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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.56 Morelia jul./dic. 2012

 

Reseñas

 

Pablo Vargas González, Gobernadores. Elecciones y poder local en el estado de Hidalgo, México, 1869-1975

 

Verónica Oikión Solano

 

México, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 2011, 280 p., cuadros.

 

El Colegio de Michoacán, A.C.

 

Me sorprende gratamente que Pablo Vargas, fiel a sus temas de política regional, se haya enfrascado en elucidar de qué manera y cómo se ha dado el ejercicio del poder en una etapa larga de la historia hidalguense.

La obra lleva por título Gobernadores. Elecciones y poder local en el estado de Hidalgo, México, 1869-1975. Su estructura está integrada por introducción, ocho capítulos, conclusiones, fuentes, entrevistas y bibliografía consultada, así como una útil cronología básica que integra paralelamente hitos fundamentales del contexto nacional con aquellos acontecimientos más significativos de la historia política hidalguense. En su conjunto el libro está escrito en un total de 280 páginas. La obra resulta un bien sustentado y matizado estudio por lo que a la cuestión político electoral se refiere.

Pablo Vargas nos ofrece una mirada devastadora sobre el significado real de la construcción de un país desde arriba, con el rejuego y contubernio de las élites políticas, sin asomo de democracia participativa y, lo que es peor, con una persistente y escamoteada justicia social. Tanto ayer como hoy todavía estamos esperando que ese ente que denominamos democracia cristalice en el bien de las mayorías.

Conforme avanzo en la lectura del libro, evoco a mi querido maestro Luis González, a quien desde luego le hubiera interesado sobremanera la obra de Pablo Vargas, quien sigue siendo un ferviente adepto y estudioso de la región, de su terruño, de su matria, como diría don Luis. Y aunque yo no soy de ninguna manera especialista sobre el caso y la historia política de Hidalgo, agradezco que su libro refrende la validez de las propuestas y los estudios regionales como una atinada ampliación de la dimensión de lo histórico. Actualmente, ya no se sostiene el dicho de que la historia nacional es una y sólo una, y en donde por fuerza tienen que reconocerse todas las regiones, todos los actores, todos los hombres, todos los procesos.

El objetivo central que persigue esta obra es precisar de qué forma se han llevado a cabo los procesos electorales en un periodo largo de la historia del estado de Hidalgo, desde la segunda mitad del siglo XIX, más puntualmente desde el periodo del restablecimiento de la República en 1869 con la integración del estado de Hidalgo, y hasta bien entrado el siglo XX, en el año de 1975. En su explicación, Pablo Vargas nos advierte que los procesos político electorales resultan vectores fundamentales para comprender la hechura de la ciudadanía, la movilización social, la articulación y el funcionamiento de los partidos políticos así como otras formas de participación y contribución políticas. Y aunque explícitamente nos precisa que analizará y revalorará las elecciones del poder ejecutivo del estado de Hidalgo, realmente va más allá al tejer una narrativa en la que se entrelazan tres dimensiones: la micro, con el recuento de las elecciones locales; el nivel intermedio revisado por el autor de manera exhaustiva para ofrecer continuidad en el esclarecimiento de los procesos y las fuerzas que actúan como determinantes para instituir el poder ejecutivo local, y desde luego el nivel macro, que exhibe elocuentemente hasta dónde las decisiones políticas del centro del país han condicionado los vaivenes regionales, sofocando y destruyendo en múltiples casos la autonomía y la soberanía de cada entidad federativa.

Llamo la atención, en estos tiempos de violencia institucionalizada, acerca de los procesos de los que nos da cuenta Pablo Vargas en su libro, y que de ninguna manera estuvieron exentos de una carga atroz de violencia política. Así, a lo largo de las páginas de la obra encontramos que esta historia político electoral del estado de Hidalgo está permeada por el factor de la violencia. De tal suerte, que el análisis que nos propone el autor resulta ser un largo y sinuoso camino hacia la paz y la estabilidad en aquel estado de la República, con sus estaciones de tránsito en donde prevalecen las lealtades de la sumisión -como el mismo autor lo ha definido con precisión en otra obra suya-. Pero también el autoritarismo, el caudillaje, el clientelismo, el personalismo, el amiguismo, el favoritismo, la subordinación, la simulación, la componenda, la intermediación y la sujeción, y lo que es peor, la corrupción política, que desde hace siglos nos rebota en la cara como ciudadanos y que hoy nos ahoga y nos aplasta como nación.

En cambio, la sociedad hidalguense, el pueblo, se ve reflejada en el libro de Pablo Vargas como una masa amorfa, apesadumbrada, sin conciencia política y corporativizada para servir de base social de apoyo que da igual que sea para un pinto que para un colorado. Sólo se acuerdan de ella los políticos como si fuese carne de cañón para armar el tinglado electoral y conducirla como se le lleva a un niño desamparado para que alimente con su analfabetismo y su nula cultura política las urnas de muchas y continuas elecciones fraudulentas. Por eso, la tranza cotidiana, el "agandalle", resulta ser parte de la idiosincrasia mexicana enraizada en el México profundo.

Aprecio mucho que Pablo Vargas y su obra vengan a llenar una laguna historiográfica en el estudio sobre los gobernadores, y es cierto que, cada vez más, distintos especialistas incursionan en propuestas muy serias que tienen el interés de abordar sus respectivas regiones. Aquí podemos hacer una mención rápida sobre el particular para los casos del estado de México, Michoacán, Puebla, Chiapas y Chihuahua.

El análisis meticuloso realizado por Vargas comprende la revisión de numerosas fuentes documentales, hemerográficas y bibliográficas, así como observación y el trabajo de campo con entrevistas a personajes de relieve. Sobre el particular me gustaría comentar que hubiese enriquecido su perspectiva regional haber hurgado en el Archivo General de la Nación, de manera específica en el Fondo Dirección General de Gobierno. Ahí se encuentran las series denominadas Elecciones Presidentes Municipales, Elecciones Diputados Locales, Elecciones Diputados Federales, Elecciones Senadores y Elecciones Gobernadores. Con una prolijidad documental, este material le hubiese sido muy útil al autor para configurar verdaderos mapas específicos de cada elección en el estado de Hidalgo. El contenido de esta fuente documental es de carácter político y ofrece de primera mano la relación entre el poder estatal y el poder federal, así como la dinámica de la vida política de cada entidad federativa. Además, los procesos político-electorales se muestran de manera minuciosa a través de dicha documentación.

También está ausente y extraño en la obra un estado de la cuestión para la temática abordada, y de manera específica para el estado de Hidalgo. No nos deja saber el autor si su investigación resulta pionera en este campo para dicha entidad federativa, aunque se perfila que así es.

Aun de esta manera, es incontrovertible que esta obra desentraña las pautas "en la formación de las élites locales y su papel en los procesos de permanencia o cambio del sistema político, nacional y local" (página 5). Para percibir esta cuestión con claridad, el autor clava su estaca inquisitiva a partir de la formación e institucionalización del Estado nacional, y se agradece desde luego su sentido de la historia, su historicidad, que le va marcando las dinámicas establecidas en los tres niveles, entre los actores políticos y los procesos coyunturales de cada elección política. Finalmente, su interpretación aprecia con nuevos ojos las persistencias, las continuidades y las rupturas en la urdimbre de la estructura político electoral del estado de Hidalgo, y por tanto resulta una radiografía de sus procesos político electorales, así como de la organización y el funcionamiento del partido oficial a nivel local y regional con selección interna de candidatos e imposición de candidaturas tanto a nivel estatal como desde la cúpula del poder federal, con respecto del poder ejecutivo local. Al mismo tiempo, la obra de Vargas expresa vivamente la integración de las redes de poder a través del intermediarismo político y los cacicazgos locales.

Para el lector no especializado este libro ofrece una serie de elementos significativos para entender, en primer término, la estructura de poder en el estado de Hidalgo, y, en segundo lugar, la evolución de su sistema político electoral desde el último tercio del siglo XIX hasta los años setenta del siglo XX. Creo que hubiese sido útil que el autor también nos explicara o nos dijera por qué este tipo de análisis requería iniciar en el último trozo del siglo XIX y por qué o a partir de qué parámetros es que lo concluye en el año de 1975. Faltó información al lector de manera explícita sobre la justificación de los límites temporales que ciñen su investigación, porque esto tiene que ver con los objetivos planteados, es decir, poner de relieve de qué manera se va construyendo la gobernabilidad del estado de Hidalgo en un largo periodo histórico. Aunque cuando se avanza con la lectura de la obra se entiende que el año escogido para iniciar la investigación -1869- tiene que ver con la creación del estado de Hidalgo y el inicio de su institucionalización política. Y que el año de 1975 cierra el ciclo de la unanimidad en el ejercicio del poder.

Al mismo tiempo Vargas explica (página 260) que con "los mecanismos políticos tradicionales en franco desgaste" y "las relaciones entre el Centro y las entidades federativas en su nivel más decadente", se pone al descubierto la crisis de legalidad y de legitimidad del sistema en su conjunto. El autor también apunta (página 260) que el conflicto de ese año de 1975 entre la élite local y la federación contribuyó "a generar en todo el país la falta de credibilidad en la política y en las instituciones".

De tal suerte que al adentrarnos en la obra encontramos un primer capítulo titulado "En la era de los caudillos y caciques" donde prevalece la ley de los hombres fuertes y su cada vez más acendrada subordinación al poder del dictador Porfirio Díaz. No hay posibilidades de desarrollo de la ciudadanía, y esto sigue imperando en la siguiente etapa denominada "Inestabilidad del gobierno local en la Revolución Mexicana", cuando hay una fuerte dispersión de fuerzas políticas y un desmembramiento del antiguo régimen.

El capítulo tercero, "En la centralización del poder en México, 1917-1925", el cuarto, "Matías Rodríguez: el maximato local y los orígenes del Partido Revolucionario, 1925-1933", y el quinto capítulo, titulado "El cardenismo y la formación de una élite política local, 1934-1937", establecen entre los tres los abigarrados y complejos procesos de institucionalización y centralización política, tamizados y confrontados con el ingrediente de la problemática local hidalguense. Aquí, en estos apartados de la obra, quedan expresados los fundamentos y los ejes en la construcción del Estado nacional posrevolucionario en el espacio hidalguense. Vulgarmente podríamos definir a los gobernadores de esos periodos como reyezuelos victoriosos en sus ínsulas "baratarias", porque intentaron y lograron tragar más pinole en el difícil trance del juego político, sobre todo Bartolomé Vargas Lugo y Javier Rojo Gómez, quienes consiguen traspasar su ámbito local y regional y codearse de tú a tú con las grandes figuras de la nueva clase política nacional: Plutarco Elías Calles, el maestro, y Lázaro Cárdenas, el discípulo que destrona al maestro y se convierte en el gran y único estadista del siglo XX mexicano.

Sólo un detalle, me parece que en el título del capítulo sexto se podrían haber modificado las fechas para darle continuidad con respecto al capítulo anterior que termina en 1937. El título del capítulo sexto debería haber retomado el año de 1937 o el de 1938, y no el de 1941, como aparece en el título de manera inexacta.

En los dos últimos capítulos (el séptimo, "La estabilidad y la hegemonía del Partido Único, 1951-1963", y el octavo "Del autoritarismo y la crisis política, 1964-1975", se constata finalmente cómo la élite hidalguense y su clase política se han amoldado a la fuerza y no sin fricciones, disputas violentas, golpes de mano, madruguetes, desaparición de poderes, a la era de la uniformidad del sistema político, al Leviatán del presidencialismo mexicano.

Concluyo recomendando ampliamente la lectura del libro del doctor Pablo Vargas González, Gobernadores. Elecciones y poder local en el estado de Hidalgo, México 1869-1975, porque muestra de manera fehaciente la fisonomía autoritaria y primitiva de la política mexicana; el vínculo, las redes y el entramado local hidalguense con sus encuentros y desencuentros con respecto del centro político de la nación; el desgaste de los acuerdos y de los perfiles de lealtad habituales entre los grupos políticos con capacidad de influencia, y los graves conflictos y los retos por venir de lo que significa la puesta en marcha de una verdadera transformación del sistema político mexicano en este azaroso y fatídico siglo XXI que trae a cuestas un enorme legado de impunidad y de crímenes de Estado.

¡Enhorabuena! por la publicación de esta nueva obra producto del trabajo intelectual de Pablo Vargas González. Reitero al público lector la invitación para leer y conocer en detalle este libro que nos habla de cómo la élite revolucionaria institucionalizó la forma autoritaria de gobernar. El estado de Hidalgo y la República toda merecen plantearse ahora nuevos desafíos para construir una democracia desde abajo, es decir, una nueva transformación revolucionaria.

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