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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.52 Morelia Jul./Dec. 2010

 

Reseñas

 

Moisés Guzmán Pérez, Impresores y editores de la Independencia de México. 1808-1821. Diccionario

 

Celia del Palacio Montiel

 

México, Editorial Porrúa-Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2010.

 

 

Universidad de Guadalajara

 

Con gran orgullo confieso que fui una de las primeras lectoras del Diccionario de Impresores y editores de la Independencia de México. 1808-1821, de Moisés Guzmán Pérez; este instrumento de consulta que sin duda se convertirá en una herramienta imprescindible para todos aquellos estudiosos que se interesen en el periodo.

En este año de bicentenarios, han aparecido diversos materiales bibliográficos en torno a la Independencia o la Revolución: estudios especializados, biografías, nuevos acercamientos a diversos aspectos de las dos luchas armadas más importantes de nuestra historia, así como materiales de divulgación. No ha sido la excepción la publicación de nuevas recopilaciones de documentos de archivo, ya sean reediciones poco conocidas para los no especialistas, o bien nuevos descubrimientos documentales de diversa índole.

Sin embargo, dentro de estas publicaciones, hay pocos diccionarios, índices y catálogos. El que nos ocupa aquí, tiene varias características que lo hacen particularmente atractivo para especialistas, estudiantes, o simplemente interesados en la historia de la cultura impresa en el siglo XIX, historia de la opinión pública e historia política en nuestro país.

Entre las características que me parecen relevantes se encuentran las siguientes: pertinencia, rigor, generosidad y por último aunque no por ser la menos importante, amenidad.

 

Pertinencia

A los 200 años del inicio de las luchas por la independencia, más que en otros momentos, es imprescindible volver al análisis de los procesos y actores con nuevas miradas, sobre todo ahora que los estudios sobre el sujeto y sobre la historia política vuelven a ganar visibilidad y son reconsiderados desde nuevos ángulos por la historiografía.

Por otro lado, es imprescindible considerar que, a partir de 1808, con el inicio de las revoluciones en el mundo hispánico y la proliferación de las imprentas en diversos lugares de México, se intensificó la aparición de periódicos, folletos, libelos y hojas sueltas, fenómeno que podemos considerar como causa y a la vez efecto del interés creciente en las ideas y en la discusión política por parte de un público lector que en ese momento se encontraba en formación.

Varios autores han hablado de la importancia de estos impresos como detonantes del debate para el desarrollo de la opinión, así como de la importancia de la conformación del espacio público como lugar de discusión informada y crítica entre los "sujetos privados" o particulares, quedando ya clara para todos nosotros la importancia de los impresos de diversa índole durante la guerra de Independencia. Se ha calificado interminablemente a la prensa como "más útil que las bocas de fuego" y a la pluma de los independentistas como "cañón de guajolote"; también se le ha asignado una gran importancia a los discursos: se habla de las palabras "como constructoras de la república, más que los fusiles". Sin embargo, poco se habla de los que hicieron posibles esos impresos.

En nuestro panteón de próceres figuran los héroes que pronunciaron grandes palabras y se remarca la necesidad de estudiar a los legisladores que crearon decretos fundacionales, y se publican estudios críticos sobre algunos de los inspirados vates que dieron a la luz grandes poemas o arengas o ensayos al fragor de las batallas, sin embargo se ha olvidado a los otros héroes: los impresores, los editores, los redactores y grabadores que, tras bambalinas hicieron posibles los discursos, las leyes y los poemas, como si estos importantes documentos se hubieran impreso solos y hubieran llegado mágicamente a las manos de sus lectores.

Los estudios sobre la cultura impresa en nuestro país no son nuevos: importantes bibliógrafos se ocuparon de este aspecto de la historia cultural desde finales del siglo XIX y los nombres de José Toribio Medina o Juan B. Iguíniz y posteriormente de María del Carmen Ruíz Castañeda, Amaya Garritz y Ernesto de la Torre Villar figuran en la lista de interesados en la historia de nuestros impresos como algunos de los más célebres. En años más recientes, gracias a las investigaciones de Roger Chartier, se ha dado mayor importancia al papel desempeñado por este tipo de personajes en el proceso de producción y circulación de los impresos.

Por otro lado, François Xavier Guerra recalcó la importancia de los impresos y de los participantes en las labores relacionadas con la producción de los mismos en los procesos de circulación de la ideas en el mundo hispánico y con esta idea en mente, varios académicos, tanto franceses como latinoamericanos, han emprendido el estudio de los impresos y su estrecha relación con la creación y evolución de los espacios públicos en diversos lugares de América Latina en los primeros años del siglo XIX.

Heredero de estas preocupaciones, el autor del Diccionario de impresores y editores de la Independencia de México, lleva a cabo la labor de rescate de esos actores olvidados, muchos de ellos anónimos hasta ahora; también vuelve los ojos a las facetas menos conocidas de personajes que destacaron en otros campos. Todos ellos empeñaron capital, invirtieron tiempo y trabajo para hacer que las ideas llegaran a un público más amplio. A muchos de ellos esas actividades les costaron la libertad o la vida. En el libro de Moisés Guzmán se cuentan sus historias.

Es necesario aclarar que el objeto de estudio está cuidadosamente conformado: integran el diccionario sólo los personajes que no publicaron textos de su autoría, así como los patrocinadores, los editores y redactores de periódicos, directores de imprenta, grabadores e ilustradores. Se encuentran aquí no sólo los novohispanos, sino también algunos cubanos y norteamericanos, tanto hombres como mujeres.

Sobre esto último, es importante recalcar que la presente obra contribuye al rescate de las acciones de las mujeres durante la guerra de independencia; a través de la investigación de Guzmán Pérez, llegamos a saber que hubo mujeres impresoras, operarias que apoyaron los trabajos de impresión en el fragor de las batallas, así como editoras y patrocinadoras (10 mujeres, 6 editoras, 3 dueñas de imprenta y 1 operaria).1

Así, en este diccionario se habla de la obra de más de 200 personas que podemos calificar con justeza como "los hacedores de opinión" en los inicios de la vida independiente de México, dando el privilegio a las historias de vida.

Con ello, el autor contribuye a la explicar el proceso histórico que llevó a la gente a interesarse por las ideas políticas y por el debate en torno al tipo de gobierno más conveniente. A través de estas historias de vida, se puede llegar a comprobar la existencia de un pequeño grupo de "intermediarios entre el mundo del pensamiento y los lectores", es decir que se puede vislumbrar a través de estas historias quiénes fueron los forjadores de la idea de nación en los inicios del siglo XIX.

 

Rigor

Para la elaboración de su diccionario, el autor consultó 20 archivos tanto mexicanos como extranjeros,2 al igual que una extensa bibliografía (diccionarios, enciclopedias y manuales) y hemerografía (notas necrológicas principalmente) a fin de elaborar cada una de las fichas de los impresores y editores de la manera más minuciosa y completa posible. Moisés Guzmán se dio a la tarea de revisar materiales anteriores e incluso corregir errores de los autores que se han basado en fuentes secundarias y muchas veces se han limitado a repetir los errores de los que los precedieron.

Las fichas bio-bibliográficas están integradas por datos biográficos completísimos que hacen énfasis en la profesión y oficio del personaje en cuestión y en sus obras editadas, ilustradas o impresas.

Llama la atención la manera en que cada uno de los datos recabados está sólidamente apuntalado con información de fuentes primarias en su mayor parte, asimismo es digno de recalcarse el hecho de que el doctor Guzmán haya tomado a los impresores de toda la Nueva España y no sólo de la ciudad de México. Aunque por supuesto la mayor parte corresponde a la capital de virreinato, el investigador no se olvida de todos los demás lugares donde hubo una imprenta establecida, y aún así, no se conforma: consigna las imprentas itinerantes de los ejércitos insurgentes y aquellos establecidos en los territorios pertenecientes a la Nueva España: Texas, California y Guatemala.

También es necesario mencionar que aunque el diccionario llega hasta 1821, el contenido de las fichas se prolonga hasta más allá de medio siglo. El autor se preocupa por proseguir la trayectoria de las imprentas y cómo fueron cambiando de manos mucho después de 1821.

Para llevar a cabo esta labor el autor debe haber permanecido, infiero, agazapado en la sombra durante largo tiempo, a la caza de un dato, un detalle, en la intrincada selva de la historiografía del periodo. Este penoso proceso de construcción de la obra no siempre queda claro a los lectores que de seguro se servirán de ella copiosamente; en tiempos en que la cantidad prevalece sobre la calidad de la producción de los investigadores, este trabajo minucioso y lento es aún más digno de admiración.

Generosidad

Por lo dicho más arriba, quiero hacer hincapié en la generosidad que va implícita en una labor tan minuciosa como la que acabo de describir.

El carácter de los diccionarios, índices, catálogos y otros instrumentos, no permite como otras obras históricas, que el autor sobresalga con grandes tesis y novedosos argumentos (o tal vez no de manera tan explícita, aunque de algún modo están allí), sino que es un instrumento, una herramienta para el servicio de otros.

Esto se aplica particularmente al caso de Moisés Guzmán, quien nos regala las fuentes de donde tomó cada dato, cada fecha, cada afirmación, casi todas de primera mano.

Esto que debería ser lo más común en la práctica histórica, no siempre sucede, sobre todo en los casos de los personajes del periodo: muy pocos de ellos han sido objeto de estudio de los historiadores más rigurosos. Contamos con biografías anacrónicas de muchos de estos héroes que fueron también editores o impresores, muchas de las cuales fueron escritas a principios del siglo XX y no citan fuentes.

Amenidad

El riguroso aparato crítico no es, sin embargo, un impedimento en la narración de estas historias de vida. El lector se introduce en ellas y pronto se olvida que está consultando un diccionario.

Al leer las historias de aquellos que participaron en el complejo proceso de formación de la opinión pública en México, podemos entender que los procesos no se dieron solos, sino que volvemos a humanizarlos y con ello, entendemos mejor sus circunstancia y un poco también la nuestra.

El autor devela la complejidad de un mundo que va más allá del impreso mismo y nos muestra la existencia de estrechas relaciones entre política, impresos y redes intelectuales y lo hace de manera amena e interesante, como si contara la historia de nuestros familiares o nuestros amigos. Y en cierto sentido lo son. Como dice la historiadora brasileña de la prensa Marialva Barbosa, "hacer historia es hablar de la vida, y para hacerlo, hay que hablar con los muertos".3 Gracias al trabajo sacrificado de años, tal vez décadas, el autor me ha permitido, siendo una lectora contemporánea, tener una fructífera y amena conversación con los muertos que aprecio y admiro tanto.

 

Notas

1 No se incluyeron los anónimos ni los actores colectivos: "Los vecinos de Oaxaca", "La intendenta y demás señoras de Oaxaca", "Cabildos eclesiásticos".

2 Archivo General de la Nación, Archivo de Notarías de Morelia, Archivo de Notarías en la ciudad de México, Archivo de Simancas, Archivo Militar de Segovia, Archivo del Congreso del Estado de Michoacán, Archivo Histórico de la Ciudad de México, Archivo Histórico de Jalisco, Archivo de Instrumentos Públicos de Guadalajara, Archivo Parroquial del Sagrario de Morelia, Archivo del Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México, Archivo del Sagrario de Pátzcuaro, Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara, Archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, Biblioteca Nacional de Francia, Biblioteca Nacional de México, Colección Lafragua, Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, sección Misceláneas, Centro de Estudios Históricos de México, Carso, Hemeroteca Nacional, Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin, Colección Hernández y Dávalos.

3 Cfr. Marialva Barbosa, História cultural na imprensa. Brasil. 1800-1900, Mauad, Río de Janeiro, 2010.         [ Links ]

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