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Literatura mexicana

versão On-line ISSN 2448-8216versão impressa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.22 no.2 Ciudad de México Dez. 2011

 

Reseñas

 

Hugo Hernán Ramírez. Fiesta, espectáculo y teatralidad en el México de los conquistadores

 

Fiesta, espectáculo y teatralidad en el México de los conquistadores by Hugo Hernán Ramírez

 

Dahlia Antonio Romero

 

Frankfurt / Madrid / México: Vervuert-Iberoamericana / Bonilla Artigas, 2009, 232 pp.

 

Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México dahl.antonio@gmail.com

 

Antes de la representación del Segundo coloquio de Fernán González de Eslava en 1565, la obra con la que regularmente se marca el inicio del teatro en la Nueva España, las fiestas y espectáculos realizados en el territorio recién conquistado tuvieron una serie de elementos (espacios de representación, decoración, vestuario y música) que hicieron posible el surgimiento de nuestro teatro y que han sido dejados de lado por la historia tradicional de dicha expresión artística. Precisamente esos aspectos son los que Hugo Hernán Ramírez, profesor e investigador en la Universidad de los Andes (Colombia), se propone rescatar en este trabajo que va más allá del establecimiento de fechas, nombres y obras específicas.

En Fiesta, espectáculo y teatralidad en el México de los conquistadores, libro que pertenece a la colección "Textos y estudios coloniales y de la independencia" que dirigen Karl Kohut y Sonia V. Rose, se reconoce el arraigo de la propuesta del autor en el campo de la semiología teatral. El texto se relaciona, por ejemplo, con Los espectáculos del teatro y de la fiesta en el Siglo de Oro español (2002) de José María Díez Borque o Historia de los espectáculos en España (1999), que coordinó el mismo especialista junto a Andrés Amorós. Hernán Ramírez reconoce su filiación tanto con el trabajo de Díez Borque como con el de Alfredo Hermenegildo, otro especialista en la teatralidad del Siglo de Oro; su trabajo también debe mucho a Patrice Pavis, la reconocida autoridad francesa en los estudios semiológicos del teatro. De este último, Hernán Ramírez retoma la definición de teatralidad que guía su investigación: "el teatro menos el texto", es decir, el "espesor de signos y de sensaciones que se edifica sobre el escenario a partir del argumento escrito" (15). El autor se inspira también en la idea de Díez Borque de recuperar para la historia del espectáculo teatral las manifestaciones que tradicionalmente se han excluido y en las sugerencias de Alfredo Hermenegildo, muy afines con la idea anterior, de que el texto dramático es parte de la periferia de su representación y debe construirse una historia desteatralizada del teatro. De acuerdo con esas propuestas, Ramírez prescinde de los textos y se enfoca en la teatralidad de las manifestaciones festivas de la época.

En el trabajo de Hernán Ramírez se capta la voluntad de ir más allá de una definición genérica de teatro y una conciencia de que el tiempo ha contribuido a cambiar la comprensión de las nociones de teatro, espectáculo y fiesta; por eso, a menudo recurre a definiciones de la época estudiada, en las que teatro y fiesta eran conceptos que se incluían uno en otro, y que acercan al lector contemporáneo al horizonte de las actividades analizadas. A lo largo de los cuatro capítulos de su libro Ramírez presenta, con base en datos de las Actas del Cabildo de México, las crónicas de la conquista y otros documentos de la época, un panorama de los diversos elementos que posibilitaron el surgimiento del teatro y que se encontraban dispersos en las actividades litúrgicas, fiestas y espectáculos que dominaron la vida en la ciudad de México desde 1521 hasta 1563. Otra de las novedades de su enfoque es que rastrea la intervención de grupos seculares en el desarrollo de las fiestas —tanto solemnes, o fijas, como repentinas— apartándose así de la historiografía tradicional sobre el teatro en la Nueva España, la cual relaciona la génesis de esa manifestación artística, casi exclusivamente, con actividades religiosas. El autor también se distancia de la hipótesis que considera el surgimiento del teatro como algo azaroso, espontáneo o producto del ingenio de algunos religiosos.

En el primer capítulo, "Teatralidad, fiesta y espectáculo", Hernán Ramírez enfatiza que el periodo de formación de la sociedad novohispana coincide con el proceso de génesis del teatro. De acuerdo con su objetivo de revalorar la intervención de los grupos seculares en el desarrollo de esa actividad artística, y siguiendo los datos contenidos en las Actas del Cabildo de México así como los aportados por diversos cronistas, Ramírez propone que los conquistadores, igual que el grupo de burócratas, académicos y artistas llegados a la ciudad de México, trajeron consigo el esquema de las fiestas populares españolas y con eso, el teatro. Ese esquema de celebración involucró prácticas sociales tales como procesiones, desfiles, actos litúrgicos, coros, danzas, juegos de cañas, justas de caballeros, corridas de toros, carreras de caballos, luminarias, construcción de arquitectura efímera, mascaradas e invenciones escénicas en las que participaban graciosos, bufones, bobos y personajes jocosos. En la Nueva España esas prácticas se enriquecieron con el aporte indígena tanto en el terreno de la decoración, la danza, la música, como en el de los juegos de habilidad física. Además, a partir de las crónicas de Indias analizadas por el autor, puede apreciarse que en los espectáculos festivos había una estrecha relación entre textos cantados y danza, recitación y dramatización, canto dramatizado y música coral que no puede dejarse de lado en aras de una pureza genérica.

En el segundo capítulo, "Espectáculos y teatralidad en México", el autor pretende mostrar la relación entre el crecimiento de la ciudad y el desarrollo de las representaciones públicas. Antes de la construcción de tablados y corrales destinados a la escenificación de autos y comedias, la ciudad fue el escenario en que tuvieron lugar las fiestas como espectáculos públicos; Ramírez señala como espacios de representación de la época los solares, calles, plazas, altares, la laguna e incluso las áreas destinadas a las formas públicas de impartir justicia (cadalsos, tablados, horcas y picotas).

Las primeras fiestas ayudaron a exhibir la nobleza adquirida por los conquistadores y luego el poder de la burocracia española; por eso el Cabildo fue una institución muy importante en la organización de las festividades y promovió diversas disposiciones para su regulación. A partir de los datos de los archivos de esa institución, el autor nos brinda un panorama del protocolo seguido en los espectáculos festivos: las normas respecto al horario y el espacio adecuado para su realización, el orden de salida en procesiones y desfiles, el itinerario del recorrido, el atuendo, las obligaciones de los participantes, las penas por la infracción de normas, etc. En este capítulo podemos apreciar el control político que regulaba las manifestaciones del espectáculo festivo en México, entre las cuales se encontraban las llamadas alegrías generales (que celebraban victorias militares, nacimientos de reyes, príncipes e infantes); las exequias; las bienvenidas a autoridades reales y jerarcas eclesiásticos; las juras de reyes, etcétera.

También en este segundo capítulo Hernán Ramírez brinda una visión detallada —a través de los ojos de cronistas y testigos de la época pero también de los datos de las instituciones eclesiásticas y el Cabildo de la ciudad— de algunas actividades básicas del espectáculo festivo en México: acrobacias, carreras de caballos, corridas de toros y música, así como de los personajes involucrados en ellos: desde los acróbatas hasta los artesanos que elaboraban los instrumentos musicales.

En los capítulos tercero y cuarto el autor analiza con detalle los elementos de teatralidad, así como el origen y contexto de dos fiestas "solemnes" y dos fiestas "repentinas", clasificación que sigue la propuesta de Juan de Torquemada en la Monarquía Indiana. Las fiestas "solemnes" en cuestión son la de san Hipólito y la de Corpus Christi; las "repentinas", la Conquista de Rodas y la Conquista de Jerusalén. Al final del cuarto capítulo el autor también dedica un espacio al análisis de los elementos espectaculares involucrados en las pompas fúnebres, especialmente la preparación de las exequias de Carlos V.

La fiesta de san Hipólito fue una celebración dedicada a conmemorar un evento de carácter político, la toma de Tenochtitlán, en un marco religioso, ya que la caída de la ciudad mexica coincidió con la celebración a san Hipólito. En honor del santo y los "mártires" de la conquista se construyó una iglesia y cada año, el 13 de agosto, se conmemoraba el aniversario con un solemne desfile, llamado "Paseo del Pendón", que consistía en mostrar el estandarte que enarbolaban los conquistadores al capturar la ciudad. Según los registros en las Actas del Cabildo, la fiesta de san Hipólito o el "Paseo del Pendón" fue la celebración civil más representativa de la época. En cambio, Corpus Christi —cuyo objetivo era enaltecer la institución de la Eucaristía y que pertenece a un continuo formado por otras fiestas como Pascua, Natividad, Reyes, el día de la Candelaria, Domingo de Ramos, Viernes de Cuaresma, etc.— fue una fiesta de claro carácter religioso, aunque no carecía de aspectos políticos, observables, sobre todo, en el lugar que ocupaban los participantes en la procesión. Hernán Ramírez revisa especialmente las actividades organizadas en Tlaxcala por fray Toribio de Benavente, Motolinía, en 1539 para celebrar Corpus Christi, las cuales incluyeron una vistosa procesión religiosa y la puesta en escena de algunos autos compuestos por el célebre fraile.

Las fiestas "repentinas" estudiadas por Hernán Ramírez también se celebraron en 1539 para conmemorar las paces que el emperador Carlos V y Francisco I, el rey de Francia, firmaron en 1538. La Conquista de Rodas se celebró en México y la Conquista de Jerusalén en Tlaxcala; en ellas se asumió el modelo de las fiestas españolas de moros y cristianos en las que tenía un papel relevante la representación de justas y combates. Tanto en el análisis del autor de las dos festividades anteriores como en el de estas dos fiestas "repentinas" nos podemos dar cuenta de la intrincada relación que las cuestiones civiles y religiosas tenían en la época. También podemos señalar que las actividades festivas celebradas en la Nueva España se realizaron tanto para evocar la vida y acontecimientos de España como para celebrar la naciente vida en México y consolidar un proyecto de vida común.

Finalmente, cabe advertir al lector que Fiesta, espectáculo y teatralidad en el México de los conquistadores no es un libro de prosa ligera; se aprecia su carácter de investigación doctoral (la que el autor redactó durante su estancia en El Colegio de México). El lector puede sentirse abrumado ante la profusión de detalles y la reiteración de algunos tópicos; y, no obstante, es un libro de suma utilidad para los estudiosos del teatro de la época. Entre sus méritos principales sobresalen sus intenciones de expandir nuestra visión del teatro y ampliar nuestra comprensión de las actividades teatrales de los primeros años de vida novohispana.

 

Información sobre la autora

Dahlia Antonio Romero. Licenciada en filosofía y Maestra en literatura mexicana por la Universidad Veracruzana. Fue becaria del proyecto Conacyt "Manifestaciones de la risa en la literatura hispanoamericana" a cargo de la Dra. Martha Elena Munguía Zataraín y del proyecto interinstitucional (Secretaría de Educación Publica-Programa del Mejoramiento del Profesorado) "Migraciones y fronteras en la literatura mexicana" a cargo de la Dra. Norma Angélica Cuevas Velasco. Tiene en prensa los artículos "La estética desenmascaradora de la farsa en El eterno femenino de Rosario Castellanos", que aparecerá como parte del libro Las mujeres en la dramaturgia mexicana del siglo XX, y "Territorios de la frontera sur en la narrativa mexicana: historias de migrantes", en coautoría con Norma Angélica Cuevas, el cual formará parte del libro colectivo El norte y el sur de México en la literatura.

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