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Comunicación y sociedad

versión impresa ISSN 0188-252X

Comun. soc  no.21 Guadalajara ene./jun. 2014

 

Reseñas

 

¿A dónde hemos llegado? Un siglo de vanguardias artísticas en Occidente

 

Francisco Javier Cortazar Rodríguez1

 

Granés, C. (2011). El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales. México: Taurus, 492 pp.

 

1 Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: fcovier@yahoo.com

El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales es el libro ganador del Premio Internacional de Ensayo Isabel Polanco 2011, convocado anualmente por el grupo editorial Santillana. Su autor es Carlos Granés, colombiano, doctor en antropología especializado en arte, colaborador de Letras Libres, asistente de dirección en la Cátedra Vargas Llosa, conferencista en temas de literatura y arte, y autor de varios ensayos sobre el tema.

El libro constituye un trabajo ambicioso que resuelve bastante bien algunos de los problemas a los que se enfrenta, a saber: la influencia de las vanguardias artísticas en los cambios culturales del mundo Occidental, desde los primeros años del siglo XX hasta el movimiento de los indignados en 2011 en España. Trabajo monumental por enfrentarse a un mar de información de grupos, artistas, corrientes, fenómenos artísticos y movimientos sociales de muy diverso alcance, ambiciones, propuestas y estilos, que van desde la plástica a la música y de la literatura a la instalación.

A pesar de toda la información, el autor, Carlos Granés, logra construir un buen guión expositivo, con una prosa fluida, lejos de academicismos y con total ausencia de notas a pie de página. Su virtud estilística es tal que al texto no le hacen falta ilustraciones para que el lector comprenda las constantes referencias a las obras artísticas a las que se refiere. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. A pesar de sus virtudes el texto adolece de algunos problemas.

El libro está dividido en dos grandes bloques expositivos, llamados respectivamente "Primer tiempo" y "Segundo tiempo". El primero cubre de los años 1908, con el surgimiento de las primeras vanguardias artísticas como el Dadaísmo y el Futurismo, hasta los movimientos juveniles y revolucionarios de 1968. La segunda parte comprende desde 1968 hasta mayo de 2011, centrado en las nuevas tendencias del arte contemporáneo, el espectáculo, el entretenimiento artístico y algunos de los nuevos movimientos sociales.

La primera parte está estructurada en breves capítulos que incluyen el año y lugar de referencia al que alude cada uno de ellos, también es la parte más sólida e ilustrativa del periplo por el que nos hace transcurrir Carlos Granés. Cada capítulo está acompañado de las fechas y la ubicación geográfica de la vanguardia que analiza, lo que en principio parece limitar el análisis al atomizar eventos tan divergentes pero que a la larga queda claro que es un hilo expositivo adecuado para dar cuenta de los aportes y limitaciones de cada vanguardia, así como de la gran variedad de ellas que existieron y lo que nos heredaron. Incluso hay algunos capítulos notables, como el referido al Situacionismo y su líder, Guy Debord (a quien debemos las primeras tesis de la hoy llamada sociedad del espectáculo) que no ha sido completamente comprendido hasta el momento.

La premisa de la que parte el autor es: ¿por qué el arte contemporáneo de los últimos años se caracteriza por ser tan falto de propuestas estéticas sólidas a pesar de ser, de alguna forma, heredero de las vanguardias artísticas que pretendían revolucionar la sociedad a través del arte?

En efecto, Granés se esfuerza por conducir al lector a través del complejo itinerario del arte contemporáneo que surge con las vanguardias artísticas y nos muestra cómo muchas de ellas partían de propuestas, manifiestos, panfletos y provocaciones en su intento por revolucionar los mundos del arte y de la vida misma. Al lector le queda claro que muchos de estos intelectuales y artistas lograron escandalizar a la sociedad de su época gracias a sus ocurrencias, obras y proclamas, pero que rápidamente sus mismas propuestas quedaron rebasadas por la realidad de los hechos sociales y políticos y el desgaste natural de los propios movimientos, quienes se afanaban en la novedad y el escándalo, precisamente por eso, pronto dejaban de ser algo novedoso.

Este es uno de los puntos débiles de Granés, la ausencia de un contexto sociopolítico y económico más amplio que sirva de telón de fondo a su exposición, pues pasa por alto el desarrollo del capitalismo como sistema que impacta en el arte y la cultura de formas más sutiles, las guerras y conflictos armados por los que atravesaron muchas de las vanguardias que describe, los conflictos ideológicos de la Guerra Fría y en torno al cual muchos artistas e intelectuales tomaron partido. Es decir, el texto sufre de cierto idealismo filosófico, según el cual son las ideas las que determinan el transcurso de la historia, pero es bien sabido que no bastan los panfletos, proclamas y escándalos artísticos para determinar el transcurrir de la cultura y de la sociedad, mucho menos de los hechos políticos.

En la segunda parte, Granés intenta explicar las razones por las que las vanguardias artísticas fueron cayendo en la vacuidad, el espectáculo más frívolo, el comercio más descarado, la banalización y en la total ausencia de propuestas estéticas. Si las vanguardias artísticas pretendían revolucionar la sociedad, ¿cómo es que el arte contemporáneo se ha transformado en todo lo contrario, en un sistema que solo busca vender a precios exorbitantes obras carentes de propuesta, alimentando egos y convirtiendo en estrellas de la farándula a sus protagonistas? De la propuesta de revolución permanente a la sociedad del espectáculo con sus alfombras rojas y reflectores.

La división del libro en dos partes constituye un guiño a la clásica obra de Carlos Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, donde la historia se repite, primero como tragedia, después como comedia. De acuerdo con esta premisa, Granés sitúa el parteaguas en 1968 y los movimientos que en ese año sucedieron en ciudades importantes del mundo. Para el caso del arte, el punto de inflexión está representado por Andy Warhol. El extraño título del libro El puño invisible está tomado de la jerga del boxeo, donde se emplea esa frase para hablar del puño del contrincante que no se ve venir y golpea con fuerza.

Para el autor, Andy Warhol, representante del pop art, es también la figura que en adelante imprimirá su influjo en la obra artística por medio de su sistema de manufactura (sus ayudantes y su taller, no por nada llamado The factory) y su temática (objetos cotidianos convertidos en obra digna de ser admirada gracias al demiurgo del artista). Si bien fue Marcel Duchamp, quien por medio de su famoso urinal expuesto como obra de arte inaugura esta tendencia, es con Andy Warhol que el sistema del arte se convierte en una máquina de hacer dinero y adquirir notoriedad mediática. En adelante el arte contemporáneo conocerá un largo periodo caracterizado por el efectismo, la notoriedad artística a fuerza de crear escándalos antes que por el talento de los creadores y la subida exorbitante de precios. Esta segunda parte, la más corta del trabajo, es un largo informe sobre la decadencia del arte contemporáneo que, a diferencia de la primera parte, es más floja en sus alcances explicativos.

En esta segunda parte el ensayista colombiano se explaya al desnudar al rey del momento, desde el culto a la fama de Warhol y Jeff Koons, al empleo de la mercadotecnia contestataria en los Sex Pistols de Malcom McLaren, el reduccionismo panfletario de varias tendencias multiculturales, el arte corporal inaugurado por el Accionismo Vienés caracterizado por las laceraciones como espectáculo estético, el hedonismo escultórico de Damien Hirst, el discurso pseudoteórico del curador que justifica y crea la obra de arte inexistente y la contracultura revolucionaria (sexo, drogas y rock and roll) como parte de la cultura del entretenimiento. Desafortunadamente esta parte del libro carece de un punto analítico que permita profundizar en las ideas y comprender los mecanismos que han contribuido a hacer del arte contemporáneo un arte vacuo caracterizado por el culto a la fama y la persecución de la ganancia económica.

Aquí la exposición del autor cambia de tono para ser un largo lamento, muy entretenido y muy bien informado, pero también muy cercano a los discursos nostálgicos donde se añoran los tiempos pasados, donde los artistas y las vanguardias de antaño tenían algo que decir.

Pese a su fluidez narrativa y pertinencia crítica esta parte del ensayo se queda en la epidermis de la cultura impidiéndonos ver lo que hay más allá. Abundante en anécdotas y escándalos, que funcionan muy bien como telón de fondo y atmósfera, pero ellas por sí mismas no bastan para armar una explicación convincente sobre las derivas del arte contemporáneo.

El libro cierra con un último capítulo donde Granés explora algunas de las reivindicaciones del movimiento de los Indignados de mayo de 2011 en España, cuyos principales requerimientos giraban en torno a exigir al gobierno seguridad laboral, bienestar económico para el futuro, educación, salud y prestaciones de desempleo, reivindicaciones signo de la individualidad contemporánea, muy lejos de las ambiciones de las primeras revoluciones sociales y de las propuestas de las vanguardias artísticas de los primeros años del siglo XX.

El libro tiene otros fallos, por ejemplo, si bien la vacuidad y las propuestas estéticas cuestionables del arte contemporáneo son un signo de la época, éste no se explica sin la existencia de un sistema galerístico, museístico y curatorial que lo soporte y le dé sentido de cara al público. Tampoco se puede exagerar que todo el arte contemporáneo se mueva con la misma lógica o tenga las mismas características que le atribuye el ensayista colombiano, quien pasa por alto mucho del arte y de la cultura de calidad que se produce en Latinoamérica y se expone con frecuencia en los mercados internacionales, pues Carlos Granés se detiene solo en las vanguardias y artistas contemporáneos más mediáticos.

A pesar de sus fallos y limitaciones, el libro constituye un aporte valioso por la cantidad de información, su capacidad de síntesis, la exposición de las propuestas de las vanguardias artísticas, la fluidez narrativa y por el acercamiento a las importantes transformaciones que ha sufrido el mundo del arte contemporáneo.

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