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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.57 Morelia ene./jun. 2013

 

Noticias

 

In memoriam: Salvador Edmundo Morales Pérez (1939-2012)

 

Agustín Sánchez Andrés

 

Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

 

El pasado 10 de noviembre falleció en Morelia el historiador y periodista Salvador Edmundo Morales Pérez, uno de los investigadores cubanos más brillantes de su generación. Su preocupación por la problemática latinoamericana le llevó a lo largo de su prolífica carrera a interesarse por múltiples facetas de la realidad histórica de nuestro continente. Desde el proceso de articulación del sistema panamericano al pensamiento de José Martí, pasando por la diplomacia mexicana en el Caribe, el profesor Morales abarcó con su siempre aguda mirada una infinidad de temas relacionados con el devenir histórico de nuestra América. Quizá sus principales aportaciones tuvieron lugar en el ámbito de las relaciones de Cuba con el resto de Latinoamérica, antes y después de la Revolución. Un proceso con el que siempre se identificó personalmente, lo que no le impidió mantener en todo momento una posición independiente e incluso crítica hacia determinados aspectos de la situación cubana, en especial durante los últimos años.

Nacido en la capital cubana en 1939, se graduó en la Escuela de Historia de la Universidad de La Habana en 1968, en una de las primeras promociones desarrolladas plenamente tras el triunfo de la Revolución Cubana. Investigador del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Cuba, del cual fue secretario científico y vice-director, Salvador Morales dirigió entre 1972 y 1978 la Sala Martí de la Biblioteca Nacional de Cuba, que después se convertiría en el Centro de Estudios Martianos, así como el prestigioso Anuario de Estudios Martianos. Durante esta etapa comenzó su fructífera relación con la Universidad Michoacana gracias a la Cátedra José Martí, que le permitió realizar dilatadas estancias de investigación en Morelia, donde impartió diversas conferencias y seminarios especializados a las primeras generaciones de historiadores michoacanos. Allí conocería a su tercera esposa, Mari Cruz Amezcua.

Diversos conflictos personales y laborales derivados de su personalidad independiente acabaron provocando su dimisión y le condujeron a una cierta marginación por parte de las autoridades educativas cubanas. Ello desencadenó su marcha a México, que tuvo lugar gracias a una invitación para incorporarse al Centro de Investigaciones "Ing. Jorge L. Tamayo", donde trabajó como investigador entre 1995 y 1999. En este último año se doctoró en la Universidad de La Habana, incorporándose poco después al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde colaboró activamente en la creación de los programas de Maestría y de Doctorado en Historia de dicha universidad. Su actividad dentro del Instituto resultó extraordinariamente fecunda, no sólo como investigador perteneciente al Sistema Nacional de Investigadores de México, sino también como maestro de las primeras generaciones de estudiantes del posgrado nicolaita en Historia, donde dejó un buen número de discípulos, participando asimismo en el ingreso de este posgrado en el Plan Nacional de Posgrados de Calidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Entre sus obras más representativas pueden citarse, Martí en Venezuela, Bolívar en Martí (La Habana/Caracas, 1985); La Primera Conferencia Internacional Americana. Las raíces del modelo hegemonista de integración (México, 1994); Entre el oro y la plata. La cuestión monetaria y el proyecto panamericano de integración (México, 1995); La diplomacia mexicana y los conflictos chilenos de 1891 (México, 1996); Espacios en disputa. México y la independencia de Cuba (México, 1998); Diplomacias en conflicto. Cuba y España en el horizonte latinoamericano del 98 (México, 1999); Relaciones interferidas. México y el Caribe, 1813-1982 (México, 2003); José Martí. Vida, tiempos e ideas (Morelia, 2004); Encuentros en la historia: Cuba y Venezuela (Caracas, 2005); Almoina. Un exiliado gallego contra la dictadura trujillista (Santo Domingo, 2008) y Cuba en rebeldía: del Moncada a Girón. Historias y memorias (Morelia, 2009).

Su compromiso político no puede desligarse de su prolífica obra. Como representante de diversas organizaciones cubanas recorrió una buena parte del mundo socialista durante la Guerra Fría. Posteriormente -y ya en calidad de historiador- realizó múltiples estancias de investigación en la mayoría de los países latinoamericanos y de la Unión Europea. Fue siempre un hombre de mundo y, por tanto, de mentalidad abierta, pero de firmes convicciones políticas en relación con los problemas que afectaban a su amada Latinoamérica y con las fórmulas políticas que consideraba más adecuadas para su resolución. La caída del Muro no le llevó a renegar del marxismo, como a tantos otros colegas, pero sí le hizo reflexionar con cierta amargura sobre las causas del derrumbamiento del llamado "socialismo real", pasando a propugnar soluciones regionales a las diversas problemáticas latinoamericanas.

Su activismo político le llevó a desarrollar una intensa actividad periodística, primero en Cuba y posteriormente en México, donde colaboró asiduamente como articulista en Excelsior y, sobre todo, en La Jornada. Su incansable actividad le convirtió probablemente en el principal promotor de la cubanidad en México, colaborando en numerosas ocasiones con la embajada y las instituciones culturales de su país en la promoción de la cultura cubana en este país y, en particular, en la celebración de las efemérides históricas relativas a la historia compartida de ambos países. En este sentido -y al margen de las diferencias ideológicas-, Salvador Morales fue siempre una sólida referencia para los sectores intelectuales o artísticos de la heterogénea colonia cubana en México.

Hombre extrovertido, amable, extremadamente culto y gran conversador, Salvador Morales supo cultivar numerosas y profundas amistades con colegas de todo el mundo. Su proverbial generosidad le llevó a acoger en su casa a un nutrido número de investigadores latinoamericanos o europeos de paso por México, convirtiendo su hogar moreliano en un gran centro de encuentro, donde continuamente convergían historiadores e intelectuales de diversos países para discutir las problemáticas históricas y actuales del continente. No fueron pocos los libros o reuniones científicas que se fraguaron en las largas discusiones que, al calor del ron y de la simpatía desbordante del anfitrión, tuvieron lugar en su casa hasta altas horas de la noche.

Su gran corazón no pudo resistir más la deslumbrante energía vital que le acompañó durante toda su vida. Su muerte supone la desaparición de uno de los historiadores latinoamericanos más comprometidos de su generación que, como contrapartida, deja un legado de 15 libros y más de cien artículos en revistas especializadas y libros colectivos publicados en diferentes países de América y Europa. Más difícil de llenar es el enorme vacío que deja a quienes le conocimos y tuvimos el privilegio de contar con su amistad. Morir, dormir... quizá soñar. Ojalá tengas dulces sueños, Salvador.

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