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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.51 Morelia Jan./Jun. 2010

 

Archivos y documentos

 

Poesía épica e ilustración española. La conquista de México, según un poema inédito de José Viera y Clavijo (1731-1813)

 

Manuel de Paz Sánchez

 

Universidad de Laguna. España. Correo electrónico: depazmanuel@gmail.com

 

Cuando se estudia la ingente obra de José Viera y Clavijo, a uno se le ocurre que más que un ser humano, el polígrafo canario fue una especie de gigante sin parangón en la historia de nuestras letras y, desde luego, también de nuestras ciencias, ya que unas y otras constituyeron buena parte de las preocupaciones del ilustre canario.

Un trabajo reciente de compilación de diferentes obras del abate isleño alcanzó la suma de veintiocho volúmenes, que abarcaban aspectos tan diversos de la producción de Viera como sus estudios históricos (cinco tomos que comprenden sus Noticias de la Historia General de las Islas Canarias, incluyendo las apostillas del propio autor, así como otros manuscritos relacionados con esta materia); sus Viajes por la Península y por Europa, que han sido analizados de manera exhaustiva por Rafael Padrón, particularmente su Diario de viaje desde Madrid a Italia y Diario de viaje a Francia y Flandes, vieron la luz respectivamente en 2006 y 2008, en coedición del Instituto de Estudios Canarios y de Caja Canarias, entidad esta última que atesora los citados manuscritos autógrafos. Los libros, aparte de su interés, han sido editados con primor y con gran calidad tanto estética como erudita, resultando por ello extraordinariamente decorativos.

Gran importancia tienen también, en la recopilación que acabamos de mencionar, los materiales relativos a la Tertulia de Nava, de la que Viera y Clavijo fue su motor principal. Estos materiales nos iluminan respecto a la labor primera del polígrafo isleño y, además, constituyen los antecedentes más claros de la prensa periódica en Canarias. No obstante, algunos de estos documentos cardinales han desaparecido, tal vez perdidos para siempre, y, en algunos casos, se han podido conservar gracias a la existencia de copias más o menos contemporáneas. Sucede así con obras cimeras de los orígenes de la Ilustración canaria como la Gaceta de Daute, Los Vasconautas, Elogio del barón de Pun, Idea del Nuevo Congreso, los memoriales de El Personero o, en fin, la Carta filosófica sobre la aurora boreal.

La primera etapa productiva de Viera y Clavijo incluye también su obrita titulada El Jardín de las Hespérides (1760) y, desde luego, la Compendiosa noticia sobre la proclamación en San Cristóbal de La Laguna del propio Carlos III, también en 1760. Se trata de un texto que resume con precisión y rigor las actividades triunfales de aquella proclamación regia y que hace de Viera un cantor amable de su tierra y un organizador exitoso de esta destacada efeméride. Esta celebración, heredera en buena parte de los antiguos festejos del Corpus Christi, deja una estela imborrable en las Islas.

Es importante llamar la atención, con el fin de evitar pérdidas irreparables de nuestro patrimonio histórico-documental en el futuro, sobre la necesidad de conservar, proteger y difundir una parte tan representativa de la historia de la Ilustración canaria, entre otras razones porque, como aseguró en su día Romeu Palazuelos, la Tertulia de Nava fue, precisamente, el embrión del que luego surgió la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.

Una entidad que, como señalamos en otro lugar, ha contado entre sus miembros con dos de los personajes más relevantes de la Historia insular de todos los tiempos. Es decir, el propio Viera y Clavijo, autor de nuestra primera Historia digna de tal nombre, y cuyo resplandor sigue iluminando, a veces incluso con luz cegadora, nuestro propio tiempo; y en segundo lugar, con don Alonso de Nava Grimón, responsable último, no de importantes empresas científico-culturales y políticas, como fue, por ejemplo, la restauración, bien es verdad que por poco tiempo, de la Universidad de La Laguna; la presidencia de la Junta Suprema de Canarias, en tiempos de incertidumbre o, desde luego, la erección a costa de no pocas exacciones de su patrimonio personal del Jardín Botánico, y, por supuesto, la creación de la Biblioteca ilustrada más importante del Archipiélago, obras que exceden con mucho los esfuerzos de toda una vida.

En cualquier caso, la labor institucional de la Tertulia y de la Económica como centro difusor del conocimiento y, por supuesto, su espíritu crítico, que le permite arrumbar algunas viejas tradiciones que impedían el desarrollo insular, así como dar a conocer y proyectar fuera de las islas a nuestros talentos más preclaros, no tiene parangón en nuestra Historia.

Muy relacionado con la Tertulia y la ulterior erección de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, está la labor educativa, en tanto columna vertebral del proyecto ilustrado. En este sentido, la preocupación de Viera por la educación queda patente ya en sus Memoriales del Personero, tal como han destacado, entre otros, Manuel Ferraz y Olegario Negrín. Pero, con posterioridad, al ejercer también como educador, nuestro biografiado tradujo diversos trabajos de interés pedagógico, tal es el caso de obras como Las Cometas y, también, uno de sus textos fundamentales, el titulado Noticias del cielo o Astronomía para niños, entro otros opúsculos de notable interés y relevancia ilustrada.

La condición sacerdotal de Viera y Clavijo se refleja, a su vez, en una serie de obras de indudable importancia. En este sentido, cabe mencionar la existencia de algunos sermones autógrafos, pero, sobre todo, es preciso aludir a dos manuscritos singulares. El primero de ellos es el titulado Honor y derechos del presbiteriado, en el que vindica la relevancia del clero secular frente al regular; en segundo lugar, no debemos omitir su Catecismo de don Fulano, obra crítica y ascética en la línea de la Ilustración.

También son dignas de destacarse sus aportaciones en el ámbito de la oratoria y la elocuencia, ya que, entre otras cuestiones, sus trabajos, que fueron difundidos en España y en la Europa más culta de su época, trascienden claramente el marco insular. Así, su enaltecimiento de don Alonso Tostado (sabio universal en su tiempo) y, desde luego, su elogio de Felipe V, que fue traducido al francés, o su Oración fúnebre dedicada a Carlos III, entre otros, son ejemplos evidentes de lo que hemos señalado.

El rico Epistolario de nuestro autor ha sido estudiado, principalmente, por Rafael Fernández y por Rafael Padrón, quienes han dado a la luz destacadas obras sobre la materia, siguiendo técnicas de estudio modernas y, asimismo, con un cuidadoso y riguroso estudio. Algunos fragmentos de sus cartas nos muestran al verdadero ilustrado que anidaba en el corazón del Arcediano que tenía la sonrisa de Voltaire, como por ejemplo en este fragmento, subrayado por Rafael Padrón, en carta datada el 26 de octubre de 1785:

Con este motivo me acuerdo de que estando yo en Viena, un día, después de levantarme de la mesa del Príncipe de Rautnitz, donde habían comido las principales y más bellas Damas de aquella corte, varios grandes señores, embaxadores, el Cardenal Arzobispo, el Nuncio &c.; recibí una carta de Canarias, en que D.n Lope me hablaba entre otras bagatelas de no sê que fútiles reparos sobre ciertos pasages de mis Noticias históricas. Le aseguro a V.d que nunca me han parecido las Canarias tan chicas, D.n Lope tan pequeño, sus reparos tan despreciables, y mis libros tan ridículos.

Pero amigo, metido ya de pies a cabeza en este mismo Microcosmo, y reducido a ser uno de sus Micromegas, aunque todo me parezca tan pequeño como allá me lo parecía, me revisto no obstante de mi filosofía, y dexo correr el carro de mi vida quinquagenaria en el quietismo y el silencio, a beneficio del buen clima y de mi indolencia, diciendo siempre Amen (como en la anatema) a quantos desatinos oigo, con lo que nadie se mete conmigo, ni yo tengo que hacer con nadie.

Las ciencias, centradas fundamentalmente en su magnífico Diccionario de Historia Natural, objeto de dos ediciones en nuestro tiempo, así como otros materiales científicos, memorias, etc., nos acercan a la dimensión científica y siempre ilustrada de Viera y Clavijo.

La dimensión literaria del polígrafo isleño, en fin, posee algunos logros ciertamente relevantes. En el ramo del teatro, en concreto, Viera destaca más como traductor que como autor. Es suya, desde luego, la simpática Loa de adoración de Reyes, pero, sobre todo, merecen un estudio pormenorizado y, por supuesto, una edición crítica obras que, en no pocos casos, fueron vertidas por primera vez al español por el abate canario. Se conservan, en este sentido, los manuscritos autógrafos de Los Barmecidas o El Conde de Varvik de La Harpe (este último datado en 1795); Mustaf y Zeangir de Chamfort; Junio Bruto de Voltaire; Berenice y Mitridate de Racine todos ellos custodiados en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, entre otros.

En el sutil país de la poesía nos encontramos con un Viera y Clavijo que combina, como ha sido puesto de relieve por Andrés Sánchez Robayna, los territorios de la ideología con los de la creación poética en sí misma. Se trata, naturalmente, de un Viera que, como en otras ocasiones, traduce y recrea, pero era lo común en su tiempo, época de gabinetes y de colectores de plantas y minerales raros, de grandes transformaciones sociales y de adoradores de la diosa Razón y, por ello, tal vez más propio para el desarrollo del análisis filosófico que para la creación y el sentimiento poético. Eso, al menos, es lo que sostienen algunos autores.

No obstante, el capítulo dedicado a la poesía por nuestro autor, a lo largo de toda su vida, es casi inabarcable. La profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Victoria Galván, se ha ocupado de este tema en un largo epígrafe que forma parte de su tesis doctoral sobre la obra literaria de Viera y Clavijo, en su totalidad. Aquí divide la producción poética de nuestro protagonista en los siguientes apartados:

-Poesía didáctica

-Poesía épico-heroica y patriótica

-Poesía festiva y satírica

-Poesía de circunstancias

-Poesía amatoria

-Poesía religiosa y, finalmente,

-Poesía imitada.

La variedad y la extensión, asevera Victoria Galván, definen la producción poética de Viera, y ello resulta incuestionable (basta solo con valorar su enorme volumen), aunque sus deseos de ver publicados muchos de sus versos no llegaran a cuajar, ya que buena parte de su producción poética figura todavía inédita.

En este contexto cabe mencionar, por ejemplo, El Segundo Agatocles. Cortés en Nueva España; el romance intitulado La rendición de Granada que, entre otras cuestiones, demuestra el profundo humanismo de Viera (enraizado, por ejemplo, en los famosos textos de Erasmo sobre los turcos), y la calidez de su mirada a la hora de describir en términos poéticos este episodio capital de la Historia moderna de España.

Singular ternura y belleza posee, en otro sentido, su traducción del libro de Jacob Délille El hombre en los campos, cuyo manuscrito se conserva también en la Económica tinerfeña. Viera realiza su propia versión de los cuatro cantos de su admirado colega francés, lo indica así en la introducción del manuscrito, y, desde luego, no faltan alusiones a elementos canarios, como la orchilla y, por supuesto, sus amados guanches. Así, cuando se refiere a las colecciones de objetos naturales y a los distintos géneros y especies que deben constituir una suerte de Gabinete o Museo Doméstico ilustrado, alude también a las rarezas que solamente estaban al alcance de los monarcas:

Deja a los gabinetes de los reyes
Esas monstruosidades inauditas,
Esos fetos, tal vez con dos cabezas;
Guanches sin corrupción, momias egipcias;
Huesos de los gigantes portentosos,
Leones y panteras de la Libia...

Naturalmente, no puede omitirse en este amplio capítulo poético, la existencia de otras traducciones de gran importancia, como La Enriada de Voltaire, "traducida para España en verso castellano"; el largo poema de Luis Racine sobre La Religión, así como la traslación a nuestro idioma de obras de alcance universal, debidas a la pluma de Alejandro Pope y de otros creadores igualmente relevantes, como la Apología de las Mujeres, original de Sainmore.

El argumento, muy en síntesis, no es otro que el entusiasmo de un padre, deseoso de estrechar en sus brazos a un nieto, y que, con verdadero entusiasmo, trata de convencer a su hijo algo talludito ya y, sobre todo, notablemente misógino, de las especialísimas virtudes de las mujeres y, unido a ellas, de las ventajas del matrimonio:

Y si el cielo propicio se complace
En darle perfecciones, y la hace
Para prueba mayor de sus grandezas,
Un compendio de gracias y bellezas,

De tez brillante, de facciones nobles,
De ojos divinos, que al abrir las dobles
Órdenes de pestañas,
Despidan, sin querer, luces extrañas:
Si su boca de púrpura concisa

Tiene todo el primor de la sonrisa:
Si sus manos compiten con la Aurora,
Y aun su color, su aliento y lo que llora:
¿Será digno de lástima su esposo?
¿Ni podrás verlo tú, sin ser celoso?

¡Ah! Vuelve en ti, confiésamelo presto,
Nada merece envidia, si no es esto.

Igualmente, resultan de especial relevancia otros textos esencialmente originales del propio Viera, como sus poemas Los Vasconautas, Los Meses, Los aires fijos, Las bodas de las plantas, etc., etc., cuya relevancia destacó ya a mediados de los cuarenta de la pasada centuria, en su Floresta de poesía canaria, doña María Rosa Alonso.

Respecto a la presente edición conviene aclarar por último que, en términos generales, se ha modernizado la ortografía, aunque, en tales casos, se especifican las modificaciones a pie de página.

Por otro lado, para las notas eruditas relacionadas con temas mitológicos, se han utilizado, principalmente, dos obras de referencia. El Diccionario de mitología griega y romana de Pierre Grimal (2002), y, asimismo, el Diccionario abreviado de la fábula de Mr. Chompré (edición en español de 1783),1 importante ya que esta obra es contemporánea del propio Viera y Clavijo.

Agradecemos a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, a la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife y a la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de La Laguna, las facilidades otorgadas para la realización de este trabajo, así como para la publicación de la trascripción.

EL SEGUNDO AGATOCLES2:
CORTÉS EN NUEVA ESPAÑA.
POEMA ÉPICO EN UN CANTO

QUE CONCURRIÓ A LOS PREMIOS
DE LA ACADEMIA ESPAÑOLA
EN 1778

 

POR D. JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO

Quae tam poetica, et quamquam in
verissimis rebus tam fabulosa materia?
Plin. lib. 8, Ep. 4

 

CANTO ÚNICO

Es tiempo de cantar vuestras grandezas:
Españoles ¿qué hacéis? si está dormido
Con opio Mexicano de riquezas
Aquel Numen, que docto y aguerrido
Os dictaba, ya Rimas, ya proezas; 5
Despertadle otra vez al mismo ruido,
Y que me diga de esta Nueva España
A qué Varón se debe, y a qué hazaña.
No me ofrezcáis en el Castalio Coro
La Marcial trompa ni la tierna Lira, 10
Pues para asunto de tan gran decoro
Es fácil la ilusión, vil la mentira:
Verdad augusta, sola a ti te imploro,
Que siendo tuyo el soplo que me inspira,
El calor blando, que en mi vena advierto, 15
Hará Fábula grata un hecho cierto.

 

Reinaba Mo[c]tezuma soberano
Cuyo Estado formaba un Hemisferio:
Treinta Caciques bajo de su mano,
Juzgaban gloria el duro cautiverio 20
Mas aunque grave liberal y urbano,
No era tan grande Rey como su Imperio,
Pues jamás conoció su alma insensata
Del hombre el oro, ni el precio de la plata.

Tres mil Damas el lecho le mullían, 25
Tres millones de Esclavos le temblaban;
Los Próceres descalzos le servían,
Sus tesoros los Ricos tributaban;
Los Pobres, si indigentes se veían,
Abriéndose las venas sangre daban; 50
Y se inmolaban veinte mil cautivos
A dos mil de sus Dioses vengativos.

Monarca, sin amigos ni prudencia,
En néctar de deleites anegado,
Llamaba error la noble independencia 55
Del Tlascalteca, pueblo denodado;
Mientras que devorada de impaciencia
Toda la infiel Nación rogaba al Hado,
Para romper el yugo que la abruma
Que hiciese desgraciado a Mo[c]tezuma. 60

A esta sazón la Fama, aquella Harpía
De tantas alas, tantas bocas, y ecos,
Dijo: que por la parte donde el día
Nace del Golfo, cuando ya más huecos
Forman en arco un seno, o gran bahía 65
Los montes de los Indios Chalchicoecos,
Unos monstruos pisaban las arenas
Del aire Grifos3 , si del mar Ballenas.

Que estos navíos, o canoas fieras
Vomitaban allí de sus entrañas 70
Ciertos hombres, Deidades, o quimeras
Con trajes y figuras muy extrañas;
Quienes bebiendo el viento a las esferas
En brutos que surcaban las campañas,
Daban motivo al más inteligente 75
De dudar si eran dos, o era un viviente.

Que el hombre al Indio daba con sus ojos,
Vibrando chispas, repentina muerte:
Que con la diestra fulminaba abrojos
Puesta en la brida la siniestra fuerte; 80
Quizá temiendo él mismo los enojos
De aquella bestia, que si bien se advierte,
Impregna el aire al golpe de sus huellas
De relinchos espumas y centellas.

¿A quién no consternó tal maravilla? 85
Sonó el rumor por toda la Comarca:
México teme, México, la Silla
Del vasto imperio, Corte del Monarca;
Ciudad soberbia, que ensalzada brilla
Sobre el lago de un agua dulce y zarca, 90
Cuyas calzadas forman cuatro diques
Sudor de los Culúas4 y Caciques.

Túrbase Mo[c]tezuma, y determina
(Tan cobarde en virtudes como en vicios)

Aplacar esta Gente peregrina 95
Con prendas de atención y beneficios:
Queriendo más tenerla por Divina
Y hacerla como a Dioses sacrificios,
Que provocar en guerra contingente
Una Nación mortal, pero valiente. 100
A dos caciques fía el gran mensaje,
Teutillo y Pilpatito, campeones
Émulos en valor honra y linaje:
En cofres de caoba y algodones
Trescientos Indios cargan el bagaje 105
De los perfumes y los ricos dones,
Seguidos de cautivos aherr[oj]ados,
Víctimas a las aras destinados.

"Ya veis (les dice) de cuán triste agüero
Es esta novedad a mi corona: 110
El Rebelde se muestra placentero,
El Sueño, el Cielo, todo me abandona:
Yo a buscar al Jefe aventurero,
Y obsequiado en mi nombre su persona,
Pedidle con firmeza que se aleje, 115
Que lleve el oro, que la tierra deje».

Dijo: y partiendo al punto la embajada,
No todos la creyeron oportuna,
Pues ardió el Polo en una noche helada,
Ciñó un Cometa la eclipsada Luna; 120
Con temblores la Tierra desquiciada
Sacó de madre hirviendo la Laguna;
Y en el horror de tales convulsiones
Suelen leer sus Hados las Naciones.

Tiene un paraje México (¡qué encanto!) 125
En lo mejor del Lago y su ribera,
Donde fue diversión del Cielo Santo
Juntar a un tiempo Otoño y Primavera:
El Indio ocioso mira con espanto
Flores y frutos, mies y sementera, 130
Prende las Aves, y combate astuto
Con anzuelo y saeta al Pez y al Bruto.

Un noble Alcázar pues, aquí descuella
Esmero de las Artes Mexicanas;
La arquitectura es simple, pero bella, 135
Van desnudas sus Gracias como Indianas.
La Fortuna con seno de Doncella
Llama al favor las almas cortesanas;
Pero tan voluptuoso frontispicio
Era por dentro un bárbaro edificio. 140

Veníais escoltando al alto trono
El vil Recelo y pálido Sospecha;
La Traición, la Calumnia, el Abandono,
Manchando en su ponzoña arpón y flecha:
De la superstición el cruel Encono 145
Bañando en sangre humana la derecha;
Y al Rey, errante en alas de temores,
Esperando los dos Exploradores.

Vuelven en fin, y para aquella audiencia
Toda la Corte y la Ciudad convoca: 150
Teutillo, haciendo humilde reverencia,
Sobre un banco de jaspe se coloca:
Sólo el temor perturba su elocuencia,
Y la atención pendiente de su boca,
En medio del silencio y del concurso 155
Empezó a pronunciar este discurso.

Pues me mandáis, invicto Rey, que os diga
Todo cuanto hemos visto y observado
En esta tropa ilustre y enemiga,
Como quien sois, mostraos preparado 160
Parte al asombro, parte a la fatiga;
Y perdonad, si no es de vuestro agrado
La relación que emprendo, o si la pena
Mi débil voz anuda, y me enajena.

Había perdido ya toda su frente 165
El Astro de la noche, y cuatro soles
Eran pasados, cuando con mi Gente
Pude avistar los bravos Españoles:
(Así se llaman esos del Oriente,
Blancos, con barbas, y de grandes moles) 170
Y los hallé por fin en Zempoala
Con Indios de Cholula y Tlascala.

¿Cuál fue mi confusión a pocos pasos,
De que los que asustaban a millones
Fuesen quinientos hombres bien escasos, 175
Que fuesen hombres, y hombres con pasiones?
Mas hombres, Gran Señor, que en todos casos
Manifiestan al Mundo sus acciones,
Que les dio el Sol su padre desde luego
Cuerpos de pedernal, y almas de fuego. 180

Recibionos el Jefe muy gozoso,
Es su nombre Cortés, y ¡qué discreto
Bajo de un velo afable y majestuoso
Supo ocultar un corazón inquieto!
Acerqueme a sus pies, y con reposo, 185
Que pareció pavor y era respeto,
Le ofrecí en vuestro nombre el Real presente,
Y en alta voz, le dije lo siguiente:

El Monarca de México, el triunfante
Gran Mo[c]tezuma, Poderoso y Justo, 190
Como un Astro benigno y Rey Galante,
Salud te envía de su solio augusto,
Pidiendo solamente que al instante,
Sin dolo ni pasión, le hagas el gusto
De explicarle el Enigma de quién eres, 195
De do vienes, qué buscas, y qué quieres.

Si eres un Dios benéfico y propicio,
Aquí tienes inciensos, oro y plata;
Si eres un Genio de siniestro auspicio,
He aquí víctimas prontas, hiere y mata; 200
Y si eres hombre, como das indicio,
Toma para el sustento fruta grata,
Para el abrigo, regias vestiduras,
Para el adorno, plumas y pinturas.

Nosotros (respondió Cortés al punto 205
Con un aspecto entonces más que humano)
No somos Dioses, mas en el conjunto
De lo invicto, lo ilustre y castellano,
Excedemos sin duda en todo asunto
A los Dioses que teme el Mexicano: 210
Recibo con placer los donativos,
Pero no inmolaré vuestros cautivos.

Que el Dios que adoro, el Dios a quien me humillo,
Es Dios de Amor y Paz, no es Dios sangriento;
Nuestro culto es augusto, más sencillo, 215
Y el mismo Dios es hostia y alimento;
Ven a ver por tus ojos, oh Teutillo,
Aquello que no cree tu entendimiento,
Pues por fortuna es hoy la vez primera
Que bajará del cielo a esta ribera. 220

Era el altar un césped y una piedra;
El templo, veinte palmas, cuya nave
Coronaba un festón de verde yedra;
El Sacerdote con el rostro grave,
Que atrae a todos y a ninguno arredra, 225
Pan consagraba y un licor suave.
Confieso que al mirarme en tal santuario
Me transporte de un rapto involuntario.

Así que se acabó la pura ofrenda,
Lleno Cortés del Dios que había gustado, 230
Nos dijo de la entrada de su tienda:
«Indios oíd, el Cielo está enojado
Con vuestro culto y Religión horrenda.
La Virtud, la Razón, la Fe, me han dado
Poder de vindicar sus santas Leyes 235
De falsos Dioses, y de injustos Reyes».

Esto decía, cuando se acercaron,
Con el horror grabado en el semblante,
Algunos de los suyos y le hablaron:
Él los escucha... piensa... y al instante 240
Marcha con todos cuantos le encontraron
Mandando lo sigamos, semejante
Al más veloz deshecho torbellino,
Que arrasa el campo, abriéndose camino.

Enderesose a nuestro Adoratorio,
Y ya sabéis como ninguno iguala
En las dos altas torres y el cimborio
De cráneos de hombres al de Zempoala:
Era aquel el instante perentorio
En que el Ministro, que furor exhala, 250
Esgrimiendo el cuchillo, lo asestaba
Al corazón del Indio, que temblaba.

«Detente Matador (clamó subiendo
El Héroe pronto por las treinta gradas)
Para... qué estás fanático ofendiendo 255
La Humanidad, y al Cielo desagradas:
Y metiéndose al punto entre el tremendo
Sacerdote y las víctimas atadas,
Le manda renunciar al sacrificio,
O que le arrojará del precipicio. 260

Al ver este espectáculo increíble,
Como el Golfo que el Ábrego5 embravece
Cuyo tumulto de olas es terrible,
Murmura el Pueblo, se amotina, y crece:
Pero Cortés, escollo inaccesible, 265
Que el Mar salpica y a su pie fallece,
Con los ojos, la voz, la acción, la espada,
Dejó la multitud muda y pasmada.

Parece que aún le veo, cuando ordena,
Inflamada de ardor su noble cara, 270
Que sus Huestes hiciesen la faena
De demoler los Ídolos y el Ara:
¡Dioses, yo os vi rodar sobre la arena!
¿Templo, tú no caíste? ¡Ah! ¡Quién pensara
Que el Gran Vitzilipuztli Omnipotente6 275
Se dejase insultar impunemente!

¿Podré yo hablar? ¿Podré explicar ahora
Las ansias y sorpresas de aquel día?
¿Al cruel Ministro que su afrenta llora?
¿Al cautivo que tierno bendecía 280
La mano tutelar y bienhechora?
¿Al Vulgo infiel que en bandos se partía?
No lo diré, Señor, ni me lo mandes,
Pues me llaman objetos aún más grandes.

Todavía duraba bien profundo 285
En nuestro pecho atónito aquel sueño
De un hombre, que venido de otro mundo
Mandaba a nuestros Dioses como
Dueño, Cuando de un espectáculo segundo

Queriendo hacer alarde el Extremeño, 290
Dispone que las tropas de su tierra
Nos den la horrible imagen de la guerra.
Ellas se presentaron a la vista
Sobre aquellos fogosos animales,
A cuya intrepidez no hay quien resista. 295
¡Oh qué esclavos tan fieros! ¡Qué leales!
No permitan los cielos que te embista
La Espalda, ni el Fusil de esos metales,
Que cambian por el oro sin cordura,
El oro, autor de nuestra desventura. 300

Ojalá que no escuches los bramidos
De otra Máquina aleve y retumbante
Que aturde entorpeciendo los oídos;
Y que eructando un humo rutilante
En bostezos cien veces repetidos, 305
Lanza la piedra y rayo devorante:
Fatal ventaja, Máquina funesta,
Que algún Trasgo maligno les apresta.

Figúrate la Nube que pequeña
Suele abortar de su preñado seno 310
Relámpago fugaz, que se despeña
De valle en valle donde dobla el trueno,
A cuyo horror se esconde por la breña
El gamo incauto de pavores lleno:
Tal es el Indio nuestro cuando escucha 315
El choque de estas armas y la lucha.

¿Viste también el Orizaba fiero,
Cuando en sus erupciones más se irrita,
Que estremece este Reyno todo entero
Y azufre, pómez, lava, y pez vomita, 320
Por ser la fragua donde un Dios guerrero
Forja centellas, Cíclopes concita?
Pues así el Español con sus hechizos
Sabe encender volcanes movedizos.

Bien presto las Falanges se despliegan, 325
Se reúnen, se atacan, se retiran,
Y aparentan que danzan, o que juegan

Cuando más se ensangrientan y conspiran
Los golpes de sus armas siempre llegan
A donde nuestros Arcos jamás tiran, 330
Que aunque pongamos a las flechas alas,
Con mayor rapidez vuelan las balas. 

Los Indios, ah! Por una injusta suerte
Sabemos romper cráneos, truncar cuellos,
Sabemos arrostrar y dar la muerte, 335
Pero no la sabemos dar como ellos...

Al decir esto, dio un suspiro fuerte
Teutillo, y con las manos y cabellos
Ocultando su llanto y su tristeza,
Puso entre las rodillas la cabeza. 340
Reinó el silencio... y todo el Real palacio
Miraba atento al Rey... EL Rey confuso,
Después de meditarlo muy despacio,
Hizo seña al Cacique, según uso,
Extendiéndole el cetro de topacio; 345
Y con voz animada le propuso,
Que acabase de hablar sin cobardía,
Pues él mandaba y el valor oía.

Mas Teutillo callaba; y Pipaltito
Desarrollando un lienzo, donde había 350
Pintado con primor muy exquisito
Naves, caballos, gente, artillería,
Trajes, armas, libreas... alzó el grito,
Y dándolo al Monarca, le decía:
Dejad Señor, que mudo ya el Cacique, 355
Hable este Cuadro, y que él nos justifique.

Y si supiese yo como estas Gentes
Dar cuerpo a los conceptos, pintar voces,
Mis trasuntos quizá más elocuentes
Harían palpable el mal que no conoces: 360
Mas ved aquí que en las más agrias fuentes
Mojando los pinceles más atroces,
He suplido con dosis de amargura
La expresión que faltaba a la pintura.

Mirad trazado el turbulento ceño 365
Y el Arte destructor de estos Titanes
Con jugo de mandrágora y beleño,
Con tósigo de sierpes y alacranes:
Es de sangre y de llanto aquel diseño,
Esta sombra, betún de los volcanes, 370
Y el incendio, que allí veis imitado,
Las ascuas de un carbón lo han dibujado.

Entonces los curiosos Cortesanos,
Para formar del cuadro clara idea,
Extendiendo los cuellos y las manos 375
Pusieron en desorden la asamblea;
Pero Teutillo en fin, que a sus paisanos
Dar un informe más cabal desea,
Dirigió la palabra a Mo[c]tezuma,
Y cobrado el aliento, dijo en suma: 380 

Antes que el Español nos despidiera,
Cargados de insidiosas bujerías,
Nos arengó a los dos de esta manera:
"Yo sólo hablaba todos estos días
En nombre de mi Dios, pero ya fuera 385
Frustrar vuestras ventajas y las mías,
El no decir que soy también enviado
Del mayor Rey que el Orbe ha respetado. 

Carlos, que impera con Amor y Gloria
Donde tiene la Aurora el rojo lecho, 390
Que ocupa al Mundo, lleno de su historia,
Y a quien un Mundo solo venía estrecho;
Honrando la amistad y la memoria
De Mo[c]tezuma vuestro Rey, ha hecho
Que por golfos intactos me transporte 395
Para obsequiarle en México su Corte". 

No lo dejé decir, porque al momento
Me acordé, Gran Señor, de vuestro encargo:
Le advertí que era osado tal intento,
Arduo el camino, peligroso y largo 400
Que será para vos mayor contento
Verlos volver por ese Lago amargo,
Servidos de Sirenas y Tritones,
Llevando nuestro afecto, y vuestros dones. 

Pero Cortés insiste, y se abalanza 405
A la presa que tiene ante los ojos,
Audaz Neblí7 , cuya feroz pujanza
No contrarrestan súplicas ni enojos:
Hacia aquí vuela ya con la esperanza
De amontonar laureles y despojos, 410
Penetra por poblados y desiertos,
Deja atrás sus bajeles y tus puertos. 

Esto escuchaba el Rey desaborido,
Su grave aspecto lívido y sudado,
Que es Tirano muy tímido el temido, 415
Y el feliz siente más ser desgraciado:

Y volviendo la vista enternecido
Al Sacerdote, que miró a su lado,
Solicitó con expresiones mudas
Oráculo encontrar a tantas dudas. 420 

Contestole el Pontífice allí mismo
Como un hombre inspirado y en demencia
Sus canas, su dolor, su fanatismo,
Daban al entusiasmo vehemencia...
"Hijo de Axaycacin8, en el abismo 425
De una noche de grima y turbulencia,
Yo presumí evocar la negra sombra 

Del Dios del Mal, que Cuatzalcoalt se nombra.
Sacrificaba el corazón caliente
De una Doncella joven y amorosa, 430
Cuando lo vi mostrarse de repente
Vestido de una nube tempestuosa:
¡Oh! ¡Cuán mudado en todo, y diferente
De su Estatua preexcelsa y orgullosa!
Las melenas y el rostro ensangrentado, 435
El cetro roto, el trono derribado.
¡Oh tú (exclamé) oh tú inmortal escudo
Del Imperio de México!, ¿qué es esto?
¿Qué mano impía maltratarte pudo?
Cómo has estado sin venir más presto 440
A preservarnos del amago rudo 

De este infausto enemigo, que molesto
Contra nosotros, contra ti se ensaña
Y a México pretende traer la España?
No me responde: sino que exhalando 445
Con íntimo dolor un gran gemido, 

¡Ah! Si esa Gente (dice) si ese Hernando
No se vuelve en la Armada en que ha venido,
México feneció, su Rey, su mando,
La libertad del Indio mal unido, 450
Mi altar y honor, tu influjo y predominio,
Cumpliéndose el eterno vaticinio.

Ve a Melinalco9 , haz que los prodigios
De cincuenta hechiceros que eligieres,
En esa tropa infundan con prestigios 455
Terror del Indio, amor a los placeres: 

Que entre ellos hallan bandos y litigios,
Deseo de su Patria y sus mujeres,
Sed de agotar las ondas de otros Mares,
De ver sus hijos, de adorar sus Lares. 460
Esto me dijo, huyendo de mi vista, 

Cual un Tifón al silbo de los vientos;
Y pues el mismo Cielo que os contrista
Os da, Señor, recurso en los tormentos;
Contraponed a Hernán y su conquista 465
Todo el poder de los encantamientos, 

Y hechizado con dones sus canoas,
Obligadle a tornar al Mar las proas".
Todo el Congreso aprueba este dictamen,
Y Mo[c]tezuma ordena a sus Lictores 470
Que Adivinos y Arúspices se llamen, 

Que vuelvan otra vez Embajadores
Y en la presencia de Cortés derramen
Regalos más opimos y mejores,
Hasta empeñarle en fin, a que se vaya, 475
Zarpando sus bajeles de la playa.

"Y cuando el mal cercano que sentimos
Llegare a los más críticos extremos,
Si como Mexicanos combatimos,
Y hacemos la defensa que podemos; 480
Nos quitarán la tierra en que nacimos,
 

Más no la tierra en que morir debemos..."
Dijo el Monarca, y para preparase,
Al Palacio del Luto fue a alojarse.
Triste Mansión, que fabricó el Quebranto 485
Del azabache y ébano más puro. 

Donde echando la Noche un negro manto,
Sólo penetra su atezado muro
La débil luz que basta en algún tanto
Para ver las tinieblas, y al oscuro 490
Un Rey en la aflicción, que sin arneses, 

De adelfas se corona y de cipreses.
Entre tanto, Cortés no revolvía
En su gran corazón menor proyecto
Que el de rendir tan vasta Monarquía 495
Y dar impulso al desmedido efecto: 

De Tabasco domada la osadía,
Ganado en Zempoala el buen afecto,
Andaba maquinando allá consigo
Ser de Tlascala vencedor y Amigo. 500
Tlascala, que en el nuevo Continente

Era nueva República de [E]scitas,
Libre y ufana, bárbara y valiente,
Le opone al paso Huestes infinitas:
Ve Cortés el peligro, y no lo siente; 505
Habla a sus tropas, y hállalas marchitas: 

Fama, cuéntame ahora, ¿por qué medio
Entró en los Españoles aquel tedio?
Dime cómo la Magia Americana
Pudo con sortilegios y conjuros 510
Suscitar la Discordia y su manzana
 

En pechos que el valor hizo seguros?
¿Cómo Furia tan vil, desde la Habana,
Vino a soplar sus hálitos impuros
Contra Cortés en el Partido entero 515
De aquel Velázquez, su Rival austero? 

La Discordia , que siempre había envidiado
Las glorias de la Hesperia y sus Alcides,10
Tras ellos sin autor se había embarcado
Con Colón y los otros Adalides 520
En la América entera había sembrado, 

Al pie de los laureles negras lides,
Para volcar de sus triunfantes carros
Los Almagres, Corteses, y Pizarros. 

Con pasos de Gigante se apresura 525
Al campo formidable de la Europa, 

Y a todo malcontento que murmura
Le da a beber veneno de su copa.
Todos claman al punto: "¡Qué locura!
Osar batir tan numerosa tropa, 530
Querer salvar tan dilatados yermos
Quinientos hombres, y los más enfermos!" 

A pesar de tan público improperio,
El Caudillo bogando en dulce calma,
Pensaba dar a España un nuevo Imperio, 535
Al Evangelio más frondosa Palma, 

Añadir a la tierra otro Hemisferio,
Infundir en los Indios mejor Alma,
Y a fuerza de virtudes y conquistas
De Antípodas triunfar, y Antagonistas. 540
Como otro Orfeo, meditaba el solo 

Forzar el Reino del Plutón avaro,
Y que en más rico aurífero Pactolo11
Bebiese el Español el metal raro;
Que las Hijas de Palas y de Apolo 545
Allí tuviesen filiación y amparo 

Cuando Marte sin casco ni trofeo,
Entregase a Mercurio el Caduceo.12
En estas circunstancias sobrevino
El nuevo Embajador de M[o]ctezuma 550
Con grana, gomas, perlas, oro fino, 

Muchas piedras preciosas, mucha pluma;
Algodón delicado como lino,
Pieles de armiño blancas como espuma;
Y habiéndolo ofrecido a Cortés todo, 555
Le dijo con firmeza, y grato modo: Ya veis
Señor con qué munificencia
Mi Rey responde a la amistad del vuestro, 

Mas advertid que de su Real presencia
Os aparta un presagio harto siniestro: 560
Volveos a embarcar con diligencia
O pasareis por enemigo nuestro:
Idos Cortés, dejad estas orillas,
Huyan de vuestros ojos nuestras villas.

Mientras que la sin par bella Marina13 565
(La Venus de Cortés y la Minerva
Que aun su propio país creyó Divina)
La arenga interpretaba sin reserva;
Lo que en su corazón él determina,
Sagaz lo oculta a toda la caterva; 570
Y vuelto al Indio, que tenía delante,

Le respondió risueño y arrogante.
Mañana, al punto que el Oriente abierto
Saliere el Sol con nuevos atavíos,
Estaréis apostado sobre el Puerto 575
Con todos vuestros peones y los míos:
Allí veréis el orden y concierto 

Con que me aguardan Urcas y Navíos,
Pues será aquel el último momento
Que os dará a conocer todo mi intento. 580
 

Apenas el Crepúsculo reyaba Bordando el
Éter de oro y de bermejo,

Y la trémula luz reverberaba
En todo el Mar como en flexible espejo;
Ya el Mexicano con su escolta estaba 585
Sobre la ribera, y al reflejo 

Del nuevo día, viendo el horizonte,
Rompió el silencio, y dijo desde el monte:
"Oh feliz tiempo aquel, no tan remoto,
En que los ojos de mayor viveza 590
Le daban a este piélago por coto 

El estrecho Non Plus de su flaqueza!
Aquel, en que el Indiano más Piloto,
Creyendo cielo y agua de una pieza,
Juzgó que navegando en su Piragua, 595
Llegar podría al cielo por el agua». 

Luego inmutado, y la atención suspensa
En lo bajeles surtos de la Armada,
Que presentaba una arboleda densa
Florida toda, toda empavesada; 600
«¡Cuánta canoa, dijo, y cuán inmensa 

Es su estructura, fuerte y encorvada!
Decidme, duros leños, ¿quién se atreve
A doblaros así, cual junco leve?
¿Quién levantó los cedros eminentes 605
Y los supo vestir de alas y colas? 

¿Cómo en la agitación de las corrientes
Pueden las naves conducirse solas?
¿Cómo los soplos de aires diferentes
Les abren el camino por las olas? 610
Céfiros, si amaináis, hoy serán vientos
Los suspiros del Indio, y los alientos». 

Estaba en esto aquella Gente absorta,
Cuando llega Cortés con sus armados
Y a las embarcaciones los transporta... 615
Todos los Indios, todos los soldados 

De la opuesta facción, facción no corta,
Con tales apariencias deslumbrados,
Quedaron persuadidos que se irían,
Y dando alegres voces lo aplaudían. 630
Mas ved aquí que de repente Hernando 

(¡Quien de pecho mortal tanto esperara!)
Por Urcas y Galeotas va mandando,
Que Ancora, Antena, Jarcia, Botavara,
Todo se fuese a prisa despojando, 635
Y que a pique la Flota allí se echara... 

Al punto (¡Escena cruel!) se experimenta
En gran serenidad, ruda tormenta.
Caen los Pendes, hiéndese la Quilla,
Salta el Timón, destrózase el Costado... 640
Y al advertir tan triste maravilla, 

Fenómeno en un Puerto no observado;
Confusas las Nereidas en la orilla,
Neptuno en sus cavernas asombrado, 

Temen al hombre, de quien son testigos, 645
Que quiere naufragar, y entre enemigos.
¿Qué hiciste entonces tú, Nigromancia
Para salvar las naves de las rocas?
Invocabas la Calma, y acudía,
Tirada de Delfines y de Focas: 650
Una sostiene el buque que se abría, 

Otra le abraza por cerrar las bocas...
Velo Cortés, se ofende, gime, y luego
A las Sirtes y al agua añade el fuego.
Corre furioso el Héctor castellano 655
Encendida una antorcha en la derecha,

Como a las naves Griegas el Troyano:
Síguenle sus Atletas con la mecha
De Cástor y de Pólux en la mano,
Y cada cual sobre la Flota se echa 660
De honor picado, de entusiasmo lleno,
Yendo delante el Santo, hijo del trueno. 

Así como la trágica pavesa,
Que un Águila arrebata en dos tizones,
Prende en el Soto, cunde, y nunca cesa 665
Atizada de recios Aquilones; 

Así rechina el fuego haciendo presa
En la seca montaña de galeones,
Y convierte sus selvas movedizas,
Como el Vesubio, en Pinos de cenizas. 670
Cubría el humo todavía el Puerto,
Cuando vuelto Cortés al Real Cacique 

Que estaba del espanto casi muerto,
Le dijo así: "¿Queréis que más me explique?
Contad a Mo[c]tezuma cómo es cierto 675
Que he echado mis bajeles aquí a pique, 

Que no puedo salir ya de esta tierra,
Y que me espere allá, o en paz, o en guerra.
Y vosotros Íberos, ya estáis viendo
Que guarda a vuestro honor el mal la espalda; 680
Que en México la Gloria está ofreciendo 

A vuestras frentes su inmortal guirnalda;
Que yo os llevo a triunfar, y que pretendo
Tengáis por presa la perla y la esmeralda:
Marchad, venced, gozad de estas Regiones, 685
Y con la Cruz alzad vuestros Pendones".
Entonces, del dolor y amargo celo,
Dio tan ronco clamor la Idolatría
Que retumbó la bóveda del Cielo:
Corrió el Monstruo fatal por la bahía, 690
Con ceño torvo y arrastrado vuelo, 

A acantonar la dura tiranía
De su solio infernal y sanguinario
En la opaca región del Lago Notario.
"México fue (gritaba) su Dominio, 695
Su antiguo lustre, su opulencia extraña 

Debió finar, según el vaticinio,
Por un Héroe que obrase tal hazaña:
Todos verán, después de su exterminio,
Tan pingues tierras hechas Nueva España; 700
Y que la España, cuya Fama crece,
Otros Méxicos Nuevos establece. 

Mo[c]tezuma el sañudo, ya el postrero,
Mas que en las dichas, ínclito en las penas,
Se verá sobre el Trono prisionero, 705
Cautivo y Rey, con cetro y en cadenas: 

Sus Vasallos, con raro desafuero,
Le matarán, rasgándole las venas,
Y empezarán con pompa a dominarlos
Grandes Felipes, Religiosos Carlos. 710
Y ese Cortés, que abrasa sus bajeles 

Agatocles mejor de esta Cartago,
Para que Fénix de cenizas crueles
Renazcan Bergantines sobre el Lago;
Sepa que sus triunfos y laureles 715
Será el noble trofeo, el mayor pago,

Que en el Pindo Español esta se estime
Por su acción más gloriosa y más sublime".

FIN

 

NOTAS

1 Se imprimió por Manuel de Sancha, en la capital de España y en la fecha indicada. Hemos utilizado la edición facsímil de Librerías París-Valencia, Valencia, 2000.

2 Militar y político griego, tirano de Siracusa (317-289 a. C.), titulado rey desde el año 304 a. C. Poseía origen humilde, lo mismo que Cortés. Destacó, entre otras razones, por su lucha contra los cartagineses.

3 Aves fabulosas cuya cabeza está dotada de un pico de águila, y tiene poderosas alas y cuerpo de león. Según Grimal "están consagrados a Apolo y vigilan sus tesoros contra las depredaciones de los arimaspos, en el desierto de Escitia, en el país de los Hiperbóreos. Otros autores los sitúan entre los etíopes, o incluso en la India". Además, "fábulas más recientes contaban que los grifos se enfrentaban con los buscadores de oro en los desiertos del norte de la India".

4 Como recoge la Crónica de Gómara: "Estando Cortés en Segura, llegaron a él unos mensajeros del señor de Huacacholla secretamente a decirle que se le daría con todos sus vasallos si los libraba de la servidumbre de los de Culúa, que no sólo les comían sus haciendas, sino que les cogían sus mujeres y les hacían otras fuerzas y demasías; y que en la ciudad estaban aposentados los capitanes con muchos otros soldados, y por las aldeas y comarca..."

5 Viento procedente del suroeste (Atlántico), templado, relativamente húmedo y portador de lluvias.

6 "En el mes de mayo, hacían los mexicanos su principal fiesta de su dios Vitzilipuztli, y dos días antes de la fiesta, aquellas mozas que dijimos arriba que guardaban recogimiento en el mismo templo y eran como monjas, molían cuantidad de semilla de bledos, juntamente con maíz tostado, y después de molido, amasábanlo con miel, y hacían de aquella masa un ídolo tan grande como era el de madera, y poníanle por ojos unas cuentas verdes, o azules o blancas, y por dientes unos granos de maíz, sentado con todo el aparato que arriba queda dicho; el cual después de perfeccionado, venían todos los señores, y traían un vestido curioso y rico, conforme al traje del ídolo, con el cual le vestían; y después de muy bien vestido y aderezado, sentábanlo en un escaño azul, en sus andas, para llevarle en hombros. Llegada la mañana de la fiesta, una hora antes de amanecer, salían todas estas doncellas vestidas de blanco, con atavíos nuevos, y aquel día las llamaban hermanas del dios Vitzilipuztli"

7 Ave de rapiña que mide veinticuatro centímetros desde el pico hasta la extremidad de la cola y sesenta de envergadura. Tiene plumaje pardo azulado en el lomo, blanco con manchas grises en el vientre y pardo en la cola, que termina con una banda negra de borde blanco, pico azulado y pies amarillos. Por su valor y rápido vuelo era muy estimado para la caza de cetrería.

8 Xicohténcatl Ixiyacatzin (1484-1521), héroe tlaxcalteca enemigo de los españoles.

9 Malinalco, población situada al sur de México, a dos horas de México D.F.

10 Heracles (Hércules).

11 Río cerca de la costa egea de Turquía. En la Antigüedad era famoso por su oro.

12 Significa, "vara de olivo adornada con guirnaldas". La llevaban los heraldos. Como Mercurio tenía esa condición (heraldo y mensajero de los dioses, según la mitología romana), se le concede de manera singular el caduceo, pero las guirnaldas son sustituidas por dos serpientes, que aluden a la fábula, según la cual Mercurio vio luchar a dos serpientes y las separó pacíficamente con el caduceo. Las dos serpientes entrelazadas representan el número ocho, y también simbolizan el equilibrio entre fuerzas antagónicas. Según la mitología griega, el caduceo era un bastón o cayado de oro que le fue regalado a Hermes por Apolo a cambio de la flauta del dios Pan, la siringa, convirtiendo el caduceo en el símbolo del heraldo de los dioses del Olimpo.

13 Los españoles lograron la victoria gracias a la superioridad de armas y en especial al temor que los nativos tenían a los caballos. Una vez vencidos, los mayas chontales entregaron como prenda de paz veinte mujeres, entre las que se encontraba una esclava de nombre Mallinalli Tenépatl, la que fue bautizada como Marina, quien se convirtió en intérprete a partir de entonces. Jerónimo de Aguilar tradujo del español al maya, y doña Marina del maya al náhuatl para comunicarse con los mexicas. Años más tarde Cortés tuvo un hijo con doña Marina. Todos los pueblos por los que pasaron los conquistadores conocieron a Marina, a quién llamaron Malintzin, y también a Jerónimo de Aguilar, pues siempre estaban como intérpretes al lado de Hernán Cortés. Debido a ello se referían a Cortés como Malintzine, con el significado de amo de Malintzin.

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