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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.47 Morelia ene./jun. 2008

 

Reseñas

 

Rafael Velázquez Flores, Factores, bases y fundamentos de la política exterior de México

 

Rogelio Serrano Barrera

 

México, Plaza y Valdes, 2005, 332 pp.

 

Posgrado en Historia de América, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

 

Rafael Velázquez estudia los factores, las bases y los fundamentos de la política exterior de México, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los tres primeros años del sexenio del ex presidente Vicente Fox Quezada. De este último período caracterizado por diversas tensiones diplomáticas, sobre todo con Cuba y Venezuela, analiza en retrospectiva los fundamentos teóricos y conceptuales de la política exterior. Para el autor, toda política exterior comprende las posiciones, actitudes, decisiones y acciones que todo Estado promueve tanto interna como externamente. De esta manera, las bases y los fundamentos de una política exterior se sustentan, en principio, por las necesidades económicas y sociales establecidas por las naciones entre sí. En el caso mexicano la política exterior se diseñó a partir de su experiencia histórica y de la agresión de las naciones intervencionistas, así como por la identidad y los valores difundidos por el nacionalismo. De esta manera, toda actividad internacional, según el autor, está enfocada a conseguir objetivos concretos y a definirse mediante un proyecto específico tendiente a satisfacer los intereses nacionales.

Los medios de que puede valerse una nación para alcanzar los objetivos que se plantea, dependen de los instrumentos, las estrategias legales y jurídicas de que haga uso dentro de las normas y requisitos establecidos por las demás naciones. A partir de ello, y tomando como referencia la situación interna y externa, se formula la política exterior aprovechándose las condiciones exógenas necesarias para dar solución a las necesidades endógenas. Para cumplir a cabalidad las metas fijadas, la política exterior debe fundamentarse en la capacidad de negociación internacional como medio de acción de los Estados para poder alcanzar el éxito. Aquí el papel del diplomático en sus funciones de observador, representante y negociador del Estado es muy importante.

El segundo capítulo intitulado "Antecedentes generales de la política exterior de México", nos remite a la primera mitad del siglo XIX, en el México independiente, cuando aún no se contaba con un proyecto de nación, ni mucho menos de una política exterior sólida. Las acciones diplomáticas de entonces enfrentaron muchos obstáculos propiciados por el limitado apoyo exterior y los graves problemas internos. Debido a ello, los gobernantes mexicanos trataron de obtener el reconocimiento de la comunidad internacional y buscaron financiamiento externo para afrontar las precarias condiciones económicas internas en un contexto poco favorable para la política exterior; además, otras naciones veían en México a un país débil e incapaz de salir airoso de una posible confrontación militar.

De ese modo, el autor expone los conflictos asumidos por el gobierno mexicano con algunas naciones extranjeras como los Estados Unidos de Norteamérica, España, Inglaterra y Francia, lo que en buena parte se debió a las debilidades funcionales de su política exterior incipiente. Entonces, no fue sino hasta la época de la Reforma, con el triunfo de los liberales, cuando se contó con un proyecto de nación mejor estructurado porque consolidó las bases necesarias de la política exterior. Posteriormente, con el porfiriato fungió como un buen instrumento de vital envergadura para el desarrollo del país. La relativa estabilidad interna surtió un efecto positivo para la atracción de capitales extranjeros provenientes de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Eso llevó a México a gozar de cierta capacidad de negociación internacional que aprovechó, por ejemplo, para mediar al lado de Estados Unidos en conflictos internacionales como los de Guatemala y Belice.

En los capítulos siguientes el autor realiza un esbozo que nos remite a las relaciones de México con otros países del mundo y en donde aterriza con mayor profundidad los conceptos vertidos en la primera parte del libro. Afirma en la parte dos de su obra que después de la revolución de 1910 los objetivos principales del país se enfocaron a reducir las desigualdades sociales, a mejorar las condiciones de vida de las mayorías, disminuir el predominio de los capitales extranjeros en la economía nacional, estimular el desarrollo económico y reformar el sistema político, con lo cual se puede decir que la etapa posrevolucionaria se caracterizó por experimentar un fuerte empuje nacionalista. El proceso de formulación de la política exterior mexicana fue acompañado de la presencia constante del vecino país del norte y, por consecuencia, del afianzamiento y defensa de añejos principios como la no intervención reformulada en la Doctrina Estrada, llamada así por Genaro Estrada, su creador.

Durante el cardenismo y el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, México alcanzó un momento cumbre por su gran desarrollo nacional e inigualable posición en su trato con el exterior, pues tuvieron lugar acontecimientos de trascendencia mundial como la expropiación del petróleo en 1938 y el decomiso de tierras hasta entonces en manos de inversionistas extranjeros. Para entonces, el país vecino del norte aplicaba la política conocida como de "Buena Vecindad" hacia América Latina, por lo cual con esta disposición se detuvieron presiones e intervenciones directas y se practicó una política de acercamiento y cooperación interamericana.

Durante la etapa de la posguerra, la actitud del gobierno mexicano hacia el exterior se caracterizó por ser de tendencia fuertemente legalista y aislacionista, pero también más plural y multifacética, buscando con ello una relativa autonomía de opinión frente a Estados Unidos. La participación de México en distintos foros y organismos internacionales, como la UNESCO, la ONU y la OEA, le permitieron afianzar relaciones diplomáticas y comerciales con más de cien países. Sin embargo, se vivieron cambios y problemas drásticos en la década de los ochenta, como la caída en los precios del petróleo, la inflación, el desempleo, la deuda externa, la devaluación del peso, la fuga masiva de capitales, la desigualdad económica, la migración, el narcotráfico y otros problemas que pronto propiciaron la pérdida del poder de negociación alcanzada años atrás y que ahora evidenciaban una crisis profunda difícil de resolver.

Como efecto de las políticas neoliberales implementadas, se pasó de mostrar una actitud aislacionista, marcada por los tiempos de la Guerra Fría, a la transformación de un país más abierto a las nuevas tendencias internacionales. Los factores del cambio fueron: el agotamiento del modelo sustitutivo de las importaciones; la pérdida de legitimidad del PRI; el fin de la Guerra Fría; la relativa pérdida de hegemonía norteamericana; la acelerada globalización mundial, entre otras cosas de continuidad en las administraciones de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo.

En el tercer apartado del libro "bases y fundamentos de la política exterior de México del siglo XX", se demuestra como en la elaboración de la misma, el Ejecutivo, el Congreso, las secretarías de Relaciones Exteriores, de Gobernación y la de la Defensa Nacional desempeñaron un papel determinante. Por su parte, algunos de los actores no gubernamentales tomados en cuenta como base para la construcción de la política exterior son los partidos políticos, las organizaciones empresariales, los sindicatos, la opinión pública, los medios de comunicación, la iglesia, y en menor grado las organizaciones cívicas, instituciones educativas y las organizaciones no gubernamentales. Desde luego, para tener mejores expectativas de éxito, siempre se deben considerar las circunstancias internas y externas, debido a que con ellas se construye el tipo de política a desarrollar para dar respuesta a los planes y proyectos planteados. Otras bases ineludibles son la geografía nacional, los recursos naturales, el desarrollo económico, la población y la historia; por eso es crucial contemplar estas bases y fundamentos, porque la política exterior se construye teniendo presente siempre el llamado interés nacional.

En la cuarta y última parte, referente a "la política exterior de México del siglo XX", el autor expone cómo la política exterior mexicana en el primer año de gobierno de Vicente Fox en 2001, tuvo capacidad de negociación internacional, reflejada en importantes logros diplomáticos como haber ingresado al Consejo de Seguridad de la ONU, la obtención de la sede para varias reuniones cumbre de alto nivel, la cancelación del proceso de certificación de la lucha antidrogas, entre otros. Tal circunstancia permitió al país reposicionarse en el escenario internacional. Desafortunadamente, las cosas no se mantuvieron en esa dirección durante los siguientes dos años, pues la posición mexicana menguó considerablemente debido a las políticas implementadas por Estados Unidos. Después del ataque a las Torres Gemelas, la desaceleración de la economía estadounidense, el enfrentamiento entre el gabinete de Fox con el Congreso y los medios de comunicación y el sentir popular de que las promesas de campaña no se habían cumplido, propició que la agenda de política exterior se circunscribiera a asuntos de seguridad nacional en 2004 y 2005. Acerca de lo sucedido, resta decir que el activismo exterior disminuyó con la renuncia de Jorge Castañeda, acompañada de una falta lógica de iniciativas nacionales. La imposibilidad de profundizar el TLCAN, la fallida candidatura de Luis Ernesto Derbez a la Secretaría General de la OEA y la crisis diplomática con Cuba, fueron algunos de los indicadores más tangibles de la inexperiencia diplomática, pues se estaba llevando al país por la senda de los desacuerdos y los conflictos, por ello, el panorama para las futuras negociaciones y los acuerdos se ve incierto.

El autor concluye que la política exterior de nuestro país estuvo determinada por un pasado de agresiones, presiones e intervenciones extranjeras, lo cual influyó para adoptar una actitud férrea de defensa de la soberanía e independencia nacional. A consecuencia de ello, México abanderó principios tradicionales de vigencia actual como el de la no intervención, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica de los Estados, la solución pacífica de las controversias internacionales y el apego al derecho internacional.

Rafael Velázquez analiza pues la política exterior mexicana en sus momentos de éxito y de fracaso, a partir de las condiciones internas y externas, principalmente de la relación con Estados Unidos, pero también con los intereses generados en otras latitudes. Pero cuando México intentó obtener un determinado grado de independencia externa, a la hora de la toma de decisiones, muchas veces no fue así y, por lo tanto, se ajustó a los cambiantes ritmos económicos, políticos, sociales, tanto de Estados Unidos como de los originados en la comunidad internacional.

Para Rafael Velázquez Flores las condiciones internas y externas del Estado mexicano experimentadas en diferentes etapas históricas de su desarrollo, nos permiten comprender los factores determinantes de la política exterior. No sólo es crítico con las bases en las cuales sustentó el uso de la política exterior en determinados momentos de la vida de México, sino que además propone nuevos instrumentos o mecanismos para fomentar la democracia, la equidad y el éxito en las negociaciones internacionales.

En síntesis, el libro de Rafael Velázquez posee un sólida consulta de fuentes documentales, hemerográficas y bibliográficas que permiten elaborar un panorama nacional de más de un siglo de la política exterior de México. Balance por demás importante para los estudiantes y especialistas de las relaciones internacionales mexicanas.

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