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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.52 Morelia Jul./Dec. 2010

 

Reseñas

 

Paco Ignacio Taibo II, Temporada de zopilotes. Una historia narrativa de la Decena Trágica

 

Carolina Campos Chavéz

 

México, Editorial Planeta, 2009, 155 pp.

 

Programa de Maestría en Enseñanza de la Historia. Instituto de Investigaciones Históricas. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

 

Temporada de zopilotes, publicación más reciente de Paco Ignacio Taibo II, narra un episodio que conmovió a la sociedad mexicana en los primeros suspiros del siglo XX. El autor, sin proponérselo, identifica que la decena trágica tiene un antecedente de largo plazo, una dictadura militar. Porfirio Díaz gobernó por treinta y cuatro años, donde una mayoría de los trabajadores –rurales y obreros– y una oligarquía de fuertes rasgos aristocráticos, componían la estructura poblacional mexicana. Los derechos políticos de una "república burguesa" no existieron más que en el papel. La dictadura porfirista se mantuvo por su auto-reelección y esto, junto a otras situaciones; como el desgaste del gobierno a través de los años y del propio liderazgo de Díaz, hizo que la situación fuera detonando en un proceso de ruptura extrema.

A principios del siglo XX, México era un país en el que las resonancias de la revolución industrial no tenían más de medio siglo por lo cual, como sucedió en muchos otros países, el liberalismo económico se empeñaba en convertir a un México rural, con rasgos muy marcados del feudalismo, hacia un país moderno, bajo el nuevo sistema capitalista.

La burguesía incipiente y con mayor poder económico empezó a desplazar a los terratenientes y latifundistas, el Estado mexicano cumplía la función de salvaguardar los "ideales" del liberalismo económico. Porfirio Díaz impulsó una modernización que se reflejó en sus obras públicas: infraestructuras viales, monumentales avenidas y edificios a la usanza europea le ayudaron a sostener su régimen apoyado en la clase dominante y en una estructura visual, sin hacer cambios sustanciales a la situación de miseria del campo y de la ciudad, en la que fue sumergiéndose el país. Así no fue extraño el surgimiento de una oposición in crecente, cuyos planes para modificar las condiciones políticas y sociales del país fueron más profundas y dramáticas de la que muchos sospecharon.

Así, llegados los numerosos levantamientos armados alrededor del país, durante 1906, 1907, 1908, dirigidos por la junta organizadora del Partido Liberal Mexicano, se fortalece el movimiento "democrático" en 1910 liderado por el acaudalado empresario Francisco I. Madero, que procuró aglutinar a todas las fuerzas políticas, sociales y económicas para conseguir un orden social nuevo. Su proyecto buscaba un sistema más democrático.

Para principios del siglo XX, México presentaba una desigualdad social extrema. La mayoría de la población sobrevivía en la miseria, una buena parte de ésta eran asalariados agrícolas y en menor medida obreros de las pequeñas ciudades. Como contraparte se beneficiaban del Estado y sus finanzas públicas una minoría de privilegiados hacendados, capitalistas extranjeros y nacionales, altos mandos del ejército; quienes exhibían el poder económico. Sin embargo, el poder político estuvo concentrado en una élite burocrática, con Díaz a la cabeza.

Para Taibo II, una revolución es también la oportunidad para que proliferen oportunistas, demagogos y populistas –es decir "zopilotes"–, que haciéndose pasar por amigos de los pobres en rebelión; prometieron vida digna para ellos. Para entender correctamente el curso de la Revolución Mexicana, señala el autor, es indispensable tener en cuenta las dos principales opciones políticas que se presentaron para dar rumbo al descontento social que ya alcanzaba su máxima expresión. A entender, el demócrata burgués Francisco I. Madero con su postulado reformista de "Sufragio Efectivo, No Reelección" y antagónicamente el grupo revolucionario de la Junta Organizadora del PLM con "Tierra y Libertad", liderado por Ricardo Flores Magón.

Francisco I. Madero fue fundador y candidato opositor. Lo fue por parte del Partido Antirreeleccionista para los comicios de 1910 en las cuales Porfirio Díaz se reelegiría una vez más. Representaba la oposición democrático-burguesa a la dictadura porfirista. Primeramente planteaba una transición pacífica por medio de la "contienda electoral" que la entendía como el deseo de que todos los ciudadanos concurrieran a los comicios, para que los funcionarios públicos electos se deban a sus electores. Además, quería que por medio del sufragio, el pueblo obtuviera libertades y se asegurara un régimen constitucional.

La naturaleza del sistema político imperante reaccionó, encarcelando a la oposición antes del día de los comicios debido a la popularidad alcanzada por esta última. Al caer Madero en la cárcel quedó claro que cualquier transformación, incluso la más reformista, al régimen dictatorial no se lograría sino era por medio de la violencia. Es así, cuando la oposición reformista burguesa decide tomar las armas para destronar a Díaz.

Libre Madero lanza el Plan de San Luis del 5 de octubre de 1910, desconociendo las elecciones en las cuales se reeligió Díaz. La transformación política que propuso Madero, puntualiza Taibo II, estaba basada en derechos políticos pertenecientes a una república democrática burguesa que no concordaban con las reales exigencias de un pueblo sumido en problemas menos políticos.1 En 1909 el Programa del Partido Antirreeleccionista lo expresaba proponiendo convenciones electorales integradas por delegados, representantes del pueblo y de los diversos partidos contendientes.

Una vez derrotada la dictadura y Madero consagrándose como el nuevo jefe del poder político del Estado, surge la contradicción entre las premisas democrático-burguesas y las aspiraciones del pueblo que ansiaba participar, ya que en términos generales, la mayoría de la población no estaba al tanto de los avatares políticos, aunque de alguna manera éstos los afectaran directamente. La libre manifestación, la libre expresión, la designación de los funcionarios estatales por medio del voto, entre otros; no existían mas que en el papel. A través de estos procedimientos viciados era difícil que las decisiones beneficiaran al menos económicamente a la población más necesitada.

Ahora, digamos las cosas como son: Madero pertenecía a una burguesía nacional desplazada del poder político del Estado Mexicano porfirista. Tal poder respaldaba principalmente a los capitales imperialistas y en menor medida al débil capital nacional. Por lo tanto, esta burguesía nacional no lograba gran influencia en el Estado. Esto no quiere decir que Madero quisiera enfrentarse a las fuerzas imperialistas ni mucho menos a la norteamericana, pero tampoco se identificaba con las aspiraciones de los explotados, que para salir de su pauperización necesitaba transformaciones económicas, no sólo políticas.

Más allá de que los "zopilotes" estuvieran tan cerca de Madero es claro que éste se volvió contra los que fueron su principal apoyo, olvidando sus "principios democráticos". Al poco tiempo de tomar las riendas del Estado no dudó en aplicar las mismas políticas porfiristas que había combatido y el peso de las fuerzas represivas cayeron sobre los revolucionarios zapatistas que respaldaron el levantamiento de 1910. Como consecuencia natural, a un año del levantamiento, el movimiento campesino zapatista desconoció la autoridad del burgués Francisco I. Madero y lanza el Plan de Ayala.

A no dudarlo Madero había tejido sus propias conspiraciones, había hecho del sufragio efectivo una "sangrienta burla al pueblo", manipulando su voluntad y sus esperanzas. Madero nombró autoridades para mantener equilibrios políticos y apostando a la democratización efectiva de la sociedad, así lo demuestra el nombramiento de los gobernadores de los Estados, designados por él, como el llamado general Ambrosio Figueroa, "verdugo y tirano del pueblo de Morelos", es decir, haciendo uso de su poder al igual que Díaz.

Él mismo se hizo desconocer como Jefe de la Revolución y como Presidente de la República por las razones que antes se expresan, lo que irremediablemente lo enfrentó a sus enemigos y a los planes conspiradores de Mondragón, Reyes, Díaz y Huerta, es decir, los Zopilotes al acecho.

Es un libro un poco novelado, una narración histórica, pero con la vitalidad y el ritmo que le imprimen a algunas novelas y esto puede motivar a los jóvenes a acercarse al estudio de la historia. Tiene detalles que le hacen atractivo; cada capítulo por ejemplo, comienza con un título sugerente y una fotografía. Esto prepara al tema central de un capítulo, tal como lo haría una introducción. Cada final de capítulo anticipa o cuestiona lo que podría pasar, esto da pie al siguiente capítulo. Da detalles de la vida cotidiana (que para un historiador más heurístico podrían ser irrelevantes) y emite opiniones personales que son bastante acertadas, entre otras: "Los golpistas no estaban exentos de un minúsculo sentido del ridículo" (p. 115).

Por otro lado, el autor tiene a su favor el redescubrir ambientes, lugares reconocidos por todos los que han visitado alguna vez la capital, tensiones que se sentían en el aire, y todo ello con mucho estilo. Adjunta citas de escritos posteriores al hecho, que registraron los protagonistas y las contrapone.

Su objetivo es recrear aquéllos días, más que analizar la situación política. Va dirigido a un público no especializado y esto lo hace ameno en la lectura. Sin embargo, logra una profundidad que otros historiadores tradicionales no logran. Logra abrir la necesidad de cuestionarse terrenos humanos como son la traición, el engaño, el uso del poder, el hecho de que decisiones tan importantes para un país estuviera en manos de tan pocas personas y no las más adecuadas, la falta de seriedad en ver las consecuencias de las acciones, la falta de información del ciudadano común (que más decir la situación de desconocimiento en el campo) sobre su futuro, el poder sorprenderse, horrorizarse ante situaciones de violencia del pasado y que vemos lamentablemente en la actualidad.

Volvamos a Taibo II. Es loable que ordenara el caos de información de aquéllos días. Que haya humanizado a personajes que a través del tiempo no pasan a ser más que eso: estereotipos de héroes o villanos. Debemos entender que hay términos medios y en ese sentido es un aporte. Sus datos son precisos. De hecho dedica algunas páginas a las fuentes que utilizó. Su autor juega, como en su vida; entre la historia y la novela.

El libro está compuesto de treinta y dos capítulos cortos. Algunos, en especial los primeros, los dedica a describir a las personas que serán protagonistas en esos días; los militares y el hermano del presidente Madero; Gustavo, quien será una pieza clave, como veremos. Hay otros capítulos que recrean los movimientos militares, describen La Ciudadela, los cuartos utilizados en Palacio y uno especial a personajes que no estarán dando la cara en las batallas, sin embargo estarán aprobando las acciones como Henry Lane Wilson.

El punto álgido del libro se da, obviamente, en el momento en que Francisco Madero se entera de la muerte de su hermano y la descripción de su propia ejecución y la de Pino Suárez. El tiempo que abarca el libro puede ser cuestionado, pero convence que la magnitud e importancia de los hechos amerita tal acuciosidad.

A Francisco I. Madero, el autor lo presenta como un hombre de grandes convicciones, pero de pocas decisiones. Da a entender que era un poco bonachón, al no percatarse de las canalladas a sus espaldas, habla de su extravagancia, sus sobrenombres y su baja estatura. Sin embargo, ante las presiones sobre su renuncia, él se mantiene firme y se niega hasta el final.

Presenta a Manuel Mondragón como el hombre fuerte de la conspiración. En cuanto a Porfirio Díaz, su presencia debido a su vejez y lo que representaba, en realidad era prescindible.

Es interesante, como en toda la historia de México, los estadounidenses están presentes una vez más "manipulando" la historia. "Detrás de la conspiración, a su vera, posiblemente colaborando como financieros, se encontraban dos industriales extranjeros, el magnate petrolero texano William F. Buckley [coincidentemente conocido de Huerta] y un magnate ferroviario británico llamado Weetman Pearson"(pp. 20-21). Es decir, los intereses económicos en todo acto de transformación política. Esto muy relacionado con la actuación del presidente, ya que "Madero le había agitado en las narices a la oligarquía el miedo a la revolución, pero sin tener a la revolución entre las manos y mucho menos ponerla en marcha contra el viejo orden [...] si un golpe militar puede triunfar tiene que darse en el corazón corrompido del ejército, con la solidaridad de la oligarquía"(p. 22) . Esta fue la situación política que rodeó los días relatados y el centro de los hechos sería Palacio Nacional.

El autor relata varios acontecimientos, muchos de ellos erráticos, los cuales son cometidos la mayoría de las veces por el mismo Madero y que justamente se volverán en su contra. Por ejemplo, la decisión de Madero de no entregar armas a los civiles, entendiendo que era una guerra entre militares, sin embargo, en las inmediaciones de Palacio, lo civiles caen muertos al tratar de ayudar. Además los bombardeos causaban daños a la población. Es el mismo presidente quien a caballo recorre algunas calles –triunfante– al creer que el golpe ha fracasado. Ingenuo, ya que caen muertos y heridos y él mismo debe refugiarse en una tienda esperando a que las balas dejen de caer sobre el grupo debido a los francotiradores parapetados en los tejados de los edificios. Otra decisión inexplicable, es el viaje de Madero a Cuernavaca en automóvil para buscar a Felipe Ángeles y sus tropas como refuerzo. La confirmación de Huerta en el mando, incluso con la suspicacia que producía entre los maderistas e incluso advertido por su hermano Gustavo, quien siempre tratará de dar luces de realidad a Francisco. Las demoras en ciertas decisiones que hacían a los golpistas ganar tiempo. Soldados contrariados cuando su jefe les da una orden y es el mismo presidente quien la contradice. "El que no dudará será su hermano, Gustavo, que pistola en mano detiene al general Victoriano Huerta en el interior de Palacio"(p. 101) . Ante lo cual, Francisco reprende a su hermano (el autor cuenta tres versiones que hay sobre el hecho lo cual asegura que fue cierto). Es decir, situaciones confusas, humanas, inexplicables a veces, pero que jugaban a favor o en contra de lo que podría suceder. Madero es detenido y se acuerda un gabinete con Huerta a la cabeza. "Era el delirio final, el gobierno de México pasaba por la aprobación de un grupo de embajadores extranjeros"(p. 115) . La situación seguía su curso, muchos pidieron a Félix Díaz que le exigiera a Huerta la entrega de los hermanos Madero.

El autor relata la ejecución de Gustavo de manera muy cruda, tal vez para dar a entender el ensañamiento con los maderistas, ya que él representaba el ala más dura. Como toda buena conspiración, hay una promesa de exilio en Cuba, la cual por cierto nunca se intentó de llevar a cabo. Tras una maniobra Huerta queda como Presidente Constitucional.

La esposa de Francisco I. Madero va a pedir que lo liberen. Pero será decisivo el momento en que su propia madre va a avisarle que han matado a su hermano Gustavo. Pino Suárez, en una carta rescatada a un amigo, le relatará: "El presidente no es tan optimista como lo soy yo, pues anoche al retirarnos me dijo que nunca saldríamos con vida de Palacio. Don Francisco lloró toda la noche la muerte de su hermano" (p. 128) .

Madero se transforma en un problema. ¿Qué hacer con él? Las reuniones se suceden, al parecer no hay más alternativa que su muerte, ¿pero qué reacciones habría?, los zopilotes sobrevuelan, el autor medita... "Si la lógica del golpe fue la conquista de la ciudad de México, la lógica de la resistencia armada ante la nueva dictadura huertista sería gestada en la periferia [...] La dictadura de Victoriano Huerta no lograría pactar con los zapatistas y en menos de dos meses habría levantamientos armados en medio país"(pp. 143-144).

Todo poder político, no importa cual sea su origen tiende al despotismo y donde existe el dominio inevitablemente una parte más o menos grande de la sociedad dominada, rechaza naturalmente a los que les dominan; mientras que aquellos que gobiernan deben necesariamente reprimir, y en consecuencia, oprimir, a los que están sujetos a su potestad. El que Madero se haya convertido en un "mesías" y autócrata no es gratuito, el poder político aísla y corrompe el espíritu hasta del más ferviente demócrata, el motivo principal resulta en el cambio de perspectiva y de posición; y es necesario no olvidar que las posiciones y las necesidades que éstas imponen, son siempre más fuertes que la buena o la mala voluntad de los individuos. El autor trata de retratar aquellas sutilezas.

La falta de claridad política del "movimiento democratizador" de Madero fue letal para sus aspiraciones. En virtud de que la inmensa mayoría de los habitantes mexicanos no eran propietarios del terreno que pisaban, sin poder mejorar en nada su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura, hizo que siguieran las riquezas monopolizadas en unas cuantas manos: tierras, montes y aguas estaban en manos de los que estrecharon las manos a Huerta y Díaz. Esos poderosos propietarios fueron los que al fin de cuentas Madero no pudo desplazar de la institucionalidad política, económica y social.

De esta forma Madero, que encabezaba un programa político reformista, no pudo –aunque la historiografía actual lo intente catapultar como un salvador– sacarse el estigma de ser representante de la clase dominante, ya sean burgueses, hacendados o funcionarios del Estado. En consecuencia eso lo hizo ser considerado un doble enemigo, ante lo cual debía ser implacable desde todos los frentes: por parte del viejo orden, tanto de civiles y militares, que vieron en Madero a un traidor, pues se volvía contra su propia clase; eso explicaría tanta virulencia en la prensa hacia su persona y acción gubernativa, a su vez tanto ensañamiento a tal punto de ejecutarlo de la manera que se hizo; por otra parte, como consecuencia de su "cándida" acción política resulta enemigo de toda lucha real por la emancipación de los explotados y oprimidos, lo que explica, en parte, su mínima base de apoyo en las calles y la paradoja de ser defendido, aunque sólo una facción, por el militarismo leal de Felipe Ángeles. Caudillaje y militarismo que tanto atacó en su publicación La sucesión presidencial de 1910.

El "movimiento democratizador" maderista tenía sus limitaciones, al no poder comprender la base de la injusticia social, su mayor error fue subordinarse a la política de sus amigos y enemigos como Ocón, Ruiz, Urrutia, Mondragón, Reyes, Díaz, Blanquet o Huerta. Su confianza en hombres con ambición de poder y contrarrevolucionarios, lo llevó a la derrota.

A nuestro entender la causa de esta primera derrota de la Revolución Mexicana, como gran cambio social emancipador de las masas expoliadas, fue la carencia de un programa revolucionario reconocido por la mayoría de los obreros y por los campesinos pobres. La falta de visión de la clase política, expuesta en el libro de Taibo II de manera muy ilustrativa, y el manejo económico de dominación, se contrapuso a lo que debió ser una verdadera revolución. Esta terminó siendo usurpada y utilizada por hacendados, empresarios y altos mandos del ejército, en fin por grupos de caudillos que en lo que menos pensaban eran en la construcción de una sociedad igualitaria que minara la injusticia social.

De este modo la Revolución Mexicana impuso una nueva casta social en el poder político del Estado, fortalecida por la Constitución de 1917 y respaldada por las clases privilegiadas. La lectura de este libro, en el actual momento histórico, puede ayudar a mirar la política desde una óptica más crítica. Por eso es necesario voltear atrás y escuchar en la historia, invitación que es planteada por el autor: a mirar y "escuchar" cómo y dónde merodean los zopilotes.

 

Nota

1 Esta perspectiva del autor ha sido complementada con autores y obras de la historiografía contemporánea, que se refieren al período Maderista: Revista Nuestro Siglo, Núm. temático "El maderismo. Democracia, historia y objetivo", año I, núm. 2, México, INEHRM, abril-junio 2002. Los artículos de Pablo Serrano Álvarez, "Madero: el ideal democrático y la identidad histórica revolucionaria", pp. 32-39; Josefina Mac Gregor, "Madero era simplemente Madero, lo que no es poco", pp. 40-49, y Javier Garciadiego, "Las paradojas de Madero: ¿político mediocre y personaje histórico?", pp. 50-63;         [ Links ] Felipe Arturo Ávila Espinosa, Entre el Porfiriato y la Revolución. El gobierno interino de Francisco León de la Barra, México, UNAM/Instituto de Investigaciones Históricas, 2005.         [ Links ]

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