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Comunicación y sociedad

versão impressa ISSN 0188-252X

Comun. soc  no.11 Guadalajara Jan./Jun. 2009

 

Reseñas

 

Un debate actualizado

 

Francisco Hernández Lomelí1

 

Lozano Rendón, José Carlos(coord.), Comunicación, Monterrey: Foro Universal de las Culturas y Fondo editorial de Nuevo León, 2008, 125 pp.

 

1 Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: francisco.hernandez@cybercable.net.mx

 

El papel que desempeñan los medios de comunicación masiva en la salvaguarda de la soberanía nacional es un tema que se ha debatido con intensidad. Académicos de todas las latitudes han alertado, o mejor dicho, han denunciado el carácter pernicioso de los medios de comunicación masiva. En los foros patrocinados por la UNESCO se debatía acaloradamente sobre la unidireccionalidad de los flujos de información, así como el papel de las agencias informativas multinacionales en los procesos de dominación y aculturación. Por ejemplo, en 1972 la UNESCO convocó en París a un grupo de especialistas con el fin de promover políticas nacionales de comunicación. Dos años después, se llevó a cabo en Bogotá una reunión similar donde se describió el panorama de la comunicación internacional, percibida como sumisa a la influencia dominante de intereses económicos y políticos extrarregionales, generalmente pertenecientes a Estados Unidos. En ese foro se consideró que las políticas nacionales de comunicación constituían un instrumento de gran importancia para vencer esa situación vicarial. En abril de 1975 se realizó en San José, Costa Rica, otra reunión de expertos en materia de comunicación. La reunión fue convocada por el Centro Latinoamericano para Estudios Democráticos (CEDAL), la Fundación Friedrich Ebert, de Alemania y CIESPAL. Entre las recomendaciones de los expertos resaltó: 1) la creación de medios estatales como alternativa a los medios privados; 2) la regulación de las actividades de las agencias de noticias nacionales e internacionales, y 3) la regulación de la publicidad comercial a través de los medios.

Los expertos también sugirieron que los gobiernos incluyeran en sus políticas medidas de control respecto de la participación de capitales extranjeros en los medios y de la importación de materiales de comunicación, a la vez que estimularan la producción nacional de dichos materiales. Meses después fue el turno de la Reunión de Expertos sobre Promoción e Intercambio de Noticias, que se celebró en Quito auspiciada por la UNESCO. En junio de 1976 se llevó a cabo en San José, Costa Rica, la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas de Comunicación en América Latina. Los participantes aprobaron un documento en el que se confirman los diagnósticos de las conferencias anteriores y propusieron, además de fortalecer las políticas nacionales de comunicación, la creación de una agencia latinoamericana de noticias. En octubre de 1977 se realizó en Argel la Conferencia Internacional sobre el Imperialismo Cultural. Entre los acuerdos del evento se estableció que cada pueblo tiene derecho al respeto de su identidad nacional y cultural y que, por tanto, cada pueblo podría defenderse contra la imposición de una cultura extranjera, así como el derecho a hablar su propia lengua, a preservar y desarrollar su propia cultura y a contribuir al enriquecimiento de la cultura de la humanidad. Consecuente con esta determinación, la Conferencia analizó y denunció las formas de pensamiento y acción impuestas por el imperialismo a los pueblos dominados. Esta colonización de mentalidades –de acuerdo con los participantes– tiende a desposeerlos de sus tradiciones, de su lengua, de su historia, de su identidad, de sus facultades creadoras, para integrarlos a un sistema de referencia supuestamente "universales" que prepara y acompaña la agresión política, económica y militar.

En 1979 la UNESCO conforma la Comisión McBride, a la que encomienda una ambiciosa tarea: "Realizar una reseña de todos los problemas de la comunicación de la sociedad contemporánea en el marco del progreso tecnológico y de los desarrollos recientes de las relaciones internacionales". Esta Comisión entrega su informe, titulado Voces múltiples un solo mundo, donde propugna por un equilibrio en el flujo unidireccional de información y reafirma la creación de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC).

Me permito recordar estos antecedentes para ilustrar que desde el inicio de los años setenta del siglo pasado, ha sido una preocupación fundamental la reflexión del papel central que desempeñan los medios de comunicación en el fortalecimiento de la identidad y soberanía nacional. Desde entonces, el debate ha estado presente en organismos internacionales y también en las escuelas de comunicación. Lo que hemos ganado en más de 40 años de debate es la inclusión de nuevas perspectivas teóricas y de análisis empíricos más rigurosos a las antiguas preocupaciones, lo que nos ha permitido superar el planteamiento reduccionista del NOMIC versus libre flujo de información. En la actualidad, la comunidad académica debate no sólo desde los posicionamientos ideológicos, sino que se han incorporado los resultados de investigaciones sistemáticas. Un buen ejemplo de esto lo ofrece José Carlos Lozano, coordinador de la obra Comunicación, que aquí se reseña, donde el académico mexicano retoma el viejo tema del papel positivo o negativo que juegan el cine, la televisión, la prensa y las tecnologías de la información y la comunicación y se pregunta: ¿qué impacto están teniendo los medios de comunicación en las identidades culturales? (p. 11). Esta es la primera cualidad que encuentro en el trabajo, ya que esta pregunta sigue tan vigente como en los años de la Guerra Fría.

Lozano convocó a especialistas de varias universidades para actualizar el debate. Michael Morga, académico de la universidad de Massachusetts en Amherst, establece que las culturas se mezclan entre sí para evolucionar y crecer, pues cuando algo llega del exterior, esto se remodela y redefine por la cultura local debido a que se enfrenta a dos fuerzas: la que tiende a una mayor cohesión y convergencia y la que divide y agudiza las diferencias. De tal manera que en los últimos cincuenta años los medios, en general, y la televisión, en particular, "han sido una poderosa fuerza para la homogeneización, convergencia y erosión de la diversidad entre culturas y regiones" (p. 19). Lozano tuvo el gran acierto de convocar a Daniel Biltereyst, académico belga especialista en temas de comunicación internacional y estudios de audiencia. La colaboración del europeo es una magistral revisión histórica del debate mundial sobre los efectos de los intercambios globales de productos culturales interpretados desde el enfoque del imperialismo cultural. Los resultados fueron sometidos a examen a la luz de los hallazgos empíricos producto de perspectivas como la proximidad cultural, análisis de cultivo, usos y gratificaciones, análisis de recepción y audiencias activas. Biltereyst concluye que "la influencia de los medios estadounidenses parece continuar sin resolverse dada la amplia variedad de enfoques de investigación, agendas y terminologías" (p. 61).

Nancy Morris hace una crítica demoledora a la idea de esencialismo cultural. La académica de la Universidad de Temple afirma que no hay tal cosa como una cultura "pura", que la interacción cultural siempre ha sido la norma y que las identidades culturales son más elásticas de lo que suele creerse. Esta posición no es de ninguna manera simpatizante del "libre flujo de información", por el contrario, Morris está convencida y propugna por "apoyar a los medios locales y regular los importados" (p. 78).

La colaboración de Shanti Kumar es una reflexión acerca del éxito entre las audiencias de programas de televisión de producción nacional. Tomando como caso producciones hechas en la India, Kumar sugiere que los productores nacionales hacen una "mezcla correcta" (p. 86) entre elementos globales (técnicas y narrativas de los cines de Hollywood y Hong Kong, formatos de reality show) y elementos locales (historias basadas en la mitología hindú). No se trata de inventar o ser original sino de innovar, es decir aplicar la fórmula schumpeteriana de "hacer nuevas combinaciones", como procesos de hibridación o glocalizaciones.

Nilda Jacks considera a la televisión como uno de los principales agentes que configuran y reconfiguran las identidades contemporáneas, "pues su conexión con la sociedad y la cultura, de las cuales es fruto, da como resultado el dimensionamiento y redimensionamiento de los procesos culturales" (p. 101). Con estos supuestos, la investigadora brasileña nos ilustra cómo los programas de televisión de manufactura nacional a menudo no consideran a las identidades regionales, provocando respuestas culturales en aquellos que no se sienten representados en las pantallas. Este es el caso del movimiento "nativista", surgido a finales de los años setenta en el sur de Brasil.

Existe un consenso por el cual se considera a Internet como un medio que contribuye a la construcción de una democracia deliberativa que permitie –al menos en potencia– un libre flujo de ideas y opiniones en el espacio público. Se espera que la red de redes contribuya a la construcción de una sociedad más justa y equitativa porque promueve la comunicación horizontal. Ante esta utopía, Klaus Jensen se pregunta: "¿Están los usuarios preparados para responder, para hablar entre ellos y para comunicarse en un contexto y en el momento que elijan?" (p. 115–116). El académico danés aboga por más investigación cuantitativa así como cualitativa que muestre el modo en que los usuarios de Internet responden a los rasgos interactivos en una perspectiva política. Así mismo estimula a la realización de estudios sobre cómo las organizaciones utilizan Internet como su propio medio, reemplazando, en parte, a los medios masivos establecidos.

La última colaboración del libro aquí reseñado es de Toby Miller y en ella reflexiona sobre el impacto ambiental de las tecnologías mediáticas. Se tiene la creencia de que las industrias culturales no contaminan, ya que su materia prima es la creatividad y el procesamiento de símbolos, y sus productos son mercancías intangibles generados por una industria verde sin polución que "ofrece comunicación sin fronteras y placer total" (p. 122). Esto es cierto y aplica para la creación de contenidos (software), no así para las industrias electrónica e informática que elaboran el reproductor de contenidos (hardware). El gobierno de Estados Unidos ha incluido a cinco empresas mediáticas dentro de su lista de las compañías más contaminantes, y este es un tema que todavía no figura en la agenda de los estudios de la comunicación.

Como puede apreciarse, Comunicación, coordinado por José Carlos Lozano, es una excelente oportunidad de reconocer la vigencia del debate de los flujos internacionales de contenidos, retomar la pertinencia de mantener medios públicos y de explorar nuevos conceptos, teorías y métodos para resolver estas viejas inquietudes.

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