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vol.83 número1Francisco Reveles Vázquez (2019). Gobiernos y democracia en América Latina. Problemas del ejercicio del poder en las democracias realmente existentes. México: Universidad Nacional Autónoma de México/Teseo, 267 pp.Gabriela Aída Cantú Ramos y Miguel Armando López Leyva (2019). Calidad de la democracia en México. La responsividad (2000-2016). México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, 164 pp. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.83 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2021  Epub 28-Mayo-2021

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2021.1.60030 

Reseñas

María Cristina Bayón (coordinadora) (2019). Las grietas del neoliberalismo. Dimensiones de la desigualdad contemporánea en México. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, 416 pp.

Carlos Alberto Díaz González Méndez1 

1Universidad Iberoamericana

Bayón, María Cristina. 2019. Las grietas del neoliberalismo. Dimensiones de la desigualdad contemporánea en México. ., México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, 416p.


Este libro coordinado por María Cristina Bayón contribuye a comprender la complejidad de las desigualdades en México, problematizando discusiones relevantes para la investigación y la reflexión crítica de la realidad actual. La obra se divide en cuatro partes y contiene 10 capítulos que brindan al lector una estructura de exposición original en la que se aborda un amplio horizonte de desigualdades sociales. Teniendo al neoliberalismo como núcleo analítico común, autores y autoras interrogan a la desigualdad, destacando alguna o algunas de las dimensiones que la constituyen; sin embargo, no todos logran tejer el vínculo desigualdad-neoliberalismo con la claridad suficiente. A manera de ejemplo, esta reseña destaca algunos textos que develan directa o indirectamente dicha conexión. A saber, las dificultades de movilidad ascendente a través del empleo, la producción de desigualdad desde el sistema de pensiones, y la producción de desigualdad en el sistema educativo.

La introducción proporciona un recorrido ágil sobre enfoques teórico-metodológicos que arrojan luz sobre por qué la desigualdad es un fenómeno multidimensional, procesual, material, espacial, relacional y experiencial, que posee fuertes componentes políticos, es decir, que responde a relaciones de poder que modulan los comportamientos humanos y promueven la jerarquización de las diferencias, estableciendo un orden social vigente con privaciones y privilegios ampliamente aceptados. Las referencias conceptuales de la parte introductoria admiten algunas convergencias teóricas sobre las que se antoja profundizar. Por ejemplo, la perspectiva de Charles Tilly sobre las categorías pareadas de la desigualdad persistente y la interseccionalidad de los procesos de opresión destacados por Kimberlé Crenshaw. O bien, las implicaciones de la justicia social en la legitimidad de la desigualdad social de la que habla François Dubet y el peso de los marcos culturales que distancian naturalizan ventajas y desventajas.

La acumulación de desventajas se observa en la forma en que el primer empleo condiciona con vigor la trayectoria laboral de los individuos, su movilidad social y bienestar general. De acuerdo con la discusión que desarrolla Fiorella Mancini en el capítulo sobre movilidad social intrageneracional, la entrada al mercado laboral en México produce una herencia social que traza las futuras posibilidades de empleo. El propio mercado laboral es rígido, no permite el ascenso social, asigna posiciones fijas a lo largo del curso de vida y, particularmente, lo hace con mayor fuerza sobre las mujeres, cuyas trayectorias son más homogéneas en comparación con las de los hombres. Otra de sus características es la naturaleza asimétrica de la relación capital-trabajo que desemboca en privilegios ampliados para sectores sociales reducidos y en privaciones profundas para los más numerosos, quienes con frecuencia se desenvuelven en trabajos precarizados desde el inicio de la vida laboral. Contrariamente a lo que supone el modelo de igualdad de oportunidades, el devenir de las trayectorias laborales en el país no depende de los méritos y las credenciales individuales, sino del origen, el género y el contexto en el que socializan las personas. Lo anterior significa que en la base de la pirámide es difícil que la movilidad ascendente se haga presente, pero cuando ocurre es porque las personas tuvieron una mejor entrada al mercado laboral y/o porque las posiciones sociales a las que ascendieron son más próximas en la estructura de clases.

La movilidad social aparece condicionada por el origen social y el género, develando un proceso de acumulación de desventajas sobre el cual el individuo no tiene mucho control y sobre el que el Estado se ha preocupado cada vez menos. Su papel en el bienestar se redujo significativamente desde mediados de los años ochenta, modificando las instituciones, el tipo de intervención a través de políticas públicas y el alcance que estas tienen sobre la desigualdad.

El análisis que hace Enrique Valencia Lomelí en el capítulo sobre el sistema de pensiones ilustra esto perfectamente. Su texto pone atención en el devenir de procesos específicos de inclusión y exclusión que han fragmentado, jerarquizado y creado desigualdades en el seno del régimen de bienestar mexicano. Dicho régimen se caracteriza por su estratificación y su segmentación descentralizada, que fue conformándose a través de dos grandes etapas históricas. La primera corresponde al periodo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) hegemónico y el corporativismo autoritario. La segunda, a la época posterior a las reformas de los años ochenta y noventa. Ambas registran la evolución real del régimen de bienestar y evidencian por qué la dualidad, la jerarquización de beneficios y la construcción sociopolítica de la diferencia son formas de reproducción de desigualdades sociales que generaron un patrón de dependencia histórica en las reformas al sistema de seguridad social. Entre las cualidades de este texto destaca la definición de las múltiples dimensiones del régimen de bienestar que logran rebasar los aspectos normativas que acuden al bienestar europeo para explicar la realidad mexicana. En ese sentido, queda claro que el régimen de bienestar mexicano no tuvo ni ha tenido horizonte de universalidad alguno, sino más bien procesos (re) productores de desigualdad a lo largo de su historia.

Las transformaciones institucionales de inspiración neoliberal y el orden sociopolítico que las acompaña trastocan las experiencias específicas de igualdad y libertad en la vida de los individuos, a quienes cada vez más se les responsabiliza de su condición y situación social. Un lugar común y muy alineado al modelo de igualdad de oportunidades es la creencia de que basta la educación para mejorarlas; sin embargo, como lo expone Gonzalo

A. Saraví, el propio sistema educativo produce desigualdades. A pesar de la expansión que ha tenido su cobertura y su matrícula en las últimas décadas, el avance arroja realidades diferenciadas de igualdad para los estudiantes. En ese escenario, el autor analiza las experiencias escolares de clase entre distintos sectores sociales a nivel medio superior, con el propósito de responder: ¿por qué la expansión de la educación formal no se ha traducido en una disminución de la desigualdad?

Cuando los estudiantes ingresan al sistema educativo lo hacen desde posiciones y contextos sociales distintos, así como con recursos y herencias variables que influyen en la calidad y el prestigio de las opciones que tienen disponibles para educarse, lo que provoca asimetrías en el desempeño académico. Estudiar en una escuela menos reconocida o en otra con mayor prestigio deja una impronta con la cual se justifican, después, el nivel socioeconómico, el trabajo obtenido y las condiciones generales de existencia. Las ofertas educativas configuran circuitos que estratifican a los estudiantes debido a los contrastes en infraestructura, número de estudiantes por grupo, organización pedagógica, composición social del alumnado, e incluso si la escuela pertenece o no a alguna universidad. Se trata de dos circuitos distintos: la escuela acotada y la escuela total. La escuela acotada se refiere a escuelas públicas con una estructura curricular básica que suelen ser estigmatizadas no sólo por la calidad, sino por la localización del plantel y el tipo de estudiantes que acuden, que en su mayoría corresponden a sectores sociales populares y/o desfavorecidos. Por su parte, la escuela total describe a instituciones privadas con buena infraestructura, actividades extracurriculares, clases de inglés y horarios ampliados, a las que acuden estudiantes de familias de clase media alta y alta.

La escuela acotada y la escuela total exhiben experiencias escolares desiguales. El polo de los desfavorecidos implica desde el inicio una gran frustración, por no alcanzar el puntaje suficiente en el examen para ingresar a las escuelas de su preferencia. En el polo de los favorecidos hay mayor libertad para elegir entre escuelas privadas de prestigio. Las comunidades que aloja cada circuito tienden a ser homogéneas, por lo que el encuentro y la interacción entre clases sociales no ocurre, esto es, no hay experiencias comunes que permitan acortar las brechas de empatía. Más aún, las diferencias entre quienes asisten a uno o a otro circuito se observan en el tipo de lazos sociales que se construyen en el interior de las comunidades estudiantiles. De acuerdo con Saraví, la calidad y la durabilidad de los vínculos en la escuela total se extienden espacial y temporalmente, mientras que en la escuela acotada tienden a ser intermitentes y variar en el tiempo y el espacio. En estos casos, las interrupciones en la trayectoria escolar son más frecuentes.

El análisis sobre las desigualdades en las experiencias escolares de clase remite a las diferencias entre instituciones públicas o privadas y a las condiciones sociales previas de acceso. Más o menos en la misma frecuencia, Emilio Blanco -en su capítulo sobre la transición a la escuela media superior- indica que las familias con menos recursos económicos acceden a las modalidades educativas de menor prestigio, que generalmente son públicas y se ubican en localidades pequeñas. De hecho, la oferta de escuelas en México carece de distribución homogénea, las grandes ciudades concentran el mayor número y también a las más destacadas por su calidad y prestigio. En cambio, las ciudades pequeñas y las zonas rurales tienen menos escuelas y éstas carecen de reconocimiento académico y social. El paisaje es poco alentador cuando se sabe que la inserción en la escuela media superior es trascendental en la trayectoria académica futura y el destino del trabajo.

Como se observa, a los tres aspectos de la desigualdad reseñados es posible encontrarles articulaciones analíticas entre sí, que son fácilmente identificables en la vida real. En términos generales, el libro las inspira con mucha facilidad. Piénsese en cómo el trabajo determina el futuro de alguien y su acceso al bienestar, y en cómo éste depende de instituciones y políticas públicas de cuño neoliberal, que desde su diseño estratifican, fragmentan y producen asimetrías, que después se busca reducir a través de la educación formal, cuya acceso obvia asimetrías preexistentes y donde la oferta luce brechas de calidad y prestigio.

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