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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.71 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2009

 

Artículos

 

Estudios rurales en América Latina en el periodo de globalización neoliberal: ¿una nueva ruralidad?

 

Rural Studies in Latin America during the Period of Neo–Liberal Globalization: A New Rurality?

 

Cristóbal Kay*

 

* Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Sussex, Inglaterra. Profesor e investigador del Institute of Social Studies de La Haya, Países Bajos. Temas de especialización: desarrollo rural, teorías del desarrollo y estudios latinoamericanos. Dirección: Kortenaerkade 12, 2518 AX La Haya, Holanda, Países Bajos; tel.: 3170 4260542; fax: 3170 4260799; correo electrónico: kay@iss.nl; website: www.iss.nl.

 

Recibido: 12 de junio de 2008
Aceptado: 3 de abril de 2009

 

Resumen

Este artículo investiga el surgimiento a mediados de la década de los noventa de un nuevo enfoque para los estudios del desarrollo rural en América Latina. Se abordan las diferentes interpretaciones y contradicciones de este acercamiento así como los debates resultantes. El análisis se concentra en los cuatro principales cambios de la economía rural y de la sociedad que normalmente resaltan los "nuevos ruralistas". Asimismo, hace una distinción entre los enfoques reformista, comunitario y territorial de la nueva ruralidad.

Palabras clave: nueva ruralidad, pluriactividad, multifuncionalidad, cambio agrario, políticas públicas, desarrollo territorial, desarrollo rural alternativo.

 

Abstract

This article investigates the emergence of a new approach for rural development studies in Latin America in the mid–1990s. It explores the various interpretations and contradictions of this approach as well as the resulting debates. The analysis focuses on the four main changes in rural economy and society normally highlighted by the "new ruralists". It also makes a distinction between the reformist, community and territorial approaches of the new rurality.

Key words: new rurality, pluriactivity, multifunctionality, agrarian change, public policies, territorial development, alternative rural development.

 

El cambio en las décadas de 1980 y 1990 de una estrategia de desarrollo orientado al interior vía la industrialización por sustitución de importaciones por una estrategia orientada al exterior, que acercó más el sector agrícola a los mercados globales, desencadenó una reestructuración mayor de la sociedad y de la economía rurales en Latinoamérica. Este importante cambio de una estrategia de desarrollo impulsada por el Estado a una neoliberal impulsada por el mercado, dio paso al surgimiento del enfoque de la "nueva ruralidad" del desarrollo rural. Aunque este enfoque nos hace comprender las transformaciones rurales de la región, se sostiene en este trabajo que requiere desarrollarse sistemática y congruentemente para tener un mayor valor analítico. Este ensayo intenta dar cierta claridad y estructura a las diferentes aportaciones ofrecidas para este original concepto, así como señalar sus limitaciones.1

 

EL ENFOQUE DE LA NUEVA RURALIDAD

Las transformaciones que se generaron a partir del proceso de la globalización neoliberal impulsaron a los sociólogos rurales a buscar nuevos conceptos que captaran los cambios con mayor claridad.2 Desde mediados de la década de 1990, empezaron a aparecer estudios y documentos que hablaban sobre la "nueva ruralidad"3 de Latinoamérica. El concepto ganó popularidad debido a los múltiples seminarios y conferencias sobre el tema, se escribieron cientos de artículos y se publicaron decenas de libros en Latinoamérica en los que se utilizaba el novedoso término "nueva ruralidad".4 Aunque el término se mantuvo confinado en un principio a los círculos académicos, más tarde fue ampliamente adoptado por instituciones multilaterales como el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por organizaciones no gubernamentales (ONG) e instituciones financieras internacionales (IICA, 2000; BM/FAO, 2003). El término se volvió más común y se usó (in)adecuadamente para fines políticos y para promover la legitimidad de ciertas acciones. Los gobiernos de Latinoamérica comenzaron a utilizar el término en sus proyectos de desarrollo rural con la esperanza de atraer recursos financieros de la comunidad internacional.

El concepto de nueva ruralidad es un enfoque muy latinoamericano de los estudios rurales,5 aunque pudo haber tenido cierta influencia de los estudios europeos que utilizaban una perspectiva orientada al actor (Long y Long, 1992; Van der Ploeg, 1993) y más específicamente de los que analizan la "agricultura a tiempo parcial" (Arkleton Trust, 1985; Gasson, 1986) y la "pluriactividad" (Marsden, 1990; Reis et al., 1990), así como la "multifuncionalidad" de la agricultura y los territorios (Losch, 2004).6 Específicamente los sociólogos brasileños, en especial los que se formaron en Francia, recibieron la influencia de la gran variedad de la literatura francesa sobre este tema, que probablemente explica la popularidad de los estudios sobre la pluriactividad y la multifuncionalidad rural en Brasil (Carneiro y Maluf, 2003). Algunos autores de la bibliografía europea han comenzado a utilizar el término "nueva pluriactividad rural" (Eikeland, 1999) y se aboga para que se dejen de utilizar conceptos como "rural" y en su lugar se continúe con el estudio de lo "postrural" (Murdoch y Pratt, 1993). Sin embargo, existen importantes diferencias entre estos términos y la nueva ruralidad, como se desprende del análisis que se realiza a continuación. En pocas palabras, en mi opinión, nueva ruralidad es un término más rico y extenso que abarca fenómenos que otros términos no incluyen. Pero sobre todo, los textos sobre la nueva ruralidad se refieren a un contexto muy diferente del de los países muy avanzados, en especial cuando se considera el efecto de la Política Agrícola Común (PAC) sobre la economía y la sociedad rurales de los países de la Unión Europea (UE). Por lo tanto, el concepto de nueva ruralidad debe ser considerado por sus propios méritos.7

El concepto de nueva ruralidad evidentemente despertó el interés de mucha gente que se ocupa de los temas rurales y estimuló nuevas investigaciones en la transformación rural en Latinoamérica, sin embargo, el término nunca ha sido desarrollado de un modo sistemático y total.8 A medida que se generalizó su uso, se le añadieron nuevas características a la definición de una forma asistemática y fragmentada, y a menudo carente de relación con los primeros usuarios del concepto. Ciertamente se podría argumentar que esta falta de rigor ha contribuido a su popularidad, ya que permite a los usuarios interpretarla de acuerdo con sus propósitos. En resumen, el término se ha convertido en un concepto paraguas utilizado para referirse a cualquier nuevo desarrollo en las áreas rurales, o a cualquier problema relegado o al que no se le prestara suficiente atención en esquemas de trabajo anteriores. La resultante falta de consistencia requiere ser abordada de nuevo si este punto de vista ha de ser desarrollado.

¿Qué tan nueva es la nueva ruralidad?

Sergio Gómez (2001) ha hecho una importante contribución al debate sobre la nueva ruralidad al formular la pertinente, si bien impertinente, pregunta: "la 'nueva ruralidad' ¿qué tan nueva es?"* Mientras tanto, José Bengoa (2003: 63) asevera lo siguiente: "afirmar que existiría una 'nueva ruralidad' significaría que a lo menos se han producido cambios fundantes de importancia, nuevos sujetos, nuevas relaciones productivas y nada nos dice que aquello ocurra de una manera homogénea y definitiva. Lo nuevo y lo viejo se siguen confundiendo muchas veces de manera curiosa".* Esta declaración refleja el escepticismo de algunos sectores sobre el concepto de la nueva ruralidad. Mientras Gómez (2002: 12) reconoce que han ocurrido muchas transformaciones importantes en el sector rural, su conclusión final es que "quizás, lo nuevo es que ahora se mira una realidad que antes se ignoraba".* Ciertamente, el antiguo enfoque predominante agrarista y productivista no se percató de las transformaciones que estaban dándose, ya que éstas se centraban en las actividades rurales no agrícolas y que no se llevan a cabo dentro de la granja. Sin embargo, algunos aspectos centrales de la nueva ruralidad fueron motivo de preocupación para los sociólogos de hace varias décadas, aunque utilizaron otro tipo de lenguaje. El estudioso de la región del Caribe Lambros Comitas (1973), por ejemplo, escribió en los años sesenta sobre la "multiplicidad ocupacional" de los jamaiquinos de las zonas rurales, centrándose en la amplia gama de actividades económicas que los hogares rurales muy pequeños tienen que utilizar para generar un ingreso viable, las cuales van desde agricultura por cuenta propia hasta empleos no agrícolas. Asimismo, el sociólogo brasileño Julio Barbosa había observado a inicios de la década de 1960 que los campesinos se procuraban el ingreso a partir de una variedad de recursos que provenían de actividades agrícolas y no agrícolas, dentro y fuera de las granjas (Dillman, 1976). Para poner de manifiesto este hecho, acuñó el término "polivalencia del empleo" (Barbosa, 1963). Como mencionó Feder (1971: 134), esto es "un fenómeno que no se refleja en las estadísticas y al que hasta ahora se le había brindado poca atención por parte de los observadores de la agricultura en Latinoamérica". En un estudio pionero, Carmen Diana Deere (1990) llama la atención sobre esta bibliografía y abre un nuevo terreno teórico al proporcionar un marco conceptual para el análisis de las múltiples actividades de generación de ingreso de los miembros de hogares campesinos, que toma en cuenta las relaciones de clase y de género. Utiliza esta estructura analítica para una investigación empírica detallada en el norte de Perú de las múltiples relaciones de clase en las que participan los hogares rurales, y de las relaciones de género en el interior de éstos.

Aunque es lamentable que los nuevos ruralistas no aprovechen esta bibliografía previa, los críticos que argumentan que los cambios que los nuevos ruralistas señalan no son bastante significativos como para garantizar un nuevo enfoque, también parecen desconocer esta bibliografía. Además, no presentan un enfoque alternativo que consideren adecuado o superior al de la nueva ruralidad (Riella y Romero, 2003). Algunos autores inclusive sostienen que no ha cambiado nada ya que persisten los problemas de pobreza, violencia, desigualdad, injusticia, exclusión social y demás. En su opinión, no existe una nueva ruralidad, sino una continuación de la antigua situación. Aunque muchos de los viejos problemas son todavía evidentes, esta situación no necesariamente anula la necesidad de un nuevo enfoque. Por un lado, las causas de tales situaciones pueden diferir de aquéllas del pasado y, por otro, el enfoque de la nueva ruralidad puede conducir a cambios en los temas de políticas públicas que aborden de manera más eficaz algunos de los problemas mencionados, o que eviten que empeoren, cuando menos. Aunque ciertos problemas del pasado persisten, también podría ser que se hayan intensificado debido a las nuevas circunstancias reinantes en la economía y en la sociedad rurales. Además, no reconocen el hecho de que los nuevos ruralistas están planteando problemas existentes en el pasado, pero a los que no se les dio importancia. Ni los escépticos de la nueva ruralidad ni aquellos que la niegan consideran estos factores.

Interpretaciones de nueva ruralidad

Los autores que contribuyen a la avalancha de publicaciones sobre la nueva ruralidad han interpretado este concepto de varias maneras. La mayoría de los autores no distingue entre los diferentes usos del concepto y, por ende, no discuten cómo se relaciona su interpretación con la de otros, o hasta qué punto ésta es una nueva interpretación.9

En primer lugar, en la interpretación más común se utiliza como un marco para analizar las transformaciones de la globalización neoliberal al destacar ciertos problemas que otras aproximaciones no han destacado suficientemente, o que han ignorado. Las cuestiones que se consideraron requieren establecer si la nueva ruralidad existe como un hecho empírico y, de ser así, esclarecer la naturaleza de estos cambios fundamentales y si éstos implican que debemos cambiar nuestra comprensión del desarrollo rural.10 Mientras que aquellos que acogen el concepto de nueva ruralidad (los "nuevos ruralistas", si se me permite referirme a ellos de esta manera) resaltan los diferentes aspectos de las transformaciones rurales, todos destacan la creciente diversificación de las actividades rurales y la importancia de los empleos e ingresos no agrícolas en las estrategias de sustento de los campesinos y de los trabajadores agrícolas. Al utilizar el término ruralidad, buscan adoptar un esquema que no se limite tan sólo a lo agrícola en la economía rural. Una de las contribuciones del análisis de la nueva ruralidad es el cuestionamiento de la presunción de muchos analistas y encargados de formular las políticas públicas, de que las comunidades rurales están muy bien integradas en los mercados y que no operan exclusivamente dentro de una lógica de agricultura de subsistencia. La evidencia presentada por los nuevos ruralistas revela que los campesinos desarrollan múltiples actividades (es decir, pluriactividad y multifuncionalidad)11 agrícolas y no agrícolas, dentro y fuera de la granja, y que también son productores y jornaleros asalariados. Por tanto, los campesinos se insertan en una variedad de mercados y cuentan con muchos nexos con las zonas urbanas. El estudio de estos cambios no se limita al ámbito económico, aunque se le da prioridad, sino que también abarca cambios en la sociedad, en especial aquellos relacionados con el surgimiento de nuevos actores y movimientos sociales.

Segundo, la nueva ruralidad se interpreta como una forma de reconsiderar el desarrollo rural en términos de una variedad de metas normativas tales como lograr reducir la pobreza; la sustentabilidad ambiental; la equidad de género; la revaluación del campo, su cultura y su gente; facilitar la descentralización y la participación social; superar la división rural–urbana, y garantizar la viabilidad de la agricultura campesina.

 

NUEVAS REALIDADES DEL CAMPO

Voy a hacer un análisis de cuatro aspectos de las principales transformaciones en la nueva ruralidad de Latinoamérica: el giro a actividades rurales fuera de la granja; la creciente flexibilización y feminización del trabajo rural; el cada vez mayor número de interacciones del ámbito rural y el urbano, y la creciente importancia de la migración internacional y de las remesas de fondos. Los nuevos ruralistas tienden a enfocarse en algunos de los aspectos y pueden incluir otros que no he mencionado debido a mi ignorancia o porque los considero menos relevantes.12

Actividades rurales fuera de la granja

Las actividades rurales fuera de la granja se han tornado cada vez más importantes en téminos de empleos e ingresos para los habitantes rurales de Latinoamérica. Mientras que a comienzos de la década de 1980 menos de un cuarto de la población rural se ocupaba en actividades fuera de la granja (Klein, 1993), para fines de la década de 1990 esto se había incrementado a dos quintas partes, dedicados principalmente al sector de servicios como el comercio, el turismo rural, los servicios de transporte y personales (Haggblade et al., 2002; Köbrich y Sirven, 2007). La participación de las mujeres se hizo evidente al conformar ellas la mitad de los empleados para estas actividades (Reardon et al., 2001: 400; Dirven, 2004: 54–55). Si a comienzos de la década de 1980 el ingreso rural por actividades no agrícolas constituía más de un cuarto del ingreso rural total, para fines de la década de 1990 esta cifra había aumentado a casi el doble (Berdegué et al., 2000: 2).

Aunque algunos autores definen este proceso como la desagrarización del campo (Bryceson, 2000; Escalante et al., 2007), otros más recientemente hablan del surgimiento de las familias rurales postagrícolas (Grammont y Arias, 2008). Estas actividades rurales fuera de la granja son mucho más dinámicas, más productivas y generan mayores ingresos que las actividades agrícolas, de ahí que su importancia continúe creciendo en empleos e ingresos en comparación con las actividades agrícolas. Sin embargo, las actividades rurales fuera de la granja son de dos tipos: las que requieren mayor capacitación y capital, dan mayores muestras de productividad y por ello generan mayores ingresos, y aquellas que son marginales, con baja productividad y que proporcionan escasos ingresos debido a la situación de suma necesidad que padecen los hogares campesinos más pobres. Así pues, el aumento de las actividades fuera de la granja fomenta el proceso de la diferenciación campesina (David, 2001; Rubio, 2003).

La flexibilización y feminización del trabajo rural

El proceso de globalización neoliberal ha intensificado las presiones competitivas sobre la agricultura de América Latina. Esto ha ampliado y profundizado las relaciones capitalistas de producción en el campo, empeorando las condiciones del empleo rural. La mecanización continua de la explotación agrícola capitalista y el desplazamiento de las granjas campesinas han disminuido las oportunidades de empleo para los trabajadores agrícolas. Los agricultores capitalistas han respondido reduciendo los costos de mano de obra, al sustituir a trabajadores fijos y estables por una fuerza de trabajo temporal y flexible. Con mayor frecuencia utilizan a subcontratistas de mano de obra agrícola que se encargan de suministrar un cierto número de trabajadores por un plazo establecido. De esta manera evitan asumir la responsabilidad de costos asociados al salario como pagos de seguro social, pensiones, vivienda y servicios médicos. Cada vez más, los trabajadores son remunerados a destajo, lo que intensifica el trabajo y el número de horas trabajadas. El uso extendido de subcontratistas de mano de obra ha debilitado a los sindicatos rurales.

La organización de los trabajadores agrícolas se dificulta más actualmente, ya que llegan de diferentes lugares, tienen contratos temporales sin garantías, si tienen alguno, y se encuentran sometidos a la buena voluntad de los subcontratistas. El excedente de mano de obra agrícola los coloca en una posición de vulnerabilidad que los patrones aprovechan para su explotación y que no les da más opción que aceptar estas precarias condiciones de trabajo. Debido a que el Estado no toma acciones específicas para el fortalecimiento de los derechos laborales y condiciones dignas de trabajo, a los empleadores les ha sido relativamente fácil evadir la ley de salario mínimo (si tal ley existe en el país) y pasar por alto sus obligaciones en relación con la seguridad social. Algunos autores se han referido al empeoramiento de las condiciones laborales como "flexibilización primitiva" o "flexibilización salvaje" (Lara, 1995). De ahí que la globalización neoliberal pueda crear nuevas oportunidades para obtener ganancias y riqueza para los capitalistas rurales, pero agudice la explotación de los jornaleros rurales y multiplique la exclusión social.

La creciente flexibilización de las actividades rurales ha afectado a hombres y mujeres. Sin embargo, el rápido incremento de las exportaciones hortícolas, flores y frutos, ha creado sobre todo oportunidades de trabajo para las mujeres. Los patrones prefieren contratar a mujeres, ya que parecen estar más dispuestas a aceptar trabajos temporales y menos paga que los hombres, y son menos afectas a unirse a los sindicatos laborales. Los patrones también sostienen que las mujeres trabajan mejor ya que son más cuidadosas al desarrollar el trabajo, lo que resulta importante cuando se trata de flores y de productos perecederos. Por tanto, se ha dado una feminización de trabajadores asalariados agrícolas de temporada vinculados a las exportaciones agrícolas no tradicionales (EANT) (Deere, 2005; Lastarria–Cornhiel, 2006). Se estima que alrededor de la mitad de los trabajadores empleados para actividades agrícolas no tradicionales son mujeres, y que una proporción todavía mayor, probablemente más de dos tercios de los trabajadores en las plantas de procesamiento agroindustrial, son mujeres (Edelman, 2008: 245). Los pocos empleos fijos disponibles tienden a ser ocupados por hombres ya que los puestos de supervisión son más importantes y mejor pagados. No obstante, muchas mujeres valoran su creciente participación en el mercado laboral, ya que les ofrece una oportunidad de negociar una mejor relación con sus parejas o con sus padres, y reduce el dominio patriarcal en el hogar, además de procurarles mayor independencia. A pesar de todo, la violencia hacia las mujeres se ha incrementado en algunos contextos, cuando los hombres reaccionan negativamente al menoscabo de su autoridad patriarcal. Sin embargo, la creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral con frecuencia ha aumentado su carga de trabajo debido a que los hombres no han querido asumir una mayor responsabilidad en las labores domésticas (Deere, 2006). Adicionalmente, muchas mujeres participan en las actividades agrícolas de la granja familiar como parte de su trabajo doméstico. Esto ha afectado principalmente a las mujeres mayores, cuyas parejas han migrado en busca de trabajo asalariado (Lastarria–Cornhiel, 2006).

En resumen, la globalización neoliberal ha empeorado las condiciones de trabajo y ha provocado que las mujeres se integren al mercado laboral rural. Las mujeres se han convertido en un elemento clave del auge de las exportaciones agrícolas no tradicionales y son ahora más visibles en la sociedad ya que ocupan una posición central en uno de los sectores de exportación más dinámicos del país.

Interacciones de los ámbitos rural y urbano

Otro cambio que la nueva ruralidad puso de relieve es el desvanecimiento de la diferencia entre el mundo rural y el urbano. El concepto tradicional de la división rural–urbana —aunque no es redundante— es cuestionado debido a la creciente interacción de los dos campos de acción. Es cierto que en el pasado algunos autores hablaron de "ciudades de campesinos" o "el campo en la ciudad" con el aumento de la migración de la gente del campo a las ciudades (Roberts, 1978; Linck, 2001). Actualmente, sin embargo, la situación es más fluida y variada ya que no sólo los campesinos se trasladan a las ciudades sino que también los habitantes de las ciudades migran al campo, y con esto surgen nuevos asentamientos urbanos en el campo formando lo que se ha dado en llamar "rurbanización" (Carneiro, 1998; Delgado, 1999). Con la proliferación de pequeñas comunidades urbanas y de ciudades intermedias en las últimas décadas, la interrelación con las áreas agrícolas circundantes ha aumentado (Schejtman, 1999).

Una creciente proporción de pobladores del campo trabaja ahora esporádicamente en zonas urbanas y en actividades como la construcción (normalmente los hombres) y los servicios (comúnmente las mujeres). Pueden establecer una residencia temporal en la zona urbana o se desplazan diariamente si hay servicios de transporte. Esto está sucediendo también a la inversa, ya que una buena proporción de habitantes de las ciudades, en especial los que viven en las afueras o en las áreas periurbanas, en los barrios pobres, encuentran trabajos de temporada en áreas rurales, particularmente en la época de cosecha. Con frecuencia los contratan los subcontratistas de mano de obra, quienes también proporcionan medios de transporte y alojamiento, en su caso. Una mejor infraestructura de transporte, así como los costos más bajos del mismo y el cambio a empleos temporales, han provocado una mayor movilización de los trabajadores entre las áreas rurales y la ciudad. Estos acontecimientos han incrementado la competencia por los trabajos en las ciudades y el campo entre residentes urbanos y rurales, especialmente en las zonas que se encuentran cerca de las ciudades.

Las áreas rurales también se han tornado más industrializadas con el establecimiento de las plantas de procesamiento agrícola y, en menor medida, de algunas fábricas, próximas a los poblados y caseríos donde los patrones se benefician de este recurso de mano de obra barata constituida especialmente por mujeres. Así pues, estas prácticas de trabajo urbano se están extendiendo a las áreas rurales. La creciente fluidez entre los mercados laborales rural y urbano está erosionando parcialmente las diferencias salariales reales entre las áreas urbanas y rurales. El crecimiento del turismo rural y la penetración de los medios y de las telecomunicaciones han difundido valores culturales, noticias e información entre las áreas rurales y urbanas, incrementando aún más la convergencia cultural.

Así, se observa un doble proceso de urbanización de áreas rurales y de ruralización de áreas urbanas, aunque predominan las ciudades y los valores urbanos. A pesar de esta relación más cercana, la división entre lo rural y lo urbano es todavía muy marcada en términos de ingreso, incidencia de pobreza y oportunidades, especialmente en las áreas rurales más apartadas (De Ferranti et al., 2005).

Migración y remesas

Otro cambio digno de mención es la importancia que la migración internacional y las remesas han adquirido en la nueva ruralidad latinoamericana. La crisis ocupacional de los pobres, empeorada por el endeudamiento y la globalización neoliberal, ha aumentado la migración a través de las fronteras a otros países. Aunque la emigración de América Latina no es un fenómeno nuevo, la reciente escalada de migración internacional de los trabajadores rurales no tiene precedente. Mientras que en el pasado sólo unos cuantos trabajadores de los países latinoamericanos (particularmente México y algunos países caribeños) migraban hacia países vecinos o a Estados Unidos, los migrantes actuales provienen de varios países (especialmente Guatemala, Honduras, Nicaragua, Ecuador, Perú y Bolivia) y los destinos ahora incluyen Europa (en particular, España) y Canadá.

La gente en extrema pobreza tiene menos probabilidad de migrar al extranjero, aunque migra dentro de su propio país o a un país vecino. Los migrantes no sólo tienen que pagar su propio medio de transporte y costos de vida, sino que además, en lugares donde la migración es ilegal, también tienen que pagar grandes sumas de dinero a los "coyotes" que los ayudan a cruzar las fronteras. Si en el pasado la migración internacional se reducía mayoritariamente a los hombres, actualmente una proporción cada vez mayor de migrantes está integrada por mujeres.

La decisión de migrar con frecuencia es parte de una estrategia de subsistencia del grupo familiar y a menudo involucra a los miembros más jóvenes de la familia. La mayoría de los trabajadores que migran envían remesas a sus familiares, aunque éstas empiezan a espaciarse con el transcurso de los años. Dichas remesas son de gran importancia para el sustento de la familia, constituyendo a menudo la mayor parte de su ingreso. Se utilizan generalmente para propósitos de consumo, atención médica, educación y mejoras a la vivienda. En algunos casos, los migrantes invierten en casas para usarlas en el futuro porque tienen la intención de regresar a sus comunidades o pueblos. Es poco común que se utilicen como inversiones en la agricultura u otras actividades productivas. En ocasiones las remesas causan efectos no deseados ya que los familiares se tornan dependientes de éstas y no sienten la presión por buscar trabajo.

Tanto los países como los hogares ahora dependen de estos envíos. En algunos países, los envíos de dinero sobrepasan el valor de las exportaciones agrícolas y posiblemente constituyen la fuente principal de los ingresos totales de divisas extranjeras (Edelman, 2008: 248). En algunos de los países más pobres de la región, las remesas superan por mucho la inversión directa y se han convertido en una importante proporción del ingreso nacional que fluctúa en alrededor de 10% del Producto Interno Bruto (Fajnzylber y López, 2007: 5).

No obstante, el costo de la migración internacional y las remesas ha sido alto ya que al cruzar las fronteras, en especial de manera ilegal, la operación conlleva un alto grado de riesgo así como un alto precio. La migración desestabiliza la cohesión tanto de los hogares como de las comunidades ya que los más viejos, los menos educados, los que tienen menos sentido empresarial, los discapacitados y los muy pobres se quedan atrás. También agrava las desigualdades y los procesos de diferenciación en las comunidades. Los que logran llegar a los países más ricos padecen racismo y se enfrentan a condiciones de trabajo precarias, ya que los patrones se aprovechan de su vulnerabilidad. Los gobiernos poco han hecho para poner remedio a este asunto o para hacer posible un uso más productivo de las remesas.13 De alguna manera, los gobiernos se han coludido en este drama ya que la migración les resulta provechosa. La exportación de trabajadores se ha convertido en una importante fuente de entrada de divisas y, al reducir el número de pobres y contribuir a la supervivencia de la familia, la migración reduce las posibilidades de un conflicto social y retira la presión sobre los gobiernos para que tomen medidas más eficaces para reducir la pobreza.

En conclusión, las remesas y la economía rural fuera de la granja se han convertido en una importante fuente de ingreso para la mayoría de los campesinos en América Latina. Por ejemplo, en México "representan 75% del ingreso rural (y el cultivo y el mercado del trabajo agrícola proporciona el 25% restante)", según De Janvry y Sadoulet (2007: 11). Los programas para la reducción de la pobreza en países como Bolivia, Honduras y Ecuador han tenido tan poco éxito, que los pobres han debido diseñar sus propias estrategias de supervivencia, entre las cuales la migración y las actividades fuera de la granja se han convertido en una popular alternativa (Kay et al., 2008).

 

PROPUESTAS ALTERNATIVAS PARA UNA NUEVA RURALIDAD

El término nueva ruralidad es frecuentemente utilizado en un sentido normativo, ya que los autores elaboran una serie de propuestas para lograr una variedad de cometidos que difieren entre sí, tales como reducir la pobreza rural y la desigualdad, mejorar las condiciones de trabajo, lograr la sustentabilidad ambiental y mejorar el diseño y puesta en marcha de las políticas públicas. Debido a las diferentes opiniones entre los autores sobre la nueva ruralidad, yo hago una distinción entre los puntos de vista "reformista", "comunitario" y "territorial". Dada la riqueza y extensa variedad de la bibliografía sobre la nueva ruralidad, esta clasificación es, por supuesto, una simplificación de los diferentes puntos de vista que existen sobre este tema, pero puede ser un útil punto de partida para un análisis más profundo.

Propuestas reformistas de nueva ruralidad

Los nuevos ruralistas reformistas proponen una serie de recomendaciones para las políticas públicas o para las intervenciones de organismos no gubernamentales y para la comunidad internacional de donantes, que buscan aminorar las consecuencias negativas así como incrementar las oportunidades de la globalización neoliberal. Estas recomendaciones no necesariamente defienden un curso radicalmente diferente de desarrollo rural, sino que buscan formas de reorientar las políticas públicas y ampliar su campo de acción para mejorar el sustento en el campo. Pretenden reformar el sistema más que desafiarlo, de ahí mi utilización del término reformista para describir sus propuestas de cambio. Sin embargo, como parte de las reformas propuestas, consideran una serie de cambios institucionales orientados a fomentar la eficacia en la ejecución de las políticas y a la participación social. Por ende, esta concepción de la nueva ruralidad también podría ser considerada institucionalista. En este sentido, sostienen que su enfoque de la nueva ruralidad es un marco analítico más útil para el diseño de políticas más eficaces de desarrollo rural que las que están llevando a cabo los gobiernos y otras agencias.

La reducción de la pobreza rural es el objetivo de desarrollo más enérgicamente promovido por los primeros defensores de una nueva ruralidad. Su concepción de la pobreza es más integral y, por tanto, requiere de una variedad más amplia de políticas públicas que la aborden. Reconoce las limitaciones del mercado y resalta la importancia de las instituciones. Los nuevos ruralistas criticaron a los responsables de formular las políticas y a las organizaciones no gubernamentales por apegarse a un enfoque tradicional "productivista" hacia el desarrollo rural que por prestar demasiada atención a la agricultura, la ganadería y la producción forestal, no percibía la naciente realidad y los nuevos desafíos que afrontan los agricultores, los campesinos y los trabajadores del campo. Las políticas públicas y las intervenciones de los organismos no gubernamentales fueron consideradas cada vez más irrelevantes para las nuevas inquietudes de los campesinos que surgían de la diversificación de los ingresos rurales y de la creciente importancia de las actividades no agrícolas en la granja y fuera de ella en la vida rural. También critican las políticas del gobierno por darle prioridad a las necesidades de los agricultores capitalistas y a la agroindustria a expensas de los campesinos y de los trabajadores rurales. Estos nuevos ruralistas normativos aspiran a impulsar sociedades público–privadas, promover las cadenas agroproductivas y las asociaciones de ciertos productos agrícolas para aumentar la productividad, avanzar en la cadena de valor mediante el procesamiento agroindustrial y fomentar las innovaciones tecnológicas y la competitividad. Esto se lograría a través de asociaciones y del consenso a nivel local y regional, así como de la promoción de nexos más estrechos entre las áreas urbana y rural. Así que el término "ruralidad" avala la necesidad de un nuevo enfoque hacia el desarrollo rural, uno que incluya una visión más amplia de lo rural más allá de lo "agrario", y uno que dé prioridad a la población rural pobre.

A medida que el enfoque reformista de la nueva ruralidad se fue generalizando, su programa se amplió para incluir casi cualquier objetivo de desarrollo imaginable perdiendo, así, su enfoque original en los objetivos de desarrollo rural estratégicos. Por consiguiente, era de esperarse que las políticas para una nueva ruralidad promovieran la descentralización, el desarrollo local, la participación social, la igualdad, el empoderamiento de las mujeres, el empleo de los jóvenes, la agricultura orgánica, el desarrollo sustentable, la industrialización rural, las cadenas de productos agrícolas, las asociaciones agroindustriales, la competitividad y otros.14 Algunos autores inclusive propusieron varios objetivos, al parecer sin darse cuenta de que no era posible cumplirlos simultáneamente, debido a que existen ventajas e inconvenientes y a que algunos se contradicen y no proporcionan un orden para su realización.

La principal limitación del enfoque reformista de la nueva ruralidad es la ausencia de un análisis de clase y de las fuerzas políticas que dan forma a las políticas públicas. En lo que se refiere a las clases, por ejemplo, no logra analizar las contradicciones ni los conflictos que surgen entre los capitalistas y los trabajadores ni los procesos de diferenciación social y económica del campesinado.15 La ausencia de un análisis de la sociología política del Estado y de las relaciones de poder que dan forma a las políticas públicas lleva a los nuevos ruralistas a plantear una variedad de políticas que, aunque loables, tienen pocas oportunidades de ser aplicadas, y de serlo, no obtendrían necesariamente los resultados deseados en beneficio del campesinado. El enfoque de la nueva ruralidad, particularmente en su versión reformista, no logra apreciar por completo las limitaciones del neoliberalismo ni las restricciones impuestas por la globalización capitalista sobre las posibilidades de desarrollo del campesinado y de los trabajadores del campo (Teubal, 2001).

Aunque hay que dar crédito a los nuevos ruralistas por resaltar la importancia de las actividades rurales fuera de la granja, no interpretan bien su origen y, sobre todo, exageran las oportunidades que ofrecen para el bienestar de los campesinos y de los trabajadores del campo. A la mayoría de la gente del campo el neoliberalismo sólo le ha otorgado menos oportunidades de acceder a los recursos productivos, y en ocasiones incluso ha provocado que pierdan sus propios recursos, como sus tierras, debido al cerco neoliberal y a la acumulación mediante el despojo (Akram–Lodhi y Kay, 2008).16 Es esta crisis en la economía de los campesinos lo que ha forzado a muchos a dedicarse a múltiples actividades para subsistir. La disminución de las posibilidades de acceso a los recursos productivos ha dado lugar a su desagrarización y los ha forzado a ocuparse en actividades no agrícolas. Los miembros de las familias de campesinos se han visto gradualmente forzados a buscar empleos asalariados muy precarios, dando lugar a la flexibilización y feminización del trabajo en el campo.

La situación es, desde luego, más compleja y varía dependiendo del país. La diversificación hacia las actividades rurales fuera de la granja ciertamente les ha proporcionado a los campesinos una movilidad hacia arriba, una oportunidad de obtener mejores ganancias y acumular capital. Pero esto se limita a una minoría de campesinos que ya contaba con su propia tierra, recursos financieros y recursos humanos (mejor educación y capacitación), así como capital social. De esta forma pudieron cambiar a cultivos de mayor valor y realizar actividades más lucrativas fuera de la granja, así como negociar mejores tratos con proveedores, compradores y la agroindustria. Además, en el mercado laboral podían captar trabajos de mejor calidad que proporcionan salarios más altos y brindan condiciones de empleo mejores y más seguras.

En resumen, para los campesinos más pobres, la pluriactividad sólo ha representado un medio de subsistencia, dando lugar a la descampesinización, la desagrarización, la semiproletarización o inclusive, la proletarización. De ahí su creciente explotación, ya que se han convertido en proveedores principalmente de mano de obra barata y flexible para el capitalismo, y han perdido en gran medida su capacidad de producir alimentos baratos. La diversificación se ha convertido en una estrategia de acumulación de capital y mayor bienestar solamente para aquellos campesinos con mayores recursos (Grammont y Martínez, 2009).

Esta incapacidad para analizar la dinámica de clase en la sociedad y, sobre todo, para valorar la relevancia del proceso de diferenciación entre campesinos, da lugar a que los nuevos ruralistas reformistas se pierdan en sus propuestas para los planes de acción. Los nuevos ruralistas son fuertes partidarios de la promoción de la economía rural fuera de la granja debido a su elevada productividad y su potencial de crecimiento. Sin embargo, aun si los gobiernos echaran a andar estos planes de acción y los dirigieran específicamente al campesinado, los resultados, en el mejor de los casos, intensificarían el proceso en curso de diferenciación entre campesinos. La mayoría de éstos, los que son vistos como no viables por los economistas neoliberales o los que se consideran carentes de potencial productivo por otros, no se podrían beneficiar de estos planes de acción dada su falta de recursos. Existe, por supuesto, una manera de subsanar esta falta de recursos y lograr un desarrollo procampesino más inclusivo y extenso. Sin embargo, esto implica cambios estructurales que no han sido considerados por los nuevos ruralistas reformistas. Significaría, ante todo, fortalecer la base de la tierra de los campesinos pobres para garantizar un umbral mínimo para participar productivamente en actividades fuera de la granja y cambiar a actividades agrícolas de mayor valor,17 lo que abre la cuestión del poder político y el Estado. El análisis del tema de las clases tiene por ende que combinarse con el análisis del tema del Estado.

Muchas de las políticas propuestas por los nuevos ruralistas tienen pocas probabilidades de llevarse a cabo. La mayoría de los gobiernos tiende a dar muy poca prioridad al sector rural, y en los casos en que sí lo hacen, el Estado del postajuste estructural carece de los recursos o de la capacidad para ejecutarlos. Además, un desarrollo rural procampesino generalizado implicaría la redistribución de la tierra y el otorgamiento de créditos, asistencia técnica y otros servicios para los campesinos y los trabajadores del campo.18 Se requiere de un análisis de las fuerzas políticas y de las relaciones de poder en la sociedad, la forma en que se forjan y hasta qué punto controlan el aparato del Estado, para evaluar la factibilidad de las propuestas de los nuevos ruralistas. Semejante análisis contribuiría a identificar cursos de acción alternos sustentados por una nueva correlación de fuerzas en la sociedad y en el Estado, cuya finalidad sería la de aplicar estrategias de desarrollo más equitativas e incluyentes. Los nuevos ruralistas reformistas no tienen mucho qué decir sobre los movimientos campesinos e indígenas y sobre la manera de consolidar las fuerzas de la sociedad que favorecen estos movimientos y que tienen la capacidad de hacer realidad los cambios estructurales necesarios.19

 

POR UNA NUEVA RURALIDAD COMUNITARIA

Aunque lo que yo llamo el enfoque comunitario hacia la nueva ruralidad es evidentemente también una interpretación normativa, su promoción explícitamente postcapitalista lo hace merecedor de una categoría propia.

Esta nueva ruralidad basada en la comunidad ha sido presentada muy convincentemente por David Barkin (2001a, 2001b, 2006b).20 Aunque otros autores también buscan alternativas postcapitalistas, me voy a centrar en los textos de Barkin, ya que se encuentran más explícitamente correlacionados con el debate sobre nueva ruralidad. Su punto de inicio es el análisis de un cierto tipo de nueva ruralidad que los mismos campesinos ya están construyendo. Sostiene que tenemos que aprender de las estrategias que las comunidades campesinas están adoptando para enfrentar la globalización neoliberal y estructurar una alternativa al empobrecimiento individual y a la degradación ecológica. Aunque sus ejemplos provienen de unas cuantas comunidades campesinas de México, resumen los deseos, si bien no las realidades, de los miembros de dichas comunidades y de los activistas e intelectuales públicos que como Barkin buscan una estrategia de desarrollo alterna a los dictados de la globalización neoliberal.

Barkin identifica que la alternativa comunitaria se basa en tres principios fundamentales: autonomía, autosuficiencia y diversificación productiva (Barkin, 2001a: 33). Ni la autonomía ni la autosuficiencia se entienden en el sentido estricto para que una comunidad continúe aislada y contenga empresas completamente autosuficientes. La idea es más bien que al diversificar su sistema de producción, las comunidades mejoren su capacidad y su poder de decisión sobre cómo y hasta qué punto se integran al mercado. Esta forma de participación selectiva en el mercado incrementa su autonomía y autosuficiencia. La diversificación de los productos ciertamente va en contra de la tendencia de mayor especialización, la cual se puede observar en la agricultura capitalista. En su intento de alcanzar estos tres objetivos, los miembros de la comunidad comprenden que deben defender sus sistemas productivos tradicionales, así como su cultura, y reforzar su organización comunitaria. Barkin reconoce que esta estrategia para una nueva ruralidad comunitaria requiere de una perspectiva territorial, ya que debe definirse por regiones para ser viable y sustentable. Además, para lograr los tres propósitos de autonomía, autosuficiencia y diversificación de productos, se requieren recursos externos. Desde su punto de vista, los recursos pueden obtenerse de los ingresos no agrícolas de los miembros de la comunidad y de las remesas enviadas por aquellos que han migrado a otros centros urbanos del país o del extranjero, principalmente a Estados Unidos. También requiere de la creación de nuevos mercados que no son de explotación sino que están basados en los principios de solidaridad de los mercados de comercio justo. Barkin (2006a) hace notar que a pesar de los problemas que el campesinado mexicano ha afrontado debido a la globalización neoliberal, le ha sido posible fortalecer la "cultura del maíz".21

La propuesta de Barkin de una nueva ruralidad hace eco del airado debate entre los campesinistas y los descampensinistas o proletaristas que tuvo lugar en México a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980 y que se propagó a casi toda América Latina. Los campesinistas, con frecuencia catalogados como neopopulistas, creían en la superioridad y sobrevivencia de la agricultura campesina, mientras que los descampesinistas, emulando una interpretación marxista más clásica, creían que la superioridad de la agricultura capitalista y el proceso de diferenciación social y económica los llevaría a su desaparición. La mayoría de los campesinos serían proletarizados y unos cuantos se convertirían en pequeños agricultores capitalistas.22 Es un debate no resuelto que con frecuencia surge con diferentes nombres. Aunque Barkin no hace esta asociación, su visión comunitaria de la nueva ruralidad es, en mi opinión, una útil contribución a este inconcluso debate.23

Existen, no obstante, varios obstáculos en cuanto a la nueva ruralidad centrada en la comunidad, como el mismo Barkin (2001a: 38) reconoce. Entre ellos, identifica los obstáculos institucionales originados en el caciquismo y otras formas de clientelismo político. Además, se puede esperar una oposición de parte de las autoridades del Estado a cualquier intento de manejar los recursos naturales del país de manera autónoma, o de separarse de los mecanismos clientelistas de control del Estado por parte de las comunidades campesinas. Sin embargo, existen otros obstáculos que Barkin no menciona y que, en mi opinión, ponen en peligro los logros de esta nueva ruralidad comunitaria. Al llamar a una renovación de la sociedad rural, Barkin es asombrosamente hermético sobre la importancia del Estado y, más ampliamente, de la comunidad internacional, como los organismos no gubernamentales, los grupos de solidaridad y las organizaciones transnacionales de campesinos como Vía Campesina (Borras, Edelman y Kay, 2008). No obstante, el apoyo del Estado es absolutamente crucial por razones económicas y políticas. La regeneración de la sociedad rural en una nueva ruralidad comunitaria requiere de una gran afluencia de capital, recursos humanos y otros recursos económicos. Aunque las remesas representan uno de estos recursos, evidentemente no son suficientes, además de ser una incierta y tal vez no deseada fuente de ingreso, ya que involucra la emigración de los miembros de la familia que la renovación de la sociedad rural más urgentemente necesita, los jóvenes y fuertes. Además de la pérdida de este valioso recurso humano, las remesas crean la dependencia en una fuente de ingreso y contradicen el principio de autonomía. Dependen de la continuidad de la migración a países capitalistas más ricos y de conseguir empleo en estos países. También dependen de la voluntad de los migrantes para enviar dinero a sus hogares y de quienes lo reciben para ponerlo en un fondo para financiar los proyectos de desarrollo de la comunidad. Desde el punto de vista político, la nueva ruralidad comunitaria requiere no sólo eliminar los obstáculos políticos que Barkin menciona, sino también garantizar el apoyo político activo del Estado.

Tampoco queda claro si los objetivos de autonomía y autosuficiencia, aun cuando se entienden en un sentido relativo, son alcanzables o deseables. Para alcanzar algunos de estos objetivos, las comunidades tendrían que formar alianzas con otros grupos sociales y políticos, limitando de esta manera su autonomía pero, al mismo tiempo, fortaleciendo su poder e influencia política. En cuanto a la autosuficiencia, tal vez sería más apropiado aspirar a la soberanía alimentaria a nivel nacional. La clave es asegurar la capacidad para obtener un suministro de alimentos confiable y un buen nivel de vida, lo cual requeriría de la participación en los mercados. Al desarrollar los mercados de solidaridad será posible vender en mercados justos, lo que proporcionaría los recursos económicos para el financiamiento de otros objetivos de la nueva ruralidad.

Ciertos aspectos de esta nueva ruralidad comunitaria no se han explicado lo suficiente y de ahí que puedan parecer contradictorios o carentes de realismo. La búsqueda de autonomía y autosuficiencia de las comunidades rurales es vista como una forma de protección contra los estragos de la globalización neoliberal. A primera vista, esto puede tomarse como indicador de que la comunidad no participa en los mercados capitalistas. Sin embargo, éste no es exactamente el caso, ya que Barkin (2006b: 2) pretende elaborar "una estructura de trabajo alternativa para la incorporación productiva [...] de las comunidades en la economía global". En su opinión, lo anterior se puede lograr mediante una estrategia para el manejo de los recursos sustentables regionales, que explícitamente busca superar la marginación rural, contribuyendo a reducir el poder de los impulsores subyacentes del conflicto social (ibid., cursivas en el original). De esta manera, el argumento no propugna una completa autonomía o autosuficiencia, ya que el autor busca crear "oportunidades de participación en el comercio internacional en términos más ventajosos" (ibid.) El lector queda de este modo cuestionándose si estas salvedades le quitan sentido a su planteamiento. La pregunta, por consiguiente, continúa siendo hasta qué punto es posible actualmente para una comunidad rural estructurar una nueva ruralidad autónoma y autosuficiente como ésa. ¿Se puede lograr aisladamente? ¿Acaso requerirá de una transformación simultánea de la economía nacional, la sociedad y el sistema de gobierno para tener alguna oportunidad de tener éxito? En cierta medida, requeriría también de la transformación del sistema global en esta dirección comunitaria, lo cual, desde la perspectiva actual, es difícil de imaginar. La propuesta de Barkin, en consecuencia, parece un tanto utópica ya que no aborda el tema de las principales fuerzas políticas y sociales que se requieren para hacer realidad este nuevo mundo.

 

UN ENFOQUE TERRITORIAL HACIA LA NUEVA RURALIDAD

En años recientes, los especialistas rurales han analizado los nexos entre nueva ruralidad y territorio, y en algunos casos inclusive han propuesto el enfoque territorial como una alternativa.24 El texto clásico sobre el enfoque territorial para estudios del campo es de Schejtman y Berdegué (2004), y mi propio análisis se centrará principalmente en este texto debido a limitaciones de espacio.25 Definen el desarrollo rural territorial

como un proceso de transformación productiva e institucional en un espacio determinado, cuyo fin es reducir la pobreza rural. La transformación productiva tiene el propósito de articular competitiva y sustentablemente a la economía del territorio a mercados dinámicos. El desarrollo institucional tiene los propósitos de estimular y facilitar la interacción y la concertación de los actores locales entre sí y entre ellos y los agentes externos relevantes, y de incrementar las oportunidades para que la población pobre participe del proceso y sus beneficios* (Schejtman y Berdegué, 2004: 4).

Su concepto de territorio es un constructo social, ya que lo definen como un espacio geográfico con una identidad social, económica y cultural, así como procesos de desarrollo específicos. Ellos crean una útil tipología de territorios que les permite distinguir entre diferentes patrones dinámicos de desarrollo local o territorial, que va de los territorios que están articulados competitivamente con los mercados dinámicos hasta los que tienen economías estancadas y se enfrentan a la descomposición social (Schejtman y Berdegué, 2008).

Como la de los nuevos ruralistas reformistas, la visión territorial reconoce las principales transformaciones del sector rural que ha producido la globalización neoliberal. También tiene una fuerte orientación a las políticas públicas, en especial en relación con la reducción de la pobreza. La perspectiva territorial ciertamente agrega una dimensión útil al diseño y aplicación de las políticas de desarrollo rural y proporciona un análisis más fundamentado al reconocer las interacciones de las áreas rural y urbana en una cierta configuración espacial. Así pues, va más allá de un enfoque de sectores, ya que promueve la pluriactividad y el desarrollo de asociaciones y cadenas productivas agroindustriales. También intenta aprovechar las experiencias de la descentralización y de la administración local. Además, tiene la ventaja de que se enfoca en los actores sociales y en las instituciones, en sus propuestas para establecer alianzas entre los varios participantes y para fortalecer la gobernabilidad local. En este sentido, comparte algunas similitudes con la nueva ruralidad comunitaria, pero también difiere de ella en algunos aspectos clave, ya que la visión comunitaria considera una interpretación más radical de la descentralización porque pretende un grado más alto de autogobierno e inclusive autonomía del Estado.

El enfoque territorial, por lo menos en su interpretación más popular, busca integrar más estrechamente a los pequeños agricultores con el mercado mundial, mientras que en la perspectiva comunitaria se hace hincapié en la autosuficiencia y la autonomía. Por otra parte, para lograr esta integración, el enfoque territorial propone incorporar a los minifundistas en las asociaciones agroindustriales para favorecer su transformación productiva y mejorar su competitividad. Esto requeriría crear alianzas entre las compañías transnacionales, los agricultores capitalistas y los campesinos, lo que representa una importante diferencia del enfoque comunitario en el que las empresas transnacionales y los capitalistas rurales son vistos como parte del problema, más que como solución para la pobreza rural.

Una contribución significativa del enfoque territorial es su análisis de los nexos entre los movimientos rurales sociales y el desarrollo rural territorial. Con el surgimiento en los últimos años de los movimientos sociales indígenas, la tradicional lucha por la tierra se ha convertido en una lucha por el territorio. A medida que los pueblos indígenas en el campo han subrayado cada vez más su identidad indígena en relación con su identidad campesina, intentan reforzar su capital cultural y simbólico mediante la movilización social y la ampliación de sus demandas (Bengoa, 2006). Estos nuevos movimientos sociales no limitan sus demandas tan sólo a más tierras, sino que ahora buscan más derechos políticos, económicos y sociales en un determinado territorio. Demandan una mayor participación y control sobre las instituciones locales administrativas gubernamentales así como sobre los proyectos de desarrollo y, hasta cierto punto, por consiguiente, de autogobierno. Con frecuencia entran en conflicto con los planes de las grandes corporaciones y del gobierno que pretenden explotar los recursos minerales, acuíferos y forestales en el territorio que ellos afirman que les pertenecía a sus ancestros, que dañan el medio ambiente, que no benefician a la comunidad local y que, por el contrario, podrían marginarlos aún más. En resumen, el enfoque territorial tiene la ventaja de facilitar el análisis de los movimientos sociales, en especial aquellos encabezados por los indígenas, quienes aspiran a lograr más derechos y control de un cierto espacio geográfico.

Aunque el enfoque territorial hacia la nueva ruralidad vence varias limitaciones de la perspectiva reformista, todavía comparte algunas, tales como su optimismo acerca de los beneficios que los productores campesinos obtendrían de su integración a las cadenas de productos básicos agroindustriales y a los mercados mundiales.26 La crisis alimentaria mundial de 2008 puso al descubierto la vulnerabilidad de los países con un déficit alimentario y la de los campesinos pobres que son los compradores finales de alimento, resaltando con esto los temas de soberanía alimenticia y de autosuficiencia campesina, así como las limitaciones y los peligros de una globalización no regulada.

 

CONCLUSIONES

Dada la gran desigualdad en la distribución de los activos, los ingresos y el poder en las sociedades de América Latina, el punto de inicio para que una nueva ruralidad sea capaz de erradicar la pobreza y de lograr un desarrollo rural sustentable debe ser la transformación de clase y de las fuerzas políticas de la sociedad. Un cierto eclecticismo y la falta de reconocimiento de las clases y de las fuerzas políticas que forman al Estado no permiten ver a muchos ruralistas los procesos de dominación, subordinación y explotación, llevándolos a proponer políticas inviables o que son contradictorias y que podrían dar resultados diferentes a los esperados.

Una manifestación del rotundo fracaso de las políticas de desarrollo rural es la alta tasa de emigración de los países y regiones más pobres de Latinoamérica a Estados Unidos y Europa, principalmente a España. Es paradójico, irónico y trágico que tal vez la mayor contribución a la reducción de la pobreza en el campo haya provenido de los mismos pobres, a través de las remesas enviadas a sus familias por aquellos que emigraron. Los campesinos pobres han tenido que diseñar sus propias estrategias de subsistencia para garantizar su supervivencia y quizá incluso salir de la pobreza. Esta considerable y constante emigración no sólo reduce el número de pobres en el país de origen, sino que también crea una importante fuente de ingresos para los pobres que se quedaron atrás y que reciben estas remesas. Esta fuga del campo difícilmente sienta una base sólida para la construcción de la nueva ruralidad. La nueva ruralidad real que existe en esos países es una negación del desarrollo rural y de las expectativas de reducir la pobreza de muchos nuevos ruralistas.27

El enfoque de la nueva ruralidad ciertamente tiene sus fallas, como he señalado en esta obra. Pero tiene el mérito de haber logrado que mucha gente estuviera consciente de los cambios que anteriormente se habían ignorado, dando pie así a reflexiones adicionales sobre las actuales transformaciones rurales de Latinoamérica y sobre políticas de desarrollo rural más apropiadas, así como a estudios sobre el desarrollo rural. La nueva ruralidad es, en gran medida, una declaración normativa elaborada en el contexto de la crisis a la que se enfrenta el campesinado en el periodo de la globalización neoliberal. Por consiguiente, los analistas de la nueva ruralidad pretenden encontrar nuevas maneras de garantizar una base sustentable para los campesinos y los trabajadores rurales con el fin de alcanzar los objetivos de igualdad y de reducción de la pobreza, entre otros. Aunque los diferentes enfoques de la nueva ruralidad han mejorado nuestra comprensión de la dinámica del desarrollo rural y han preparado el camino para políticas públicas y estrategias de desarrollo más adecuadas, los persistentes problemas de pobreza y desigualdad, pese al progreso que se ha logrado en algunos países, continúan representando un reto para los investigadores y los encargados de elaborar las políticas públicas.

Traducción del inglés de Ligia Figuerola Brunet.

 

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NOTAS

El autor agradece a los tres dictaminadores anónimos por sus valiosos comentarios, pero las deficiencias que puedan persistir en el artículo son de responsabilidad exclusiva del autor.

1 Para un análisis de los principales enfoques teóricos utilizados en Latinoamérica para el estudio de la transformación rural de la región de finales de la década de 1940 a mediados de la de 1990, véase Kay (2007a).

2 Para un análisis detallado de la tranformación agraria neoliberal de Latinoamérica, véase David (2001) y Rubio (2003).

3 La socióloga rural argentina Norma Giarracca se encuentra entre los primeros en utilizar el término nueva ruralidad; véase Giarracca (1993). También es la compiladora de un extenso texto sobre la nueva ruralidad; véase Giarracca (2001a).

4 El Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia, organizó diversas conferencias internacionales sobre la nueva ruralidad y se encuentra entre los pioneros de la difusión de este concepto. Véase Pérez y Farah (2001); Pérez y Farah (2004); Pérez (2006), y Pérez (2007).

5 La declaración de Rubio (2002) en el sentido de que la nueva ruralidad es en gran parte un concepto europeo es debatible, pero varios de sus comentarios críticos son relevantes. Chiriboga (2000) también hace referencia a sus orígenes parcialmente europeos, pero destaca la influencia de las agencias multilaterales de cooperación técnica. El término, sin duda, es mucho más común en Latinomérica en comparación con Estados Unidos, Gran Bretaña u otros países europeos.

6 El término agricultura a tiempo parcial se comenzó a utilizar en Europa a finales de las décadas de 1960 y 1970 para referirse a los pequeños agricultores que obtienen un segundo ingreso de fuentes no agrícolas, a menudo de empleos urbanos (Gasson y Himmighofen, 1983). El término pluriactividad se empezó a usar más comúnmente en Europa en la década de 1980 para referirse a la creciente diversificación de las actividades de los agricultores, en particular a las actividades no agrícolas como las artesanías, el turismo rural y otros servicios. Para explorar el nexo entre nueva ruralidad, multifuncionalidad y desarrollo local, véase Llambí (2004) y Pérez (2002).

7 Desde mi punto de vista, el enfoque de modos de vida rural, que surgió un poco antes en Gran Bretaña (Chambers, 1988; Ellis, 2000; Bebbington, 2004), no tuvo una influencia inmediata en los pensadores de la nueva ruralidad en Latinoamérica, aunque los dos enfoques comparten algunas cosas. Fue hasta hace poco que algunos autores relacionaron estos dos enfoques (Rodríguez y Tapella, 2008).

8 El sociólogo rural venezolano Luis Llambí quizá podría llevarse el crédito por sus intentos de analizar sistemáticamente el concepto de nueva ruralidad, aunque él no pretende haberlo creado, ni tampoco haber desarrollado una teoría de la nueva ruralidad; véase Llambí (1994) y Llambí y Pérez (2007). En este sentido, la aseveración de la economista mexicana Blanca Rubio (2002) de que la nueva ruralidad constituye una teoría es prematura, aunque quizá algún día alcance ese estatus.

* En español en el original [N. de la T.].

* En español en el original.

9 Hubert C. de Grammont (2004), Rafael Echeverri (2001) y José María Caballero (2001) son algunos de los estudiosos del tema que se han esforzado por distinguir entre las varias formas en que el concepto de nueva ruralidad puede utilizarse o está siendo utilizado. Véase también Favareto (2006).

10 Llambí sostiene que las transformaciones del sector rural tienen tal relevancia desde la globalización neoliberal, que requieren de un replanteamiento de toda la disciplina de sociología rural; véase Llambí (1994) y Llambí y Pérez (2007).

11 Para un debate de la multifuncionalidad de la agricultura y su relación con la nueva ruralidad, véase Bonnal, Bosc, Díaz y Losch (2004) y Losch (2004).

12 La mayoría de los estudios sobre la nueva ruralidad se refieren a un país o a una región o regiones en un país en particular. Para una muestra de la investigación sobre la pluractividad o multifuncionalidad de la nueva ruralidad, véase para Argentina: Cucullu y Muráis (2003), Gras (2004), Tapella (2004), Neiman y Craviotti (2005); para Brasil: Graciano da Silva (1997), Carneiro (1998) y Schneider (2003); para Centroamérica: Clemens y Ruben (2001); para Chile: Leander (2001) y Fawaz (2007); para Colombia: Farah y Pérez (2003); para Ecuador: Martínez (1999), Bretón (2005) y García (2007); para México: Grammont y Tejera (1996) y Delgado (1999).

13 Existen algunas excepciones a esta generalización. Por ejemplo, en México, el gobierno proporciona aportaciones paralelas para los proyectos de desarrollo comunitarios financiados por asociaciones de residentes con base en Estados Unidos, como lo analizaron Fox y Bada (2008). Sin embargo, estos esfuerzos no obtuvieron los resultados esperados, ya que los migrantes han padecido la corrupción de las autoridades (Barkin, 2006a: 139).

14 La mayoría de los textos sobre nueva ruralidad tienden a contener elementos normativos, pero en algunas obras éstos ocupan un lugar importante. Para ejemplos de textos normativos que se enfocan en las políticas públicas para una nueva ruralidad, véase IICA (2000), Niño (2001) y Acosta (2006). Para estudios que resaltan la dimensión de género de las políticas para una nueva ruralidad, véase CIDER (2001) y Farah y Pérez (2003).

15 Estoy consciente de las limitaciones del análisis de clase, ya que los pobladores rurales no son campesinos ni proletarios y múltiples fuerzas forman su identidad en los diversos contextos económico, social y político. Los factores étnicos y de género también deben considerarse en un análisis de clase más abierto y complejo. A pesar de estas limitaciones, el análisis de clase no debe ignorarse, especialmente en contextos de creciente desigualdad y polarización sociopolítica.

16 Mientras que los procesos de descampesinización son comunes, los procesos de campesinización y recampesinización son pocos y espaciados. Véanse Deere (2000); Kay (2000), y Wright y Woldford (2003).

17 Para un análisis de las relaciones entre la tierra, la pobreza y la subsistencia rural en el periodo contemporáneo de la globalización neoliberal, véase Akram–Lodhi, Borras y Kay (2007). Para un debate sobre la pobreza rural y las estrategias de desarrollo en Latinoamérica, véase Kay (2007b).

18 Las acciones sobre la reforma agraria generalmente no son consideradas por los nuevos ruralistas reformistas, probablemente debido a las heterogéneas experiencias de las reformas impulsadas por el Estado en el pasado. No obstante, en los últimos diez años, el Banco Mundial ha promovido reformas agrarias impulsadas por el mercado, pero éstas han resultado muy limitadas en su alcance e impacto. Para un análisis crítico de la reforma agraria impulsada por el mercado, véase Borras, Kay y Lahiff (2008). Por tanto, el problema de la tierra continúa sin resolverse en muchos países en desarrollo.

19 Existen, desde luego, excepciones a esta afirmación tan general; véanse Giarracca (2001b) así como Giarracca y Levy (2004), entre otros. No obstante, hay pocos estudios que exploren hasta qué punto la nueva ruralidad está dando lugar a nuevas formas de luchas sociales y activismo político.

20 Las propuestas de Barkin reciben la influencia de una variedad de textos, como los que pretenden la regeneración del campesinado (Esteva, 1980) y del medio ambiente (Altieri, 1987; Leff, 1998; Toledo, 2000).

21 Contrariamente a lo que se esperaba, las comunidades rurales han podido aumentar la producción del maíz blanco utilizado para la elaboración de tortillas, el elemento básico de la dieta mexicana. Lo han logrado utilizando las remesas enviadas por los migrantes para apoyar el cultivo del maíz y estableciendo sus propias tortillerías en áreas urbanas; además, elaboran tortillas hechas a mano, aprovechando así la cadena de valor. También pueden pedir un precio más alto ya que la textura y el sabor de estas tortillas son muy apreciados por los clientes, y de esta manera, la producción del maíz blanco continúa siendo viable.

22 Un análisis de este debate en el contexto mexicano puede consultarse en Foladori (1981). Para una exposición concisa del debate general, véase Kay (2001: 377–386).

23 El sociólogo mexicano Gerardo Otero le ha añadido nuevas dimensiones al debate campesinista y descampesinista en su inspirador libro sobre la formación de la clase política en el México rural; véase Otero (2004). Se puede observar el estancamiento en el debate campesinista–descampesinista de una forma concisa y precisa en la afirmación de Barkin en el sentido de que "el campesinaje está vivo pero con mala salud en Latinoamérica" (2004: 281).

24 Para una de las primeras investigaciones de los nexos entre nueva ruralidad y territorio, véanse Giarracca (2003) y Bendini y Steimbreger (2003). Estos nexos también se exploraron en el XVI Coloquio Anual de la Comisión de la Unión Geográfica Internacional (UGI) sobre la Sustentabilidad del Sistema Rural y las Nuevas Ruralidades y el Uso Sustentable del Territorio, que se llevó a cabo en la Universidad de Zaragoza en 2008.

25 Se necesitaría escribir otro artículo para hacer justicia a la riqueza de este enfoque emergente de los estudios rurales en Latinoamérica. Otras contribuciones importantes del enfoque territorial han sido presentadas por Echeverri (2003); Sepúlveda et al. (2003); Schneider (2004); Sumpsi (2005); Bengoa (2007); Martínez (2008) y Rodríguez y Tapella (2008), entre otros. Para un análisis territorial alternativo desde la perspectiva de los movimientos sociales como Vía Campesina y el MST en Brasil, véase Fernandes (2008).

26 Sin embargo, los autores que ven el territorio dentro de una perspectiva de clases no comparten el benévolo punto de vista de las corporaciones transnacionales y la globalización; véase Fernandes (2008).

27 La incidencia de la pobreza rural se ha incrementado de 59.9% en 1980 a 65.4% en 1990, disminuyendo gradualmente a partir de entonces, pero fue sólo después de 2003 que cayó por debajo del nivel que tenía en 1980, alcanzando 54.4% en 2006 (CEPAL, 2007: 5). Las mejores tasas de crecimiento económico del periodo 2003–2007 han contribuido a la disminución de los índices de pobreza. Sin embargo, la pobreza aumentó de nuevo a partir de 2008 como consecuencia de la crisis financiera y económica mundial.

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