el tiempo una "teoría de los intelectuales franceses". Sin embargo, la validez de esta estrategia consiste en poder revelar las tensiones sociopolíticas y las representaciones sociales de una época, cuyas cristalizaciones encarnan en sujetos –individuales y colectivos– históricamente situados. Asimismo, en diversos trayectos del libro, Ory y Sirinelli no se privan de rastrear el devenir de un acontecimiento singular a través de las perspectivas que animan a los actores, como lo demuestran, por ejemplo, los casos de Sartre, Camus y Aron en el marco de los debates de la inmediata segunda posguerra.

Por otro lado, lejos de ubicarse desde una visión condescendiente hacia los intelectuales, el libro inscribe las tensiones del campo intelectual francés en torno a las clásicas divisiones de derecha e izquierda como un rasgo típico de la cultura política francesa. Desde esta línea se accede a los distintos momentos hegemónicos de los grupos intelectuales según el periodo estudiado. Ejemplo de ello son las páginas dedicadas a la ocupación alemana en la segunda guerra mundial en el marco del régimen de Vichy, cuestión que afectó hondamente a los intelectuales y reveló las contradicciones de los hombres de pensamiento a partir del cisma que la propia guerra generó en la Francia ocupada. Desde otro contexto, también pueden observarse estos movimientos intelectuales alrededor de las mutaciones en el seno de la intelligentsia de izquierda hacia la década de 1970, a partir de la composición de una "izquierda general" y de una "izquierda específica", según la caracterización hecha por los autores. No obstante, el libro presenta también aquellos aspectos más contradictorios que conforman la identidad de los intelectuales, demostrando que en medio de la división entre intelectuales de derecha e intelectuales de izquierda pueden formarse identidades que ponen en tensión esos contornos supuestamente a priori delimitados y claramente reconocibles.

Por otro lado, con el transcurso de los capítulos los autores asumen las complejizaciones que se van sucediendo en el campo intelectual. En efecto, la creciente especialización de los intelectuales –algo que ya en 1919 Max Weber había reconocido como una tendencia en el dominio del ámbito del desarrollo científico– como un factor interno al propio medio intelectual en general, no pasa desapercibida para Ory y Sirinelli. En el marco de esas transformaciones, se detecta asimismo el ascenso de nuevas disciplinas que encuentran consagración y reconocimiento social, fundamentalmente a partir de la segunda posguerra en adelante. Este fenómeno de renovación, apertura y creación en el universo del conocimiento atraviesa distintas áreas, entre las cuales las más destacadas fueron antropología, lingüística, fenomenología, existencialismo, estructuralismo, semiología, marxismo y psicoanálisis. Figuras de la talla de Levi–Strauss, Lacan, Althusser, Sartre, Foucault, Barthes, Derrida, Deleuze, Merleau–Ponty, etc., se encuentran en el centro de estas mutaciones, generando en consecuencia una verdadera revolución en el terreno cognitivo y en las articulaciones del campo intelectual francés. Al mismo tiempo, estas trascendentes figuras intelectuales participan de los grandes debates políticos de la época, modificando al mismo tiempo una forma de ser intelectual y sellando un estilo particular de intervención pública. De allí en más, comenzará a hablarse de "lacanianos", "althusserianos", "sartreanos", "foucaultianos", etc., todos ellos formadores de singulares pensamientos así como fundadores de escuelas que, debido a su fuerza y a la irradiación de sus ideas, han influenciado en "sociedades intelectuales" traspasando las fronteras francesas.

Pero así como estos intelectuales alcanzaron su consagración en la sociedad francesa a través de los "medios" específicos desde donde su actividad se desarrollaba –desde revistas, universidades y seminarios internos, pasando por los partidos políticos y las luchas políticas y culturales internacionales–, por otro lado también se da cuenta del agotamiento de una forma de intervención intelectual y de una identidad articulada alrededor de una imagen de intelectual. En este sentido, puede decirse que el libro contiene una genealogía del ascenso, consagración y desplazamiento de los grupos intelectuales en relación a los cambios sociales y culturales; cambios que al mismo tiempo suponen rupturas generacionales. En efecto, desde finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, los intelectuales de izquierda asisten a una crisis de identidad y a una ruptura del vínculo social que años antes habían conseguido generar. El ascenso de nuevas problemáticas en el orden del espacio público se tradujo en cambios sobre la autopercepción de los propios intelectuales, así como en el ingreso de otras problemáticas sociales y epistemológicas. Así, puede ubicarse a la crisis del marxismo como uno de los ejes fundamentales que articuló estos cambios. Desde un punto de vista epistemológico, el abandono –o su puesta en crisis, precisamente– de una visión totalizante que guiaba las relaciones entre sociedad y cambio social fueron dejando terreno a la imagen del intelectual liberal, ahora reconciliado con los valores de la sociedad democrática. Asimismo, ex marxistas como Claude Lefort, por ejemplo, se ubican en un terreno "posmarxista", donde las preocupaciones intelectuales en torno a la cuestión democrática pasan a ocupar un lugar fértil. Sin embargo, estos cambios no deben entenderse de un modo lineal, en cuanto esta cuestión era entendida como una falta que había que llenar, habida cuenta del poco interés que las generaciones anteriores habían demostrado al respecto. En este sentido, una historia de los intelectuales como la presentada por los autores toma permanentemente en cuenta las modificaciones que supone un terreno complejo como es el de la socialización intelectual, nunca exento de contradicciones y tensiones, de avances y retrocesos. Así, los años noventa encuentran a los intelectuales en medio de un importante proceso de mutación, donde la redefinición de su estatus y la permanencia del intelectual como categoría social legítima se transforman en ejes clave del debate. En efecto, con la finalización de la guerra fría, la crisis de la representación política y los cambios sufridos en la cultura a partir del ascenso de los medios audiovisuales en relación a la cultura heredada de las Luces, la identidad intelectual –acaso como nunca antes– se encuentra en una encrucijada radical.

Todo ello, en efecto, impacta de lleno en la realidad de los intelectuales, marcando de aquí en adelante un debate que –siguiendo las distinciones esbozadas por Zygmunt Bauman– podría traducirse como el ingreso de la cultura de las intelligentsias occidentales al debate entre modernidad y posmodernidad y entre "legisladores" e "intérpretes". Según Ory y Sirinelli, la figura del intelectual surgida con el caso Dreyfus parece asistir a su ocaso, una vez puestas en cuestión las características de universalidad, totalidad y compromiso crítico–ideológico típicas de la sociedad de masas. De ahora en más, la relación entre intelectuales y esfera pública estará signada por un conjunto de temas y problemáticas que redefinirán las relaciones constitutivas que en el transcurso del siglo XX alumbraron las prácticas intelectuales, sus medios institucionales y su espacio social de inserción en los asuntos de la sociedad. Así: "Los campos ideológicos han cambiado de naturaleza en dos decenios y, a la vez, los vectores de expresión han quedado radicalmente alterados desde los años 1960".

En síntesis, los últimos tramos del libro dejan planteados ciertas interrogantes que funcionan como señales y guías para un desarrollo de los intelectuales contemporáneos, cuestiones que los estudiosos de la materia difícilmente puedan obviar.

 

Nota

* Pascal Ory y Jean–Francois Sirinelli (2007) Los intelectuales en Francia. Del caso Dreyfus a nuestros días. Valencia, Universitat de Valencia, 325 páginas.        [ Links ]

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