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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.56 Morelia jul./dic. 2012

 

Reseñas

 

Felipe I. Echenique March y Alberto Cué García, Miguel Hidalgo y Costilla. Documentos de su vida: 1750-1813

 

Moisés Guzmán Pérez

 

Investigación, recopilación, transcripción, edición y notas de..., fotografía de documentos y captura de textos de León Felipe Echenique Romero, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009, 4 volúmenes. (Obra completa)

 

Instituto de Investigaciones Históricas Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

Si tratáramos de hacer un recuento de la producción historiográfica que se ocupa de los principales caudillos de nuestro proceso de independencia en su etapa insurgente y trigarante, veríamos sin mucha dificultad que las figuras más estudiadas desde las primeras décadas del siglo XIX hasta la fecha, han sido Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón y Agustín de Iturbide y Aramburu. Más allá de la carga ideológica y de los posicionamientos que buscan exaltar la importancia de uno u otro movimiento en el logro de la independencia, lo cierto es que evocar los apellidos de Hidalgo, Morelos e Iturbide ha dado motivo para que se publique una gran cantidad de libros, artículos y folletos que tratan de dar cuenta de sus vidas antes de 1810 y ponderar su papel durante la guerra.

Una parte de esa historiografía fue la que se dedicó a reunir documentos inéditos, muchos de ellos provenientes de archivos públicos y privados que dieron a conocer en varios volúmenes. Otros escritos provenían de obras históricas de diversa calidad y manufactura que también fueron incorporados a las compilaciones documentales, aunque sin aquilatar su verdadera importancia ni su autenticidad.

Sin contar los portentos de obra que nos legaron Juan E. Hernández y Dávalos y Genaro García, quienes reunieron textos de una temática muy diversa, si de compilaciones se trata, me parece que es acerca de Morelos de quien más se han reunido y publicado selecciones documentales de manera específica: Enrique Arreguín Oviedo en 1913; la Secretaría de Educación Pública en 1927; José R. Benítez en 1947; Antonio Arriaga Ochoa y Joaquín Fernández de Córdoba en 1965; Ernesto Lemoine Villicaña en 1963 y 1965; Carlos Herrejón Peredo entre 1984 y 1987, y el Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo en 1991, son sin duda los mejores exponentes.

Después vendría el padre Hidalgo; algunos de los escritos relacionados con las distintas etapas de su vida fueron dados a conocer en artículos y libros por Nicolás Rangel en 1930, Edmundo O'Gorman en 1946, Antonio Pompa y Pompa en 1960, David Brading en 1970, Carlos Herrejón Peredo en 1985, Ramón Alonso Pérez Escutia en 1992, Moisés Guzmán Pérez en 1996 y 2003 y Ricardo León Alanís en 2010, sin contar desde luego con la notable Biblioteca de Nicolaitas Notables que desde 1981, cada 8 de mayo publicaba un libro sobre Hidalgo, en algunos de los cuales se incluyeron por primera vez documentos únicos sobre su vida. De Iturbide podríamos decir algo parecido. Tanto instituciones como particulares se dedicaron a reunir papeles sobre distintas facetas de su persona y los hicieron del dominio público. Entre las primeras sobresale el Archivo General de la Nación en 1926 que dio a conocer la Correspondencia y el diario de Iturbide en tres tomos, y la Secretaría de la Defensa Nacional en 1945, que por medio de Vito Alessio Robles publicó La correspondencia de Agustín de Iturbide después de la Proclamación del Plan de Iguala, en dos tomos. En cuanto a las compilaciones realizadas por particulares, destacan la de Mariano Cuevas en 1947 y la de José Gutiérrez Casillas en 1977.

Ahora contamos con la compilación documental más amplia que hasta la fecha se ha realizado en torno a la vida y la circunstancia histórica de don Miguel Hidalgo y Costilla. Se trata de cuatro gruesos volúmenes que oscilan cada uno de ellos entre las 500 y las 600 páginas, y que juntos reúnen 563 documentos relacionados con la vida del prócer, algunos de ellos inéditos. Los dos primeros se ocupan de la vida preinsurgente del cura, de sus antecedentes familiares, de su formación y ministerio sacerdotal, así como de los problemas que enfrentó con el tribunal de la Inquisición, la haceduría del obispado y la Real Caja de Consolidación antes de 1810; mientras que los otros dos se refieren al ambiente político que condicionó el accionar del caudillo revolucionario, su principales bandos y proclamas de lucha, los nombramientos y títulos que expidió, así como el proceso inquisitorial y militar al que fue sometido y que lo conduciría finalmente al paredón.

La obra fue editada en México por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y va acompañada de una presentación de Arturo Soberón Mora, una introducción del compilador, Felipe Echenique, y una nota aclaratoria sobre las características y criterios de la edición a cargo de Alberto Cue García. Al final de cada volumen aparece un pertinente, útil y necesario índice onomástico y toponímico, y un índice cronológico de los documentos reunidos, aspectos que se repiten atinadamente en el resto de los volúmenes. El último de ellos incluye una "cronología documental" que sirve de contexto al lector, para conocer lo que estaba ocurriendo en esos momentos en el virreinato y fuera de él. También aparece un registro cronológico de los discursos y las publicaciones en torno a Hidalgo desde 1812 hasta el 2009, aunque con algunas ausencias.

No se puede negar el gran mérito que tiene esta obra, detrás de la cual está presente el compilador y su equipo de colaboradores. Todos aquellos que han realizado alguna vez este tipo de tarea, saben muy bien que se trata de un trabajo arduo y cansado, que requiere muchas horas de esfuerzo y dedicación para localizar los documentos, transcribirlos y corregir las pruebas previas a la impresión. Y eso es digno de reconocerse.

En suma, la obra tiene la característica de ser un corpus documental "Hidalguiano" con el cual los historiadores podrían intentar construir una imagen distinta a la que el "revisionismo histórico" de los últimos años nos ha dejado. Es precisamente en este punto en el que centra su interés el compilador. La crítica de Felipe Echenique es contra "el revisionismo" y particularmente contra el historiador michoacano Luis González y González, quien apoyado en la fama que le precedía por su entonces novedoso enfoque de acercarse al pasado desde la "microhistoria", no perdía oportunidad para cuestionar la personalidad del cura Miguel Hidalgo, pero sin investigar ni conocerlo realmente. Era una visión muy cercana a la que nos dejó Lucas Alamán en el siglo XIX, y la cual aún comparten no pocos historiadores de nuestros días.

Por otro lado, el estudio de Echenique pasa revista por los autores y las obras que vendrían a convertirse en pilares documentales para el estudio de la independencia: el ya mencionado Hernández y Dávalos con sus Documentos históricos de la guerra de independencia de 1808 a 1821, en seis volúmenes; y García con sus Documentos históricos mexicanos en siete tomos; Luis González Obregón y sus Ensayos históricos y biográficos publicados por la editorial Botas en 1937; Antonio Pompa y Pompa y la edición de los procesos inquisitorial y militar seguidos a Miguel Hidalgo y Costilla, obra que fue reeditada por la Universidad Michoacana en 1984. Asimismo, son reconocidos los aportes de Agustín Rivera, Nicolás Rangel, Edmundo O'Gorman, David Brading, Carlos Herrejón y Ramón Alonso Pérez. Además, pondera de manera muy significativa la colección de documentos sobre Miguel Hidalgo y su familia, rescatados y ordenados por Eric van Young y su equipo de colaboradores, los cuales se resguardan en la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe, en la ciudad de México.

Y ya que hablamos de "revisionismo", la lectura de esta obra nos sirve de fundamento para cuestionar visiones sesgadas e imprecisas sobre la insurgencia y el perfil de sus principales protagonistas. En un artículo relativamente reciente publicado en España en la revista La Aventura de la Historia, año 12, núm. 136, del año 2009, titulado: "El cura Hidalgo. Revolución desde el púlpito", de la autoría de Alfredo Ávila, el autor dejó escritas las siguientes aseveraciones: que "su vida no generó muchos documentos antes de septiembre de 1810"; que nació "el 8 de marzo de 1753"; que ocupó la rectoría del "Seminario de San Nicolás Obispo" y que "consideraba que debían suprimirse los privilegios de los pueblos indígenas, para que estuvieran en posibilidad de competir en igualdad de condiciones con los españoles".

Si bien algunas de estas imprecisiones pudieron deberse a errores de dedo que a la mayoría de los historiadores nos suelen pasar, o al cuidado de la edición por parte de los responsables de la revista, otras aseveraciones en cambio, nos permiten comprobar el relativo conocimiento que en el medio académico se tiene sobre la vida de uno de los actores fundamentales de nuestro proceso de independencia. Sólo basta hojear el contenido de los dos primeros volúmenes de la obra de Echenique, para constatar que aquellos postulados no estuvieron bien fundados.

La historia la escribimos a partir de "datos duros", de hechos ciertos y comprobables que son recopilados, organizados, analizados e interpretados tratando de responder a una problemática objeto de estudio; con hipótesis de trabajo que guían nuestra investigación y bajo marcos teóricos y principios metodológicos propios de nuestra disciplina, cuyos resultados, al ser publicados y discutidos en foros académicos de distinta índole, nos permiten avanzar en el conocimiento y la comprensión de nuestro pasado. Resulta difícil conformarse sólo con "una nueva interpretación" del proceso de la independencia, sin atender a los nuevos hallazgos y evidencias documentales que pueden ratificar, matizar o definitivamente cambiar nuestra interpretación de los hechos, como sugieren algunos autores. Es por eso que considero esta publicación una de las más valiosas para repensar la figura del padre de la patria.

No obstante este notable esfuerzo, que debería ser imitado para otros personajes clave de nuestra historia, todavía se dejaron algunos cabos sueltos. Entre el deseo inicial del compilador, de reunir "todos los materiales hasta ahora editados" relacionados con la vida de Hidalgo -como se afirma en el volumen i, pp. 16 y 17 del estudio-, y la conclusión a la que llegó de que "algunos documentos editados por otros historiadores [quedaron] fuera de esta compilación documental" -como se escribió en el volumen iv, p. 19 de la introducción-, parece que finalmente se impuso esto último.

¿Qué es lo que lamentamos en esta obra? En primer lugar, que el autor y su equipo de colaboradores hayan detenido la compilación de documentos sobre Hidalgo en 1992, cuando en 1996 y 2003 en Morelia, Michoacán, y en 2003 en León, Guanajuato, continuaron publicándose documentos inéditos sobre la vida revolucionaria del prócer, que hubieran redondeado y enriquecido notablemente la presente compilación. Se trata de más de medio centenar de documentos que aparecieron publicados en las siguientes obras: Miguel Hidalgo y el gobierno insurgente en Valladolid; La independencia en León. Testimonios documentales del Archivo Histórico Municipal de León; y "Siendo colegial de dicho colegio..." Miguel Hidalgo en el Colegio de San Nicolás, 1765-1792. En el último título la ausencia es explicable, pues apareció en el año 2010, pero los dos primeros se conocen desde el año 2003 por lo que no hay excusa para no incluirlos.

Otro punto que me parece relevante y que debió señalarse con una advertencia o una nota al pie, es lo relativo a algunos documentos apócrifos atribuidos a Hidalgo o que al menos se duda de su autenticidad, y que un lector no especializado en el tema podría considerar como auténticos. Veamos tres ejemplos. El primero de ellos es el que Ernesto Lemoine consideró como la primera proclama del caudillo, dada en el atrio de la parroquia de Dolores el 16 de septiembre de 1810 (Vol. 3, p. 54). Una cuidadosa lectura del documento permite observar que este escrito se elaboró varias semanas después de la fecha mencionada, puesto que se refiere a acontecimientos ocurridos en Celaya, San Miguel, Irapuato y la propia ciudad de Guanajuato (p. 56). Por otro lado, ponemos en duda que sea de la paternidad de Hidalgo por el tono laudatorio en que se refiere a Fernando Séptimo, cuando sabemos que para el cura, desde fecha muy temprana, el monarca no era otra cosa que un "ente de razón" que sólo existía en la mente de las personas (p. 57).

El segundo es aquel que supuestamente expidió el caudillo en Celaya el 21 de septiembre de 1810 dirigido al intendente Riaño (Vol. I, pp. 64-66), hablándole de los derechos de los "mexicanos" cuando sabemos que no era de esta manera como los insurgentes se identificaban, sino como "americanos". En ese mismo escrito Hidalgo le reafirma su identidad de "hijo de Guanajuato", cuando lo común era que se considerara "michoacanense" en alusión a su pertenencia al obispado. Además, el hecho de que se omita el título de capitán general de América con el que Hidalgo firmaba sus cartas, proclamas y manifiestos, y el que no exista una carta de respuesta por parte de Riaño a la misiva de Hidalgo, confirman su carácter apócrifo.

Otro documento del que se duda su autenticidad es el "Bando insurgente" atribuido a Hidalgo y Allende, firmado en Matehuala el 13 de mayo de 1811 (Vol. IV, pp. 307-309). El problema quizá no está en el contenido del bando, sino en los desfases cronológicos y en el uso de algunos términos empleados en el documento, que no concuerdan con otros ejemplares del mismo bando. Para el 13 de mayo Hidalgo y Allende ya habían sido capturados en Acatita de Baján y se les había iniciado proceso en Chihuahua; mientras en el documento de San Miguel el Grande se habla de "Divisiones del Estado de América", el del cabecilla Manuel Muñiz sólo habla de "nuestras Divisiones"; mientras en el primero aparece una secuencia descriptiva de las órdenes, en el segundo vienen numeradas. Y así como éstas existen otras.

Estos señalamientos no demeritan en nada la obra, sólo buscan precisar algunos puntos que podrían generar confusión entre los lectores. Ojalá sean muchos los que puedan leerla.

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