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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.58 Morelia jul./dic. 2013

 

Artículos

 

Habitar la selva. La epopeya como discurso literario e historiográfico de la migración y colonización de la Lacandona

 

Living the forest. The epic as a literary and historiographical discourse of migration and colonization of the Lacandona

 

Habiter la forêt. l'épopée comme discours littéraire et historiographique de la migration et la colonisation de la forêt Lacandone

 

Vladimir González Roblero

 

Centro de Estudios Superiores en Artes de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Correo electrónico: vlatido@gmail.com.

 

Recepción: 6 de julio de 2012.
Aceptación: 16 de marzo de 2013.

 

Resumen

El texto que se leerá a continuación mira el proceso de migración y colonización de la Selva Lacandona a través de la novela Hacia el confín, novela de la selva, de Jesús Morales Bermúdez, y del relato historiográfico "El sueño de Carlos Hernández", capítulo del libro Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000, de Jan de Vos. Se analiza la construcción discursiva, en términos narrativos, de dicho proceso histórico a partir de su representación como epopeya, teniendo como marco las intersecciones entre la historia y la literatura.

Palabras clave: historiografía, novela, epopeya, discurso, narratividad, Selva Lacandona.

 

Abstract

This article explores the process of migration and colonization of the Lacandona Jungle through the novel Hacía el confín, novela de la selva of Jesús Morales Bermúdez, and also from "El sueño de Carlos Hernández" chapter of the book Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000, de Jan de Vos. It analyzes the discursive construction, in narrative terms, of the historical process from its representation as epic.

Keywords: historiography, novel, epic, speech, narrative, Lacandona jungle.

 

Résumé

Le texte que vous lirez envisage le processus de migration et colonisation de la Forêt Lacandone par rapport au roman Hacía el Confín, Novela de la Selva et aussi au récit historiographique «El Sueño de Carlos Hernández», dans le chapitre intitulé Una Tierra para Sembrar Sueños de l'écrivain Jesús Morales Bermúdez. Historia Reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000 de Jan de Vos. On étudie la construction du discours narratif de ce mouvement historique depuis sa représentation comme une épopée.

Mots clés: historiographie, roman, épopée, discours, récit, forêt Lacandone.

 

El presente trabajo reflexiona las posibles formas de acercarnos a la historiografía y a la novela a partir de un mismo tamiz.1 Esta reflexión tiene su origen en dos preocupaciones. La primera de ellas es epistemológica. Algunos trabajos que proponen acercamientos a la novela histórica analizan la legitimidad del pasado que representan en términos de fidelidad con los acontecimientos reconocidos por una comunidad histórica;2 otros abandonan dicha preocupación y se cuestionan de qué modo la ficción se pone al servicio del pasado factual para sugerir sus lecturas, es decir, ya no les importa entramparse en la legitimidad sino en los modos de leer y construir el pasado.3 Lo anterior brevemente enunciado, redunda en saber qué conocimientos sobre la historia construye la novela, cómo lo hace y de qué herramientas se sirve para hacerlo.

La otra preocupación es de carácter ontológico. La corriente posmoderna de la historia se pregunta qué es la historia, y la relaciona con el ancho mundo de la literatura y de la ficción, no sólo de la novela. Quizá la pregunta que genera la preocupación es la misma que en algún momento se hizo Paul Ricoeur: ¿cuál es la realidad del pasado histórico?4 Este es un problema que se han formulado sobre todo en el campo de la historia, de su filosofía, y se relaciona con emparentar la historiografía con la novela, al considerarlas obras de ficción debido a que comparten la misma estructura narrativa: el relato. De este modo, se parte de la idea de que la historiografía, en cuanto relato, no representa de manera fidedigna el pasado, sino que lo construye como una ficción,5 echando mano de una serie de estrategias de ficcionalización.6 Llegamos así a entender, de la mano de estas corrientes, que el pasado es una construcción verbal, ficticia, y que un mismo acontecimiento histórico puede ser construido, por la historiografía, de distintas formas.

Como consecuencia de estas dos preocupaciones, he tratado de construir un modelo metodológico que me permita acercarme al estudio y análisis de la novela que usa el pasado factual con distintas pretensiones, así como al estudio y análisis de la historiografía. Un modelo que parte de la siguiente premisa: historiografía y novela, como géneros de ficción, comparten la estructura del relato. La metodología bebe de tres autores: Paul Ricoeur, Hayden White y Mijaíl Bajtín.7 De Ricoeur recupero la triple mimesis, que sugiere que todo relato se prefiguró en un tiempo vivido, se configura en la construcción del relato mismo y se refigura gracias a las lecturas que de él se hagan;8 de White recupero la explicación por la trama, que mira a los relatos historiográficos como obras de ficción, y por lo tanto, en el nivel de la configuración, la historia que construye se trama de acuerdo con modelos arquetípicos: romance, comedia, tragedia o sátira.9 Aquí, habría que agregar otra modalidad de ficción sugerida por Ricoeur: la epopeya.

De Bajtín me sirvo para pensar la novela y la historiografía como géneros discursivos que inician, dialogan o amplían lo ya enunciado, en este caso, el conocimiento histórico.10 De aquí, junto con la construcción de la trama y la narratología, se desprende que ningún relato es éticamente neutro y que esta orientación ideológica está determinada por los efectos de ficción, concretamente por la construcción de la trama.11

En este marco conceptual y metodológico realizo el análisis de la novela Hacia el confín de Jesús Morales Bermúdez y del trabajo historiográfico "Una tierra para sembrar sueños" de Jan de Vos.

 

Lo prefigurado: una cronología

Hacer el relato de los modos en que se pobló la Selva Lacandona sería configurar el tiempo. Esa configuración podría tomar el lugar de lo prefigurado, convertirse en sucedáneo. He preferido, al contrario, elaborar una cronología de los movimientos migratorios del siglo XX registrados por distintos historiadores y estudiosos de la selva. La cronología, dicen los historiadores, se distingue de la historiografía porque aquélla es un relato ordenado linealmente y termina cuando el cronista deja de registrar los hechos. Esta relación cronológica de los hechos intenta alejarse de la configuración del tiempo en términos de la ficción, es decir, no pretendo ordenar de manera artificial los acontecimientos, sino simplemente ordenarlos cronológicamente como lo sugiere la crónica y no la historiografía. La relación, breve, terminará en 1994, coincidentemente con la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Coincide puesto que la novela Hacia el confín se publicó en 1992 y el capítulo que se analiza de Una tierra para sembrar sueños tampoco va más allá de los acontecimientos zapatistas:

• Década de 1920: asentamientos de migrantes en la selva. Según De Vos, basándose en comunicaciones personales, ya desde esta década había flujos migratorios hacia la selva y, consecuentemente, la fundación de algunos poblados.12

• Década de 1930: solicitudes de dotación ejidal en municipios como Ocosingo y Margaritas, cuyos territorios coinciden con el espacio selvático. El marco histórico de este proceso corresponde a la política agraria construida en la Revolución mexicana. De este modo comenzó a perder hegemonía la finca para dar paso al ejido.13 Este fenómeno es considerado el primer ciclo de colonización.14

• Década de 1960: una vez agotada la tierra, y cuando la población campesina en la selva comenzó a crecer, inició el segundo ciclo de colonización: se buscaron más tierras hacia adentro, en los llamados terrenos nacionales.15 Cabe señalar que un proceso aparejado al poblamiento de la selva por los campesinos, fue el de los rancheros que también migraron a este lugar en busca de terrenos.16

• 1960: el gobierno de México, a través del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, expropió hectáreas en la Selva Lacandona, otorgadas a particulares, para establecer colonias agropecuarias a campesinos del norte y centro del país.17 Con esto se cancelaba la "colonización privada" de los terrenos nacionales, con la finalidad de que éstos fueran exclusivos para el reparto agrario. Con lo anterior se pretendía atender la demanda de dotaciones de tierra de grupos campesinos no sólo de Chiapas, sino también de otras partes del país. Reyes Ramos sugiere que dicha política trataba de no afectar la propiedad privada del terrateniente.18

• Década de 1970: El poblamiento de la selva se convirtió, además, en una política de control del crecimiento poblacional, de control de explotación de recursos y como paliativo de conflictos sociales originados por la tenencia de la tierra.19

• 1970: Invasiones a fincas en la zona cafetalera. Se dieron en el contexto de la reforma agraria, al no existir más tierras que repartir. La presión por la tierra orilló a campesinos acasillados a invadir fincas.20

• 1970: dotación de tierras en la zona lacandona, como parte de la política agraria.

• 1972: Creación, mediante decreto presidencial, de la comunidad lacandona. La preocupación inicial se relacionó con la defensa de la explotación maderera, aunque después se dijo que dicho decreto favorecería la explotación, en vez de prohibirla.21

• 1974: Celebración del Congreso Indígena. Fue convocado por el gobierno de Manuel Velasco Suárez con motivo del 500 aniversario del natalicio de Fray Bartolomé de Las Casas. El congreso significó el embrión de la organización y lucha campesina de la década de los años de 1970 y posteriores.22

• 1975: Fundación de la organización campesina Quiptic, integrada por campesinos de Ocosingo. Esta organización nació después del Congreso Indígena de un año antes, y tuvo como objetivo luchar por las tierras que ocupaban colonos migrantes a la selva.23

• 1975: Activismo de grupos militantes en la Unión del Pueblo y Política Popular. Dichos grupos, de tendencia marxista en sus distintas ramificaciones, asesoraron a las organizaciones campesinas, entre ellas la Quiptic, y alentaron el movimiento campesino de la década de los años de 1970.24

• 1975: Anuncio de la diócesis de San Cristóbal, pronunciándose a favor de la teología de la liberación. Sucedió en noviembre de dicho año, y el pronunciamiento lo hizo el obispo Samuel Ruiz.25

• 1980: Matanza de Wolonchán, en el municipio de Sitalá. Se sitúa en el marco de la lucha por la tierra y el activismo campesino de la década; lucha y activismo en el que participaron colonos migrantes de la selva.26

• 1988: La Quiptic se convierte en la Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC). Para entonces la Quiptic se había convertido ya en interlocutor con los gobiernos locales, buscando que los habitantes de la selva, quienes eran considerados invasores de la selva, dejaran de ser vistos como tales.27

• 1994: Irrupción armada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Las bases de apoyo zapatistas surgieron en las Cañadas, regiones selváticas, y entre ellas se encuentran también campesinos que en su momento emigraron a la selva.28

Varios de los acontecimientos enlistados en la cronología anterior son narrados en la novela y el relato historiográfico que analizaré en páginas adelante. No son contados con detenimiento, pues no es lo que los convoca. Aparecen mencionados en la narración y sirven para entender los procesos históricos y las historias que ahí se detallan.

 

Gesta heroica: habitar la selva

La novela Hacia el confín, novela de la selva, del escritor Jesús Morales Bermúdez, y el texto historiográfico Una tierra para sembrar sueños. Historia reciente de la Selva Lacandona, 1950-2000, del historiador Jan de Vos, abordan, con distintos grados de profundidad, fenómenos vinculados a la Selva Lacandona en Chiapas, como su proceso de poblamiento, la explotación forestal, el surgimiento y la clandestinidad de grupos guerrilleros, los conflictos sociales originados con la creación de la Comunidad Lacandona, la organización campesina y la actividad de los catequistas vinculados a la teología de la liberación.

El tema en el que se detiene Hacia el confín es la migración y el poblamiento de la selva. La historia aborda los procesos en que grupos tzotziles abandonaron la tierra alta de Chiapas y erraron rumbo a nuevas tierras, hacia el confín. Un capítulo de Una tierra para sembrar sueños, titulado "El sueño de Carlos Hernández", se detiene en el mismo proceso. Coincidentemente, el capítulo respectivo del historiador, según se deja entrever, fue provocado por la novela, que se publicó un par de años antes de la irrupción armada en 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; el libro historiográfico apareció en el año 2002. Ese capítulo, el de migración y poblamiento de la selva, advierte que la historia del personaje sobre la que se construye la comprensión del poblamiento de la selva es la misma que, en algún momento, el protagonista -el hermano Carlos- le contó a Jesús Morales Bermúdez, quien la usó como trama de su ficción.29

De acuerdo con lo que he planteado, ambos relatos se configuran en clave romántica. Hayden White, al abordar la explicación por la trama de los textos historiográficos, se refiere a ésta como un drama "simbolizado por la trascendencia del héroe del mundo de la experiencia, su victoria sobre éste y su liberación final de ese mundo", donde el bien triunfa sobre el mal, la virtud sobre el vicio, sobre las tinieblas.30 Encuentro que esta forma de tramar se relaciona con una de las modalidades de ficción que propone Paul Ricoeur: la identidad narrativa. El hermeneuta francés dice que los relatos historiográficos acuden a distintas modalidades de ficción, como la representancia, el genio novelesco, la elaboración de la trama y la identidad narrativa.31 Esta última la ubica como tal, debido a que tanto personajes individuales como comunidades históricas, a través de sus relatos, se cuentan historias que constituyen su identidad; historias dignas de recordar o de olvidar.32 De este modo, tanto personajes como comunidades edifican su historia a través de los relatos. Estas historias se construyen como epopeyas positivas o negativas. Así lo dice Ricoeur:

Fusionándose así con la historia, la ficción conduce a ésta a su origen común en la epopeya. Más exactamente, lo que la epopeya había hecho en la esfera de lo admirable, la leyenda de las víctimas lo hace en la de lo horrible. Esta epopeya, en cierto sentido negativa, preserva la memoria del sufrimiento, a escala de los pueblos, como la epopeya y la historia en sus comienzos habían transformado la gloria efímera de los héroes en memoria duradera.33

Ahora bien, de acuerdo con lo antes dicho, Hacia el confín y Una tierra para sembrar sueños se traman en romance y en tanto relatos que construyen, junto a otros, la identidad narrativa de una comunidad histórica, en este caso la que ocupa la Selva Lacandona, constituyen la epopeya que ha significado migrar y habitar la selva. Antes de ejemplificar con pasajes de la historia, valga recordar un paratexto, en el caso de Hacia el confín, que advierte lo narrado:

Hacia el confín, novela de la selva, guarda la pretensión de erigirse en el relato epopéyico de una empresa humana de confrontación con el medio y su domeñamiento luego de múltiples avatares: quizás la última empresa de este tipo lejana a la tecnología contemporánea y protagonizada por campesinos e indios de Chiapas y del país.34

También debemos recordar las preocupaciones manifiestas por el historiador Jan de Vos como un ejercicio confesional,35 en Una tierra para sembrar sueños, con las que previene al lector y lo condiciona:

Su colonización, a partir de la propia necesidad y de la inducción oficial, es una epopeya única en la historia reciente de México. En ninguna otra parte del país hubo el movimiento demográfico, el efecto ecológico y el cambio cultural que se verificaron en la Lacandona durante el último medio siglo.36

Antes de contar la historia, ambos autores anuncian el tratamiento de la misma. El lector queda condicionado o advertido y refigurará el tiempo a través de una lectura que desde ya no es éticamente neutra.

La historia, atendiendo a los modos de tramar que he mencionado, configura personajes oprimidos, caídos en desgracia, quienes "en busca de la necesidad" tienen que abandonar sus tierras en pos de otras mejores; caminan, sea dicho ya, hacia el confín, es decir, la Selva Lacandona.

En el caso de la novela, la historia que explica el éxodo del tzotzil errante, de quien se cuenta la mayor parte de la historia, tiene sus orígenes en el siglo XIX, en el llamado levantamiento tzotzil de 1869.37 Fue este levantamiento que enfrentó a la población tzotzil de Chamula con los ladinos de San Cristóbal de Las Casas. La derrota sufrida por los indígenas orilló a que muchos de los que participaron en los hechos de guerra huyeran ante el inminente deseo de justicia del ejército chiapaneco. Uno de ellos fue el abuelo del narrador de la historia, de Ezequiel.

Este pasaje describe los inicios de la errancia:

¡Cómo hubo escarmentación de indios! Fusilados, ahorcados, capados, perseguidos, desorejados. Los caminos, llenos de cadáveres de compañeros que cayeron bajo la cacería de mercenarios, de soldados que los tiraban como a venados, como a coyotes, como a puercos de monte. La putrefacción subió fuerte y se expandió a través de los montes, y alcanzó las veredas de la selva, los rincones del estado, las praderas de Guatemala. Con la dilución de la pestilencia se difumó la esperanza de los viejos pobladores.38

La migración, que es representada por la historia del tzotzil errante, hizo que los indígenas, con el paso del tiempo, fueran a parar a las fincas cafetaleras de las montañas del norte de Chiapas. Son las fincas, también, escenarios de opresión y de explotación. El castigo impecable del finquero, la obligación de comprar en las tiendas de raya y la escasez de tierra que cultivar, aunque sea en arrendamiento, son circunstancias para el continuo peregrinar. Las fincas, dice el personaje de Hacia el confín:

...fueron un día asiento de desdicha. Allí lugar de fincas fue, expolio de la sangre inocente. Allí la muerte abonó los sembradíos, el sudor la limpia del café. ¡Ay, cuánto sufrir de nuestras vidas; ay, cuánto bien el abandono de sus yermos! No olvides, no, irte de los lugares del despojo, de las tierras del castigo, de los hombres que nada más se solazan en la abominación.39

Son las condiciones de la finca donde el relato de la novela encuentra diálogo con el del historiador. Una tierra para sembrar sueños también busca explicar las condiciones que orillaron a los indígenas y campesinos, no solamente los tzotziles, a migrar búsqueda de nuevas tierras. Unas de esas condiciones explicativas del éxodo son las que se experimentan en las fincas. Echando mano de fuentes secundarias, Jan de Vos, citando a Alejandro Marroquín, dice:

Año con año, la mayoría de los indígenas adultos se ven obligados a arrendar una parcela a los finqueros en condiciones muy desventajosas. Por cada 20 mazorcas de sembradura, equivalentes a 2000 metros cuadrados, deben pagar un zontle de maíz (56 kilos). Esto es el precio dominante en la región, pero hay finqueros que cobran hasta dos zontles por cada 20 mazorcas. Poco les importa que la cosecha se pierda; la obligación de pagar subsiste en tal caso que se pague dinero o mediante trabajo en la finca. También existe la combinación arrendamiento-trabajo persona, alternando una semana en la finca con una semana en la parcela. En este caso, el propietario por regla general paga salarios, pero también puede no pagarlo y exigir que el trabajo sea gratis.40

La situación de vida de las fincas no fue la única causa que llevó al éxodo. También existía la aspiración por la propiedad de la tierra. Esta circunstancia se puede leer en la novela como en el relato historiográfico cuando describen el retardo de la reforma agraria, el agotamiento de las tierras y la creación de los ejidos. Con la fundación de los ejidos los campesinos comenzaron a advertir que formar parte de ellos redundaría en mejores condiciones de vida, distintas a la que experimentaban en las fincas.41

Hacia el confín y Una tierra para sembrar sueños traducen las circunstancias anteriores en "la búsqueda de la necesidad". Lo expresó Ezequiel, el personaje de ficción cuyo referente en el pasado factual es Carlos Hernández, de quien se habla en Una tierra para sembrar sueños. Lo dijo cuando entendió que no hay maíz y tampoco parcelas. El hambre y la tierra son la necesidad, lo que se traduce en continuar el largo peregrinar, la errancia que marcó a su abuelo desde el levantamiento tzotzil de finales del siglo XIX, que también selló el destino de su padre y que, ahora, también constituye su sino. Quizá la necesidad sea buscar siempre lugares nuevos que habitar.

Dice Ezequiel: —Sí don Diego, ya lo pensé -le dije-. Quiero conseguir parcela, pues me estoy muriendo de hambre aquí. Me llegó la gana de tener terreno, como los capacitados.42

La necesidad no es obviada por el relato historiográfico. Su búsqueda orilló a Carlos Hernández a venderse al finquero, con tal de tener comida y parcela, soportando las actitudes de éste. La búsqueda de la necesidad deviene acción, un "vamos pues".43 La frase indica la decisión del personaje ficcionalizado en la novela y en la historiografía. La decisión es caminar hacia el confín, es decir, hacia la selva. Hemos visto, grosso modo, y de las manos del escritor y del historiador, las causas de la migración y el poblamiento de la Selva Lacandona. ¿Por qué los dos consideran que este fenómeno constituyó una epopeya?

De acuerdo con Ricoeur existen relatos que narran la historia de comunidades históricas, ésa que nunca se debe olvidar, bien sea por horrenda o admirable.44 Dichas historias son epopeyas que recuerdan la gesta heroica o las desventuras de la comunidad, mismas que están presentes en el proceso de construcción de su identidad. El proceso de migración a la selva, como hemos visto, fue complicado, siempre atendiendo circunstancias adversas que impedían el asentamiento en un lugar. Finalmente, como vimos también, los personajes de las historias de la novela y la historiografía, concluyeron su peregrinar en el Limonar.45

El Limonar, localidad donde se narran las historias, en el pasado factual se ubica en el municipio de Ocosingo, ya en la Selva Lacandona. Su poblamiento fue difícil: el conflicto entre sus pobladores, la diversidad de lenguas, la diversidad de creencias, la selva misma,46 han sido obstáculos para alcanzar el bienestar, para satisfacer la necesidad. Si llegar a la selva no fue una tarea sencilla, habitarla, domeñarla, tampoco lo fue. Debido a las políticas de entonces se buscaba, por un lado, terminar con la dispersión de los pueblos y, por otro, repartir terrenos nacionales como paliativo a las demandas sociales. Con estas políticas a la selva llegaron grupos campesinos de otras partes del país para asentarse en distintos lugares. Su llegada ocasionó más de un conflicto,47 alimentados también por la presencia del ejército en busca de guerrilleros. La creación de la comunidad lacandona, que dotaba de ingentes cantidades de hectáreas a unas cuantas familias lacandonas, recrudeció la tensión. Desde que se formó, dicha comunidad delimitó sus fronteras, y muchos de los poblados ya establecidos se convertirían en paracaidistas. La organización campesina tomó fuerza ante los hechos de sangre. Así lo dice la novela:

Y más cercano el ruido de los motores, y más cercano el sabor acerado del pánico, y el frío y el sudor hincando sus fauces en las carnes de nuestros hombres, y el descenso del bimotor, y el descenso de los policías, temerosos, desconcertados, sus armas hacia el frente, y su tocar tierra, y su pulsar el entorno, y el temor tembelequeándoles los dientes, y los rifles y los rifles y los rifles, y la metralla luego, por parte de los policías, por parte de los compañeros, y el rostro furibundo de la muerte, y su olor, olor a sangre, adargando a más el ansia de exterminio.48

Así la historiografía:

Pero lo que en realidad dio cohesión a esa conglomeración de más de 100 pequeños poblados perdidos en la selva, fue la lucha compacta "contra la brecha". Ante la amenaza de ser expulsados de la Zona Lacandona y, cuatro años después también de la Reserva de Montes Azules, afectados y solidarios supieron cerrar filas y descubrir la fuerza de la organización.49

Llegar a El Limonar, establecerse ahí junto con otros centros de población fue complicado. Complicado ha sido también habitar la selva, poblarla. Ambos relatos dan cuenta de esa comunidad histórica en términos de conflicto, de penosa sobrevivencia, y también en términos de organización campesina y esperanza. A pesar de las dificultades, señalan la persistencia de la búsqueda de la necesidad, hasta satisfacerla.

 

La epopeya como discurso

El tercer elemento que he recuperado en esta estrategia de análisis es el que se refiere a lo discursivo. Así como algunos acontecimientos del estado pre-narrativo de lo configurado son coincidentes en estos dos relatos, también lo es el modo de construir la trama, como una operación propia de la novela pero emparentada con la historiografía como género de ficción. Un aspecto de los relatos literarios e historiográficos es que ambos son enunciados o géneros discursivos, y en palabras de Bajtín, dialogan, replican o continúan lo enunciado por otros.50 Ahora bien, este diálogo, como se sugiere, se da en términos del discurso que construye y no de la historia pre-narrada. Valga recordar la oposición historia/discurso. La historia está ahí y el discurso es la intrusión del hablante para contar de este o aquel modo la historia. Es precisamente este modo de contar la historia lo que identifico con la construcción de la trama.

También es necesario decir que los relatos, cualesquiera que sean, no son éticamente neutros.51 Sugieren, al lector, modos de leer la historia, de comprenderla y quizá, el lector tendrá la palabra, de que se acepte o niegue la sugerencia.52 La construcción de la trama y el resultado de dicha construcción, en relato epopéyico, son de vital importancia para la construcción del discurso.53 La trama, en este caso, es la construcción de un ver-como el pasado, y en ésta, es claro, juega un papel de primer orden el autor, sea novelista, sea historiador. Entendemos entonces que el relato tiene una dimensión ideológica y que al mismo tiempo orienta las lecturas de la historia o de los procesos históricos cuando éstos son su materia.

Hacia el confín y Una tierra para sembrar sueños sugieren que la migración y el poblamiento de la Selva Lacandona, al menos para la comunidad histórica de la que ahí se habla, ha sido un acontecimiento digno de ser recordado, vuelto a contar. Difícil, sí, como lo hemos dicho, pero finalmente constituido. Los avatares de lo que ello significó han sido contados, construyendo personajes que, se intuye, lograrán domeñar no sólo el lugar habitado, sino los conflictos que la política de atención al mismo ha suscitado.

La esperanza parece ser la convergencia de estos dos relatos. Así se manifiesta en Hacia el confín:

Si pudiera alguna preocupación, deriva del agotamiento de mi parcela. En Limonar no existe más para repartir —alcanza apenas para los capacitados— y con premura crecen los hijos y sus familias y sus nuevos hijos. ¿Hacia dónde? La selva Lacandona es ventura propicia todavía para incursionar en sus entrañas. Crece la dificultad para posesionarla, porque el gobierno no desea su reparto, reservándolo para la holganza de los caribes o como reserva de la biósfera. ¿Por qué? No la razón se encuentra con el gobierno. No. Grande la bendita tierra la hizo Dios, para asiento en ella de los hombres verdaderos. Hacia allá iremos, hacia su confín; en la búsqueda de nuestra vida, de nuestro cuerpo, de nuestra herencia y permanencia...54

Jan de Vos, por su parte, en Una tierra para sembrar sueños, dice que alcanzar la selva fue una hazaña, y concluye su análisis reflexionando sobre la deforestación y la posible pesadilla de los colonos ante estas circunstancias. Busca en otros autores, estudiosos ellos, propuestas para que esto no ocurra, para dar pie a los que se conoce como sustentabilidad. Analiza una propuesta al respecto:

...[Víctor Manuel Toledo] propone rescatar lo mejor de la milenaria tradición campesina maya y eliminar lo que en ella fue corrompiéndose con el tiempo o que fue contraproducente en las nuevas circunstancias de creciente escasez de tierra cultivable. Asimismo sugiere enriquecer la experiencia del milpero tradicional con las aportaciones de las ciencias y técnicas en materia de desarrollo sustentable.55

El ciclo mimético se cierra con los pactos de lectura. Los relatos mencionados tienen una dimensión ideológica y son productores de sentido. Le corresponde al lector refigurar, darle sentido también al relato que ha leído. Sabrá él, pues, si su lectura es orientada por los modos como se le presenta la referencialidad ficcionalizada, o el proceso histórico salpicado de hechos ficticios. Finalmente, no es precisamente el detenimiento en la referencialidad construida donde deba pacerse el lector, sino en el discurso, en la forma en que la historia, factual o lingüística, es presentada.

Hacia el confín y Una tierra para sembrar sueños orientan ideológicamente el relato de la migración y el poblamiento de la selva, y lo expresan como epopeya, es decir, un acontecimiento histórico admirable digno de ser recordado por la comunidad histórica que lo ha vivenciado, y digno, también, de ser conocido por las comunidades ajenas.

Un campo de reflexión constituye la convergencia de la historiografía y la literatura. A él acuden tanto historiadores como novelistas, ambos convocados, tal vez, por su vocación hermenéutica. Es la hermenéutica de Ricoeur la que proporciona herramientas para el análisis de la historiografía y la novela como relatos perteneciente, al amplio reino de la ficción.

Dicha convergencia para nada es nueva. Parientes pobres a veces, negados otras más, historiografía y novela, historia y literatura, han vivido en vecindad. En algún momento de la historia la novela fue sucedánea de la historiografía. Tan así que llegado el siglo XIX, al calor de las ciencias sociales, los historiadores debieron desmarcarse del ejercicio literario. Leopoldo Van Ranke, viejo positivista, privilegió el uso de fuentes documentales, reificando el archivo con una pretensión: reconstruir el pasado tal como había ocurrido. De este modo, cual azogue, historia y literatura se bifurcaron con tal de que la primera se graduara en el ámbito de lo científico. La misma escuela de los Anales, años después, en el siglo XX, culminó la separación cuando, en palabras de Ricoeur, la narración histórica se eclipsó al poner en boga la larga duración.

Parecía que ningún vestigio del oficio literario quedaba en la historiografía. Los préstamos, invisibles, no han dejado de ser incesantes. A la luz de la historia positivista y de la estructural los recursos literarios, en vez de desaparecer, quedaron en el envés. No se fueron. Sugerente es la lectura de White: la explicación por la trama no es otra cosa que mirar el relato historiográfico como literario. Es aquí, en la urdimbre que significa la trama, donde ambos conviven en un solo reino, el de la ficción.56

Los relatos que he analizado a la luz de este campo de reflexión permiten mirar el pasado, los procesos históricos, como representaciones, sin que necesariamente se entienda ésta como el volver a presentar tal como fue, sino más bien presentar como si hubiera sido. La novela, aunque parezca obvio, es el género de ficción que por excelencia encaja en lo anterior; la historiografía, ya no tan obvio, también debido a que la construcción del pasado se basa en fuentes que parcializan la realidad, que no la aprehenden cabalmente. No me convoca discutir la legitimidad del pasado de ninguno de los relatos, sino el modo en que lo reconstruyen.

La idea de ficción que es común tanto al relato literario como historiográfico, este como si, es de suma importancia en la representación del pasado. Los modos de contar la experiencia en el tiempo tienen dos implicaciones. La primera de ellas se refiere a la producción de sentido. Los historiadores y los novelistas, en el caso de la novela histórica y de la que "usa" el pasado factual, muestran el pasado de distintos modos, de acuerdo con la trama elegida. Dicha elección condiciona la construcción del pasado pues implica la elaboración de un discurso, cuya intencionalidad es producir un significado para quien lee. Los lectores de historiografía y de novela se preguntarán: ¿qué me quieren decir cuando leo el pasado como romance o como tragedia? ¿Qué significa para mí leerlo así? En el caso que me ha ocupado, la migración y colonización de la Lacandona, la producción del sentido se halla en la gesta heroica que resultó el dominio de la naturaleza, su conversión al espacio habitado. La historia, de este modo, tiene un significado.

Aunado a lo anterior, y está es la segunda, los lectores, sin pedirlo, nos implicamos ideológicamente en la lectura del pasado. Los relatos que constituyen la identidad narrativa de ciertas sociedades sugieren lecturas de su historia. Son lecturas fragmentadas por sus autores. Son ellos, entonces, quienes sugieren leer de este o aquel modo el pasado, sin que ninguno de los modos se excluya entre sí. Entendemos que el historiador y el novelista miran el pasado de la Selva Lacandona, al menos una de sus dimensiones, la migración y colonización, como una epopeya. Al mirar el pasado de este modo se implica, al mismo tiempo, al lector para conocer y reflexionar la historia contada de la misma forma. Los textos producen un discurso, un modo de aludir a la realidad. El proceso histórico referido se alude como epopeya, como una gesta heroica. Lo anterior no significa que el pasado factual así haya sido, sino más bien que así lo han entendido o configurado los autores que hemos mencionado. Habrá otros que lo reconstruyan de otro modo, y su historia de ningún modo excluirá las analizadas en páginas anteriores.

La construcción de sentido y la implicación ideológica no son tareas exclusivas del autor ni del lector. También es importante observar de qué modo la fuente sugiere, sin que esto condicione, el camino que seguirá el tiempo en su trayecto de aprehensión en el relato. Como dije al principio del artículo, Hacia el confín... y "El sueño de Carlos Hernández" se vinculan porque, se lee entrelíneas, uno dio pie al otro. La novela surge a raíz de conversaciones del autor con un campesino cuya historia es la misma que la de los migrantes a la selva; el relato historiográfico recupera dichas conversaciones. No es de extrañar, entonces, que los dos se construyan como epopeyas. Es cierto que el relato de la fuente constituye ya un ejercicio de aprehensión del tiempo. Sin embargo, dicho ejercicio también es una fuente, la principal, para la hechura de los relatos del novelista y del historiador. Con estas salvedades, la fuente, en estos casos, sustituye al tiempo vivido, se convierte, como diría Ricoeur, en "huella del pasado". Por lo tanto, insisto, sin descuidar la condición, pertenece al estadio de lo pre-narrativo.

Es en este estado, transcurrir del tiempo que ha de aprehenderse, donde se pre-figura lo narrado. Y esta prefiguración está dada por una serie de acciones simbólicas inherentes a los actores. La misma antropología simbólica dice que toda acción humana contiene significados, que la cultura misma es una telaraña de significados. Desde entonces conviene observar el sendero que seguirá el tiempo hacia el relato.

Al referirse a la mimesis I Ricoeur lo explica de este modo:

El segundo "anclaje" que la composición narrativa encuentra en la comprensión práctica reside en los recursos simbólicos del campo práctico. Este rasgo determinará qué aspectos del hacer, del poder-hacer y del saber-poder-hacer derivan de la transposición poética. Si, en efecto, la acción puede contarse es que ya está articulada en signos, reglas, normas: desde siempre está mediatizada simbólicamente.57

Lo anterior sirve para no descuidar el papel de los actores sociales en el proceso de construcción del relato. Para lo que nos ocupa, Carlos Hernández, quien sueña la selva en el relato del historiador, construye su historia a partir de lo que para él y los suyos significó poblarla. Sin pretender que Carlos Hernández sea el personaje ficticio -en todo caso ficcionalizado- del novelista, también sabemos que las acciones humanas ahí contadas se prefiguraron al modo de la hazaña. No soslayemos entonces el papel de los agentes pero tampoco pensemos que sus acciones condicionen el relato. Párrafos atrás decía que sus acciones se convierten en sugerencias. Sucede de ese modo porque la historia no es en sí misma cómica, ni trágica, ni romántica. Corresponde a quien la configura otorgarle dicho sentido, de acuerdo con las posibles explicaciones que la trama, ejercicio literario, le otorga. Además, como se ha dicho, la elección de la trama se vincula a la discursividad sobre el acontecimiento histórico y a las implicaciones ideológicas que convierten al lector en cómplice.

Ahora bien, si no la condiciona, si solamente sugiere, si es papel del autor configurar el tiempo, y si ninguna historia es éticamente neutra, ¿por qué la colonización de la Selva Lacandona aparece como epopeya? Sin extenderme tanto al respecto, basta sugerir una posible explicación: Jesús Morales Bermúdez estuvo vinculado a los movimientos indígenas y campesinos en Chiapas desde la década de 1970, incluso presidió el Congreso Indígena de 1974, del que se derivaron distintas organizaciones campesinas que posteriormente lucharon por la tenencia de la tierra.58 Jan de Vos, por su lado, se ha constituido como el historiador de la Selva Lacandona; él mismo dijo, como puede leerse al inicio del artículo, que desarrolló un sentimiento de pertenencia, de querencia, hacia ella, incluso su nombre aparece mencionado en documentos relativos a los movimientos campesinos de la década de 1970 en Chiapas.59

Estas circunstancias, las particularidades de los agentes pertenecientes a lo pre-narrado, la configuración de los relatos, incluso la configuración como refiguración (si entendemos que el testimonio de Carlos Hernández es un ejercicio narrativo, refigurado por quien lo escucha y configurado después por el mismo que lo escribe) sugieren una lectura del pasado, en este caso de la migración y colonización de la Selva Lacandona, que implica a los lectores en una de varias maneras de reconocerse en el tiempo.

 

Notas

1 Dicha reflexión me ha acompañado a lo largo de los últimos años, y la he expuesto en los libros El reino de la intriga. La construcción del pasado en ficciones históricas sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Chiapas, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, 2011, 325 p.         [ Links ], e Historia, romance y tragedia. La novelística del levantamiento tzotzil de 1869, Editorial Académica Española, Alemania, 2011, 116 p.         [ Links ] En ellos he abordado novelas e historiografías sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el levantamiento tzotzil de 1869, respectivamente.

2 Véase, por ejemplo, Peter Elmore, La fábrica de la memoria. La crisis de la representación en la novela histórica latinoamericana, Fondo de Cultura Económica, Perú, 1997, 233 p.         [ Links ]; algunos de los trabajos recogidos en Conrado Hernández López (coord.), Historia y novela histórica. Coincidencias, divergencias y perspectivas de análisis, El Colegio de Michoacán, México, 2004, 302 p.         [ Links ] y Casilda Madrazo Salinas et al., Historia y literatura. Dos realidades en conjunción, México, Universidad Iberoamericana, 2006, 203 p.         [ Links ]

3 Puede consultarse, al respecto, María Cristina Pons, Memorias del olvido. La novela histórica de fines del siglo XX, México, Siglo XXI Editores, 1996 285 p.         [ Links ]; Magdalena Perkowska, Historias híbridas. La nueva novela histórica latinoamericana (1985-2000) ante las teorías posmodernas de la historia, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2008, 371 p.         [ Links ] y Lois Parkinson Zamora, La construcción del pasado. La imaginación histórica en la literatura americana reciente, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, 303 p.         [ Links ]

4 Paul Ricoeur, "La realidad del pasado histórico" en: Tiempo y narración Vol. III, México, Siglo XXI, 2006, pp. 837-863.         [ Links ]

5 Véase Ankersmit, "Historiografía y posmodernismo". Respecto a la imposibilidad de reproducir el pasado, al modo rankeano, dice: "ya no tenemos textos ni pasado, sino sólo interpretaciones de ellos", p. 48. Véase Luis Gerardo Moreno, Historia de la historiografía contemporánea, (de 1968 a nuestros días), México, Instituto Mora, 2005, 540 p.         [ Links ]

6 Hayden White, Metahistoria, La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, Fondo de Cultura Económica, México, 2005, 422 p.         [ Links ], especialmente "Introducción"; y Ricoeur, Tiempo y narración III, específicamente el capítulo "El entrecruzamiento entre la historia y la ficción", op. Cit., Vol. III, pp. 901-918.

7 White, Metahistoria, op. Cit.; de Ricoeur, op. Cit., Vols. I y III, y de Mijaíl Bajtín, Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI Editores, 2003, 396 p.         [ Links ]

8 Ricoeur, "Tiempo y narración. La triple 'mimesis'", op. Cit., Vol. I, pp. 113-161.

9 White, "Introducción", op. Cit., pp. 13-51.

10 Bajtín, "El problema de los géneros discursivos", op. Cit., pp. 248-293.

11 Aunque Lawrence Stone hizo notar el regreso de la narrativa histórica, después de haberse eclipsado con la escuela de los Anales, existen otras corrientes historiográficas que, sin tener nada que ver con el giro lingüístico y con la filosofía posmoderna de la historia, recurren al relato de manera explícita, tanto que sus textos se leen como si fuesen literarios. Me refiero específicamente a la microhistoria italiana y a uno de sus textos paradigmáticos, El queso y los gusanos, de Carlo Ginzburg. La preocupación por la historia y la literatura también está presente en la escuela de los Anales, sobre todo en la generación encabezada por el historiador Roger Chartier. Sin emparentarla necesariamente con la novela y negando enunciados que ponen en el mismo sendero a la literatura y a la historia como géneros de ficción, en el sentido más común del término, Chartier reconoce el carácter narrativo de la historia. La distancia de los posmodernos la asume al poner por encima los criterios de verdad del historiador. Una posición similar es la que asume Michel de Certeau. El historiador, también francés, considera el ejercicio historiográfico a partir de dos operaciones: la primera de ellas es la que mantiene a la historia en el concierto de las ciencias sociales, al construir enunciados verdaderos a partir de metodologías que privilegian el criterio de verdad; la segunda es aquella que se refiere a la escritura de la historia como un ejercicio vinculado estrechamente a la literatura. Entonces encuentra que el relato es la forma en que se comunican los enunciados científicos.

12 De Vos, op. Cit., p. 154.

13 Marco Estrada Saavedra, La comunidad armada rebelde y el EZLN. Un estudio histórico y sociológico sobre las bases de apoyo Zapatistas en las cañadas tojolabales de la selva lacandona (1930-1955), México, El Colegio de México, 2007, p. 69.         [ Links ]

14 Véase Xóchitl Leyva y Gabriel Ascencio, Lacandonia al filo del agua, México, CIESAS/ CIHMECH/Unicach/UNAM/FCE, 1996, pp. 60-63.         [ Links ]

15 Estrada Saavedra, op. Cit., pp. 135-137, y Leyva y Ascencio, idem.

16 Estrada Saavedra, Ibid., pp. 157-168.

17 María Fernanda Paz Salinas, "Colonización, cultura y medio ambiente en la Lacandona", en: Xóchitl Leyva y Gabriel Ascencio, Colonización, cultura y sociedad, México, Unicach, 1997, p. 163.         [ Links ]

18 María Eugenia Reyes Ramos, El reparto de tierras y la política agraria en Chiapas, 1914-1988, México, UNAM, 1992, pp. 93-94.         [ Links ]

19 Ibid., p. 95.

20 Idem.; Sonia Toledo Tello; Fincas, poder y cultura en Simojovel, Tesis de Maestría en Antropología Social por la Unach, 1999;         [ Links ] Ana Bella Pérez Castro, "Bajo el símbolo de la ceiba: la lucha de los indígenas cafeticultores de las tierras de Simojovel", en: Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruiz (eds.), Chiapas, los rumbos de otra historia, México, UNAM/CIESAS, 2002 (1995, 1ª) pp. 301-317.         [ Links ]

21 De Vos, op. Cit., p. 98.

22 Véase Jesús Morales Bermúdez, "El congreso indígena de Chiapas: un testimonio", en: Anuario 1991, Chiapas, Instituto Chiapaneco de Cultura, 1992, pp 242-370.         [ Links ]

23 Véase Marcela Acosta Chávez, "La Quiptic Ta Lecubtesel. Autonomía y acción colectiva", en: Revista Nueva Antropología, octubre, Año/Vol. XIX, núm. 63, México, pp. 115-135, versión digitalizada, formato PDF, disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/ArtPdfRed.jsp?iCve=15906306, consulta: 28 de abril de 2009.         [ Links ]

24 Para el caso, véanse Vos, op. Cit., y Neil Harvey, La rebelión de Chiapas. La lucha por la tierra y la democracia, México, Era, 2000 (1998, 1ª, en inglés), 301 p.         [ Links ]

25 Véase Jesús Morales Bermúdez, Entre ásperos caminos llanos, la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, 1950-1995, México, Unicach/Juan Pablos, pp. 145-159.         [ Links ]

26 Ibid.

27 Acosta Chávez, idem.

28 Véase Carlos Tello Díaz, La rebelión de las Cañadas. Origen y ascenso del EZLN, México, Planeta, 2006, 347 p.         [ Links ]

29 Véase De Vos, op. Cit., p. 137.

30 White, op. Cit., p. 19. Las otras maneras de tramar, de acuerdo con White, se definen del siguiente modo: la sátira: "precisamente lo opuesto al drama romántico, es un drama dominado por el temor de que el hombre sea el prisionero del mundo, antes que su amo". La comedia: "mantiene la esperanza de un triunfo provisional del hombre sobre su mundo por medio de la perspectiva de ocasionales reconciliaciones de las fuerzas en juego en los mundos social y natural". La tragedia: "no hay ocasiones festivas, salvo las falsas e ilusorias", donde al final ocurre "la caída del protagonista y la conmoción del mundo en que vive". Ibid., pp. 18-19.

31 Ricoeur, op. Cit., Vol. III, pp. 901-912.

32 Ibid, pp. 909-912.

33 Ricoeur, op. Cit., p. 912.

34 Jesús Morales Bermúdez, Hacia el confín, novela de la selva, México, Unicach/Juan Pablos, 2003, p. 9.         [ Links ]

35 Dice Jan de Vos sobre el proceso de construcción de la selva como objeto de su investigación: "...confieso no haber podido ser siempre un observador imparcial... el análisis aquí presentado posee elementos que no corresponden a la llamada 'objetividad científica'. La Lacandona ha sido 'mi tema' durante más de 25 años y hablar de ella significa liberar sentimientos, además de expresar opiniones". De Vos, op. Cit., p. 9.

36 Ibid., p. 138.

37 Para una reconstrucción del levantamiento, véanse Vicente Pineda, Sublevaciones indígenas en Chiapas. Gramática y diccionario tzeltal, México, INI, 1986 (1888, 1ª), 492 p.         [ Links ] Jan Rus, "¿Guerra de castas según quién?: Indios y ladinos en los sucesos de 1869", en Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz (editores), Chiapas, los rumbos de otra historia, México, UNAM/CIESAS, 2002 (1995, 1ª) pp. 145-174.         [ Links ]

38 Morales, Hacia.., op. Cit., p. 36.

39 Morales, Hacia.., op. Cit., pp. 113-114.

40 De Vos, op. Cit., pp. 145-146.

41 Ibid, p. 153.

42 Morales Bermúdez, op. Cit., p. 209.

43 De Vos, op. Cit., p. 153.

44 Ricoeur, op. Cit., Vol. III, pp. 909-910, 997.

45 Morales, Hacia.., op. Cit., pp. 209-210.

46 Así ocurrió la llegada a El Limonar: "Era de madrugada cuando alcanzamos autobús. Horas después bajamos en Samaria. ¡Cuán diferente de mi primera venida! En esa ocasión, a los tres días de camino hacia Bachajón, debí sumar siete días entre la espesura de la selva. Mis pies sufrieron llagas, tan dolorosas como el desaliento en mi pecho. Me recomponía al observar las enormes toronjas en medio de los caseríos. Entre su dispendio, ni siquiera manjar para los puercos, esperanzaba prodigalidad como para asentar con mi familia, con los buenos compañeros de El Ceibal. Pero la dificultad crecía conforme el internarnos entre la espesura. Monte tras monte y tras monte se enmarañaban las siete cañadas de la selva. Durante días trasegamos sin asomo de mirada humana, sin asomo de sol, con la sola voz de nuestros escasos momentos de palabra. Siquiera el camino no era accidentado: pequeñas elevaciones, risa comparadas con la serranía en nuestros territorios". Ibid., p. 211.

47 "Todavía holgábamos el suceso cuando velascos y echeverrías, luego de cazar unos trescientos tlacuaches, prendiéronles fuego a sus colas y los soltaron entre el pueblo y las milpas, incendiando las milpas entonces secas y una grande cantidad de casas, hasta volver lo hermoso en yermo. Ocurría de madrugada. Cundió el pánico entre los moradores y corrimos hacia los ríos. La fortuna nos favoreció, pues grande como se presentaba la desgracia, pudimos salvar la vida". Ibid., p. 229.

48 Ibid, p. 234.

49 De Vos, op. Cit., p. 167.

50 Bajtín, op. Cit, pp. 252 y 258.

51 Ricoeur, op. Cit., Vol. III, p. 1002.

52 Bajtín lo expresa en estos términos: "...el oyente, al percibir y comprender el significado (lingüístico) del discurso, simultáneamente toma con respecto a éste una activa postura de respuesta: está o no está de acuerdo con el discurso (total o parcialmente), lo completa, lo aplica, se prepara para una acción, etc. " op. Cit., p. 257.

53 Aurora Pimentel considera que dicha construcción implica, al mismo tiempo, una posición discursiva ideológica. Véase El relato en perspectiva, p. 31.

54 Morales, op. CU, p. 248.

55 De Vos, op. Cit, p. 177.

56 Paul Ricoeur, en Tiempo y narración, al analizar el tiempo narrado llama al relato "el reino del como si", es decir, de la ficción, pp. 130-139.

57 Ricoeur, op. Cit., Vol. I, p. 119.

58 Morales, "El congreso...," op. Cit.

59 En correspondencia de Samuel Ruiz García, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, se le menciona como alguien que quería "exportar la revolución centroamericana a Chiapas", véase González, El reino de la intriga..., op. Cit., p. 112.

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