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Literatura mexicana

versión On-line ISSN 2448-8216versión impresa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.31 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2020  Epub 17-Ago-2020

https://doi.org/10.19130/iifl.litmex.31.1.2020.1127 

Artículos

Alfonso Reyes y la literatura mexicana en la Revue de l’Amérique Latine (1922-1932)1

Alfonso Reyes and Mexican Literature in the Revue de l’Amérique Latine (1922-1932)

Begoña Pulido Herráez*1 

1Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe-Universidad Nacional Autónoma de México, begopulido@yahoo.com


Resumen:

El artículo se propone estudiar la presencia de la literatura mexicana en la Revue de l’Amérique Latine, publicada en París entre 1922 y 1932, con el fin de conocer aspectos de la difusión de la literatura hispanoamericana en Francia, en la revista más importante sobre América Latina del decenio de 1920. Se trata asimismo de conocer las formas del diálogo trasatlántico entre México y Francia en el mismo periodo. Se destaca la participación de Alfonso Reyes (representante diplomático en Francia entre 1925 y 1927) en la Revue y su vinculación con el grupo editor. Reyes es el intelectual mexicano más traducido y editado en la revista; al mismo tiempo, de entre las publicaciones francesas en las que se reseña y traduce la obra del intelectual regiomontano, es en la Revue de l’Amérique Latine donde la presencia es mayor. Se concluye señalando el papel de esta revista en la difusión de la obra de Reyes en Francia en la década de los veinte.

Palabras clave: revistas; Alfonso Reyes; diálogo; diplomacia; difusión

Abstract:

The article intends to study the presence of Mexican literature in the Revue de l’Amérique Latine (published in Paris between 1922 and 1932), in order to know some aspects of the diffusion of Hispanic American literature in France in the most important Latin American magazine from the twenties. It is also about knowing the forms of transatlantic dialogue between Mexico and France in the same period. We emphasise the participation of Alfonso Reyes (diplomatic representative in France between 1925 and 1927) in the Revue and his relationship with the publishing group. Reyes is the Mexican intellectual most translated and edited in the magazine. At the same time, among the French publications in which the work of Reyes is reviewed and translated, it is in the Revue de l’Amérique Latine that the presence is greatest. The paper concludes by pointing out the role of this magazine in the dissemination of the work of Reyes in France in the 1920s.

Keywords: Magazines; Alfonso Reyes; Dialogue; Diplomacy; Diffusion

Silvia Molloy ( 1972) divide en tres etapas los contactos e intercambios literarios entre América Latina y Francia a lo largo de los primeros setenta años del siglo XX; al primer periodo (que abarcaría hasta el fin de la primera guerra mundial), lo denomina “el comienzo del descubrimiento” y coincide, en términos generales, con el modernismo;2 la segunda etapa, que correría de 1920 hasta el fin de la segunda guerra (donde quedaría incluido el periodo que nos atañe), la denomina “los comienzos de un diálogo” y estaría caracterizada por el descubrimiento de Latinoamérica por parte de los intelectuales, periodo de nacionalismo literario (al que prefiere denominar “americanismo crítico”); la tercera de las etapas sería de verdadero intercambio y coincidiría con la madurez de la literatura hispanoamericana. Esta clasificación resulta apropiada para conocer la labor de difusión de la literatura latinoamericana que ejerció la Revue de l’Amérique Latine a lo largo de la década de los veinte, la cual, en términos generales, se incluiría en los comienzos de un diálogo. Se trata de los inicios porque en general durante este periodo continúa el desconocimiento y el reducido interés de los franceses (salvo una pequeña élite) por la literatura latinoamericana que, según Molloy, habría caracterizado la primera etapa. Asoman, sin embargo, los signos y los intentos materiales por construir relaciones trasatlánticas; dan cuenta de ello asociaciones como la que creó el propio gobierno francés, el Comité France-Amérique (1909), o el Groupement des Universités et Grandes Écoles de France pour les Relations avec l’Amérique latine, fundado en 1908 con el objetivo de promover y desarrollar las relaciones interuniversitarias y que contribuyó de forma muy notable a valorar América Latina como objeto de estudio.3 La Revue de l’Amérique Latine nace en 1922 ligada precisamente a esta agrupación. Después de la primera guerra mundial, Francia va a incrementar sus intereses estratégicos hacia los países latinoamericanos y apoya la creación de instituciones como la Association Paris-Amérique Latine (1925) y en general de reuniones, conferencias, banquetes que estimulan las relaciones intelectuales trasatlánticas.4

El lugar de México en la Revue de l’Amérique Latine, editada en París entre 1922 y 1932, de su literatura y de sus intelectuales, tiene características particulares en relación con la presencia de otros países latinoamericanos, ya que la Revolución mexicana, cuya fase armada finaliza en la década de los veinte, provocó cambios en los ámbitos culturales, educativos e intelectuales y ahondó las particularidades históricas de los intelectuales mexicanos frente a otros países hispanoamericanos (cfr. Garciadiego 2010: 32). Salvo la presencia de Amado Nervo a comienzos del siglo, antes de la Revolución, la colonia de intelectuales latinoamericanos en París no contiene mexicanos ilustres de inclinaciones afrancesadas. Alfonso Reyes llega a París en 1913 expulsado de México por los conflictos revolucionarios, ciudad que abandona cuando comienza la guerra y a la que retornará en 1925 como representante diplomático de México en Francia. Es el intelectual mexicano más ilustre de la década y el que tiene una presencia más relevante en la revista. En la década de los veinte llegan o pasan por París, en calidad de exiliados políticos, José Vasconcelos (exiliado del gobierno de Plutarco Elías Calles) y Martín Luis Guzmán (de agosto de 1926 a octubre de 1927),5 ex miembros del Ateneo de la Juventud que desempeñaron papeles importantes en el proceso revolucionario, el primero en la construcción de la política educativa y cultural de la posrevolución, el segundo como periodista fundamental que dio cuenta de los rumbos de la lucha revolucionaria y escritor muy cercano a Francisco Villa. Junto con Alfonso Reyes, también ex ateneísta, representan a los nuevos intelectuales que surgen con la Revolución y que redefinen de formas diversas las relaciones del intelectual con el poder. En la misma época están en París, vinculados con la legación mexicana, Guillermo Jiménez y José María González de Mendoza (el Abate Mendoza), ambos presentes asimismo en la Revue de l’Amérique Latine con ensayos sobre la poesía mexicana del periodo. En general, como vamos a ver, la literatura mexicana traducida y publicada proporciona una mirada de la poesía reciente (desde Amado Nervo, López Velarde y José Juan Tablada hasta los Contemporáneos) y ya hacia el final de la década se hace eco de la narrativa de Mariano Azuela o Martín Luis Guzmán (la llamada novela de la Revolución). El escritor con mayor presencia es Alfonso Reyes, invitado en un momento dado a codirigir la publicación. Aun cuando la difusión de la literatura mexicana se inscribe en el “latinoamericanismo” pujante en la década y que constituye la propuesta fundamental de la Revue de l’Amérique Latine, es posible observar cómo la literatura mexicana, la recepción de obras y autores, está atravesada por el proceso revolucionario. Si a ello se suma la presencia relevante de Reyes, apreciado como intelectual y también como diplomático, el lugar de la literatura mexicana en la revista adquiere importancia para las relaciones entre Latinoamérica y Francia.

La Revue de l’Amérique Latine

La Revue de l’Amérique Latine (1922-1932) nació ligada al Groupement ya mencionado6 y constituye en la década de los veinte el órgano de prensa más importante para las relaciones intelectuales entre América Latina y Francia. Su objetivo apunta a trazar puentes para el diálogo intercontinental pero sobre todo, según expresan los editores, pretende proporcionar a los franceses una idea precisa de todos los modos de la actividad “espiritual” de Latinoamérica, aun cuando cultura, arte, literatura e historia ocupan un lugar preferencial. El director de la publicación es el profesor hispanista Ernest Martinenche, quien desde la década anterior había encabezado el proyecto del Bulletin de l’Amérique Latine, donde fungía como secretario el peruano Ventura García Calderón. En principio, la revista se dirige a un público francés (y aparece editada en el idioma galo) para resarcir el hecho de que “América Latina nos ha hecho hasta aquí el honor de conocernos infinitamente mejor de lo que nosotros la conocemos”, aun cuando la colonia latinoamericana está presente en las numerosas colaboraciones y en las crónicas de “la vida de los americanos en París” (“Les Américains à Paris”) y podemos imaginar que conformó otro importante público lector. Martinenche reúne en torno de sí a miembros de la vieja colonia hispanoamericana: los hermanos García Calderón, en particular Ventura, quien funge como codirector durante los primeros cuatro años, el cubano Armando Godoy, el ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide y Charles Lesca (quien permanece en el proyecto los once años que dura), todos ellos de pensamiento conservador.7

La revista contó a lo largo de todos los años con una sección, “Anthologie Américaine”, dedicada a la traducción de poemas, cuentos, ensayos, fragmentos de novelas (que en algunos casos, mediante la aparición por entregas, llegó a publicar obras enteras). Martinenche contaba, para llevar adelante la delicada tarea de la traducción, con un grupo de hispanistas (escritores también todos ellos, algunos con antecedentes hispanos en su genealogía) con los que se habría ido vinculando a partir de su labor de profesor y estudioso de la literatura española, maître de conférences, en la Universidad de París: Francis de Miomandre, Jean Cassou, Georges Pillement, Max Daireaux, y más adelante, Mathilde Pomès y Marcelle Auclair, con quienes Alfonso Reyes mantuvo una relación personal. Pillement se convertirá en secretario de la revista tras la renuncia de Ventura García Calderón y a él se van a deber los comentarios sobre Los de abajo de Mariano Azuela o La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán. Junto a la sección antológica, la revista contiene otra rúbrica, “La vie littéraire”, que cada mes se divide en “Lettres hispano-américaines” o “Lettres bresiliennes”; en este espacio caben los ensayos críticos sobre autores, movimientos, géneros, los comentarios de libros. “Revues et journaux de l’Amérique latine” funge como vitrina que muestra en Francia los libros recién publicados, las revistas que salen a la luz y abordan temas polémicos; con frecuencia incluye largos fragmentos de artículos que aparecen en revistas latinoamericanas.

Con la revisión de la presencia de la literatura mexicana en la revista, en sus distintos aspectos de obra de creación, ensayos críticos o reseñas de libros, se desprenden varios objetivos: conocer los alcances de la difusión de la literatura mexicana en los “comienzos del diálogo”: quiénes son los autores traducidos, cuáles son los lazos de sociabilidad que conducen a la traducción, qué interés despiertan en el público francés. En otro sentido, contribuir al conocimiento de las redes intelectuales trasatlánticas en la década de los veinte (periodo que en México coincide con el fin de la revolución armada y el comienzo de la institucionalización con los gobiernos de Álvaro Obregón y Calles): la selección de autores y ensayos críticos obedece en buena medida a quiénes son los escritores e intelectuales que llegan a París en la época, vinculados unos con la diplomacia (Alfonso Reyes, Guillermo Jiménez, José María González de Mendoza), otros con el exilio por causas políticas (José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán). La presencia tiene un origen más bien político y diplomático y no tanto “le voyage en France” que había caracterizado a la intelectualidad finisecular. De la generación de migrantes anteriores a la primera guerra, la figura más importante que aparece traducida en la revista es Amado Nervo, conocido, respetado y traducido en varias ocasiones. El resto de las presencias, aludidos en los ensayos, traducidos, reseñados, pertenecen a la nueva generación de intelectuales que surgieron con la Revolución, con lo que la imagen de la literatura mexicana difiere un tanto de la que se desprende a partir de lo traducido y publicado de otros países latinoamericanos (Argentina, Uruguay, Perú, Chile), una literatura menos anclada a los temas y debates del siglo XIX, con una modernidad que se desprende de la huella y los logros revolucionarios en materia cultural y educativa, una literatura cada vez más preocupada por su carácter literario, su forma artística. Vanguardia y Revolución son los ejes de esta literatura, y Alfonso Reyes la figura intelectual más relevante. El regiomontano representa asimismo lo mejor de una práctica que el Estado posrevolucionario va a manejar con gran solvencia: la utilización de diplomáticos intelectuales. Desde el otro ángulo, el de su ingreso al espacio intelectual francés, Francis de Miomandre, Jean Cassou, Valery Larbaud, escribirán artículos en la prensa sobre el escritor diplomático; poco a poco, en medio de la ajetreada y a veces mundana vida diplomática, tejerá su red de contactos literarios en París.

Aun cuando voy a detenerme en el caso particular de la presencia de Alfonso Reyes en la Revue de l’Amérique Latine, y su vinculación con el grupo de intelectuales, escritores, traductores hispanistas alrededor del director Ernest Martinenche (y los codirectores Charles Lesca y Ventura García Calderón), antes quisiera proponer una mirada de conjunto sobre lo que fue traducido y en general sobre los comentarios y la valoración crítica que despertó la nueva literatura (la poesía vanguardista de los estridentistas y los Contemporáneos, la narrativa de la Revolución).

La literatura mexicana: autores

Alfonso Reyes es, como mencioné, el escritor y ensayista con mayor presencia en la Revue de l’Amérique Latine, quien además mantiene una relación personal con el grupo editor de la revista desde su primera llegada a París en 1913; una relación que sostiene a lo largo de los diez años que vive en España y que estrechará durante los dos en que es ministro de México en París (1925-1927). Además de Reyes (sobre quien me extenderé más adelante), los poetas mexicanos que encontramos traducidos son: Amado Nervo (en marzo de 1922: “Diaphanéité”, en traducción Miomandre, del libro L’Exode et les Fleurs du chemin, y en marzo de 1924: C’est bien!, Attente, Espérance), Enrique González Martínez (poema “La prière de la roche stérile”, octubre de 1922, traducción de Pillement, varios poemas en junio de 1932) y Jaime Torres Bodet (“Poèmes”, septiembre de 1925, traducción de Miomandre; “Paravent”, poemas en traducción de Cassou,­ julio de 1926; “Dimanche”, traducción de Pillement, octubre de 1928; “Poëmes”, febrero de 1929, traducción de Pomès). En abril de 1927 y en octubre de 1930 aparecen poemas de Alfonso Reyes en traducción de Pomès (“Chanson de l’esclave ennemie”, “Quelques syllabes”, “Ravissement”, “La menace de la fleur”, “Fantaisie du voyage”).8

Todos los poetas con presencia en la revista tienen una vinculación con la diplomacia mexicana. Amado Nervo vivió varios años en la capital francesa a comienzos de siglo, adonde llegó como corresponsal del periódico El Imparcial. Desde 1905, fue secretario de la legación en Madrid y de vez en cuando se desplazaba a París, donde se encontró con Reyes en el primer periodo parisino del regiomontano. Enrique González Martínez fue ministro plenipotenciario en Argentina, España y Portugal, y desde 1924, estaba en España.

Jaime Torres Bodet, miembro del grupo de los Contemporáneos, se inició en la labor diplomática desde 1929, cuando llegó como secretario de la legación de México en Madrid; un poco después, entre 1931 y 1932, será segundo secretario en la legación de París. Su aparición en la revista es sin embargo anterior a su ingreso en la diplomacia, aunque Torres Bodet se vinculó muy pronto con los intelectuales constructores de la política educativa y cultural revolucionaria: a los 20 años era secretario particular de Vasconcelos y llegó a hacerse cargo del Departamento de Bellas Artes luego de la muerte de Ricardo Gómez Robledo en 1924 (con el tiempo llegará a ser, en dos ocasiones, secretario de Educación Pública). En 1925 Torres Bodet había enviado a Valery Larbaud sus Poemas (de 1924), envío al que el escritor francés respondió con una elogiosa carta: “Hay mucha poesía verdadera en la que usted escribe, poesía original brotando del fondo de una meditación estética de la vida toda suya”.9 Los dos se conocieron en 1929, cuando Torres Bodet pasó por París antes de llegar a su destino madrileño; en ese momento conoce también a Jules Supervielle. Desde Madrid, ya en 1930, le escribirá a Larbaud en ocasión de la lectura del prólogo de Los de abajo (había salido traducido y publicado en la revista Contemporáneos) y le envía su poema Destierro. En diciembre de 1931 Torres Bodet llegó a París como segundo secretario de la legación, otro interlocutor para Larbaud después de la partida de Alfonso Reyes.

En cuanto a la prosa, en 1923, en abril, se incluye en la Revue de l’Amérique Latine un cuento de Justo Sierra, “Marie-Antoinette”, en traducción de Pillement, y en noviembre de 1923 Miomandre traduce “Le roman du tramway” de Gutiérrez Nájera. De María Enriqueta aparece “Elle seule le sait” (octubre de 1924). La aparición de María Enriqueta (Camarillo), de la misma generación de Nervo, obedece probablemente a otra red de relaciones, más allá de que gozaba en España de gran reputación como escritora. Su esposo, el historiador conservador Carlos Pereyra (diplomático también, ministro plenipotenciario en Bélgica y Holanda antes de la primera guerra) publica en varias ocasiones en la Revue, en particular un largo conjunto de trabajos donde critica el expansionismo estadounidense, la Doctrina Monroe y las intenciones de las Conferencias Panamericanas. Enriqueta obtuvo en París el premio a la mejor novela extranjera con El secreto (Madrid, 1922, escrita en España donde la pareja residía desde 1916, vecinos en algún momento de Alfonso Reyes, con quien mantuvieron estrecha relación) que otorgaba Cahiers Féminas. A partir de entonces comienza la difusión de su obra en Francia. Gabriela Mistral escribe un largo y elogioso ensayo sobre la obra de María Enriqueta Camarillo en la sección de la Revue titulada “Les lettres hispano-américaines” de julio de 1923.

En 1928 y 1929 la figura recién descubierta es Martín Luis Guzmán, sin duda el más importante de los narradores mexicanos recientes para la Revue de l’Amérique Latine. Marcelle Auclair traduce en enero de 1928 un capítulo de El águila y la serpiente (Madrid, 1928), “Le sommeil du compadre Urbina”, y Mathilde Pomés, en mayo de 1929, “Le poste de pólice núm. 6”. Finalmente, en noviembre de 1930 se incluye “uno de los capítulos más conmovedores” de La sombra del Caudillo (“Mort crépusculaire”), novela cuya traducción prepara Pillement para la N.R.F. Pillement, en un breve comentario sobre la literatura reciente (enero de 1930, “La vie en Amérique Latine”) señala a La vorágine, La sombra del Caudillo y El águila y la serpiente como las obras hispanoamericanas más sólidas publicadas en los últimos años, elaboradas por otro lado al margen de escuelas literarias y sobre todo de los ismos, y que han contribuido a enriquecer la búsqueda de una creación original que difícilmente encontrarían colocándose al remolque de estéticas y teorías extranjeras seguidas al pie de la letra. Continuando con la presencia de Torres Bodet, en marzo de 1930 se incluye en la revista un cuento, “Apologue du jongleur et de la dompteuse”, en traducción de Pillement.

Asomos a la literatura mexicana

Los ensayos que aparecen traducidos en la Revue de l’Amérique Latine se refieren casi siempre a la poesía moderna y actual de México, con lo que implícitamente hay un reconocimiento a la vitalidad y a la calidad del hacer poético de las tres primeras décadas del siglo XX. Los autores de los ensayos se encuentran también en París en ese periodo, vinculados con el periodismo o la diplomacia. En febrero de 1923, aparece el artículo de Guillermo Jiménez “La poésie mexicaine actuelle”.10 Se trata de un breve y claro ensayo donde disecciona la poesía mexicana desde los tiempos del modernismo hasta la hora presente. Salvador Díaz Mirón, Enrique González Martínez, Francisco A. de Icaza y José Juan Tablada son para el autor los grandes poetas devenidos clásicos entre los cuales resulta imposible, y al mismo tiempo inútil, decir quién es el mejor, quién es el primer poeta mexicano. Hace referencia a los cenáculos y revistas que han contribuido a propagar la poesía, la Revista Azul (fundada por Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufóo), la Revista Moderna y el Ateneo de la Juventud, del cual formó parte Alfonso Reyes, a quien señala como uno de los más altos valores intelectuales no solamente de México sino de toda América Latina. A González Martínez le dedica un largo espacio, como a José Juan Tablada. Entrevé también la fuerte presencia de los jóvenes que serán conocidos como el grupo de los Contemporáneos: José Gorostiza, Carlos Pellicer, Enrique González Rojo, Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet.

Sobre la poesía mexicana reciente, el Abate Mendoza (José María González de Mendoza, quien por entonces radicaba en París),11 escribe en agosto de 1924 un largo ensayo sobre la nueva forma poética que introduce José Juan Tablada en México: “Les ‘haï-jins’ mexicains”. En el texto se detiene en los haï-jins (o haikus, o haikais) de Tablada, con su deseo de “captación integral”, de constituir “poemas sintéticos”, y en los cinco poetas que forman hasta el momento la escuela de poesía mexicana de haï-jin: Carlos Gutiérrez Cruz, Rafael Lozano, José Rubén Romero, Francisco Monterde, José Frías (el propio Mendoza sería el sexto de los poetas cultores de la forma oriental).

Otro ensayo importante de González de Mendoza (asistente al banquete en honor de Reyes en el Carlton de París, invitado asiduo asimismo en la casa del regiomontano según se desprende de la correspondencia) aparece en el número de julio de 1925 con el título de “Les tendances de la jeune littérature mexicaine”. Comienza su ensayo señalando las diferencias entre la literatura hispanoamericana y la española (la primera con predominancia del sentimiento, la segunda más directa y amarga) y continúa con la diferencia entre la poesía mexicana y la de otros países iberoamericanos: su tono discreto y reservado en el dolor, “un yo no sé qué de orgullo”, una suerte de “optimismo melancólico”, la ironía casi subterránea, la nitidez de la imagen, el color profundo; destaca la presencia generalizada de la poesía en México, donde todos tienen algo de poetas pero donde se pueden contar con los dedos de la mano a aquellos que se dedican exclusivamente a la escritura, un país con falta de revistas y de editores que permitan la profesionalización de la escritura; pasa revista a la “generación sacrificada”, la del Ateneo de la Juventud; menciona la fuerte influencia de Vasconcelos, uno de los “maestros de la juventud” que preconiza la fraternidad estrecha de los iberoamericanos con España, Francia e Italia, no porque “seamos latinos”, dice con un discurso donde entronca el arielismo, sino porque representamos un “concepto emotivo de la vida” y queremos que la ley de la “belleza” se convierta en la ley suprema.

En una época donde el pensamiento y el espíritu están en peligro absorbidos por la barbarie del maquinismo que llevó a la guerra, dice el Abate en un tono arielista, lo que quizá lleve a la “decadencia de Occidente”, México cuenta con una solución que deriva de sus más de siete siglos de historia, al contar con una civilización propia cuyas costumbres apenas habrían sido deformadas por la civilización importada de Europa. De aquello que puede ser visto como la causa de “nuestra tragedia”, continúa Mendoza, puede también venir nuestra salud. Estos sentimientos, más “estado de espíritu” que “profesión de fe”, “tendencia que doctrina”, animan a los jóvenes escritores, dice, muy atentos, por otro lado, a los movimientos del pensar alrededor del mundo.

En cuanto a la influencia de las nuevas corrientes, particularmente las francesas, sobre los jóvenes escritores, destaca que ellos “adaptan” más que “adoptan”. Los futurismos y los otros “ismos”, al llegar al valle del Anáhuac, se mezclan, se atemperan y adoptan tintes propios, se vuelven “estridentistas”.

Gabriela Mistral (también en París en ese periodo, muy cercana a Alfonso Reyes por otro lado) escribe un muy elogioso y poético ensayo sobre “María Enriqueta et son dernier livre” (Rumores de mi huerto) en la sección “Les lettres hispano-américaines” de la Revue de julio de 1923. Curiosamente, menciona que los “espíritus que han creado su afecto por México” son los poetas mencionados, los que se traducen en la revista: Nervo, González Martínez y María Enriqueta. Compara la poesía de María Enriqueta con la pintura holandesa de interiores, y apunta que pocos poetas saben dar la atmósfera como ella.

Los ensayos mencionados son de autores mexicanos (salvo Gabriel Mistral, quien por otro lado había vivido en México) que escriben desde París. Entre los franceses, el traductor, crítico y escritor Georges Pillement dedica la sección “Les lettres hispano-américaines” de enero de 1929 a la joven poesía mexicana (“La jeune poésie mexicaine”); para abordar el tema, reseña la aparición de tres importantes libros que muestran cómo el crítico francés estaba al día de los movimientos literarios en México. Los tres libros, que le permiten adquirir una visión de conjunto de la joven poesía mexicana, son: Antología de la poesía mexicana moderna (elaborada por los Contemporáneos), El movimiento estridentista, de Germán List Arzubide (editorial Horizonte), y Panchito Chapoto [sic, y no Chapopote], retablo tropical o relación de un extraordinario suceso de la heroica Vera-Cruz, de Xavier Icaza. La antología de Cuesta proporciona una síntesis de la poesía mexicana contemporánea; el libro de List Arzubide la completa desde el punto de vista del “curioso movimiento estridentista”, y el de Icaza es un ejemplo de la literatura social que han inspirado las convulsiones políticas y económicas. Sobre la obra de Cuesta, la considera indispensable para conocer la poesía moderna, y está elaborada con sentido crítico y seguridad en el gusto, dice Pillement. Son pocos poetas pero todos interesantes de modos diversos y que muestran la fuerza del movimiento poético mexicano (Jaime Torres Bodet, Manuel Maples Arce, Carlos Pellicer, Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo).

En abril de 1930, Pillement dedica una reseña a La sombra del Caudillo. Si ya El águila y la serpiente había mostrado a Guzmán como uno de los más poderosos escritores hispanoamericanos, esta opinión se confirma con La sombra del Caudillo (sección “La vie en Amérique latine”: 364). En el mismo número Pillement ofrece un comentario sobre la aparición de Ceux d’en bas (Los de abajo, de Mariano Azuela) en traducción de J. et J. Maurin (Fourcade éditeur) y con prólogo de Valery Larbaud al que Pillement aprecia, donde se ofrece un panorama de la literatura mexicana presente. La obra sin embargo le parece peor que La Malhora y opina que las escenas de bestialidad abundan, pero sin la intensidad dramática y la agudeza psicológica de las de Martín Luis Guzmán, cuya obra prefiere. El libro, dice críticamente, carece de perspectivas, de visiones de conjunto, “il est borné à la simple peinture du réalisme de ceux d’en bas, qui, du moins, ne manque pas de vigueur” (367).12

Pillement parece ser, después de 1926, el responsable principal de transmitir y traducir lo que va llegando a la redacción sobre literatura mexicana, una selección donde sin duda Alfonso Reyes, desde la representación diplomática, debe estar influyendo. Si el gran aporte de los intelectuales de la Revolución en los años veinte fue la construcción de una cultura y un aparato cultural identificados con los principios revolucionarios (Garciadiego 2010), a París llegan en la década de los veinte algunos representantes de este nuevo intelectual mucho más comprometido con el arte literario y también con la cultura popular. Se puede dar el caso de que dos viejos compañeros ateneístas, como Reyes y Vasconcelos, se crucen en París, uno como representante diplomático del gobierno de Calles, otro expulsado del círculo del poder precisamente por el callismo. Por un lado un Reyes que finalmente acepta los logros revolucionarios hasta el punto de ser su representante en el exterior; por otro, un nacionalista revolucionario que sufre las escisiones del grupo dominante una vez terminada la lucha armada. La revista informará muy puntualmente, más adelante, sobre las intenciones de Vasconcelos de postularse a la presidencia del país.

El modo en que José Vasconcelos se hace presente en la Revue es un tanto particular y habla en mi opinión de la dificultad de conciliar el “latinismo” ideológico que defiende la publicación (cercano en algunos de los colaboradores a las posturas de la Acción Francesa), con el “unionismo” vasconcelista que se manifiesta en contra del latinismo y del exceso de influencia francesa. Vasconcelos está presente en la sección de reseñas de libros y periódicos de América Latina; en septiembre de 1925, por ejemplo, Jean Pérès comenta la aparición de Ideario de acción (ediciones Actual, Lima, 1924). La Revue de l’Amérique Latine parece percibir el lugar particular que ocupa México dentro de Latinoamérica, como resultado de la Revolución, pero también de la obra de intelectuales como Vasconcelos. Con la labor educadora de Vasconcelos, dice Pérès (inspirada en ideas de igualdad y reforma social) se nos ofrece un aspecto de la tarea actual que persigue México a través de sus revoluciones y que se puede definir como modernización de un estado feudal, caracterizado por la excesiva monopolización del suelo. El sistema educativo que propone Vasconcelos combina el desarrollo de actitudes técnicas y artísticas, lo que valora muy positivamente Pérès, así como el “buen internacionalismo” (una América unida sobre la base de la raza) y el “buen nacionalismo” del mexicano. Sin embargo, le reprocha (a un escritor de ese valor) caer en el exceso de “ver sistemáticamente en las afinidades de la intelectualidad americana por las letras y el pensamiento francés, una disminución y un peligro para la originalidad de aquélla imputándola una veleidad de pretenciosa tutela” (262; traducción mía). Y efectivamente Vasconcelos, a pesar de recalar en Francia por un breve tiempo, evita esa tutela, ese ascendiente que cultivaban los miembros de la colonia llegados en las décadas anteriores. Vasconcelos, como “los jóvenes que llaman a la revolución social” que menciona Pérès, busca relacionarse con un círculo con más inquietudes sociales. Vasconcelos es también, en 1925, promotor de la Unión Latinoamericana de intelectuales (junto con Alfredo Palacios y José Ingenieros),13 cuyos ejes son Buenos Aires, México y Montevideo y que se opone al panamericanismo de inspiración estadounidense. Vasconcelos representa de alguna forma una inclinación intelectual y política hacia los países de América Latina, y la merma del peso que representó Francia en la cultura y la política desde el siglo XIX. Asimismo veía con distancia esa ideología del latinismo que escamoteaba un rasgo fundamental de la identidad de los países latinoamericanos, su mestizaje.14 En 1924 había publicado en su revista La Antorcha los artículos “Reneguemos del latinismo” (núm. 3, 18 de octubre) y “Latinismo y estética” (núm. 5, 1 de noviembre).

Alfonso Reyes en la Revue de l’Amérique Latine

Mucho ha de llover para que la vida literaria de los hispanoamericanos en París recobre la vitalidad que en esa revista [la Revue de l’Amérique Latine] se refleja. Alfonso Reyes, Pasado inmediato

Alfonso Reyes es el intelectual mexicano más ilustre en el París de los veinte. Había llegado a la capital francesa en la década anterior, en agosto de 1913, como segundo secretario de la legación de México en París (oferta que Victoriano Huerta le hace tras la muerte de su padre y que para Reyes significa la posibilidad de alejarse de los conflictos políticos que amenazan la vida familiar y personal). En ese primer periodo parisino de catorce meses que finaliza con el inicio de la primera guerra mundial y su traslado a España,15 Reyes se vincula, entre otros miembros de la colonia hispanoamericana, con los hermanos peruanos García Calderón; con Francisco había mantenido correspondencia, ya que éste había facilitado la publicación de las Cuestiones estéticas,16 y también había publicado en la revista que aquél dirigía en París junto con su hermano Ventura, la Revista de América (1912-1914).17 Francisco (y su esposa Rosa Amalia) son invitados asiduos en las comidas y reuniones frecuentes que Reyes organiza en su segundo periodo parisino como diplomático.18 Ambos peruanos habían llegado a Francia varios años antes (Ventura había nacido en París casi por accidente, ciudad adonde la familia retornó en 1905, tras la muerte del padre), y eran, de hecho, parte de la élite de la colonia latinoamericana en la ciudad francesa; podría decirse que funcionaban en Francia como mediadores o intermediarios entre la cultura francesa y la latinoamericana, pues eran muy cercanos de círculos de intelectuales y diplomáticos de ambas culturas. Ventura llegó a convertirse en un amigo próximo de Reyes, al que reencontrará en España, en el periodo de la guerra, ya que Ventura era en ese momento secretario de la legación de Perú, y a quien se referirá, en su discurso en el banquete de despedida de París que le ofrece la Revue de l’Amérique Latine (cuando es nombrado ministro en Buenos Aires), como el “amigo de todas las horas”.

Desde su primer periodo parisino, Reyes se relacionó también con el grupo de hispanistas que circulaban alrededor del profesor Ernest Martinenche (del cual formaban parte los hermanos García Calderón),19 quien era entonces director del Bulletin de la Bibliothèque Américaine (a partir de 1916, Bulletin de l’Amérique Latine). Reyes había conocido a Martinenche (y a Charles Lesca, codirector de la Revue) en México, cuando el hispanista viajó en representación de la Universidad de la Sorbona a las fiestas del Centenario y a la inauguración de la Universidad de México (cfr. Patout 1978: 85). En el periodo español, y en plena primera guerra, Reyes volverá a encontrar a Martinenche en diferentes ocasiones. Vinculados con este grupo de hispanistas, conocerá al franco-uruguayo Jules Supervielle (otro amigo que permanecerá) y al anglicista Jean Aubry. Otro hispanista con quien entabla una estrecha relación en este periodo es Raymond Foulché-Delbosc, director de la erudita Revue Hispanique en la que Reyes comenzará a publicar (inicia sus colaboraciones con un artículo sobre El Periquillo Sarniento). Tras este corto periodo en la capital francesa, Reyes se instala en España, donde permanece hasta finales de 1924, cuando el gobierno de Plutarco Elías Calles lo nombra ministro encargado de las relaciones diplomáticas en Francia.20 Al retornar, será recibido con grandes muestras de reconocimiento por la comunidad de escritores, intelectuales y diplomáticos, y por la propia Revue de l’Amérique Latine, quien le va a ofrecer un banquete de bienvenida al que asisten la diplomacia y la colonia latinoamericanas.21 Entre las amistades con escritores franceses, habría quizá que destacar a Valery Larbaud, Jules Supervielle y Jules Romains.

Facetas de la presencia: menciones del gran humanista

La primera mención de Reyes en la Revue viene de la mano crítica de su amigo Ventura García Calderón, codirector de la publicación, quien en julio de 1922 le dedica una reseña por la reciente aparición en España de la tercera serie de Simpatías y diferencias (Madrid, 1922). Habría que apuntar que los diez años en España, dedicados al periodismo, la filología y la escritura, en contacto con los intelectuales y escritores más importantes del periodo (amigo íntimo de Enrique Díez-Canedo, de Ortega y Gasset, de Azorín, de Gómez de la Serna, entre otros, introducido en los círculos del Ateneo, de la Residencia de Estudiantes, en el Centro de Estudios Históricos dirigido por Ramón Menéndez Pidal) habían proporcionado a Reyes un reconocimiento importante que se extendía a la colonia hispanoamericana de Francia. En su nota, Ventura García Calderón, al tiempo que muestra su admiración por una “inteligencia de humanista” que coloca a Reyes en primera fila de la generación latinoamericana de la hora, deja caer sobre el regiomontano una fuerte crítica sembrada de ironías. “Seul en Espagne, M. Ortega y Gasset coupe, aussi bien que M. Reyes, les cheveux en quatre. Car ce Mexicain plein de ruse s’est établi à Madrid marchand de subtilités et critique de la littérature espagnole” (260).22 Sólo Ortega y él son tan “meticulosos”, y lo llama “astuto, mañoso”. Además, añade otros comentarios hirientes: “plusiers de ses essais n’étaient en somme que variations sur les livres des autres”, “Le troisième volume de ses Sympathies et différences qu’il nous envoie aujourd´hui confirme les dons et les défauts de M. Reyes. On y trouve à côté de pages par trop journalistiques, d’autres admirables et profondes comme les deux essais sur Amado Nervo”, “Regrettons que M. Reyes n’ait pas toujours le temps de faire si bien, le temps ou l’envie, car il pratique volontiers la politique du glissement” (261).23 Sus ensayos no son sino variaciones sobre los libros de otros, ensayos hechos deprisa, sin tiempo, donde practica la política del “deslizamiento”.

La pregunta que surge inmediatamente es sobre las razones del tono y del encono por parte de alguien a quien Alfonso Reyes considera un amigo. La continuación del comentario de García Calderón da la pauta, pues se refiere en particular a uno de los ensayos que incluye Reyes en su libro, al que Ventura califica de artículo “interesante y quizá injusto” sobre Rémy de Gourmont y la lengua española. Gourmont había sido toda una autoridad en Francia y en América Latina; había tenido en sus manos durante años la rúbrica de las “Letras hispánicas” en el Mercure de France y entre otras había traducido una de las pocas obras hispanoamericanas vertidas al francés y que gozaba de buena crítica, La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta. Gourmont proponía que un neo-español estaba en camino de formarse entre la nueva generación de escritores hispanoamericanos, más ágil y claro, a decir de Ventura, que el viejo español, y donde el contorno de la frase se asemejaría al de la frase francesa. “M. Reyes a-t-il craint de faire de la peine à ses amis de Madrid? Il ne blesserait pourtant qu’un certain nationalisme étroit en soulignant cette influence de la littérature hispano-américaine en Espagne” (261).24 Reyes, por su parte, en un artículo escrito poco después de la muerte de Gourmont, y que consideró inoportuno publicar en su momento (cfr. Patout 1978: 187), no consideraba justificado hablar, en términos de lengua literaria, de un neoespañol americano. Años después, incluye el ensayo en Simpatías y diferencias,25 y es el que provoca la reacción de Ventura García Calderón. Una reacción que sin duda debió extrañar a Reyes, quien en ese momento no responde de forma pública a la crítica sino de modo personal, en una carta que envía al peruano donde matiza las críticas de que es objeto, se defiende, y le pide a Ventura que le levante la “excomunión”. Fue de forma personal como se resolvió una diferencia que bien pudo haber terminado con una ruptura en las relaciones y con la ausencia de Reyes en la Revue de l’Amérique Latine.

La segunda aparición es de diciembre de 1922, donde Georges Pillement traduce el cuento “Lutte de patrons”, de su libro El plano oblicuo, relatos que habían sido publicados en España en 1920 pero cuya escritura data del periodo mexicano; así, la lucha entre Eneas y Ulises (“lucha de patronos”) por la paternidad de Roma habría sido escrito en 1910 aunque tiene modificaciones posteriores. El cuento es uno de los tres en que aparece Francia. No sólo Ulises y Eneas se encuentran después de su muerte en los Campos Elíseos, sino que hacia el final del cuento se reproduce en francés una frase de Fénelon. Más adelante el propio Reyes reconoce otra influencia en el texto, las Nouvelles promenades archéologiques de Gaston Boissier.

Jean Cassou será el traductor de los cuentos de El plano oblicuo, con quien Reyes llegará a establecer una relación muy cercana. Cassou dedica a Reyes y a su libro un pequeño artículo en la Revue de l’Amérique Latine de abril de 1924. El crítico y poeta francés considera que estos cuentos testimonian de un “arte extraordinariamente lúcido y sobrio”, cercano a la perfección, y ofrece la traducción de “La cena” (cuento que abre el libro) para el público lector de la Revue. En este cuento aparece otra influencia francesa, la de Gérard de Nerval y su Aurelia. Cassou formará parte del círculo próximo de Reyes en su periodo como diplomático.26

Alfonso Reyes había reseñado años antes, en 1918 y en el periódico madrileño El Sol, la aparición en Francia del segundo volumen de la colección Bibliothèque France-Amérique, proyecto que pretendía publicar en francés antologías de grandes escritores latinoamericanos. Después de un volumen dedicado a Rodó, acababa de salir otro dedicado a Rubén Darío, con un prólogo de Ventura García Calderón que Reyes elogia ampliamente.27 Allí menciona Reyes, en nota al pie, quiénes son los autores de las traducciones, entre los cuales aparece el nombre de Cassou; junto a él, encontramos los de Marius André, Georges Pillement, A. de Bengoechea, G. Jean-Aubry, Max Daireaux, quienes, entre otros, son los traductores que encontramos en la Revue de l’Amérique Latine, lo que habla de la conformación de un grupo intelectual sólido alrededor de la figura de Ernest Martinenche, quien trabajó de forma constante por lograr que la literatura latinoamericana fuera conocida del público francés y en general por el desarrollo del hispanismo en Francia; un proyecto que comenzó en la segunda década de los veinte y que no se detuvo en el periodo de la guerra.

Reyes y la conciencia nacional

Poco después, entre abril y mayo de 1923, se publica un importante ensayo: “L’ évolution du Mexique”, texto de la conferencia que “nuestro eminente colaborador” había dado en el mes de febrero en el Collège Libre des Sciences Sociales (a invitación del venezolano Alberto Zérega Fombona), con el fin de inaugurar un curso sobre historia de América. En esos años, Reyes vivía en Madrid pero desde 1923 realiza breves viajes a París.28

En la conferencia (escrita en francés, no incluida en las obras completas)29 Reyes parte del presente, con una mayor confianza en los logros de la Revolución, y cree estar en un momento en que la “conciencia nacional se reorganiza”; hay que preguntarse entonces por el contenido de la conciencia nacional mexicana y por el valor del “hecho mexicano” en el conjunto de los valores sociales. La conferencia muestra hasta cierto punto el camino que lleva al descubrimiento del “alma o de la conciencia nacional”.30 Divide la historia del pueblo mexicano en dos grandes épocas, la precortesiana y la que comienza como resultado de la conquista española. Le enmienda la plana a Spengler considerando que plantea de forma falsa su pregunta sobre cómo un centenar de aventureros pudieron en sólo unos días conmocionar una civilización. La conquista militar no habría sido tanto la obra de Cortés como la de las tribus enemigas de Moctezuma. Plantea asimismo que la verdadera “civilización” había sido la de los toltecas, no la del pueblo militar azteca. Remarca también que el fin de la civilización prehispánica no se dio con la caída de Tenochtitlan sino que fue el resultado de trescientos años de incuria y destrucción metódica y fanática de la vieja civilización. Contrariamente a lo que plantea Spengler, para quien solamente los pueblos de Occidente han querido sobrevivir en sus obras, la cultura mexica ha demostrado su voluntad de sobrevivir ya que circula en las venas del arte español.

En su recorrido, describe la Ciudad de México, la creación de la Universidad, la vida teatral y la forja de una nueva cultura. En cuanto a la obra de España en América, más que verla desde el ángulo de la explotación colonial, Reyes ve en ella una “obra de creación: creación de nuevas nacionalidades”. Termina su recorrido por la historia absteniéndose de abordar la actualidad, aun cuando alude positivamente a un momento de reconstrucción nacional que se está beneficiando de los resultados de las revoluciones, deseando que las riquezas nacionales beneficien al pueblo mexicano y que el extranjero encuentre en México “une hospitalité que la veille Europe n’accorde pas toujours à ses propres fils”31 (en una alusión probable a la situación en España). Termina refiriéndose a los momentos dolorosos que vive España y finalmente vuelve los ojos a Francia, maestra ilustre defensora de la “latinidad” (entonces tan promovida por el país galo): “Nous affirmons la tradition de l’âme latine -c’est-a-dire, d’une sorte de sensibilité qu’on est convenu d’appeler ainsi- et nous attendons, en le souhaitant ardemment, que la France, maîtresse illustre, rétablisse dans le monde l’empire de la pensée romane”32 (Revue, mayo de 1923: 31). Defensa del “alma latina”, una suerte de sensibilidad en cuya difusión otorga a Francia el papel de maestra (una imagen que recuerda el Ariel de Rodó y al maestro Próspero).

Los años de la diplomacia en París

1925 es el año de Reyes en la Revue de l’Amérique Latine, el de su regreso a Francia como ministro de la legación de México en Francia. En 1924, Reyes abandona España y parte a México donde Obregón le encarga la misión confidencial de ofrecer al rey de España la mediación de México en el conflicto con Marruecos. De nuevo en París, se entrevista con el futuro presidente, Plutarco Elías Calles, quien aprueba la misión. Al mismo tiempo llegan a la capital gala refugiados políticos del gobierno de Primo de Rivera, particularmente Miguel de Unamuno,33 amigo de Reyes. De regreso a París tras la negativa del rey español a la propuesta, Reyes sigue esperando “órdenes” del gobierno mexicano hasta que finalmente, el 10 de diciembre, lo nombran ministro en la capital francesa. Sus amigos parisinos se alegran, incluyendo a Martinenche y su grupo; la noticia es recibida también con satisfacción por la prensa. El 11 de marzo de 1925, el comité director de la publicación le ofrece un banquete de bienvenida en el Hotel Carlton donde se dan cita la diplomacia y la colonia latinoamericana en París, y un número importante de escritores y periodistas franceses.34 Más de doscientos invitados acudieron a la recepción. Abre la ronda de discursos, el profesor Martinenche, quien señala a Reyes como la representación viva de un país particularmente querido, y su Visión de Anáhuac como un libro necesario cuya lectura “vaut qu’on apprenne l’espagnol. Vous nous avez rendu tout le passé mexicain, les brillantes civilisations qui fleurissaient avant l’arrivé des conquistadores et qui éblourient ces heröiques aventuriers” (Revue, mayo de 1925: 387).35 Tras los discursos de Gonzalo Zaldumbide, ministro de Ecuador, del embajador de Brasil, Luis de Souza-Dantas, y de Robert de Flers, de la Academia Francesa, toma la palabra Alfonso Reyes. En su discurso reconoce el papel de la Revue de l’Amérique Latine36 en la labor de despertar la curiosidad de los letrados franceses por “el alma y la tierra americanas”, “hospitalier foyer intellectuel, message opportun d’une petite et alerte société littéraire, qui réussit à réaliser ce miracle: de nous donner l’ilussion d’être chez nous à Paris et d’être à Paris quand nous retournons en Amérique” (mayo de 1925: 399).37 Respecto a México, menciona los sucesos recientes que han llevado al país a hacer un intento serio y profundo de introspección nacional: lanzado a la búsqueda de un “alma nacional”, México transforma poco a poco su violencia en energía.

Poco antes, en el número de febrero de ese mismo año, Valery Larbaud38 le había dado la bienvenida con un artículo celebratorio que llevaba el título de “Alfonso Reyes”.39 Allí, el escritor francés se congratula por el nombramiento como embajador (“La nación mexicana nos envía, para representarla oficialmente, uno de sus jóvenes escritores más distinguidos”), un gran regalo para los hombres de letras franceses, y hacía un elogio del mexicano, al que considera en cada una de sus facetas, un gran poeta, crítico (“crítico creador, o más exactamente, re-creador”) y erudito, retratista literario, cuentista y en particular ensayista. Sin duda, dice, un estudio metódico de la literatura mexicana de hoy debería comenzar por la obra, ya considerable, del “políglota y viajero” Alfonso Reyes, “intérprete de América Latina en España, de España en América Latina, y del conjunto del mundo español en Europa”. Celebra en particular su Visión de Anáhuac, un pequeño tratado histórico, “verdadero poema nacional mexicano”, “descripción minuciosa como un cuadro de Brueghel, de la antigua ciudad de México tal como apareció a los ojos de los conquistadores”, descripción lírica, “de un lirismo que alcanza por instantes el de Saint-John Perse”, cuya traducción al francés considera necesaria. Señala Patout que este artículo marca una fecha en las relaciones franco-mexicanas, pues por primera vez, un importante escritor francés manifestaba un alto interés por la historia y la cultura de México y solicitaba a un escritor mexicano, considerado como un igual en términos de cultura, ser en Francia el intérprete de su pueblo (Larbaud: 256). Larbaud apadrinaba la entrada de Reyes en los círculos literarios franceses y lo situaba a una gran altura intelectual, a la par y en diálogo con los hombres de letras franceses. Poco después va a influir para que Vision d’Anahuac, traducida por Jeanne Guéraldel, entre en la colección Gallimard “Une oeuvre, un portrait”.40

De Alfonso Reyes se incluye, en ese mismo número de febrero, un fragmento de su ensayo sobre Amado Nervo titulado “Le chemin d’Amado Nervo” (en traducción de Miomandre). Reyes percibe, y es el objeto de su artículo, que la evolución poética de Nervo se dirigía hacia un misticismo franciscano al final del cual vendría la simplificación, el silencio…

Poco tiempo después, el 12 de diciembre de 1925, se lleva a cabo un gran evento para Reyes, una lectura comentada de su Ifigenia cruel41 en el apartamento de su amigo Gonzalo Zaldumbide,42 convertido así en salón literario. En enero de 1926, Magellan ofrece en la Revue de l’Amérique Latine la crónica de la velada, “Une soirée littéraire chez M. Gonzalo Zaldumbide”, y describe el escenario de la lectura, la declamación, el acompañamiento con una quena peruana.

En febrero de 1926, la revista publica el “comentario rigurosamente inédito”43 que Reyes escribió especialmente (en francés) para la lectura de su obra (lleva la fecha al pie del 12 de diciembre de 1925).44 Un comentario que proporciona las claves de lectura y deja percibir las relaciones entre la tragedia de Ifigenia y el drama personal-familiar de Reyes, escapando al fardo de un pasado que parece determinar el porvenir (absorbido por la “lucha política de patrones”, las vendettas que menciona en el comentario) y proporcionando fuerza a la voluntad, la elección consciente del destino. Allí explica que, a diferencia de otros autores que han tratado el tema, desde Grecia a nuestros días, él imagina una Ifigenia que ha perdido la memoria de cómo ha llegado, en Táuride, a convertirse en sacerdotisa de la cruel diosa Artemisa. La tragedia en este caso consiste en que ella reclama su derecho a la memoria, pero cuando sabe finalmente que pertenece a una raza ensangrentada y maldecida por los dioses, prefiere continuar una vida entre los bárbaros que despedazan víctimas sagradas. Esta vía se le ofrece como la única manera de librarse de los lazos con la tradición de su raza, de quebrar la fatalidad y obtener la libertad. Por un acto preciso de voluntad, redime a su raza.

Por aquella época, cuenta Reyes, fue invitado a codirigir la Revue. Probablemente fue cuando, primero Armando Godoy, luego Ventura García Calderón, dimitieron de sus funciones de dirección (a finales de 1925 y comienzos de 1926): “Un día hubo cierta reorganización en la Revue de l’Amérique Latine, y sus fundadores tuvieron la gentileza de ofrecerme la dirección, que mi cargo de diplomático no me permitió aceptar, porque me quitaba a la vez tiempo y libertad para el comentario de la vida pública americana” (Reyes 1960: 240). Esta invitación es la medida de la estrecha relación (larga y continua también) del regiomontano con el grupo de Martinenche.

En enero de 1926, la Universidad de la Sorbonna realiza un homenaje a Paul Groussac, enfermo y casi ciego. La Revue de enero transcribe los discursos de George Lecomte (de la Academia Francesa) y de Alfonso Reyes.

Dos poemas de Reyes (“Chanson de l’esclave ennemie” y “Quelques syllabes”) son traducidos por Mathilde Pomès para el número de abril de 1927, donde se incluye asimismo el importante ensayo “Le Mexicain Ruiz de Alarcón et le théâtre français”; allí plantea que el origen de la comedia francesa de costumbres muestra la influencia de Ruiz de Alarcón. Más tarde dirá Reyes, sobre esta aparición: “La nota sobre Le Mexicain Ruiz de Alarcón et le Théâtre Français evoca para mí los mejores días de París y el grato ambiente de la Revue de l’Amérique Latine: Francisco y Ventura García Calderón, Charles Lesca, Ernest Martinenche, Armando Godoy, Gonzalo Zaldumbide” (1960: 238-239). Este mismo número anuncia y lamenta la partida de Reyes hacia Buenos Aires, donde va a continuar su labor diplomática. Pero antes el gobierno francés le otorga la dignidad de Comendador de la Legión de Honor, y el grupo de la Revue lo despedirá como lo recibió, con un banquete.

Para finalizar esta aproximación a la presencia de Reyes en la Revue de l’Amérique Latine, quisiera destacar que el escritor regiomontano fue cercano de Ernest Martinenche y su grupo, conformado (entre los hispanoamericanos) por Ventura García Calderón, Charles Lesca, Armando Godoy, Gonzalo Zaldumbide. Reyes tenía abiertas las puertas de la revista, donde podía publicar sus artículos y donde sus labores diplomáticas eran puntualmente reseñadas. Una de las discusiones que envolvían las reuniones era la denominación de América Latina para la revista, lo cual no era sino continuación de la disputa, que en los años veinte hizo correr mucha tinta, entre españoles y españolistas, e intelectuales franceses, por la influencia en los países del continente americano, una querella que envolvía una realidad política: “Elle était symptomatique du désir qu’avait la France d’attirer à elle ces républiques sud-américaines, et d’en exclure ‘la Mère Espagne’ (Patout 1978: 284-285).45 Reyes contribuyó en la campaña de acercamiento entre Francia y América Latina en la que trabajó toda su vida Martinenche y le dio un tono menos mundano, más científico, más intelectual. Sus colaboraciones, tanto las ensayísticas como las literarias (poemas, cuentos), muestran el quehacer de un intelectual, un erudito capaz de saltar por encima del debatido tema de la “influencia” francesa para mostrar un lenguaje y un estilo propios, una apropiación de la cultura universal que al mismo tiempo se hunde en la cultura y la historia mexicanas dando como resultado una literatura propia. Sus ensayos especializados sobre el teatro de Ruiz de Alarcón, o la evolución de México, buscan dirigirse a un público francés más ilustrado. Con la presencia de Alfonso Reyes en la revista, pero en general con la muestra de literatura mexicana que encontramos, se concluye que los intelectuales mexicanos no son ya “apropiadores y mediadores de normas y paradigmas metropolitanos”. Al contrario, las obras presentes en la revista hablan de una literatura que busca dialogar y hacerse visible entre pares.

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1 Este trabajo es resultado de una investigación llevada a cabo con el apoyo del PASPA, DGAPA-UNAM.

2Silvia Molloy menciona que en este primer periodo los contactos literarios fueron raros, aun cuando una élite de escritores hispanoamericanos se encontraba en esa época en París (Rubén Darío, Amado Nervo, Enrique Gómez Carrillo, Leopoldo Lugones, Alcides Arguedas, Rufino Blanco Fombona, Alejandro Sux, Francisco y Ventura García Calderón, Manuel Ugarte). El público francés no estaba familiarizado tampoco con una literatura “hispanoamericana” a la que se seguía considerando una rama de la española. Sobre la colonia de escritores hispanoamericanos en París entre 1900 y la primera guerra, a la que considera “el primer ingreso masivo de la inteligencia hispanoamericana en un concierto internacional”, véase Colombi 2008.

3Para las acciones del Groupement véase Huerta 2006.

4Alfonso Reyes va a ser vicepresidente de la Association Paris-Amérique Latine durante buena parte del periodo en que ejerce como ministro en París. En ella llevará a cabo algunos de los eventos que organiza (exposiciones por ejemplo) y es, por supuesto, un asiduo invitado.

5Paréntesis parisino dentro del largo exilio español que se prolongó de mayo de 1925 a abril de 1936 (Portal 1993).

6El primer órgano del Groupement fue desde 1910 el Bulletin de la Bibliothèque Américaine, convertido en 1916 en el Bulletin de l’Amérique Latine. A partir de 1922 se transforma en revista de publicación mensual, la Revue de l’Amérique Latine, que se sostiene regularmente hasta que el impacto de la crisis financiera hace mella en Francia y desaparece un gran número de revistas. Pierre Jarrige (1994: 97) considera a la Revue de l’Amérique Latine la revista latinoamericanista más importante y prestigiosa de las publicadas en Francia en ese periodo, por su duración, audiencia, la calidad de los colaboradores y los textos publicados. Sobre la Revue, véase también Castillo de Berchenko 1990: 21-26.

7Otra característica que parece unir a miembros del grupo en torno a la Revue es su vinculación con el arielismo, cierta orientación ideológica que compartieron jóvenes intelectuales en los años posteriores a 1900 y que recogía rasgos heredados del mensaje de Rodó: una actitud idealista de descontento o rechazo frente a la vida utilitaria, materialista, cientificista de la vida moderna, una reivindicación de la identidad y la cultura hispanoamericanas frente a la de la América anglosajona, el cultivo del sentimiento estético como parte de una armonía civilizatoria. Los hermanos García Calderón y Gonzalo Zaldumbide fueron considerados como arielistas; asimismo lo fue otro peruano de presencia asidua en la publicación: Víctor Andrés Belaúnde. También Manuel Ugarte o Alfonso Reyes, presentes en la Revue, fueron receptivos de la palabra de Rodó (Reyes influyó en la edición del Ariel en Monterrey en 1908), aun cuando no fueron propiamente arielistas. El caso de Charles (Carlos) Lesca es un tanto diferente, pues mantuvo estrechos lazos con Charles Maurras y en los siguientes proyectos editoriales en los que participó (particularmente en Je suis partout) defendió una latinidad cada vez más cercana al fascismo.

8A lo largo del artículo, las referencias a los números de la revista serán consignadas mediante la fecha (mes y año) y el número de página. La publicación no lleva número consecutivo a lo largo de los once años; en la parte superior izquierda de la portada se indica el número del año, el volumen y el número dentro del volumen (por ejemplo, 1er año, vol. III, No. II; el primer año es 1922, el volumen se refiere a la aparición de tres volúmenes cuatrimestrales a lo largo de un año, el III correspondería al volumen de septiembre a diciembre; el número sería el II del cuatrimestre). Aun cuando la aparición es mensual, la numeración de las páginas (cerca de 100 en cada número con formato de libro) se continúa a lo largo del cuatrimestre. En el ángulo superior derecho se incluye la fecha de aparición, por ejemplo: Ier Novembre 1922.

9Carta fechada el 25 de junio de 1925 (Blasi: 335). La correspondencia, seis cartas, se encuentra en el Fondo Larbaud, junto con los libros dedicados que Torres Bodet le envió (diez en total).

10Jiménez había trabajado como diplomático en la legación mexicana en España, pero en 1922 había renunciado al puesto y vivía en París. Allí publica, en 1922, La ventana abierta (prólogo de Gómez Carrillo) y la Antología de jóvenes poetas mexicanos que estaría en el origen de este artículo.

11El Abate era en ese periodo corresponsal del periódico El Universal Ilustrado en París, a donde había viajado para continuar sus estudios. Más tarde se vinculará a la diplomacia y será secretario en la legación de México en la capital francesa. Colaboró con Miguel Ángel Asturias en la traducción del Popol Vuh al francés.

12“Se limitó a la simple pintura del realismo de los de abajo, lo que, al menos, no carece de vigor” (las traducciones de todo el artículo, son de mi autoría).

13En la misma sección de reseñas de octubre de 1925 se resumen los ideales de la Unión, traducidos de la revista de Montevideo Cultura, quien los toma del manifiesto argentino. Estos ideales permiten conocer las propuestas del latinoamericanismo que se difunde entre los países latinoamericanos a mediados de la década de los veinte: “En materia universitaria este grupo encarna la tendencia puramente reformista en el buen sentido de la palabra, es decir, la implantación de la democracia de enseñanza y el repudio del exclusivismo profesional. En materia social, sigue la corriente renovadora del socialismo y reclama reformas inspiradas del deseo de justicia social. En materia política, sostiene la democracia social contra la democracia individual y combate la dictadura. En materia internacional, persigue la acción conjunta de los pueblos latinoamericanos en las cuestiones de interés mundial, la uniformidad de los principios básicos del derecho público y privado, la supresión de la diplomacia secreta y del panamericanismo oficial, la solución de los litigios por el arbitraje y la reducción de armamentos. En materia espiritual, lucha contra la influencia de la Iglesia en la vida pública y la enseñanza. En materia financiera, persigue la nacionalización de las fuentes de riqueza y combate el imperialismo de los Estados capitalistas” (362; traducción mía). En el mismo número se cita un artículo de la “revolucionaria” revista Antorcha fundada por Vasconcelos

14En el número de marzo de 1925, Andrés Montserrat (seudónimo de Marius André) reseña la aparición del artículo de Vasconcelos y su negación del latinismo.

15Con la caída de Huerta y la llegada de Carranza hay cambios en las legaciones y Reyes es excluido de la de París. Por otro lado, las casas editoriales Bouret y Garnier, que se habían convertido en la opción para agenciarse algún ingreso, cierran sus puertas. Imposibilitado de volver a México, París en guerra, Reyes se dirige a España.

16En noviembre de 1909, el padre de Alfonso, el general Bernardo Reyes, en momentos de una relación conflictiva con el presidente Porfirio Díaz debido al modo como iba creciendo (a pesar suyo) su candidatura para la presidencia de la república, abandona México y se dirige a Francia. Allí entabla contacto con Rubén Darío y fue por su mediación como hace llegar a Francisco García Calderón el manuscrito de las Cuestiones estéticas. Gracias al peruano, el libro se publica en Ollendorff, con un prólogo elogioso de Francisco García Calderón.

17Entre otros artículos, escribió uno sobre el grupo literario en el que participó, Savia Moderna: “Nosotros”. Sobre las circunstancias en que fue escrito y cómo fue recibido por sus compañeros del Ateneo de la Juventud, véase asimismo Martínez Carrizales 2001.

18En su Diario (Reyes 1969), el escritor regiomontano se refiere con frecuencia a comidas y reuniones en las que están presentes Francisco García Calderón y su esposa.

19Ventura fue secretario de redacción del Bulletin y codirector de la Revue de l’Amérique Latine desde sus inicios en 1922 hasta enero de 1926 (en el número de febrero se anuncia su retiro). Sin embargo siempre permaneció cercano a la publicación y fue parte de la red.

20Víctor Díaz Arciniega señala que no es posible deslindar la trayectoria de Reyes dentro del servicio exterior de la de sus actividades literarias (2001:10).

21En el Diario, Reyes comenta la falta de tiempo para escribir y leer, absorbido y fatigado de la “tournée inacabable y los primeros banquetes” y de poner en orden el caos de la Legación. Se refiere asimismo al recibimiento en la prensa por parte de los escritores franceses: “He tenido, aparte de saludos de la Prensa y entrevistas en el Paris-Time, artículos de Miomandre en L’Europe Nouvelle, de Cassou en Le Journal Littéraire, y de Valery Larbaud en la Revue de l’Amérique Latine, amables salutaciones que me abren las puertas de París. Ayer, recepción en el Comité France-Amérique, con recitación que me dedicó Lugné Poe, el director del Teatro de L’Oeuvre” (1969: 93).

22“En España, solamente el señor Ortega y Gasset corta un pelo en el aire [es tan excesivamente meticuloso] tan bien como el señor Reyes. Pues este mexicano lleno de artimañas se ha establecido en Madrid como comerciante de sutilezas y crítico de la literatura española”.

23“Muchos de sus ensayos no eran en suma sino variaciones de los libros de otros”, “El tercer volumen de sus Simpatías y diferencias que nos envía hoy, confirma los dones y los defectos del señor Reyes. Podemos encontrar, al lado de páginas demasiado periodísticas, otras admirables y profundas como los dos ensayos sobre Amado Nervo”, “Lamentamos que el señor Reyes no tenga siempre tiempo para hacer las cosas tan bien, el tiempo o el deseo, pues practica de buen grado la política del deslizamiento”.

24“¿El señor Reyes teme herir los sentimientos de sus amigos de Madrid? Sin embargo, no heriría más que un nacionalismo estrecho señalando esta influencia de la literatura hispanoamericana en España”.

25Patout menciona una carta que Reyes escribió a Ventura García Calderón en ocasión de esta reseña (carta fechada el 11 de julio de 1922) donde le pedía al peruano que le levantara “la excomunión” y que no pensara mal de él, como alguien capaz de disimular su pensamiento o de negar el milagro americano. Una carta donde reconoce el carácter periodístico de algunos de los ensayos pero donde también marca sus diferencias con Gourmont. Una carta donde, finalmente, muestra no querer romper con Ventura: “Usted sabe bien cuánto lo admiro y el caso que hago de sus opiniones. Cada día, cada nuevo acto literario suyo o mío, siento que nos acercan más”. También reconocía que el Modernismo había transformado la literatura española, la “savia de América ha robustecido el vetusto tronco español”, y el peso de la influencia francesa en el “alumbramiento del alma española”. Una carta finalmente amistosa (Reyes 1990: 318).

26En el Diario alude incluso a su papel de confidente y mediador en las relaciones amorosas de Cassou.

27“Ventura García Calderón tiene, entre los escritores de España, muchos amigos; todos conocen bien el encanto lírico de su prosa y la plenitud de emoción y de cultura que hay en su obra. Posee el don de comunicar dignidad estética a todos los temas que toca” (Reyes 1958: 373). Más adelante transcribe largos párrafos del prólogo de Ventura a la antología de Darío. Este comentario de Reyes permite también conocer que seguía y leía el Bulletin de l’Amérique Latine, editado por Ernest Martinenche y que más tarde se convertirá en la Revue de l’Amérique Latine.

28En uno de esos viajes conoce a Saint-John Perse en la librería de Adrienne Monnier; también entabla una relación estrecha con Jules Romains. Cuando regrese como ministro, hará amistad con el Ministro de Relaciones Exteriores, Aristide Briand, y con su colaborador Alexis Leger (conocido literariamente como Saint-John Perse) quien había leído la obra de Reyes y en particular su Visión de Anáhuac.

29Aun cuando no aparece en las obras completas, su amigo José María González de Mendoza traduce la conferencia al español y la publica en Revista de Revistas de México (Patout 1978).

30Para Jorge Myers (2010) la amplia obra de Reyes estaría regida por un proyecto que nunca llega a concretarse, y que podría denominarse “en busca del alma nacional”. Un fragmento de ese proyecto sería Visión de Anáhuac, dice Myers; otro que muestra su centralidad y la importancia que adquiere en esa época es esta conferencia que revisa precisamente la emergencia de ese alma nacional. Si a la conferencia sumamos otros ensayos publicados en la Revue, como el artículo sobre Juan Ruiz de Alarcón, o el ensayo dedicado a Nervo, en efecto la década de los veinte es de preocupación por México.

31“una hospitalidad que la vieja Europa no siempre brinda a sus propios hijos”.

32“Nosotros afirmamos la tradición del alma latina —es decir, de una suerte de sensibilidad que se ha convenido de llamar así— y esperamos, deseándolo ardientemente, que Francia, maestra ilustre, restablezca en el mundo el imperio del pensamiento romano”.

33Miguel de Unamuno había sido deportado por la dictadura de Primo de Rivera; después el gobierno dicta una amnistía, pero don Miguel eligió el destierro; a mediados de julio de 1924 hace el camino que lo lleva de Fuerteventura a París (según reza el título del libro de sonetos que la editorial Excélsior, de Ventura García Calderón y Armando Godoy, publicará después).

34Según la reseña que la propia Revue ofrece de la cena en su número de abril de 1925, podemos destacar entre los asistentes, además de las distintas representaciones diplomáticas y el ex presidente mexicano De la Barra: entre los escritores, periodistas y artistas hispanoamericanos, a Manuel Bueno, Mariano Brull, León Pacheco, S. Valencia, González de Mendoza, Alejandro Sux, Toño Salazar, Armando Maribona, Alfredo Gangotena. En la lista aparece el equipo de la Revue: Charles Lesca, Armand Godoy, Martinenche, Ventura y Francisco García Calderón, Alberto Zérega Fombona, Jean Cassou, René Richard. Se disculpan por no poder asistir, Valery Larbaud y Francis de Miomandre. En el número de mayo, diecinueve páginas de la revista transcriben los discursos de la cena de bienvenida. Algunos de los asistentes serán fieles asiduos a las reuniones en casa de Reyes: León Pacheco, Toño Salazar, Jean Cassou, Jules y Pilar Supervielle, José María González de Mendoza, Mariano Brull, Morla Lynch.

35“merece que se aprenda el español. Usted nos ha vertido todo el pasado mexicano, las brillantes civilizaciones que florecieron antes de la llegada de los conquistadores y que deslumbraron a estos heroicos aventureros”.

36Y agradece de forma personal a “Don Ernesto”, la primera mano amiga que le fue ofrecida cuando, en el verano de 1913, llegó a París por primera vez.

37“hospitalario hogar intelectual, mensaje oportuno de una pequeña y alerta sociedad literaria que consigue realizar ese milagro: darnos la ilusión de estar en nuestra casa en París y de estar en París cuando regresamos a América”.

38Valery Larbaud no formaba parte del grupo en torno a la Revue de l’Amérique Latine, sino que simpatizaba con el proyecto y estaba abonado a la revista; era asimismo amigo de Ventura García Calderón. Será Larbaud quien le avise cuando la Revue interrumpa sus apariciones: “Cuando, años más tarde, la revista puso fin a sus días como el estoico, recuerdo que Valery Larbaud —tan puntual en la correspondencia con sus amigos mientras su salud lo consintió— me dio la noticia con sincera pesadumbre. ‘En verdad —me decía— llenaba una necesidad indiscutible, tenía un sitio único’” (Reyes 1960: 240).

39Reyes le agradece a Larbaud la “generosa salutación” que le dedica en la Revue de l’Amérique Latine (y que él ha visto en pruebas, antes de la publicación) en una carta fechada el 20 de enero de 1925 (véase Larbaud-Reyes 1972: 31).

40Véase Larbaud- Reyes 1972. Carta 25, de Larbaud a Reyes, 9 février 1927: “Vous savez sans doute que Gallimard va très prochainement publier La Vision d’Anahuac dans la collection ‘Une Oeuvre, un portrait’ [“Usted sabe sin duda que Gallimard va a publicar próximamente La Visión de Anáhuac en su colección Una Obra, un retrato”].

41Libro terminado de escribir en 1923 y publicado en Madrid, Ediciones Calleja, 1924. Para Octavio Paz (281), es la obra poética más perfecta de Reyes.

42La celebración de esta lectura en la casa de Zaldumbide habla de la amistad entre los dos hombres a partir del banquete de bienvenida. Entre los asistentes, Patout menciona al grupo de Martinenche, a José Vasconcelos, Toño Salazar, Pinto Escalier, Lascano Tegui, A. López de Mesa, Max Daireaux, Jules Supervielle (1978: 271).

43“Bref commentaire pour accompagner la lecture d’ ‘Iphigénie cruelle’”, Revue de l’Amérique Latine,febrero de 1926: 107-109.

44Y que reaparecerá, traducido al español, en el volumen X de las obras completas, antecediendo el texto de la Ifigenia cruel.

45“Ella era sintomática del deseo de Francia por atraer hacia ella a las repúblicas sudamericanas y de excluir a ‘la Madre España’”.

Recibido: 07 de Mayo de 2018; Aprobado: 22 de Noviembre de 2018

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Licenciada en Filología Románica por la Universidad del País Vasco. Maestra y Doctora en Letras por la UNAM. Es investigadora del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM y docente en la carrera de Estudios Latinoamericanos y en el Posgrado en Estudios latinoamericanos. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es autora de los libros Carlos Fuentes: imaginación y memoria (Universidad Autónoma de Sinaloa, 2000), Poéticas de la novela histórica contemporánea: La campaña, El general en su laberinto y El mundo alucinante (2007) y El Boletín Titikaka y la vanguardia andina (CIALC, 2017). Realizó la antología general Fray Servando Teresa de Mier, la Revolución y la Fe (Fondo de Cultura Económica / Universidad Nacional Autónoma de México / Fundación para las Letras Mexicanas, en la colección Viajes al Siglo XIX). Sus líneas de investigación giran en torno a las relaciones entre literatura e historia.

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