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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.55 Morelia ene./jun. 2012

 

Reseñas

 

Guadalupe Villa Guerrero, Élites y Revolución en Durango

 

Graziella Altamirano Cozzi

 

Conaculta/Instituto de Cultura del Estado de Durango, México, 2010 (Colección Bicentenario), 244 pp.

 

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

 

 

El libro Élites y Revolución en Durango, publicado en el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución mexicana, aborda una temática que ha tomado interés en la historia regional y las historias estatales: las élites y los grupos de poder.

Las élites han sido estudiadas como segmentos de una capa social elevada, cuyos integrantes generalmente actúan dentro de una estructura de desigualdad social. Han sido definidas como grupos dirigentes dentro de la sociedad, los cuales tienen poder y ejercen dominio y control económico. La élite del Durango porfiriano responde a esta definición; estaba conformaba por un cerrado grupo de la alta sociedad cuyos miembros figuraban en la esfera del poder político y controlaban la economía estatal. En su mayoría eran dueños de grandes extensiones de tierra y algunos de ellos emprendieron nuevas formas de explotación en sus haciendas agrícolas y ganaderas para diversificar sus capitales e invertir en exitosos negocios. Para ello aprovecharon sus activos sociales, políticos y económicos y manejaron hábilmente estrategias y alianzas de amistad y parentesco, elementos que resultaron clave en la marcha de sus negocios.

Guadalupe Villa se pregunta cuál fue el grado de participación que tuvo la élite durangueña en la ruptura de las relaciones sociales y advierte que "quizá esta élite fue el factor detonante" de la revolución "favorecido por un ambiente político de extraordinaria corruptibilidad", (p. 16) Para profundizar en su estudio dirige la atención al Partido de Cuencamé, jurisdicción territorial donde existía un añejo conflicto agrario y "había una comunidad combativa, un pueblo de origen indio, ya amestizado, que heredó un sentido de preservación y defensa de sus raíces y modo inveterado de vida", (p. 14)

A través de un nuevo enfoque la autora pretende contribuir a dilucidar las causas que llevaron a los moradores de Cuencamé a incorporarse a la lucha armada y señala, como hipótesis principal, que la "Revolución en Cuencamé estuvo estrechamente vinculada no sólo a la lucha por la tierra" -como la tradición historiográfica lo ha venido señalando-, "sino también a una serie de factores emanados de la competencia entre diversos actores sociales por el usufructo y la explotación de los recursos naturales". Afirma que fue "el resultado de variadas y múltiples combinaciones en una intrincada red de intereses, lo cual generó desavenencias entre hacendados y campesinos, industriales y agricultores, entre los mismos terratenientes o empresarios; entre capitalistas nacionales contra extranjeros o viceversa; entre asociaciones de mexicanos con foráneos, etcétera, etcétera", (p. 14)

Entre los integrantes de la élite de Durango que llegaron a conformar uno de los grupos familiares más representativos de la alta sociedad decimonónica y que participaron activamente en la economía estatal, destacaron los López Negrete, familia protagónica en esta obra, aunque Villa advierte que el tema a profundizar es más bien el espacio regional en el que interactuaron sus integrantes.

Los ubica en una posición estratégica de enlace entre hombres con facultad de decisión, poseedores de un extraordinario poderío alcanzado por la forma de concentración económica y por el control político ejercido en Durango durante casi medio siglo.

Con el título de "Las raíces y las razones", en el capítulo I se indaga el origen de esta familia para rescatar al primer López Negrete que se estableció en el estado de Durango hacia finales del siglo XVII, procedente de Villasante y se le sigue la pista, ubicando a varios de sus descendientes en una de las principales ramas de la genealogía familiar. La autora profundiza en la trayectoria profesional, política y económica del tronco de esta rama, que fue Ladislao López Negrete y finalmente, relaciona el poderío que llegó a tener, con los conflictos por reclamos de tierras que se suscitaron en el partido de Cuencamé, donde se ubicaba su hacienda de Sombreretillos. Se remonta a los orígenes del conflicto agrario en Cuencamé y desmenuza la añeja contienda judicial entre los pueblos ocuilas y la hacienda de Sombreretillos, evidenciando el impúdico contubernio entre el hacendado y las autoridades gubernamentales. Este escrutinio la lleva a poner en tela de juicio la versión generalizada que ha pasado a la historia sobre el despojo de tierras que los López Negrete hicieron a los ocuilas, sugiriendo que "por un error de medición" y por un lento y pacífico desplazamiento, los terrenos de la hacienda fueron invadidos por la gente de Ocuila -que no pudo comprobar su titulación- y no al revés, como se ha venido afirmando. Y deja la interrogante abierta.

La contienda judicial con los pueblos unidos de Santiago y San Pedro Ocuila, la complicidad con las autoridades gubernamentales y la represión y la violencia que desplegaron los miembros de la familia López Negrete contra esos pueblos explican la cuota de culpabilidad que se les dio por el estallido de la revolución en esa parte del estado, y sus violentos alcances en la década de 1910 a 1920.

Guadalupe Villa aclara que no pretende hacer un estudio de familia de los López Negrete, aunque considera como un "aspecto central en el análisis de causa-efecto" las condiciones en que los terratenientes lograron ejercer su poder en el ámbito regional a través del manejo de las redes y las alianzas de parentesco". (p. 20) Centra su interés en el estudio del desarrollo histórico de la región y reconstruye los sucesos acaecidos en Cuencamé y su área de influencia a fines del siglo XIX y principios del XX, abordando el caso de los López Negrete para explicarse el malestar originario y la combatividad de la gente.

De esta manera, la autora examina a fondo ciertos fenómenos regionales ocurridos en el partido de Cuencamé, al que define como "el asentamiento de una múltiple pero veleidosa economía" (p. 11) donde existió una amplia gama de actividades agrícolas, ganaderas, mineras e industriales, las cuales alcanzaron un gran dinamismo al entrar a la órbita económica de La Laguna, región que atrajo grandes capitales, gracias a una bien distribuida red ferroviaria y a los avances tecnológicos que optimizaron los procesos productivos.

En este campo de relaciones tan complejas, uno de los actores principales en el libro es el guayule, al que podríamos llamar "la planta de la discordia". El capítulo II, titulado "Desafíos del capitalismo" está dedicado a esta planta silvestre productora de látex. En él se destaca la comercialización de la agricultura y la importancia de la industria guayulera, subrayando la competencia que llegó a existir entre distintos sectores sociales por el abastecimiento de mercados, tanto nacionales como extranjeros. El guayule actuó como un elemento nodal de los conflictos interregionales cuando al despuntar el siglo XX la naciente industria del caucho acarreó consigo un acelerado desarrollo técnico, agrícola, industrial y comercial, y encontró en la planta una valiosa fuente adicional de abastecimiento. En las tierras guayuleras de la Comarca Lagunera y de la región oriental de Durango, principalmente en el partido de Cuencamé, se desató una dura competencia por su control y comercialización, convirtiéndose en causa de grandes disputas entre terratenientes, empresarios nacionales, extranjeros y pueblos.

En Cuencamé se agudizó el desequilibrio e inequidad en la concentración de la propiedad agraria porque ahí estaban ubicados varios de los mayores latifundios del estado. Las grandes haciendas de Durango, principalmente las de esta región, se habían transformado durante el Porfiriato a partir de que sus propietarios invirtieran en ellas con el fin de obtener mejores rendimientos. Y en este proceso de modernización en el que los terratenientes incrementaron considerablemente su riqueza, también participaron los López Negrete con la apertura de nuevos cultivos y sistemas de irrigación, así como con el levantado de cercados en los límites de los terrenos. Historiadores como David Walker que estudiaron la región, afirman que en este proceso las haciendas pasaron de la agricultura de subsistencia a la agricultura comercial, lo que modificó visiblemente el tipo de relaciones sociales que tenían los hacendados con sus trabajadores y con los pueblos vecinos y, provocó, a su vez, una fuerte reacción de amplios segmentos afectados en las comunidades rurales.1 Así, la modernización de la agricultura y la reactivación de la economía agravaron las tensiones agrarias e intensificaron las disputas por la tierra, cuyo valor se incrementó considerablemente también con el florecimiento del guayule.

Los hacendados buscaron, en su mayoría, salvaguardar sus intereses y afianzar sus derechos de propiedad, modificando usos y costumbres con respecto a los pueblos vecinos que tenían tierras comunales, así como con los mismos trabajadores de sus haciendas, impidiendo el acceso a los agostaderos, a las tomas de agua o a los recursos de la tierra, pero también, como refiere la autora con relación al guayule, intentando asegurarse la producción guayulera a través del control del mayor número de terrenos por compra, arrendamiento o despojo hasta llegar a la violencia por medio de desalojos y expropiaciones llevados a cabo con el apoyo y la protección de las autoridades. Los estudios que se han hecho sobre esta región comprueban que todo ello generó conflictos, provocó rezagos en la estructura social y mantuvo un clima de inconformidad durante los años previos a la Revolución, que desembocó en un movimiento agrario de grandes alcances apenas iniciada la lucha armada.

En los últimos años del Porfiriato numerosos pueblos libres en Durango habían perdido sus tierras, lo cual venía generando denuncias, pleitos y enfrentamientos por los derechos de posesión. Los vecinos de distintas comunidades invadían los terrenos usurpados por las haciendas y los hacendados defendían sus propiedades de los inconformes, valiéndose de los contactos y privilegios que tenían. En el partido de Cuencamé, principalmente, como bien dice la autora "los conflictos agrarios se convirtieron en regla y no en excepción", (p. 73) Las tierras en disputa con la hacienda de Sombreretillos, como las de otras haciendas de la región que tuvieron los mismos problemas con los pueblos vecinos, contaban con grandes cantidades de arbustos de guayule, y esto llevó a los López Negrete y a otros hacendados a incorporarse al abasto agrícola para la exportación, lo que agudizó los pleitos y revivió antiguos litigios por la tierra.

En el último capítulo, "La Revolución en marcha", la autora refiere los sucesos de la lucha armada enfocando su atención en Cuencamé y su gente, de donde habría de salir una gran parte del pie veterano de la Revolución, principalmente de las fuerzas vi-llistas. Rastrea el último y prolongado litigio de los López Negrete tratando de recuperar su propiedad, después de que los ocuilas se posesionaron de los terrenos de los que habían sido violentamente expulsados. Desde los primeros meses de la lucha, estos pueblos se habían hecho justicia por su propia mano, manteniendo el dominio y usufructo de las tierras, las cuales no volverían a poseer los López Negrete.

La revolución en Durango se manifestó como un vigoroso movimiento de corte social en el que se reflejó desde sus inicios la marcada inconformidad que prevalecía en las áreas rurales de la entidad. La creciente agitación popular impulsada por circunstancias de carácter local, como fue el caso de Cuencamé, apuntó invariablemente contra los poderosos del antiguo régimen y uno de los procedimientos que desde los primeros meses de la revuelta empezó erosionar el poder que tenía la oligarquía terrateniente fue la apropiación de sus tierras y la destrucción de sus haciendas, como lo hicieron en este caso, los ocuilas, con la hacienda y las tierras de Sombreretillos.

La élite porfiriana se fue resquebrajando durante las distintas fases de la lucha armada. Las acciones confiscatorias y destructivas de la gran propiedad ocasionaron el éxodo de las principales familias, entre ellas los López Negrete, su desplome económico y su aniquilamiento político. Y aunque la revolución dejó en Durango raíces de un gran significado social que propiciaron el surgimiento de movilizaciones agraristas en décadas posteriores, la autora sugiere que los resultados no fueron muy alentadores, por lo menos en algunas áreas como Cuencamé, y concluye con un párrafo desalentador: "La política populista y el reparto agrario per se no remedió en nada las aflictivas condiciones sociales de la gente del este de Durango. Actualmente no queda en pie sino un pequeño paredón de lo que alguna vez fue la hacienda de Sombreretillos, la región luce abandonada y la riqueza que alguna vez proporcionó el suelo eriazo, está agotada. Sin guayule ni mezcal, sin ganadería ni agricultura, a los ocuilas del siglo XXI sólo les queda el recuerdo de aquella generación que luchó por recuperar las tierras que, sostuvieron siempre, les fueron arrebatadas por los López Negrete y recuperadas a costa de mucha sangre derramada".

La obra cierra con un "Epílogo" que presenta un panorama general de la situación agraria de Durango durante los años posrevolucionarios. Contiene algunas reflexiones sobre los resultados de la revolución en la entidad y se refiere al destino final de la hacienda de Sombreretillos. Para Guadalupe Villa la revolución en Cuencamé apenas si modificó las estructuras sociales prevalecientes.

El libro es una contribución a los estudios regionales sobre élites y grupos de poder. Está sustentado en numerosas fuentes provenientes de archivos de Coahuila, Durango y Distrito Federal, una amplia hemerografía y abundante bibliografía. Contiene un anexo con cuadros, gráficas y mapas.

 

Nota

1 David Walker, "Homegrown Revolution: Santa Catalina del Alamo y Anexas and Agrarian Protest in Eastern Durango, México, 1897-1913", Hispanic American Historical Review, Duke University Press, vol. 72, núm. 2,1992, p. 241.         [ Links ]

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