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Tzintzun

versión impresa ISSN 0188-2872

Tzintzun  no.47 Morelia ene./jun. 2008

 

Artículos

 

Un exiliado porfirista en la Habana: Francisco Bulnes, 1915-1920

 

A "porfirista" exiled in Havana: Francisco Bulnes, 1915-1920.

 

Un exilé porfiriste à l'Havane: Francisco Bulnes, 1915-1920.

 

Alicia Salmerón

 

Instituto de Investigaciones José María Luis Mora. Correo electrónico: asalmeron@mora.edu.mx

 

Recibido: 19 de octubre de 2007
Aceptado: 25 de enero de 2008

 

Resumen

Uno de los temas poco estudiados de la Revolución Mexicana ha sido el del exilio. Con Porfirio Díaz salieron en 1911 unos pocos, pero con el golpe militar de Victoriano Huerta y la radicalización del proceso revolucionario, hubo un verdadero éxodo. El artículo busca acercarse a la vida cotidiana de Francisco Bulnes, connotado porfirista, quien vivió exiliado en la capital cubana entre 1915 y 1920, y con ello revelar no sólo un aspecto de la revolución sino, también, el ambiente social y político de la isla en las décadas de 1910 y 1920. Bulnes, a sus 68 años se instaló inicialmente, por poco más de un año, en Nueva Orleans, y luego, a partir de diciembre de 1915, en La Habana, en donde vivió desterrado por cinco años. La situación de Bulnes no fue fácil debido a los problemas políticos en la isla, que generaron el encarcelamiento de varios exiliados, y por el impacto de la primera guerra mundial en la región.

Palabras clave: Francisco Bulnes, intelectual, exilio, Revolución Mexicana.

 

Abstract

One of the least studied themes about the Mexican Revolution has been the exile. A few people left the country with Porfirio Díaz in 1911, but after Victoriano Hurta's coup d‘état and the radicalization of the Mexican Revolution, there was a true exodus. The article shows Francisco Bulnes's ordinay life, a well known "Porfirista"(Porfirio Díaz's supporter), who lived exiled in Havana, the capital of Cuba, between 1915 and 1920. Not only does it show one aspect of the Revolution, but also the social and political atmosphere in Cuba in the 1910s and 1920s. When Bulnes was 68 years old he moved to New Orleans where he lived for a little more than one year and later, in December 1915, he settled down in Havana where he lived exiled for five years. Bulnes's situation was not easy due to the political problems in the island which gave place to the imprisoning of several exiled Mexican and because of the impact the First World War made on the region.

Keywords: Francisco Bulnes, intelectual, exile, Mexican revolution.

 

Résumé

Un des sujets peu étudiés de la Révolution Mexicaine a été celui de l'exile. Pendant la gestion du président Porfirio Díaz sont sortis quelques Mexicains du pays, mais à cause du coup d'état de Victoriano Huerta et de la radicalisation du procès révolutionnaire il y a eu un vrai exode du Mexique. L'article examine la vie quotidienne de Francisco Bulnes, reconnu porfiriste, qui a vécu exilé à l'Havane entre 1915 et 1920. Il voulait dévoiler non seulement un aspect de la révolution mais aussi l'atmosphère sociale et politique de l'île cubaine pendant 1910 - 1920. Bulnes de 68 ans a premièrement vécu à la Nouvelle Orléans et puis après en décembre 1915 a déménagé à l'Havane où il a été déterré pendant cinq ans. La situation pour lui n'a pas été facile dû aux problèmes politiques à Cuba et à la répercussion de la première guerre mondiale dans l'île laquelle a causé l'emprisonnement de quelques Mexicains exilés.

Mots clés: Francisco Bulnes, intellectuel, exil, revolution mexicain.

 

La historia de los exilios, del destino y suerte de los vencidos, forma parte de la historia de las naciones que los expulsan y que los acogen, de la propia y de la compartida. La revolución mexicana de 1910 enfiló fuerzas contra la antigua clase política y obligó a un buen número de sus miembros a abandonar el país; Cuba recibió a muchos de ellos, pero en un contexto internacional difícil, llegó a tratarlos con recelo. La historia de este exilio tiene mucho que revelar tanto de la naturaleza de la propia revolución mexicana, como del ambiente social y político de la isla en las décadas de 1910 y 1920. Pero el tema está aún por explorarse. Las siguientes páginas buscan acercarse a uno de sus momentos, asomándose a la expatriación de un connotado porfirista en La Habana: Francisco Bulnes, que vivió en la capital cubana entre 1915 y 1920.

La vida de Bulnes en La Habana se inscribe en uno de los primeros momentos del exilio de la revolución mexicana –un movimiento con varias etapas, con diversas oleadas-, el exilio de los porfiristas. Las cabezas del viejo régimen comenzaron a salir del país en 1911, con Porfirio Díaz, pero entonces se marcharon sólo unos cuantos: de inicio, la revolución no representó una verdadera amenaza a las personas o bienes de los antiguos dueños del poder. Pero la salida de estos pocos se tornó en éxodo como consecuencia del golpe militar de Victoriano Huerta y la radicalización del proceso revolucionario. Efectivamente, fueron los constitucionalistas y los movimientos populares que cobraron fuerza en la lucha anti-huertista los que en verdad exigieron cuentas y levantaron cargos, los que persiguieron y fusilaron, los que incautaron y expropiaron. El exilio de Francisco Bulnes tuvo lugar en este contexto. Y, aunque el caso de Bulnes es apenas uno entre cientos, resulta muy revelador de una característica de este exilio: la indulgencia con la que la revolución mexicana trató a la antigua clase política.

A diferencia de otras revoluciones de carácter social –como la rusa, la china o la turca–, que declararon la guerra a muerte contra los grupos dirigentes desplazados, la mexicana los dejó salir del país, llevar recursos consigo, continuar con algunos de sus negocios en México y, finalmente, les permitió regresar y hasta les devolvió bienes incautados. Ésta fue una revolución que se levantó contra clases menos arraigadas y exclusivistas; también fue una revolución menos radical que aquellas.

Las siguientes páginas siguen el exilio de Francisco Bulnes y se centran en su vida cotidiana en La Habana, entre 1915 y 1920. De momento, habré de dejar de lado el acercamiento a su obra escrita durante esos años –a sus libros contra la revolución y de denuncia de la política intervencionista del presidente de Estados Unidos–; tampoco podré explayarme en el tema de su repatriación, regreso sin gloria de un intelectual septuagenario que había servido al régimen porfirista, pero regreso al fin de un viejo político que recuperó sus propiedades, logró una indemnización por los daños causados y siguió publicando en la prensa sus críticas a la revolución hasta 1924, año de su muerte.1 Me limitaré, pues, a presentar brevemente al personaje, para acercarme luego a su salida del país y a su vida en Cuba, a una vida penosa, de aislamiento e incertidumbre, pero de ninguna manera de persecución constante ni de miseria. Presentaré un ejemplo de un exilio que garantizó el reemplazo de la vieja clase política, pero que no arremetió de igual manera contra todas las clases privilegiadas a las que los viejos políticos pertenecían.

 

* * *

 

Acompañado de su esposa y uno de sus hijos, Francisco Bulnes abandonó la ciudad de México en agosto de 1914 –con Huerta ya derrotado, pero aún antes de la entrada de Obregón a la capital del país. Temeroso de las acciones del constitucionalismo triunfante, como tantos otros se refugió en Veracruz, entonces ocupado por las fuerzas norteamericanas. A principios de septiembre recibió la noticia del saqueo de su casa en la ciudad de México: se perdieron su biblioteca y archivos, manuscritos inéditos, su laboratorio de química...2 Bulnes era agredido por su filiación porfirista –"científica"– y por su antimaderismo, pero sobre todo por su abierto apoyo al régimen de Huerta. Por estos cargos su nombre figuró, más adelante, en la lista negra de los perseguidos por el carrancismo.3 A fines de septiembre, ante el inminente retiro de las tropas norteamericanas del puerto y sintiéndose amenazado de muerte, Bulnes decidió salir del país. Con sus 68 años de edad a cuestas –había nacido en 1847–, emprendió el camino del exilio. Primero se instaló, por poco más de un año, en Nueva Orleans; en diciembre de 1915 se trasladó a La Habana, en donde vivió desterrado durante 5 años más todavía.4

Bulnes había sido un destacado ideólogo del porfirismo –el más grande junto con Justo Sierra– y una de las figuras centrales del mundo político e intelectual de fines del siglo XIX en México. Prolífico escritor e ingenioso tribuno, se había comprometido con un régimen autoritario y progresista; como legislador y polemista, había ocupado un lugar relevante en las controversias que definieron tanto las políticas de gobierno como el perfil ideológico del régimen. Quizá el autor más leído en el México de su tiempo,5 Bulnes había sido partícipe de los principales debates nacionales sobre una gran variedad de temas: desde aquellos que se ocuparon de la política económica –deuda pública, legislación minera y bancaria, régimen monetario, fomento agrícola–, hasta los más sensibles que tocaban a la autoridad presidencial –reelección, equilibrio entre poderes, libertad de imprenta...–, comprendidos también algunos de política internacional, como la guerra hispanoamericana. Había escrito libros de carácter histórico sobre la Independencia y la Reforma; también fue protagonista sobresaliente en debates en torno a la historia patria, algunos iniciados por él mismo con obras tan provocadoras entonces como El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el Imperio.6

En 1911, Bulnes era diputado federal, cargo que había ocupado por cerca de dos décadas, y escribía en la prensa. Aunque identificado con los "científicos" –el grupo político dominante durante los últimos años del porfiriato, en contra del cual se levantaron las críticas más severas en 1910–, Bulnes se encontraba entonces sin responsabilidades importantes cerca del Ejecutivo y no se sintió obligado a abandonar el país. Y como la revolución maderista no tocó al Congreso de la Unión, Bulnes conservó su lugar en la Legislatura. Fue crítico de la política de Madero y, finalmente, justificó el golpe de estado de Huerta. Como muchos antiguos porfiristas, vio en el general golpista la posibilidad de un mando fuerte para rescatar a México de la "anarquía". La justificación del golpe y su elección como Senador en ese contexto le valió a Bulnes el señalamiento de colaboracionista.

 

* * *

 

Al triunfo constitucionalista, Bulnes no hubiera podido quedarse en el país, como no pudieron hacerlo casi ninguno de sus antiguos correligionarios. Su pasado porfirista y la colaboración con Huerta resultaban delitos mayores en el contexto de la guerra civil. Como muchos, el viejo tribuno sintió su vida en peligro y decidió ponerse a salvo.7 Tras dos meses de un primer "exilio interior" en el puerto de Veracruz, Bulnes se dirigió a Nueva Orleans. De ahí pasó a La Habana.

Las ciudades del sur de Estados Unidos, desde Los Ángeles hasta Nueva Orleans, se habían convertido en lugares de refugio para numerosos perseguidos políticos mexicanos. Muchos de los que dejaron Veracruz en 1914 llegaron a Galveston; desde ahí se dispersaron sobre todo entre las principales poblaciones de Texas y Louisiana. En particular Nueva Orleans, en donde se instaló Francisco Bulnes por un tiempo, era entonces un centro de reunión de "conspiradores" felicistas; el propio Félix Díaz residía en la localidad y desde ahí preparaba su rebelión. Bulnes nunca tuvo ningún aprecio por el sobrino de Don Porfirio; tampoco hay noticia de que haya participado directamente en su movimiento en aquellos meses. Sin embargo, su estancia en aquella ciudad debe haberle permitido, cuando menos, estar al tanto de las actividades de ese grupo. También mantuvo contacto con Federico Gamboa, comprometido en aquel momento con un intento por reunir a diferentes facciones en el exilio en torno a la llamada Asamblea Pacificadora; pero Bulnes tampoco parece haberse sumado de manera decidida a ese proyecto.8 En Nueva Orleans, como después en Cuba, más que a la política militante, Francisco Bulnes se dedicaría a escribir. Luchó sin cesar contra el radicalismo revolucionario y la intervención norteamericana en la política de su país, pero desde el exilio lo hizo sólo con la pluma en la mano.

Bulnes había llegado a Nueva Orleans con la idea de seguir su viaje hasta Nueva York.9 Tenía la intención de instalarse en el gran centro económico y cultural norteamericano, y esperar desde ahí la oportunidad para volver al país. Pero aquel proyecto no se llevó a cabo. La estancia en Louisiana se alargó y, al año, el viejo porfirista emigró a La Habana. La posición del gobierno de Washington, cada día más favorable a Carranza, había hecho difícil la vida de los expatriados en Estados Unidos.

Hacia la segunda mitad de 1915, muchos refugiados mexicanos vivieron momentos de auténtica incertidumbre en Estados Unidos: el presidente Woodrow Wilson había decidido frenar los movimientos contrarrevolucionarios que actuaban en su territorio y en junio fueron apresados Victoriano Huerta y Pascual Orozco; luego, Félix Díaz, Manuel Mondragón y Aureliano Blanquet tuvieron que salir hacia Europa "voluntariamente por persecuciones".10 Para entonces, algunos personajes como Federico Gamboa se movían a La Habana; otros como Teodoro A. Dehesa, Querido Moheno y Carlos Rincón Gallardo lo hicieron en los meses siguientes, convencidos de que a ellos seguiría un éxodo de mexicanos que estaban por abandonar el suelo estadounidense.11

Efectivamente, entre 1914 y 1917 se intensificó el arribo de inmigrantes mexicanos a Cuba; aunque la mayoría seguía llegando de Veracruz y Progreso directamente, otros vinieron de puertos norteamericanos.12 Cuba había sido destino de políticos en desgracia a todo lo largo del siglo XIX. Ahí se habían refugiado desde Antonio López de Santa Anna hasta algunos paladines del imperio de Maximiliano. Desencadenada la revolución, La Habana comenzó a recibir a oleadas de expatriados mexicanos. La proximidad geográfica de la isla, su participación en una economía regional de la que México también formaba parte, así como una identificación cultural obraban en su favor.

 

* * *

 

Francisco Bulnes y su familia dejaron Nueva Orleans a principios de diciembre de aquel año, con dirección a La Habana. A más de proximidad geográfica e identificación cultural, Francisco Bulnes, en particular, pudo haber tenido una razón más para sentir especial cercanía con Cuba: durante la guerra hispano-cubana, había tomado partido en favor de su independencia, aun cuando la mayoría de los intelectuales mexicanos se pronunciaban en contra.13 Sin embargo, instalado en La Habana, se sintió aislado y se quejó de trato ingrato.14 En parte quizá por haberse sentido mal acogido, Bulnes nunca dejó de acariciar la idea de marcharse a Nueva York. Sin embargo, cuando intentó hacerlo, el consulado mexicano le negó el pasaporte.15

El exilio mexicano en La Habana, como el de Estados Unidos, vivió también situaciones de tensión. Una de éstas fue a principios de 1917, cuando Cuba tuvo problemas políticos internos. En aquel momento hubo rebeliones y persecuciones; varios periódicos de la capital fueron cerrados y sus redactores perseguidos. No faltaron algunos mexicanos que sufrieron prisión, en particular tres periodistas de poco renombre que trabajaban en el Heraldo de Cuba. Se les acusaba de conspiración en contra del presidente cubano y se hablaba de su deportación. El Heraldo de Cuba era un diario conservador, con vínculos importantes con los expatriados mexicanos; el mismo Francisco Bulnes había publicado algunos artículos en sus páginas.16 Miembros prominentes de la colonia mexicana intentaron entonces interceder por los compatriotas encarcelados. Bulnes, en particular, tomó la defensa de uno de ellos de nombre Gonzalo Herrerías. Finalmente intervino la legación de México en La Habana –aun cuando los tres acusados eran anti-carrancistas declarados– y fueron liberados.17 El incidente no pasó a mayores, pero conflictos como esos aumentaban los sentimientos de inseguridad que aquejaban a los exiliados.

Mucho más difíciles para los expatriados fueron los siguientes meses de aquel año de 1917 y hasta el término de la Gran Guerra. En abril de 1917, Estados Unidos había declarado la guerra a Alemania, involucrándose de lleno en el conflicto mundial. El gobierno de Cuba se comprometió a su lado. Por su parte, muchos contrarrevolucionarios mexicanos pensaban que si Estados Unidos era derrotado en la contienda, Carranza perdería el apoyo de la Casa Blanca; si Alemania resultaba victoriosa, habría más posibilidades de hacer triunfar en México un proyecto conservador. El que se asociara a los refugiados mexicanos con esta postura, los puso en una situación difícil ante un gobierno obligado con los aliados.18 Algunos refugiados como Francisco Elguero y Querido Moheno fueron acusados de germanofilia –la revista América Española, de Elguero, fue suspendida; Moheno fue expulsado del Diario de la Marina. Asimismo, el Casino Mexicano, club social de los mexicanos exiliados en La Habana, fue objeto de investigaciones por parte de las autoridades cubanas. La posibilidad de la expulsión se convirtió en una auténtica amenaza. En esas circunstancias, Francisco Bulnes aceptó colaborar en el Diario de la Guerra, un periódico patrocinado por el gobierno y de abierta postura en favor de los aliados. Lo mismo hicieron otros personajes destacados del exilio mexicano como Federico Gamboa, José Elguero y Francisco Olaguíbel. Al margen de su visión personal sobre el conflicto mundial, ésta era una manera de protegerse, de ponerse a salvo de sospechas y cuidarse de una deportación.19

 

* * *

 

La colonia mexicana en La Habana era relativamente pequeña – alrededor de 2 500 personas en una ciudad de más de 300 mil habitantes–;20 pero los grupos de expatriados, en particular, constituían una comunidad muy afanosa al interior de la cual se vivía en un auténtico "hervidero de chismarrajos políticos".21 Algunos de ellos sostenían tertulias diarias, dictaban conferencias y escribían en la prensa sobre temas políticos; también se organizaron para apoyarse entre sí y socializar más ampliamente: con varios cientos de concurrentes, crearon el Casino Mexicano y el Centro Mexicano de Auxilios y Protección Mutua. Año con año se organizaba, además, un gran homenaje a la virgen de Guadalupe en el templo de la Merced; concurría a él toda la colonia mexicana, así como representantes del gobierno cubano. Con esa ocasión se colocaban, en el camerino del altar mayor, la bandera cubana y la mexicana; durante la ceremonia se entonaban los himnos patrios de ambas naciones y se rezaba por la paz en México.22 Era un acontecimiento que trascendía el sentimiento religioso; era un acto político. Los festejos guadalupanos representaban, quizá, el evento de mayor envergadura para los mexicanos en La Habana.

De manera paralela, algunos exiliados maquinaban además en contra de la revolución: había juntas felicistas activas, así como fuertes grupos yucatecos que trabajaban en favor de proyectos propios para recuperar su poder en la península. Asimismo, hacia 1919 se formó en La Habana un comité dependiente de la Alianza Nacionalista, impulsada por expatriados en Estados Unidos.23 Pero a pesar de lo envolvente que debe haber sido aquella comunidad en términos tanto sociales como políticos, Francisco Bulnes se apartó bastante. En las páginas del diario de Federico Gamboa, su amigo más cercano en el exilio, se le sitúa apenas en algunos convivios reducidos y casi en ninguno de los eventos importantes para la comunidad de inmigrantes mexicanos. El único acto al que parece haber concurrido año con año, a pesar de la distancia que siempre guardó para con la Iglesia, fue al celebrado en honor de la virgen de Guadalupe.24 Aquel gesto marcaba su pertenencia a la colonia, al margen de su aislamiento del resto de las actividades de la colectividad.

Además de la relación con Gamboa, Bulnes tenía contacto con otros expatriados en la isla como Querido Moheno, José María Lozano, Esteban Maqueo Castellanos, Francisco Olaguíbel, Guillermo Rubio Navarrete, Antonio de la Peña y Reyes... En realidad éste era el grupo de amigos del propio Gamboa, todos exhuertistas y un par de décadas más jóvenes que Bulnes. Con ellos se reunía eventualmente a comentar pasajes de los libros que estaba escribiendo y a hablar de los acontecimientos del momento; quizá también a discutir, eventualmente, alguna manifestación pública de su posición frente a los revolucionarios mexicanos. Ellos hicieron más llevadero el destierro del viejo porfirista.25

Francisco Bulnes cumplió 70 años en La Habana. Muchos de su generación habían ya desaparecido para entonces. Antiguos correligionarios como Ramón Corral y Rosendo Pineda, de quienes se encontraba personalmente cerca al caer Porfirio Díaz, habían fallecido. Con otros antiguos "científicos" llegó a cruzar unas cuantas cartas. En alguna ocasión se dirigió a Joaquín Casasus, expatriado en Nueva York, pidiéndole información para los libros que estaba redactando. Pero Casasus también murió pronto, a principios de 1916. A Limantour le escribió a París, buscando apoyo para la publicación en Inglaterra de su obra sobre Wilson, pero sin resultados. El ex secretario de Hacienda porfiriano argumentó tener problemas económicos.26 Éste era un pretexto difícil de creer, Limantour vivía en Europa como auténtico aristócrata; lo cierto es que la relación entre ambos era distante desde antes de la caída del régimen y Limantour debe haber sospechado que los libro de Bulnes serían muy crítico de su gestión.27 En la propia Habana vivían otros viejos porfiristas –como Teodoro A. Dehesa, el exgobernador de Veracruz y enemigo de los "científicos"– , pero Bulnes parece haberles manifestado allá el mismo desafecto que siempre les tuvo en México.28

En política, Francisco Bulnes tampoco aparece comprometido con esfuerzos contrarrevolucionarios organizados durante su estancia en Cuba. En un momento, sin embargo, los agentes secretos de Carranza lo situaron en un grupo decidido a apoyar a Félix Díaz. Se encontraba entonces, precisamente, con Gamboa, Lozano, Moheno y Maqueo Castellanos... Esto fue en noviembre de 1916, justo al recibir la noticia de la reelección de Woodrow Wilson. Los exhuertistas en La Habana esperaban un triunfo republicano en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Apostaban a que un cambio de partido en el país vecino, cambiaría su suerte. Pero su candidato perdió. Al conocer de su derrota, se reunieron; discutieron entonces su apoyo a la lucha armada felicista. Bulnes debe haberse sentido impotente y participó en alguna junta. Sin embargo, a pesar de la estrecha vigilancia que ejercía el gobierno carrancista sobre los exiliados en Cuba, no hay noticias posteriores que liguen a Bulnes con éste ni con ningún otro movimiento político organizado. Los nombres de Gamboa y de otros de sus amigos, en cambio, están presentes en los reportes diplomáticos confidenciales de la legación de México en La Habana.29

De esta manera, Francisco Bulnes vivió un destierro muy retraído. Además enfrentó problemas de salud y limitaciones económicas. El viejo porfirista padeció en Cuba una severa afección pulmonar que a veces le impedía escribir y aun valerse por sí mismo. En lo material contó con una situación bastante menos favorable que la de algunos de los viejos porfiristas emigrados –en especial, con relación a la de Limantour, que con gran fortuna económica se había instalado en Francia. Pero aunque vivió con estrechez, tampoco sufrió miseria. Antes de salir de México había tenido la oportunidad de sacar sus ahorros, los que le permitieron sobrevivir los seis años de su destierro.30 Intentó, sin éxito, allegarse más recursos a través de sus libros; eventualmente debe haberse beneficiado del pago por sus colaboraciones en la prensa, pero aquello nunca representó una entrada regular ni representativa.31 El propio Bulnes decía que en Cuba no había tenido ingreso económico alguno.32 En todo caso, tampoco se vio obligado a tomar un empleo para sobrevivir en el exilio, como fue el caso de la mayoría de sus connacionales. A su edad, a pesar de su pluma y de su experiencia docente, aquello hubiera hecho su destierro mucho más penoso.

En La Habana, Bulnes vivió en casas de huéspedes. Por un momento contó con una casita muy modesta en las afueras de la ciudad, a casi una hora en tranvía del antiguo centro colonial; pero más bien residió en casas de asistencia y recorrió muchas de ellas... Ante una de sus tanta mudazas, Gamboa expresaba haciendo broma del infortunio: "Es la posada mil y pico en que Pancho, un epicúreo, da con su hijo y con sus huesos".33 Efectivamente, aunque aquella situación no era precisamente la de un hombre miserable, representaba una marcada diferencia con la forma en que había vivido sus últimos años en México. Y en esas circunstancias recibió todavía un golpe más duro, causa de verdadero desaliento. En junio de 1917, sufrió la pérdida de su esposa, María Teresa Irigoyen. Quedó solo con su hijo Mario, un joven abogado de 24 años de edad; su hija Teresa, casada años antes, nunca había dejado la ciudad de México.34

 

* * *

 

A pesar del desánimo y lo reducido de los medios económicos con que vivió su destierro, Bulnes se dedicó a escribir. Trabajó en un par de libros importantes –libros de historia y de política, sobre el porfiariato y la revolución–, eventualmente hizo traducciones y publicó algunos artículos en la prensa cubana. Refiere Federico Gamboa que, en 1918, Bulnes se ufanaba de llevar redactadas cerca de 12 mil páginas durante su destierro, páginas sobre historia nacional y crítica política.35

Los dos libros producto del exilio de Bulnes fueron escritos, de manera casi paralela, a lo largo de varios años. Uno de ellos –El verdadero Díaz y la revolución– fue un maduro balance de la administración porfirista y una justificación de la dictadura. Lo había comenzado en México, antes del cuartelazo de Huerta, y para mayo de 1916 decía tenerlo casi concluido. Sin embargo, fue publicado tan tarde como 1920, ya en México, a la vuelta del exilio.36 El otro libro se ocupaba de la revolución mexicana. Lo empezó en Nueva Orleans, en un principio como "contra-ataque" a un libelo de Luis Cabrera que había llamado mucho la atención del público norteamericano. Cabrera acusaba de los males del país a los "científicos" y Bulnes, en busca de su "rehabilitación actual y más tarde histórica", quiso contestarle.37 La obra estaba prácticamente concluida a mediados de 1915, pero la publicación se retardó todavía un año: apareció en 1916, en el marco de las elecciones presidenciales norteamericanas y con una intención política mucho más ambiciosa. Publicado en Nueva York, en inglés, bajo el título de The Whole Truth About Mexico, President Wilson's Responsability,38 el libro había rebasado el propósito inicial de responder a Cabrera; había sido repensado por su autor como una denuncia de la política exterior del presidente Woodrow Wilson – política corresponsable de los males de México, decía–, justo cuando el mandatario buscaba de su reelección. Era el manifiesto de un exiliado mexicano en contra de la permanencia de Wilson al frente del gobierno norteamericano.

Pero los años en La Habana, aunque productivos en términos de su obra escrita, fueron muy duros para Bunes. Era ya viejo y se encontraba solo, con privaciones económicas... Quería regresar a México. Pudo volver e agosto de 1920.39

De vuelta en la ciudad de México, se dio a la tarea de publicar su libro sobre los años del porfirismo; también retomó su oficio de publicista, invitado a colaborar en El Universal –un periódico nacido durante el carrancismo, crítico del radicalismo social.40 El 1º de octubre de 1920 apareció su primer artículo y, aunque con periodicidad irregular, durante los siguientes cuatro años continuó enviando sus contribuciones, hasta que la muerte lo alcanzó el 22 de septiembre de 1924.41 Escribió, desde luego, contra la revolución.

Francisco Bulnes regresó al país durante la administración interina de Adolfo de la Huerta. El gobierno de Álvaro Obregón le devolvió las tres casas que le habían sido incautadas en 1914; obtuvo además una importante indemnización de 20 mil pesos por daños sufridos en sus intereses con motivo de la lucha armada.42 Muchos de los políticos que habían vivido el destierro lograron la devolución de sus propiedades urbanas en esos años, aunque pagos como aquel fueron poco comunes. Asimismo, y seguramente en un intento más por ganarse la buena voluntad del viejo Bulnes, el gobierno trató de colocar a su hijo como empleado de la Secretaría de Relaciones Exteriores.43

Los jefes sonorenses tenían una clara política de conciliación: durante el interinato de De la Huerta se había abierto la puerta a muchos exiliados y, tanto él como Obregón, habían dado cuenta de su habilidad para el trato con los diferentes grupos políticos. En el caso de Francisco Bulnes, parecen haber mostrado especial interés. Deben haber estimado que la pluma del viejo tribuno era todavía aguda y provocadora. Desde luego, Bulnes quedó agradecido con ellos y así llegó a manifestarlo públicamente cuando la ocasión se presentó.44 Aunque mantuvo invariable su posición en contra de la política social y del discurso democrático de la revolución,45 se abstuvo de hacer blanco de sus críticas a las figuras de De la Huerta y Obregón.

 

* * *

 

Parte del exilio mexicano de la revolución tuvo a La Habana como destino. Cuba y México estaban a un paso de distancia, había una proximidad de intereses económicos entre algunas regiones de uno y otro, y existía una gran cercanía cultural. Pero las circunstancias internacionales y, muy particularmente, el desarrollo de la Gran Guerra para 1917 puso a muchos de los expatriados en una situación muy delicada: el apoyo que Estados Unidos prestaba a Carranza en México, les hacía simpatizar con Alemania; pero Cuba había declarado su apoyo a los aliados y sentía la presión norteamericana para perseguir a cualquier sospechoso de germanofilia en su territorio. La situación del exiliado contrarrevolucionario se tornó entonces muy vulnerable. Fue así para Bulnes, a pesar de su aislamiento de los grupos más militantes en La Habana, y fue así para muchos más. Y sin embargo, la condición de la mayoría de ellos fue menos penosa de lo que sería, en breve, la de los vencidos por la revolución rusa, por ejemplo.

La revolución mexicana desplazó a la vieja clase política; expulsó del país a un buen número de políticos porfiristas y huertistas. Los acusó de traición a la patria, los persiguió e incautó sus bienes. Pero dejó volver a muchos de ellos en menos de una década y en condiciones económicas favorables. ¿Cómo explicar que la primera gran revolución social del siglo XX –la mexicana–, permitiera el regreso de un Bulnes, le devolviera sus bienes, lo indemnizara, le permitiera imprimir su libro y lo dejara seguir publicando contra la revolución en la prensa periódica?

Las peculiaridades del caso Bulnes pueden ayudar a explicar las condiciones particulares de su vuelta, pero en realidad éste fue un caso entre muchos que volvieron por aquellos mismos años y que consiguieron la devolución de algunos de sus bienes. De esta suerte, la respuesta al por qué del regreso de todo un conjunto de exiliados y de la devolución de sus bienes ha de buscarse sobre todo en la naturaleza de la propia revolución: una revolución que desplazó a la antigua clase política, pero que permitió la supervivencia de viejos grupos sociales privilegiados, aun si les impuso limitaciones. La mexicana fue una revolución que movilizó auténticas masas populares a favor de un cambio político y de una reestructuración agraria; un movimiento que conquistó derechos sociales a nivel de la Carta Constitucional y supeditó el derecho privado al interés público, pero que manutuvo un proyecto de desarrollo que incluía a parte importante de las clases económicas porfirianas, aun cuando su desplazamiento del poder político fuera condición indispensable para su viabilidad.

 

Notas

1 El presente artículo recupera parte de un largo texto todavía inédito, en el que se abordan con detenimiento estas cuestiones. Eventualmente, el texto en extenso aparecerá publicado como un capítulo del volumen Los exilios de la Revolución Mexicana, coordinado por Javier Garciadiego y Victoria Lerner.

2 Archivo General de la Nación, fondo Francisco Bulnes, (en adelante AGN – FB), Reclamo testamentario, 17 de marzo de 1921, caja 27, Exp.1, ff.53-55; caja 21, Exp.32, ff. 47-49. La memoria familiar, recuperada por George Lemus, refiere que Bulnes se había visto precisado a abandonar la capital perseguido por los constitucionalistas: tras publicar algún artículo ofensivo en contra de Venustiano Carranza, éste había ordenado su fusilamiento. Pero Bulnes, prevenido a tiempo, había logrado dejar la ciudad antes de ser aprehendido. De sus bienes incautados, la biblioteca fue trasladada a Cuatro Ciénegas, Coahuila –la hacienda del propio Carranza– y devuelta a la familia sólo muchos años más tarde. George Lemus, Francisco Bulnes. Su vida y sus obras, México, Ediciones Andrea, 1965, p.15.         [ Links ]

3 El nombre de Bulnes figuró en la relación de los setenta destacados intelectuales que apoyaron a Huerta, publicada por García Naranjo desde el exilio. También ocupó un lugar en la Lista de personas sujetas a juicio por traición del gobierno de constitucionalista –en diciembre de 1913, el Primer Jefe había hecho público un decreto declarando traidores a todos los que apoyaran a Huerta–; luego se encontró entre los expatriados sujetos a vigilancia por el servicio de inteligencia de Venustiano Carranza. Revista Mexicana, citada por Mario Ramírez Rancaño, La reacción mexicana y su exilio durante la revolución de 1910, México, Miguel Ángel Purrua, 2002, p. 259.         [ Links ] La Lista de personas sujetas a juicio por traición se encuentra reproducida en esta obra, pp.435-439; y la Lista establecida para el Servicio Secreto mexicano sobre emigrados. Año 1916 está en Pierre Py, Francia y la Revolución Mexicana 1910-192, o la desaparición de una potencia mediana, México, FCE, 1991, pp.297-298.         [ Links ]

4 Diario de la Marina, 7 de diciembre de 1915.         [ Links ] Condumex, Archivo José Yves Limantour (en adelante AJYL), microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 1 de enero de 1915; Casasus a Limantour , N.Y., 14 de abril de 1915. Federico Gamboa, Mi diario, México, Consejo Nacional para la cultura y las Artes, Vol. VI, 1994-96, pp.190,192,301.         [ Links ]

5 Antonio Castro Leal, citado por Ariel Rodríguez Curi, "Francisco Bulnes" en Calos Illiades y Ariel Rodríguez Curi, Ciencia, filosofía y sociedad en cinco intelectuales del México liberal, (Biblioteca de Signos No. 9), México, UAM-Porrúa, 2001, p. 81.         [ Links ]

6 Publicado en 1904, este texto fue sin duda el que más pasiones despertó en su momento. Desde luego, la obra histórica de Bulnes, siempre desafiante, fue más amplia. Para un acercamiento al conjunto de esta obra consultar Ariel Rodríguez Kuri, "Los usos de Bulnes", en La República de la Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, México, Coordinación de Humanidades / IIB / IIF /IIH / Fomento Editorial - UNAM, 2005, Vol. III, pp. 413-428. (Ida y Regreso al Siglo XIX), 2005.         [ Links ] Para el estudio de algunas polémicas en torno a la historia patria, así como de las estrategias discursivas de este autor, véase Rogelio Jiménez Marce, La pasión por la polémica. El debate sobre la historia en la época de Francisco Bulnes, México, Instituto Mora, 2003.         [ Links ]

7 Bulnes decía temer, en particular, a la mala voluntad de Carranza, a quien presentaba como ofendido por algunas declaraciones suyas. Tenía interés en hacer aparecer su salida del país como el resultado de una animosidad personal en su contra, nunca como consecuencia de su apoyo a Huerta. De esta manera, los descendientes de Bulnes referían una anécdota de acuerdo con la cual Carranza había ordenado su fusilamiento a raíz de ciertas declaraciones ofensivas en su contra. Se trataba de la apelación a una célebre frase de Hipólito Taine que el viejo porfirista consideró aplicable a Carranza: "El carnicero de hoy será la res de mañana". AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 1 de enero de 1915. George Lemus, Francisco Bulnes. Su vida y sus obras..., p. 15. Por otro lado, Bulnes sostenía que también la vida de su hijo Mario corría peligro en México. Se le acusaba, falsamente decía, de haber participado en el asesinato de Gustavo Madero. Diario de la Marina, 20 de marzo de 1916.         [ Links ]

8 Gamboa Federico, Mi diario, Vol.VI..., pp.221 y 233.

9 AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 1 de enero de 1915.

10 Gamboa Federico, Mi diario, Vol. VI..., p. 291.

11 Rincón Gallardo estaba convencido de que el gobierno de Washington espiaba y acosaba a los exiliados y que, a causa de esa actitud hostil, estaban por salir muchos miles mexicanos de Estados Unidos con dirección a La Habana. La consideración de un movimiento de tal magnitud fue, desde luego, exagerado –el número total de mexicanos que llegaron a Cuba entre 1914 y 1917 fue de 2 354, incluyendo los que venían de manera directa de su país–, pero las palabras de Rincón Gallardo dan buena cuenta del ambiente que privaba entonces entre los expatriados al norte del Río Bravo. Gamboa Federico, Mi diario, Vol. VI..., pp. 255, 282, 334. Luís Ángel Argüelles, Temas cubanomexicanos, México, Universidad Autónoma de México, 1989, pp.106-113.         [ Links ]

12 Entre 1914 y 1917 se registró un aumento de un 33% en la inmigración mexicana a Cuba, proveniente principalmente de puertos mexicanos. Luís Ángel Argüelles, Temas cubanomexicanos..., pp.106-113.

13 La independencia de Cuba en relación con el criterio mexicano y los intereses de México. Colección de notables artículos sobre esta cuestión de distinguidos escritores mexicanos, México, Imp. Av. Juárez 624, 1897.         [ Links ]

14 Salado Álvarez, Victoriano, Memorias, EDIAPSA, Vol. 1, 1946 (2 Vols. En prensa), p. 304.         [ Links ] George Lemus, Francisco Bulnes. Su vida y sus obras..., p.12. Federico Gamboa, Mi diario, Vol. VI..., p. 359.

15 Gamboa Federico, Mi diario..., pp. 314, 537.

16 Bulnes publicó en ese diario una serie de 6 artículos con el título "Ideas abstractas sobre la reelección en América"; aparecieron publicados entre octubre y noviembre de 1916. Gamboa Federico, Mi diario, Vol. VI..., p.418.

17 Los nombres de los otros dos periodistas presos eran Miguel Odorica y Eleuterio Villarau. Archivo Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante AGESRE), Exp. 17-6-232. Federico Gamboa, Mi diario, Vol.VI..., pp.442-446.

18 México, por su parte, se había declarado neutral ante el conflicto mundial y se dejaba cortejar por Alemania en un hábil juego para tratar de mantener a raya a Estados Unidos en cuestiones de política interna. Esta posición también llegó a ponerlo en conflicto con Cuba y, tras un incidente diplomático, a suspender relaciones en mayo de 1918. Luís Ángel Argüelles, Temas cubanomexicanos..., pp.126-127.

19 Gamboa Federico, Mi diario, Vol.VI..., pp. 504, 535, 540, 550-551. Luís Ángel Argüelles, Temas cubanomexicanos..., pp.125-126.

20 El número de inmigrantes mexicanos en Cuba ascendía en 1919 a 3 500, pero sólo el 67% vivía en La Habana. Hay que señalar que la revolución expulsó de México a un gran contingente de españoles: entre 1910 y 1916, por ejemplo, por cada mexicano que emigró a Cuba, ésta recibió a 2 españoles también provenientes de México. De alguna manera, estos también formaban parte de la comunidad de refugiados mexicanos. En cualquier caso, al lado de la inmigración española proveniente de Europa y de la antillana que se contaban en decenas de miles, la mexicana resultaba muy menor. Para tener una idea de la magnitud de aquellas baste saber que, a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, Cuba recibió más de un millón de inmigrantes de España, Haití y Jamaica. Luís Ángel Argüelles, Temas cubanomexicanos..., pp.108-115. "Cuba" y "Havana", en The Encyclopedia Americana, New York-Chicago-Washington, 1963;         [ Links ] Encyclopedia Britannica, Chicago, 1979.         [ Links ]

21 Gamboa Federico, Mi diario, Vol.VI..., p. 258.

22 Diario de la Marina, 13 de diciembre de 1916, 13 de diciembre de 1917.         [ Links ]

23 Diario de la Marina, 23 y 27 de mayo de 1916.         [ Links ] AGESRE - Exps. 17-8-45; 16-26-2; 11-4-58; 1716-102. Federico Gamboa, Mi diario, Vol. VI..., pp. 349, 359, 446, 509, 517, 530, 536, 553.

24 También asistió a la misa de celebración de las bodas de plata del arzobispo de Yucatán, Martín Trischler y Córdoba, otro de los grandes personajes mexicanos exiliado en La Habana. Diario de la Marina, 13 y 21 de diciembre de 1916, 13 de diciembre de 1917.         [ Links ]

25 Gamboa Federico, Mi diario, Vol.VI..., pp. 314, 357, 359, 465, 555, 558, 563, 569, 612, 616.

26 Además de negarle su apoyo económico, Limantour desalentó a Bulnes en lo tocante a hacer publicar su libro en Inglaterra. Le explicó las dificultades para lograr una buena traducción a tanta distancia. Además, le explicaba que en Inglaterra interesaba sólo la guerra europea, no la revolución mexicana. Le insistió en que buscara traductor y editor en Estados Unidos. AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 17 de enero y 22 de febrero de 1915; Limantour a Bulnes, París, 27 de enero y 22 de febrero de 1915.

27 El balance que Bulnes hace de la gestión de Limantour en El verdadero Díaz y la revolución, (México, Contenido, 1ª. Edición 1920) es descalificador.         [ Links ] Si bien reconoce sus méritos en la reorganización y saneamiento de la hacienda pública, lo responsabiliza de las políticas que detuvieron el crecimiento económico y condenaron al régimen al inmovilismo. Lo responsabiliza prácticamente de la caída de Díaz.

28 Dehesa había representado a algunas de las fuerzas políticas porfiristas más críticas a la gestión de los "científicos" en la administración federal.

29 Diario de la Marina, 8 de noviembre de 1916.         [ Links ] Condumex, Archivo Venustiano Carranza (en adelante AVC), Bello (agente secreto) a Carranza, La Habana, 16 de noviembre de 1916, c.103, leg.11806. Entre la correspondencia diplomática que da cuenta de las actividades de los exiliados en La Habana, no figura el nombre de Bulnes. AGESRE - Exps. 11-4-58; 17-17175; 17-11-222; 17-16-102; 17-18-96.

30 En México había tenido una vida acomodada, pero no había sido hombre de negocios como otros prominentes políticos porfiristas. Como joven ingeniero, años atrás, se había comprometido con algunos proyectos –obras de desagüe, explotación de un yacimiento de azufre... –, pero no hizo carrera en esa dirección. Hacia finales del régimen era el accionista mayoritario y presidente de la "Compañía Minera El Faro de Guanaceví", en Durango, con una inversión de 80 mil pesos. Ese era su único capital propiamente dicho y había tenido que cerrar desde 1911, con motivo de la lucha armada en aquel estado. También tenía tres casas de su propiedad, pero le fueron incautadas a la caída de Huerta. Poco antes de dejar el país abrió un par de cuentas bancarias en el extranjero: una en París, en la casa Lazard Freres, y otra en Nueva York, en el Shulz and Ruckgaber. AGN-FB: c.21, Exp.22-f.2, Exp.32, f.48; c. 26; c. 27, Exp.1-ff.56-59, Exp.4-ff.73-74. AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 22 de febrero de 1915.

31 El Heraldo de Cuba, por ejemplo, le ofreció un pago muy menor por los 6 artículos que publicó a finales de 1916. Aquello le ofendió y no lo aceptó. Federico Gamboa, Mi diario, Vol. VI..., p.418,465.

32 En un momento de desesperación, en mayo de 1917, en que intentaba irse a Nueva York, le dijo a Gamboa: "ni aquí ni allá he ganado nada, y con lo que gasto aquí, allí viviré mucho mejor, ¡tendremos pan!". Ibid, p. 537.

33 Ibid, pp.359, 465, 474, 526, 555, 600, 618.

34 Lemus, George, Francisco Bulnes. Su vida y sus obras..., p.9. Federico Gamboa, Mi diario, Vol. VI..., pp.359, 475, 600, 620. Diario de la Marina, 7 de diciembre de 1915.         [ Links ]

35 Gamboa Federico, Mi diario, Vol.VI..., pp. 550, 563, 588.

36 AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Méx., 4 de enero de 1913. Federico Gamboa, Mi diario, p.314. Para un acercamiento a El verdadero Díaz, Véase: Alicia Salmerón, "Sobre el Díaz-estadista y el Díaz-soldado. El alegato bulnesiano a favor de la dictadura", en Francisco Bulnes, Obras escogidas. El verdadero Díaz y la revolución. Rectificaciones a las Memorias de Porfirio Díaz, México, Instituto Mora, en prensa.         [ Links ]

37 Bulnes mismo hace referencia a la publicación de Cabrera en su correspondencia privada: cuenta que llevaba vendidos cuarenta mil ejemplares. AJYL - microfilm, rollo 66: Bulnes a Limantour, Nva. Orleans, 1 de enero de 1915.

38 La obra fue traducida al inglés por Dora Scott y revisada por el propio autor; la edición estuvo a cargo de su hijo, Mario Bulnes. La versión en español fue publicada en México hasta 1960, con el título Toda la verdad acerca de la Revolución Mexicana. La responsabilidad criminal del Presidente Wilson en el desastre mexicano. Esta última es una traducción de la edición en inglés, firmada por Florencio Sánchez Cámara.

39 En declaraciones de Bulnes publicadas por la prensa a fines de 1923, se afirma que volvió al país por invitación de Carranza y que sus bienes le fueron devueltos en marzo de 1920. Esta información es incorrecta. El mismo El Universal da cuenta de su llegada al puerto de Veracruz en agosto de 1920 y ésta se ve confirmada por las copias al carbón de algunas reclamaciones presentadas por el propio Bulnes al Juzgado 4o. de lo Civil en marzo de 1921 y meses siguientes. "El Sr. Ing. Bulnes contesta al Sr. General Plutarco Elías Calles", El Universal, 6 de diciembre de 1923;         [ Links ] El Universal, 18 de agosto de 1920.         [ Links ] AGN - FB: Reclamo testamentario, 17 de marzo de 1921, 11 de abril de 1921, caja 27, Exp.1, ff.54, 60-61.

40 El Universal, por su origen carrancista, guardaba distancia de la dirigencia sonorense; la relación de su director, Félix F. Palavicini, con los nuevos caudillos era complicada. Su actitud anti-obregonista lo había llevado a la cárcel en 1917 y, en 1927, lo llevaría al destierro. Sin embargo, precisamente en 1920 había aceptado del gobierno de De la Huerta una embajada en Europa. Fue durante su misión en el viejo continente cuando Bulnes comenzó a publicar en El Universal. Felix Palavacini, Mi vida Revolucionaria, México, Botas, 1937, pp.398 y ss; 439 y ss; 506-507.         [ Links ]

41 Parte de los artículos periodísticos escritos por Bulnes en El Universal, a la vuelta del exilio, fueron recogidos en un volumen póstumo: Los grandes problemas de México (1926); y un conjunto de comentarios a unas Memorias de Porfirio Díaz publicadas en entregas por El Universal (1922), conformaron el que sería su último libro publicado en vida: Rectificaciones a las Memorias del general Porfirio Díaz.

42 En abril de 1921, Bulnes presentó al presidente Álvaro Obregón una reclamación por un monto de 317 mil pesos, aunque pidió que se le entregara lo que fuera posible de momento para librarse de sus acreedores. Al mes siguiente recibió de la secretaría de Hacienda 20 mil pesos. Ésta era una cantidad importante, apenas un poco menor que aquella que Bulnes debe haber gastado para vivir durante sus 6 años de exilio (Gamboa vivía, con un modestia similar a la de Bulnes, con un promedio de 300 pesos al mes). AGN - FB: "Memorial...", 18 de abril de 1921, caja 27, Exp.1, ff.56-59. "El General Calles y Don Francisco Bulnes", El Demócrata, 6 de diciembre de 1923. "El Sr. Ing. Bulnes contesta al Sr. General Plutarco Elías Calles", El Universal, 6 de diciembre de 923. Gamboa Federico, Mi diario, Vol. VI..., Agradezco a mi colega Georgette José Valenzuela estas referencias y las siguientes sobre la acusación de Calles en contra de Bulnes.

43 En agosto de 1921, Mario Bulnes tomó posesión, e hizo el juramento respectivo, como "Agregado Accidental a la Sección de Protocolos de la Secretaría de Relaciones Exteriores para atenciones del servicio durante las Fiestas del Centenario". En principio, recibiría un sueldo de 25 pesos diarios oro nacional a partir del mes siguiente. Sin embargo, justo en septiembre, el nombramiento fue declarado "insubsistente". AGESRE - Exp. 1-16-26.

44 "El Sr. Ing. Bulnes contesta al Sr. General Plutarco Elías Calles", El Universal, 6 de diciembre de 1923.         [ Links ]

45 Las críticas de Bulnes contra la revolución eran fuertes, tanto que al año de su regreso llegó a correr el rumor de que sería apresado. Lo cierto es que a pesar de que no encontró limitaciones para publicar sus escritos, se sentía intranquilo en México. La situación política nacional era todavía inestable y los carrancistas, en aquel momento ya derrotados, se organizaban para volver. Hacia finales de 1921, por ejemplo, con los jefes Francisco Munguía y Lucio Blanco activos en el norte del país, Bulnes consideró trasladarse a El Paso, Texas. Pero con Obregón el país se estabilizó y Bulnes permaneció en la ciudad de México. George Lemus, Francisco Bulnes. Su vida y sus obras..., p.16. Federico Gamboa, Mi diario, Vol. VII..., p.43.

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