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Tzintzun

Print version ISSN 0188-2872

Tzintzun  n.51 Morelia Jan./Jun. 2010

 

Artículos

 

Mirada crítica a la historiografía cubana en torno a la marginalidad del negro en el Ejército Libertador (1868-1898)

 

Critical look at the cuban historiography concerning the marginality of the black in the Liberating Army

 

Un regard critique à l'historiographie cubaine par rapport au marginalisme du noir dans L'armée Liberatrice (1868-1898)

 

Ismael Sarmiento Ramírez

 

Centre de Recherche Sur L'Amérique Coloniale. Universidad de París III- Sorbonne Nouvelle. Correo electrónico: isarmen@hotmail.com

 

Recibido: 19 de enero de 2010
Aceptado: 11 de marzo de 2010

 

Resumen

En esta mirada a la historiografía cubana en torno a la marginalidad del negro en el Ejército Libertador, se analizan las obras más significativas que abordan esta problemática en Cuba. Se pone de manifiesto que hoy, después de 115 años del inicio de la gesta independentista, sigue sin existir un corpus completo de este fenómeno que recoja el comportamiento social durante toda la contienda bélica (1868-1898), y que esté centrado en el Ejército insurrecto. Además, el estudio advierte que la marginalidad, la discriminación y el racismo -entre las herencias más marcadas de la esclavitud y de la cultura que a partir de ésta se engendra en Cuba- fue un problema que, aunque también afectó a determinados líderes de la raza negra, mayoritariamente perjudicó a los negros insurrectos, más desposeídos, y es por esto que fue más difícil de detectar, ejemplificar y hasta llegar a considerar como un mal que convive de forma perenne en las filas de los revolucionarios cubanos. Para, por último, recomendar: ¿cómo encauzar el análisis de esta problemática, todavía vigente en la población de raza negra en Cuba, entrelazando los diferentes eslabones sociales que la unen?

Palabras clave: Cuba, historiografía, guerra de independencia, ejército insurrecto, marginalidad del negro.

 

Abstract

In this look at the Cuban historiography concerning the marginality of the black in the liberating army, the most significant works that approach this problematic in Cuba are analyzed. There is revealed that today, after 115 years of the beginning of the independence exploit, it continues without existing a complete corpus of this phenomenon that gathers the social behavior during the whole warlike contest (1868-1898) and that is centred by on the rebellious army. In addition, the study noticed that the marginality, the discrimination and the racism - between the most marked inheritances with the slavery and with the culture that from this one begins in Cuba was a problem that, though it also affected certain leaders of black race, for the most part it harmed to the most deprived rebellious blacks, and due to this it was more difficult to detect, exemplify and consider as a problem that existed in the rows of the Cuban revolutionaries. Finally, it is made a recommendation on how to channel the analysis of this still in force problematic in the black population in Cuba, interlacing the different social links that join it.

Key words: Cuba, historiography, independence war, rebellious army, marginality of the blacks.

 

Résumé

Dans ce regard à l'historiographie cubaine par rapport au marginalisme du noir dans l'Armée Liberatrice, on analyse les œuvres les plus significatives qui touchent ces problèmes à Cuba. On montre qu'aujourd'hui, après 115 ans du commencement de l'indépendance, il n'y a pas encore de corpus complet sur ce phénomène-là qui reccueille des renseignements sur le comportement social pendant toute la guerre (1868-1898) et qui est centré à l'armée insurgée. En outre, la recherche remarque que le marginalisme, la discrimination et le racisme – notamment, les héritages comme l'esclavage et la culture née à Cuba – a été un problème qui a beaucoup éprouvé les leaders noirs, mais surtout qui a porté atteinte aux noirs insurgés et aux pauvres. C'est pour cela qu'il a été très difficile à détecter, à démontrer et même à considérer comme un malheur qui vit de façon permanente entre les révolutionnaires cubains. Enfin, on essaie de répondre aux questions: Comment envisager l'analyse de ces problèmes encore vivants entre la population de race noire à Cuba? et, Comment entrelacer les différents liaisons sociales qui sont attachées à Cuba?

Mots clés: Cuba, historiographie, guerre d'indépendance, armée insurgée, marginalisme du noir.

 

Con el presente artículo se pretenden cumplir dos objetivos;uno crítico, que es el más amplio y da respuesta al título que lo enuncia: brindar una mirada a la historiografía cubana en torno a la marginalidad de los negros incorporados al Ejército Libertador, un estudio que hasta el momento se ha presentado de manera parcializada; el otro propositivo: al establecer las generalidades teórico-metodológicas que considero válidas para, en lo adelante, encauzar este estudio, distinguiendo a la marginalidad, la discriminación y el racismo de los negros independentistas como un fenómeno multidimensional que comprende diferentes aspectos y su interacción implica la limitación o ausencia de integración social. De esta forma se dilucidará la hipótesis de si esta problemática que afecta a los negros fue, en verdad o no, una permanencia continua y generalizada entre los insurrectos cubanos durante el período independentista (1868-1898).

Hoy, después de 115 años del inicio de la gesta independentista cubana, se sigue careciendo de bibliografía suficiente que profundice aspectos diversos. Por ejemplo, son mínimas las referencias valorativas que se tienen sobre los temas inherentes a la esclavitud, la emancipación de los esclavos, las aspiraciones de los negros y principalmente de la marginación, discriminación social y racismo que este sector sufre durante el período que duró la Guerra de Independencia (1868-1898), específicamente dentro del Ejército Libertador. Cuestiones complejas que se hacen difíciles de analizar y entender por parte de la historiografía oficial y que han tenido, en cambio, cierto interés en determinados especialistas extranjeros, con la aparición de publicaciones dentro o fuera de la Isla y las incorporaciones de investigadores cubanos.

Si se comparan las investigaciones realizadas en torno a la guerra independentista cubana, anteriores a la novena década del siglo XX y a ambos lados del atlántico, la mayoría son parciales o simplemente tratan cuestiones meramente locales. Criterios positivistas han predominado en el análisis de aquella contienda para destacar hechos militares, alguna que otra batalla, sin que igualmente interese su interrelación, la manera como los contendientes sobrevivieron durante esos largos años de lucha y, muy fundamental, las relaciones sociales surgidas en la manigua, entre ex amos y ex esclavos, y entre blancos y negros.1 En términos generales, dentro de la Isla el tema racial siempre ha sido tabú, más cuando se opina que su indagación "atenta" contra la integración nacional. Una laguna que aún sigue sin cegarse, pese a los esfuerzos más contemporáneos y la audacia de un número reducido de investigadores.

En el caso que aquí me ocupa, probablemente esto sea porque aún no se tiene un corpus, lo más completo posible, del comportamiento de este fenómeno durante toda la contienda bélica (1868-1898), que parta de la base constitutiva del Ejército Libertador. Digamos que la marginalidad, la discriminación y el racismo entre las herencias más marcadas de la esclavitud, y de la cultura que a partir de ésta se engendra en Cuba, aún cuando afectan a determinados líderes de la raza negra, fue un problema que mayoritariamente perjudicó a los negros insurrectos más desposeídos. Tanto a los soldados rasos, los más de infantería, como al resto de la masa desarmada que conformaba el sustrato del Ejército mambí,2 la llamada fuerza auxiliar (convoyeros, jolongueros, asistentes, forrajeadores, agricultores en los predios más apartados y un etcétera de toda clase de servicios subalternos); y por esto es más difícil de detectar, ejemplificar, y hasta llegar a considerar como un mal que convive de forma perenne en las filas de los revolucionarios cubanos durante las tres guerras. También puede ser que esta limitante o este vacío historiográfico se de porque todavía en Cuba no se han logrado superar los problemas del racismo y por tal motivo se cuide un tanto la posible susceptibilidad de quienes más lo padecen; además de tenerse, hasta hace muy poco tiempo, el "no hablar del tema" como medida interna de protección. En cualquier caso, negatividad en la realidad del país que hoy sigue sin poder ser erradicada del todo, pese a los múltiples esfuerzos por eliminarla totalmente del panorama social; porque, "la Cuba post-revolucionaria realizó avances hacia la igualdad, pero no logró resolver el llamado "problema racial".3 Interpretación válida de Alejandro de la Fuente, quien analiza la historiografía sobre el impacto de la revolución cubana en las relaciones raciales hasta la década de 1990, para así concluir: "Cuba no es ni el paraíso racial que preconizan las autoridades cubanas, los eruditos oficiales y los observadores afines, ni el infierno racial que describen algunos de los detractores del gobierno cubano".4

Hoy, ya en Cuba se acepta, más allá de los círculos políticos e intelectuales, que la Revolución, pese a sus primeras leyes y continuos esfuerzos, no ha podido erradicar de forma definitiva ciertos comportamientos racistas que perviven en la sociedad cubana. Fidel Castro, en 1959, definió al racismo como "lacra social"5 y durante años se dio por hecho que las acciones revolucionarias a favor de la igualdad habían eliminado totalmente este mal. Afirmación que comienza a difundirse a inicios de los años sesenta, como un medio más de preservar la identidad nacional. Sin embargo, ni la voluntad política ni la labor de determinados organismos de masa ha sido suficiente para hacer desaparecer hábitos y perjuicios profundamente enraizados en la sociedad, vigentes en la contemporaneidad.6

Determinados autores hablan de "racismo residual", mientras otros mantienen que sólo estuvo oculto durante años. En criterio de Esteban Morales Domínguez: "va siendo mayor el costo de no abordar el tema racial, que el peligro de enfrentar sus retos";7 porque, todavía se sigue estando retrasado en el tratamiento del tema racial, tanto en el orden intelectual como científico y político.

Con relación al tema que aquí analizo, se desconoce de manera cierta la composición racial del Ejército Libertador; una labor difícil, hoy considerada casi imposible por los especialistas. Las cifras del período 1868-1880 (Guerra de los Diez Años y Guerra Chiquita) son las menos trabajadas, y las que corresponden al período 1895-1898 (Guerra de Independencia), se presentan como inacabadas; siendo, en determinados casos los cálculos de los últimos tres años, aproximaciones un tanto ponderadas.8 Lo más que se dice es, ya próximo al consenso, que negros y mulatos formaron la proporción mayor de este ejército.

Fue el Partido Independiente de Color (PIC), creado en 1908, que señaló por primera vez en sus publicaciones un estimado de la composición racial del ejército independentista, asegurando que ellos habían aportado hasta el 85 por ciento del total de los soldados que integraron el mambisado.9 En opinión del historiador norteamericano Charles Chapman: cálculos un poco exagerados para sí estar de acuerdo en que "de seguro los negros habían proporcionado la mayoría del Ejército Libertador".10 Rafael Fermoselle estima, para la Guerra de 1895, "que alrededor del 40 por ciento de los generales y coroneles eran negros. En la administración civil de la revolución, menos del dos por ciento de los miembros eran negros. Este mismo porcentaje de negros se encuentra entre los representantes del gobierno Revolucionario en New York, Washington, Filadelfia y París".11

Todas las fuentes estadísticas que hasta ahora se han utilizado y de las que tengo conocimiento son fragmentarias o muchas están consideradas, por su parcialidad o finalidad, como no confiables y dudosas; por lo que las aproximaciones del número de mambises no blancos en ocasiones se han dado contrastándolas con otras, fundamentalmente testimoniales. Una labor que, para el autor de este artículo, no ha resultado factible a partir del estudio de las fuentes iconográficas.

Hoy se conservan muy pocos dibujos realizados en el campo de la insurrección; muchas de las ilustraciones que aparecen en las publicaciones periódicas de la época, en crónicas, diarios y relatos de cubanos y españoles son simples invenciones. Los dibujos que he visto de la Guerra de los Diez Años no revisten gran significación como fuente testimonial de un hecho real, pero si gran parte de ellos son muestras de la propaganda colonialista en su afán de demostrar que la insurrección cubana era cosa de negros desarrapados. Razón inescrutable para hacer menos creíble la autenticidad de estas fuentes y menos aún para brindar una muestra representativa del número de negros integrados en el Ejército Libertador.

De la Guerra de 1895 lo que destacó son los dibujos realizados por Grover Flint; aún cuando son testimonios gráficos que tampoco constituyen una generalidad, al circunscribirse a una sola región de la Isla. No obstante, a la pluma de Flint nada escapa y los distintos tipos de insurrectos que incluye están clasificados, además de por sus armas e indumentarias, por el color de la piel. Aparecen, entre los personajes menos conocidos sus ayudantes: Eusebio y Alfredo, y en los campamentos permanentes: las funciones de los cocineros, ayudantes, acemileros, vigías y correos; por lo general individuos de color.12

Por su parte, la información fotográfica relacionada con la Guerra de los Diez Años es todavía más escasa. De este período se localizan muy pocos ejemplares, ya que de muchos sólo se dan referencias bibliográficas. De 1878 es el álbum: La paz de Cuba. Ocurrencias de la Campaña de Cuba durante el tratado de paz, compuesto por diecisiete vistas tomadas en diferentes puntos del Departamento Oriental por Elías Ibáñez, donde destacan los grupos de mambises que fotografía en la manigua y fundamentalmente la "Guardia principal de insurrectos en el campamento de Sotolongo, fuerza de avanzada"; una de las imágenes más divulgadas de este autor y que se podría tener como perfil característico del negro insurrecto en la Guerra de los Diez Años. Los guardianes aparecen descalzos y harapientos.13 En el período 1895-1898, la fotografía se lleva a cabo en condiciones distintas a la Guerra de los Diez Años: desaparecen los álbumes, cobra auge la labor de los aficionados y esta manifestación artística se convierte en el medio de ilustración fundamental de las publicaciones gráficas, principalmente de La Habana Elegante, La Ilustración de Cuba, El Hogar, El Fígaro, La Ilustración de Cuba, La Lucha y La Caricatura; además, es el momento en que cobra auge el fotoreportaje, la imagen que acompaña la información de un evento significativo. La constancia testimonial de la guerra contribuyó decisivamente a que la fotografía de prensa adquiriera carácter de registro del acontecer y esto donde más se aprecia es en El Hogar y en El Fígaro. Sin embargo, estas revistas lo más que publicaron fueron imágenes del ejército español. En El Hogar no fue hasta después de terminado el conflicto bélico, en 1898, que comienzan a salir los retratos de los jefes revolucionarios y sus campamentos, y en El Fígaro, sólo a inicios de 1899, los "bandidos" se aceptan como patriotas y los números del 5 al 8 de febrero de ese año están consagrados a la Revolución cubana; álbum en el que se recogen, junto a los dibujos hechos por Batista, Jiménez, Lecalle y Menocal, abundantes retratos de la oficialidad mambisa, la mayoría hechos en sus campamentos al concluir la guerra. Otras fotografías significativas de la Guerra de 1895 aparecieron en secciones fijas de La Ilustración Nacional y de La Ilustración Española y Americana de Madrid, en Cuba y América (Nueva York 1897-La Habana 1899), y en la conocida publicación norteamericana The Illustrated American.14

Algunas de las fuentes más recurridas por los historiadores para calcular el número total de mambises que participan en la Guerra de 1895 son: el Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba, publicado en 1901;15 los libros de registros de las unidades mambisas, elaborados en los meses finales de la insurrección; y las planillas de pagos tras el fin de la dominación española. Últimos documentos de donde se extrajo la publicación del anterior Índice... Y en ninguno de ellos se menciona el color de la piel;16 en parte, porque fue una información que el gobierno interventor norteamericano decidió excluir ex profeso. Así no se daba la razón a España, cuando afirmaba que la guerra de Cuba era guerra de raza, y se evitaba su utilización con fines de enfrentamiento racial.17 "El método seguido -cito a Manuel Moreno Fraginals- para establecer un estimado ha sido cuantificar los datos generales de los veteranos de la guerra fallecidos a partir de 1900 en los libros de cementerios, donde sí se anotaba la raza".18 Rafael Fermoselle, por su parte, para dar los porcentajes de negros oficiales, administrativos civiles y representantes del gobierno en el extranjero, se apoyó en las listas que aparecen en el libro de un testigo: Miguel Ángel Varona Guerrero, ayudante militar del mayor general Máximo Gómez;19 además de auxiliarse de la prensa escrita, otras bibliografías y entrevistas a personas que conocieron a los individuos investigados.20 Por su parte, Francisco Pérez Guzmán se limita a expresar la información que obtiene de la planilla de liquidación de haberes y los libros de control de las unidades militares; donde no se plasmó el color de la piel.21

 

La historiografía cubana en torno a la marginalidad del negro en el Ejército Libertador (1868-1898)

En esta mirada historiográfica, pese al desequilibrio informativo existente entre los autores consultados: unos tratando esta problemática de forma limitativa y otros extendiéndola en extremo, se ha preferido organizar el discurso en tres partes. Primero, distinguiendo el ideario de la época, valorando las obras de Raúl Cepero Bonilla, Ramiro Guerra Sánchez, Miguel Ángel Varona Guerrero y Manuel de la Cruz Fernández; segundo, dando cuenta de lo recogido en determinados manuales de Historia de Cuba elaborados por Calixto C. Masó, Leví Marrero Artiles y Moreno Fraginals; y, tercero, centrando, en mayor proporción, el análisis en lo expresado en monografías y ensayos más contemporáneos, concretamente los estudios de Jorge Ibarra, Francisco Pérez Guzmán y José Abreu Cardet. De esta forma, la aparición de los autores en cada uno de los tres grupos responde a un orden cronológico dado, establecido a partir de la mayor implicación que éstos manifiestan en el tema objeto de estudio. Asimismo, el artículo se enriquece con otras aportaciones puntuales contextualizadas en lo dicho por otros autores de la época y contemporáneos, o por la propia información archivística que brindan determinados investigadores, entre los que se incluye el autor.

De inicio destaco, entre los ensayos clásicos de la época: la obra de Raúl Cepero Bonilla, Azúcar y abolición, donde el autor señala cómo la posición esclavista de los hacendados cubanos obstaculiza el desarrollo de la revolución, fijando sobre esta base los estudios de las relaciones entre la Guerra de los Diez Años y la esclavitud, y la posición de los distintos grupos frente a este problema.22 De importante aportación para la historiografía cubana es la obra, en dos tomos, Guerra de los Diez Años, de Ramiro Guerra Sánchez, donde se ofrece un cuadro de conjunto de los años 1868-1878, y se brinda especial interés a las bases sociales de la guerra.23 Cuando este autor se refiere a la participación de los esclavos afirma: "Con más motivo que para los hombres de color libres, la guerra, al liberar al esclavo en los campos, mejoró su condición material y lo puso en camino de la dignificación personal y la igualdad esencial con el blanco".24 Esencialidad que no fue más allá del derecho mismo de libertad y que tuvo como retribución una oscura labor heroica que hoy sigue sin conocerse. También, La Guerra de Independencia de Cuba: 1895-1898, en tres tomos, de Miguel Ángel Varona Guerrero, brinda una amplia visión de conjunto. Más próximo a lo que aquí se analiza es el contenido del libro noveno: "El Ejército Libertador de Cuba de 1895-98".25 Y otra aportación que considero de interés, sobre todo porque es prueba de que el problema racial convivió con las fuerzas cubanas y trascendió al análisis público, es la que hace Manuel de la Cruz, en La Revolución cubana y la raza de color;26 este autor pone de relieve el miedo a los negros, que se extendió durante el siglo XIX para evitar la insurrección. Desmiente a los que aseveraban que en la guerra del 68 los negros intentaron levantarse contra los blancos; y augura una igualdad entre el negro y el blanco, cuando Cuba esté libre del dominio español.

En las diferentes Historias de Cuba de autores más contemporáneos y en un número mayor de monografías y ensayos, la posible marginación social del negro durante las guerras independentistas cubanas sigue siendo un aspecto que se obvia o que se considera minúsculo ante una realidad mayor constituida por la unión, en el campo de la insurrección, de los distintos sectores sociales y la interrelación de razas; una evidencia hasta entonces no efectiva en la historia colonial cubana. Lo que sí abundan son las investigaciones que glorifican la vida y la trayectoria política y militar de destacados líderes negros con participación activa en la independencia de Cuba.

Calixto C. Masó27 transita por los principales escenarios de la guerra, esboza la biografía de los principales líderes y se detiene, en lo fundamental en el período 1868-1878, en la organización del Ejercito mambí y en los problemas existentes entre los poderes ejecutivo y legislativo, la disciplina y el localismo. Defiende la tesis de Manuel Sanguily: que estos últimos aspectos constituyen la causa de que la lucha heroica que logró mantenerse diez años no terminara en una victoria. Respecto a la participación de los negros y mulatos, señala que los esclavos, y los asiáticos dieron carácter popular a la guerra, pero que los campesinos y los hombres libres de color constituían la base del Ejército Libertador; para así resaltar que "los Maceo y los Regüeiferos no sólo son ejemplo de valor y de heroísmo, sino que constituyen la demostración de la grandeza y del espíritu democrático e igualitario que caracteriza a la Guerra de los Diez Años".28 Ya en el período 1895-1898, prosigue este autor, se tuvo una base popular más amplia que en la guerra grande y se contó con una mayor superación de los campesinos blancos y negros, libres y ex esclavos, que integraron los cuadros de jefes y oficiales que hicieron posible la independencia de Cuba. Y sin referirse en ningún momento de su obra a los momentos de marginación sufridos por los negros y sus descendientes, principalmente en la primera fase de la gesta independentista, Masó personifica en la figura de Antonio Maceo los ascensos alcanzados por una serie de hombres ejemplares que surgen de la base de los grupos menos protegidos de la sociedad colonial; para, en cíclica retorica, concluir: "En la guerra grande no existieron distinciones de raza ni de posición social, y por eso constituye un ejemplo y un estímulo para los cubanos que supieron establecer la igualdad social dentro de un régimen democrático y sin privilegios de ninguna especie".29

Leví Marrero Artiles30 estudia las conspiraciones y el primer año de la insurrección, y como colofón final del capítulo ofrece un resumen donde explica lo que la Guerra de los Diez Años significó en la forja del pueblo cubano. De la participación de los cubanos no blancos precisa:

La respuesta del cubano negro fue ejemplar y heroica en la década grande. Comprendió cuál era su destino y se sintió un hombre nuevo en un pueblo nuevo que nacía con él. Florecieron en el batallar de diez años héroes y mártires, blancos y negros. Murieron en la pelea muchos de los próceres que la iniciaron, y cuando fue inminente la tregua que interrumpiría una lucha llamada a culminar en la victoria, quien habló por Cuba en Baraguá fue el General Antonio Maceo, síntesis del nuevo pueblo único, cuya voz simbolizó gallardamente el desafío sin rendición que cerraba la gesta.31

Con estas palabras Marrero asiente lo que muchos otros historiadores también confirman: el innegable lugar ganado por los negros libertadores en la forja de su pueblo. Hazaña que se repite con valor y constancia en la Guerra Chiquita y en la Guerra de 1895, y esfuerzo que redunda en la aspiración de los cubanos no blancos de obtener, después de la independencia, una vida mejor y con iguales condiciones para todos. Pero conocemos que esto no fue así y personalmente al autor de este ensayo le duele que tan acucioso investigador, para él paradigma del oficio, se muestre intransigente al referirse a las cuestiones raciales en Cuba. Considero que Marrero, aun sabiéndolo, no ha querido sentirse advertido de las fricciones de índole racista surgidas y alimentadas dentro y fuera del campo insurrecto; para plantear de manera enfática que las manifestaciones de descontento de los negros y mulatos, en aras de ver frustradas sus aspiraciones y privaciones de sus derechos civiles -esto más visible a inicios del siglo XX y como detonante una guerra de razas en 1912-, fue idea de unos pocos para predicar el odio racial.32

Manuel Moreno Fraginals33 cuando se refiere al tema del racismo no desmiente ni confirma que entre los mambises prevaleciera esta práctica. En cambio, reconoce en los españoles a un pueblo de mínimo racismo y asiente que la Guerra de 1895 no tuvo un carácter racista. Como sucede en gran parte del libro analizado, sus reflexiones albergan ciertas pretensiones de ruptura con los estudios precedentes pero no van más allá de su enunciación, quedando muchas de ellas como sólo interrogantes. No obstante, sus probados conocimientos sobre la realidad colonial cubana y el excelente empleo que realiza del instrumental metodológico -incluso cuando es una obra carente de citas-, han sugerido muchas pistas y sobre todo nuevos enfoques en la investigación de la historia social de Cuba.

Él advierte que en "una sociedad dividida por el color y el origen de los hombres, la incorporación de los primeros negros y mulatos debió haber sido traumática"; que, pese a lo mucho que se ha escrito sobre la guerra, "no hay testimonios válidos de cómo se fue salvando el abismo entre blancos y negros en la primera etapa de la lucha" y de "cómo fue posible que un movimiento iniciado por patricios lo cerrase un general mulato".34 Considera la batalla contra la esclavitud, el combate a la desigualdad y el menosprecio, y la exaltación de los valores patrios como las aspiraciones de mayor peso entre los no blancos. También resalta la figura de Antonio Maceo como máximo aglutinador de un pueblo, más allá de blancos, negros y mulatos; y enfatiza que "su personalidad, sin división de color entre sus soldados, y su relación con peninsulares y cubanos blancos, fue lo suficientemente fuerte como para diluir en lo posible la imagen racista de la guerra"35 difundida por los peninsulares.

Y si bien es cierto que fueron los peninsulares y los cubanos proespañoles, en sus campañas de desmoralización del Ejército Libertador, quienes presentaron la lucha cubana por la independencia como una guerra de razas, no faltaron líderes mambises que en su afán de protagonismo y rápidos ascensos alimentaran esta idea; viendo a los oficiales negros y mulatos, y principalmente a la figura de Antonio Maceo, como obstáculos en sus aspiraciones.36

El autor de Cuba/España. España/Cuba afirma que "la Guerra de los Diez Años fue fundamental porque derribó, o al menos, quebró dentro del campo insurrecto la contradicción de color que había mantenido divididos a los cubanos".37 Planteamiento al que agregó el siguiente comentario: las nuevas posibilidades reales a las que se enfrentan negros y mulatos, a partir del 10 de octubre de 1868, no derriba esta contradicción y más que quebrarla sólo la disminuye. Con las guerras no se liquidaron las grandes contradicciones de la sociedad cubana, dígase en este sentido los problemas raciales; porque -haciendo uso del propio razonamiento de Moreno- "prejuicios y patrones formados en siglos no se borran en unos años, pero disminuyeron en su intensidad y forma y se alteraron las prioridades".38

Tras la Protesta de Baragúa -encuentro en el que participan como principales figuras un blanco y un negro como generales: el español Arsenio Martínez Campos y el cubano Antonio Maceo Grajales-, y con un período de paz, posterior a la Guerra Chiquita, próximo a los quince años; obviamente, los negros y mulatos libres, principalmente los que lucharon en uno y en otro bando, aumentaron su autoestima.

El sacrificio de diez años de guerra convertía a estos últimos en verdaderos hombres y mujeres libres y a todos ellos por igual les crecieron las expectativas en cuanto a su posición en un futuro igualitario. Fue a partir de entonces cuando el gobierno colonialista se trazó como política "ganar a los negros" y para ello encaminó un conjunto de acciones específicas, enfocadas a la promoción cultural de los negros y contra la discriminación racial. Esfuerzos oficiales que inician sus prácticas en 1879, paradójicamente, antes de abolirse la esclavitud (1886):

Por ejemplo, aun en contra de los liberales criollos, se eliminó todo obstáculo legal al ingreso de los negros en la enseñanza incluyendo por igual a los niños de las escuelas primarias así como los institutos de segunda enseñanza y la universidad; se prohibió la segregación en los trenes, restaurantes y cantinas; se eliminó en el registro civil la existencia de libros para blancos y otros para negros, y esta última medida se aplicó a las iglesias.39

José Martí denunció inmediatamente la finalidad que perseguía este decreto colonial, por el que se introducían cambios en la vetusta legislación segregacionista. Su conocido artículo "El plato de lentejas" es una enérgica respuesta que desenmascara la falsedad del gobierno español en la Isla y donde resalta los derechos que el negro ya había adquirido al formar parte del llamamiento revolucionario, en 1868. Aquí unos fragmentos:

[...] Allá, veinticinco años hace, es donde coincidió la equidad social. Allá, veinticinco años hace, es donde se visitaron como hermanos, blancos y negros. Allá, veinticinco años hace, es donde estudiaban en un mismo banco Agramonte y Elpidio, Estrada Palma y Agustín. Allá, veinticinco años hace, fue donde los negros sirvieron, por el mérito, a las órdenes del blanco, y los blancos por el mérito, sirvieron a las órdenes del negro. Allá, veinticinco años hace, concedió la revolución cubana al negro el paseo igual, el saludo igual, la escuela igual. ¡España ha llegado muy tarde! [...]

Se engaña España. ¡El cubano negro no aspira a la libertad verdadera, a la felicidad y cultura de los hombres, al trabajo dichoso en justicia política, a la independencia del hombre en la independencia de la patria, al acrecentamiento de la libertad humana en la independencia, no aspira -decimosa todo esto el cubano negro como negro, sino como cubano!40

Acciones del gobierno colonial en la Isla que, pasada la fiebre de captación de "adeptos a conveniencia", no circularon más allá de los límites comunicativos. La sociedad cubana continuaba siendo un ámbito de sectores profundamente racistas y en muy poco estos grupos cambiaron después de cesar la esclavitud. Entonces, los negros y mulatos se enfrentaron a nuevos conflictos, adaptaciones y desafíos, dándoles respuestas que tampoco se hicieron esperar; porque ha de reconocerse que, en la forja de la conciencia ciudadana de estos negros y mulatos, la aparición del decreto colonialista, aunque fuese en parte teoría, no sólo sentaba precedentes sino que les legitimaba públicamente sobre cuáles eran sus derechos fundamentales.

Martí así lo hizo saber en su artículo "Mi raza", publicado también en Patria, meses antes del anterior:

Los derechos públicos, concedidos ya de pura astucia por el Gobierno español e iniciados en las costumbres antes de la independencia de la Isla, no podrán ya ser negados, ni por el español que los mantendrá mientras aliente en Cuba para seguir dividiendo al cubano negro del cubano blanco, ni por la independencia, que no podría negar en la libertad los derechos que el español reconoció en la servidumbre.41

Respecto a la Guerra de 1895, Manuel Moreno Fraginals sólo menciona el tema racial dos veces: la primera, para recordar una de las leyendas que circularon en torno a Antonio Maceo, y que pervivió en algunos sectores de la sociedad cubana hasta bien entrado el siglo XX; la que mi abuelo paterno, mulato e hijo de mambí, me contaba cuando yo era niño y que Moreno repite: "el líder fue mandado asesinar por sus propios compatriotas para evitar que un negro de su prestigio emergiese en la política cubana al final de la guerra".42 La otra, cuando dice fehacientemente: "Tampoco la guerra tuvo carácter racista no obstante el hecho de que la tropa cubana estaba integrada, en más de un 60 por 100, por negros y mulatos (la alta jerarquía militar era mayoritariamente blanca)".43

En Cuba/España. España/Cuba Moreno Fraginals concluye con el epílogo "La huella indeleble", donde dedica unos párrafos a la cuestión negra en Cuba, entre 1899 y 1908: período que abarca desde la primera Intervención Norteamericana, el inicio del primer Gobierno de la República, la aprobación de la primera Constitución de Cuba, segunda Intervención Norteamericana, hasta el surgimiento del Partido Independiente de Color (PIC). Considera que una de las formas que emergió la cuestión negra fue tras los licenciamientos de los miembros del Ejército Libertador, y que el PIC denunció en sus publicaciones la marginación en los cargos públicos de sus humildes soldados.44 De esta forma, Moreno centra la problemática de la discriminación social por razones de color entre los mambises a partir de concluida la guerra y no como un rasgo negativo que pervive, en mayor o menor medida, durante los largos años de contienda bélica.

El libro de Jorge Ibarra: Ideología mambisa45 -pese a las acotaciones que se le han hecho al margen y a la posterior renovación de las interpretaciones-, es un estudio digno de tener en cuenta; tanto por los estrechos vínculos que esta ideología tiene con el proceso de formación de la nacionalidad cubana, como por los argumentos que el autor brinda para hacer comprender –algo que logra- las encrucijadas históricas de un período de suma importancia en la forja de la identidad nacional: el que va desde el inicio de la Guerra de los Diez Años hasta la primera Intervención Norteamericana y el establecimiento de la República (1868-1902).

En la minuciosa exploración realizada por este autor no quedan excluidos los problemas raciales que conviven en la Cuba mambisa y en la Cuba española; porque el racismo afloraba en ambos bandos como reflejo palpable de la realidad colonial. El fantasma del "problema negro" inquietaba el sueño de muchos habitantes de la Isla. Y, desde el primer momento, el poder colonialista lo recaracterizó y utilizó en su lucha ideológica, afanada en dividir a los miembros del Ejército Libertador. También, determinados dirigentes revolucionarios blancos hacían uso del "problema negro" por pura conveniencia; los más, por justificación jerárquica y por aspirar al control absoluto del poder. Comportamientos, todos, racistas, que estaban muy aparejados a otros, ya de índole más clasista. "En 1878 y en 1880, los jefes militares regionales habían capitulado porque no concebían otra dirigencia ideológica que la de los cuadros políticos e intelectuales vinculados orgánicamente a la clase terrateniente".46

Ibarra da cuenta de las primeras noticias que conoce -hasta ese momento en que publica su obra (1967)-, que informan de la marginación del negro en la dirigencia revolucionaria durante la Guerra Grande: las conversaciones del coronel cubano Enrique Céspedes con el coronel español Mella.

Según [Antonio] Pirala [de donde Jorge Ibarra toma la cita, después de encontrar la pista en el libro de Enrique Collazo Tejada: Desde Yara hasta el Zanjón47], "hablaron largamente del estado de la guerra y manifestó Céspedes que su continuación en el campo insurrecto así como la de otros jefes que veían la ruina en el elemento de color en que se apoyaban, se basaban en los odios personales y en el temor de la dictadura presentándose".48

Situación que se daba, durante la primera guerra, en ciertas zonas de Cuba libre, "donde el virus del racismo empezaba a hacer estragos";49 tal como confirma "la carta del coronel Antonio Bello, Jefe del regimiento Luz de Yara, al general Juan J. Rus, Jefe del regimiento de Bayamo, que revela la existencia de una oposición cerrada en estas zonas al ascenso de los jefes de extracción popular".50 Se refería a Antonio Maceo y trasmitía en el papel el odio que no podía por sujeción manifestar libremente: "Tú mismo me has contado que no estaría lejos el día en que éste al frente de los negros nos quitaría la cabeza".51

Conforme a lo expresado por Ibarra: "todo hace indicar que el alcance del movimiento racista estuvo limitado a las zonas de Bayamo y Manzanillo, aun cuando es posible que estos prejuicios hayan influido de un modo generalizado e indirecto en la conducta de algunos de los hombres del Zanjón".52 Juicio que crea sobre la base de la documentación a que tuvo acceso, validado, además, de opiniones como la de Manuel de la Cruz:

Ocurrió que algunos insurrectos, de los menos prominentes por cierto, creyeron necesario, acaso por personalísimas exigencias de sus conciencias, explicar y justificar actos que no necesitaban explicación ni justificación, y con más o menos desenvoltura y habilidad echaron a volar la especie de que no era posible continuar la guerra, porque ya los negros se iban sobreponiendo a los blancos.53

Además, el autor de Ideología mambisa ha tenido sus razones para no vacilar, dentro de su afán por dar respuesta a sus objetivos, en hacer ver y comprender la compleja situación a la que se enfrentaron los negros y mulatos incorporados a la insurrección. De la misma manera que destaca la utilidad y lo mucho que ganó este amplio sector de la población al convivir, atraído por los mismos ideales, con los mambises blancos en los campos de Cuba Libre; el territorio donde se asentó la soberanía revolucionaria y donde se crearon, sin dar lugar a duda alguna, nuevas relaciones sociales.

En los campamentos, al tiempo que no se borró la línea sociológica que dividía al mambisado por el tipo de clase a la que pertenecía, las penurias impuestas por la guerra y el agradecimiento explicito por salvarle la vida el uno al otro, por compartir en un momento determinado un trozo de boniato, como único alimento del día, entre otras bondades, necesariamente incidía en que mejorasen las relaciones personales entre blancos y negros. Además, que en ocasiones unos sobrevalorasen las cualidades humanas de los otros.

En esta mirada historiográfica merece especial atención las páginas que Ibarra dedica al mayor general Antonio Maceo Grajales. En dos de los ensayos resume lo esencial de la ideología mambisa del héroe mulato: "Moral y revolución en Antonio Maceo" e "Independencia y antiimperialismo en Maceo". Y en ambos casos aflora el tema del color. No porque el héroe se refiriera a esta problemática de manera continua, cosa que hizo cuando las circunstancias lo merecieron, sino porque, al constituir Antonio Maceo el paradigma de la gran masa de negros y mulatos insurrectos, el tema racial le afectaba en todos los sentidos. No obstante, Maceo demuestra, la mayoría de las veces, que está por encima de los prejuicios raciales. Él pudo ubicar y aquilatar, en la medida de lo posible, cuál era el lugar más propio para los racistas: ignorarlos. Ecuanimidad y compasión que logra alcanzar gracias a su máxima inteligencia y a la prioridad de defender la patria por encima de su propia personalidad y de cualquier conflicto solapado.54

Ibarra afirma, refiriéndose al valor ideológico de la obra impresa de Antonio Maceo, "que en los comentarios se encuentran condensados el decálogo filosófico y moral del pensamiento revolucionario cubano del siglo pasado [XIX]";55 para luego introducir el segundo ensayo con estas otras precisiones:

No hay párrafo en su epistolario y en sus documentos políticos que no lleven la huella y el aliento de la sabiduría generosa y vital del hombre que se hace héroe para servir a su pueblo y a su clase. En toda su literatura revolucionaria está ausente la ampulosidad y el ornato romántico característico de la época. Solamente hay voluntad de expresar, en los términos más directos y humanos posibles, la solución de los diversos problemas que confrontan la revolución en cada momento de su devenir histórico.56

Si por algo Antonio Maceo sintió dolor e impotencia a la vez, aun ignorando muchos de los comentarios y teniendo un poco de ecuanimidad y compasión con y por sus adversarios, fue por las continuas acusaciones que le hicieron de ser portador de prejuicios raciales, querer la venganza del negro contra el blanco, fomentar la guerra de razas y tener el propósito de crear una república negra. Páginas de su vida que aquí analizo desde una doble lectura: la que efectúo en la obra de Ibarra y la que hago a la par del ensayo "Quiénes, cuándo y por qué hablaron mal de Maceo", de Joel Mourlot Mercaderes.57

Estas inculpaciones, en mayor o menor medida, se las hicieron a Maceo en las tres guerras y durante el período de tregua (1880-1895): el gobierno colonialista, en su afán de dividir a los mambises y debilitar la insurrección; y algunos de los líderes y mandos intermedios del Ejército Libertador, incluso hombres cercanos a él, en los que los motivos eran tan múltiples como superfluos. En los testimonios recriminatorios son muy pocas las afirmaciones y ninguna de ellas logran empañar el cristal con que se cubre la hoja de servicios del Titán de Bronce. Las acusaciones correspondientes al bando cubano inician con el "dicen que", "se comenta que", "se susurra que", etcétera, etcétera; y "tales términos indican [valiéndome de la expresión de Mourlot], más que acusaciones concretas, especies echadas a rodar, con el fin deliberado de crear una imagen negativa, una atmósfera de prevenciones".58 En esencia, la base de tan mayúsculo malestar en un grupo de la oficialidad blanca radicaba en "lo «inconcebible» de que alguien de la llamada «raza de color» pudiera, al fin, estar trepando tan alto".59 Y en efecto, el mulato Antonio Maceo lo logró. Vencedor de obstáculos, su exitosa trayectoria militar y su comportamiento lineal y transparente como hombre de honor y de bien le hicieron acreedor, peldaño a peldaño, de la más alta graduación otorgada por el Ejército Libertador: el mulato pasó de ser un soldado anónimo a Mayor General.

Se dice que fue el coronel Ignacio Mora Pera quien inició la campaña negativa hacia Antonio Maceo; le llamaba "un hombre ambicioso".60 Difamaciones en las que participan a lo largo de treinta años figuras como: el coronel Matías Vega Alemán, quien manifestó en carta al doctor Miguel Bravo Santíe "que Maceo había hecho creer a los hombres a su mando que el problema de Lagunas de Varona61 era una cuestión de raza";62 el brigadier José de Jesús Pérez de la Guardia, quien dice: "El referido Maceo es hombre peligroso en la posición que ocupa; no soy más claro por no fiar en la pluma ideas diabólicas por él emitidas";63 el brigadier Juan Fernández Ruz, escribe al general Vicente Aguilera: "¿Dígame, general, este señor acabaremos de confesar quien es o no? Permítame calificarlo a mi entender: llamémosle Hicotea...";64 el diputado Marcos García de Sancti Spíritus: que las intenciones o tendencias de Maceo han sido siempre "ser el hombre fuerte de la revolución y el racismo negro";65 el teniente coronel Ángel Pérez, en su destino como agente revolucionario en Colombia, escribe a su antiguo jefe general Carlos Roloff, "con alusiones relativas a que aceptar al Héroe de Baraguá sería aceptar el dominio de la «gente de color», y esto equivaldría a tener una Cuba africana";66 del brigadier Flor Crombet, por cierto también mulato, al mayor general Calixto García: "Nuestro hombre [Maceo] apoyó a Gómez, añadiendo que nunca creía que los blancos tenían ni más derecho, ni más deberes que los de su raza; pero que, de momento, veía difícil tan gigantesca empresa, por la razón de no contar con dinero y elementos indispensables";67 el abogado Ignacio Belén Pérez, desde Panamá, escribe a Gómez: Maceo cree "que va a ser rey, como si Cuba fuera África";68 el brigadier Serafín Sánchez intentó inculcar a José Martí: "Que ningún sentimiento de patriótica bondad cambiaría en Maceo su ciego empeño de favorecer el predominio de la raza negra" y "que Maceo no se conformaba con la igualdad republicana y democrática, sino que quería la venganza del negro contra el blanco, por medio de la represalia bárbara, a fin de lograr el predominio absoluto";69 y el doctor Fermín Valdés Domínguez anota en su Diario de soldado: "quedó con su miseria y su alma más negra que la piel".70

Durante el año 1876, hubo un momento que, por todos estos ataques personales, Antonio Maceo llegó a presentar su renuncia al presidente de la República en Armas, Tomás Estrada Palma.71 Y ya con el tiempo, algunos de los hombres que hablaron mal de él se retractaron, por medio de sus acciones, del daño moral causado al Héroe de Baraguá. Sin embargo, estos comentarios insidiosos de índole racista no dejaron de existir en la base del Ejército Libertador; afectación que se hizo extensiva y que más sufrieron los soldados negros y mulatos, quienes constituían la gran mayoría de la membresía mambisa.

Maceo por su parte, contrario a quienes les acusaban, "denunció algún complot de racismo negro en la manigua, durante la Guerra Grande; llamó a los cubanos de su raza a unirse a los blancos, para, dirigidos por éstos, alcanzar la libertad y sus derechos plenos";72 y en los comentarios que hace a propósito de una carta que escribe al general Camilo Polavieja, desde Kingston (Jamaica), el 14 de junio de 1881,73 expone su visión de la relación que existe entre los prejuicios y la libertad:

[...] Cuando el espíritu está preñado de prejuicios, no ha lugar el pensamiento reflexivo, porque el pensamiento reflexivo se elabora en la conciencia ilustrada por el juicio sereno de la razón, y estos accidentes y preocupaciones de nuestra alma sólo aprovechan a nuestros adversarios. [...] En cuanto a mí, amo a todas las cosas y a todos los hombres, porque miro más a la esencia que al accidente de la vida; y por eso tengo sobre el interés de raza, cualquiera que él sea, el interés de la Humanidad, que es en resumen el bien que deseo para mi patria querida.74

El motivo de la misiva de Maceo a Polavieja era hacerle saber al militar español que había descubierto el plan que existía para asesinarle. Fallida maniobra que él hace pública con los anteriores comentarios que dirige "a todos los cubanos sin distinción de razas ni colores".75

Publicación relativamente reciente es la de Francisco Pérez Guzmán, expresión de una tendencia que en cierta medida rompe con los estudios precedentes en Cuba y enunciadora de problemáticas hasta ahora no tratadas por la historiografía. En palabras de este autor, ofrece una investigación "que pone en duda muchas imágenes del Ejército Libertador y la Guerra de Independencia construidas por la idealización, el romanticismo, la ignorancia y, hasta por qué no, por intereses políticos, que registran su punto de partida en los primeros años republicanos".76 Intención que completa con este otro argumento: "Esta monografía de por sí constituye un desafío a la historiografía que ha propagado componentes de un conocimiento no ajustado a la realidad histórica".77 Pretensiones que "Panchito" -así conocido por todos- poco pudo disfrutar, tras la manifiesta acogida de la comunidad científica dedicada a temas cubanos, de dentro y fuera de la Isla, ya que murió al poco tiempo de haberse publicado este libro; pero, sin dudas, él ha profundizado, con más implicación que otros, en un tema hasta entonces escabroso, poco indagado y, en los casos que se enuncia, mal orientado por parte de la historiografía oficial. A partir de sus aportaciones y perspectivas, sin desdeñar trabajos pioneros y relevantes realizados fuera de Cuba -ejemplo: los de Rebecca J. Scott,78 Aline Helg79 y Ada Ferrer80-, abrió nuevos horizontes al historiador insular y a la forma de plantear los estudios que abordan la temática de la discriminación social por razones de color entre los mambises cubanos. Un segmento de suma importancia para comprender mejor los posteriores destinos de la problemática racial cubana, latente aún en la actualidad. De hecho, el artículo que hoy publica Tzintzun tiene su inspiración básica en dos de las conversaciones que sostuve con Panchito Pérez Guzmán en La Habana; impulso que se concretó al leer: Radiografía del Ejército Libertador 1895-1898, y más todavía al interpretar el significado intrínseco de la dedicatoria del autor.

Pérez Guzmán, considerado entre los investigadores cubanos con más experiencia en la temática de las guerras independentistas, niega la polémica hipótesis, planteada por Orlando F. García Martínez, al estudiar la formación de la Brigada de Cienfuegos, de que existieran dos ejércitos en uno durante los últimos meses de 1898.81 Según Pérez Guzmán, los ingresos masivos originados a finales de la Guerra de 1895 fueron más evidentes en algunos cuerpos que otros y las particularidades de una Brigada no pueden constituir generalidad de un Cuerpo y menos de aplicación a un Ejército.82

Utiliza gran parte de la documentación relativa al Ejército Libertador que se halla compilada en el Archivo Nacional de Cuba; principalmente, el Fondo Carlos Roloffy, dentro de éste, los libros de registros de las unidades militares mambisas y las planillas de liquidación de haberes de los combatientes, tras el fin de la dominación española. Fuentes que les han servido para brindar un aproximado del potencial humano que integró la fuerza cubana en los últimos meses de la Guerra de 1895. Una muestra que arroja el total de 41,032 efectivos: 3,143 oficiales y 37,889 suboficiales, clases y soldados.83 Sin especificar, como antes anoté, cuántos de ellos eran negros y mulatos; porque ni los libros de controles ni las planillas de pago consignaban el color de la piel.84

Asimismo, analiza cómo se constituyó la oficialidad y la jerarquía militar y cómo la posibilidad de ascender registró acentuadas limitaciones para quienes no exhibían un nivel de instrucción y de cultura elevado. Barrera que afectaba lo mismo a blancos que a negros analfabetos y humildes, y dentro de estos mayormente a los segundos por constituir mayoría y ser los más marginados.85 Por tanto, en la carrera por obtener altos grados militares, los mambises no blancos afrontaron mayores obstáculos que los blancos. Inhabilidades que Pérez Guzmán ejemplifica a través de un testimonio que extrae de las Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno, que afecta al coronel Prudencio Martínez y que tiene como mentor al general Calixto García, entonces jefe del Departamento Oriental.

En síntesis: sucedió a inicios de 1898. García propuso al General en Jefe el ascenso a brigadier del coronel Prudencio Martínez; éste a su vez, después de aprobar la propuesta, la trasladó al Consejo de Gobierno, quien la desestimó sin dar explicaciones. García insistió de nuevo y el Gobierno mantuvo su determinación. Entonces, García amplió la fundamentación de su propuesta y la dirigió a la Secretaria de la Guerra; en esa oportunidad, además de relatar los méritos militares de Martínez, expuso: "Hace largo tiempo que viene mandando la Brigada de Guantánamo y la circunstancia de ser un jefe de la raza de color exige que no le posterguen injustamente. Aún como medida política se hace conveniente y al Gobierno no se le ocultará".86 Sólo así García pudo encontrar una vía para que a Prudencio Martínez se le concediera el ascenso a brigadier. El mensaje se captó en la cúpula del gobierno y en el segundo consejo se aprobó la propuesta. Martínez, además de ser el jefe de la Brigada de Guantánamo y participar en todas las operaciones realizadas en Oriente, era negro, hacendado y mandaba en una zona habitada mayormente por negros y mulatos. El texto, como bien expresa Pérez Guzmán, "es muy revelador para entender la realidad histórica de un ejército multirracial y multiclasista, como el mambí. Su alerta [la del general Calixto García] de que se trataba del jefe de la Brigada de Guantánamo y su condición de ser negro, plantea un novedoso enfoque sustentado en el vínculo región, localidad y raza".87

Expresión de Panchito Pérez Guzmán que encuentra su advertencia en lo dicho por él en otra parte de la monografía: "La negación de un grado o una jefatura a un mambí no blanco no puede aceptarse de forma tácita como una evidencia de discriminación. Pues los conflictos personales y las ambiciones políticas influyeron de forma decisiva".88 También, porque existieron casos de oficiales blancos que fueron igualmente perjudicados; sólo que ellos pasaron inadvertidos. Realidad que alcanzó mayor notoriedad entre los negros y mulatos, hasta verse como señal de discriminación racial.89

Así, entre los muchos casos de negros implicados en la negación de un rango superior o un puesto, habría que analizar, sobre la base de las hojas de servicios y las posibles circunstancias que apremiaban en ese momento, si la no concesión respondía a la ausencia de méritos suficientes o si en las determinaciones del Consejo de Gobierno predominaban los conceptos racistas. Tras este análisis se podrían responder, por ejemplo, preguntas como las siguientes que han encontrado respuestas en otros historiadores y que en el caso de Pérez Guzmán sólo se mantienen como interrogantes: ¿José Maceo reunía la experiencia, la aptitud y el carácter para desempeñar el cargo de máximo jefe en Oriente? ¿Sus conocimientos militares eran superiores a los de Calixto García? Y de ser positiva la respuesta: ¿Qué hacer con Calixto García, destinarlo al mando de un Cuerpo de Ejército cuando era un jefe dotado para dirigir un Departamento Militar como Oriente?90

Los anteriores casos del ya brigadier Prudencio Martínez y éste último que afecta directamente al general José Maceo, más la sustitución del negro Martí Duen, jefe fundador del Regimiento de Betances, por el blanco Guillermo Schweyer, miembro de una distinguida familia de la provincia de Matanzas, y el proceso judicial contra Quintín Bandera, entre otros actos aislados y de diversa índole, hoy pueden ser catalogados como racistas, y de hecho algunos de los autores así lo creen91 ; sin embargo, Pérez Guzmán considera que "son informaciones significativas, pero insuficientes para explicar con objetividad la complejidad del problema de los negros y mulatos en las filas del Ejército Libertador".92

Es por esta escasez de elementos probatorios que Pérez Guzmán crítica a los historiadores que han tratado la temática de la marginación de la raza negra dentro del Ejército mambí, constriñendo el espacio de observación y sin profundizar en el número de mambises no blancos que ocuparon importantísimas responsabilidades en el mando militar. En este sentido, ofrece una relación de los más representativos93 y continúa con el siguiente razonamiento:

Resulta innegable que en el Ejército Libertador brotaron actitudes discriminatorias hacia los mambises no blancos, como de cierta manera, también, se observa con aquellos blancos pobres e incultos. Ahora bien, para despejar el problema y eludir las confusiones, es preciso deslindar los casos de racismo real de otros hechos en los cuales factores culturales, actitudes de mando, indisciplina y méritos militares, constituyeron las causas determinantes.94

Explicaciones que el autor de Radiología del Ejército Libertador realiza hasta penetrar al lector en las encrucijadas del prolongado contencioso sostenido entre el General en Jefe y el Primer Consejo de Gobierno;95 conflicto que vetaba y cuando menos dilataba las proposiciones de ascensos hechas al Gobierno por Máximo Gómez. Para acto seguido valerse de otras tres interrogantes; esta vez dirigidas a quienes se planteen realizar un estudio profundo que incluya la participación de los negros y mulatos en el Ejército Libertador, y que respondan a: ¿Cuáles fueron las causas determinantes para que sólo alrededor del 13 por cien de los no blancos llegaran al generalato? ¿Por qué en la relación de diputados a las asambleas constituyentes de Jimaguayú y La Yaya no aparecen elegidos negros ni mulatos? ¿Por qué ningún mambí de los llamados de color integró el Consejo de Gobierno? Estas respuestas, todas complejas, aun cuando presenten en la base un barniz de índole racista, mantienen como claves a varios denominadores comunes que son actuantes entre los protagonistas, entre ellos: el elemento cultural, la influencia social y la red de clientela formada en la manigua.96

Por ejemplo: los componentes nivel educacional y nivel cultural son cuestiones que ayudan a explicar la baja presencia de negros y mulatos en los mandos militares y civiles de la revolución. Factores que, como bien refiere Pérez Guzmán, han sido muy poco mencionados en los estudios que abordan el problema de los negros y mulatos en el Ejército Libertador.

El bajo nivel cultural existente en la membresía mambisa, si bien no impidió que determinados jefes y oficiales ascendieran, en la mayoría de los casos les limitó y se convirtió en un condicionante en aquellos que aspiraban a puestos de mayor envergadura. "Las palabras ilustración y cultura en los avales de los insurgentes se convirtieron en atributos complementarios para obtener un grado militar o una determinada jefatura".97 Tal vez haya sido este limitante una causa más para que, en proporción a los que participaron en las guerras, el número de jefes y oficiales negros y mulatos fuese tan reducido; y que en el vivir del día a día se hiciera notar esta y otras diferencias entre los individuos que constituían la base del ejército y la oficialidad.

En palabras de Pérez Guzmán:

Las profusas evidencias aseveran cómo en los oficiales y en el resto del Ejército Libertador, la ilustración trazó una línea divisoria entre quienes poseían una cultura literaria, artística, jurídica, filosófica, histórica y científica, y una gran mayoría de soldados, clases y suboficiales, en la cual predominaba el analfabetismo y de una oficialidad cuya gran parte declaraba saber leer y escribir, pero, no pocos, presentaban serias dificultades con la gramática y el lenguaje oral.98

La mayor parte de los registros y plantillas de finales de la Guerra de 1895 no se recoge si los libertadores sabían leer y escribir; por lo que la información resulta insuficiente e impide que se realicen cómputos generales. Sin embargo, el empleo de otras fuentes sugiere pensar que el analfabetismo predominó entre los mambises, principalmente, durante el período 1868-1880, y que fueron los negros y mulatos los más afectados. Con relación a las tres guerras, es abundante la documentación que refiere la falta de instrucción de los negros, pese a los esfuerzos que se hicieron para alfabetizarlos.99 En los testimonios el "no firma porque no sabe escribir" es una constante que se repite en un número elevado de documentos; en el período 1895-1898 menos contactado, pero que no por esto se considere erradicado. En los expedientes relativos a los veteranos del Ejército Libertador, díganse cédulas, actas de reuniones, nóminas de pago y reivindicaciones colectivas, por sólo citar tres de los ejemplos, seguido del nombre se acompaña una nota que dice: "no sabe firmar"; o se incorpora, en el espacio destinado a la firma, la huella dactilar del dedo pulgar, como indicativo de que es analfabeto. Información fácilmente comprobable al revisar una muestra de los archivos pertenecientes a los Centros de Veteranos y al observar en los museos los documentos pertenecientes a los miembros del Ejército Libertador.

Si partimos de que el analfabetismo predominó entre los mambises se tendrá que admitir que muy pocos de los soldados pudieron actualizarse por la lectura de la realidad circundante en Cuba y en el extranjero; esto, sumando los inconvenientes del que leer estuviese reservado para unos pocos privilegiados, que el hacerse de un libro en la manigua constituyera una rareza y que los periódicos y proclamas impresos en los campos de Cuba no contaran con las distribuciones suficientes y sistemáticas, para que pudieran llegar a todas las unidades combativas. En la práctica, las leyes que salían del gobierno insurrecto se analizaban en círculos muy reducidos, sin la asistencia mayoritaria de la oficialidad, y el soldado lo poco que captó de ellas fue cuando realmente se sentía afectado; y tal vez ni eso, porque se luchaba por un único ideal: el de la independencia, dentro de un sector donde reinaba la ignorancia. A José Martí se le conocía por las narraciones que circulaban entre los insurrectos y no por sus escritos editados en el extranjero. Tal fue el extremo del desconocimiento, propiciado por el alto índice de analfabetismo y el bajo nivel cultural, que existieron partidas que terminaron la guerra sin saber cuáles eran sus máximos líderes más directos; para muchos de los soldados sólo lo fueron Maceo y Gómez: los jefes más populares. Igual, otras partidas de despistados que se enteraron del cese de la guerra tiempo después de firmarse la paz entre España y Estados Unidos. Por lo general, la educación política del mambisado partía de la convicción particular de cada individuo, sin contarse con previa instrucción, enriquecida con las aptitudes y los ejemplos de quienes simbolizan ser sus ídolos revolucionarios; para los negros y mulatos, además de para muchos blancos, en la figura paradigmática del general Antonio Maceo. Manera de ser y sentir que, en el mayor de los casos, entiendo se circunscribía a las ansias de libertad y a las aspiraciones sociales que se materializarían terminada la guerra; para los negros y mulatos, principalmente, manifestada en la igualdad y las mejoras sociales.

Otra cuestión tratada por Pérez Guzmán, y que interesa relacionar con otros estudios y testimonios de época, es la de los sectores y grupos creados dentro del Ejército Libertador. Él parte de una realidad: en la Guerra de 1895, no existieron contradicciones en cuanto a la ideología patriótica de los mambises; todos estaban unidos por el independentismo. Sin embargo, lo que sí se mantuvo fue la diferencia de clase como herencia del sistema colonial; actitud que prevaleció en las relaciones personales y en la vida de campamentos durante las anteriores guerras, y que muy poco cambió en el período 1895-1898. En el escenario bélico se unieron todas las clases de forma solidaria, el blanco estaba al lado del negro y los ricos se mezclaron con los pobres; pero, en el vivir cotidiano: durante la marcha, a la hora del rancho y en el momento del descanso, se tendía a la división y a la prevalencia de la supremacía que marcaba el status social de la llamada clase superior. No faltaron tropas en las que se experimentaran in extremis las relaciones de servidumbre, con afectaciones directas en los negros más humildes e iletrados. Ellos eran quienes, cumpliendo con innumerables actividades, auxiliaban a las fuerzas durante las marchas y en los campamentos. En lo particular, muy poco se conoce de estos hombres; en la bibliografía lo más que se dice, de forma general, es que pertenecían a la fuerza auxiliar del Ejército Libertador y que constituían un número elevado de conscriptos desarmados. No obstante, debemos a lo escrito por mambises, a las descripciones de oficiales españoles prisioneros de los insurrectos y a las locuciones de civiles cubanos y extranjeros que visitaron los campos de Cuba Libre, durante las guerras, lo poco que hoy se sabe de los asistentes y convoyeros. Revísense estos testimonios que hablan de los mambises que auxiliaron a la oficialidad del Ejército Libertador y se comprobará que unido a una relación de afecto, en ocasiones casi paternalista, se refleja el sentido de sujeción y los límites que marcan el estatus social y jerárquico de determinados líderes.

A juzgar por el testimonio del oficial español Antonio del Rosal y Vázquez de Mondragón, quien fue prisionero de los insurrectos cubanos, durante la Guerra de los Diez Años, "los subtenientes y tenientes, tienen derecho a un asistente; a dos los capitanes y comandantes; los tenientes coroneles y coroneles a tres; los brigadieres a cuatro; los mayores-generales y miembros de la Cámara a cinco; y a seis y dos ordenanzas el Presidente".100 Es decir, por cada oficial, había de uno a seis negros en el servicio auxiliar, como asistentes. En las fuentes consultadas no se encuentran casos de mulatos y blancos como asistentes o convoyeros. El apelativo negro precede o sigue al nombre o al denominativo asistente, convoyero, jolonguero, etcétera; por ejemplo: "Juan el negro asistente" y "el negro Simón convoyero". Con lo que podemos afirmar, sin intención de hiperbolizar, que fue una tarea desarrollada sólo por negros, al parecer por los más humildes e iletrados.

Por su parte, el general Máximo Gómez, en El viejo Eduá, la historia de quien fuera uno de sus asistentes en la Guerra de los Diez Años, muestra una interesante parte de la vida del personal que auxiliaba a la oficialidad cubana; en este caso traducida en las relaciones de afecto que inspiraron al Generalísimo a enaltecer la labor, hasta entonces anónima, de uno de los tantos mambises sin historia: Eduardo; un negro esclavo convertido en insurrecto y también en cimarrón. Eduá en el léxico de los ex esclavos-, fue un experto cazador de jutías, celoso guardián de su jolongo (una especie de saco donde transportaba las pertenencias de su jefe) y tuvo a su cargo el cuidado del general Gómez, principalmente de su alimentación, lavado de ropa y construcción de vivienda. Un personaje pintoresco no exento de virtudes y defectos, del que Gómez se vale para describir, más allá de su personalidad y funciones, las labores de todos los asistentes; criticando a los inútiles y elogiando a los más hábiles.101

Visto con la lente enfocada en la regionalidad y la localidad, la marginación, la discriminación social y los comportamientos racistas, que sufren los negros y mulatos en el Ejército Libertador, más las valoraciones que de sus análisis se deriven, no son problemáticas que puedan referirse a todos los departamentos; manifestaciones que también pueden variar dentro de una misma zona, si partimos de que se tuvo una intervención muy desigual.

No es lo mismo hablar de la macrorregión oriental, portadora del mayor número de combatientes de toda Isla, que de las microlocalidades occidentales, donde los grupos de mambises, a mediados de la última guerra, constituyeron una mezcla, con oriundos de todo el país.102 En el oriente del país, en Guantánamo y Santiago, predominó una población negra; no siendo así en Holguín, Tunas, Bayamo y Manzanillo. En las áreas del centro, desde Camagüey a Santa Clara, el número poblacional de blancos fue mayor; menos ponderado en Sancti Espíritus y Cienfuegos. Y en occidente, en zonas como Matanzas, con representatividad de negros y mulatos, la participación de éstos en la guerra fue menor; lo mismo que en Pinar del Río, la jurisdicción con menos habitantes de la raza negra de la Isla.

Además, como bien expresa Pérez Guzmán, el hecho de "existir regimientos compuestos por mambises de toda Cuba, ello no significaba que tuviera una integración nacional, porque la fusión fue parcial y en algunas provincias casi no se produjo".103 En la Guerra de 1895 sólo se tuvo una aproximación al ideal de Máximo Gómez y Antonio Maceo de construir un ejército de integración nacional: la invasión a occidente; y este ideal duró hasta los primeros meses de 1896. Después, múltiples factores en contra, los más, la ausencia de recursos económicos y humanos, a lo que se sumaron los obstáculos puestos por la Presidencia de la República en Armas, las cerradas mentes que veían el proyecto imposible y seguían apostando por el regionalismo y el localismo, y la inoportuna muerte del líder negro, dieron al traste con tan mayúscula maniobra.

Tal vez convenga enfocar la búsqueda de nuevos indicios racistas entre los miembros del Ejército Libertador, si para algo ayuda en la compresión de las actitudes posteriores de los cubanos, tras finalizada la guerra, siguiendo las huellas del vivir cotidiano de las columnas orientales que marcharon a Occidente; e insistir aún más en los encuentros de los recién llegados a nuevas zonas de operaciones con los mambises oriundos de esas localidades.

En las páginas iníciales de su libro, Pérez Guzmán dice, con relación al mayor general Antonio Maceo, que en las desavenencias de importantes personalidades del Consejo de Gobierno como Salvador Cisneros Betancourt y Bartolomé Masó, y de militares de gran prestigio como Calixto García y José María Rodríguez (Mayía), además de los celos de mando, ambiciones de jefaturas, pases de cuenta, desconfiar del talento de Maceo y acusaciones a sus posibles arrogancias, afloraba el prejuicio racial.104 Acusaciones al líder cubano que también ejemplifica en las figuras de Flor Crombet y Fermín Valdés Domínguez;105 cuestiones que plantean otros autores, tal como se ha visto antes,106 y que ayudan a demostrar que todas estas diferencias, con raíces en la Guerra de los Diez Años, no se sepultaron durante la etapa conocida como tregua fecunda (1880-1895) y tras el llamado a las armas, del 24 de febrero de este último año.

Igualmente, es significativo el planteamiento de este autor donde afirma, tras analizar la cifra de mambises presentados al Ejército español, que "la muerte de Antonio Maceo no tuvo una repercusión negativa en las filas independentistas"; ni en los blancos ni en los no blancos.107

Otra investigación, al parecer mínima por su volumen pero al analizarla de profundos planteamientos, es la realizada por José Abreu Cardet: Al dorso del combate. Criterios sobre la Guerra del 68;108 un libro en el que se alude a las aristas menos conocidas de la Guerra de los Diez Años y se debaten temas tan controvertidos como es el de los esclavos integrados al Ejército Libertador, en los primeros meses de la revolución. Fundamentalmente lo que ocurrió con ellos durante el gobierno de Carlos Manuel de Céspedes, establecido en Oriente entre octubre de 1868 y abril de 1869.

El autor toma como escenario geográfico, en el Departamento oriental de la Isla, las jurisdicciones de Bayamo, Holguín, Manzanillo, Tunas y Santiago de Cuba, y centra su interés en aspectos poco estudiados de la Historia de Cuba. Parte de la Guerra de 1868 como generalidad para luego enfocar su objetivo en la patria local; por ser, en definitiva, donde nace, se desarrolla y muere la insurrección. La geografía de los alzamientos, las familias dentro de éstos, las decisiones colectivas de los caudillos y temas tan sugestivos y ocurrentes como el de las notas sobre la historia ecológica de la guerra de Cuba, motivan al investigador. Con relación a la esclavitud y la insurrección, ofrece el criterio del amo y la visión de los esclavos. Criterio y visión que les fueron posible discernir y captar tras la selección y el análisis de los documentos de época que consulta, principalmente: correspondencias oficiales insurrectas (órdenes e informes), quejas de los esclavos y presentaciones de éstos a las autoridades coloniales, partes de operaciones del Ejército español y publicaciones periódicas locales; extracción que hizo en archivos cubanos y españoles.

De este autor son interesantes las reflexiones que hace y las conclusiones a que llega. Particularidades de la guerra en una jurisdicción que pueden ser generalidades en un análisis de espectro más amplio en una zona o departamento; otras que no trascienden más allá de los núcleos en que se crean: la localidad; y, las más, las que plantean el vivir más inmediato de amos y esclavos durante los primeros meses de insurrección. Información válida para interpretar mejor el dilema esclavitud-insurrección y para penetrar en el espacio, todavía oscuro, de las relaciones amo-esclavos, esclavos-libres, esclavos-negros libres, negros-blancos y jefe-subordinados.

Al observar los comportamientos de los amos, él distingue los que se incorporan a la insurrección con sus esclavos de los que pierden sus dotaciones al ser liberadas por las partidas rebeldes. En los esclavos un análisis todavía más complejo, por abarcar: desde los sujetos que se alzaban con sus amos y mantenían una relación más plausible en el trato; situación favorecida que nada tenía que ver con los llamados esclavos del Estado, los incorporados a las fuerzas libertadoras cuyos amos no seguían igual camino; hasta la forma en que fueron tratados durante y después de los reclutamientos, la marginación que padecían, sus condiciones de vida en los campamentos, los variados tipos de ocupaciones que desempeñaban y las posibles causas de las deserciones. Para concluir, "que una parte de los esclavos que resistían en los territorios sublevados permanecieron con las fuerzas revolucionarias".109 Una evidencia contrastada al final de la Guerra de los Diez Años, al comprobarse el elevado número de ex esclavos que terminaron como miembros del Ejército Libertador.

Abreu advierte que las órdenes emitidas por el gobierno insurrecto tocante a la esclavitud en la práctica se cumplían muy poco. Entre ellas, la publicada en El Cubano Libre, el 29 de octubre de 1868, y en la que Carlos Manuel de Céspedes dice: "Queda prohibido desde este momento a todos los jefes y subalternos del Ejército Libertador admitir esclavos en sus filas, a menos que sea con facultad de sus dueños o mía";110 igual sucede con un bando, de fecha 12 de noviembre de ese año, que dispone: "serían juzgados y ejecutados los soldados y jefes de las fuerzas libertadoras que: [...] se introdujeren en las fincas ya sea para sublevar o ya para extraer sus dotaciones de esclavos".111 Disposiciones que fueron violadas múltiples veces. A su entender, en ocasiones, el propio Presidente la consentía o hacía caso omiso. En lo que reflexiona que eran decisiones que se tomaban en plena guerra, muchas de ellas salidas de un caudillo local, y que son aspectos que la historiografía no ha sabido captar e interpretar cuando ha efectuado valoraciones de las actitudes de los revolucionarios del 68.

De los esclavos dice que una parte de ellos les obligaron a incorporarse a las fuerzas libertadoras; donde muy poco cambiaron sus vidas, al continuar recibiendo el tratamiento habitual al que estaban acostumbrados. El castigo del cepo se trasladó de la plantación a los campamentos mambises112 y comenzaron a vivir los maltratos que sufrían sus similares en las plantaciones de Occidente; "para una parte de estos esclavos no había diferencia sustancial entre los españoles y los cubanos. Todos eran blancos, sinónimos de amos".113 Por esto, se les tenía desconfianza y permanecían vigilados. Hubo muy poco respeto por esta gente. Salvo que, a diferencia de sus vidas en las plantaciones, entre las cuatro paredes de los barracones, en los campamentos mambises sobraban los testigos que podían dar cuenta de sus vicisitudes y del extremo de sus humillaciones como humanos. José Martí, con dolor e impotencia a la vez, recoge en su Diario de campaña la salvaje anécdota contada por Máximo Gómez, personificada por el general Eduardo Mármol: "Dormía la siesta un día, y los negros hacían bulla en el batey. Mandó callar y aún hablaban ¿Ah, no quieren entender? Tomó el revólver -él era muy buen tirador- y hombre al suelo, de una bala en el pecho. Siguió durmiendo".114

Abreu también abunda en lo dicho por otros autores anterior-mente: los esclavos como parte del ejército insurrecto estaban marginados, formaban las fuerzas auxiliares y realizaban los trabajos físicos más duros, en condiciones deplorables; la gran masa se destinaba a la construcción de fortificaciones y barricadas al estilo más primitivo, abrir trincheras, derribar árboles y trasladarlos junto con las piedras para obstaculizar el paso del enemigo por los caminos; un número menor se situaba en las cocinas, cortando leña y otros trabajos secundarios. Sin embargo, con Abreu estoy en desacuerdo cuando afirma que era una rareza verles en tareas propiamente militares. Muchos de los castigos impuestos a los esclavos fueron precisamente porque se negaban a prepararse para la guerra. La disciplina militar impuesta en determinadas partidas les hacía, en muy poco tiempo, arrepentirse del paso que voluntaria o involuntariamente habían dado. Algo verificado en sus declaraciones como prisioneros de las autoridades colonialistas. Abreu en su ensayo incorpora uno de estos testimonios. El del esclavo presentado en el campamento de Sevilla que se quejaba porque lo tenían afilando machetes y formado en el batey, de dos en dos, por la mañana y por la tarde.115 De seguro, entre los jefes insurrectos no faltó interés por disciplinar a los esclavos; el problema estaba en la forma y en los métodos empleados. Este mismo autor es consciente de que existieron campamentos a los que los jefes trasladaron la estructura represiva de los ingenios. Otro inconveniente para los insurrectos, con mayor énfasis en los esclavos, fue la inadaptabilidad. Una parte pasaba de tener una vida más solitaria, formada en un ambiente patriarcal, a la no siempre aceptada o bien llevada convivencia en colectivo.

Ha de suponerse que en los inicios, al constituir las masas de esclavos el grueso de los insurrectos, fueron enormes los obstáculos que la vanguardia revolucionaria tuvo que vencer; tanto para incorporar a las dotaciones en el ejército como para luego disciplinarlas en la vida militar. Dentro de este ambiente, así como existieron propietarios de esclavos que se negaron al decreto de emancipación, también se dieron casos de dotaciones que se resistieron a formar parte del naciente Ejército Libertador.116 En las fuentes archivísticas abundan los testimonios que refieren el doble trabajo de los jefes mambises, el de luchar contra el Ejército español y el de disciplinar a "la negrada" (en frase de la época).117 Segunda labor que no siempre tuvo un resultado satisfactorio, lo que obligó a muchos jefes que emplearan drásticas medidas. Como en las plantaciones esclavistas, los castigos del cepo y el grillete se encontraban entre las medidas disciplinarias aplicadas; la más extrema, el fusilamiento. Del uso del látigo no he encontrado ninguna referencia y el robo estaba entre las indisciplinas más juzgadas por los mandos insurrectos.

Fueron muchos los esclavos que se fugaron de los campamentos rebeldes y retornaron al control de sus amos o hicieron vida independiente en las maniguas más inaccesibles; y todavía mayor el número de desertores que se entregaban al Ejército español en operaciones. La documentación en este sentido es copiosa.118 Los despachos de las tropas españolas recogen parte de las presentaciones de los ex esclavos, en las que alegaban eran maltratados por sus jefes y preferían volver a la esclavitud que cumplir con la causa cubana.119 No obstante, se debe tener especial cuidado en su lectura; porque, bajo la presión de los interrogatorios, no faltaron individuos que exageraran al narrar los acontecimientos. También, el propio Ejército español, en su afán de mostrar a una fuerza rebelde debilitada, falseaba y dramatizaba, todavía más, lo dicho por presentados y prisioneros. Pero, como manifiesta Abreu en sus Criterios sobre la Guerra del 68:

en ocasiones, hasta la mentira puede ser de alguna utilidad en los análisis históricos. Al mentir se busca una realidad que puede ser creíble. La realidad de los esclavos maltratados por los insurrectos, durante su incorporación a las fuerzas libertadoras, es creíble entre los españoles, pues esa situación racista se refleja en la documentación personal de algunos líderes insurrectos.120

Quien escribe estas páginas pudo revisar, en el Servicio Histórico Militar de Madrid, una parte considerable de estos interrogatorios, quejas u otras demandas vinculadas con los mambises, principalmente con esclavos en los primeros años de la insurrección. Los textos contienen todo tipo de información, que se presta al servicio de cualquier estudio de microhistoria y seguramente aguzaría la imaginación de cualquier novelista. Si bien pueden servir de utilidad, en proyectos más generales, como fuente auxiliar capaz de ayudar a construir o derribar, reforzar o declinar cualquier criterio considerado como verdad o falsedad histórica. En una primera lectura, la narración de los hechos parece convencer al investigador y hasta le resulta curiosa la forma en que imitan el habla coloquial de los esclavos. Pasado el momento emotivo, el investigador se reincorpora al análisis y descubre el trasfondo de los incisivos planteamientos en no pocos de los testimonios. Tras la pista descubre, por ejemplo, que un mismo hecho, desde la aparición de una primera narración hasta que se transcribe como parte oficial a los mandos superiores, es contado de forma diferente. En el caso de negros presentados o prisioneros: se multiplica el número de ellos y de los muertos en combate; se les añadía a sus declaraciones que eran obligados por sus amos a alzarse; que los amos para preservar sus propiedades de la destrucción de los rebeldes cedían parte de la dotación a las partidas; y un etcétera más de argumentaciones que podían ser ciertas o no, como se ha comprobado que muchas lo han sido, pero que no se incluyen en los primeros partes de operaciones. El extracto de muchos de los interrogatorios y la mención expresa de algunos presentados blancos con cierta notoriedad dentro del Ejército mambí también fueron manipulados y aprovechados por la prensa pro española, en su política de desmoralización de las fuerzas cubanas.

Después de estas explicaciones que he considerado de interés, regreso a lo planteado por Abreu Cardet en su libro. Criterios que entremezclo con otras aportaciones salidas de fuentes archivísticas similares a las que él utiliza y que han sido consultadas por el autor de este estudio.

Abreu afirma que la situación hasta ahora descrita era muy diferente para los negros y mestizos libres que se incorporaban a las fuerzas libertadoras. No encuentra, al nivel de las pequeñas partidas, una discriminación expresa hacia esta otra parte de los insurrectos no blancos. Planteamiento que avala con el ejemplo de la familia Maceo. Lo que sí recoge son algunas de las diferencias que se dan en el Ejército mambí entre los esclavos y los negros y mestizos libres. Diferencias marcadas o consentidas por no pocos de los mandos rebeldes; por ejemplo, mientras a los negros y mestizos libres les permitían dormir junto a los blancos, en la casa campamento, los esclavos lo hacían fuera, casi siempre a la intemperie o en improvisados bohíos.121 Igual pasaba con el acto de compartir el momento dispuesto para las comidas; los esclavos siempre sin mezclarse.122 El negro y el mestizo libre se iniciaba siendo mambí como soldado, el esclavo como esclavo. Los libres adquirían un arma blanca más rápido que un esclavo y sus ascensos eran lentos pero menos trabajosos. También por estas condescendencias de los caudillos con los negros y mulatos libres hubo sus enfrentamientos, recelos y traiciones.

 

Por último

Cualquier investigación de análisis historiográfico lleva implícito en su contenido un conjunto de conclusiones; por eso, sin entrar en las especificidades de lo dicho por cada autor en las obras aquí estudiadas, más lo que he aportado al respecto, me permito enunciar algunas generalidades teórico-metodológicas, más otras perspectivas, que considero válidas a tenerse en cuenta para encauzar el estudio de la marginación del negro durante las guerras independentistas cubanas.

Como se ha visto en las páginas precedentes, el término marginación, más que estar relacionado con la pobreza de los negros independentistas -lo que no deja de ser vinculante-, expresa un efecto de exclusión. Digamos, para ser más exacto, de exclusión social; porque, como bien manifiestan una parte de los autores, se margina, se deja al margen, se excluyen, a los negros insurrectos, principalmente a los esclavos que inician el llamado a la Revolución en 1868, liberados por sus amos o incorporados por gusto propio, del acceso a las oportunidades que disfrutan los restantes hombres libres que participan en la lucha armada. Me refiero, en parte, al beneficio que ostentan los insurrectos blancos y una mínima representación de los negros y mulatos libres incorporados al Ejército Libertador de Cuba. Impidiéndoles a los recién libertos participen directamente y en igualdad de condiciones en determinadas acciones sociales, con el pleno ejercicio de sus derechos de hombres libres.

Tanto es así, que, aun cuando los separatistas cubanos por un lado y los leales a España por otro intentan ganarse las simpatías de los cubanos de color -esto por pura conveniencia-, la marginación de los negros en la guerra de independencia de Cuba ha de verse como un fenómeno multidimensional que comprende diferentes aspectos y su interacción implica la limitación o ausencia de integración social.

Además, como sucede en todo el período colonial y por momentos a lo largo del siglo XX (por ejemplo: no olvidemos, como efecto detonante, la Guerrita de los negros en 1912), la marginalidad está muy vinculada al racismo y a la discriminación racial. Un fenómeno que todavía sigue siendo visible en Cuba.

Sin embargo, hasta la fecha, en las investigaciones que hablan de racismo entre los mambises -y en esta valoración incluyo los libros de especialistas extranjeros antes enunciados: Rebecca J. Scott,123 Aline Helg124 y Ada Ferrer-125 no se ha presentado una secuencia de testimonios con análisis formales, conceptuales y transversales que ayuden a fundamentar la hipótesis de una permanencia continua y generalizada de este mal en las fuerzas cubanas. Con seguridad, en el seno del Ejército Libertador el racismo existió, unido a la marginación y la discriminación racial; pero, hasta qué punto estos comportamientos trascendieron más allá del ámbito local y regional donde operaban determinadas partidas rebeldes. Su investigación es tarea ardua y paciente que requiere años de trabajo en archivos y bibliotecas, unido a un instrumental metodológico basado en la objetividad y la capacidad de entrelazar las casuísticas locales y regionales en un ámbito más amplio: en este caso, el país.

Un enfoque conveniente podría ser el estudio minucioso de todas las acciones militares y civiles en que participaron individuos no blancos incorporados al Ejército Libertador; en lo fundamental, las obligaciones que les tocaron asumir a lo largo de los años de guerras, los vínculos establecidos con el resto de mambises dentro y fuera del escenario bélico y sus posteriores inserciones como hombres y mujeres libres al conjunto de la sociedad cubana.

Para esto, ¿cómo encauzar el análisis de la marginación del negro durante el período de las guerras independentistas en Cuba sin dejar, al menos, de entrelazar los diferentes eslabones que unen en sí al fenómeno? Lo más que se me ocurre es la exploración de las siguientes aristas, a mi modo de ver, entre las más representativas: a) La marginación del negro insurrecto a causa de la propaganda que ejerce el gobierno colonialista; b) La marginación del negro insurrecto propiciada por determinados líderes rebeldes, salientes de las clases más acomodadas de la sociedad cubana; c) La marginación del negro hecha efectiva por una parte considerable de la población blanca, habitante de los campos y ciudades; d) La marginación manifiesta en el campo de la insurrección del negro y el mulato libres hacia el negro esclavo y recién liberto, de origen africano, y que igualmente participa en las guerras independentistas; y, e) La auto-marginación del negro insurrecto.

Parte de estas cuestiones las han tratado determinados autores pero nunca como un todo armónico y de forma monográfica; desde donde se confirme, con elementos sólidos, la existencia permanente o intermitente de marginación, discriminación social y racismo hacia los negros en el seno del Ejército Libertador de Cuba, durante las tres guerras. En los propios testimonios de época que se refieren a las guerras independentistas, estas vivencias aparecen unas veces de forma directa y otras se leen entre líneas; pero en todos ellos, en mayor o menor medida, se hacen menciones directas o indirectas del fenómeno. Argumentaciones que tampoco pasan inadvertidas en la novelística y la producción poética del período y en los grabados, dibujos y fotografías relacionados con los mambises.

No obstante, cuando se habla del antagonismo racial en la Cuba poscolonial se tiene mayor consenso; sobre todo de la etapa que inicia, terminada la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, en 1898, y que podríamos enmarcar hasta 1912, con la llamada Guerrita de color, o extender aún más hasta otros años del siglo XX. En este sentido la historiografía sí es más amplia y coincidente.

Ahora bien: ¿cómo pudo resurgir, después de concluida la Guerra de Independencia y entre los veteranos del Ejército Libertador, esta oposición blancos/negros-negros/blancos, cuando antes y todavía hoy en día existen autores que afirman que la diferenciación racial tan sólo fue una primogenitura de la sociedad esclavista, que en muy corto tiempo desapareció entre los rebeldes, unidos en el escenario bélico de la manigua redentora? ¿Fue suficiente el olvido y la falta de cumplimiento de las promesas, llegado el momento de paz, para que los negros y mulatos se rebelasen a favor de sus plenos derechos? ¿O tal vez, al abordar la marginación del negro, nos referimos en lo esencial a un mal mayor, más generalizado? Valgan los términos médicos en la ejemplificación: a una dolencia surgida en la esclavitud; mal tratada y no curada durante los años de guerras; que hizo metástasis al iniciar el período republicano, cuando el negro vio limitado sus derechos cívicos y su participación en el gobierno del país; y, como enfermedad hereditaria, en las nuevas generaciones de cubanos, todavía no encuentra el adecuado tratamiento que le cure.

Cual sea la verdadera razón o la suma de razones: el surgimiento, en 1908, de un partido político nacional racialmente definido causó el quebrantamiento de la ideología del movimiento independentista, según la concibió José Martí y dio pie a una mayor visibilidad de los márgenes sociales de una Cuba dividida entre blancos y negros. Razones de peso para que la historiografía del presente actualice los postulados existentes y priorice la búsqueda de las verdaderas causas que impidieron cristalizasen las relaciones sociales entre negros y blancos, dentro del Ejército Libertador de Cuba y en el conjunto de la sociedad.

 

NOTAS

1 Un estudio bibliográfico bastante exhaustivo lo ofrecen Santamaría García, Antonio y Naranjo Orovio, Consuelo; vid. "El 98 en 1999 y 2003. América: últimos resultados y tendencias recientes de la investigación", en Revista de Indias, Vol. 59, Núm. 215, 1999, pp. 203-274.         [ Links ] Encomiable labor que se ve complementada por otro de sus artículos: "La historia social de Cuba, 1868-1914: aportaciones recientes y perspectivas", en Historia Social, Núm. 33, 1999, pp. 133-158. En ambos casos la problemática racial queda incluida dentro del análisis de uno de los epígrafes, con énfasis directo en los estudios que abordan la temática de la discriminación social por razones de color.

2 Vid., El significado del vocablo mambí en Sarmiento Ramírez, Ismael "Los apodos entre criollos y peninsulares durante los siglos coloniales: ejemplo de ostensible división entre cubanos y peninsulares", en Casado Arboniés, Manuel, et. al., (Eds.), Escrituras silenciadas en la época de Cervantes, Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2006, pp. 411-426.         [ Links ]

3 Fuente, Alejandro de la, Una nación para todos. Raza, desigualdad y política en Cuba. 1900-2000, Madrid, Ed. Colibrí, 2001, p. 19.         [ Links ]

4 Idem.

5 Castro Ruz, Fidel, "Discurso", Revolución, La Habana, 23 de marzo de 1959.         [ Links ]

6 Circunstancias que el mismo Fidel Castro ha retomado en varios de sus intervenciones, escritos y entrevistas. 7 Morales Domínguez, Esteban, "Cuba: color de la piel, nación, identidad y cultura: ¿un desafío contemporáneo?", AfroCubanWeb, 2007, [En línea], Puesto en línea julio de 2007. URL: http://www.afrocubaweb.com/News/colordelapiel.pdf. Consultado el 26 de septiembre de 2007;         [ Links ] y, Desafíos de la problemática racial en Cuba, La Habana, Fundación Fernando Ortiz, 2007.

8 Vid., Pérez Guzmán, Francisco, Radiografía del Ejército Libertador 1895-1898, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 2005, p. 4.         [ Links ]

9 Vid., "The Insurrection in Cuba", Outlook, 1 de junio de 1912, p. 238; Moreno Fraginals, Manuel, Cuba/España. España/Cuba. Historia común, Barcelona, Ed. Crítica, 1995, p. 299;         [ Links ] y, Fermoselle, Rafael, Política y color en Cuba. La guerrita de 1912, Madrid, Ed. Colibrí, 1998, p. 32.         [ Links ]

10 Chapman, Charles, A History of the Cuban Republic: A Study in Hispanic-American Politics, New York, 1927, p. 308.         [ Links ]

11 Fermoselle, Rafael, Op. Cit., p. 32.

12 Flint, Grover, Marchando con Gómez, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1983.         [ Links ]

13 Ibáñez, Elías, La paz de Cuba. Ocurrencias de la Campaña de Cuba durante el tratado de paz, La Habana, Impr. "La Propaganda Literaria", 1878.         [ Links ] Véase, además, una reproducción de la fotografía mencionada en Cuba y América, Vol. II, Núm. 13, New York, 1 de octubre de 1897.

14 Vid., Sarmiento Ramírez, Ismael, "La vida cotidiana de los ejércitos español y libertador a través de la fotografía cubana de la guerra (1868-1898)", en Fernando Harto de Vera (comp.), América Latina en el umbral del siglo XXI, Madrid, Centro de Estudios Contemporáneos sobre América Latina (CECAL), 1998, (CD-ROM). VI Encuentro de Latinoamericanistas Españoles: "América Latina en el umbral del siglo XXI", Universidad Complutense, Madrid, 29 de septiembre al 1 de octubre de 1997.         [ Links ]

15 Cuba, Ejército Libertador, Índice alfabético y defunciones del Ejército Libertador de Cuba, Datos compilados y ordenados por Carlos Roloff Mialofsky, ayudado por Gerardo Farrest y editados oficialmente por disposición del general Leonard Wood, La Habana, Imp. de Rambla y Bouza, 1901.         [ Links ]

16 Vid., Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 3.

17 Moreno Fraginals, Manuel, Op. Cit., p. 299.

18 Idem.

19 Fermoselle, Rafael, Op. Cit., p. 32, APUD., Varona Guerrero, Miguel Ángel, La Guerra de la Independencia de Cuba: 1895-1898, La Habana, Ed. Lex, 1946, tomo III, pp. 1837-1875.         [ Links ]

20 Fermoselle, Rafael, Op. Cit., p. 32.

21 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 3.

22 Cepero Bonilla, Raúl, Azúcar y abolición, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1971.         [ Links ]

23 Guerra Sánchez, Ramiro, Guerra de los Diez Años, 2 Tomos, La Habana, Ed. Pueblo y Educación, 1986.         [ Links ]

24 Ibid., tomo I, p. 42.

25 Varona Guerrero, Miguel, La Guerra de Independencia de Cuba: 1895-1898, 3 Tomos, La Habana, Ed. Lex, 1946.         [ Links ]

26 Cruz Fernández, Manuel de la, La Revolución cubana y la raza de color. Apuntes y datos por "Un Cubano sin odios", Key West, Imp. La Propaganda, 1895.         [ Links ]

27 Masó Calixto C., Historia de Cuba, Miami, Ediciones Universal, 1976.         [ Links ]

28 Ibid., p. 286.

29 Ibid., p. 410.

30 Marrero Artiles, Leví, Cuba: economía y sociedad, tomo XV, Madrid, Ed. Playor S. A., 1992.         [ Links ]

31 Ibid., pp. 344-345.

32 Ibid., p. 345.

33 Moreno Fraginals, Manuel, Op. Cit.

34 Ibid., p. 245.

35 Ibid., p. 246.

36 Moreno señala, como posibilidad, que tal vez el fracaso inicial del levantamiento de 1895 en La Habana y Matanzas se debiera al rechazo de importantes jefes blancos a ser convocados por un negro: Juan Gualberto Gómez, director de toda la actividad conspirativa en esta región. Ibid., p. 273.

37 Idem.

38 Ibid., p. 255.

39 Ibíd., p. 262.

40 Martí, José, "El plato de lentejas", en Patria, Nueva York, 2 de enero de 1894;         [ Links ] Vid., Obras Completas, La Habana, Ed. Ciencias Sociales, 1975, tomo III., pp. 26-30.

41 Idem, Patria, New York, 16 de abril de 1893; Vid., Sus mejores páginas, Estudio, notas y selección de textos por Raimundo Lazo, México, Ed. Porrúa, 1982, pp. 52-53.

42 Moreno Fraginals, Manuel, Op. Cit., p. 291.

43 Ibid., p. 282.

44 Ibid., p. 299.

45 Ibarra, Jorge, Ideología mambisa, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1967.         [ Links ]

46 Ibid., p. 57.

47 Collazo Tejeda, Enrique, Desde Yara hasta el Zanjón, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1967.         [ Links ]

48 Pirala Criado, Antonio, Anales de la guerra de Cuba, Madrid, Imp. de Felipe González Rojas, tomo I, 1895, p. 360;         [ Links ] APUD., Ibarra, Jorge, Op. Cit., p. 55.

49 Idem.

50 Idem.

51 Ibid., pp. 55-56.

52 Ibid., p. 56.

53 Vid. Cruz Fernández, Manuel de la, Op. Cit.; APUD., Ibarra, Jorge, Op. Cit., p. 56.

54 Vid. Martí, José, Op. Cit., 1975, tomo IV, pp. 451-454.

55 Ibarra, Jorge, Op. Cit. p. 146.

56 Ibid., 157.

57 Mourlot Mercaderes, Joel, "Quiénes, cuándo y por qué hablaron mal de Maceo", en Portuondo Zúñiga, Olga, Escalona Chádez, Israel y Fernández Carcassés, Manuel (coords.), Aproximaciones a los Maceo, Santiago de Cuba, Ed. Oriente, 2005, pp. 49-122.         [ Links ]

58 Ibid., pp. 55-56.

59 Ibid., p. 53.

60 Mora, Ignacio, "Diario de campaña" (inédito), APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 53.

61 Sedición de Lagunas de Varona (26 de abril de 1875): acontecimiento que demuestra el regionalismo, el caudillismo, la indisciplina y las discrepancias entre los mandos de las fuerzas insurrectas; una de las causas principales del fracaso de la Guerra de los Diez Años. Protagonizada por el general Vicente García, para no cumplir con la orden de partir hacia las Villas. García, caudillo de gran prestigio en la zona de Las Tunas, unido a otros personajes civiles, se rebelan contra el gobierno en el ingenio Lagunas de Varona y proclaman un manifiesto donde pedían: modificación de parte de la Constitución, destitución del presidente de la República en Armas, Salvador Cisneros Betancourt, y reforma general en el Gobierno. Las tropas de las Villas en Camagüey no aceptan a Maceo por oriental y mulato; quien, en carta a García, se muestra disconforme con lo que motivó la sedición de Lagunas de Varona.

62 Archivo Nacional de Cuba (ANC), Fdo. Donativos y Remisiones, Leg. 478, Núm. 39, APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 57.

63 ANC, Fdo. Donativos y Remisiones, Leg. 476, Núm. 40, APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 57.

64 ANC, Fdo. Donativos y Remisiones, Leg. 470, Núm. 37, APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 61.

65 ANC, Fdo. Donativos y Remisiones, Leg. 476, Núm. 7, APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 70.

66 Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 81.

67 Documentos para servir a la historia de la Guerra Chiquita, (Archivo de Leandro Rodríguez), La Habana, Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 1949, tomo I, pp. 46-47,         [ Links ] APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 84.

68 ANC, Fdo. Máximo Gómez, Leg. 2, Núm. 264, APUD., Joel Mourlot Mercaderes, Op. Cit., p. 103.

69 Abelardo Padrón Valdés, El general Flor. Apuntes históricos de su vida, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1975, pp. 304-305,         [ Links ] APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., pp. 113-114.

70 Valdés Domínguez, Fermín, Diario de soldado, La Habana, Centro de Información Científica y Técnica, Universidad de La Habana, 1972, tomo I, pp. 83-84,         [ Links ] APUD., Joel Mourlot Mercaderes, Op. Cit., p. 118.

71 Maceo Grajales, Antonio, Ideología Política. Cartas y otros documentos, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1998, tomo I, p. 68,         [ Links ] APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 67.

72 Ibid., p. 139, APUD., Mourlot Mercaderes, Joel, Op. Cit., p. 108.

73 Maceo Grajales, Antonio, "Comentarios a la carta dirigida a Camilo Polavieja", en Portuondo, José Antonio, El pensamiento vivo de Antonio Maceo, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1971, pp. 51-62.         [ Links ]

74 Vid. Antonio Maceo Grajales, "Comentarios...", en Portuondo, José Antonio, Op. Cit., pp. 59-60.

75 Ibid., p. 55.

76 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 5.

77 Idem.

78 Scott, Rebecca J. La emancipación de los esclavos en Cuba. La transición al trabajo libre, 1860-1899, México, Fondo de Cultura Económica, 1989.         [ Links ]

79 Helg, Aline, Lo que nos corresponde. La lucha de los negros y mulatos por la igualdad en Cuba, 1886-1912, La Habana, Ediciones Imágenes Contemporáneas, 2000;         [ Links ] y, "Sentido e impacto de la participación negra en la guerra de independencia de Cuba", en García Álvarez, Armando y Naranjo Orovio, Consuelo (coords.), Monográfico: Cuba 1898, Revista de Indias, Vol. 58, Núm. 212, 1998, pp. 47-64.

80 Ferrer, Ada, Insurgent Cuba: Race, Nation, and Revolution, 1868-1898, Chapel Hill London, The University of North Carolina Press, 1999;         [ Links ] y "Raza, religión y género en la Cuba rebelde: Quintín Bandera y la cuestión del liderazgo político", en García Martínez, Orlando F., Scott, Rebecca y Martínez Heredia, Fernando (coords.), Espacios, silencios y los sentidos de la libertad: Cuba entre 1878 y 1912, La Habana, Ediciones Unión, 2003, pp. 141-162.

81 Vid., Martínez, Orlando F., "La Brigada de Cienfuegos: un análisis social de su formación", en García Martínez, Orlando F., Scott, Rebecca y Martínez Heredia, Fernando (Coords.), Op. Cit., pp. 163-192.

82 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 51.

83 Ibid., p. 12.

84 Vid. supra, las notas número 8, 15 y 16.

85 La membresía del Ejército Libertador de Cuba estaba constituida mayoritariamente por habitantes del campo, donde era más difícil adquirir una base elemental de educación. Las pocas escuelas del Estado que impartían la enseñanza elemental se concentraban en las ciudades y en determinados pueblos; por lo que las áreas rurales quedaban marginadas de este servicio. En 1860, ocho años antes de que iniciara la primera guerra, existían en Cuba 285 escuelas públicas y 179 escuelas privadas, con una asistencia total de 17,519 alumnos. En ese año, la población total de la Isla era de 1,199,429 habitantes y de ellos sólo estudiaban el 0.14 por cien. En 1887, a un año de la desaparición definitiva de la esclavitud, el 87.7 por cien de la población "de color" era analfabeta; y tras finalizar la guerra, en 1899, se mantenía un 72 por cien en estas condiciones. Es decir, sólo sabía leer el 28 por cien de los negros y mestizos, para un total de 520,400 habitantes no blancos. Vid., Dirección General de Hacienda de la Isla de Cuba, Boletín Oficial de Hacienda, La Habana, La Propaganda Literaria, 1881, tomo I, p. 461; Informe sobre el censo de Cuba, 1899, Oficina del Director del Censo de Cuba, Washington, Imp. del Gobierno, 1900; y Boletín de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de la Isla de Cuba, La Habana, 1891-1892, p. 73.

86 Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno durante la Guerra de Independencia, La Habana, Imp. El Siglo XX, 1930, tomo III, p. 124.         [ Links ]

87 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 85.

88 Ibid., p. 88.

89 Ibid., p. 89.

90 Ibid., pp. 88-89.

91 Vid., Ferrer, Ada, Op. Cit., 2003, pp. 141-162.

92 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 87.

93 Idem.

94 Idem.

95 Ibid., p. 89.

96 Ibid., pp. 89-90.

97 Ibid., p. 91.

98 Idem.

99 En la manigua se llegaron a constituir escuelas y se editaron manuales para enseñar a escribir y leer a los mambises y a la población civil que habitaba en los campos de Cuba Libre; vid., Fajardo Ortiz, Daniel, Cartilla para aprender a leer en las escuelas públicas del Estado, [s. l.], Imp. El Cubano libre, 1897, ANC, Fdo. Academia de la historia, Caj. 375, Sig. 162; y, Caj. 376, Sig. 166.

100 Rosal y Vázquez de Mondragón, Antonio, Los mambises. Memorias de un prisionero. Madrid, Imp. de Pedro Abienzo, 1874, p. 20.         [ Links ]

101 Gómez Báez, Máximo, El viejo Eduá; crónica de la guerra, La Habana, Ed. Nacional de Cuba, 1965.         [ Links ] Para más información del vivir en la insurrección de los asistentes, convoyeros, jolongueros y otros mambises destinados en las fuerzas auxiliares, véase Sarmiento Ramírez, Ismael, Cuba, la necesidad aguza el ingenio, Madrid, Ed. Real del Catorce, 2006.

102 Vid., Francisco Pérez Guzmán, Op. Cit., pp. 164-165.

103 Ibid., p. 159.

104 Ibid., p. 16.

105 Ibid., p. 21.

106 Vid. supra., notas número 62-66.

107 Pérez Guzmán, Francisco, Op. Cit., p. 23.

108 Abreu Cardet, José, Al dorso del combate. Criterios sobre la Guerra del 68, Santiago de Cuba, Ediciones Caserón, 2005.         [ Links ]

109 Ibid., p. 93.

110 Ibid., p. 79.

111 Idem.

112 Castigos que se hicieron extensivos a todo infractor de las leyes de la insurrección, con independencia del color de la piel; tal como se demuestra en variados documentos.

113 Abreu Cardet, José, Op. Cit., p. 87.

114 Martí, José, Diario de campaña, La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1985, p. 63.         [ Links ]

115 Abreu Cardet, José, Op. Cit., p. 86.

116 Ibarra da como ejemplo el caso de la región camagüeyana y se apoya en unos apuntes que encontró entre los papeles de Salvador Cisneros Betancourt; al parecer un diario escrito por Pedro Agüero Sánchez; vid., Ibarra, Jorge, Op. Cit., pp. 51-53.

117 Servicio Histórico Militar de Madrid (SHM), Sec. Ponencia de Ultramar, Ser. Insurrección.

118 Una muestra en los archivos: Real Academia de la Historia, Madrid (RAH), Col. C. R. y Col. F. D.; SHM, Sec. Ponencia de Ultramar, Ser. Insurrección, Fdo. Cuba; ANC, Fdos: Academia de la Historia, Comisión Militar Permanente y Guerra de 1895y Donativos y Remisiones; y, Archivo Histórico Provincial de Camagüey (AHPC), Fdo. [Jorge] Juárez Cano.

119 Vid., SHM, Madrid, Sec. Ponencia de Ultramar, Ser. Insurrección, Fdo. Cuba, Núms. del 19 al 157.

120 Abreu Cardet, José, Op. Cit., p. 84.

121 Ibid., p. 88

122 RAH, Col. C. R. y Col. F. D.; SHM, Sec. Ponencia de Ultramar, Ser. Insurrección, Fdo. Cuba; ANC, Fdos: Academia de la Historia y Donativos y Remisiones.

123 Scott, Rebecca J., Op. Cit., 1989.

124 Helg, Aline, Op. Cit., 1998 y 2000.

125 Ferrer, Ada, Op. Cit.,

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