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Comunicación y sociedad

versión impresa ISSN 0188-252X

Comun. soc  no.30 Guadalajara sep./dic. 2017

 

30 aniversario de Comunicación y Sociedad

Conectividad y desigualdad digital en Jalisco, México

Pablo Arredondo Ramírez1 
http://orcid.org/0000-0003-4612-6293

1Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: ramales52@yahoo.com.mx


Resumen:

Este trabajo explora el estado que guarda el fenómeno de la desigualdad digital, medido en términos de conectividad, en el contexto del estado de Jalisco, una entidad de la República Mexicana, cuyos niveles de desarrollo y bienestar social se ubican en el tercio superior dentro del país, pero en el que campean también importantes indicadores de pobreza y desigualdad. El análisis se elabora tomando en consideración las tendencias generales que imperan en el desarrollo de las TIC a nivel global y nacional.

Palabras clave: Desigualdad digital; Conectividad; Jalisco; Educación; Desarrollo Humano

Abstract:

This article deals with the question of digital inequality, measured in terms of connectivity, within the context of the state of Jalisco, whose development indicators tend to place it as one of the most developed states in Mexico, but nonetheless it accumulates significant evidence of poverty and social disparities. This analysis is carried out taking into account ICT general tendencies of development at the national and international level.

Keywords: Digital inequality; Connectivity; Jalisco; Education; Human Development

Conectividad, una condición necesaria

La conectividad digital es una aspiración legítima y en ascenso. Un anhelo de millones de seres humanos en los cuatro puntos cardinales del orbe. En unos más urgente que en otros, pero global al fin y al cabo. De hecho, la conectividad se ha convertido en un indicador de desarrollo ponderado por agencias nacionales tanto como internacionales (Unión Internacional de las Telecomunicaciones-UIT, 2015; World Bank, 2016). Se le considera una condición necesaria, aunque no suficiente, del bienestar de la población tanto en su dimensión económica como social.

La conectividad, o la carencia de la misma, ha devenido en una nueva dimensión de la riqueza o de su opuesto, la pobreza de la población. Desde la primera fase expansiva de Internet, hace casi un cuarto de siglo, emergió el concepto de “división digital” para dar cuenta de los riesgos implícitos en la desigual adaptación de esta tecnología. Se trata de un fenómeno cuya mayor amenaza consiste en ampliar aún más las inequidades imperantes entre países y al interior de los mismos. Hay quien se ha referido a ella como “la nueva cara de la desigualdad” (Alva de la Selva, 2015). La desigualdad digital, sopesada en términos de acceso y conectividad, es ahora objeto de preocupación en el mundo de la academia tanto como en el de la gestión pública.

En el mismo sentido, la conectividad digital es considerada una condición indispensable para acceder a la llamada “Sociedad de la Información y del Conocimiento”, y en la cual las TIC juegan un papel central en actividades educativas, empresariales y de gobierno, entre otras tantas. Los objetivos de desarrollo establecidos por la Naciones Unidas en este renglón se plasmaron en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información llevada a cabo en las Conferencias de Ginebra (2003) y de Túnez (2005). Entre las metas principales de la Cumbre se estableció la necesidad de reducir o estrechar la brecha digital prevaleciente entre los países de más alto desarrollo y los de menor desarrollo, y al interior de todos los países, como una manera de garantizar el acceso a la información y el conocimiento. La declaratoria de 2003 consideró el acceso equitativo a las TIC como manifestación adicional y novedosa de los derechos humanos cuya finalidad debería ser promover el intercambio y el fortalecimiento de los conocimientos mundiales a favor del desarrollo económico, social, político, de salud, cultural, educativo y científico sustentado en el uso de las tecnologías.

A casi tres lustros de la declaratoria original de Naciones Unidas y a más de una década de la Conferencia de Túnez los resultados que arrojan las evaluaciones son contrastantes. La difusión de las TIC, en casi todas sus manifestaciones, ha sido, por decir lo menos, impresionante en todo el mundo pero los rezagos y las diferencias en acceso y uso entre los escenarios sociales más favorecidos y los tradicionalmente marginados siguen presentes en el horizonte. La brecha digital, considerada ahora como un nuevo rostro de la pobreza, no termina de sucumbir frente a la dinámica expansiva de las TIC. Así lo confirman, entre otros, los resultados del Informe sobre Medición de la Sociedad de la Información 2015, elaborado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT, 2015), y el Informe Dividendos Digitales publicado en 2016 por el Banco Mundial (World Bank, 2016).

Ambos Informes apuntan en una dirección similar: está en marcha una expansión creciente pero desigual de las TIC en el ámbito global. Algunas estadísticas resultan más que pertinentes para ilustrar la tendencia. De acuerdo con la UIT, la proporción de la población mundial cubierta por las redes móviles y celulares excede el 95 por ciento; en el lapso de una década entre 2005 y 2015 pasó de 2 200 millones a 7 100 millones de habitantes. Frente al vertiginoso desarrollo de la telefonía móvil la telefonía fija tiende a estancarse y/o retroceder en todo el mundo. Por su parte, en el mismo lapso la banda ancha móvil se multiplicó cuatro veces hasta alcanzar los 3 500 millones de abonados. Hasta hace poco se estimaba que más de 40 por ciento de la población en el mundo era usuaria de Internet y una proporción similar de viviendas cuentan con este servicio. Aproximadamente hace una década el número de usuarios apenas rebasaba el diez por ciento y los hogares conectados rondaban una proporción similar.

Sin duda, la conectividad digital y el acceso a las TIC se ha expandido en todo el mundo, pero lo ha hecho en un contexto marcado por la inequidad y, por qué no decirlo, las paradojas. El Informe respectivo del Banco Mundial (2016) reconoce que los individuos, las empresas y los gobiernos están más conectados que nunca, pero sostiene al mismo tiempo que “aunque las tecnologías digitales se han ido extendiendo, no ha ocurrido lo mismo con los dividendos digitales”. En otras palabras, las ganancias sociales de la digitalización están mal repartidas. Y tal escenario plagado de riesgos y de contrasentidos lo describe dicha institución sintéticamente en los siguientes términos:

… casi 60 por ciento de la población mundial aún no tiene conexión a Internet y no puede participar de manera significativa en la economía digital … Muchas economías avanzadas enfrentan mercados de trabajo cada vez más polarizados y un aumento de la desigualdad, en parte debido a que la tecnología acrecienta las habilidades de más alto nivel y remplaza los trabajos rutinarios, lo que obliga a muchos trabajadores a competir por empleos con baja remuneración … (el sesgo de las políticas e inversiones públicas) amplifican la voz de las élites … la falta de un entorno de negocios competitivo (en Internet) puede resultar en una mayor concentración (monopolización) de los mercados … Lógicamente, las personas más instruidas, mejor conectadas y más capaces han recibido la mayor parte de los beneficios, lo que circunscribe los beneficios de la revolución digital (World Bank, 2016, pp. 2-3).

Muchas de las desigualdades que operan en el terreno analógico se manifiestan en el de la realidad digital. Las sociedades y sectores más privilegiados por el desarrollo cosechan el grueso de los beneficios de la llamada Sociedad de la Información y el Conocimiento. La penetración de las TIC no sigue el mismo patrón de comportamiento entre las sociedades desarrolladas y las llamadas “en vías de desarrollo”, o de plano las más atrasadas. Así, por ejemplo, mientras que en Europa el porcentaje de hogares con acceso a Internet en el año 2015 rondaba 82 por cada cien, en África la proporción apenas alcanzaba 10.7 de cada cien.

Escenarios intermedios se presentaban en el continente americano (60 por ciento, considerando a Estados Unidos y Canadá junto a América Latina) y en la escala inferior a ciertos Estados árabes (40 por ciento).

Esas mismas disparidades se reflejan en el acceso entre la población rural y la urbana o entre grupos de población por su condición de género y de edad. Ejemplo: en tanto que se calcula que 69 por ciento de la población mundial en 2015 estaba cubierta por redes de tercera generación (3G), entre la población rural tal proporción se reducía a 29 por ciento y se disparaba hasta 89 por ciento entre la población urbana. Por su parte, en todos los casos, sea en los países desarrollados como en los que se consideran “en proceso de desarrollo”, por no hablar de los más atrasados, se observa hasta la fecha un diferencial de acceso y utilización de las TIC entre géneros, en desventaja para la población femenina. El diferencial, en acceso a Internet, va de un 5 por ciento en los países de mayor desarrollo hasta un 28.9 por ciento en los países menos adelantados (UIT, 2015, pp. 2- 8).

Las disparidades se multiplican y se reflejan no solo en la infraestructura disponible, sino en la misma naturaleza de la información que circula por toda la Red, generando además situaciones paradójicas. De acuerdo con el reporte del Banco Mundial:

El aumento de la conectividad ha tenido un efecto limitado en reducir la desigualdad relativa a la información … Por ejemplo, el 85 por ciento del contenido generado por usuarios que indexa Google proviene de Estados Unidos, Canadá y Europa, porcentaje similar a la proporción de revistas científicas internacionales provenientes de estos países … casi un quinto de la población mundial es analfabeta, por lo que es improbable que la extensión de las tecnologías digitales por sí misma ponga término a la brecha mundial de conocimientos (World Bank, 2016, p. 8).

Así pues, más allá de las bondades que intrínsecamente pudieran contener la TIC para favorecer el desarrollo, se hace imperante la necesidad de no ignorar las tendencias desiguales y crecientes que se vienen arrastrando en el mundo externo a la digitalización.

Como ya se señaló, las paradojas o contrasentidos no dejan de estar presentes en los escenarios que se yerguen con la difusión y adopción de las TIC. Son propulsoras del desarrollo, pero al mismo tiempo pueden ser palancas que ahonden la diferencias prevalecientes en el bienestar y el conocimiento de la población; su acelerada difusión no resuelve de manera automática problemas anclados en situaciones de naturaleza estructural (como la diferenciación económica y social), y suelen estar presentes en circunstancias chuscamente reales: “En los países en desarrollo son más los hogares que poseen un teléfono móvil que los que tienen acceso a la electricidad o a agua limpia, y casi el 70 por ciento de los que se encuentran en el quintil más bajo de la escala económica de esos países posee un teléfono móvil” (World Bank, 2016, p. 2). Cualquier similitud con la situación imperante en México, no es pura coincidencia. Por ejemplo, los datos censales arrojan que en nuestro país, todavía hoy en día, son más los hogares que cuentan con un televisor que aquellos que declaran tener un refrigerador.

Con todo, los esfuerzos por expandir la conectividad digital y, consecuentemente, el uso y la aplicación de las TIC en todo el orbe, particularmente en los países con menores índices de desarrollo están en marcha. Prueba de ello lo constituye la Agenda Conectar 2020 conformada por la UIT, entre cuyos objetivos se encuentra elevar sustancialmente el acceso a las TIC en general y a la Red de redes en particular en todos los países, muy especialmente en aquellos de menor desarrollo. La Agenda se propone, entre otros objetivos, lograr que al menos 50 por ciento de los hogares en los países en desarrollo, y por lo menos 15 por ciento de los hogares en los países menos adelantados, tengan acceso a Internet para 2020.

En la actualidad las proporciones para ambos son 34.1 por ciento y 6.7 por ciento respectivamente. El incremento de la conectividad digital, estima la UIT aportará a la concreción de los objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por las Naciones Unidas para el año 2030.

México en la dimensión global

No es extraño observar que en las evaluaciones y análisis realizados por los organismos internacionales pertinentes al caso, la situación mexicana resulte caracterizada por la precariedad y el rezago del desarrollo tecnológico en materia de información y comunicación. Por ejemplo, es recurrente encontrar en los reportes bianuales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los llamados Communications Outlook, una descripción de los rasgos y condiciones bajo las que se desenvuelve el sector mexicano ajustado a los estándares más precarios de entre el selecto grupo de países que componen la organización. México y Turquía tienden a rivalizar en la escala inferior de los indicadores que dan cuenta de los logros en materia de actividades ligadas a las TIC (OECD, 2005, 2009, 2011).

Por su parte, el Índice de Desarrollo de las TIC o IDT, utilizado por la UIT, está construido a partir de once indicadores que, a su vez se dividen entre tres grandes apartados: a) el acceso, b) los usos y c) las aptitudes (entre las que se encuentra la descripción de los niveles educativos de la población). La ponderación de estos factores ha permitido sopesar el grado de desarrollo de las TIC que prevalece en los 167 países adscritos a la Unión.

El más reciente de los reportes nos muestra un panorama en el que, lógicamente, las primeras posiciones corresponden a aquellas sociedades de más alto desarrollo: “28 países de Europa, conjuntamente con países de altos ingresos en las regiones de Asia y el Pacífico y las Américas así como tres Estados de la región de los países árabes …” (UIT, 2015, p. 12 ). Esos escenarios se caracterizan, entre otras cuestiones, por la prevalencia de mercados libres y competitivos proclives a la innovación, con poblaciones con relativamente altos ingreso y aptitudes satisfactorias para la utilización de las tecnologías de comunicación e información.

La zona más rezagada está compuesta por 43 países de precario desarrollo social y económico (29 países de África, junto con tres países de ese continente que pertenecen a la región de países árabes, ocho países de Asia, dos del Pacífico y uno del Caribe). Y como había de esperarse, la medianía que ha imperado en el desarrollo socioeconómico mexicano durante las últimas tres décadas, encuentra su reflejo también en la escala con la que somos evaluados en este renglón. En 2015, México ocupó el lugar 95 (de 167 posibles), por debajo de muchos de los países hermanos de América Latina, como Uruguay, Argentina, Chile, Costa Rica, Brasil, Antigua y Barbuda, Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. Y el signo más alarmante quizá radique que entre el año 2010 y el 2015, México se deslizó nueve lugares en la clasificación general.

La media mundial del Índice de Desarrollo de las TIC (IDT), en una escala que recurre entre el 0 y el 10, ronda los 5.03. En Europa ha alcanzado el 7.35, las Américas superan ligeramente el promedio mundial, con 5.09, en tanto que África se ubica en la escala inferior con 2.53 de IDT. Cabe hacer notar, sin embargo, que el Índice regional representa un promedio con amplias variaciones.

El continente americano lo ilustra claramente. En tanto Estados Unidos y Canadá encabezan la lista regional y se ubican en el lugar 15 y 23 del panorama mundial con un IDT de 8.19 y 7.76 respectivamente, países como Cuba, Nicaragua y Guatemala, los más rezagados de la zona con un IDT de 2.79, 3.04 y 3.26 son parte del último cuartil de la lista mundial. Por su parte, la posición de México, en el concierto de América no es en modo alguno presumible. Este país ocupa el lugar 21 de 33 posibles, con un IDT (4.68) inferior al del promedio regional, y como ya se mencionó el lugar 95 en el ranking global. Nada que presumir.

Una de las evaluaciones más acuciosas y críticas que hasta la fecha se han realizado sobre las condiciones del sector de las telecomunicaciones en México fue elaborada por la propia OCDE en el año 2012. Bajo el título Review of Telecommunication Policy and Regulation in México, la OCDE delineó un panorama desalentador de la realidad comunicativa mexicana. El argumento más contundente de las disfunciones predominantes en el sector de las telecomunicaciones mexicana fue sintetizado en los siguientes términos: debido a las condiciones prevalecientes en el sector, la riqueza que los mexicanos dejaron de generar entre 2005 y 2009, equivalía al 1.8 del Producto Interior Bruto (PIB) o a más de 129 000 millones de dólares.

El diagnóstico apuntó a algunos de los evidentes problemas que habrían producido un sector de telecomunicaciones carente de competitividad que ponían el peso de su desarrollo en los hombros de una población consumidora que debía pagar un alto costo por tal tipo de servicios. Monopolización, y por tanto falta de competencia, regulaciones inconsistentes, falta de autoridades eficientes para regular el mercado e insuficiente infraestructura, entre otros tantos factores, fueron los puntos señalados por la OCDE como variables que explicaban un desenvolvimiento distorsionado y plagado de contradicciones:

El sector de las telecomunicaciones en México es el número once por su tamaño en la OCDE con ingresos aproximados a los 26.6 000 millones de dólares anuales… En términos del número total de líneas fijas, México ocupa el octavo lugar en el conjunto de la OCDE, pero es el número 34 en cuanto al número de líneas fijas por cada 100 habitantes. En el sector de la telefonía móvil, México ocupa el quinto lugar respecto al número total de líneas, pero se ubica en el lugar 33 considerando el número de líneas por cada 100 habitantes. Y algo similar ocurre en el terreno de la banda ancha en donde ocupa el décimo lugar en cuanto al total de suscriptores pero es el número 34 en relación con el número de suscriptores por cada 100 habitantes (OCDE, 2012, pp. 18-19).

En pocas palabras, la OCDE dibujó un mercado mexicano expansivo, pero insuficiente y deficiente.

El Reporte de la OCDE fue la base de la que se desprendieron muchos de los criterios que alimentaron poco después la iniciativa de la llamada “reforma estructural” de la radiodifusión y las telecomunicaciones. A través de sus recomendaciones, anticipó muchos de los cambios contenidos en la reforma Constitucional que se efectuó en el 2013 y que cerró su ciclo en 2014 con las llamadas “leyes secundarias” de la materia. Entre tales cambios se encuentran, por ejemplo, los siguientes: eliminar las barreas de entrada al capital extranjero en el sector; modificar el sistema de concesiones; asegurar que los reglamentos y los procesos de regulación se ajusten a la transparencia, a la no-discriminación y se apliquen de manera efectiva; eliminar la “doble ventanilla” y separara las funciones de la Secretaría de Comunicaciones de aquellas propias del organismo regulador (el recientemente creado Instituto Federal de las Telecomunicaciones;2 garantizar la autonomía del órgano regulador; y estimular la competencia por medio de reformas reglamentarias que permitan a los actores jugar en equidad dentro de todas las “canchas” de la actividad (televisión, telefonía e Internet). Esas fueron, en esencia, las conclusiones derivadas del Reporte de la OCDE.

¿Transformaciones en marcha?

La “reforma estructural” de las telecomunicaciones (con sus pros y sus contras) ha sido acompañada por otras iniciativas paralelas que buscan modificar el estatus que guarda este estratégico sector de la economía nacional en el panorama internacional. El más importante de tales subproductos se localiza en el programa “México Conectado”, incluido en la Estrategia Digital Nacional que la actual administración federal puso en marcha a principios del año 2014. Su objetivo: incrementar sustancialmente la infraestructura de conectividad en el país y lograr que el acceso a Internet por la vía de la banda ancha sea una realidad en la mayor parte del territorio nacional, apoyado en la instalación de puntos de acceso en espacios y en instituciones públicas (educativas, gubernamentales, de salud, etc.). La meta externada originalmente por el titular de la SCT, es contar con 250 000 puntos de conectividad gratuita en igual número de sitios públicos para el 2018 (SCT, 27 de enero, 2014). Al concluir 2015 se informaba que el programa había alcanzado más de 85 000 puntos de acceso y se esperaba concluir el año con la meta de 100 000 puntos de acceso (SCT, 15 de diciembre, 2015). De acuerdo con la más reciente información contenida en el portal de este programa, al concluir 2015 se había logrado consolidar el acceso en 101 322 puntos en la republica mexicana. Todavía muy alejado de la meta original.

No es ocioso cuestionar el por qué de esta política a la luz de los resultados que arrojan las evaluaciones internacionales tanto como las nacionales. El país está urgido de sintonizar sus índices de acceso a las TIC, con las sociedades de más alto desarrollo. El más reciente análisis del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de información en los Hogares, 2015 (ENDUTIH) reconoce implícitamente la posición de atraso que mantiene el país en el concierto de las naciones integradas a la OCDE y da cuenta de las tendencias inequitativas que permean el escenario nacional. La desigualdad en materia de acceso a las TIC guarda su correlato con la desigualdad que impera en otras áreas de la geografía socioeconómica nacional (Arredondo, 2016b).

Con todo, es relevante señalar algunas de las características específicas de la realidad plasmada en la ENDUTIH 2016. En el país se han experimentado modificaciones significativas en cuanto al acceso de los hogares mexicanos a las TIC en los años recientes. Uno de los cambios más llamativos se localiza en el área de la telefonía celular, cuyo crecimiento marca una línea ascendente que se traduce en que en 2016 más del 50 por ciento de los hogares declara contar con servicio de telefonía móvil o celular y más de 86 por ciento de los hogares con telefonía móvil y fija. En cuanto al número de usuarios, se encontró que prácticamente 74 de cada cien mexicanos mayores de seis años declaran ser usuarios de la telefonía celular. Se trata, no hay que olvidar, de un servicio que hasta hace poco era controlado en su mayoría por una sola de las empresas que funcionan en tal mercado y que ha sido objeto de particular interés para quienes diseñaron la reforma de la Telecomunicaciones. Siguiendo la tendencia global, mientras las líneas de telefonía móvil se expanden las líneas telefónicas fijas constituyen ahora una minoría decreciente de tal tipo de servicios.

Por su parte, de acuerdo con la misma encuesta el acceso a la computación creció casi cuatro veces en el lapso de 15 años, en tanto que el número de hogares conectadosa la Red se multiplicó más de siete veces en el mismo lapso. Medido en términos de usuarios el número de quienes acceden a la computación prácticamente se multiplicó mientras que la proporción de internautas pasó de ocho por ciento al arrancar el siglo hasta casi 60 por ciento al concluir el tercer lustro del mismo. Es decir, se multiplicó poco más de siete veces. Por su lado, la expansión de la televisión de paga mostró un aumento considerable al casi cuadruplicar el porcentaje de hogares con acceso a tal servicio. La atracción de los servicios de televisión “restringida” mucho le deben a la convergencia tecnológica que ahora ofertan a sus usuarios (el llamado triple play). No hay que ignorar que en estos días, la TV de paga está siendo objeto de un proceso creciente de concentración en el que los jugadores dominantes de la televisión abierta son, a su vez, quienes buscan acaparar el mercado de la televisión restringida. Comparativamente, la radio mostró un descenso de aproximadamente diez puntos porcentuales. Sin duda, esos fueron los movimientos más notables en materia de acceso a las TIC durante los primeros tres lustros de este siglo en México.

Al igual que en sus ediciones anteriores, la ENDUITH 2016 da cuenta de las disparidades existentes al interior del territorio nacional.3 Disparidades que nos hablan de un diferencial todavía mayor entre los indicadores internacionales frente a los nacionales y los locales. No es lo mismo Chiapas y Guerrero que el Distrito Federal o Nuevo León. Ni es lo mismo cualquiera de estos estados que Corea o Dinamarca. Pongamos un ejemplo: en el año 2012 en Corea del Sur, 97 de cada cien hogares contaba con conexión a Internet, en tanto que en el Distrito Federal la proporción rondaba el 50 por ciento y en un estado como Oaxaca la proporción era de 12.8 por cada cien. Eso es una brecha digital dibujada con nitidez.

El acceso diferencial a las TIC en México es una realidad que empalma con los niveles de desarrollo de las entidades. Es decir, se establece una correspondencia más o menos clara entre los índices de disponibilidad de las TIC con los grados de riqueza y bienestar imperantes a nivel de entidad federativa (Arredondo, 2016b). Así tenemos que en la escala inferior se agrupan estados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Tlaxcala, Hidalgo y Michoacán, mientras que en la escala superior de acceso y uso se localizan entidades como las dos Baja Californias, el Distrito Federal, Nuevo León, Quintana Roo, Chihuahua, Sonora y Jalisco. Como ya lo señalamos, hacia 2013, Baja California Sur cuadruplicaba la proporción de hogares con acceso a Internet a los que tenía Oaxaca, y triplicaba la proporción de hogares con acceso a la televisión de paga.

Mientras el Distrito Federal contaba con cinco de cada diez hogares conectados a la Red, en Guerrero apenas 1.5 de cada diez estaba en tal condición. Y en tanto que en Nuevo León casi 47 por ciento de los hogares accedía a Internet, en Tlaxcala solo 17.4 por ciento podía hacerlo. Si los servicios de información y comunicación se encuentran concentrados en ciertas entidades más que en otras, con los usuarios de las TIC sucede algo similar. De acuerdo con los datos del INEGI la proporción de usuarios es considerablemente mayor en aquellas entidades de más alto nivel de desarrollo. Que en las que cuentan con altos grados de marginalidad y pobreza. Por ejemplo, en 2013 los usuarios de computadora en Sonora prácticamente duplicaban, en proporción, a los de Michoacán; Baja California contaba con 25 por ciento más de usuarios de computadora que Hidalgo; y el Distrito Federal superaba en 27 por ciento a Tabasco con relación al mismo indicador.

El porcentaje de usuarios de Internet en Chiapas era 27.8 menor que en Jalisco, en Quintana Roo era casi 16 por ciento mayor que en Zacatecas, Chihuahua superaba en 13 por ciento a Hidalgo, y Sonora contaba con 33 por ciento más de usuarios entre su población que Chiapas. Y hasta en una tecnología tan extendida y penetrante como la telefonía celular muestra el rostro de la desigualdad. Los cinco estados de la República que cuentan con una mayor proporción de usuarios de la telefonía móvil, prácticamente duplicaban en sus porcentajes a las cuatro entidades con menor proporción de usuarios. Y es evidente que se trata de las mismas entidades consideradas en los indicadores precedentes. Los datos más recientes (ENDUTIH 2016) hablan de una disminución del tamaño de la brecha en estos indicadores, pero es indiscutible que la tendencia estructural se mantiene a pesar de todo.

El acceso diferencial que se expresa entra las entidades del país es indiscutible y en parte por ello un programa como “México Conectado” encuentran su razón de ser. Se trata, desde luego, de nivelar los indicadores nacionales con los parámetros de otras latitudes, y consecuentemente de nivel o estrechar las brechas en el escenario del propio país. Un reto todavía por evaluar.

Jalisco: desarrollo digital y brechas internas

Jalisco es una entidad que, si bien no ocupa los primeros sitios de los estados que cuentan con mayor disponibilidad de acceso a las TIC, sí forma parte de los que genéricamente podrían ser considerados “privilegiados”. Diríamos que se encuentra en el tercio superior de los estados del país con mayor número de viviendas/hogares y usuarios de servicios de información y comunicación. Además, en los años recientes ha experimentado una expansión significativa en materia de disponibilidad de Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Contrastando los resultados del Censo General de Población y Vivienda del 2010 con los resultados de la Encuesta Intercensal de 2015 del INEGI encontramos, por ejemplo, que en ese lapso la disponibilidad de la telefonía celular en los hogares de Jalisco creció prácticamente diez por ciento, la disponibilidad de equipo de cómputo manifestó una ganancia marginal de casi tres por ciento, pero el acceso a la red se incrementó en más de 12 por ciento (ver Figura 1).4 En cuanto a proporción de usuarios, Jalisco mantuvo la quinta posición entre las entidades del país. Para el último año de referencia se calcula que en esta entidad cerca de 40 por ciento de las viviendas contaba con acceso a la Red y poco más de 50 por ciento de la población podría considerarse usuario de la misma.

Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI (2010, 2015).

Figura 1 Acceso a TIC seleccionadas en viviendas particulares habitadas (porcentajes). 

Pero en Jalisco, muy seguramente al igual que en el resto de los estados del país, la historia no es la misma entre los municipio de mayor desarrollo y los que perviven con condiciones de marginalidad. El acceso diferenciado a los recursos de comunicación e información es una realidad manifiesta, por ejemplo, entre el centro de la entidad (la zona metropolitana o conurbada de Guadalajara) y el resto del estado. Se trata de una tendencia que se ilustra con mayor detalle al considerar también accesos diferenciados no solo de carácter regional sino por las características de los grupos poblacionales que habitan en la entidad. Al concluir la primera década de este siglo, esas tendencias eran bien identificables en Jalisco. La desigualdad también se refleja en el acceso a la comunicación a través de indicadores regionales, de género, de edad y de condición educativa (Arredondo, 2016a).

Entre los 125 municipios que conforman la geografía política de Jalisco las diferencias son evidentes y en algunos casos contrastantes. No es lo mismo Zapopan, el municipio más rico del estado, que Mezquitic, uno de los más marginados. Ni tampoco El Limón que Chapala. Entre unos y otros los indicadores suelen ser de magnitud. Tomando en consideración los datos censales de 2010 es posible observar, por ejemplo, que para el año referido el municipio de Guadalajara (la capital del estado) contaba, proporcionalmente hablando, con tres veces más viviendas conectadas a la Red que el municipio de Tonaya y con 16 veces más que el municipio de Bolaños. En tanto el porcentaje de viviendas con Internet en Zapopan (municipio colindante a la capital) superaba 3.5 veces las que se ubicaban en el municipio de Ejutla y 55 veces las localizadas en Tuxcacuesco. Puerto Vallarta (principal centro turístico de la entidad) declaraba que 8.5 de cada diez viviendas contaba con telefonía celular mientras que en Atenguillo la proporción era de 4.3 y en Santa María del Oro la esa relación era de 1.1 por cada diez.

En el mismo tenor, mientras que el promedio de viviendas con computadora en Jalisco era de 36 por cada cien, en Zapopan se disparaba a 54 de cada cien, en Villa Corona llegaba a 18.4 por ciento y en San Cristóbal de la Barranca apenas alcanzaba a 5.6 viviendas por cada cien. Las diferencias son contrastantes en todos los indicadores, con excepción de los que tienen que ver con la televisión, en donde solo ocho municipios contaban con menos de 80 por ciento de sus viviendas con acceso a un servicio que en promedio está presente en el 97 por ciento de los hogares de la entidad.

Así pues, al hablar de brechas digitales y de comunicación es menester considerar realidades más específicas que ilustran cómo en ocasiones los porcentajes agregados no terminan por dibujar la realidad imperante en cada región. Con la pretensión de sopesar de manera más acuciosa el caso de Jalisco, nos propusimos llevar a cabo un ejercicio de análisis sobre el acceso de la población a las TIC que tomó en cuenta, por una parte, el Índice de Desarrollo Humano (IDH)5 de los municipios bajo estudio y su relación con el Índice de Conectividad (ICD)6 de los mismos, y por la otra, el análisis al nivel de la unidad geográfica básica sobre la cual se sostienen los estudios de recuperación de información al elaborar, cada diez años, los Censos Generales el INEGI, es decir las Áreas Geoestadísticas Básicas o AGEBs. Este análisis permitió sopesar la relación del factor educativo con el fenómeno de la conectividad de manera más acuciosa.

Puesto que el Conteo de Población y Vivienda7 que se realiza cada cinco años entre censo y censo se sustenta en una muestra de viviendas que no tiene el detalle a nivel de AGEB, una parte del ejercicio de análisis se emprendió tomando como referente de manera exclusiva la información contenida en el Censo de 2010 y en los AGEBs de ciertos municipios de la entidad. Seguramente las cifras han variado a la fecha, pero creemos muy probable que las tendencias generales hayan dejado su rastro.

Niveles de conectividad, desarrollo humano y educación

El análisis que aquí presentamos se compone, pues, de tres apartados, todos tendientes a explorar la importancia del factor educativo como variable que se asocia a las diferencias en el acceso de la población de una entidad como Jalisco a las TIC, y por lo mismo a su niveles de conectividad digital. En primera instancia, se elabora un análisis comparativo de los Índices de Conectividad Digital (ICD) y de Desarrollo Humano (IDH) prevaleciente en los 125 municipios del estado, tanto en 2010 como en 2015, para indagar su grado de asociación; en un segundo momento, con los datos de 2010, se desarrolla el análisis de la accesibilidad a las TIC que impera en ciertos AGEBs (los más y menos conectados a Internet) al interior de un grupo de municipios seleccionados a manera de muestra. Finalmente, se observa la proporción de población, en los catorce municipios seleccionados y en los AGEBs respectivos (10 por ciento de mayor conectividad frente al 10 por ciento de menor conectividad), que cuentan con educación “secundaria” y “postbásica” completa con el fin de sopesar la relación entre conectividad a Internet y niveles de educación.

Para el análisis a nivel de AGEBs, este ejercicio consideró una muestra de 14 municipios (equivalente al 11.2 por ciento del total de los 125 municipios de Jalisco). Tales municipios fueron seleccionados bajo un criterio clave: 12 de ellos (con excepción de Chapala y de Tlajomulco de Zúñiga) cuentan con la presencia de un Centro de la Red Universitaria de Jalisco, de la Universidad de Guadalajara, en la cabecera municipal. Los dos municipios adicionales, tienen características particulares que les otorgan un significado especial: Chapala por su cosmopolitismo y Tlajomulco de Zuñiga por estar inmerso, de facto, en la gran mancha urbana de Guadalajara aun sin contar con un Centro Universitario en su territorio.

Puesto que la educación es y ha sido un factor que se asocia al acceso digital, buscamos indagar la medida en que la presencia universitaria y/o superior, aunque fuese de una manera indirecta, podría verse reflejada en los niveles de disponibilidad/acceso a las principales tecnologías de información y comunicación de las viviendas de esos municipios, y en los niveles de desarrollo sopesado a través del IDH establecido por las Naciones Unidas en el año de 2010. Para ello, como ya se señaló, se observaron dos momentos: el que se desprende de los resultados del Censo General de Población y Vivienda de 2010 y el que surge de la información reportada por la Encuesta Intercensal 2015.

Por otra parte, la indagación se abocó a evaluar la situación que prevalece en los deciles de población más conectados (tomando como indicador el acceso a Internet en las viviendas particulares habitadas o VPH) frente a los deciles menos conectados en cada uno de los catorce municipios bajo análisis. Ello con la intención de constatar si aún en el nivel intramunicipal es posible hablar de brechas digitales asociadas con niveles de acceso a la educación. Puesto que la información requerida para este tipo de análisis solo se obtiene de los ejercicios censales que se llevan a cabo cada década, este apartado del estudio reporta hallazgos que se desprenden de la información censal del año 2010.

La orografía social de la comunicación generalmente encuentra su correlato con las condiciones que guarda el desarrollo socioeconómico de países y de regiones al interior de los mismos. Las brechas que separan a los segmentos de la población con mayores oportunidades para acceder a los beneficios de las TIC de aquellos marginados se ajustan generalmente a los patrones de bienestar y desarrollo prevalecientes. En este sentido, los resultados de la situación en Jalisco arrojan tendencias que confirman la realidad nacional y global, la desigualdad:

1.- Al observar los Tablas 1 y 2, que contienen la información relativa a los 125 municipios de Jalisco, se aprecia una tendencia general: la conectividad sopesada en términos del Índice de Conectividad Digital o ICD se percibe claramente asociada a los niveles de desarrollo municipal medidos en términos del Índice de Desarrollo Humano o IDH, de tal manera que aquellos municipios ubicados en el cuartil de mayor acceso a las TIC (cuartil 4) son aquellos que (con muy contadas excepciones) tienen índices de desarrollo humano (IDH) superiores. De hecho, si se promedian los IDH de cada uno de los cuartiles, se observa que estos recorren una tendencia descendente. Por ejemplo, en 2010, el cuartil de municipios con mayor ICD promedia in IDH de 0.737, el segundo promedia 0.686, el siguiente 0.672 y el último 0.632. Por su parte, los datos del año 2015 confirman la tendencia, el cuartil con más ICD promedia 0.756 de IDH, el siguiente cuartil promedia 0.683, el tercer cuartil promedia 0.664 y el cuartil en donde se agrupan los municipios con menores indicadores de conectividad promedia un IDH de 0.633. Así, pues, se puede conjeturar que los niveles de desarrollo en general se vinculan a las condiciones que imperan en materia de acceso a las TIC, y por consecuencia a las oportunidades de las respectivas poblaciones para beneficiarse, o no, de las mismas.

Tabla 1 Presencia de TIC en municipios: de Conectividad Digital (ICD) e Índice de Desarrollo Humano (IDH). Jalisco 2010.  

Fuente: Elaboración propia.

Tabla 2 Presencia de TIC en municipios: de Conectividad Digital (ICD) e Índice de Desarrollo Humano (IDH). Jalisco 2015. 

Fuente: Elaboración propia.

2.- En el mismo sentido, cabe hacer notar que los 14 municipios seleccionados como muestra se ubican entre los municipios con mayores ICD de la entidad en su conjunto. De hecho, en 2010, 12 de los 14 municipios se localizan en el cuartil con mayor ICD de entre los 125 municipios de la entidad, en tanto los dos restantes se ubican en el cuartil subsecuente (ver Tablas 1 y 2). No obstante, la información correspondiente al año 2015 no solo corrobora dicha tendencia, sino que muestra que los doce municipios en donde existe presencia de la Universidad de Guadalajara, a través de algún Centro Universitario, al igual que los dos municipios adicionales, son parte de los 25 municipios de la entidad agrupados en el cuartil de mayor ICD y similarmente con mayor IDH (ver Tablas 1 y 2). Aunque no es una condición suficiente, está claro que la presencia universitaria está asociada a la conectividad de los municipios.

3.- Por otra parte, el promedio de acceso a las TIC, considerando los 14 municipios de la muestra, de manera agregada, es ligeramente superior al promedio reflejado para el estado de Jalisco en su conjunto. Así pues, es posible afirmar que los municipios seleccionados, considerados como un todo, muestran una tendencia de acceso y conectividad superior, aunque no tan marcada, sobre la entidad en su conjunto, con excepción de la presencia de Internet en el año 2010.

4.- Dada la propensión a la concentración de los servicios de comunicación en las grandes zonas urbanas en todas latitudes del orbe, era de esperar que los municipios con mayores índices de conectividad en Jalisco partiendo de la información arrojada por el Censo de 2010 y por la Encuesta Intercensal de 2015 fueran aquellos ubicados en la Zona Metropolitana de la capital (Zapopan, Guadalajara ,Tlaquepaque y Tonalá) los cuales, de hecho, muestran un índice de conectividad superior al promedio del estado en su conjunto. A la par otros municipios no metropolitanos pero con significativas concentraciones humanas (Puerto Vallarta, Chapala y Zapotlán el Grande) reflejan índices de acceso/disponibilidad igualmente superiores al promedio de la entidad. Se constata que aproximadamente 40 por ciento de los 14 municipios incorporados en la muestra reflejan índices de acceso a las TIC claramente superiores a los que prevalecen en el promedio estatal.

5.- El segundo momento de análisis consistió en ponderar el comportamiento de las variables de conectividad (presencia de las TIC en viviendas particulares habitadas) al interior de cada uno de los 14 municipios incluidos en la muestra. Es decir, en evaluar si las diferencias internas o intramunicipales en esas demarcaciones geopolíticas eran significativas. Para ello, se seleccionó al diez por ciento de los AGEBs (dentro de cada municipio) que declaran mayor acceso a Internet (decil superior) y se comparó con el diez por ciento de AGEBs, dentro del mismo municipio, que declara menor acceso (decil inferior). Paso seguido, se observó la presencia de las TIC en cada uno de esos segmentos.

Resultó que en todos los casos la presencia de las TIC en el diez por ciento de AGEBs de la escala superior rebasa considerablemente a la presencia de TICs en el diez por ciento de los AGEBs de la escala inferior. La información que se despende del ejercicio censal da cuenta, pues, que las brechas no solo se plasman intermunicipalmente, sino intramunicipalmente. Aún en territorios de privilegio, como por ejemplo el correspondiente al municipio de Zapopan (el más rico de los municipios de Jalisco y uno de los más desarrollados en el contexto nacional), las diferencias son notables. En Zapopan el porcentaje de viviendas con acceso a un equipo de cómputo es seis veces mayor en el decil superior que en el inferior. Más aun, la proporción de viviendas conectadas a Internet en ese municipio es trece veces mayor en el segmento (decil) más conectado que en el diez porciento de las viviendas menos conectadas. Y en municipios en donde el nivel de desarrollo humano es menor, las diferencias suelen ser de magnitud considerable en su interior. Tomemos, por ejemplo, el municipio de Lagos de Moreno, en dónde el acceso a un equipo de cómputo en la vivienda es más de ocho veces mayor entre el decil superior y el inferior, en tanto el acceso a Internet es 30 veces mayor entre los sectores privilegiados que en los más marginados. El patrón, con sus matices, se repite a lo largo de todos los catorce municipios bajo estudio (Ver Tabla 3). En otras palabras, si bien es cierto que los municipios en donde existe una presencia universitaria (por la vía de un Centro Universitario) pueden ser considerados privilegiados en términos de conectividad, respecto al promedio de la entidad, también lo es que en su interior tales municipios contienen diferenciales de magnitud entre los segmentos más conectados y aquellos en los que la Red está menos presente. Hablamos, pues, de una brecha digital intramunicipal (Ver Tabla 3).

Tabla 3 AGEBs: Conectividad por Decil Superior e Inferior 

*Solo considera Viviendas Particulares Habitadas (VPH) en AGEBs urbanos.

Fuente: INEGI (2010).

6.- Por su parte, una segunda conjetura sostiene que la variable educativa guarda una relación positiva con la intensidad de conectividad que prevalece entre la población. Para llevar a cabo tal exploración se dividió a la población del municipio en dos segmentos generales: a) aquellos miembros de la población de quince años o más que cuentan con educación secundaria completa como grado máximo de estudios y b) aquellos miembros de la población con 18 años o más que cuentan con educación “postbásica” (preparatoria, estudios técnicos y educación superior) como grado máximo de estudios. Se consideraron esas variables en los 14 municipios tomados como muestra (doce con presencia universitaria más dos adicionales) y en los deciles de los AGEBs (con mayor acceso y con menor acceso a la Red) incluidos en el estudio.

Al observar el comportamiento de la variable educativa se proyectan las siguientes tendencias: en primer lugar, en comparación con los niveles promedio educativos de la entidad (Jalisco) los promedios de escolaridad en cada uno de los catorce municipios no siempre son superiores; así tenemos, por ejemplo, que para el caso de la población de 18 años o más con educación postbásica, el municipio de Ameca tiene un porcentaje 10 puntos inferior al promedio estatal. Situación similar sucede con Zapotlán, Colotlán y Lagos de Moreno, entre otros. De hecho, solamente en cinco de los 14 municipios el promedio de escolaridad para este segmento de la población excede a la media estatal. Sin embargo, si se considera exclusivamente a la población que radica en AGEBs que cuentan con mayor acceso a Internet, en todos los municipios de la muestra, se aprecia una tendencia muy diferente. En esos territorios o AGEBs la proporción de habitantes que cuenta con educación postbásica es considerablemente superior al promedio de su municipio y del estado en general. Los porcentajes van de 59.7 por ciento en Lagos de Moreno a 90 y 90.3 por ciento en Chapala y Colotlán respectivamente. Así pues, en todos los AGEBs con mayor acceso a Internet, el promedio de población con niveles de competencia educativa superior, excede al promedio de población con tal nivel de educación que prevalece en el conjunto de municipios y de la entidad (ver Tabla 4).

Tabla 4 Porcentaje de población de 18 años o más con educación postbásica* (2010). 

* De acuerdo con los criterios del INEGI, la Educación Postbásica contempla los siguientes grados y modalidades: Preparatoria o bachillerato; normal básica, estudios técnicos o comerciales con secundaria terminada; estudios técnicos o comerciales con preparatoria terminada; normal de licenciatura; licenciatura o profesional; maestría y doctorado.

Fuente: INEGI (2010).

Por su parte, si se analiza el comportamiento de la variable educativa tomando en cuenta solamente a la población de 15 años o más que cuenta con un grado máximo de escolaridad equivalente a la secundaria (es decir una escolaridad menor) se aprecian las siguientes tendencias: a) la proporción de la población con tal grado de escolaridad que radica en el 10 por ciento de los AGEBs con mayor conectividad (decil superior) es considerablemente menor que aquella que cuenta con educación postbásica y/o superior, en un caso es de hecho inexistente; b) en proporción son menos que aquellos que cuentan con tal nivel de escolaridad en el municipio y en el estado, pero c) su presencia aumenta claramente en el decil de los AGEBs que cuenta con menor grado de acceso a Internet. De esta forma, se percibe una relación inversa a la que se presenta con la educación postbásica. En los sectores menos conectados aumenta la proporción de población con un menor grado de escolaridad (ver Tabla 5).

Tabla 5 Porcentaje de población de 15 años o más con secundaria completa como escolaridad máxima (2010) 

Fuente: INEGI (2010).

La educación, pues, expresa su vinculación con la conectividad digital y demuestra que son los segmentos de la población con mayor escolaridad los más presentes en la red de redes y, por tanto, quienes en principio estarían en una posición de menor marginalidad. Sin embargo, en nuestro caso, el nivel agregado municipal no es suficiente para ilustrar tal situación. Es en el micro nivel del AGEB en donde la tendencia se expresa con mayor claridad. De tal forma que no es Zapopan, el municipio rico en términos de conectividad, sino el sector de AGEBs de ese municipio con mayor acceso a la red el que concentra a la población con mayor “capital educativo”. Y en casos como el del relativamente marginal municipio de Colotlán esa diferenciación llega, paradójicamente, a ser extrema.

Recapitulación

La marginalidad digital, una de cuyas expresiones básicas se localiza en la imposibilidad de acceder las TIC y en particular a la red de redes, es una manifestación adicional de la marginalidad social. En una sociedad profundamente desigual como la mexicana, cabe esperar un correlato entre niveles de bienestar o desarrollo, con aquellos relacionados con la sociedad de la información y el conocimiento.

El análisis que hemos desarrollado y que presentamos de manera sintética en este documento, muestra que en Jalisco -un estado con niveles de desarrollo y crecimiento socioeconómico superiores al promedio nacional- las diferencias de acceso y uso de las TIC están presentes, o al menos lo estaban muy claramente tomando como referencia los años 2010 y 2015. Esa es una realidad que prevalece aun en los municipios de la entidad en los que la presencia Universitaria (esparcida en toda la entidad) es palpable. La marginalidad digital está presente en todos y cada uno de los municipios estudiados. En unos más que en otros. Sin embargo, tal condición se matiza y/o se agudiza al observar el comportamiento al interior de cada municipio, al contrastar a los sectores y poblaciones “más conectadas” con aquellas “menos conectadas” de esas localidades. La brecha digital se aprecia con mayor claridad.

Esfuerzos como los emprendidos por las autoridades locales y la federal, en “México conectado”, están dirigidos a reducir las diferencias y a ensanchar las oportunidades de acceso al mundo de la comunicación y de la información. Todavía es pronto para evaluar las verdaderas bondades de esos empeños. Sin embargo, aun cuando fuese posible incrementar sustancialmente las posibilidades de la conectividad a la red de redes habría que explorar muchas otras dimensiones de la “marginalidad digital” que están ancladas a los usos específicos de Internet (Sorj, 2008; Sorj & Guedes, 2005; van Dijk, 2005). La “brecha” está compuesta por una diversidad de dimensiones que exceden a las pretensiones de este trabajo, pero que deben ser consideradas en futuras exploraciones.

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2El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) creado a partir de la reforma constitucional del 2013 suplió en sus funciones a la anterior Comisión Federal de Telecomunicaciones (COFETEL), cuyos márgenes de acción y autonomía frente la propio gobierno y a los concesionarios de la radiodifusión y las telecomunicaciones eran considerablemente reducidos.

3Cabe hacer notar que el creciente acceso a las TIC, reflejado en las estadísticas de la ENDITIH ha sido objeto de críticas y cuestionamientos derivados de las modificaciones metodológicas que, a partir de la ENDUTIH 2015, se pusieron en práctica (Ortíz, 2016). De forma tal, que al decir del propio INEGI, los ajustes en la metodología de obtención de información no permiten analizar, comparativamente, los resultados de 2015 y 2016 con los arrojados por las anteriores encuestas que se llevan a cabo desde el año 2001. Como quiera que sea, y aún teniendo en cuenta las razonables dudas metodológicas, es evidente que las condiciones de acceso a las TIC en el escenario mexicano, si bien dibujan un mercado en expansión también muestran contrastes u desigualdades innegables frente al exterior como hacia el interior del territorio nacional.

4En menester señalar que el ejercicio de análisis sobre el caso del estado de Jalisco se llevó a cabo tomando en consideración los datos del Censo General de Población y Vivienda de 2010 y la Encuesta Intercensal 2015, ambos del INEGI. Para los fines de este trabajo se prescinde, pues, de los resultados de la ENDUTIH 2016.

5El índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) hace hincapié en que “las personas y sus capacidades -y no el crecimiento económico por sí solo—deben ser el criterio más importante para evaluar el desarrollo de un país” (http://hdr.undp.org/es/content/el-índice-de-desarrollo-humano-idh). De acuerdo con el mismo organismo, el IDH “es un indicador sintético de los logros obtenidos en las dimensiones fundamentales del desarrollo humano, a saber, tener una vida larga y saludable, adquirir conocimientos y disfrutar de un nivel de vida digno. El IDH es la medida geométrica de los índices normalizados de cada una de las tres dimensiones” (http://hdr.undp.org/es/content/el-índice-de-desarrollo-humano-idh).

6Por su parte, el Índice de Conectividad Digital (ICD), es un indicador elaborado ex profeso que calcula la presencia de tres tecnologías de información y comunicación, a partir de los datos censales, en las viviendas particulares habitadas (VPH) de cada municipio. Cada municipio asume un valor a partir de la presencia de tres variables (porcentaje de acceso a computadora, a telefonía celular o móvil y a Internet) y se dividen en cuartiles; el cuartil más bajo, el de menor acceso a Internet, tendrá un valor de 1 y el cuartil con mayor acceso a la red adquiere un valor de 4.

7Para el año 2015 el INEIGI realizó “una encuesta por muestreo probabilístico (Encuesta Intercensal 2015) en lugar de llevar a cabo una cuenta exhaustiva de la población y las viviendas (Conteo de Población y Vivienda 2015)” (INEGI, 2015) y es la fuente que se retoma en este artículo.

Recibido: 23 de Mayo de 2017; Aprobado: 26 de Junio de 2017

Este trabajo se elaboró con la colaboración de Oscar Cruz, investigador asistente.

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