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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.82 no.3 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 25-Sep-2020

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2020.3.58505 

Artículos

La transversalidad militante y la participación política*

The militant transversality and the political participation

Adrián Pablo Berardi Spairani1 

1Doctor en Sociología por el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín. Temas de especialización: militancia, participación política-ciudadana, trayectorias, carreras militantes, movilización social y protesta, participación político-electoral. 25 de Mayo 1021, San Martín, Buenos Aires, Argentina.


Resumen:

Este artículo propone dar cuenta de la forma en que el militante se involucra en diferentes espacios de participación, asumiendo diversos compromisos y estableciendo un proceso de “multiposicionamiento o transversalidad” a lo largo de su trayectoria militante. Se analizará la historia de una militante feminista de la provincia de Jujuy, Argentina, recuperando la perspectiva de carrera propuesta por Howard Becker, que plan- tea un análisis longitudinal de las trayectorias considerando los aspectos objetivos y subjetivos que son recuperados a partir del relato de la militante. Metodológicamente se desarrolló una perspectiva cualitativa a partir del uso de la técnica del relato de vida.

Palabras clave: participación política; participación de la mujer; Argentina; carrera militante; compromiso político; multiposicionamiento

Abstract:

This article proposes to give an account of how militants engage in different spaces of participation assuming diverse commitments and establishing a process of “multi-positioning or transversality” along their militant trajectory. It analyzes the history of a feminist militant from the province of Jujuy, Argentina, using the career perspective proposed by Howard Becker, which puts for- ward a longitudinal analysis of trajectories considering the objective and subjective aspects of the militant’s account. Methodologically, a qualitative perspective was developed from the use of the life story technique.

Keywords: political participation; women’s participation; Argentina; militant career; political compromise; multi-positioning

Desde fines de la década de los años sesenta, las discusiones en torno a la militancia dejaron de estar articuladas sólo en una cuestión de clase social; las transformaciones en las estructuras productivas y el proceso de globalización económica modificaron las lógicas de solidaridades entre los sectores que componían la clase trabajadora (Della Porta y Diani, 2011; Rosanvallon, 2007), poniendo en discusión los viejos paradigmas de la actividad militante (Sawicki y Siméant, 2009).

La desarticulación de los espacios de participación tradicionales y el proceso de desafiliación, producto de la fragmentación del movimiento obrero (Ion, 1997), llevaron a la decadencia de la militancia total o militantismo integral característico de los partidos políticos y los sindicatos, permitiendo el surgimiento de formas y ámbitos de militancia novedosos, como los nuevos movimientos sociales (Della Porta y Diani, 2011).

De esta manera, las nuevas formas de participación desarticularon las fronteras entre la militancia y el activismo, es decir, entre un militantismo integral y un activismo puntual, que determinaban el contraste entre la participación política en organizaciones cuyas estructuras se caracterizaban por ser burocráticas y jerarquizantes y aquellas que se relacionaban con acciones colectivas, disruptivas y beligerantes de los espacios no tradicionales (Modonesi, 2016).

Este nuevo militantismo desarrolló un tipo de actividad política más transversal y con un repertorio de acción más amplio; esto permitió identificar a los participantes como militantes1 distanciados (Pudal, 2011). En tanto, las demandas y objetivos de estos nuevos espacios de participación tendieron a vincularse con problemáticas específicas como ecologismo, feminismo, humanismo, racismo, etcétera (Sawicki y Siméant, 2009); esta es una de sus principales novedades.

La dinámica de estos espacios de participación política fue virando y haciendo compleja su propia existencia; las movilizaciones y organiza- ciones de protestas en contra de los procesos de globalización económica abrieron la discusión en torno a movimientos sociales globales, integrados por organizaciones de distintos países que se acoplaban a los movimientos sociales locales y territorializados, principalmente a partir de la consolidación de un poder político a nivel global. Esta articulación de movimientos locales y globales reafirmó la manera en que los conflictos domésticos son productos de transformaciones globales, estableciendo como posibilidad que los militantes reclamen ante las autoridades internacionales la resolución de conflictos locales (Della Porta y Tarrow, 2005).

Por otra parte, el surgimiento de nuevas acciones contenciosas y movimientos sociales de protesta configuró formas de militantismo novedosas, principalmente a partir de la crisis financiera mundial en 2008: el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos (Calhoun, 2013; Carty, 2015); el movimiento de los indignados en España (Romanos, 2017); los movimientos de protesta y ocupación de la vía pública en Europa, conocidos como los movimientos antiausteridad (Della Porta, 2015; Gerbaudo, 2016); los movimientos antiglobalización (Fillieule y Accornero, 2016).

Los últimos años también permitieron la expansión de movimientos de protesta contra los regímenes autoritarios, como las manifestaciones en Egipto y Turquía, que consolidaron la Primavera Árabe (Abdelali, 2013; Sakbani, 2011; Soengas, 2013).

Estos nuevos espacios de militancia incorporaron el uso de Internet y las redes sociales como elementos de comunicación, organización y convocatoria para acciones de protesta. En tanto, las demandas y las acciones contenciosas tuvieron un impacto trasnacional que generó un tipo de militancia global (Tilly y Tarrow, 2015).

En Argentina, el compromiso político tomó nuevas formas a partir del surgimiento de las organizaciones sociales (Ollier, 2009), principalmente desde la década de los años noventa, que se caracterizaron por su horizontalidad, desburocratización y democracia asamblearia, y obligaron a generar nuevas problematizaciones respecto al militantismo, sobre todo al considerar los ethos militantes que emergieron con el surgimiento de los movimientos sociales (Svampa, 2010), generando transformaciones en la cultura política argentina.

Asimismo, en los últimos años la protesta social y los movimientos de protestas estuvieron impulsados por la demanda de nuevos derechos de las mujeres, cuyos ejemplos más importantes fueron las movilizaciones de #NiUnaMenos desde 2015 y la demanda por la aprobación de la ley por interrupción voluntaria del embarazo en 2018.

De esta forma, la desarticulación de las formas tradicionales de participación y el surgimiento de nuevos ámbitos de acción política y de protesta vuelven a poner en discusión la idea de la militancia y el compromiso militante, lo que obliga a reformular problematizaciones respecto a esta temática y exige el desarrollo de un análisis de la militancia en niveles microestructurales (Fillieule y Accornero, 2016).

A partir de estos antecedentes, este artículo se propone dar cuenta de la forma en que los militantes construyen su carrera más allá del espacio de pertenencia, poniendo en discusión los conceptos de multiposicionamiento y/o transversalidad militante.

El multiposicionamiento2 o la transversalidad militante se refiere a la capacidad del militante de establecer y articular diversos compromisos políticos, lo que lleva al establecimiento de diferentes objetivos; la multiplicidad de compromisos implica el involucramiento en distintos espacios y/o ámbitos de militancia, donde el militante desarrolla sus prácticas políticas. Las acciones que se desarrollan en cada uno de los espacios de pertenencias pueden (o no) ser independientes, y a partir de los compromisos establecidos es posible la existencia de cierta interdependencia entre los lugares de participación e incluso entre las prácticas puestas en marcha, lo que genera una importante articulación.

De esta forma, indagaremos los distintos elementos que determinan y condicionan los diferentes compromisos políticos a lo largo del tiempo, considerando a la militancia como un proceso social dinámico (Fillieule, 2001).

Para poder llevar adelante estos objetivos, se analizó la trayectoria política de una militante feminista de la provincia de Jujuy, a partir del estudio procesual del compromiso militante desde la perspectiva de carrera elaborada por Howard Becker (2012). Esta perspectiva recupera el sentido que los actores otorgan a sus acciones, con el objetivo de aprehender su significado en el marco de un proceso dinámico (Agrikoliansky, 2017) que lleva adelante el sujeto en su trayectoria militante, indagando los aspectos objetivos y subjetivos que intervienen en ese proceso.

El análisis de la carrera militante3 resulta de utilidad para comprender el militantismo contemporáneo más allá de los estudios centrados en ciclos de protestas u organizaciones específicas, poniendo en discusión el rol de los espacios de participación y pertenencia en el momento de poner en marcha el (los) compromiso(s) militante(s).

La noción de carrera permite […] poner en práctica una concepción de la militancia como proceso, [es decir] trabajar en forma conjunta las cuestiones de las predisposiciones a la militancia, del paso a la acción, de las formas asumidas, diferenciadas y variables, en el tiempo que se adopta el compromiso (Fillieule, 2001: 201; traducción del autor).

En este sentido, la carrera militante se conforma de un conjunto de etapas en el que es posible observar regularidades o recurrencias a lo largo de la trayectoria y al mismo tiempo hitos o rupturas que separan y condicionan a cada una de estas etapas; y si bien cada una de las secuencias mantiene su propia dinámica, una etapa de la carrera es resultado de la anterior y condición de posibilidad de la siguiente; es decir, una decisión es resultado de decisiones anteriores y condición de las subsiguientes.

Recorrer la historia de vida militante permitirá comprender los distintos procesos que atraviesan al compromiso político y cuáles son las estrategias que pone en marcha el militante para sostener la continuidad de su práctica, para así indagar y comprender las distintas secuencias por la que atraviesa su historia militante desde la óptica de la militancia de la mujer, prestando principal atención al proceso de multiposicionamiento.

Al mismo tiempo, el estudio de la carrera aborda estas dimensiones por medio de un análisis longitudinal o sincrónico (Courgeau y Levièvre, 1989) de la trayectoria de los militantes. Es decir, permite comprender la militancia por medio del análisis de la forma en que los militantes definen y (re)definen su posición subjetiva, y las estrategias de acción, tomando en consideración la relación con su entorno.

Para poder alcanzar los objetivos propuestos, se estableció un abordaje de tipo cualitativo por medio de entrevistas en profundidad y utilizando la técnica del relato de vida (Kornblit, 2007). Este tipo de abordaje permitió percibir el sentido que los actores dan a sus acciones, en tanto que el entrevistado da cuenta de su vida militante y del contexto histórico en el que describe esa narración (Della Porta, 2014) y la dimensión temporal del proceso de conformación y desarrollo del militante, en tanto que el militante pasa a ser el narrador de la historia de la sociedad de la que forma parte (Saltalamacchia, 1987).

Para el desarrollo de este artículo se utilizaron entrevistas a militantes y dirigentes de distintos espacios políticos, sindicales y sociales de la provincia de Jujuy, realizadas entre 2014 y 2017.4 Para la selección de las entrevistadas se consideró: 1) que las militantes sean contemporáneas entre ellas, y 2) que desarrollen un tipo de actividad militante vinculada con los derechos de la mujer.

LA MILITANTE

Isabel Guzmán nació en 1955 en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Graduada como docente en Matemática, comenzó a militar a los 14 años en la Federación Juvenil Comunista (La Fede, el sector juvenil del Partido Comunista), motivada por su novio de la época; pero ya había participado en diversas actividades sociales en una villa5 del barrio de Flores, promovidas por una profesora del secundario.

De abuelo socialista y madre peronista, en la década de los años setenta se involucró en la Juventud Peronista (específicamente, en un sector del Peronismo de Base).6 Luego de la dictadura cívico-militar de 1976 comenzó a participar en la rama femenina del gremialismo docente; fue parte de la Comisión Directiva de la Unión de Docentes Argentinos (UDA), trabajó en la creación de la Asociación de Educadores de Adultos (AEA), y participó en el entramado electoral de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA).

A fines de la década de los años ochenta se fue a vivir a Jujuy, donde formó parte del Consejo Provincial de la Mujer y de la Secretaría de la Mujer del gobierno de esa provincia. Al mismo tiempo, construyó el Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer y de Género en la Universidad Nacional de Jujuy (UNJU) y se sumó como militante a la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Jujuy (ADIUNJu).

Fue parte constituyente de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy; además de una de las referentes del feminismo7 en la provincia, desde 2015 es secretaria general de ADIUNJu.

EL INICIO. MOTIVACIONES Y CLIVAJES POLÍTICOS

Isabel fue parte de la juventud militante setentista de Argentina; a fines de los años sesenta comenzó a participar en actividades militantes en villas con grupos eclesiales de base, como reparto de anticonceptivos y funciones de teatro.

Para Isabel, los años setenta fueron una época en la que se generaban muchos vínculos, no sólo por medio del trabajo social solidario, donde se compartían prácticas con militantes de distintos espacios políticos, sino también por la apertura de sedes o locales de “juventudes políticas” de distintos ámbitos de participación. “Había un montón de vínculos” y la motivación para la militancia estaba en la palma de la mano.

Esta primera etapa está marcada por la manera en que los militantes establecen lazos sociales, vínculos que deben ser entendidos como redes sociales8 (Diani, 2004) o interpersonales, facilitadores de la participación política (Della Porta y Diani, 2011; McAdam, 1982, 1988; Passy y Giugni, 2000; Passy, 2002; Lafont, 2001; Poupeau, 2007). Estas redes se crean y (re) crean a lo largo de las trayectorias militantes (Kitts, 2000) y se convierten en elementos de motivación (pero también de abandono) del compromiso y la participación política (Sawicki y Siméant, 2009).

Sin duda era una época de fuerte involucramiento político. Una referente de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy señala: “En los sesenta y setenta formábamos parte de una juventud muy politizada” (entrevista con María, marzo de 2017).

En este sentido, los clivajes de la época jugaron un rol fundamental para el establecimiento del compromiso político de Isabel. Las décadas de los años sesenta y setenta en América Latina estuvieron marcadas por un fuerte activismo político de los jóvenes, desde el movimiento estudiantil o en las organizaciones políticas (en algunos casos armadas). Estas generaciones se caracterizaron por generar un fuerte vínculo entre la acción de protesta, la manifestación pública y las distintas expresiones artísticas (Markarian; 2012). Esa juventud estaba motivada e influida por los levantamientos populares y revolucionarios en distintas partes del mundo (la Guerra por la Independencia de Argelia entre 1954 y 1962, la Revolución de Hungría entre octubre y noviembre de 1957, la Revolución Cubana de 1959, la Guerra de Vietnam entre 1959 y 1979, la Primavera de Praga entre enero y agosto de 1968, y el Mayo Francés de 1968).

Paco Ignacio Taibo II (2008) da cuenta de esa juventud como real, en un mundo real y con problemas reales, y fuertemente comprometida con los procesos políticos latinoamericanos, en momentos en que la construcción de un nosotros (joven) se oponía a un otro, el autoritarismo, las costumbres y la represión que imponía el Estado controlado por las Fuerzas Armadas. Es posible entender que la juventud de estos años encuentra que el aprendizaje debe ser construido desde (y en) la práctica, una práctica que traía consigo la necesidad de un cambio. Taibo II lo sintetiza: “[Para] nosotros que habíamos mamado la política en los libros, la realidad política se nos convertía en nueva escuela” (2008: 35).

Los regímenes autoritarios que se iniciaron en la década de los años sesenta tuvieron su pico máximo en la instauración de la dictadura cívico- militar iniciada en 1976 en Argentina; en ese momento muchos jóvenes militantes abandonaron su práctica política, muchos otros fueron víctimas del terrorismo de Estado que puso en marcha el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

LA DEMOCRACIA Y EL (RE)VIVIR MILITANTE

Luego de abandonar la actividad política a causa de la dictadura, el retorno a la militancia para Isabel tiene fecha: fue el 30 de marzo de 1982, cuando participó en la marcha de la Confederación General del Trabajo (CGT),9 que luego se constituyó como un hito en su militancia. Unos meses después, ya en democracia en 1983, retomó sus vínculos con el Partido Justicialista (PJ) y formó parte de la renovación de su rama femenina: “[En esa época] nos dedicamos a tirar a las viejas de la rama femenina, con sus abrigos que olían a naftalina y sus pulseras de oro, por la ventana, cambiar esa estructura anacrónica y poner en marcha la Secretaría de la Mujer” (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

La recuperación democrática en Argentina estuvo marcada por la masividad de participación política en los espacios tradicionales de militancia, principalmente los sindicatos y los partidos políticos; ese aumento de participación vino acompañado por una importante renovación generacional, principalmente en el interior de las estructuras partidarias. Así lo relata una militante de la Unión Cívica Radical (UCR), creadora de la Fundación Siglo XXI y referente del Multisectorial de la Mujer de Jujuy:

En el 83 empiezo a militar en el radicalismo (UCR) y en la campaña de [Raúl] Alfonsín; nosotras entramos en el partido como una renovación etaria, pero además empezamos a movilizarnos, claro, con la oposición de algunas señoras, muy respetuosas -no les quito ningún mérito-, que nos criticaban porque decían que las mujeres en el partido estaban para hacer las empanadas y servir a los varones. Ahí decidimos formar una agrupación de mujeres radicales, militar en el tema mujer, es decir, crear la rama femenina (entrevista con Sandra, marzo de 2017).

La apertura democrática en Argentina constituyó un hito trascendente en la militancia de los jóvenes de la década de los años setenta, pero también determinó un proceso de renovación política. Para ese entonces, los partidos políticos y los sindicatos continuaban controlando la representación de la mayor parte de la sociedad y al mismo tiempo se consolidaron como la principal oferta de participación luego de la desarticulación de los espacios de militancia de base que generó el terrorismo de Estado impuesto por la dictadura. Y a pesar de ser un periodo en el que surgen nuevos partidos políticos (Salas Oroño, 2013), los jóvenes que retomaban la participación política y se incorporaban a las estructuras de participación tradicionales ponían en discusión la renovación de la dirigencia y proponían nuevas formas de militancia. Por ese motivo, las militantes de la época hacen hincapié en la idea de lo viejo contra lo nuevo.

¿La década de los años ochenta también permitió la rearticulación de las ramas femeninas al interior de los partidos más tradicionales de Argentina (UCR y PJ).10 A pesar de que el rol de la mujer en el ámbito público tuvo mayor visibilidad, la participación institucional de la mujer quedó (o siguió) solapada bajo la figura de los hombres.

Con la democracia, Isabel se involucró con la militancia sindical. Siendo profesora de matemática, conformó junto a otros compañeros docentes la AEA, e integró la UDA.

Dentro de la UDA, Isabel fue delegada en el colegio donde trabajaba, secretaria de prensa de la sección Capital Federal, y en 1984 se incorporó al Departamento de la Mujer del gremio: “Y de ahí me hice feminista.

[Pero] ya había participado en la Multisectorial de las Mujeres de Buenos Aires en el año 82”11 (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

Desde el Departamento de la Mujer, comenzó a realizar emprendimientos productivos para mujeres y empezó a vincularse con otras militantes feministas que desarrollaban actividades en los barrios pobres de la provincia de Buenos Aires.

Las primeras secuencias de la trayectoria militante de Isabel encuentran varios procesos de contingencia,12 a partir de los cuales es posible entender cómo, tras iniciar su actividad política en el trabajo social en los barrios pobres, alcanzó a integrar la conducción del gremio docente y de ahí directamente a la militancia feminista. Para ella son justamente los “vínculos” los que facilitan el acceso a ciertos espacios de participación; es decir, las redes interpersonales no solamente posibilitaron los canales de involucramiento militante, sino que además se constituyeron en piezas fundamentales para la continuación del compromiso (McAdam,1982, 1988) y la generación de nuevos espacios de participación, los que permiten dar cuenta de cómo se configura un proceso de multiposicionamiento y transversalidad en los espacios de participación.

DE BUENOS AIRES A JUJUY Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ESPACIO MILITANTE

Isabel atravesó otro proceso de cambio cuando en 1987 se instaló, junto con su ex marido, en San Salvador de Jujuy, e inició sus prácticas militantes en la provincia desde una perspectiva feminista:

Cuando yo vengo a Jujuy sentía que tenía que armar algo que tuviera que ver con la cuestión de las mujeres. Empiezo a trabajar en la Facultad de Humanidades [de la Universidad Nacional de Jujuy] y armamos el Área Interdisciplinaria de Estudio de la Mujer y de Género, que en realidad tiene resolución de hace 20 años, pero existe hace mucho más como tal (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

En la década de los años ochenta, el rol de la mujer comenzó a tener más fuerza en los entramados gubernamentales. Durante el gobierno nacional de Raúl Alfonsín se creó la Subsecretaria de la Mujer a nivel nacional.13 Mientras, en la provincia de Buenos Aires, bajo la gobernación de Antonio Cafiero, se puso en funcionamiento el Consejo Provincial de la Mujer.

Para Isabel, esos acontecimientos son fundamentales porque el propio movimiento de mujeres fue generando las oportunidades políticas (Tarrow, 1997) e influyendo directamente en las decisiones gubernamentales:

Ahí aparecieron las comisarías de la mujer, o sea, era como el sueño del juguete propio, ¿viste? Todo lo que habíamos reclamado durante años, ya te digo, esto era el año 89, desde el 82, imagínate. El pliego de reivindicaciones de la Multisectorial de la Mujer, el acceso a los métodos anticonceptivos, las guarderías, las comisarías de la mujer, los refugios para mujeres golpeadas (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

Muchas integrantes del movimiento de mujeres de Jujuy coinciden en que los años ochenta se constituyeron como un punto nodal de la participación política de las mujeres en Argentina: “Para nosotras era fundamental transgredir, ser transgresoras, pedir la palabra; en esos años empezamos a trabajar por que se nos incluyera y empezamos a ocupar distintos espacios en el Estado” (entrevista con Sandra, marzo de 2017).

Pero ese lugar de la mujer dentro de la participación política se venía discutiendo tiempo atrás y principalmente con el rol de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en plena dictadura cívico-militar: “La militancia de las mujeres después de la dictadura tuvo a las Madres y a las Abuelas como ejemplo, y eso la fortaleció” (entrevista con María, marzo de 2017).

Sin duda, el periodo de post dictadura en América Latina y la promoción de los derechos de la mujer a nivel mundial fueron fundamentales para el desarrollo del movimiento de mujeres y el rol político de la mujer en Argentina. A partir de 1981 comenzaron a realizarse los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, en tanto que la Organización de Naciones Unidas (ONU) coordinó el Encuentro Internacional de Mujeres en 1985, al conmemorarse la Década de la Mujer.

En Argentina, el peso de las organizaciones de derechos humanos promovidas por mujeres en plena dictadura cívico-militar ejerció una fuerte presión en la sociedad respecto al rol de la mujer, en tanto que en los años ochenta se profundizó el desarrollo de organismos vinculados con la lucha por los derechos de la mujer.14

En 1983 se creó la Multisectorial de la Mujer, que integraron mujeres de distintos ámbitos (sociales, políticos, sindicales), y que permitió el intercambio y la discusión respecto al lugar de la mujer y su proyección política y social. En ese momento, se inició conjuntamente la lucha por la reforma del Régimen de la Patria Potestad y los derechos políticos de la mujer (Alma y Lorenzo, 2009).

En 1989, con la gobernación de Ricardo de Aparici, del PJ, en Jujuy, se creó la Secretaría de la Mujer. Para Isabel, este acontecimiento significó una oportunidad política. A partir de sus vínculos ingresó al armado de la estructura de la Secretaría,15 pero ante la falta de presupuesto, las pocas posibilidades de llevar adelante proyectos y ciertos desacuerdos internos, decidió irse. Unos meses después, durante el gobierno de Eduardo Huascar Alderete (también del PJ), la Secretaría de la Mujer fue desarticulada.

Posteriormente Isabel integró la Coordinación de Municipios en el Ministerio de Gobierno de la provincia, desde donde impulsó áreas de la mujer en los gobiernos municipales, principalmente capacitando y brin- dando recursos para poner en marcha políticas públicas para las mujeres.

Para Isabel, el trabajo en organismos estatales vinculados con la mujer constituyó un punto nodal de su militancia, porque fueron espacios a partir de los cuales fue posible articular políticas públicas capaces de garantizar el derecho de las mujeres, y al mismo tiempo construir relaciones con distintos sectores feministas, principalmente con quienes creó la Multisectorial de Mujeres de Jujuy.

En este sentido, es importante remarcar que la participación en espacios gubernamentales y de gestión significó la configuración de redes y vínculos valiosos en la carrera militante y para la promoción de políticas públicas a favor de los derechos de la mujer, produciendo una fuerte articulación intersectorial en el interior de la Multisectorial.

Así, se observa la forma en que la participación en diversos espacios configura el multiposicionamiento o transversalidad militante; es decir, la militancia comienza a desarrollarse en distintos espacios de participación y se establecen diversos compromisos políticos. Esta transversalidad permite avanzar en una construcción política que garantiza la reproducción de la propia militancia.

En este sentido, una militante de la UCR fundadora de la Organización Juanita Moro, referente de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy y ex diputada provincial, analiza el rol de la mujer en la militancia:

Nosotras [en la década de los años ochenta] lo que hicimos fue conformar una organización de mujeres [la Juanita Moro],16 con un programa interesante, [que] yo podía respaldar porque estaba circunstancialmente cumpliendo una función pública. Abrimos una casa, porque acá había 500 chicos en la calle, entonces nos parecía que debíamos hacer algo. [Podíamos porque] teníamos toda una articulación y los pedidos y las exigencias que hacíamos en el gobierno de la provincia y en el municipio para poder ayudar y canalizar todos los problemas que tenían los chicos que tenían familia y aquellos que estaban solos. […] Fui parte de un grupo de mujeres en la década de los noventa, donde en realidad se profundizaba muchísimo el tema de la pobreza y donde las privatizaciones golpearon a mucha gente (entrevista con Lucía, junio de 2015).

Otras militantes que integran la Multisectorial de Mujeres de Jujuy coinciden en que la década de los años ochenta fue un momento en que las mujeres de los diferentes espacios comenzaron a articular acciones en común, lo que permitió el surgimiento de nuevas ofertas de espacios de participación a partir de la propia demanda (Klandermans, 2004):

Era una época en que las mujeres que estábamos en las organizaciones íbamos hacia las asociaciones más barriales, a las bases, y cuando las bases toman conciencia, el movimiento se pone fuerte. Cuando das participación y les hacés conocer los derechos a las bases, el pueblo tiene el poder y es el pueblo quien hizo ese movimiento fuerte y la mujer, ya conociendo sus derechos, participaba, pero esto dio toda una fortaleza (entrevista con María, marzo de 2017).

En ese entonces ya había un conjunto de mujeres que estaba al frente del movimiento […] y ahí empiezan a formarse las chicas más jóvenes. […] Se articulaba junto con los programas que venían de Buenos Aires; de hecho, empecé a ir a Buenos Aires, a participar allá de todas las actividades que había, foros, encuentros, todo lo que se estaba haciendo en relación a la situación de las mujeres (entrevista con Sandra, marzo de 2017).

LA MILITANCIA DE LA MUJER Y LA PARTICIPACIÓN POLÍTICO-ELECTORAL

En la década de los años noventa, comenzó a debatirse en Argentina la participación de las mujeres en el proceso electoral (para cargos electivos a nivel nacional), promoviendo la discusión de la Ley de Cupo;17 dentro de ese marco, en la provincia de Jujuy se conformó la Asamblea Permanente de Mujeres, en la que militantes de distintos espacios políticos y sociales comenzaron a sumarse, dando origen a la Multisectorial de Mujeres, “con la lógica de trabajo de las multisectoriales, por consenso” (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

La Ley de Cupo18 y su cumplimiento se convirtieron en un objetivo central de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy, en tanto se constituyó en una lucha por la igualdad entre hombres y mujeres:

Las necesidades en los ochenta fueron equiparar e igualar con los varones; así que la lucha era por la igualdad; hablábamos de democracia, pero la mujer estaba muy hacia abajo, nada de nivel, de equidad. Con la Ley de Cupo buscábamos una igualdad en los niveles de decisión, para eso era la ley (entrevista con María, marzo de 2017).

La aplicación de la Ley de Cupo no fue suficiente para revertir la tendencia del lugar de la mujer en cargos electivos en la provincia de Jujuy; por ejemplo, la representación femenina en la Cámara de Diputados de la provincia siempre mantuvo una posición desigual en cuanto a la cantidad de representantes varones (en 2013 dicha cámara estaba compuesta por 16 varones y nueve mujeres).

El reclamo por la igualdad política entre hombres y mujeres, más allá del aspecto electoral, alcanzó una fuerte transversalidad dentro de la militancia de la mujer y logró una gran diversidad en el proceso de construcción de la Multisectorial de Mujeres:

[La] Multisectorial de Mujeres de Jujuy fue un espacio que también rompió con la sumisión de la mujer al Estado y a los partidos políticos, que se abrió para que mujeres desde distintos lugares, el sindicalismo, el político, pudieran trabajar por ahí temas que en sus espacios concretos no podían; entonces fue amplia, convocó a un espectro muy amplio de mujeres […] y resultó que cumplió una función espectacular (entrevista con Sandra, marzo de 2017).

La Multisectorial fue fundamental para la militancia por la ampliación de derechos de la mujer, y se consolidó como un espacio de pertenencia novedoso que abrió un proceso de interacción entre integrantes de distintos espacios políticos y sociales. Esto permite observar cómo la militancia de la mujer profundizó un proceso de multiposicionamiento y transversalidad militante, en tanto que no se negaba la pertenencia a otros ámbitos de participación, y al mismo tiempo permitía la interacción constante entre el surgimiento de nuevos espacios de militancia y aquellos más tradicionales, como los partidos y los sindicatos.

Así, el proceso militante pasa a tener varias dimensiones que se dividen a partir de objetivos que se entrecruzan; el nuevo lugar de la mujer militante no sólo pasa por ocupar espacios de toma de decisiones sino también por construir y (re)construir los procesos de participación política tanto dentro como fuera de las estructuras tradicionales, principalmente a partir de la demanda de nuevos derechos.

Isabel integró la Multisectorial a partir de su lugar en el área de la Mujer de la UNJU; para ella ese era el espacio a partir del cual discutir y luchar por los derechos de la mujer. “Yo tenía mi anclaje ahí” sostiene, aunque afirma que para esa época ya existían distintos espacios de militancia femenina; esto sugiere que hay una diversidad de formas de integrar y participar en la militancia política.

Pero la Multisectorial no fue la única novedad de la participación política de las mujeres; en la década de los años noventa, sobre todo a partir de la crisis laboral económica y social que atravesó Argentina, muchas mujeres pasaron a ocupar espacios de participación política social en los barrios:

Cuando yo llego a Jujuy, en el 84, junto con [otra militante radical e integrante de la organización Juanita Moro] que era vecina mía, empezamos a armar la Comisión de Mujeres del barrial. Era decirles a las amas de casa que se podía luchar por los derechos, comenzamos así. Después dejo esa comisión porque en el 85 el barrio me elige presidenta del Centro Vecinal (entrevista con María, marzo de 2017).

Por su parte, una militante y ex presidenta del Centro Vecinal del Barrio Chijra de San Salvador de Jujuy da cuenta del surgimiento de nuevos espacios de mujeres en los barrios:19

En 1994 yo estaba separada y sin trabajo, y con otra chica de la esquina -que también se quedó sin trabajo- decidimos juntarnos todas las mujeres; todas éramos jefas de hogar que no teníamos marido, separadas, divorciadas, entonces decidimos conformar la Comisión de Madres del Barrio Chijra […], armamos microemprendimientos y empezamos con la copa de leche20 en el barrio (entrevista con Clara, marzo de 2017).

A pesar del peso de los partidos políticos y los sindicatos, es importante notar cómo la militancia de la mujer desborda estos espacios; las demandas vinculadas con los derechos de la mujer y a las necesidades en los barrios permitieron el surgimiento de nuevos espacios de participación política; estos no sólo fueron integrados por nuevas militantes, sino también por aquellas que formaban parte de las estructuras más tradicionales de la política.

Incluso aquellas militantes partidarias que lograron integrar espacios de gestión o representación gubernamental supieron utilizar ese lugar y acceder a los recursos necesarios para la construcción de nuevos espacios de militancia de las mujeres por fuera de las estructuras de participación tradicionales.

Siguiendo la trayectoria de Isabel y de la militancia de la mujer en Jujuy, podemos observar la manera en que el multiposicionamiento forma parte de una estrategia política en la búsqueda de alcanzar ciertos objetivos que garanticen la propia subsistencia de la militancia de la mujer:

[Con la Juanita Moro] nos fuimos formando y nos fuimos diferenciando del partido. La actividad partidaria muchas veces te pone un techo, porque es muy difícil competir adentro, porque hay actitudes machistas, porque la conducción del partido muchas veces se pone muy arriba […]. Y la verdad es que nunca hemos hablado de los cambios y de las transformaciones que estaban afuera, que pasaban; y nosotros veníamos viviendo eso, palpando, porque acá era otro movimiento, otra lucha, otra relación, donde nos hacía ver que no era tan como lo planteaba el [partido]. Y ahí es donde te ponen un techo y te dicen: “No, hasta acá llega, de esto se habla, de esto no se habla”. [Pero] nosotras teníamos otra fuerza, éramos más rebeldes, nos decían que éramos las zurdas del radicalismo (entrevista con Lucía, junio de 2015).

En este sentido, la lectura de esta militante sobre los límites del partido a la militancia de las mujeres es un punto clave para entender la transversalidad y el multiposicionamiento de las militantes, principalmente si se entiende que su construcción política no puede limitarse a los factores coyunturales y que la demanda por nuevos derechos, entre los que se incluyen los electorales, es transversal a todos los espacios de militancia.

Por su parte, Isabel logró establecer y profundizar sus compromisos políticos, principalmente en el ámbito sindical, e inició una fuerte participación en ADIUNJu, donde fue electa secretaria general en 2016 y reelecta en 2018.

En el relato de su historia de vida militante, Isabel deja claro que en sus múltiples roles como docente, dirigente gremial y feminista, encontró la manera de generar prácticas que pudieran vincular los derechos laborales y los derechos de la mujer; y que supo, como otras militantes, encontrar diferentes formas de pertenencia a través de las cuales llevar adelante la construcción política.21

Desde esta perspectiva, y a pesar de sus múltiples compromisos, para ella la militancia feminista obliga necesariamente a ubicar espacios para hacer efectiva la lucha por los derechos de las mujeres:

Yo soy militante feminista. Para mí la militancia tiene que ver con acciones por la vigencia, conquista, garantía, efectivización de derechos, para lo cual tenés que desarrollar una serie de acciones políticas colectivas que alguien, desde algún espacio, tiene que motorizar (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

Para Isabel, el feminismo establece un compromiso imposible de soslayar, porque la condición de mujer no cambia, se es mujer toda la vida:

Yo no tuve una militancia de clase desde la opresión sentida en la piel. No, a lo mejor sí tuve una militancia sentida desde la opresión como mujer, pero soy de los sectores de mujeres menos oprimidas. Soy blanca, soy heterosexual, estoy instruida, tengo un buen laburo. O sea, de todos los sectores de mujeres oprimidas soy la que tiene menos atravesamientos opresivos. [Entonces, la militancia feminista] para mí es una revisión, esto es una revolución personal, muy para adentro porque vos tenés que revisarte tu propio ser, porque vos sos socializada en una sociedad patriarcal; además el cuerpo de las mujeres es un cuerpo atravesado por las presiones, y vos no podés ir por la vida sin tu cuerpo, es tu cuerpo, ese cuerpo es objeto de opresiones permanentes, entonces es insoslayable, es una militancia de 24 horas al día. Por eso, una vez que vos asumís el feminismo, no podés no ser feminista, no hay manera (entrevista con Isabel Guzmán, diciembre de 2014).

A lo largo de la investigación y en charlas informales con otras militantes que integran la Multisectorial de Mujeres de Jujuy, todas coincidieron en que la militante mujer (sea o no feminista) tiende a transgredir el orden vigente porque la forma de organización social, y sobre todo en Jujuy, es patriarcal y ubica arbitrariamente a la mujer dentro del hogar. Esas mismas voces fragmentarias permiten conjeturar que la condición de militancia de la mujer tiende a configurar una militancia feminista que “propugna un cambio en las relaciones sociales que conduzca a la liberación de la mujer -y también del varón- a través de eliminar las jerarquías y desigualdades entre los sexos” (Gamba, 2008: 2).

Conclusiones

Este artículo se propuso indagar respecto al multiposicionamiento militante por medio de la reconstrucción de la carrera militante. Se dio cuenta de la forma en que las militantes establecen diversos compromisos e integran distintos espacios de participación que no tienden a ser excluyentes, a pesar de no compartir los mismos objetivos.

La trayectoria militante de Isabel y su relato (como el de otras militantes) dieron cuenta de la forma en que la práctica política no está determinada por una única estructura orgánica; por el contrario, la militante puede inscribirse en distintos espacios y ámbitos de participación, generando un proceso de multiposicionamiento o transversalidad.

Esto es utilizado en muchos casos como instrumento para avanzar en su carrera militante y poner en marcha una construcción política (Berardi Spairani, 2018), lo que surge como una estrategia individual y es una opción dentro de la actividad militante.

Por otra parte, la trayectoria militante que aquí se presentó permite comprender la manera en que el militante total que describe Bernard Pudal (2011) es abandonado a medida que emergen nuevas demandas, compromisos y espacios de participación, dando lugar a un tipo de militancia novedoso.

De esta forma, la hipótesis del multiposicionamiento militante configura una novedad en la participación política actual, en tanto esa transversalidad no está sujeta a una estructura, sino que está determinada por la diversidad en los compromisos políticos. Así, la carrera militante no se desarrolla sólo en el interior de las estructuras orgánicas, sino también por fuera de ellas.

En este sentido, no hay una exclusividad ni del ámbito ni del espacio de participación; por el contrario, hay una dinámica respecto de las pertenencias, en muchos casos condicionadas por los clivajes, los contextos políticos y el surgimiento de nuevas demandas. Así, el peso de las estructuras de participación no parece ser el determinante ni de la identidad política ni del compromiso militante.

También se pudo observar la manera en que la dinámica militante interactúa en forma constante con los ámbitos laborales22 y la forma en que las militantes los utilizan como herramienta para su propia construcción política promoviendo políticas públicas. Esta actividad laboral también puede determinar el sentido del multiposicionamiento, e incluso es la forma de garantizar cierto reconocimiento público que permite al militante acceder a espacios de toma de decisión o de influencia en las políticas estatales, favoreciendo su propia construcción militante.

Por otra parte, no es posible sostener que el multiposicionamiento o la transversalidad militante se dé de manera transparente en todos los militantes, y tampoco se pretende establecer una generalidad. No obstante, sería posible inferir que estas son características de una forma de construcción política novedosa que el militante utilizaría con el fin de alcanzar los objetivos y que, en cierto punto, permite observar las transformaciones en la militancia contemporánea y justificar la necesidad de comprenderla y analizarla por medio de un estudio longitudinal.

LAS ENTREVISTADAS

Isabel Guzmán: comenzó a militar en la década de los años setenta en Buenos Aires, participó en la organización Montoneros y en otros espacios políticos y sindicales. En los años ochenta se fue a vivir a Jujuy, donde integró el incipiente movimiento de mujeres. Hoy es referente de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy. Actualmente es Directora del Área de Género de la Universidad Nacional de Jujuy y secretaria general de ADIUNJu. Entrevista realizada en diciembre de 2014.

Lucía: comenzó su militancia en la década de los años ochenta en la UCR. En esa misma década fundó la Organización Juanita Moro. Fue concejal en San Salvador de Jujuy y diputada provincial en reiteradas ocasiones. Entrevista realizada en junio de 2015.

María: comenzó a militar en la década de los años sesenta en el Partido Revolucionario de los Trabajadores en la provincia de Córdoba. En la década de los años ochenta se instaló en Jujuy, donde conformó la Comisión de Mujeres del Barrio 17 de Agosto. Fue parte de la creación de la Multisectorial de Mujeres. En la actualidad forma parte de la Organización Juanita Moro y de la Unión de Mujeres de la Argentina. Entrevista realizada en marzo de 2017.

Sandra: comenzó a militar en la década de los años ochenta en la UCR. Fue convencional constituyente de la provincia de Jujuy. Integró el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género. Es fundadora de la Multisectorial de Mujeres de Jujuy y en la actualidad es principal referente de la Fundación Siglo XXI. Entrevista realizada en marzo de 2017.

Clara: durante la década de los años ochenta comenzó una militancia social en el Barrio Chijra en San Salvador de Jujuy y en la UCR. Fundó la Comisión de Madres y en la actualidad es presidenta del Centro Vecinal del Barrio Chijra. Entrevista realizada en marzo de 2017.

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* El desarrollo del presente artículo forma parte del trabajo realizado en el marco de la tesis doctoral “El mundo militante en la democracia argentina contemporánea. Un estudio de trayectorias militantes en la provincia de Jujuy” entre los años 2014 y 2017. Dicha investigación fue realizada con financiamiento parcial de una beca de finalización doctoral del Consejo de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

1 De acuerdo con Pudal (2011) son cuatro los tipos de militancia: 1) militancia “heroica” (1945-1974), en la que se presta atención a la figura del activista obrero; 2) militancia “retribuida” (1975-1994), caracterizada por un proceso de desinterés y desafiliación militante en el que lo que prima para establecer un compromiso son los beneficios que se obtienen por esa participación; 3) “nueva militancia” o “militancia distanciada”, y 4) un nuevo tipo de militancia que alterna entre momentos de interés e involucramiento y otros de alejamiento y desinterés.

2La idea del multiposicionamiento es recuperada en diversos trabajos vinculados con la militancia, retomando el concepto de multiposicionalidad de Boltanski (1973); entre otros, Vommaro y Morresi (2011), Giorgi (2014) y Donatello y Levita (2017).

3En Argentina se ha desarrollado un conjunto de trabajos que recupera el concepto de carrera militante desde la perspectiva de Becker, entre ellos Vázquez (2010), Zenobi y Pereyra (2015), y Berardi Spairani (2017).

4Los relatos de militantes que aquí se presentan forman parte de un trabajo de campo en el marco de una investigación más amplia que se desarrolló en la provincia de Jujuy, Argentina, entre 2014 y 2017. Los nombres de los militantes fueron alterados, con el fin de preservar su identidad.

5El termino villa hace referencia a los barrios pobres de Argentina.

6El Peronismo de Base nació en la provincia de Córdoba a fines de los años sesenta, pero tuvo una pronta disolución en 1972. Se caracterizó por ser una alternativa dentro del peronismo de izquierda, cuya práctica se concentró en el desarrollo de una actividad militante destinada a los barrios y las fábricas (Luvecce, 1993).

7En este trabajo se consideró que la identificación feminista corresponde a una autopercepción de la militante que relata su historia. En este sentido, es posible observar que, dadas las diferentes voces militantes, en algunos casos se utilizó el término feminista y en otros mujer militante o militancia de la mujer.

8La literatura respecto a los movimientos sociales de Estados Unidos en la década de los años ochenta tendió a construir canales explicativos de la participación a partir de análisis racionalistas y estructuralistas que solaparon las explicaciones valorativas, ideológicas e identitarias de la participación en los movimientos; así, el involucramiento en estos espacios y las acciones colectivas eran explicados principalmente por las oportunidades políticas y las redes que permitían el involucramiento de los sujetos; esta perspectiva es principalmente visible en los trabajos de McAdam (1982, 1988).

9La marcha convocada por la CGT fue el resultado de un conjunto de acciones que venía tomando el sindicalismo argentino contra las políticas económicas del gobierno de facto. Fue sin duda un punto de quiebre para el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

10En términos generales, tanto la UCR como el PJ son partidos policlasistas de alcance nacional. No obstante, se pueden marcar algunas diferencias. El PJ es un partido nacionalista popular, que sugiere una alianza entre sectores medios, populares asalariados y burguesía nacional industrial. Por su parte, la UCR es un partido liberal republicano, que promueve una alianza entre los sectores medios y la burguesía concentrada. En lo referido a la mujer, ambos partidos tenían espacios o ramas feministas o de la mujer; sin embargo, su rol era totalmente secundario en la estructura partidaria y en la toma de decisiones.

11Sobre el surgimiento de la Multisectorial, ver Alma y Lorenzo (2009).

12 Becker (2012) utiliza este término para referirse a la Contingencia Laboral, es decir, los cambios de empleo en la carrera de los individuos dentro del sistema ocupacional; a los fines de este trabajo y retomando esta perspectiva, consideramos “contingencia” como el momento en el que se produce una ruptura o cambio profundo en la biografía militante.

13En 1985, el presidente Raúl Alfonsín creó el Programa Nacional de Promoción de la Mujer y la Familia, luego reemplazado por la Subsecretaría de la Mujer, con el objetivo de promocionar y garantizar la igualdad de oportunidades para ambos géneros. En 1991, con la reforma del Estado, bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem, la Subsecretaría fue eliminada.

14Entre otros, el Centro de Estudios de la Mujer; la Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer y el Instituto de Estudios Jurídico-Sociales de la Mujer (Alma y Lorenzo, 2009).

15Por otra parte, la Secretaría de la Mujer de Jujuy permitió el desarrollo de un conjunto de proyectos, muchos de ellos productivos, que tendían a favorecer la incorporación de la mujer, en igualdad de condiciones que los hombres, en distintos ámbitos sociales y políticos. Sobre este tema, ver Baco, Álvarez y Foti (1992).

16En la década de los años ochenta se crea la Organización Juanita Moro, que se reivindicaba como una organización en defensa de los derechos de la mujer, como “respuesta a la demanda de necesidades básicas de la población, especialmente del área mujer”, con el objetivo de “superar la discriminación contra la mujer y promover las condiciones sociales para garantizar el ejercicio efectivo de los derechos de la mujer” (Organización Juanita Moro, s/f).

17El 29 de noviembre de 1991 se promulgó en Argentina la Ley 24.012, que obligó a que todos los partidos incluyeran un mínimo de 30% (“en proporciones con posibilidad de resultar electa”) de mujeres entre sus candidaturas electorales para ocupar cargos públicos a nivel nacional. En el año 2000, vía decreto 1246, el Poder Ejecutivo reglamentó la Ley de Cupo.

18La discusión respecto a la Ley de Cupo constituye uno de los puntos nodales del movimiento de mujeres en Argentina; pero esta necesidad de acceso a los espacios de decisión no es una discusión a nivel local solamente. En la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, aprobada en la 16ª Sesión Plenaria de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer organizada por las Naciones Unidas, que se llevó a cabo en China entre el 4 y 15 de septiembre de 1995, se afirma: “La participación igualitaria de la mujer en la adopción de decisiones no sólo es una exigencia básica de justicia o democracia, sino que puede considerarse una condición necesaria para que se tengan en cuenta los intereses de la mujer. Sin la participación activa de la mujer y la incorporación del punto de vista de la mujer a todos los niveles del proceso de adopción de decisiones no se podrán conseguir los objetivos de igualdad, desarrollo y paz” (Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, 1995).

19Sobre la militancia barrial/territorial en Argentina, ver Merklen (2010), Auyero (2004) y Quirós (2006).

20En la década de los años noventa, en Argentina el crecimiento de la pobreza producto de los elevados índices de desocupación llevó a que muchas organizaciones sociales y barriales pusieran en marcha espacios para darles de comer a los chicos de las familias empobrecidas, en algunos casos por medio de comedores comunitarios (brindaban el almuerzo o la cena) y en otros por medios de merenderos (dándoles leche, mate cocido o té con pan a los chicos); la copa de leche hace referencia a esta última actividad que desarrollaron las organizaciones sociales, entre ellas la Tupac Amaru. Los recursos para desarrollar la copa de leche venían de aportes propios de los integrantes de la organización, o de aquellos que eran entregados por el gobierno nacional o local.

21A Isabel no parece generarle un conflicto su doble militancia; en la entrevista fue clara al definirse como feminista y militar en consecuencia.

22Existe un conjunto de trabajos que dan cuenta de un tipo de militancia que combina la expertise, la profesionalización y la actividad política, principalmente a partir del rol que los activistas desarrollan en la gestión pública, en ministerios, secretarías y direcciones tanto nacionales como locales. Este tipo de actividad profesional le permite al militante construir un tipo de relación particular entre su militancia (y el vínculo con las bases) y el Estado, principalmente promoviendo políticas públicas. Incluso, algunos de ellos recuperaron la experiencia de la participación como trabajadores en la gestión pública de militantes de organizaciones de corte territorial. Entre otros textos se pueden mencionar Perelmiter (2010), Gradin (2012) y Vázquez (2014).

Recibido: 24 de Enero de 2019; Aprobado: 10 de Septiembre de 2019

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