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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.57 Morelia Jan./Jun. 2013

 

Reseñas

 

Enrique Camacho Navarro (coord.) Pensar las revoluciones. Procesos políticos en México y Cuba

 

Claudia González Gómez

 

México, CIALC-UNAM, 2011, 169 p.

 

Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

 

El libro que en esta ocasión se comenta es producto del ambiente festivo que se vivió durante los últimos meses con motivo de dos acontecimientos significativos para la historia latinoamericana del siglo XX. Por un lado, la conmemoración del centenario de la Revolución mexicana y, por el otro, el cincuentenario de la Revolución cubana. De esta forma, la obra coordinada por Enrique Camacho se suma al ejercicio de reflexión realizado desde el ámbito académico, cuyo foco de atención se centra en hacer una evaluación de los hechos que han marcado la historia contemporánea, particularmente la que corresponde a los movimientos sociales más significativos que han dejado huellas imborrables en la memoria colectiva de América Latina.

No puedo decir que esta propuesta de análisis sobre revueltas revolucionarias suscitadas en periodos recientes es la única, ya que el interés por hacer una revisión de su impacto ha estado presente en la mayoría de las instituciones académicas de nuestro país. Baste señalar el texto titulado Las revoluciones del siglo XX, coordinado por Patricia Galeana en el que participan una decena de autores, publicado también en 2011, y coeditado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, donde se nos da cuenta, desde el punto comparativo, las implicaciones de los movimientos revolucionarios en México, Rusia, China, Cuba, Nicaragua y Vietnam, entre otros. Sin embargo, sí es posible afirmar que, a través de seis colaboraciones, en Pensar las revoluciones. Procesos políticos en México y Cuba se nos ofrece una visión distinta en el abordaje de ciertos aspectos de las revoluciones acontecidas el siglo pasado, en el contexto específico de dos sociedades latinoamericanas.

Dicho lo anterior, al inicio de este trabajo podemos encontrar el escrito de Martín López Ávalos, denominado "Vanguardistas y revolucionarios. Tradición y herencia revolucionaria en Cuba", en el cual se nos explica la categoría "élite política revolucionaria" como una noción indispensable para comprender y dar cuenta de los momentos más significativos en la historia cubana.

Su propuesta metodológica consiste en aproximarse a la historia desde sus orígenes locales. De este modo, el autor deja en claro de dónde surgieron las élites políticas que participaron en el movimiento armado cubano. Para ello, se adentra en la manera en que comienzan a socializar los miembros y cómo se van integrando dentro del partido de izquierda.

Martín López nos explica que una de las formas del reclutamiento es el activismo estudiantil, que continúa mediante la militancia política de izquierda dentro de un movimiento de renovación nacional. En este artículo se revisan algunas de las afirmaciones de la historiografía oficial cubana, y se plantean nuevas interrogantes que cuestionan ciertos argumentos que por décadas utilizó el castrismo en el poder.

Enseguida, Servando Valdés hace un recuento historiográfico acerca de la insurrección cubana. Su revisión abarca el periodo comprendido entre 1952 y 1958. En este caso, el escritor actúa como autor-lector, ya que al ser especialista en la temática del levantamiento armado y sus actores sociales, conoce a profundidad la historiografía isleña. Razón por la cual, da cuenta de las instituciones, los personajes y tópicos abordados hasta el momento, así como de las características, influencias y los controles oficiales que han dominado el espacio académico en Cuba.

Quizá una de las carencias que se pueden identificar en esta colaboración es que no se plantean nuevas preguntas y problemas de investigación surgidas de las corrientes teórico metodológicas recientes que nos sirvieran para valorar los avances y, de alguna manera, contribuyan de aliciente a las nuevas generaciones de historiadores cubanos para plantear una historia dentro de los retos interpretativos del pasado que plantea el siglo XIX. Sin duda hay que poner en claro que los dos anteriores autores enfrentan un reto grande por la dificultad de hallar fuentes confiables para abordar sus objetos de estudio debido al dominio, la desaparición o tergiversación de los documentos que ha generado el controlador gobierno en la isla, no obstante sus colaboraciones seguramente servirán como puntos de partida para nuevas contribuciones.

Posteriormente aparece la contribución -también de corte historiográfico- de Kristine Vanden, en la que realiza un análisis de la novela Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México,1 escrita por la bailarina, coreógrafa y escritora Nellie Campobello.

El método de aproximación historiográfica que nos propone Kristine, consiste en una revisión de la propuesta teórica de Johan Huizinga, planteada en su libro en Homo ludens, en la cual enfatiza la relevancia de la perspectiva lúdica en la construcción de un relato.

Desde la perspectiva de Vanden, Campobello utiliza en su texto la figura narrativa de una niña, que, utilizando un lenguaje lúdico, guía al lector a través de una compleja trama de redes que se entretejen en un conflicto social. En este caso, la Revolución mexicana.

Así pues, el elemento sorpresa que se encuentra en esta novela es la recreación del desgarrador ambiente de la Revolución mexicana, a partir de la visión de una niña, que asigna un carácter divertido al dramático entorno que le toca vivir. De esta manera, la contienda armada es representada como una travesura, en la que las acciones de los personajes y el drama de los hechos son plasmados desde una mirada particularmente distinta: la infantil.

La siguiente colaboración corre a cargo de Gloria Patricia Cabrera López, quien retoma el concepto de "utopía" como punto de partida para averiguar en la historiografía la manera cómo lo entienden diferentes autores en contextos particulares.

Cabrera asegura que "al analizar las utopías como discurso incorporado en cualquier género literario, es imprescindible examinar la posición de sus sujetos emisores y las circunstancias históricas y culturales de su producción simbólica". De ahí que su propuesta metodológica consista en confrontar las perspectivas de dos autores, a través de sus respectivas obras: Alfredo Leal Cortés con Yo soy David (1970) y Agustín Ramos con Al cielo por asalto (1979).

Hablando de temporalidad, ambas novelas coinciden con que su trama se desarrolla durante la Revolución mexicana, y con que fueron publicadas contemporáneamente. Por este motivo, Patricia Cabrera pretende encontrar en tales narraciones el lenguaje utópico que da cuenta de las ideas prevalecientes en el ámbito académico e intelectual de la época, a su parecer: reflejo del triunfo de la revolución socialista y el impacto que tuvo ésta en los círculos intelectuales mexicanos.

Enseguida el trabajo de Nadia Lie es un análisis de la película Guantanamera. Para los amantes del buen cine cubano este texto ofrece una interesante mirada teórico-metodológica para reinterpretar el género cinematográfico, específicamente para acercarse desde una postura distinta a esta divertida comedia del reconocido cineasta Tomás Gutiérrez Alea.

Si bien la colaboración de Lie posee un contenido muy sugerente, me parece descontextualizada dentro de la intención histórica que ofrece el libro en su conjunto.

Por otra parte, a través de una selección iconográfica, Enrique Camacho nos muestra cómo se ha pretendido realizar la "construcción del héroe" en el imaginario colectivo cubano.

La figura que toma este autor es la de Fidel Castro, quien es observado a través de algunas fotografías en varios momentos y circunstancias. Así, es posible encontrar en el discurso iconográfico oficial la imagen de este personaje, al que se intenta mostrar como protector y promotor del ideal de cambio social y político en la nación isleña.

Como el mismo Camacho señala: "mi propuesta es poner en relieve la necesidad de acercamiento a imágenes que en su momento salieron de tal 'sección épica', y entresacar el valor que como vestigios visuales pueden ofrecer al conocimiento de la historia de la Revolución".

A la luz de este planteamiento (p. 153), la fotografía se convierte en una herramienta mediante la cual la imagen se transforma en palabra, en texto. De este modo, el autor nos invita a repensar la historia a través de lo que podemos leer y "aprehender" de las representaciones gráficas de una coyuntura histórica determinada.

Sin lugar a dudas, la lectura de Pensar las revoluciones. Procesos políticos en México y Cuba nos permite observar múltiples formas de abordar diversas temáticas históricas, lo que ya es, por sí misma, una cualidad bastante plausible.

Otro aspecto digno de elogio radica en el hecho de que en esta obra, un importante porcentaje de las contribuciones posee la mirada del historiador "externo", es decir, que los autores son académicos extranjeros respecto de la nación a la que aluden en sus escritos. Por ejemplo, Enrique Camacho y Martín López son dos mexicanos que escriben sobre Cuba; Nadia y Kristine, ambas de origen belga, se ocupan de México y Cuba respectivamente; mientras que únicamente Servando y Gloria Patricia escriben sobre su propio terruño.

Esto, considero se convierte en garantía de que el modo en que se plasman los hechos elude subjetividades que, en ocasiones, fungen como una especie de manto protector, en tanto que anteponen "el amor a la patria".

En distinto orden de ideas, esta compilación es muestra fehaciente de que (más allá de constituirse como un objeto comparativo sobre dos procesos revolucionarios) la historia social, el análisis historiográfico, el análisis literario y la iconografía se vuelven maneras relevantes para aproximarse al pasado; conocer un poco más de nuestra propia realidad; entender y explicar las circunstancias y motivaciones de ciertos actores sociales; saber cómo fueron y en qué consistieron los hechos, quiénes participaron, cómo se les intentó representar iconográficamente, cuál fue su impacto, cómo los escribieron, y finalmente cuál es su legado.

No podría finalizar esta presentación sin mencionar que el esfuerzo colectivo en el que los historiadores nos vimos inmersos a partir de los festejos del Centenario de la Revolución y el Bicentenario de la Independencia, nos ha brindado la posibilidad de reflexionar desde el ámbito académico, acerca de escenarios pasados y presentes, con cierta distancia hacia el discurso oficial que caracterizó dichas celebraciones.

 

Nota

1 El nombre de pila de Nellie Campobello era Francisca Moya Luna. En cuanto al título original del libro encontramos pequeñas variaciones. Primero aparece como Relatos sobre la revolución villista publicado en 1931, y luego la versión prologada, en el año 2000, por Jorge Aguilar Mora, titulada Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México. Es precisamente esta última, la versión que analiza la autora.

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