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Literatura mexicana

versión On-line ISSN 2448-8216versión impresa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.22 no.2 Ciudad de México dic. 2011

 

Reseñas

 

Enrique Flores. Periquillo emblemático. Voces, estampas y lecturas

 

Periquillo emblemático. Voces, estampas y lecturas, by Enrique Flores

 

Gabriel M. Enríquez Hernández

 

México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2009, 198 pp.

 

Instituto de Investigaciones Filológicas Universidad Nacional Autónoma de México enriherg@servidor.unam.mx

 

Los trabajos desarrollados en la Universidad Nacional en los últimos años sobre las obras de José Joaquín Fernández de Lizardi nos han permitido aproximarnos con mayor certeza a su figura: hombre de estatura mediana, delgado, ligeramente encorvado, como si el peso de la adversidad política padecida en vida le mantuviera el pecho propenso al suelo, con el pelo sobre la amplia frente para distraer la atención sobre su ojo bizco, vestido con chaleco y corbata de moño. Su temperamento arrebatado constituía el origen y el objeto de la animadversión de algunos de sus enemigos y, al mismo tiempo, el principal propulsor de sus convicciones políticas y sociales. Más de una ocasión estuvo preso por hacerlas públicas y contravenir con ellas a los intereses de los gobernantes, incluidos los religiosos, quienes incluso lo excomulgaron. Qué duda cabe de que Lizardi fue un hombre comprometido con su territorio (no dudó en considerarse mexicano, su propio periódico lo asume como tal: El Pensador Mexicano), con su tiempo (su simpatía hacia la independencia de España), pero, sobre todo, con una sociedad a la que intentó transmitir sus ideas con la intensidad de su carácter. Libertad (de prensa y política), interés por privilegiar el bien público, propuesta de trabajo honrado y eliminación de vicios, defensa de la masonería, entre otros tantos asuntos que lo mantuvieron en constante beligerancia intelectual, conformaron buena parte de su ideario social y político. En resumen, Lizardi pareciera encarnar en una finalidad artística de típico corte neoclásico, "deleitar aprovechando", pero cuyo accionar era impulsado por un aliento romántico: acciones y determinaciones que lo hacen una y otra vez volver con renovados bríos a publicar otro folleto, otro artículo o una nueva novela.

La reciente aparición del libro de Enrique Flores, Periquillo emblemático, bajo el sello editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, contribuye a configurar la imagen de Fernández de Lizardi. Básicamente son dos las líneas entrelazadas en las que el académico basa su propuesta. Por un lado, profundiza en el estudio del valor del habla coloquial para proponer una "encarnación de la voz" en la obra del escritor mexicano: más allá del nivel léxico en el que aparecen voces utilizadas por Lizardi, como chichigua o pilmama (nodriza, según el diccionario de Santamaría), o expresiones del tipo "calientito como un tamal", el énfasis del estudio recae en las prácticas de la lectura y la escritura que se realizaban en una sociedad con una población con alto porcentaje de analfabetismo: de acuerdo con Flores, cuando Lizardi se refiere a los lectores, hay que incluir también a los oyentes. Saber leer a principios del siglo XIX, finalmente, consistía, más allá de interpretar caracteres, en saber interpretar los diferentes estilos con que había sido concebida la narración: modular, entonar la voz. De aquí la importancia de la lectura en voz alta y la consciente preparación del texto para estos fines: diversos registros de estilo para diferentes entonaciones de voz en los que, además, se mezcla lo "serio y sentencioso" de Catón con el estilo llano y popular de un "Bertoldo". Este estilo popular es, a decir del referido Alfonso Reyes, altamente creativo; Enrique Flores, por su parte, se encarga de relacionarlo con la lengua recibida de la nodriza: familiar, cercana, contagiosa.

En otro sentido, aunque fuertemente vinculado con el anterior, el autor estudia el emblema o estampa que precedía a la novela —grabada para la primera edición, presuntamente por Mariano Mendoza—, como parte de una tradición de lectura que apelaba a las imágenes y a las ilustraciones "más que al texto escrito" (incluso Flores describe un momento en que para Lizardi la letra escrita tiene la misma volatilidad que la oral: sus pliegos impresos podían ser utilizados como material envoltorio en botica o en pulpería). En el emblema de la portada se puede apreciar una ilustración del Periquillo con objetos representativos en los que se condensa la novela (sarape, grillete, jarro con orines, libro abierto, etcétera): servían para reforzar una "lectura visual" y para apoyar la lectura en voz alta. Enrique Flores nos recuerda que la tradición de los emblemas provenía de los jesuitas con quienes Lizardi se había educado. "Arma favorita de la Compañía", la representación de escenas pecaminosas o de vida piadosa se convirtió en una especie de "vía purgativa", a grado tal que la emblemática permeó la cultura barroca y se identificó como un "estilo jesuítico", como refiere el académico. La función de las imágenes consistía, por otra parte, en recordar lo leído (o escuchado), parte sustancial de la lectura fructífera que esperaba Lizardi de su obra.

Evidentemente, a estas alturas del libro el lector está ya preparado para recibir una de las propuestas centrales del libro de Enrique Flores: el Periquillo Sarniento fue concebido como emblemático. Más todavía: Flores propone "leer" la novela a través de sus estampas (y de sus pies, que, como señala el autor, difieren levemente del texto de la narración) pues es posible apreciarlas gracias a la reproducción que de ellas se hace, incluido un pliego a color. Enrique Flores nos señala que, iluminadas a mano, 37 estampas comenzaron a circular con la primera edición de la obra. Al ser esta censurada, otro grabador distinto de Mendoza, "copió" (aunque contienen la misma "escena", incluido el pie, el estilo del dibujo es notoriamente diferente) y concluyó la serie que por vez primera se presenta independiente del texto.

Detrás de esta propuesta, basada en sólidas argumentaciones, es posible escudriñar tras bambalinas las preocupaciones del escritor: el alza del precio del papel; la calidad de las imágenes (que aunque no aspiren a lograr la máxima calidad en su arte, deberán lograr la mayor calidad que su exiguo presupuesto permita); la compra de los ejemplares (Lizardi es consciente de que sin compradores, que no lectores, la edición de los pliegos siguientes será muy difícil). En síntesis: la propia obtención de recursos para sostener su empresa educativa. Asimismo, y sin ser el objetivo central del estudio, gracias a una minuciosa lectura, es factible ubicar parte de las fuentes literarias de Lizardi pues se encuentran esparcidas a lo largo del estudio: Tomás de Iriarte, Cervantes, Fénelon (cuya obra, Las aventuras de Telémaco, por cierto, sirve para hacer una larga e interesante lectura comparativa con el Periquillo: es este quien vive su propia Telemaquia o búsqueda del padre), Luciano, Horacio, Pitágoras... La aparente sencillez del estilo de Flores, con énfasis aplicado en la exposición, hace olvidar por momentos las sugerentes conexiones, no por ello carentes de pertinencia, con escritores del siglo XX: Borges y Reyes, basamento de su argumentación para las cuestiones de la revaloración del lenguaje popular.

Si es verdad que, como asienta María Rosa Palazón en su antología publicada por el Fondo de Cultura Económica, "en vida, Lizardi acabó doblegado bajo el peso de la adversidad y las intimidaciones", es notable que, a pesar de la derrota y de los años, su obra no cese de provocar nuevas aproximaciones.

 

Información sobre el autor

Gabriel M. Enríquez Hernández. Estudió la licenciatura y la maestría en letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido jefe de publicaciones y secretario técnico del Instituto de Investigaciones Filológicas de esta misma universidad. Actualmente, como investigador del Centro de Estudios Literarios, estudia la poesía de Pablo Neruda, la crónica escrita en Madrid de Amado Nervo y, además de impartir la cátedra Literatura Hispanoamericana del siglo XX en la Facultad de Filosofía y Letras, colabora en el portal <lanovelacorta.com>.

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