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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.78 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2016

 

Reseñas

Blanca Rubio. El dominio del hambre. Crisis de hegemonía y alimentos (México: Universidad Autónoma Chapingo/Colegio de Posgraduados/Universidad de Zacatecas/Juan Pablos Editor, 2014), 270 pp.

Malin Jönsson* 

*Programa de Becas Posdoctorales en la Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM.

Rubio, Blanca. El dominio del hambre. Crisis de hegemonía y alimentos. México: Universidad Autónoma Chapingo, Colegio de Posgraduados, Universidad de Zacatecas, Juan Pablos Editor, 2014. 270p.


Los alimentos son indispensables para nuestra existencia. No son sólo la base de la vida; además de ser parte de nuestra cultura y de nuestra historia, son fundamentales para la economía mundial y para las políticas públicas, algo que Blanca Rubio muestra con claridad en el presente libro.

Rubio declara que no es ninguna coincidencia cómo el trigo llegó a ser el principal grano en diversas partes del mundo desde los años sesenta hasta la actualidad. En este sentido, tampoco es coincidencia que los alimentos procesados por las corporaciones transnacionales representen una parte muy significativa de nuestra dieta diaria.

La autora analiza cómo Estados Unidos ha llevado a cabo una estrategia consciente para dominar el mercado mundial de alimentos básicos, a tra vés de su subvaluación; así, algunas cuantas corporaciones transnacionales actualmente llegan a controlar la producción, la comercialización, la transformación y la distribución de los alimentos. También nos muestra cómo este dominio está constituido a partir de la subordinación desestructurante de la producción campesina basada en la explotación, a través del despojo del valor, al pagar a los campesinos precios por debajo del costo de producción, lo que resulta insuficiente para que puedan invertir en la cosecha siguiente.

La autora recapacita sobre la importancia de partir de los acontecimientos pasados para entender la actualidad, ya que sólo así se logrará identificar el proceso de creación de las estructuras y al mismo tiempo revelar las raíces de las problemáticas que vivimos. De excluir los aspectos referidos, se corre el riesgo de hacer sólo estudios empíricos de casos aislados, lo que nos llevará a dar explicaciones basadas únicamente en lo particular. Un ejemplo de esto sería decir que los campesinos viven en una situación de pobreza porque no tienen la capacidad de convertirse en empresarios; visto así, la culpa de la pobreza de los campesinos la tendrían ellos mismos. Sin embargo, si añadimos el contexto en el que se desarrollan las cosas, se pueden generar explicaciones de las condiciones actuales.

En el primer capítulo, Rubio analiza el devenir de Estados Unidos como potencia económica mundial y cómo se generó el dominio sobre los alimentos básicos en los umbrales de la posguerra (1945-1970). Dicho país emerge como el vencedor en la Segunda Guerra Mundial sin haber padecido el conflicto en su territorio, lo que significó que toda su producción, tanto industrial como agrícola, quedara intacta; en contraposición, Europa no tenía ni producía suficientes alimentos básicos para su población. Por otro lado, podemos ver cómo la sobrepro ducción de granos básicos de Estados Unidos fue posible gracias al aumento en los rendimientos propiciados por la llamada Revolución Verde, un proceso en el que se industrializa la producción agrícola aunado a la aplicación de un paquete tecnológico vital para crear la base del dominio y la hegemonía de las agroindustrias transnacionales en el mercado agroalimentario mundial.

En este punto, Estados Unidos podía exportar a Europa su sobreproducción interna de granos básicos, mantenida por los elevados subsidios estatales, con lo que consiguió un papel preponderante en el comercio mundial de alimentos, sobre todo en la producción de trigo. Una vez que Europa pudo abastecer a su población, luego de echar a andar su producción agrícola, los estadounidenses tuvieron que buscar otros mercados para colocar sus alimentos, lo que propició los programas de ayuda alimentaria a los países subdesarrollados con el objetivo de fortalecer sus exportaciones agrícolas, además de crear algo de estabilidad dentro de esos países como una forma de contener y prevenir la expansión del comunismo. "[La ley] PL 480 surgió con tres capítulos esenciales: el primero autorizaba al gobierno de Estados Unidos a vender granos con moneda local; el segundo se refería a las donaciones en casos de hambrunas, guerras, etc. [...], y el tercero se refería al trueque de los granos por materias primas estratégicas para el gobierno de Estados Unidos" (p. 44). Así, esta nación logró cambiar los patrones de consumo en muchos de los países subdesarrollados, que tradicionalmente comían maíz, papa o arroz, al incluir en su alimentación básica el trigo, el aceite, la soya, entre otros productos. De esta manera, la autora expone los antecedentes del porqué el trigo se convirtió en un alimento básico en muchas partes del mundo, donde su consumo no se daba de manera habitual.

En el capítulo 2, titulado "Crisis del orden agroalimentario de la posguerra. 1970-1980", Rubio concibe a la crisis mundial 1973-1974 como "una crisis del régimen de acumulación, esto es, de la forma de explotación del trabajo y de su valorización, basados en el fordismo y el taylorismo" (p. 68). En este periodo el precio del petróleo subió de la mano del precio de los alimentos, y fue el inicio del declive de la hegemonía estadounidense y el surgimiento de rivales económicos de la talla de Japón y Alemania. En este sentido, es posible identificar el declive en "la caída del crecimiento la productividad del trabajo en relación con sus rivales" (72).

Asimismo, en este periodo las tasas de interés de los créditos de los países subdesarrollados empezaron a subir y las deudas externas se convirtieron en un grave problema para sus economías. En los años ochenta la situación se transformó en la llamada crisis de la deuda que, junto con la derrota de las clases subalternas de los países subdesarrollados, abrió la ventana para la implementación del modelo neoliberal a partir de los paquetes de ajuste estructural. En lo referente a los alimentos, entre otros aspectos, la autora describe la compleja situación en la que estaba la Unión Soviética, que llegó a importar trigo de su rival número uno, Estados Unidos.

La autora nos muestra además cómo cada fase histórica tiene su origen en la etapa precedente; de esta forma, las raíces del dominio agroalimentario actual se vuelven visibles. En el capítulo 3, "El neoliberalismo y la fase agroalimentaria 1980-2000", se entiende cómo la "contrarrevolución" neoliberal logró fomentar el dominio de las agroindustrias transnacionales y aseguró su papel hegemónico en el sistema alimentario mundial a través, principalmente, de la apertura comercial de alimentos aunada a la desregularización de los mercados nacionales.

Durante esta fase histórica, Estados Unidos se encontraba en declive; con el propósito de recuperar su papel como la principal potencia de la economía mundial, dicha nación inició "el proceso de financiarización como una estrategia [...] para resolver la crisis capitalista de sobreacumulación y sobreproducción" (p. 102). Para llevar a cabo este proceso se eliminaron los obstáculos legales existentes, con el fin de abrir el mercado financiero a la inversión. El capital productivo, al no tener oportunidad de llevar a cabo inversiones productivas rentables, se refugió en la especulación, lo que no generó un aumento en la producción ni contribuyó a la creación de empleos. De esta forma, en los años noventa se generó un crecimiento económico temporal; dicho periodo se denominó la belle époque. Sin embargo, como bien explica Rubio, con la financiarización se creó una burbuja que tarde o temprano estallaría, como vimos en 2001, con la crisis del ".com", y más tarde en 2007.

Los años noventa vieron el auge del modelo neoliberal representado en la Ronda de Uruguay de la Organización Mundial de Comercio (OMC), donde se establecieron las reglas para el llamado "libre" comercio, además de la protección de la propiedad intelectual, y de acuerdos regionales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994), lo cual implicaba la eliminación gradual de los aranceles entre países con economías asimétricas (Estados Unidos, Canadá y México). Es así como los elevados subsidios en la producción agrícola de Estados Unidos (que en la actualidad controla una buena parte del comercio mundial de granos básicos) generan un abaratamiento de los precios en los alimentos básicos (soya, maíz, trigo y arroz), lo que ha llevado a una desvalorización de estos precios en el mercado internacional, y en algunas ocasiones, por debajo del costo de producción (dumping), ha arruinado la producción campesina en los países subdesarrollados a través de un intercambio absolutamente desigual, es decir, una explotación a partir del despojo del valor de la producción campesina. Como nos muestra Rubio, a través del control de los precios Estados Unidos podía seguir afirmando su dominio en el mercado mundial, donde los alimentos básicos "cumplieron un papel central en la acumulación de capital al permitir mantener bajos los costos de los medios de reproducción de la fuerza de trabajo y de las materias primas de origen agropecuario" (138).

Un argumento importante de Rubio es que cada modelo histórico tiene su base en los alimentos baratos y, por lo tanto, se identifica una fase de transición entre dos modelos de acumulación cuando se da un incremento en los precios de los granos básicos mundiales, como en 2003, junto con el precio del petróleo, y que se volvió más evidente cuando entramos en la crisis capitalista de 2007 y después con la crisis alimentaria en 2008. Todos estos procesos y sus orígenes son analizados por la autora a detalle en el capítulo 4, "El declive hegemónico de Estados Unidos y las crisis capitalista y alimentaria. 2003-2012".

En dicho capítulo, la autora nos muestra cómo la financiación se hace posible por el modelo neoliberal, y en particular la desregularización del mercado financiero de los años noventa, ambas íntimamente relacionadas con la crisis alimentaria, ya que fue durante la crisis financiera que los capitales especulativos se refugiaron en los granos básicos y el petróleo: algo fundamental para el alza estructural de los precios de granos básicos.

Por otro lado, Rubio nos explica cómo la crisis alimentaria no es una crisis capitalista propiamente dicha, ya que no "alude a una caída de la cuota de la ganancia en las empresas capitalistas" (p. 194). Aquí es donde la autora contribuye, con argumentos contundentes, al debate académico sobre los orígenes de la crisis alimentaria a nivel mundial. Con ello podemos entender cómo a partir del dominio agroalimentario el capital financiero domina al capital productivo, lo que genera un sistema alimentario frágil a partir de incertidumbres en la producción agrícola (como sequías o heladas), lo cual puede resultar suficiente para que se dé un auge en la crisis alimentaria sin que caiga la producción real de alimentos a nivel mundial.

Además, surgen nuevos rivales para la hegemonía estadounidense en la escena mundial: China el principal, pero también India, Rusia y Brasil, que forman el denominado bloque BRIC. Esto se ha visto reflejado en el comercio mundial de los granos básicos, ya que el control del mercado que tuvo Estados Unidos ha disminuido, aunque mantiene un estatus predominante y "los alimentos se han convertido en una de las armas fundamentales de Estados Unidos para recuperar su posición dominante en el tablero mundial" (p. 150).

Desde mi perspectiva, una de las contribuciones centrales del libro a los estudios del sistema alimentario mundial es mostrar cómo el dominio actual de las corporaciones transnacionales fue establecido y se ha profundizado por estrategias de dominio por parte de Estados Unidos durante diferentes etapas históricas en que los alimentos básicos han sido el medio para crear y recuperar su posición como potencia mundial. Así, Rubio concluye (249): "La utilización de los alimentos como mecanismo de lucha por la hegemonía en declive ha profundizado el control agroalimentario mundial de Estados Unidos, sin permitirle recuperar el poder perdido frente a sus rivales".

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