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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.82 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2020  Epub 09-Sep-2020

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2020.2.58145 

Artículos

Estudios sociales rurales: campo y producciones científicas

Rural social studies: Field and scientific productions

Yisel Herrera Martínez* 

*Máster en Sociología por la Universidad de La Habana. Departamento de Estudios Socioculturales, Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez. Temas de especialización: sociología rural, sociología del conocimiento científico, estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Carretera a Rodas Kilómetro 4, Cuatro Caminos, Cienfuegos, Cuba.


RESUMEN:

La tradición de estudios rurales sitúa al espacio y la ocupación en actividades primarias como ejes analíticos, a la sociología rural como disciplina legitimada, pero varias perspectivas pueden complementar los estudios sociales sobre lo rural. El campo de estudios sociales rurales constituye una opción para el análisis multidisciplinar; el conocimiento científico se convierte en objeto de sistematización bajo el marco referencial del campo científico. La sociología del conocimiento, estrategia teórico-metodológica, privilegia la identificación de determinantes sociales y procedimientos internos generados por los científicos en Cuba, refleja recorridos sociohistóricos y teórico-metodológicos y muestra el desarrollo en la dinámica ciencia-economía-política-sociedad.

Palabras clave: ciencias sociales; campo científico; producción científica; lo rural; Cuba

ABSTRACT:

The tradition of rural studies place the space and occupation in primary activities like analytical axes and the rural sociology like legitimated discipline, but several perspectives might complement the social studies on what’s rural. The field of rural social studies constitutes an option for multidisciplinary analysis. The scientific knowledge becomes object of low systematization the scientific field’s referential frame. The sociology of knowledge, theoretical and methodological strategy, privileges the identification of social determinants and internal procedures generated by the scientists in Cuba, reflects historic, theoreticians and methodological journeys and they evidence the development in the expeditious science political economy society.

Keywords: social sciences; scientific field; scientific production; rural; Cuba

La organización científica, como sistema abierto, reconoce la intervención de actores múltiples que proveen recursos y soportes para el avance de la ciencia, relacionados con los contextos políticos, económicos y sociales que le sirven de telón de fondo. De ahí la importancia de las aportaciones de la sociología del conocimiento y de las teorías elaboradas para comprender las relaciones entre científicos al producir conocimiento: comunidad científica (Robert Merton, Warren O. Hagstrom); campo científico (Pierre Bourdieu); disciplinas científicas (Joseph Ben- David); colegios invisibles (Derek J. de Solla Price y Diana Crane).

El conocimiento, como proceso social, es cambiante en su contenido, principios y categorías; al saberse como pensamiento condicionado, su determinación debe establecerse a partir de sus bases, naturaleza, grado y consecuencias. La estructura social, como clase y grupo, es concebida como un elemento condicionante del pensamiento (Scheler, 2000; Mannheim, 1966, citado por Muñoz y Gómez, 2011) y es importante para comprender la construcción del conocimiento y la naturaleza de la formación de los científicos y sus instituciones. La multiplicidad de formas de pensamiento coexistentes en un espacio y en un tiempo se estructura y se transforma como parte de las condiciones de la producción y del poder. En las relaciones de poder, ideológicas por su determinación, se identifican entramados de interdependencia entre los seres humanos en todos los planos sociales y se ubican posicionamientos como aliados y como adversarios.

Aunque la actividad científica potencia cada vez más formas de producción de conocimiento regidas por las relaciones disciplinares y de cooperación, se evidencia una superposición del componente individual y las contra-normas ante los elementos normativos, y se manifiesta una dinámica propia no planeada, afectada por la organización social. El caso de las ciencias sociales se muestra sobredimensionado por la naturaleza del objeto de estudio, pues el científico depende de las valoraciones de su grupo y de su orientación para la acción. Adquiere relevancia la interrelación objeto-sujeto; el hombre, como actor-autor, crea una relación objetiva de regularidades sociales cuyo resultado es el entrelazamiento de las subjetividades de la actividad humana, que responde a móviles ideológico-clasistas y a motivaciones individuales diversas.

El objetivo de este artículo es analizar las producciones científicas sociales sobre lo rural en Cuba a partir de la teoría de campo científico de Pierre Bourdieu, en una conjugación de lo organizativo y lo cognitivo (Rodríguez Estrada, 2016).

La sociología del conocimiento permite establecer una relación entre el conocimiento científico producido y su contexto social de referencia, así como realizar un recorrido histórico por las ideas que constituyen antecedentes del discurso científico. Al considerar las ideas como reflejo de la realidad detrás de ellas, la presente investigación se ubica en una posición intermedia entre el internalismo y el externalismo; permite develar el proceso de construcción del conocimiento dependiente de factores extracientíficos y aquellos internos de la misma ciencia. El análisis de varias fuentes secundarias permite transformar documentos en resultados; las entrevistas semiestructuradas contrastan, con criterios externos a la investigación, las valoraciones personales del autor, que tienen como punto de partida el análisis de contenido.

La constitución de un campo científico

La presente investigación se apropia de la noción de campo científico de Bourdieu, quien propone, según Luis Orozco y Diego Chavarro (2010), la mejor concepción de la ciencia desde sus elementos conceptuales de campo, capital, estrategias y habitus, y recupera un debate desde posiciones similares y distanciadas. El abordaje de la teoría de los campos tiene origen en la física a comienzos del siglo XX, pero para las ciencias del hombre se desarrolla por Kurt Lewin desde la psicología y por Pierre Bourdieu desde la sociología.

El análisis en términos de campo rompe con las nociones del sentido común y de construcción de objetos de investigación, pues condiciona el trabajo científico al trabajo institucionalizado, social e históricamente producido y reproducido desde la lucha por la obtención o conservación del capital científico. Afirman José Manuel Fernández y Aníbal Puente (2009) que Lewin y Bourdieu pretenden integrar las diferentes dimensiones de las conductas o de las prácticas que suelen contraponerse en muchos enfoques psicológicos y sociológicos: sujeto versus objeto, agencia versus estructura. La relevancia de esta teoría para el análisis de la producción científica, más allá de la postura constructivista, radica en que posibilita analizar la dinámica del grupo social desde la determinación de la posición relativa de sus componentes, la estructura del grupo y la situación en el entorno.

Sin embargo, la teoría del campo de Bourdieu logra articular las dimensiones objetiva y subjetiva de los procesos sociales de manera que el análisis puede ser integrado en fenómenos micro y macro-sociológicos, y es aplicable a diferentes ámbitos de la práctica humana, al incorporar las nociones de hegemonía y poder.

El campo científico, para el presente estudio, hace valer la producción de conocimiento científico. La formulación de Bourdieu, publicada en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, señala:

El campo científico como sistema de las relaciones objetivas entre las posiciones adquiridas (en las luchas anteriores) es el lugar (es decir, el espacio de juego) de una lucha de concurrencia, que tiene por apuesta específica el monopolio de la autoridad científica, inseparablemente definida como capacidad técnica y como poder social, o, si se prefiere, el monopolio de la competencia científica, entendida en el sentido de capacidad de hablar y de actuar legítimamente (es decir, de manera autorizada y con autoridad) en materia de ciencia, que está socialmente reconocida a un agente determinado (Bourdieu, 1976: 76).

La asunción de la teoría del campo científico como referente desde la sociología implica la delimitación de una postura epistemológica que rompe con las dicotomías tradicionales presentes en la ciencia sociológica, de aquella que separa lo estructural de lo agencial, al reconocer que una postura objetivista o subjetivista por separado resulta insuficiente para comprender la naturaleza de las estructuras sociales suscitadas en el entramado de relaciones objetivas como subjetivas, que ocurren en el interior del campo y de las expresiones simbólicas y subjetivas que las acompañan o se les oponen. No se puede comprender la dinámica del campo sin entender de manera dialéctica la relación establecida en la “objetivación del sujeto de la objetivación”.

Para Bourdieu (2003: 162-163) es necesario resaltar científicamente las condiciones sociales de la construcción del conocimiento y del sujeto de esa construcción. De esta manera, el proceso ocurre en tres niveles: 1) al identificar la posición en el espacio social global (su posición de origen y trayectoria, su pertenencia y adhesiones sociales); 2) al identificar la posición ocupada en el campo de los especialistas; 3) al objetivar todo lo que está vinculado a la pertenencia al universo escolástico como carente de interés. Cuando el investigador toma partido frente a una percepción de lo social, adjudicada por un conjunto de disposiciones incorporadas, habitualizadas, y entra en pugna con las otras verdades construidas sobre lo social, lo que se objetiva no es la especificidad vivida del sujeto conocedor, sino sus condiciones sociales de posibilidad y, por tanto, los efectos y los límites de esa experiencia.

Otros elementos para la comprensión del campo científico se exponen en la teoría del habitus y campo. En el trabajo “Algunas propiedades de los campos”, Bourdieu (1990) destaca al campo como una estructura de relaciones entre los diferentes actores que lo constituyen, a la vez que tiene un carácter histórico-social. Las relaciones establecidas muestran un conjunto de características comunes, de hábitos y prácticas socialmente construidas, en función del capital específico que ostentan (bienes materiales y simbólicos acumulados a lo largo del tiempo); se reproducen las relaciones de poder y de autoridad de aquellos que acumulan mayor capital sobre aquellos que menos poseen.

En relación con el campo científico, se distingue la relación del conocimiento producido con el conocimiento que lo precede y el condicionamiento que da forma a las estructuras del habitus -sistema de esquemas de percepción, de pensamiento, de apreciación y de acción (Bourdieu y Passeron, 1979: 19). La relación indivisible del habitus con el campo -soporte donde ocurren todas las relaciones, prácticas sociales y culturales y criterio de existencia de lo social- señala implícitamente la posición que ocupa en el espacio social el agente: la posición que tiene en los diferentes campos o poderes a partir del capital económico, cultural, social y simbólico1 adquirido.

El campo representa los elementos subjetivos que intervienen en la transformación de las estructuras objetivas mediante la praxis: lo social se interioriza en los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas; tiene el poder de la adaptabilidad. Permite la integración de un grupo, y sobre ese principio descansan aspectos que imprimen identidad total o parcial a los agentes.

Se configura a partir de un orden científico que promueve la lucha y tiene presente la estructura y la acción política (Bourdieu, 1994). La estructura está dada por el estado de la distribución del capital simbólico, que separa a los actores en dominados y dominadores, por el establecimiento de sus límites y la legitimación de la práctica científica a través de premios, publicaciones. La acción política es el elemento vinculante con otros campos: permite analizar las fuentes de financiación y tecnologías y la política científica.

El estado del campo es otro de los elementos que deben tenerse presentes en el análisis; direcciona su punto de mira como resultante objetivada de instituciones y de las transformaciones en la estructura al asumir estrategias que pueden ser de conservación, al asegurar la perpetuación del orden científico establecido o de subversión que redefinen los principios de legitimación de la dominación. Las estrategias encuentran el principio de su orientación y de su eficacia en las propiedades de la posición ocupada por quienes las producen en el interior de la estructura del campo.

Estos elementos teóricos permiten conceptualizar el objeto de esta investigación, basado en un conocimiento relativo y relacional. El campo de los estudios sociales rurales en Cuba se construye como un espacio de producción de saber multidisciplinar. En su devenir histórico se han ido sumando perspectivas analíticas provenientes de saberes y disciplinas, heterogéneas y que, a la vez, presentan puntos de contacto. Este campo comparte un fundamento histórico social derivado del contexto de transformaciones agrarias y de la implantación de políticas públicas que afectan los escenarios rurales. Su objeto se circunscribe a la identificación, descripción y/o transformación de los procesos y relaciones sociales entre los hombres, y entre éstos, con un espacio geográfico consensuado como rural.

Según Francisco Entrena Durán (1998), lo rural, como una categoría socioespacial con tres dimensiones (económica, social y política), constituye una base para la evaluación de lo cognitivo dentro del campo científico. La primera dimensión incluye factores conformadores de la estructura socio- económica rural: población, relaciones laborales, propiedad de la tierra y la estructura social; la segunda, especificación espacio-temporal, es definida por el capital social que valora las relaciones y estructuras sociales, conductas de reciprocidad y cooperación en los niveles organizacionales del colectivo; la última, las manifestaciones de políticas o actuaciones llevadas a cabo por el Estado para influir sobre estos territorios.

Se retoma, a partir de esta idea, la existencia de una comunidad científica que comparte elementos culturales para el estudio de lo rural, pero se rompe con la idea -desde la noción de campo- de que “los sabios forman un grupo unificado, prácticamente homogéneo” (Bourdieu, 2003: 86). Los discursos construidos sobre la realidad rural responden a intereses estructurados a partir de nexos que establecen los investigadores. El conocimiento científico puede diferenciarse por la asimilación en la sociedad en que se inserta, en sus fines y agentes, en sus modos de organización y funcionamiento, en sus resultados y usos, en los valores que le comunica (Núñez, 1999: 14). En el contexto cubano están diferenciados en el discurso académico, el científico y el institucional oficial; responden al anclaje de fuerzas, relaciones, estructuras y procesos actuantes que condicionan el surgimiento, la perduración, el crecimiento, la orientación y la decadencia del conocimiento.

Lo social y lo rural en el campo científico

Las ciencias sociales aluden al conjunto de disciplinas que tratan temas referentes al hombre y la sociedad (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001), que han formulado teorías generales y utilizan diversos métodos de recogida y análisis de datos, proceso que permite formular nuevas explicaciones que integran la experiencia y el lenguaje (Puga, 2009). En el siglo XX, la historia, la antropología y la geografía terminaron por marginar lo que quedaba de sus antiguas tradiciones universalizantes; la sociología, la economía y la ciencia política consolidaron sus posiciones como núcleo (nomotético) de las ciencias sociales (Wallerstein, 2006: 33). La institucionalización de la enseñanza es acompañada por la institucionalización de la investigación, se fomentan publicaciones especializadas en cada disciplina, se constituyen asociaciones de estudiosos según líneas disciplinarias y se crean colecciones y bibliotecas catalogadas por disciplinas.

Sin embargo, en el momento en que las estructuras institucionales de las ciencias sociales parecían estar plenamente instaladas y delineadas, sin entronizaciones con las ciencias naturales y las ciencias humanas, las prácticas de los científicos sociales empezaron a cambiar. El cambio en el contexto global estimula las intrusiones recíprocas de científicos sociales en campos disciplinarios vecinos; ignoran en este proceso las legitimaciones que cada ciencia social había erigido para justificar sus especificidades como reinos reservados. La multidisciplinariedad surge como expresión de la flexible respuesta de las ciencias sociales a problemas que había encontrado y a objeciones intelectuales planteadas acerca de la estructuración de las disciplinas (Wallerstein, 2006: 52).

Las tradiciones de pensamiento no eurocéntricas2 explican que las ciencias sociales tienen como sustrato las condiciones que se crean cuando el modelo liberal de organización de la propiedad, del trabajo y del tiempo, deja de aparecer como modalidad civilizatoria en pugna con otra(s) que conservan su vigor; por esta cualidad, adquiriría hegemonía como la única forma de vida posible. La constitución histórica de las disciplinas científicas producidas en la academia occidental señala que la sociedad industrial liberal es la expresión más avanzada de ese proceso histórico; define a la sociedad moderna. Por el carácter universal de la experiencia histórica europea, las formas del conocimiento desarrolladas para la comprensión de esa sociedad se convierten en las únicas formas válidas, objetivas, universales del conocimiento (Lander, 2000).

El mundo científico es un mundo social que debe ser estudiado, aunque no debe confundirse la demanda de una teoría del conocimiento que trascienda la “teoría universal” y general de las formaciones sociales, ni reducir las grandes teorías clásicas a fundamento de las teorías especiales. Defender que el conocimiento científico es construido socialmente sitúa la visión sociológica del mundo o la perspectiva sociológica (Wright Mills, 1969) en una vía de repensar el conocimiento a partir de la sociedad que lo origina.

Para las ciencias sociales en Cuba, el campo científico se articula bajo un halo de inferioridad en relación con las ciencias exactas y naturales, debido a problemáticas como la ausencia de una red de información que permita el flujo de intercambio de los resultados obtenidos entre los centros; la fragmentación de las investigaciones sobre los problemas de la sociedad; la existencia de barreras institucionales y proyectos de investigación que limitan los enfoques polémicos inter y multidisciplinarios. (Guanche Pérez et al., 2012).

Las producciones científicas se desarrollan en dos espacios, que van a contar con características propias y con distintas formas de relacionarse con los procesos de toma de decisión. Uno, encaminado a la formación académica, y otro a la investigación propiamente dicha, que marca un segundo circuito de producción y distribución de información y análisis, con una conexión más orgánica y directa con los procesos de toma de decisiones (Martín, 1999). Estos ámbitos diferentes de generación de conocimiento especifican la estructura y el estado del campo que delimitan el conocimiento acerca de la sociedad.

En la producción científica nacional del campo acerca de lo rural, y en otros, se distingue un discurso que pretende dar explicaciones a la realidad social, a través de la comprensión de los nexos entre lo general y lo particular, entre el todo y las partes y entre las propias partes, aunque no tiene como base la teoría sociológica. La noción de campo científico social sitúa a las ciencias sociales como reguladoras del mismo, y en su estudio se debe percibir el conjunto de relaciones particulares y los principios explicativos que pueden existir en el estado práctico y que se distinguen de una teoría unitaria de lo social.

Estos discursos se han caracterizado por un espectro más amplio de preocupaciones y por un carácter poli-disciplinar. Al tratar de distinguir lo sociológico se percibe lo que “algunos estudiosos denominan como intrusismo teórico, entendido en el sentido de la transdisciplinariedad, pues dentro del pensamiento sociológico se reconocen derivaciones teóricas y preferencias temáticas de otras disciplinas afines” (Muñoz, 2005: 343). Esta característica se acrecienta dado el incremento de las investigaciones basadas en problemáticas concretas de la realidad cubana en toda su complejidad, que aportan datos de interés empírico y para la teoría; que ponen en práctica el arsenal instrumental para la recopilación de información y cuyos resultados permiten a los investigadores y a las instituciones brindar soluciones con capacidad de introducción para la transformación social (2005: 369).

Para la comprensión de lo social en el conocimiento científico, la posición de Mayra Espina es útil al definir un enfoque sociológico:

Lo peculiar del enfoque sociológico en relación con otras ciencias que poseen el mismo objeto general […] estriba en su intención de examinar la sociedad en su integralidad, como síntesis de la interacción de los más disímiles fenómenos particulares, y de jerarquizar, en condiciones históricas concretas, el conjunto de circunstancias y el tipo de sus nexos combinados que ejercen la influencia determinante en el comportamiento de diferentes procesos (Espina, 1995: 39).

Para el proceso de análisis de la producción social del conocimiento científico acerca de lo rural, se tienen en cuenta conceptualizaciones, teorías vinculadas con determinados enfoques teóricos y metodológicos; la formación de investigadores; el establecimiento de aparatos institucionales relacionados con la investigación y las fuentes de financiamiento de la actividad científica. También se debe indagar acerca de las agendas de debate, la existencia de receptores o beneficiarios del conocimiento; la aplicación práctica de los conocimientos producidos conduce a reflexionar acerca de las ciencias sociales y la delimitación de lo rural como categoría de análisis particular.

El interés por el espacio ha sido centro de atención de las ciencias sociales. Está conformado por elementos naturales y culturales, que determinarán en un primer momento la infraestructura económica de un territorio y manifestarán las actividades transformadoras de la sociedad que lo habita y lo utiliza (Peña Frade, 2015). Sin embargo, en ocasiones se perciben perspectivas de análisis en las que el espacio y la sociedad no están en un mismo nivel de análisis: despojo del espacio del sentido humano y des-atribución del significado cultural.

En el discurso producido sobre lo rural confluye el análisis de un espacio geográfico en el que ocurren relaciones sociales y permite que disímiles disciplinas lo perciban como el contexto social de referencia al que puede ser generalizable cualquier teoría o metodología. La determinación territorial imprime límites de significación cognitiva que pueden colisionar unos con otros; pueden coincidir o no con el objeto académico o de estudio acerca de “lo rural”.

El tratamiento teórico ha suscitado debates en el mundo académico desde antes de la institucionalización de la sociología rural y de la búsqueda de una definición sociológica. Varias concepciones desde las ciencias sociales se han aplicado a la relación sociedad-territorio, a veces influidas por teorías o perspectivas teóricas importadas de otras disciplinas: Ferdinand Tönnies, en su obra Community and Society (1957), establece una relación comparativa entre los presupuestos rural-urbanos que da inicio a la dicotomía teórica en el ámbito de las ciencias sociales. Pitrim Sorokin y Carle Zimmerman (1929) denominan la teoría del continuo rural-urbano y plantean rasgos utilizados en la actualidad. Alexander Chayanov enfatiza la tesis de sub-urbanización, con interés en la unión de lo social y lo espacial. La teoría de la dependencia describe la creciente periferización económica y política de la sociedad rural y los vínculos entre el desarrollo económico y las estructuras social y espacial (Dos Santos, 1970), asimismo, la visión de centro-periferia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Los debates marcan las transformaciones del contexto global, por lo que aparecen perspectivas de análisis a partir de la agricultura como actividad fundamental (Sevilla Guzmán, 1991). La nueva ruralidad (Kay, 2009) se presenta como aspirante a ocupar el lugar de privilegio, así como la preponderancia del enfoque territorial como un producto social e histórico (Echeverri, 2003), que concibe la multidimensionalidad de lo rural (FAO-Departamento de Cooperación Técnica, 2003).

El abordaje desde una perspectiva territorial acepta -y esta investigación destaca- que el recurso más importante del territorio rural es el capital social que se desarrolla en relación con el entorno geográfico; sin embargo, sus presupuestos son insuficientes para desarrollar una fundamentación teórica que equilibre los elementos espaciales y sociales.

El conocimiento acerca de lo rural precisa de la perspectiva de las relaciones disciplinares, construida en el sistema de relaciones sociales que tributan a las diversas esferas de lo social: la economía, la política, la cultura, lo institucional, las subjetividades y sus impactos en las políticas sociales. Como producto científico, no es exclusivo de la sociología en su especialización (desarrollo, cultura, rural o agraria) o de enfoques territoriales; exige un conocimiento empírico respaldado en teorías sociales generales que expliquen la estructura y esas relaciones y con base en un referente empírico (Wakeley, 1967), consensuado como rural. Esta es la razón por la cual en una apertura del diapasón sociológico se persigue analizar los estudios sociales rurales, como un campo específico.

Campo de estudios sociales rurales en Cuba

Realizar un análisis de los estudios sociales rurales en Cuba resulta complejo. La sociedad rural se configura a lo largo de procesos histórico-sociales y de reformas estructurales de la economía. La problemática mantiene el interés de diferentes actores sociales por las repercusiones económicas y sociales, y por constituir la producción de alimentos un asunto de seguridad nacional. El análisis del campo a partir de las producciones científicas establece valoraciones sobre la organización científica, las metodologías asumidas, la concepción de lo rural desde la disciplinarización, la divulgación y socialización científica.

La literatura que aborda estas problemáticas refleja la atención prestada por varias ciencias y por el pensamiento intelectual: Francisco Arango y Parreño (1971), Carlos Baliño (1975), Manuel Sanguily (1973), Julio Antonio Mella (1971), Antonio Guiteras Holmes (1971), Fernando Ortiz, Carlos Rafael Rodríguez y las investigaciones sociológicas realizadas por académicos estadounidenses (Problemas de la nueva Cuba; el Censo Agrícola de 1946; Rural Cuba; Estudio sobre los trabajadores agrícolas cubanos (1956-1957).

Con el triunfo revolucionario de 1959, las transformaciones económicas, políticas y sociales modifican una problemática social que había sido expuesta en 1953 en La historia me absolverá. El análisis agrario y de la estructura social rural constituye el eje esencial de las modificaciones iniciadas en la etapa democrático-popular agraria y antiimperialista (1959-1961) con la socialización de la propiedad de la tierra.

La primera década de Revolución carece de amplias producciones científicas. Se caracteriza por la implantación de las transformaciones radicales en las esferas de la vida social, política y económica de la sociedad cubana. Las producciones científicas son reguladas por un partidismo de la ciencia3 (Rodríguez, 1983; Rojas, 1983), donde el estudio del objeto debe complementar el compromiso social del interés nacional sobre los intereses sectoriales o personales. Este principio marca la pauta de las investigaciones y así quedará plasmado en la Política Científica en el campo de las Ciencias Sociales y Humanísticas (2002). La ciencia se adapta al contexto y los estudios comienzan a dar miradas hacia las clases y los grupos sociales, con un enfoque desde la teoría marxista-leninista.

La década de los años ochenta del siglo XX en Cuba es una etapa en que ya está consolidada la versión dogmática del marxismo-leninismo;4 su manifestación más directa es el cierre de espacios a la publicación de obras y autores del llamado marxismo occidental en todas sus versiones: pensamiento radical europeo, latinoamericano y anglo-estadounidense. Las producciones científicas hasta el primer lustro de los ochenta evidencian esta problemática, así como la justificación de la tendencia a la homogeneidad social que se legitima como un discurso hegemónico, desarticulado con las teorías de las desigualdades que imperaban en la academia y la ciencia producida fuera del bloque socialista euro-soviético. Los estudios sociales rurales manifiestan un fortalecimiento.

La urbanización es un medio para la optimización del sistema productivo y el mejoramiento de las condiciones de vida. Esta concepción sitúa los polos dicotómicos que dan luz de lo rural tradicional como opuesto al desarrollo y justifica el modelo de homogeneidad social al que se aspira mediante la “generalización de las condiciones materiales semejantes a las de la vida urbana, posibilitando el surgimiento de patrones socioculturales comunes” (Rojas, Ravenet y Hernández, 1983a: 115).

El periodo de rectificación de errores y tendencias negativas introduce nuevas miradas. En las producciones científicas, más alejadas del discurso institucional oficial, comienzan a identificarse los aspectos territoriales como diferenciadores del contenido de las políticas sociales, como refieren Orlando García, Karelia Barrera y Blanca González (1993). La sociología monopoliza los espacios de divulgación científica y la editorial Ciencias Sociales se destaca por la publicación de las investigaciones que se realizan;5 asimismo, lo hace la revista Economía y Desarrollo de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.

Las principales temáticas giran en torno a localidades pequeñas, estudios sobre el campesinado, la estructura agraria y los procesos de reforma agraria que coinciden con las investigaciones desarrolladas en América Latina. La perspectiva macroestructural de los procesos agrarios muestra las transformaciones con un enfoque histórico-social y con aportes desde la sociología y la economía política. La noción de cooperativización en el agro y su relación con la estructura social dan significado a conceptos como el de cambio social.

La implantación de las políticas públicas y su contextualización en la construcción del socialismo desde el subdesarrollo genera que el debate sobre lo agrario y lo rural gire en torno a la cuestión del desarrollo y sea reflejo de la influencia tardía y no explícita del pensamiento cepalino y del papel de la industrialización, enunciado por economistas neoclásicos (Piñeiro, 2000).

Desde el punto de vista metodológico, lo más relevante radica en el tipo de estudio que se generaliza, tipo ensayo, con marcado carácter descriptivo y de alcance macrosocial. Los datos analizados son obtenidos de las fuentes estadísticas nacionales y estudios precedentes. En esta etapa predomina el hecho científico, sustentado por los análisis de estadística descriptiva y la contrastación en espacios micro, con la aplicación de encuestas cuantitativas.

Las principales limitaciones hasta 1992 están marcadas por el seguimiento dogmático de presupuestos a partir de realidades alejadas de las condiciones de desarrollo cubano; se describen las bondades de las medidas, sin identificar las limitaciones al desarrollo provocadas. La estructura del campo se caracteriza por un desarrollo institucional incipiente, representada por la labor de personalidades que ejercen la autoridad científica: Iliana Rojas, Mariana Ravenet, Niurka Pérez.

La década de los años noventa está signada por una agudización creciente de las contradicciones internas de la sociedad y la formación de mundo políticamente unipolar. Los estudios son reflejo del compromiso teórico; sufren al entrar en crisis el marxismo y su variante dogmática (Yanes Quintero, 1995; Martínez Heredia, 1995).

Se realizan esfuerzos institucionales de organización de las ciencias sociales -creación del Polo de Ciencias Sociales en 1992 y delimitación de problemas sociales medulares-; éstos modifican la relación teoría social-práctica política. Los estudios sociales rurales siguen el curso de las transformaciones introducidas en la agricultura,6 toman auge y se consolidan, con resultados que dan seguimiento a la creación de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). La problemática del género en la agricultura y la sostenibilidad empieza a generalizarse.

La perspectiva de la desigualdad comienza a posicionarse como predominante en un contexto de transformaciones en el ámbito espacial-territorial, socio-estructural, económico y político. Son descritas por Dagoberto Figueras Matos (1999) y Lucy Martín Posada (2007) las desigualdades sociales y la movilidad en el campesinado; se apuntan como determinantes los objetivos de gobierno y las políticas implantadas, fortalecidas por las condiciones socioeconómicas y los fundamentos de orden de conciencia social campesina permanentes en los individuos que habían emigrado a otros componentes de la estructura social.

Son significativos los debates efectuados en las universidades y que adquieren mayor significación y visibilidad al publicarse los libros del proyecto Desarrollo Rural, Urbano y Participación Social del Equipo de Estudios Rurales (EER) de la Universidad de La Habana.7 Constituyen las publicaciones más importantes del decenio en materia agraria, compendian investigaciones, discusiones producidas en los centros universitarios y de investigación del país (La Habana, Villa Clara, Granma, Holguín, Las Tunas); reflejan regularidades en el régimen agrario nacional y ofrecen respuestas prácticas a los problemas más apremiantes (Donéstevez, 2006).

Estrategias de subversión son establecidas a través de la diferenciación de los campos de investigación y se perciben en las líneas que dan lugar a los programas de posgrado, buscando la legitimidad de la investigación científica a través del capital cultural institucionalizado.8

A las publicaciones periódicas que se reportaban se suma la apertura de revistas que publican resultados sobre las relaciones y dinámicas sociales en los espacios rurales, aunque su objeto no sea éste: Revista Innovación Tecnológica (1995), Temas (1995), Hombre, Ciencia y Tecnología (1997), Novedades en Población (2005). Las limitaciones económicas influyen en las políticas editoriales; los proyectos internacionales posibilitan la permanencia de la literatura científica sobre lo rural y los encuentros entre académicos y científicos.

La socialización del conocimiento en revistas y la inserción en el sistema internacional de distribución científica concede a los investigadores capital simbólico, pero produce tensiones entre agentes productores y agentes demandantes de conocimiento en función de la relevancia y el nivel científico alcanzado. El acercamiento crítico a la realidad pondera los análisis cualitativos, los estudios de casos desde posiciones exploratorias, descriptivas y de alcance microsocial. Considerar los resultados bajo el criterio de publicación oculta que las investigaciones tienen es instrumento para la toma de decisiones, y su carácter mayoritariamente descriptivo atenta contra la transformación social a la que se aspira.

El reordenamiento del sistema de agricultura en 2008, considerado por Juan Valdés Paz (2014) la Cuarta Reforma Agraria, implica la redistribución de tierras estatales o desestatizadas ociosas, entregadas en condiciones de usufructo a nuevos campesinos, a campesinos tradicionales y a cooperativas con disponibilidad de fuerza de trabajo. La implantación de los lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución (2010) conduce hacia una nueva política de desarrollo enfocado en lo territorial y lo local. Este enfoque, evidenciado en la academia y la ciencia con la sociología de la agricultura (Buttel, Larson y Gillespie Jr., 1990) y la sociología del desarrollo, transformaría la matriz económica cubana, destacando el vínculo entre economía, sociedad, políticas, instituciones y desarrollo humano.

El nuevo modelo de las ciencias sociales potencia el desarrollo de capacidades, la equidad y la participación en los procesos productivos; se transforman los roles tradicionales de los gobiernos locales y su relación con el sector agropecuario (González Mastrapa, 2017). Los estudios de corte institucional o sobre las políticas agrarias, así como la interrelación con los ejes de desarrollo, posicionan al sector agrario como potencialidad para el desarrollo de los municipios en Cuba (Labrada Silva, 2008; Pérez Díaz, 2010; Suset Pérez, 2011).

El desarrollo territorial rural emerge como una realidad entre la innovación social y el entorno (Cino Nodarse, 2009); los actores sociales, el territorio y el ambiente son articulados para enfrentar la heterogeneidad del mundo rural y trazar planes de desarrollo agrícola y rural sostenibles. Modelos de conocimiento contra-hegemónicos se extienden mediante el trabajo por proyectos con cooperación internacional, que además de transferir saberes y formar capacidades, permiten los aseguramientos y la movilidad para realizar los trabajos de campo. Se identifican potencialidades y limitaciones de los servicios sociales y residenciales para las poblaciones rurales y se presupone la competitividad territorial frente a la sectorial agropecuaria.

Se retoman los estudios de comunidades; mediante la intervención, se influye en la sostenibilidad ambiental y la complementación de los factores económicos (economía agropecuaria) y la generación y/o asunción de prácticas socioculturales que definen un modo de ser identitario, histórico y social (Herrera Martínez, 2015). Se presentan estudios que sacan a la luz dificultades como el disparo de la economía informal, el deterioro de las relaciones sociales e intersectoriales y la vida comunitaria, la agudización de los conflictos en los procesos productivos, la falta de correspondencia y coherencia entre el desarrollo social y el aporte económico de la zona con la consecuente pérdida de identidad, bajos niveles de ingresos, poca participación y liderazgo, así como las migraciones.

El debate sobre lo rural y lo agrario se hace más explícito, se mantienen las posturas sobre la diferenciación entre concepciones; la diversificación de espacios y otras actividades económicas son visibilizadas en el contexto cubano. Las concepciones operacionales modelan la combinación entre las dimensiones espacial, demográfica, social y cultural; sin embargo, el enfrentamiento entre el discurso académico frente al institucional no permite la internalización de nuevos indicadores para la medición de la ruralidad. La contrastación empírica en las investigaciones se establece a partir de indicadores tradicionales y la asunción de lo rural a partir de lo establecido como política de gobierno.

Los métodos participativos develan retos: una educación ambiental profunda y participativa; el despliegue de prácticas socioculturales relevantes por su contenido político y cívico; la preservación del patrimonio cultural y el respeto a los modelos autóctonos; el incremento de la socialización y el intercambio de conocimientos; la capacidad innovadora y de experimentación, y el papel de las mujeres en la producción agropecuaria. La elaboración de estrategias y metodologías de intervención equilibra los estudios; los analítico-descriptivos de alcance micro coexisten con los que se basan en técnicas cuantitativas, así como con los del paradigma interpretativo y el sociocrítico.

La articulación de actores fortalece la institucionalidad, aumentan y se complementan los roles de los agentes productores de conocimiento, los agentes demandantes u otros locales. Sin embargo, en la producción científica y sus discursos el peso continúa en el sector agropecuario, desde el componente productivo como eje fundamental del desarrollo, limitando las interconexiones con otras actividades y fuentes de ingreso rurales.

Las producciones científicas describen, explican, interpretan y promueven la transformación para las problemáticas rurales; son instrumentos al servicio de las fuerzas institucionales, pero en su corpus técnico (elementos teóricos y metodológicos) no coinciden con los indicadores que utilizan las instituciones y los organismos gubernamentales para delimitar lo rural. Sus contribuciones empíricas desbordan el conocimiento priorizado; visualizan los logros en la equidad y la justicia social, así como los desajustes en la sociedad rural cubana, que tiene una determinante histórica. Son resultado de los procesos formativos y de la constitución de una comunidad científica.

Los procesos formativos en relación con lo rural reflejan influencias de la sociología, la antropología social y la economía como disciplinas académicas que respaldan las investigaciones científicas a nivel de pregrado y de posgrado. En un bosquejo de los programas de estudio de las carreras universitarias en Cuba se observa un vacío en la formación particular para la comprensión de lo rural, que influye en la legitimación del conocimiento producido. La comunidad científica parte de la interrelación de la investigación con los problemas del país, desarrollados bajo la influencia de tradiciones científicas hegemónicas que legitiman los análisis de los procesos económico-productivos y el acompañamiento de transformaciones agrarias.

El conocimiento sobre lo rural es heredero del análisis marxista del periodo pre-revolucionario, cuando figuras como Julio A. Mella, Antonio Guiteras, Carlos Rafael Rodríguez y Fidel Castro exponen las causas del subdesarrollo y la dependencia económica de Cuba desde una interrelación entre lo económico, lo social y lo político; y del estructural-funcionalismo y empirismo de los académicos estadounidenses (análisis sociológicos de la estratificación de la familia a partir de los ingresos y el nivel de vida), aunque con insuficiencias en la determinación de las causas de la deformación estructural de la economía.

La sociología, carrera universitaria estable a partir del curso 1990-1991, asume a la sociología agraria marxista como disciplina sectorial que generaliza experiencias investigativas del subsistema conformado por el campo y el sector agropecuario. Se focalizan los contenidos hacia los problemas agrarios, los principales actores en el contexto latinoamericano y cubano, la estructura agraria y las transformaciones agrarias en Cuba (Comisión Nacional de Carrera, Sociología, 2008). Sólo en el último quinquenio la bibliografía incorpora algunos de los problemas que a nivel teórico y metodológico enfrenta la disciplina, y aborda los nuevos problemas de la sociología agraria: las articulaciones que existen entre lo agrario, los espacios rurales y el medio ambiente en el contexto de globalización; la perspectiva territorial en la gestión local de gobierno; la nueva ruralidad y la problemática de género.

Los estudios socioculturales cubanos ofrecen una perspectiva de análisis para los procesos sociales en la ruralidad a partir de un eclecticismo metodológico y práctico, como medio alternativo del trabajo sociocultural comunitario (Martínez y Márquez, 2010). La licenciatura en Estudios Socioculturales,9 en un plan de estudios impartido entre 1999 y 2010, es la única que explícitamente expone el interés por los espacios rurales y sitúa el sistema de conocimientos en función de la intervención social comunitaria, que implica el trabajo con grupos étnicos, género, territorios, generaciones, lo urbano y lo rural, el turismo (Ministerio de Educación Superior, 2001).

La comunidad es el centro de un grupo que comparte y construye colectivamente y de manera ininterrumpida una praxis cultural que lo identifica; y la cultura, un sistema social de interacciones y recurso de transformación de la realidad (Martínez Casanova, 2011). De esta manera, la dimensión cultural para la comprensión de lo rural o la identificación de indicadores socioculturales emerge desde la perpetuación de los rasgos identitarios y patrimoniales, que tienen como sustento el capital social: familiar, comunitario y organizativo en los espacios rurales. Las transformaciones ocasionadas por la aplicación de las políticas públicas pueden convertirse en factores modificativos de estos rasgos tradicionales, pero su alcance social (micro, meso o macro) varía, así como la manifestación de las prácticas socioculturales.

La antropología sociocultural, con una sólida herencia soviética, existe como una sombra entre dos disciplinas vecinas: la etnología y la etnografía (Korsbaek y Barrios Luna, 2013). Los principales resultados en los escenarios rurales se vinculan con los estudios que dan origen al Atlas Etnográfico de Cuba, a la diferenciación de culturas del trabajo en los diferentes modelos productivos de la cadena agroalimentaria y al desarrollo de comunidades rurales a partir de sus entornos y patrimonio.

La economía política resalta aspectos de integración del hombre en su contexto económico, porque el hombre vive en sociedad. Para esta disciplina, lo agrario es un subsistema dentro del sistema de relaciones de producción, parte principal de ese todo donde lo social y lo económico son indivisibles para comprender las dinámicas de la transición al socialismo desde el subdesarrollo en los escenarios rurales.

Visto así, el conocimiento está segmentado: coexisten esquemas de análisis que carecen de un enfoque holístico, complejo; se realizan generalizaciones sobre espacios-territorios heterogéneos y la investigación es básicamente práctica. La estructura disciplinar en la formación profesional sesga el alcance de las investigaciones y, por tanto, retarda los ritmos de desarrollo de la ciencia y de políticas públicas.

Se establecen puntos comunes y diferencias entre la visión económica y sociológica en los estudios sobre las formas de organización agropecuarias: la perspectiva sociológica plantea análisis del proceso de creación y asociación de cooperativistas partiendo de los incentivos para la incorporación; la percepción de los directivos e incorporados y la evaluación de la participación, que revela una dicotomía entre la relación autonomía-función reguladora de la empresa estatal. También sobre la familia, la juventud, el empleo, la infancia, la educación y la integración de la mujer en la actividad agraria y en los procesos de innovación rural. Desde la economía política, la caracterización del modelo cooperativo parte de la verificación de la acumulación originaria del patrimonio cooperativo, la formación de la fuerza de trabajo colectiva, la relación con el Estado.

Esta disciplinarización de la investigación ha influido en el reconocimiento de las investigaciones; frente a la toma de decisiones, los estudios económicos son más reconocidos que los sociológicos. La sociología monopoliza los espacios de divulgación científica, como consecuencia de la tradición de investigación en este campo. No obstante, para comprender las dinámicas de la transición en los escenarios rurales desde el subdesarrollo, adquiere significación la complementación de tradiciones disciplinares.

En la estructura disciplinar e institucional existe una diferenciación por la disposición de los agentes dentro del campo: sitúa en un nivel a los productores de conocimientos científicos y en otro, a los clientes o demandantes del mismo. En la búsqueda por aumentar el rigor científico en las investigaciones, y a partir de la tesis y resolución Sobre la política científica nacional (1975), son creadas unidades de ciencia e innovación tecnológica: el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) en 1983, el Instituto Cubano de Antropología (Ican), en 1987.

La red de universidades cuenta con centros de estudio creados con la finalidad de contribuir al desarrollo agrario y rural. Éstos germinan por el papel definitorio en el desarrollo de la ciencia, la promoción y el desarrollo de la investigación científica otorgado luego de la Reforma Universitaria (Consejo Superior de Universidades, 1962): Centro de Estudios Demográficos (1972); Centro de Estudios sobre Desarrollo Cooperativo y Comunitario (1998); Centro de Estudios de Desarrollo Agrario y Rural (2003); Centro de Estudios Socioculturales (2006). Grupos de trabajo organizados responden al vínculo entre los componentes académico, investigativo y laboral desarrollado por profesores y estudiantes; aunque no presentan respaldo oficializador en el sistema de ciencia, su gestión y producción científica permite legitimar su praxis: Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana (1983), Grupo Interdisciplinario de Cooperativismo, Extensionismo y Desarrollo Rural de Granma (1994), y Grupo de Cooperativismo y Desarrollo Rural de Villa Clara (1995) .

La disciplinarización que da origen a los centros y grupos de trabajo se desborda frente a un objeto de estudio que no puede ser reducido desde un nivel de la realidad; los análisis multirreferenciales desechan la disciplina como ente aglutinador, pero la conciben como ente legitimador del conocimiento y la ciencia. Se percibe, así, un sistema de instituciones en el que predominan los estudios multidisciplinares frente a un sistema de formación disciplinar. El desarrollo de la ciencia, respaldado por recursos financieros del Estado y la cooperación internacional, garantiza el proceso de producción, pero pone en lucha a los agentes productores, con el fin de aprovechar los recursos humanos e institucionales ya creados. No obstante, esta lucha tiene influencia directa en las agendas de investigación y en la obtención de la legitimidad científica.

El decisor de políticas públicas (estructuras gubernamentales y Organismos de la Administración Central del Estado) es un agente demandante con alto capital social y capacidad económica para decidir y transformar; responde a un posicionamiento ideológico que exige en menor o mayor grado el acompañamiento de las transformaciones diseñadas. Debe garantizar el desarrollo rural integral que acompaña a una revolución agraria, descubrir y resolver contradicciones del desarrollo social y eliminar diferencias entre la ciudad y el campo, por lo que demanda un conocimiento crítico y propositivo de la realidad social. Este agente presenta una barrera asociada con el capital cultural incorporado, la concepción de lo rural y los criterios operacionales establecidos por el Estado que imponen límites a la aplicación de las políticas públicas.

Oficialmente y desde el Censo de Población y Viviendas de 1981, la definición de rural se estipula por límites poblacionales y se complementa con indicadores funcionales:10 “Población residente en lugares habitados por menos de 500 personas o la de aquellos con más de 500 y menos de 2 000, que presentaron menos de cuatro de las características urbanas: alumbrado público, calles pavimentadas, acueducto, red de alcantarillado, cloacas, servicio médico asistencial y centro educacional”.

La priorización de las problemáticas y los temas de investigación están mediados por el requisito de que en el nivel organizativo se visibilice un tema como problemático. Para los decisores de políticas públicas, dependientes de este concepto, focaliza las transformaciones agrarias más que a las prácticas o procesos sociales subsiguientes que complejizan el espacio rural, por lo que los estudios sobre la dimensión sociocultural son escasos. Existe un condicionamiento en la permanencia y el énfasis de los temas agrarios con el cumplimiento de las directivas políticas para el desarrollo nacional, reflejo de la influencia del campo político en la investigación.

La identificación de muchos investigadores con una comunidad de agraristas legitima la concepción de que los cambios en las relaciones de propiedad de la tierra son esenciales, pero los producidos a nivel subjetivo y en el orden superestructural, que se manifiestan paulatinamente y de forma heterogénea, deberían concretar más la comprensión y la incorporación de la investigación como una necesidad de la práctica social y para el establecimiento de políticas. Las agendas de investigación se construyen a partir de contingencias, de transformaciones agrarias; no están explicitadas en la política científica para las ciencias sociales.

El modelo cognitivo, representado a partir de las prácticas científicas, revelan análisis teóricos y metodológicos insuficientes. La generación de un conocimiento abocado a la solución de problemas prácticos implica la constitución de un campo mediado por la ideología de la revolución cubana, aunque desde su corpus técnico mantiene su autonomía.

Reflexiones finales

La noción de campo permite adentrarse en aquellos componentes que entretejen, por un lado, la organización de formas asociativas, agrupamiento social o conglomerado científico -objeto de la sociología de la ciencia- y el conocimiento como producto social. El conjunto de normas como expresión de la funcionalidad de las prácticas habitualizadas es develado en el contexto relativo y relacional que legitima al conocimiento científico, lo divulga, lo socializa, lo reproduce y lo pone en función de la toma de decisiones. La relación entre lo organizacional y lo cognitivo permite comprender las interacciones presentadas a partir del intercambio de capitales para la producción del conocimiento científico y la objetivación de sus prácticas.

La utilidad del análisis del campo científico en el contexto cubano viene dada por el grado de institucionalización alcanzado y por el desarrollo de las ciencias sociales, desde lo académico y científico; ha provocado una visión multidisciplinar para problematizar los procesos y relaciones sociales en los espacios rurales. Epistemológicamente, el objeto de estudio incorpora procesos de cambio, interrelacionados con factores económicos y políticos de alcance diferenciados en las escalas sociales. De manera particular, lo rural, en su indefinición desde lo social y como referente empírico para múltiples disciplinas, posibilita la utilización de la noción de campo científico.

El análisis desde las producciones científicas, con la limitación de la ausencia de valoraciones sobre las motivaciones y posturas de los científicos durante el proceso de producción de conocimiento, generaliza las prácticas internalizadas y legitimadas en la formación y la investigación; devela posicionamientos hegemónicos, las ideologías de instituciones y agentes, las variaciones de la relación de autoridad y poder. El proceso cultural y social de aprehensión de las normas de tipo técnico (teóricas y metodológicas) y significados expresa la historicidad del proceso de construcción social del conocimiento.

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1 El capital económico entendido como bienes convertibles en dinero; también institucionalizado en la forma de derechos de propiedad; el cultural puede existir en tres estados: incorporado (disposiciones, habilidades y capacidades del cuerpo y de la mente), objetivado (bienes culturales) e institucionalizado (títulos académicos); el social, como la capacidad de movilizar recursos a partir de su red de relaciones sociales, y el simbólico, comúnmente llamado prestigio, reputación o renombre (Bourdieu, 1986).

2Sugiere Lander (2000) considerar los aportes de los estudios subalternos de la India, de intelectuales africanos como V.Y. Mudimbe, Mahmood Mamdani, Tsenay Serequeberham y Oyenka Owomoyela; la tradición latinoamericana de José Martí, José Carlos Mariátegui y las contribuciones de Enrique Dussel, Arturo Escobar, Michel-Rolph Trouillot, Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Fernando Coronil y Carlos Lenkersdorf.

3Se establece como condición y no como obstáculo del principio del análisis objetivo. La ciencia social debe adelantar los resultados de su estudio al criterio oficial para servirle de apoyo y base orientadora, ofrecerle sustentación teórica, aportar juicios, argumentos y conclusiones que puedan contribuir a modificaciones o rectificaciones necesarias.

4No se asume sin un espacio de lucha intelectual e ideológica; los años que lo preceden muestran, afirma Yanes Quintero (1995), la confrontación entre el marxismo de procedencia soviética y los enfoques marxistas no soviéticos, efectuada por jóvenes profesores aglutinados en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y publicada en la revista Pensamiento Crítico.

6Creación de las UBPC, entrega de tierras en usufructo a los interesados en hacerlas producir; apertura del mercado libre campesino y a la inversión extranjera; elevación de los precios de compra de las producciones del sector y desarrollo de la agricultura urbana (Martín Posada, 2007)

7UBPC. Desarrollo rural y participación social (1998), Cooperativismo rural y participación social (1998), Campesinado y participación social (1998), Cambios tecnológicos, sustentabilidad y participación social (2000), Participación y desarrollo agrícola en Cuba (2000) y Participación social y formas organizativas de la agricultura (2000).

8La Maestría en Administración de Empresas Agropecuarias del Centro de Estudios sobre Desarrollo Cooperativo y Comunitario. Universidad de Pinar del Río (1999); la Maestría en Gestión y Desarrollo Cooperativo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Programa Cuba, Universidad de La Habana (2000). La Maestría en sociología contempla una asignatura optativa: Cooperativismo y Desarrollo Rural en Cuba.

9Extendida en el país en el curso 2000-2001, sin antecedentes en el sistema de educación superior cubano; integra aspectos principales del sistema de conocimientos, habilidades y modos de actuación de las licenciaturas en Letras, Historia del Arte, Historia, Sociología y Ciencias Sociales.

10La CEPAL, en Contribución metodológica y análisis regional sobre la definición de lo rural en América Latina y el Caribe, establece criterios para definir límites de “rural/urbano”: demográfico, administrativo, funcional, económico y legal (Dirven et al., 2011: 89).

Recibido: 21 de Mayo de 2018; Aprobado: 25 de Mayo de 2019

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