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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.79 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2017

 

Semblanza in memoriam

Giovanni Sartori (1924-2017): La política democrática reivindicada

Ricardo Espinoza Toledo* 

*Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa


Giovanni Sartori es uno de los pensadores contemporáneos más importantes de la ciencia política. Reflexionó sobre los partidos políticos, la democracia, la ingeniería constitucional y la influencia de la televisión en la política, temas en los que ejercitó el pensamiento sistemático y la lógica. En sus estudios exploró la formación de conceptos y definiciones politológicas y el análisis comparativo en la explicación de la política en democracia.

Partidos y sistemas de partidos fue el libro que lo consagró como figura de lectura obligada en la ciencia política del siglo XX. Publicado originalmente en inglés, en 1976, por Cambridge University Press, en español apareció cuatro años después, en 1980, bajo el sello de Alianza Editorial, Madrid. En nuestro país, esa obra llamó la atención por incluir al sistema de partidos mexicano en su novedosa clasificación. México era uno de los ejemplos del sistema de partido hegemónico, no competitivo, y no democrático, en consecuencia. A partir de entonces retomó otra línea de investigación, a la que se abocará a lo largo de su vida, en torno de un tema recurrente en su obra: la democracia.

En 1987 aparece The Theory of Democracy Revisited, en dos tomos, traducida al español como Teoría de la democracia, en 1988, también por Alianza Editorial. La revisión de la teoría de la democracia era el objetivo, como lo indica el esclarecedor título original. Su primera intención no es proponer ni descubrir una teoría nueva de la democracia. Establece ahí los principios metodológicos de su reflexión: el ideal democrático no define la realidad democrática y, viceversa, una democracia real no es ni puede ser una democracia ideal; la democracia resulta de, y es conformada por, las interacciones entre sus ideales y su realidad, el empuje del deber (la teoría, los ideales, la prescripción) y la resistencia del ser (la realidad política, los hechos, la descripción). En esa doble dimensión, su interés se dirigió a un conocimiento práctico de la política real.

Inscrito en la tradición clásica de la ciencia política, Sartori distingue entre democracia política, social y económica. Sostiene que la primera representa el elemento central, es decir, la condición necesaria de las otras dos. Una democracia ha de entenderse como política, ya que las democracias en sentido social y económico extienden y completan la democracia en sentido político y las hacen democracias más auténticas. No obstante, la base vital de un Estado democrático, asegura, es la democracia social, entendida como igualdad de estatus, modos y costumbres. La democracia política como método, o procedimiento, debe preceder a cualquier logro sustantivo que pidamos de la democracia: los resultados presuponen el método que los produce: para obtener resultados democráticos, el procedimiento debe ser democrático.

Con la calidad didáctica que lo caracterizó, el politólogo italiano nunca cesó de afinar sistemáticamente su comprensión de la democracia. Eso lo llevó a preparar ¿Qué es la democracia?, publicado en italiano y en español en 1993. Definir la democracia es importante porque establece qué cosa esperamos de ella. Si vamos a definirla de manera irreal, no encontraremos nunca realidades democráticas, sostiene nuestro autor. Queda claro que el juicio depende de la definición o de nuestra idea sobre qué es la democracia, qué puede ser o qué debe ser. En una crítica central a la escuela cuantitativa del comportamiento político, cuestionaba que los politólogos de estos tiempos habían aprendido a sumar para olvidarse de pensar.

En un primer entendimiento, la democracia se caracteriza por un gobierno mediante la discusión, en el que los ciudadanos controlan a los gobernantes y estos últimos tienen que ser responsables ante aquellos. Se trata del conjunto de aquellas decisiones políticas colectivizadas que buscan el bienestar, definidas por medio del método de formación del órgano decisorio y por las normas que rigen la toma de decisiones, comprendidos sus costes y riegos. Y un gobierno democrático debe poder gobernar, lo que es resultado de la combinación adecuada de representatividad y eficacia, discute en Ingeniería constitucional comparada: una investigación de estructuras, incentivos y resultados (publicado en español en 1984).

En la etapa final de sus reflexiones sobre la democracia, abordó el tema de la revolución multimedia. Buen observador y un buen analista, vio cuáles podían ser los efectos destructivos de una influencia creciente de la televisión sobre el debate político. Exigía de la televisión, intoxi cada de contenidos complacientes, otros que fomentaran la cultura y las actitudes cívicas. El ciudadano debe contar con la información crucial y con la aptitud para procesarla: éste es el ciudadano sin el cual no puede haber democracia.

El autor de Homo videns. La sociedad teledirigida (1997), considerado uno de los intelectuales más influyentes del mundo contemporáneo, estudia la ciencia política porque considera que se puede cambiar la vida política. El politólogo italiano reivindicaba su pesimismo constructivo, como gustaba definirlo, desde el cual perfiló una sociedad teledirigida que atrofiaba el pensamiento. El compromiso de los ciudadanos con la democracia, diluido ante el espectáculo de lo visual y el dominio de la televisión, está basado en la información. Para que exista democracia, sostenía, los ciudadanos deben estar informados; el conocimiento de las distintas opciones que les son accesibles es la fuente de la reflexión, de la crítica y de las decisiones que tomen.

El año pasado dio a conocer La carrera hacia ningún lugar (Taurus, 2016), un conjunto de 10 ensayos "para expresar que estamos avanzando en medio de la tontería y la extravagancia costosa". Se manifestó en contra de todas las formas de violencia, porque se ubican en las antípodas de la civilización y del derecho. Agreguemos, sobre sus pasos, que en la política democrática tampoco caben la corrupción ni el cohecho ni el soborno, acciones que pervierten las bases de la convivencia y la vida cívica, porque van en detrimento de la libertad de los ciudadanos.

En 1999, el Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública publicó Textos clásicos comentados para un fin de siglo en materia de filosofía y administración pública. En ese libro colectivo, conmemorativo del 25 aniversario del Colegio, me correspondió el honor de comentar al autor, en un texto que titulé "Partidos y sistemas de partidos, de Giovanni Sartori, un clásico de la ciencia política". El siguiente párrafo cerraba el texto:

Con todo, los aportes del profesor Sartori contenidos en su libro Partidos y sistema de partidos no han perdido su fuerza, su vigor ni su actualidad. Su clasificación funcional de los partidos es y seguirá siendo una referencia obligada para todos los interesados en el estudio de los partidos políticos en México y el mundo. Sea para conocer su propuesta teórica o para revisarla críticamente, Partidos y sistema de partidos es para la ciencia política lo que desde los años cincuenta representó Los partidos políticos del profesor francés Maurice Duverger, verdadera obra que por clásica está más allá del tiempo y del espacio.

La obra de Sartori, muy extensa y que no pretendemos reseñar aquí, es pieza clave en la ciencia política de nuestros días. Estas pinceladas son un reconocimiento al legado de un gran pensador preocupado por evitar que la ignorancia de la historia reproduzca los errores del pasado.

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