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Literatura mexicana

versión On-line ISSN 2448-8216versión impresa ISSN 0188-2546

Lit. mex vol.22 no.1 Ciudad de México may. 2011

 

Reseñas

 

20 epistolarios rioplatenses de Alfonso Reyes, Serge I. Zaïtzeff, compilador

 

20 Rio de la Plata epistles of Alfonso Reyes, by Serge I. Zaïtzeff (comp.)

 

Leonardo Martínez Carrizales

 

México, El Colegio Nacional, 2008. 425 pp.

 

Departamento de Humanidades, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco lemaca@att.net.mx

 

Fecha de recepción : 04 de agosto de 2010
Fecha de aceptación: 13 de septiembre de 2010

 

La reseña del libro editado por el profesor de la Universidad de Calgary Serge I. Zaïtzeff bajo el título 20 epistolarios rioplatenses de Alfonso Reyes nos invita a tomar en cuenta una vez más los dos periodos durante los cuales el autor de Visión de Anáhuacse desempeñó como embajador de México ante la república de Argentina (1927-1930 y 1936-1937). Junto con Río de Janeiro, Buenos Aires constituye la misión diplomática más significativa que permitió al escritor nacido en Monterrey efectuar el giro conceptual e ideológico necesario para imprimir a su obra literaria y a sus gestiones públicas el definitivo perfil latinoamericano que hoy le es plenamente reconocido.

Hacia el primer periodo de Alfonso Reyes en Buenos Aires, éste ya había cobrado una gran notoriedad como hombre de letras en el ámbito hispánico y había consolidado definitivamente su carrera como servidor público de México en el extranjero. De otra manera no habría sido posible la consideración respetuosa y atenta que Reyes mereció de parte de los jóvenes escritores integrantes del movimiento vanguardista en Argentina, ni la influencia moderadora que el mexicano dejó sentir en los hábitos e intereses literarios de algunos jóvenes escritores argentinos cuyo ciclo en el marco de las vanguardias se aproximaba a su término hacia fines de los años veinte.

Los años porteños de Alfonso Reyes (particularmente los relativos a su primera estancia) corresponden a una plenitud creativa y emocional que encontramos registrada en las iniciativas editoriales en las cuales intervino en esa época (Cuadernos del Plata, Libra), en los proyectos de edición y nueva edición de sus obras, en su taller creativo y, en última instancia, en el tono de sus vínculos personales. Los epistolarios rioplatenses organizados por el profesor Zaïtzeff contribuyen a perfilar con mayor nitidez el escenario de esta rica, problemática, contradictoria y diversa experiencia sólo asequible a la madurez cabal de un sujeto como Reyes. A este respecto conviene traer a cuento la caracterización que Zaïtzeff hizo de las estancias de Reyes en Buenos Aires con motivo de la edición que el investigador llevó a cabo de la correspondencia entre el escritor mexicano y Roberto Giusti, uno de los directores de la revista Nosotros.

[...] la estancia de Reyes será caracterizada por la paradoja. Por un lado, conocerá un gran éxito social y oficial y, por otro, sufrirá enormes problemas sobre todo de índole económica. La alegría y el dolor lo acompañaron constantemente durante esos años. Encuentra difícil adaptarse a una sociedad que juzga superficial y a una ciudad que encuentra esencialmente triste pero al mismo tiempo crea amistades insuperables.

En Buenos Aires participa activamente en la vida literaria [.] pero lo desesperan los prejuicios que impiden la realización de su ideal de acercamiento entre México y la Argentina.1

En efecto, a la estancia de Alfonso Reyes en Argentina corresponden problemas muy serios tanto para el equilibrio de su economía moral como para la integración definitiva del carácter de su trayectoria literaria. A modo de explicación de esta idea, destaquemos en seguida las siguientes materias. En primer lugar, la preparación de los apuntes autobiográficos mediante los cuales Reyes se aventura por tanteos paulatinos y cuidadosos a exorcizar el trauma parental que lo condujo a abandonar su patria en 1913. Estos apuntes registran oblicuamente la preocupación constante que nuestro escritor sentía con respecto de la inevitable reinserción en su tierra natal; preocupación que tiñe discretamente los vínculos interpersonales gestionados mediante su correspondencia. En seguida, la organización y el balance del producto de tareas tan constantes como dispersas llevadas a cabo durante largos periodos a propósito de asuntos como Góngora y Mallarmé, verdaderas señas de identidad de la conciencia literaria de Alfonso Reyes. Este balance y esta organización administrativa de sus empeños literarios reproduce en el ámbito simbólico una actitud propia del hombre maduro tendiente a asegurar el equilibrio económico de su morada, la salud financiera de su futuro, el resguardo de su biblioteca, la inversión inmueble. El periodo argentino de Alfonso Reyes es pródigo en motivos sobre los cuales ensayar esta inquietud crematística.

Y por último, los estudios de nuestro escritor sobre Goethe: colaboraciones que escribe como respuesta a un requerimiento de sus amigos argentinos (los editores de la revista Sur). Estos escritos le reclaman un esfuerzo cada vez mayor a medida que la silueta de Goethe se define en la voluntad de Reyes y se convierte en el espejo sobre el cual este último contempla su propia identidad como escritor y funcionario del Estado.2

En este esquema no puede quedar fuera la atribución definitiva del horizonte americano a la obra, el pensamiento y la acción pública de nuestro escritor. "Va siendo tiempo de que nos preguntemos qué significa nuestra América."3 Se trata de un horizonte que pasa por la necesidad de explicarse las claves de la nación argentina y la correspondiente comparación de este asunto con el caso mexicano; un horizonte vinculado estrechamente con otros asuntos importantes tanto para la vida íntima de nuestro escritor como para sus funciones públicas: la explicación de sus desencuentros con una parte de la sociedad literaria argentina, la meditación sobre su propia índole de diplomático más o menos expatriado, las estrategias de difusión internacional de la situación de México. En última instancia, la Argentina se coloca en la base de la obra americanista de Alfonso Reyes.

Los periodos argentinos de Alfonso Reyes, como se ve, condicionan una parte sustantiva de la trayectoria y la identidad pública de nuestro hombre de letras, incluso mucho tiempo después de que éste haya abandonado las inmediaciones del Río de la Plata y se haya establecido definitivamente en el Valle de México. Por este motivo, en las cartas que dan pie a esta nota hay un motivo repetido constantemente por el mexicano y por sus amigos argentinos: se trata de la presencia perdurable de Reyes en Buenos Aires y de la permanencia de esta ciudad en la estructura emotiva del escritor y diplomático; se trata de la promesa continuamente refrendada por parte de unos y otros de no olvidar los saldos más apreciados que dejó el trato continuo de los años 1927-1930 y 1936-1937, y honrar cordialmente ese patrimonio literario y emotivo. "Es bello y extraordinario caso el de usted con nosotros: el de un ausente que continúa viviendo en Buenos Aires; que está en nuestras ruedas; que se sienta a nuestras mesas. ¡Y cuánto lo queremos!" (Capdevila: 143). "Mucho me complace comunicarle que en una de las últimas sesiones del PEN Club de Buenos Aires, recientemente constituido, fue usted designado miembro honorario del mismo. [...] Hoy me complazco en felicitarlo por esta designación, que evidencia hasta qué punto su recuerdo se respeta y se cultiva en esta ciudad [.]" (Mallea: 297). "Por aquí siempre le recordamos, está en nuestras conversaciones y recuerdos. ¡El gran maestro!" (Molinari: 388).4

El foco argentino en la trayectoria de Alfonso Reyes iluminará para siempre las amistades porteñas del escritor; amistades que se traducen, así sea por aproximaciones a veces discontinuas o lamentablemente interrumpidas, en la correspondencia entre Reyes y veinte personalidades argentinas que Serge I. Zaïtzeff ha editado. En este sentido, se destacan inmediatamente dos beneficios que la edición de Zaïtzeff depara a los interesados en el estudio de Alfonso Reyes y de la literatura latinoamericana.

El primero de ellos consiste en la lectura de las misivas reunidas como una serie documental completa y coherente que aporta datos para el mejor conocimiento de los vínculos de Alfonso Reyes con los escritores argentinos a partir de 1927, y de aspectos propios de cada una de estas personalidades integrada a su propia esfera de acción (por ejemplo Enrique Anderson Imbert y su educación universitaria como hispanista; Alfredo Bianchi y la revista Nosotros; Manuel Gálvez y el PEN club argentino, así como también su candidatura al premio Nobel; Angel Battistessa y el Instituto de Filología; Oliverio Girondo y sus gestiones directivas en Editorial Sudamericana; Alberto Gerchunoff y la propaganda sionista; Eduardo Mallea y la coordinación editorial de Sur). Esta perspectiva supone una lectura documental de los epistolarios reunidos por Zaïtzeff, cuyos formatos editoriales y estrategias críticas de edición y comentario dominan los hábitos de la mayoría de quienes se dedican a la integración y edición de correspondencias relativas a la historia literaria de México. A este respecto, Serge I. Zaïtzeff no sólo no es una excepción, sino que es uno de los más destacados y constantes interesados en constituir y volver fácilmente asequibles acervos documentales de carácter informativo a propósito de las letras mexicanas del siglo XX.

El libro cuya recensión nos ocupa en estas páginas confirma la lectura documental que caracteriza la labor de Zaïtzeff, así como su interés por esclarecer datos que contribuyan a la constitución cada vez más completa de la narrativa histórica de la literatura mexicana de la primera mitad del siglo XX. Con ser tan estimable la contribución de Zaïtzeff a este modo de plantear y ejercer los estudios literarios, la edición que nos atañe en este momento nos da la oportunidad para insistir en un desideratum ya planteado en otros lugares.5 Este desideratum se compone, al menos, de tres aspectos:

1. Estudios introductorios complejos cuya amplitud permita la problematización del horizonte de enunciación que compromete la "puesta en forma" del texto epistolar, la identidad socialmente construida de los actores históricos, las estrategias de persuasión propias de la comunicación interpersonal.

2. Notas cuyo diseño supere la mera identificación onomástica y se sujete a un programa interpretativo y crítico que, en ciertos lugares privilegiados del texto epistolar, profundice y especifique los planteamientos del estudio introductorio. Por cierto, aunque Zaïtzeff no hace suyos de manera sistemática estos principios y se inclina por una anotación discreta e indicativa, algunas notas al pie de página de su edición logran una contextualización densa del campo enunciativo del texto epistolar que mucho agradeceríamos en caso de haberse generalizado en todo el aparato crítico.

3. Un dispositivo editorial orientado a informar al lector de la materialidad textual de las misivas, necesaria para una interpretación más rica de las diferentes dimensiones del acto expresivo que lleva a cabo el escritor de cartas. A este propósito, quisiera lamentar que la edición de Serge I. Zaïtzeff omite algunas veces la anotación de marcas textuales añadidas muy probablemente por Alfonso Reyes cuando éste recibía y acababa de leer su correspondencia, indicaciones preciosas de los intereses del escritor puestos en juego ante un texto y una situación comunicativa de naturaleza epistolar. Un formato editorial como el que corresponde a 20 epistolarios rioplatenses omite los diferentes "estratos" de sentido conjugados en la materialidad de las cartas.6

Me atrevo a externar estos comentarios con un profundo respeto por la trayectoria y el esfuerzo honrado del profesor Zaïtzeff, plenamente acreditados, en virtud de que durante los años recientes la aproximación entre la crítica textual, la bibliografía material y la historia literaria se ha sistematizado a tal grado que los hábitos de una zona de los estudios literarios antes sólo centrada en una perspectiva documental del texto han cambiado considerablemente.7 En última instancia, anoto al margen que los depósitos epistolares contienen un patrimonio público del cual el editor es un albacea obligado a la preservación y difusión de la riqueza que pasa por sus manos con base en los criterios más acreditados de su entorno.

El segundo de los beneficios más notables que nos depara la lectura de la edición del profesor Serge Zaïtzeff tiene que ver con el conocimiento más cuidadoso de los escenarios y los patrones de conducta propios de la compleja sociabilidad literaria de Alfonso Reyes. En este conjunto de epistolarios no se encuentran señales de la actividad del funcionario público; en cambio, abundan indicaciones sobre el modelo de hombre de letras que Alfonso Reyes encarnó, y cuyas directrices orientaron su comunicación interpersonal, sus proyectos de escritura, sus contribuciones editoriales, etcétera. Esta serie de documentos es un testimonio de un modo histórico de ejercer la actividad de las letras en América Latina durante la primera mitad del siglo XX; un modo según el cual la creación literaria es una extensión de la integridad de la persona y de sus funciones sociales. Por ello, en estos epistolarios encontramos a Alfonso Reyes como el eje de una red cordial de relaciones humanas muy intensas que de ninguna manera son adjetivas o secundarias con respecto del proceso de acuerdo con el cual nuestro escritor llevaba a cabo su carrera literaria; una red que el propio Reyes se preocupaba en tejer convencido de formar parte de un gremio especializado, solidario, que tiene responsabilidades sustantivas ante la sociedad a la cual pertenece. En este hecho radica el sentido de la cortesía de Reyes, código de conducta al cual se sujeta e invita a todos cuantos conviven literariamente con él. Un código que se constituye de una gran cantidad de ademanes y fórmulas en modo alguno desprovistos de importancia para quienes se preocupaban por consolidar la comunidad literaria de América Latina, y su importancia estratégica en la salud política de la región. De aquí parte, por cierto, la veta más grande de su desánimo en la Argentina. Me refiero al desánimo que llegará a exasperarlo luego de 1929 cuando los jóvenes de la vanguardia porteña no sigan su ánimo de cortesía y solidaridad gremial, y aun obstaculicen sus tareas de concordia entre los polos de América.

En última instancia, 20 epistolarios rioplatenses de Alfonso Reyes es una obra que nos invita a reconsiderar nuestro conocimiento de los periodos que el escritor mexicano pasó en Buenos Aires, y de los vínculos que, a partir de entonces, estableció con los escritores de la Argentina. Esa reconsideración no sólo pasa por la incorporación de datos más o menos desconocidos a la narrativa histórica que habíamos trazado con respecto a dichas estaciones en la trayectoria de Reyes, sino también por el análisis crítico de las formulaciones textuales que configuran una sociabilidad cultural, una cortesía literaria, eje de un campo de acción en cuyo marco se explican no sólo los pasos argentinos de Alfonso Reyes, sino los motivo que aquellas tierras dejaron en sus libros, donde se han elaborado lenta y pacientemente.

 

Notas

1 Serge I. Zaïtzeff, "Prólogo", Una amistad porteña. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Roberto F. Giusti, México, El Colegio Nacional, 2000.         [ Links ] (7). El comentario del prologuista y compilador de este epistolario seguramente tiene como base, además de las cartas que edita, fundamentalmente corteses, discretas y prudentes como conviene a un embajador en funciones, las entradas relativas al primer periodo argentino de Reyes en su Diario 1911-1930, prólogo de Alicia Reyes, Guanajuato, Universidad de Guanajuato, 1969. (202-310), y, sobre todo, la estrecha confianza que caracteriza la correspondencia entre Reyes y Genaro Estrada: Alfonso Reyes-Genaro Estrada, Con leal franqueza. Correspondencia entre Alfonso Reyes y Genaro Estrada, t. II, compilación y notas de Serge I. Zaïtzeff, México, El Colegio Nacional, 1993.         [ Links ] Para una contextualización más rica del ánimo de Reyes en Buenos Aires sería conveniente consultar la introducción de Rose Corral a Revista Libra [1929], edición facsimilar preparada por Rose Corral, México, El Colegio de México, 2003 (13-37), y particularmente la carta que Reyes envió a José Ortega y Gasset el 10 de enero de 1930, reproducida en la edición de R. Corral (162-168).

2 El epistolario de Reyes con Eduardo Mallea (293-341) tiene como uno de sus ejes la construcción paulatina del proyecto de estudio de Goethe cuyo desarrollo más elaborado estuvo a punto de confiarse a las prensas argentinas. Sin embargo, ante el esfuerzo que implicaba la complejidad de este proyecto, Reyes terminó por ser prudente, demorarse un poco más, e identificar su libro sobre el consejero de Weimar con su propia residencia definitiva en México. En 1954, finalmente, Reyes se decide a publicar un "derrotero" de sus trabajos constantes sobre Goethe, una guía para no perder el rumbo en el curso de sus investigaciones: Trayectoria de Goethe, México, Fondo de Cultura Económica, 1954 (Breviarios 100). El conjunto de productos de su interminable itinerario como estudioso y comentarista de Goethe se contiene en Obras completas de Alfonso Reyes, XXVI. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.         [ Links ] Sólo la muerte dio por terminado el libro cuyo proyecto con tanto entusiasmo y generosidad abrigaron por primera vez Reyes y Eduardo Mallea en 1932, en el marco del influjo que aquél dejó en la sociedad literaria argentina, y viceversa.

3 Alfonso Reyes, "Palabras sobre la nación argentina", Obras completas de Alfonso Reyes. IX. México: Fondo de Cultura Económica, 1959.         [ Links ] (29).

4 Sobre este asunto, Serge I. Zaïtzeff escribe las siguientes palabras: "Gracias a sus amigos argentinos, está asegurada la presencia de Reyes en revistas como Nosotros, Buenos Aires Literaria, Verbum y Sur o en periódicos como La Nación y La Vanguardia. [...] Aunque Alfonso Reyes estuvo menos tiempo en la Argentina que en España fue lo suficiente para ejercer una profunda influencia en el medio cultural porteño y para establecer sólidos y duraderos lazos de afecto y amistad con los argentinos, quienes siempre le correspondieron con gran admiración y amplio reconocimiento" (XVI-XVIII).

5 Uno de tales lugares es el siguiente: L. Martínez Carrizales, "Hacia una 'lectura textual' de los epistolarios modernos", Literatura Mexicana, XI: 1 (2000): 257-285.         [ Links ]

6 Tal es el caso, por ejemplo, de la carta que Angel Battistessa escribió a Reyes el 24 de julio de 1931 (71-72). Al calce del texto, antes de la firma (¿autógrafa?), hay una frase que no tiene sentido si se la lee como parte del sintagma atribuido a Battistessa ("Será mensaje"). En cambio, estas dos palabras pueden ser una de las tantas anotaciones con las cuales Reyes intervenía el texto de sus corresponsales. De ser cierta esta hipótesis (fácil de corroborar mediante cotejo con el original; mucho más fácil de consignar mediante un signo diacrítico por un editor escrupuloso en estas materias), el sentido se aclara: la frase implica una corrección de Reyes a la última línea de la carta con motivo de Mallarmé. Por otro lado, luego del post scriptum de la misiva hay otra frase misteriosa sin anotación alguna: "Envíe: En el Ventanillo de Toledo" . ¿Cómo leer esta frase? ¿Solicitud imperativa de Battistessa, tan impropia de su carácter ante Reyes e inmediatamente después de escribir que cualquier tipo y tema de colaboración por parte del escritor mexicano sería bien recibida? Podría ser. Sin embargo, sospecho que estamos ante una intervención más de Reyes en su correspondencia consistente en consignar en primera persona (en cuyo caso habría que corregir una errata) que nuestro escritor satisfizo la demanda de Battistessa gracias al envío de En el ventanillo...

7 Don F. McKenzie, Bibliografía y sociología de los textos, traducción de Fernando Bouza, Madrid, Ediciones Akal, 2005.         [ Links ]

 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR

Leonardo Martínez Carrizales: Doctor en Letras y profesor-investigador del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco. En esa institución se desempeña como integrante del Comité del Posgrado en Historiografía. Actualmente desarrolla un proyecto de investigación sobre los discursos, las representaciones y los sistemas conceptuales de las minorías letradas en el México independiente. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores. También ha sido profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México entre los años de 1992 y 2008.

Es autor, entre otros libros, de La sal de los enfermos. Caída y convalecencia de Alfonso Reyes. París 1913-1914 (2001); Alfonso Reyes-Enrique González Martínez, El tiempo de los patriarcas. Epistolario 1913-1914 [estudio, edición y notas] (2002); El recurso de la tradición. Jaime Torres Bodet ante Rubén Darío y el modernismo (2006). También ha sido editor de dos libros colectivos: Espacio. Presencia y representación (2009), y El orden cultural de la Revolución Mexicana. Sujetos, representaciones, discursos y universos conceptuales (2010).

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