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Literatura mexicana

versión On-line ISSN 2448-8216versión impresa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.23 no.1 Ciudad de México ago. 2012

 

Reseñas

 

Ciro B. Ceballos, En Turania. Retratos literarios (1902)

 

En Turania. Retratos literarios (1902), by Ciro B. Ceballos

 

Raúl Cruz Villanueva

 

Estudio preliminar, edición crítica, notas e índices de Luz América Viveros. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Seminario de Edición Crítica de Textos, 2010 (Resurrectio I. Edición crítica, 1)

 

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

 

A prison wall was round us both,
Two outcast men were we:
The world had thrust us from its heart,
And God from out His care:
And the iron gin that waits for Sin
Had caught us in its snare.
Oscar Wilde, Ballad of Reading Gaol

Sabía responder a la injuria con la ofensa, al reto con
el riesgo, a la denuncia cobarde con el calabozo, a la
agresión callejera con
el pistoletazo, a la calumnia con
el bofetón y a la mancha lútea con el lodo.
Ciro B. Ceballos, "José Ferrel"

 

Decir que no es tan difícil imaginarnos a un hombre de letras caminando alrededor de los patios de una cárcel acusado por el único crimen que no puede dejar de cometer: usar la pluma, no es difícil de creer. Los artículos de este escritor, no ya sus ficciones (esas siempre han pasado por inofensivas para los regímenes), lo tienen compartiendo celda con algún ladrón, otro asesino, quizás algún Jean Valjean, siempre habrá miserables, y dos o tres locos (si logran sobrevivir, llenarán las celdas y pasillos de La Castañeda).1 Este hombre que escribe y ve el cielo, como el oficial de la balada de Wilde, no es Revueltas —falta una revolución y un José para ello—, pero también forja un libro dentro de su celda; no es Siqueiros, pero nos da una visión de los murales de su tiempo. Ciro B. Ceballos, hasta este rescate de En Turania, editado por Luz América Viveros, seguía encerrado en el olvido, encarcelado debido al prurito provocado por un lenguaje y una posición ideológica y estética incomprendidas en su momento, y aún sigue siendo tanto sorprendente como actual (por tanto conflictiva).

Uno de los decadentes que ha caído bajo la enorme sombra de Bernardo Couto Castillo, Amado Nervo o José Juan Tablada, Ceballos formó parte del cónclave de la Revista Moderna, aunque quizás él hubiera preferido pasar a la historia como un periodista combativo, que jamás dio cuartel. Fundador y director de varios periódicos de oposición, sus escritos lo hicieron pisar la cárcel en varias ocasiones, y sería desde esta que publicó En Turania. Siempre consciente de su papel político, participó con diversos grupos revolucionarios y, en 1917, el gobierno carrancista lo nombra director de la Biblioteca Nacional. Con solo tres publicaciones literarias (Croquis y sepias, Un adulterio y Claro-oscuro), su obra sigue más una vertiente testimonial, deja en su haber dos libros de memorias, si podemos considerar En Turania como tal, y escribió un estudio histórico sobre el envés del porfiriato. Ceballos, uno de los pocos decadentes originarios de la ciudad de México, nació en Tacubaya en 1873, moriría también en su ciudad en 1938.

En estricto sentido, En Turania es un libro de semblanzas: diez personajes (un pintor, nueve escritores)2 pertenecientes a un mismo círculo literario, un grupo que desde su génesis estuvo en pie de lucha, defensa y ataque, estocada y bloqueo, once personajes —el autor, el narrador, es aquí otro más del cenáculo— que son trazados no con afán fotográfico, tampoco plenamente apologético. En el más restrictivo de los términos, Ciro B. Ceballos retrata a diez de sus mejores amigos, diez de sus compañeros de pluma y de armas.

Luz América Viveros emprendió una tarea compleja. En Turania es un libro que no es posible comprender en su totalidad sin otros, no únicamente por la intrínseca relación del género con el contexto de creación, sino porque, como ella misma lo señala en el ensayo introductorio, las semblanzas responden a una necesidad de legitimizar, de responder con los mejores argumentos literarios y estéticos a un debate que se emprendiera contra el grupo de la Revista Moderna. El texto podría perderse si llevamos su escritura a ser meramente una herramienta, pero el ensayo de Viveros nos ayuda a comprender, a leer más allá de esta lectura pragmática, pues nos permite, a la vez, apreciar el libro en sí mismo —la tradición de la semblanza, el cuidadoso lenguaje y las constantes, insistentes, referencias culturales y metaliterarias, la explicación del por qué del título—, como también la ubicación del libro, del autor dentro del momento, de los momentos, de producción, cómo y hasta dónde respondía dentro de la polémica alrededor de la Revista Moderna. Es la misma lectura de Viveros la que llama al lector actual a poner en contraste los testimonios, a ver al Ceballos y su posición durante el debate, y al Ceballos que reconfigura sus semblanzas desde la cárcel.

En Turania no había sido reeditado desde 1902, sería difícil entrar en la discusión sobre el por qué dejar de lado la reedición de un libro que abre, tanto el panorama de la segunda generación modernista mexicana, como el de la generalidad finisecular. Podemos, eso sí, agradecer el trabajo de la editora del presente volumen, con una pieza de la que pueden salir muchas líneas de lectura, pues abre las posibilidades de ver una generación que, aunque apenas comienza el rescate crítico de algunos de sus autores, no hemos podido apreciarla aún en su conjunto como un miembro actuante dentro de una compleja situación cultural, pues ha sido una constante retratar a sus actuantes, aislándolos.

Viveros plantea cómo, desde un principio, la prosa de Ceballos fue constantemente atacada incluso por sus correligionarios; denostada, su producción carece de lectores; y si esto ocurre con la obra ficcional, otro tanto puede esperarse con la que, pareciera, caduca tan pronto se pierde el referente, la motivación original del texto, a lo que cabría preguntar: ¿para qué el rescate? Y la respuesta no puede venir más pronto: además de que, como mencionaba, su lectura amplía el panorama del campo intelectual del México finisecular, hay momentos a lo largo de las semblanzas que el texto tiene una actualidad que impresiona. Con todo y que han pasado más de cien años entre su primera publicación, es, también, de una plasticidad poco conocida aún desde los escritores modernistas, elemento que ya señala Luz América Viveros como uno de los más impactantes de En Turania, y que Ceballos engarza con la obra y la personalidad del personaje al que dedica su semblanza. Como ejemplo, véase esta descripción de la ciudad la tarde en que Ceballos conociera a Julio Ruelas: "Un sol noruego, un sol de cobre, con purpuresencias maculadas en todas las gradaciones decadentes del carmín, se había incrustado a medias, entre dos nubes densas, a modo de una gran perla de oro cabe un par de conchas de nácar...!" (30). Al ver una ciudad atardeciendo, como lo hace en las páginas de la semblanza, no cuesta mucho trabajo equipararla con la obra ruelista.

El elaborar una edición crítica partiendo de solo dos testimonios (en el caso de algunas semblanzas, tres) podría ser algo rebatible si no fuésemos advertidos con anterioridad: no es tanto el número de testimonios, ni lo complejo del rescate bibliohemerográfico, lo que los diferencia sino, lo que se puede leer entrelineado: la radicalización de la posición estética e ideológica del escritor que deviene intelectual. Gracias al trabajo ecdótico con que Viveros presenta este rescate, tenemos frente a nosotros a dos Ceballos no radicalmente diferentes entre ellos mismos, pero sí con el mundo que les rodea, pues para el primero, el que publica las semblanzas con la intención de defender al grupo ensalzando a cada miembro, es más importante atacar a la crítica, a los académicos, a la vieja escuela; para el segundo Ceballos, el que publica su libro desde la Cárcel de Belén, es necesario dar al lector una imagen completa de sus relaciones tanto literarias como político-ideológicas: no es gratuita la aparición de dos escritores que, como él, estuvieron encarcelados por criticar al régimen porfirista: José Ferrel y Heriberto Frías.3

La prosa de Ceballos es dura, compleja, repleta de elementos poéticos que hacen poner en duda al lector si es posible seguir leyendo las semblanzas como si fueran artículos o biografías, o es mejor perderse en su lenguaje, que no es fácil, que no cede nunca. A lo largo de las semblanzas no vemos únicamente al hombre en el que se centra el texto, sino también el bosquejo de un momento cultural específico, estamos siendo partícipes de la gestación de un nuevo actuante dentro de él: el intelectual. Tan fácilmente como Ceballos comienza a hablar en una semblanza, por ejemplo la de Jesús E. Valenzuela, sobre el cruel abandono de sus otrora protegidos,4 cambia hacia la ocasión en que lo conoció, critica a los poetas que ponen su obra al servicio del poder deseando poder, al régimen mismo. A lo largo del libro no tiene problema con dejar ver que lee a Baudelaire, a Darío, a Verlaine, pero también a Marx, a Kropotkin, a Bakunin y a Nietzsche. No es otro hombre más, con una cultura avasalladora, sino alguien que utiliza esas lecturas para generar conciencia; intenta que el lector, al terminar tan solo un retrato, esté de su lado. Las intenciones de Ceballos al reunir sus diez retratos no son únicamente bosquejar a sus amigos, sus tertulias y sus salidas a los bares, narrando cómo, años antes de que el libro saliera —en esos años en los que estuvo publicando las semblanzas— cerraban filas en pos de defender una poética; en cambio, establece una relación entre el hombre de letras y el intelectual, exige que la finalidad última de la literatura no sea solo publicar libros y ser aplaudido en un cenáculo cerrado del demás mundo cultural y de la sociedad, sino hacerse crítico desde esa misma sociedad.

La contraposición entre estos testimonios (periódicos, revistas y libro) nos permite leer el proceso, el cambio que se fue fraguando en Ceballos; no nace de la nada un intelectual moderno en un medio político-cultural tan complejo como el porfiriano,5 tiene ecos, analogías; aunque fue abandonado por sus cofrades de la Revista Moderna, como apunta la editora de este volumen, Ceballos encontró en Ferrel y en Frías el eco de su búsqueda, y lo deja claro en sus semblanzas, donde en ocasiones ya no se sabe si continúa hablando de uno, de otro o de sí mismo.

Lo que comienza siendo un libro de "retratos literarios", como señala el subtítulo de En Turania, se complica. Sí, leemos las imágenes de diez hombres, los vemos como bustos rodinianos, exactos y a la vez deformes, luminosos y oscuros; sí, observamos tanto como escenografía que como personaje principal al ambiente cultural de fines del siglo XIX, el mundo a la vez cosmopolita y encerrado en sí mismo que fue la ciudad porfiriana (la literaria y literata ciudad porfiriana); sí, presenciamos el devenir de literato a intelectual de Ciro B. Ceballos gracias al trabajo editorial de Luz América Viveros, pero también, y casi nos olvidamos de eso, leemos a Ceballos: sus fobias y manías, sus vicisitudes y fortunas, su muy personal —no por ello menos compleja— forma de ver el círculo cultural del que, en algún momento, formó parte y en el que ya no está, lo ve desde afuera, desde arriba, y su crítica se coloca por encima de quienes lo expulsaron del cenáculo: elide cualquier mención directa de Tablada, recrudece la crítica a Justo Sierra, añade pequeños adjetivos que intensifican su oposición al régimen y llama la atención para ver la situación del país, incluso pide tolerancia al lector, pues edita y recopila el libro dentro de la cárcel.

Es ese particularísimo punto de vista de Ceballos el que termina por enganchar al lector, uno puede darse cuenta de los cambios de ánimo que tiene al hablar de tal o cual personaje, si guían el cariño o la nostalgia, el lenguaje se suaviza, aparecen las descripciones vivificadoras y renace una ciudad que ninguno vivimos, que, puede ser que ni el mismo Ceballos haya experimentado, pero que está presente en su memoria y su escritura. Lo veíamos en el caso de Ruelas, lo vemos en la semblanza de Bernardo Couto, en la que pormenoriza los bares, las cantinas, las noches de borracheras con el enfant terrible, al que siempre ligaron con gatos de mal hado. Si la misma memoria, los recuerdos de alguna injusticia acometen, su prosa se enfurece, vituperios y críticas más allá de lo mordaz son los que hacen sentir a Ceballos no como un frío calculador de cada palabra, no como alguien que está labrando su estatua en el pedestal de la memoria literaria, sino alguien a quien ya no le importa pertenecer a ella, si para alcanzarlo es necesario venderse, hincarse ante el poder y renunciar a aquello que los decadentes defendieron sobre todo: la libertad.

En Turania son diez semblanzas: un pintor, nueve literatos. En Turania es un mural con varias lupas para ver al detalle los límites, los defectos y lo recuerdos de cada personaje. En Turania es una obra que exigía el rescate, el cuidado y la lectura que propone Luz América Viveros. Es un libro que ya fue en el mismo momento en que va haciéndose, pues "mis opiniones, mis entusiasmos y mis afectos hacia alguno de [los que figuran en las semblanzas] se han modificado por obra de malos sucesos, de nuevas luces y de rebeldes percusiones de pensamiento" (9). En Turania es un libro por el que, a la par de Ceballos, a la par de su editora, revivimos en la lectura toda una época.

 

Notas

1 Primera institución psiquiátrica, fundada en 1910, fungió como la principal y más grande hasta la segunda mitad del siglo pasado, fue derrumbada en 1968.

2 Julio Ruelas, el pintor; Balbino Dávalos, Amado Nervo, Jesús E. Valenzuela, José Ferrel, Heriberto Frías, Rafael Delgado, Bernardo Couto Castillo, Jesús Urueta y Alberto Leduc, los escritores.

3 El primero, fundador de varios periódicos de claro corte antiporfirista, fértil ensayista y periodista mazatleco; el segundo, autor de Tomóchic, represión de la que fuera, además de su rescatista literario, también el ejecutante, pues era miembro de la partida que fue mandada al pequeño poblado chihuahuense en 1891.

4 Para el momento en que Ceballos publica la semblanza (tanto la del libro como la que saldría a la luz unos años antes en la Revista Moderna), Valenzuela había caído enfermo en cama, en la que permanece hasta 1911, año de su muerte. Olvidado para todos excepto para unos cuantos de sus amigos, gran parte de la semblanza que Ceballos le dedica es en un ataque sin miramientos a todos los que lo dejaron solo.

5 Medio a la vez abierto e impermeable, en crecimiento y decadencia, gritón y callado. Con tan poco porcentaje de la población que podía, ya no digamos leer, sino tener fácil acceso a la literatura, para Ceballos el cambio posible no sería tanto hacia la generalidad, sino hacia las reglas mismas del juego cultural.

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR:

Raúl Cruz Villanueva: Cursó estudios de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, y es becario del Instituto de Investigaciones Bibliográficas. Ha participado como ponente en las XIII Jornadas académicas del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, con "'Éste es más un entretenimiento de distracción que un trabajo digno de crítica'. Las asociaciones mexicanas femeninas de la segunda mitad del s. XIX" (2011), en el VII y VIII Encuentro y el VII Congresos Nacionales de Estudiantes de Lengua y Literatura, con ponencias dedicadas a la crónica y poesía modernista mexicana. Actualmente en proceso de titulación con la tesis "Poética en negociación. Canciones para cantar en las barcas de José Gorostiza".

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