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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.82 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 25-Sep-2020

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2020.3.58508 

Reseñas

María Josefa Santos (2017). Entre campesinos y farmers. Productores mexicanos de blueberry en Michigan. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales/ Universidad Iberoamericana, 306 pp.

Guillermo Boils Morales1 

1Instituto de Investigaciones Sociales Universidad Nacional Autónoma de México

Santos, María Josefa. 2017. Entre campesinos y farmers. Productores mexicanos de blueberry en Michigan. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Iberoamericana, 306p.


Desde una mirada analítica más propia de la antropología social, el libro Entre campesinos y farmers. Productores mexicanos de blueberry en Michigan deja ver que, en gran medida, es producto de un acucioso, profundo y prolongado trabajo de campo. Su autora recoge las experiencias y los testimonios derivados de varias estancias desplegadas en la zona estudiada, a lo largo de muchos meses de entrevistar y de convivir con los productores de moras (blueberries). Vale decir que el texto es resultado de un quehacer centrado en la observación participante y la recurrente interacción con las comunidades de granjeros de origen mexicano en el suroeste del estado de Michigan, a lo que se añade de manera importante el manejo de fuentes documentales que dan sustento a la descripción y al análisis de los productores agrícolas, asentados en la región estudiada.

Sin detenerse en grandes disquisiciones teóricas, pero sí con un aparato conceptual articulado y muy apropiado para el asunto medular tratado en el libro, María Josefa Santos acomete su investigación con rigor analítico y con un sólido trabajo etnográfico que la introdujo en el conocimiento de los granjeros-campesinos, en su mayoría oriundos del estado de Michoacán. Estos migrantes, dedicados principalmente al cultivo de la blueberry, se han ido asentado en los condados de Van Beuren y Halfort, situados en la cercanías de la ribera oriental del lago Michigan, hacia la región suroeste en aquel estado norteamericano del mismo nombre.

Las páginas del libro nos remiten de manera recurrente a las dos lógicas de producción agrícola, así como a las dos culturas que se articulan en el despliegue de la actividad agrícola de los productores de origen mexicano. De esa suerte, éstos logran obtener provecho de ambas realidades, así como de las dos vertientes socioculturales. Por una parte, los lazos comunitarios y familiares que trajeron de su natal Michoacán; por la otra, el espíritu empresarial de la actividad agrícola prevaleciente en la región del suroeste de Michigan, junto con las innovaciones productivas que acompañan al cultivo ahí prevaleciente, de finalidad comercial. Asimismo, el texto explica cómo, desde la ciudad de Chicago, los migrantes michoacanos se fueron desplazando gradualmente a la otra ribera del lago Michigan, y cómo fueron adquiriendo las granjas que los propietarios estadounidenses estaban dejando de trabajar por edad avanzada y porque sus hijos no estaban interesados en continuar trabajándolas.

Organizado en cinco capítulos, con una secuencia narrativa bien articulada, el libro transita desde los planteamientos iniciales de la introducción, donde se exponen criterios generales que orientaron la investigación que da soporte al texto. De igual forma, ahí se dan a conocer los lineamientos y las estrategias desplegadas para su realización. El primer capítulo ofrece una panorámica del proceso de producción de la blueberry, destacando la importancia económica y el mercado de ese producto agrícola, en la que viene a ser la zona de mayor producción a nivel mundial. Describe las características del sistema de granjas agrícolas regionales, así como las instancias oficiales y académicas (en especial la Universidad de Michigan) que intervienen en la regulación y el asesoramiento de la actividad agrícola de aquella entidad estadounidense.

El capítulo 2 se introduce en el proceso migratorio de los mexicanos a Estados Unidos, examinando el desplazamiento de los michoacanos que llegaron ante todo a la ciudad de Chicago, situada en la ribera occidental del lago Michigan. Ahí se van empleando en calidad de asalariados, desempeñando actividades en el sector servicios, la industria de la construcción, jardinería, cuidado de adultos mayores, entre otros oficios de baja calificación. Nos describe cómo, a través de las redes de paisanos, van apoyándose para conseguir empleo, compartir vivienda y poder ahorrar, lo que les ha permitido introducirse en la actividad agrícola, en calidad de propietarios de las granjas y no de peones asalariados. Incluso, nos refiere cómo algunas de esas familias se convierten en propietarias de tiendas o realizan otras actividades, en parte asociadas con la producción agrícola, pero que les aportan ingresos.

El capítulo 3 se ocupa de las redes de apoyo y la función que juegan tanto la familia como las tradiciones comunitarias de respaldo mutuo, dentro del proceso de integración a las actividades agrícolas, en un modelo de actividad comercial. Con ello, van acomodándose a los requerimientos de la administración y el manejo de las fincas, así como adentrándose en las reglas y los procedimientos comerciales de una agricultura muy diferente a las relaciones campesinas tradicionales, prevalecientes en sus localidades de origen en el medio rural michoacano. Es un tránsito desde un origen campesino de producción, en buena medida de autoconsumo, a una realidad agrícola de índole comercial en la que priva la rentabilidad productiva, dentro de un mercado competitivo.

El capítulo 4 se centra en las relaciones familiares y los diferentes papeles que van asumiendo sus miembros dentro del proceso de asimilación a la nueva cultura de producción comercial. Así, nos da cuenta de cuál es la función que desempeñan las mujeres dentro del grupo familiar y en relación con las actividades productivas. Aunque, como bien señala la autora, ellas “nunca son la parte visible del negocio de la blueberry” (p. 191). Ello, no obstante que desempeñan un papel destacado como administradoras de los ingresos familiares, además de colaborar en las tareas agrícolas, como las de limpieza de plantas, selección de las moras o poda de arbustos, pero no en las tareas de fumigación. Por otra parte, hijas e hijos por lo regular suelen tener una participación limitada en las tareas del cultivo y la cosecha del producto, y son escasos aquellos que se involucran en las tareas directas de la producción. Sin embargo, sí intervienen en las actividades administrativas, en virtud de que poseen un manejo del inglés que sus padres no, o lo tienen limitado. También pueden utilizar computadoras y la mayoría han estudiado hasta la secundaria en Estados Unidos.

El capítulo 5 se centra en los procedimientos técnicos y los cursos e apoyo que ofrecen las agencias gubernamentales y la Universidad de Michigan, a través de extensionistas que imparten cursos de entrenamiento, sobre todo en lo que atiende al manejo, uso y almacenaje adecuado de los pesticidas, aunque también capacitan en otros procesos técnicos para obtener mejores resultados en la producción y comercialización de las blueberries.

Entre lo más destacable y en lo que en gran medida reside la fortaleza analítico-testimonial de este trabajo, está el hecho de que su autora se haya ido a convivir durante largas temporadas con los granjeros de la zona estudiada. Esto le permitió examinar los procesos de producción y de comercialización, así como las relaciones socioculturales tradicionales, asociadas con las familias dedicadas al cultivo de las moras, actividad que han venido realizando con éxito los granjeros oriundos de Michoacán, asentados en el suroeste del estado de Michigan. Aunque no todos ellos se dedican de manera exclusiva a la producción de la frutilla, esta actividad constituye un renglón primordial para la mayoría de las familias ahí avecindadas.

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