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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.77 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2015

 

Reseñas

 

Norma Blazquez Graf, Fátima Flores Palacios y Maribel Ríos Everardo (coordinadoras). Investigación feminista.
Epistemología, metodología y representaciones sociales

 

Úrsula Oswald Spring

 

(México: Universidad Nacional Autónoma de México-Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-Centro Regional de
Investigaciones Multidisciplinarias-Facultad de Psicología, 2010), 406 pp.

 

Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias
Universidad Nacional Autónoma de México

 

Este libro es una aventura del saber de mujeres comprometidas con el conocimiento científico desde el feminismo. Escribieron un texto de referencia obligada en la investigación feminista e incluyeron a autoras de reconocido prestigio internacional y pioneras en el pensamiento feminista mexicano.

Dividieron el libro en tres partes: la primera conjunta reflexiones epistemológicas y una crítica a la ciencia y el quehacer científico desde una mirada feminista; la segunda profundiza en la investigación feminista y la tercera está dedicada a las representaciones sociales con un enfoque de género. Las tres secciones son innovadoras, ya que cuestionan y reubican sus reflexiones desde una visión alternativa. El leitmotiv del libro es la construcción colectiva de conocimientos, siempre alerta a los prejuicios sociales que se han desarrollado en los distintos campos de la ciencia, encubierto por "objetividad, neutralidad científica y universalidad de la ciencia". Son precisamente estos términos los que han mantenido el statu quo de los métodos analíticos dominantes durante siglos.

Al inicio, Norma Blázquez distingue entre epistemología, método y metodología. Critica epistemológicamente los marcos establecidos, los conceptos utilizados, las dicotomías desarrolladas y la abstracción individual. En el tema del método desentraña el punto de vista masculino dominante en la selección de qué investigar, cómo analizar, qué evidenciar y cómo exponer los datos de la investigación, donde el objeto de estudio es sacado de su contexto histórico-cultural y los seres humanos son deshumanizados y objetivizados. Revisa críticamente la composición de los equipos de investigación, los métodos seleccionados, las implicaciones de sus preguntas, los objetivos y la pérdida del contexto situacional de las pesquisas. De acuerdo con Nancy Chodorow, la autora identifica los prejuicios de género en la subestructura emotiva y propone una autonomía dinámica que establece una relación cambiante entre quién conoce y el fenómeno, así como las interacciones y retroalimentaciones de los fenómenos.

Desde la teoría del punto de vista, Sandra Harding reflexiona sobre el tono emocional de muchas críticas a esta teoría, al ver amenazada su visión discriminadora del mundo desde lo étnico, social, racial y de género. El feminismo del punto de vista se convierte en un análisis combativo, antiimperialista y anticolonial de la civilización occidental. La capacidad de provocar reflexiones, debates y controversias se relaciona con el hecho de que la teoría del punto de vista no "toma por principio ninguna de las opciones centrales que plantea el posmodernismo" (43), sino que negocia permanentemente entre las fuerzas de los proyectos modernos y los posmodernos. Además, integra al debate grupos más amplios y diversos, de modo que se entiendan los intereses subyacentes, los grupos de poder y las alternativas posibles para un mundo diverso, descentralizado y en armonía con su entorno natural.

Así, Harding recupera la construcción milenaria de mujeres y pueblos indígenas, silenciada e invisibilizada durante los últimos 5 000 años por el patriarcado, hace 500 años por el capitalismo y hace 50 años por el neoliberalismo. Al proponer una nueva lógica del descubrimiento, aboga por la transversalidad y coloca a las ciencias en el corazón de las controversias contemporáneas, dando prioridad epistémica a las colectividades distintas. Al centrarse en la relevancia social, posee recursos conceptuales para entender necesidades y riesgos complejos, que surgen a partir de la tecnología y son propios del modelo opresivo dominante, aunque incorpora también las alternativas que se están gestando en diversas partes del mundo entre los grupos sociales más dominados y reprimidos.

Al abordar la producción y la reproducción de las dicotomías en el imaginario social y la subjetividad dentro de un esquema patriarcal, Lourdes Fernández critica el entendimiento de la tradición, la cultura, la biología y el uso social de las transgresiones. Desde una perspectiva de género, sitúa la ciencia y la contextualiza. Propone como utopía no sólo el acceso de las mujeres al espacio social y público, sino también, y de modo equitativo, al disfrute y a las exigencias de la vida privada de los hombres.

Eli Bartra, Patricia Corres, Diana Mafia y Francesca Gargallo complementan las críticas al modelo hegemónico de las metodologías de investigación en las políticas públicas de ciencia y tecnología. Insisten en que en las investigaciones latinoamericanas debe prevalecer una epistemología comprometida y crítica, que sea capaz de superar los obstáculos estructurales del modo dominante de pensar en América Latina.

La segunda parte del libro se aboca a la metodología de investigación feminista. Inicia con Maribel Ríos, quien critica el positivismo y el neopositivismo y muestra que la hermenéutica se opone al monismo metodológico positivista. La teoría crítica de la Escuela de Frankfurt tiene una base hegeliano-marxista, al analizar la sociedad occidental capitalista, pero la teoría feminista la supera al ampliar el término de reproducción más allá de parto y crianza e incorporar las actividades de índole intersubjetiva. Mediante la investigación empírica se puede, además, visibilizar lo concreto y lo global, a la vez que superar la objetivación de los sujetos de investigación mediante el proceso de concientización.

Sin duda alguna, una metodología feminista genuina aprovecha la investigación con acción participativa. Gabriela Delgado y Alejandra Restrepo desarrollan claves metodológicas en el estudio del movimiento feminista, que forma parte integral de la conceptualización y de la práctica crítica del feminismo latinoamericano. Martha Patricia Castañeda elabora una etnografía feminista, en la que se reescribe la teoría antropológica caracterizada por los opuestos entre naturaleza y cultura, que fue útil para la conquista y la dominación. Su método muestra la concurrencia de distintas dimensiones, reconstruye la distancia entre sujeto-objeto, las posiciones entre mujeres y hombres, así como las diferencias sociales entre grupos de mujeres diversas. La etnografía feminista se mueve entre "lugares liminales, de frontera, de tránsito y de intermediación" (229), que abren en la observación participativa cuestionamientos que regresan al observador al hacerlo consciente del lenguaje, de la historia y del modo como el conocimiento se particulariza y se sitúa en el espacio y el tiempo concreto. Así se rehumaniza la antropología y se convierte en una ciencia compleja e interdisciplinaria.

Mercedes Pedrero nos muestra que la metodología cuantitativa puede reforzar los estudios cualitativos y propone métodos pioneros para visibilizar la producción doméstica no retribuida. En una crítica a los instrumentos de captación de datos, nos muestra sesgos de género contenidos en el lenguaje. Así, vemos que un indicador o porcentaje puede superar los artificios analíticos y convertirse en un mecanismo para develar la causa-efecto del modelo científico masculino dominante. Al preguntarse Olivia Tena para qué estudiar la masculinidad, descubre que una epistemología y una metodología alternativa deberían incluir a los varones en el discurso feminista, tanto para superar una cierta parálisis teórica como para diversificar las fuentes de conocimiento y así promover la diversidad en los estudios de género.

En la tercera parte, Ángela Arruda construye conocimientos a partir de la inserción social y cultural de acuerdo con la teoría de representaciones (TRS) sociales feministas, que se cimentan en lo consensual, donde se vincula el individuo con la colectividad. Este acercamiento parte de las realidades concretas, muestra los conflictos y propone una transición paradigmática de construcción del saber práctico. La objetivación cristaliza lo complejo y lo naturaliza, mientras que el anclaje otorga sentido a lo novedoso para que el sujeto pueda convertirlo en algo familiar, similar a un estatus epistemológico en el orden cognitivo. En su enfoque feminista expone la perspectiva subjetivista y ubica la experiencia de la teoría del punto de vista como elemento articulador y crítico a la racionalidad de opresión y subordinación de la modernidad.

Fátima Flores enfatiza el aspecto dinámico de la representación social (RS) y muestra la necesidad de analizar la categoría de género como un sistema que representa una totalidad de elementos ideológicos, creencias, valores y normas, mediante los cuales se dinamiza la comunicación. Como construcción social prevalece el poder del statu quo y la tradición en la constitución del objeto duradero. Es precisamente en la emergencia de la representación social cuando se vislumbra la condición problemática del objeto. Esta visión se refuerza por la cercanía entre la RS y la experiencia social cotidiana, en la que métodos cualitativos como los grupos focales hacen emerger RS ancladas a sistemas de comportamiento de opresión, y al contrario, al entenderlos se facilita el empoderamiento a las mujeres a través de sus propias redes, a la vez que se refuerza la empatía entre investigador y grupo focal. Al descifrar la construcción social de género como representación oculta se pueden superar tensiones sociales que frecuentemente se somatizan, y mediante la reconstrucción se pueden modificar comportamientos y hechos sociales.

Jazmín Mora y Fátima Flores muestran que personas con sufrimientos psíquicos o trastornos mentales están estereotipadas en la sociedad posmoderna, en la que no se toma en cuenta su subjetividad ni la identidad de género. Al analizar las asimetrías en las actividades, los accesos a los recursos y las decisiones inmersas en las relaciones de género, se reconstruye la dimensión ontológica, ética, política y epistemológica de la psicología comunitaria, donde las RS y el abordaje hermenéutico restablecen la unidad cuerpo-mente socialmente construida y transformada en contextos históricos, políticos y culturales concretos. Sin duda, una intervención comunitaria, basada en la teoría de las representaciones sociales con grupos focales y perspectiva de género, permite superar múltiples tensiones psicológicas y físicas, resultado de esta posmodernidad, y reconstruir relaciones dialéc-ticas entre lo local y lo global, así como desarrollar vínculos solidarios con capacidad de negociar las crecientes contradicciones.

El libro termina con un trabajo provocador de Sonia Ursini, que analiza las diferencias de género en la representación social del aprendizaje de las matemáticas. Un estudio longitudinal muestra cambios de actitudes hacia las matemáticas a nivel de secundaria. Una comparación estadística revela que las niñas tienen una actitud más negativa hacia esta materia en comparación con los varones. La TRS muestra que las actitudes son un constructo sociocultural, en el que se muestran las diferencias de género en relación con las capacidades intelectuales, cognitivas y de conducta para alcanzar éxito en las matemáticas. Es precisamente este acercamiento teórico lo que hace ver cómo se refuerzan los estereotipos de género. Mientras que los varones se orientan por el consenso social de que tienen más aptitudes, las niñas se enfrentan a la RS de contar con menos capacidad intelectual y, por lo mismo, necesitan más dedicación, obediencia y esfuerzos para alcanzar resultados positivos o equivalentes. Así, se entretejen estereotipos de género con autopercepciones que imprimen un sesgo de género en los procesos de aprendizaje, y sólo mediante la deconstrucción y la reconstrucción pueden superarse estos estereotipos socialmente impuestos.

En conjunto, el libro no sólo aporta una visión compleja de las teorías, epistemologías, metodologías y métodos de la investigación feminista, sino que estimula el pensamiento creativo. Si las RS son objetivadas y ancladas, entonces surgen las preguntas: ¿Cuántos desastres, sufrimientos o reflexiones críticas se requieren para lograr un cambio civilizatorio capaz de transformar el patriarcado, la visión del mundo occidental y el modo de pensar y organizarse socialmente en este mundo ahora neoliberal? ¿Cómo podemos unirnos de manera diversa entre mujeres y hombres, entre razas y etnias distintas, entre pobres y otros, en un mundo creativo y consciente para promover una epistemología de corresponsabilidad y de cuidado entre y para todas y todos? ¿Cómo alcanzar una organización social descentralizada que no siga explotando al prójimo o a la naturaleza, sino que logre establecer relaciones de negociación permanentes, en las que todas y todos ganen, beneficiando al conjunto de la sociedad con una reducción de tensiones? Además, entre los más explotados y dominados se podría alcanzar mayor equidad e igualdad. Este volumen ofrece una amplia gama de reflexiones, metodologías y métodos que abren campos para transformar nuestra civilización posmoderna hacia una utopía de sustentabilidad, que no sólo garantice a esta generación sino a las futuras una vida plena y en armonía con los demás y con la naturaleza.

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