SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.70 número4La sociedad civil en el proceso de reformas a la Corte Suprema ArgentinaLucien Lévy-Bruhl visto por Norbert Elias índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.70 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2008

 

Artículos

 

En búsqueda de salidas a la violencia: relatos de reconversión biográfica de hombres jóvenes en Caracas

 

In Search of Solutions to Violence accounts of the biographical reconversion of young men in Caracas

 

Verónica Zubillaga,* Rafael Quiñones Acosta,** Sandra Zúñiga*** y Marifé Fernández****

 

* Profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB), de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) e investigadora asociada al Laboratorio de Ciencias Sociales (Lacso) en Caracas.Temas de especialización: violencia urbana en A.L. jóvenes, subjetividad, identidades, metodologías cualitativas. Dirección: Calle Bl Qta. Los Zubi, Urb. Caurimare, Caracas, Venezuela. Correos electrónicos: vzubillaga@usb.ve, veronicazubillaga@cantv.net.

** Investigador en Grupo Hinterlaces. Temas de especialización: opinión pública y participación política.
Dirección: Parroquia El Paraíso, avenida Páez, edificio Arcur, apartamento 5–B. Caracas, Venezuela, Código Postal 1020. Correo electrónico:
rq5b@hotmail.com.

*** Socióloga, investigadora de Estudio Creativo San Francisco, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, Venezuela. Tema de especialización: política social. Correo electrónico: zuniga_sandral@yahoo.com.

**** Investigadora Grupo Ghersy, Comunicaciones Integradas. Temas de especialización: planificación estratégica y procesos. Dirección: Cuarta Transversal, calle Los Ranchos, edificio Manantial, apartamento 51. Correo electrónico: marifelugo@yahoo.com.

 

Recibido: 6 de noviembre de 2007.
Aceptado: 12 de agosto de 2008.

 

Resumen

A partir de una investigación sobre la violencia que engulle a los jóvenes varones de sectores populares en ciudades latinoamericanas, presentamos aquí los procesos subjetivos y sociales que hemos identificado en el proceso de reconversión biográfica de jóvenes que lograron forjar trayectorias de vida alternativas en dos planos: a) el plano subjetivo con el sí–mismo, y b) el plano subjetivo con los otros, o de las relaciones sociales.

Palabras clave: violencia, jóvenes, reconversión biográfica, trayectorias de vida violenta, subjetividad.

 

Abstract

On the basis of a research on violence that pervades among young men from popular sectors in Latin American cities, we present the subjective and social processes identified during the process biographical reconversion of young men who forged alternative life trajectories at two levels: a) the subjective level with themselves and b) the subjective level towards others, i.e. social relations.

Key words: violence, youth, biographical reconversion, violent life trajectories, subjectivity.

 

INTRODUCCIÓN

Ser hombre joven en un barrio de una ciudad latinoamericana como Cali, Río de Janeiro o Caracas, por ejemplo, donde la seguridad y la preservación se convirtieron en cuestión personal, se ha vuelto una dura experiencia en la que los jóvenes deben soportar las vejaciones y agresiones de pares mayores armados y de la misma policía. Los jóvenes se ven atrapados por esta lógica del desamparo y de la necesidad de defenderse, y muchos se inician en un estilo de vida violento a partir de estas vivencias (Zubillaga, 2005).

Y si a lo largo de todos estos años y todavía actualmente en nuestra ciudad miles de jóvenes varones han muerto y mueren a manos de pares enemigos y de los cuerpos policiales y otros jóvenes continúan implicados en enfrentamientos y en actividades criminales, otros, con la ayuda de diferentes aliados, han logrado resistir a la violencia y orientar sus trayectorias. Quisiéramos ahora intentar sistematizar y comprender cómo es que algunos jóvenes han logrado dar este paso: ¿cómo se produjo este proceso de reconversión subjetiva, cuando todo parece dado para continuar en esta vía? ¿Cuáles han sido los hitos que marcaron estos procesos significativos de cambio? ¿Cuáles son los personajes centrales en este proceso? ¿Cómo definen y construyen identidades alternativas? ¿Qué tienen de común sus experiencias? Estas preguntas guiaron nuestra pesquisa.

La violencia más evidente: el aumento de las muertes violentas

La violencia de la que nos ocupamos sorprende a muchos por su gratuidad y, sobre todo, por el exceso que se expresa en las muertes en las ciudades latinoamericanas. Se trata de una violencia que se inserta en una red de relaciones teñidas por la desmesura y por la privatización de la venganza. Se trata de las violencias vinculadas a organizaciones criminales que se expanden; de las violencias producto de la extralimitación y el abuso de la fuerza por parte de los agentes policiales; de las violencias de hombres jóvenes habitantes de barrios populares implicados en enfrentamientos cotidianos con sus pares y con la misma policía.

Se trata de una violencia social, urbana, armada e infrapolítica, como apunta M. Wieviorka (2004) para subrayar la dimensión económica e instrumental de estas nuevas violencias, cuyo carácter político se encuentra francamente diluido frente a la orientación de los actores organizados hacia el control de los recursos o actividades económicas clandestinas (Wieviorka, 2004: 58). Una violencia frente a la cual los Estados se encuentran impotentes y debilitados (Wieviorka, 2004: 1997).

Esta violencia hay que mirarla, entonces, inscrita en el seno de un proceso histórico de mutación o de transformaciones a nivel global que se cruzan con tensiones estructurales tradicionales y transformaciones inéditas a nivel local experimentadas en los últimos treinta años en los países latinoamericanos, y en particular en Venezuela (Briceño–León y Zubillaga, 2002). Las primeras (nivel global) vinculadas a la hegemonía de una economía de libre mercado, el debilitamiento de los Estados nacionales, la imposición del consumo de ostentación como forma de participación social, la expansión de tráficos ilegales, como la economía de la droga y la de las armas de fuego. Las segundas (nivel local), emparentadas con la precarización del Estado en Latinoamérica, la devaluación de derechos sociales históricamente lacerados entre las poblaciones más vulnerables (vivienda, educación, empleo, salud, seguridad personal) y la regresión económica de los años ochenta. A partir de los años noventa, transformaciones inéditas se hacen evidentes en algunos países de la región: el descalabro de las instituciones encargadas de la administración de justicia y el de los cuerpos de seguridad del Estado; la penetración del tráfico de drogas y del crimen organizado y la extensión del uso de armas de fuego (Adorno, 2005; Dowdney, 2005). Estas últimas tendencias se evidencian de manera notable en nuestro país a partir de los años noventa y luego se acentúan a la entrada del nuevo siglo, en medio de la configuración de un nuevo escenario de intensa conflictividad política.

Uno de los indicadores más resaltantes del auge de esta violencia en Venezuela es el incremento acentuado y sostenido de las muertes violentas contabilizadas por los organismos oficiales. Así, se tiene que la tasa de homicidios en el país se duplicó en la década de los noventa, al pasar de 13 homicidios por cada cien mil habitantes (1990) a 25 homicidios por cada cien mil habitantes en el cierre de este periodo, 1999 (PROVEA, 2006).1 Y todavía, en Caracas, los casos registrados fueron tres veces superiores y también allí las tasas de homicidios se duplicaron en la década de los noventa, pasando de 44 (1990) a 94 homicidios por cada cien mil habitantes (1999).

Con el cambio de régimen político, en 1999, y el avance de la Revolución bolivariana se inicia en nuestro país un periodo de intensas transformaciones y de conflictividad política, y se marca de nuevo un punto de inflexión ascendente en la curva de muertes violentas. En el lapso de cuatro años, la tasa de homicidios a nivel nacional vuelve a duplicarse, pasando de 25 homicidios por cada cien mil habitantes en 1999 a 44 homicidios por cada cien mil habitantes en el 2003 —en el 2005 esta tasa descendió, aunque de manera no significativa, a 37 por cada cien mil habitantes. En Caracas, la tasa de homicidios aumentó a 119 por cada cien mil habitantes en el 2003, y a partir de ese momento comenzó a descender, para ubicarse en 88 homicidios por cada cien mil habitantes en el 2005 (PROVEA, 2005).

Pero a las cifras horrendas de homicidios deben sumársele otras categorías oficiales que reúnen y dispersan las muertes violentas; se trata de las categorías averiguación de muertes y muertes por resistencia a la autoridad. Concentrémonos en esta última.

Las muertes por resistencia a la autoridad refieren a las perpetradas por agentes policiales en situación de presunto enfrentamiento con civiles, no contabilizadas como homicidios, y muchas veces justificadas por el auge de los crímenes y por ser un "delincuente" (es decir, un hombre joven de barrio precario) la contraparte en la confrontación. En 1990 se registraron 313 muertes; en 1999 se registró el doble, 607 muertes, y en el 2003 se cuadruplicaron y se contabilizaron 2 305 muertes consumadas por agentes policiales. Finalmente, en el 2005 se anotaron 1 355 muertes (ubicándose en los niveles del año 2001, cuando se registraron 1 251 muertes). Así, entre los años 2000 y 2005 murieron 9 724 civiles a manos de la policía. En esta situación de "enfrentamiento" mueren 39 civiles por cada agente policial, lo que revela la situación de evidente asimetría entre funcionarios y civiles (PROVEA, 2005).2

De modo que, sumando las diferentes categorías de muertes violentas, se tiene que en el 2005 murieron en Venezuela 15 477 personas en intercambios letales,3 equiparando las muertes sufridas con las de regiones donde se verifican conflictos armados. Obviamente, la pregunta obligada es: quiénes están muriendo de esta manera.

Quienes mueren son precisamente los hombres jóvenes de barrios precarios. Así, estudios epidemiológicos realizados en el pasado —no se han realizado estos estudios desde el año 2001 (PROVEA, 2005)— han develado que 95% de las víctimas de homicidios son hombres, que 69% tenía entre 15 y 29 años y que el homicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en el país para los hombres de entre 15 y 34 años (Sanjuán, 1999; 2000).4 Así, mientras que la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes a nivel nacional en el año 2000 era de 33, la tasa de homicidios para hombres jóvenes en este año fue de 225 (PROVEA, 2003). En Caracas, ciudad que presenta la mayor cantidad de muertes violentas a nivel nacional en sus municipios más pobres, las víctimas han muerto cerca de sus casas (83%), durante riñas en espacios públicos (55.4%), sobre todo entre viernes y domingo (55%), y el arma utilizada ha sido una de fuego (92%) (Sanjuán, 1999; 2000). Los hombres jóvenes de barrios precarios son también el blanco de preferencia de las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por los agentes policiales y militares (de esta manera se registran estas muertes cuando se denuncian). Se conoce que quienes mueren mayormente son hombres (98%) de entre 18 y 30 años (50%) y un grupo de ellos son menores de edad (14%) (PROVEA, 2005).

Este auge de la violencia en el país, esta incapacidad para contenerla y también este ejercicio ilegítimo y excesivo por parte de las fuerzas de seguridad oficiales pueden entenderse desde arriba, es decir, desde una perspectiva estructural, a partir de una espiral fatal de agudización de la penetración del tráfico de drogas, la propagación del crimen organizado y la extensión del uso de armas de fuego, en medio de la emergencia de un escenario inédito de polarización política que ha contribuido de manera fundamental a la desinstitucionalización de las principales y ya deterioradas entidades de administración de justicia y seguridad. También, de manera importante, debido a la extensión del uso de armas de fuego y, sobre todo, al arraigo de la desconfianza y negación del "otro", considerado como amenazante.

Desde la perspectiva de la vivencia de jóvenes varones de barrios precarios, estas tendencias se han traducido en diferentes experiencias que atenían de modo intenso contra su integridad y dignidad personales. En testimonios de jóvenes varones con vidas violentas, entrevistados por nosotros en el pasado (Zubillaga, 2005), se revelan con recurrencia diversas vivencias experimentadas como agudas amenazas existenciales:

• Ausencia de seguridad pública y dinámicas de violencia armada en sus comunidades; por ejemplo, los enfrentamientos entre bandaso entre éstas y la policía.

• La presencia de armas en su entorno cercano; es decir, conocidos y familiares tienen armas, y el arma ejerce una atracción muy fuerte entre los jóvenes varones.

• Estas dinámicas se experimentan subjetivamente como desamparo y orfandad de seguridad pública. Los jóvenes desde muy temprano incorporan el sentido de vivir en un mundo de antagonismo puro y bajo la ley del más fuerte. En este ámbito, se define a la acción violenta como una respuesta apreciada, y para sobrevivir será menester armarse y constituirse en defensores personales en sus territorios.

• La exclusión escolar y laboral vivida a través de las historias de fracasos escolares, deserción escolar e incapacidad de acceder a empleos valorizados. Estas dinámicas se experimentan como desesperanza y nihilismo con respecto a la educación y el empleo como medios para obtener identidades reconocidas y valorizadas.

• La facilidad de la integración en tráficos ilegales a través de amigos o conocidos.

• Finalmente, se trata de jóvenes varones seducidos por el personaje del malandro en su comunidad: el malandro es una figura admirada por el ejercicio del poder, su capacidad de consumo y de constituirse en proveedor de los suyos (familiares, amigos).

En este contexto, frente a estas amenazas, y tratando de develar por nuestra parte los sentidos de la violencia perpetrada por los jóvenes, al leer sus relatos de vida hemos propuesto que los jóvenes en el esfuerzo por construirse como hombres de respeto ejercen una violencia con sentido defensivo y de intimidación que les permite ser respetados en su carácter de guerreros–protectores por las personas de su entorno cercano. Los jóvenes también ejercen una violencia, que puede ser entendida como filial, contra los "enemigos" o contra los "extranjeros a su sector de barrio", ya que por oposición los une y les permite, por un lado, ser identificados como miembros de su pandilla, y por otro, con respecto a la comunidad inmediata, ser reconocidos como miembros y justicieros comunitarios. Asimismo, los jóvenes ejercen una violencia instrumental frente a un Otro concebido como un competidor antagónico en el mundo de los negocios clandestinos, lo que les permite ser reconocidos como agentes económicos y ser respetados por su " experticia profesional, por sus compañeros de banda", así como por su carácter de proveedores en sus familias. Finalmente, como denominador común a todos estos sentidos de violencia, ejercen una violencia expresiva —en la acepción de Goffman (1968), orientada a expresar una definición de sí a los otros—, que les permite ser reconocidos por una identidad masculina definida por su capacidad de dominación. Así, es evidente que cada sentido de la acción violenta les permite obtener una forma de reconocimiento que se traduce en un sentido de respeto a partir del cual se sienten apreciados y reconocidos (Zubillaga, 2007).

A pesar de las decenas de muertes semanales de hombres jóvenes atrapados en la dinámica que acabamos de describir, en Venezuela y en otros países de la región donde se registra una violencia similar éstas no se han definido como problema específico o prioritario. Tampoco se han desplegado políticas públicas de atención a este grupo en particular, ni en el pasado ni en el presente, y pesar de que existen algunos esfuerzos de fundaciones públicas y privadas, así como de ONG, estas iniciativas lucen insuficientes para enfrentar la situación (PROVEA, 2005; Cecodap, 2005; Dowdney, 2005). Las políticas estatales para enfrentar la violencia en la ciudad se han caracterizado por ser operaciones policiales represivas, desarticuladas y puntuales con visión de corto plazo (PROVEA, 2005: 23).5

Así, la paradoja de la Venezuela de los últimos años, que representa un reto para los otros países de la región, es que si por un lado se ha verificado un esfuerzo por saldar añejas deudas sociales con las poblaciones más vulnerables a través de políticas públicas en áreas como educación, salud y empleo,6 por el otro se ha registrado el incremento de las ejecuciones perpetradas por agentes policiales, así como el aumento excesivo de intercambios fatales entre hombres jóvenes; todo lo cual adquiere, como lo señalan diferentes estudios y agencias de salud de la región, las dimensiones de una epidemia o de un conflicto armado (Sanjuán, 1999; Dowdney, 2005). La seguridad personal sigue siendo un tema pendiente y constituye el problema que más agobia a la población, como se revela sistemáticamente en encuestas de opinión (PROVEA, 2006). La incapacidad de preservar la vida de los habitantes de Venezuela y, en general, de la región, constituye una nueva deuda social que acarrean los Estados y que amenaza definitivamente los logros alcanzados en otros ámbitos de la vida social.

La preocupación de investigación y su itinerario metodológico

Después de varios años de constatar el aumento de las muertes violentas de hombres jóvenes, y frente a la ausencia de acciones sustantivas para revertir esta situación, buscamos aprehender horizontes alternativos. Quisimos concentrarnos en la experiencia de reconversión biográfica de hombres jóvenes que tuvieron una trayectoria de vida violenta en el pasado reciente y lograron forjar nuevas formas de vida no violentas. Nuestra atención se fijó en las diferentes condiciones sociales, en las opciones personales y en los proyectos de vida que rodearon y adoptaron los jóvenes; así como en su trabajo subjetivo de resistencia a las dinámicas voraces de la violencia.

Digamos, entonces, que cuando hablamos de hombres jóvenes de trayectoria de vida violenta aludimos a jóvenes que han mantenido enfrentamientos armados con pares por pugnas personales como práctica cotidiana, y que han participado en redes de tráficos ilegales y/o crimen organizado en algunos momentos de su vida. Así, al hablar de trayectoria de vida violenta nos referimos a un estilo de vida que se vincula con el hacer y el ser en un periodo de tiempo biográfico determinado.7 En este sentido, no hablamos de jóvenes violentos como si fueran esencialmente violentos; queremos subrayar la posibilidad de transformación de los estilos de vida sostenidos en el tiempo: de trayectorias de vida violentas a trayectorias de vida no violentas.

De modo que con el propósito de comprender el proceso de reconversión biográfica de estos hombres jóvenes, buscamos varones mayores de 20 años provenientes de barrios caraqueños. Jóvenes que tuvieron una trayectoria de violencia vinculada a la actividad criminal y sostuvieron enfrentamientos armados cotidianos con pares por pugnas personales y que lograron extraerse del ciclo de la violencia. El sentido de seleccionar a jóvenes mayores de 20 años tuvo que ver con la intención de buscar varones con experiencia de vida suficiente para haber sostenido una trayectoria de violencia, haberla abandonado y haber iniciado otro itinerario de vida alternativo y sostenido en el tiempo. La estrategia metodológica que se adaptó a estos fines fue una de tipo cualitativo, y nos decidimos concretamente por los relatos de vida (Bertaux, 1997).8

La base de nuestra reflexión la forman diez relatos de vida proporcionados entre febrero del 2005 y mayo del 2006 por jóvenes provenientes de barrios caraquños de edad. Se trata, en efecto, de hombres jóvenes que tuvieron una trayectoria de violencia vinculada a la actividad criminal y a enfrentamientos armados cotidianos con pares por pugnas personales y que lograron extraerse de este ciclo. Procuramos inicialmente ubicar a jóvenes relacionados con actividades y redes sociales religiosas, deportivas, políticas, culturales, laborales e institucionales y que ellos mismos las definieran como importantes para modificar su estilo de vida. Y justamente por la rareza de programas de acción para los jóvenes y por las escasas redes sociales que les implican encontramos y entrevistamos a los siguientes jóvenes: tres de ellos cambiaron su estilo de vida de violencia por la participación en proyectos musicales (ámbito de la cultura); dos jóvenes por encontrar trabajo como motorizados en empresas (ámbito laboral) y cinco por pertenecer a iglesias evangélicas (ámbito religioso). Las iglesias evangélicas constituyen las redes más extendidas en las que jóvenes de vida violenta podían refugiarse para ensayar una modificación sustantiva de sus estilos de vida.

Este documento quiere abrir un espacio para pensar en las alternativas a la violencia que engulle a los hombres jóvenes en ciudades latinoamericanas. A partir de esta investigación, presentamos aquí los procesos subjetivos y sociales que hemos identificado en la reconversión biográfica de jóvenes que tuvieron un estilo de vida violento y lograron forjar estilos de vida alternativos. Así, en el análisis de sus trayectorias se revela un proceso subjetivo en dos planos: a) el plano subjetivo con el sí–mismo, y b) el plano subjetivo con los otros, o de las relaciones sociales. Estos planos organizan la presentación de nuestro análisis.

 

PENSANDO EN ALTERNATIVAS: LA RECONVERSIÓN BIOGRÁFICA DE HOMBRES JÓVENES DE VIDA VIOLENTA. ALGUNAS HISTORIAS

Forjar la posibilidad de trayectorias de vida alternativas a las de los jóvenes que mueren diariamente en nuestro país implicaría el despliegue de acciones y políticas sustantivas integradas que "atacaran" las diferentes amenazas experimentadas por los jóvenes. Esto exigiría cambios estructurales y culturales fundamentales. Reclamaría, en primer lugar, desde la perspectiva política, una política pública frontal de preservación de la vida humana, que se debería traducir en un plan de desarme y control de armas, así como en el saneamiento de la policía y del sistema de justicia. Demandaría, desde una perspectiva económica social, la disminución de las brechas sociales entre la población a través del fortalecimiento de los sistemas institucionales de solidaridad social (salud, educación, vivienda), así como el estímulo y la creación de empleos dignos en los cuales los jóvenes pudieran invertir sus pasiones personales y construir una identidad respetada.

Desde una perspectiva social, reclamaría el fomento de las redes sociales y la creación de proyectos de participación comunitaria y juvenil a partir de los cuales la gente de las comunidades puediera reapropiarse de sus espacios, de su ciudad, y percibir al "otro" como interlocutor posible y no como enemigo fatal. En fin, desde una perspectiva cultural (transversal a las anteriores) demandaría el establecimiento de una plataforma de actividades con sentido específico a partir de la cual los jóvenes pudieran forjar el reconocimiento buscado a partir de identidades alternativas a una masculinidad vinculada al poder y la dominación. Aludimos a la gama de actividades eminentemente expresivas como la música, el baile y el deporte, que constituyen espacios para dramatizar identidades susceptibles de ser reconocidas por un desempeño vinculado a una sensibilidad particular; la musical, por ejemplo.

Exigiría, en fin, desarrollar la capacidad de usar la palabra como vehículo crítico para interpelar, demandar, exigir y cuestionar las realidades vividas como amenazas, y precisamente jóvenes varones de barrios populares han empezado a reaccionar. En Caracas hemos empezado a escuchar la denuncia, a punta de creatividad, sobre la falta de atención y oportunidades, y sobre la violencia con la que se crece, en la voz de hombres jóvenes de barrios populares. Diferentes grupos de jóvenes varones han tomado la palabra a través de canciones y videos caseros, constituyéndolos en medios alternativos de expresión y denuncia, y convirtiéndolos también en medios para obtener reconocimiento social dentro de sus vecindarios y redes de pares. Un ejemplo de ello son las decenas de grupos emergentes en comunidades de sectores populares que a través de un género como el hip hop nos interpelan con sus canciones, al mismo tiempo que construyen identidades juveniles urbanas, a tono con movimientos culturales juveniles que se expanden en esta nueva realidad global. Este movimiento que comienza a vislumbrarse constituye un espacio de esperanza frente al aumento de muertes que padecemos desde hace quince años y que forman parte de los testimonios que reunimos.

Atacar las amenazas sentidas por los jóvenes exigiría transformaciones fundamentales en el ámbito de lo político, de lo económico social, de lo social y, transversalmente a todos estos ámbitos, de lo cultural y de las identidades de género. Estas transformaciones se esperan con urgencia en Venezuela.

Quisiéramos ahora ofrecer algunas pistas que revelan cómo han logrado dar este paso algunos jóvenes, detenernos brevemente en los hitos, en los personajes centrales que marcaron estos procesos de cambio, en el modo como han logrado definir y construir identidades alternativas, con la intención de revelar procesos significativos que puedan ser incorporados en acciones con jóvenes de vidas violentas.

La reconversión biográfica de hombres jóvenes de vida violenta

Constatar, en la búsqueda de respeto de estos jóvenes, un trabajo de gestión de sí, de su identidad personal y social, entendido como proceso de socialización permanente, en íntima relación con las condiciones del medio y el contexto de interacciones sociales, nos permite vislumbrarlo también como una posibilidad de cambio (Bajoit, 1997; Dubar, 1991). Hace posible vislumbrar perspectivas de conversión de interacciones sociales marcadas por la negación y la muerte a interacciones marcadas por el reconocimiento recíproco y las perspectivas de futuro.

La reconversión biográfica de hombres jóvenes de vida de violenta la entendemos como la vivencia de redefínición de la propia identidad y de modificación sustancial de las rutinas de la vida cotidiana. Hablamos de reconversión porque entendemos que se trata de un segundo proceso de conversión de la identidad y del estilo de vida que viven los jóvenes. El primer proceso es el inicio en el estilo de vida violento, y precisamente los jóvenes que hemos entrevistado en el pasado aluden a la "entrada en otro mundo", de tener una "mente sana" a "enfermarse la mente". Se trata, pues, de una vivencia de ruptura en la biografía del sujeto (Berger y Luckmann, 1979: 200; Dubar, 1991: 117); en este momento, entre un antes, marcado por las valoraciones del sí mismo basadas en la propia virilidad y temeridad, así como en la implicación en rutinas de enfrentamientos armados, y un después, dado por la definición de un sí mismo reconocido por su compromiso con proyectos de vida alternativos con proyección de futuro. Subrayemos que esta experiencia de reconversión debe ser vista como un proceso de resistencia, puesto que, como hemos discutido con anterioridad, no existen los incentivos suficientes para abandonar los estilos de vida violentos. Por el contrario, la violencia se constituye en una herramienta necesaria en un mundo percibido como de lucha de todos contra todos y los tráficos ilegales como los únicos capaces de absorberlos.

Así, en los relatos biográficos de los jóvenes entrevistados hemos identificado, como ya lo señalamos, un proceso subjetivo que puede ser analizado en dos planos: el plano subjetivo con el sí mismo y el plano subjetivo con los otros, o de las relaciones sociales. Ambos planos están íntimamente vinculados y los distinguimos para efectos del análisis. Identificamos, igualmente, en el "cruce" de estos procesos, las tensiones experimentadas por los jóvenes, que emergen como amenazantes a la reconversión. Detallemos estos procesos.

El plano subjetivo con el sí–mismo

El plano subjetivo con el sí mismo comprende los procesos narrados como experimentados íntimamente por el yo del joven. Aquí identificamos distintas vivencias que intervienen en la historia de reconversión vivida y contada; marcan, si se quiere, hitos en su biografía. Los elementos protectores. Previo al proceso de reconversión, identificamos la existencia de elementos protectores que permiten limitar la implicación en las actividades vinculadas a estilos de vida violentos. Constituyen los gustos, los oficios o las habilidades aprendidas que potencialmente pueden permitir la implicación personal para la construcción de una identidad valorizada, alternativa a la del joven armado. Constituyen otro "mundo" de actividades e intereses; representan los recursos y las oportunidades a los que los jóvenes pueden incorporarse en momentos de dificultades o en el proceso de abandono de la vida de violencia. Aquí se ubica, por ejemplo, la pasión por la música y los oficios aprendidos. Y en esta dirección, la familiarización con modelos alternativos de masculinidad (a la del hombre de estilo de vida violento) constituye otro poderoso elemento para mostrar a los varones maneras alternativas de ser hombres reconocidos y apreciados (Barker, 2005). Algunos jóvenes contaron lo definitivo que fue para ellos, por ejemplo, el encuentro con pastores evangélicos.

Invitemos la experiencia de uno de los jóvenes entrevistados. Edgar, luego de un periodo donde sostuvo un estilo de vida violento, se convirtió a la religión evangélica. Asimismo, el oficio de la panadería, que aprendió desde niño, le permitió en diferentes momentos encontrar temporalmente empleo, vislumbrar una carrera alternativa y posteriormente consolidar su identidad laboral. Éstas son sus palabras:

Me dedico a ser maestro pastelero. Maestro pastelero fue la profesión que elegí, porque dejé la escuela cuando tenía 13 años. Mi familia y mis amigos me decían: "no, deja de estudiar, ponte a trabajar y dedícate a trabajar y hacer tu dinero". Entonces bueno, yo empecé desde niño ayudando en una panadería, yo iba al colegio y de ahí, ayudaba en la panadería en las tardes. Entonces me gustó la cosa, me gustó el tener dinero y ya al estudio no le agarraba mucho interés. Cuando tenía 13 años dejé los estudios y me fui por mí mismo a trabajar en panadería. Luego allí empecé como ayudante de panadería, engrasando bandeja, qué sé yo, y después fui aprendiendo, aprendiendo y lo más que... o sea, el mayor estatus que puede tener una persona dentro de una panadería, o es el dueño, el encargado o el maestro pastelero, o sea, el que gana más plata, es el que tiene más respeto de los dueños y todo este tipo de cosas. Actualmente soy maestro pastelero.

De aquí se desprende la importancia fundamental del desarrollo de actividades educativas, recreativas y artísticas (pintura, música, deporte, oficios) como estrategia fundamental no sólo para evitar el inicio en una trayectoria de violencia, sino también para establecer vínculos con jóvenes que la hayan llevado. En general, esta estrategia ha sido reconocida ampliamente como muy exitosa cuando se quiere llegar a jóvenes de vida violenta (Dowdney, 2005). Desde la perspectiva de las políticas públicas, se trata de la garantía de derechos básicos de la niñez y juventud, como la educación (una de calidad), como forma de control social activa frente a la criminalidad (Buaiz, 2000: 324). Esta investigación constata la efectividad definitiva de esta estrategia no sólo para prevenir, sino también como medio para establecer puentes con jóvenes involucrados en estilos de vida violentos.

La conciencia de la destrucción del sí mismo. Otro proceso narrado, que se distingue como interventor en el proceso de reconversión, viene dado por experiencias que confrontan al joven con la posibilidad de la destrucción del sí mismo, y una de las vivencias más significativas es la confrontación de las muertes de otros cercanos. Esta experiencia enfrenta al joven con el hecho de que "yo pude estar en su lugar", porque comparte las mismas rutinas y tiene los mismos enemigos. Implica la adquisición de la conciencia del alto costo de continuar por esta ruta, la capacidad de cuestionarse y reflexionar sobre estas pérdidas (Barker, 2005: 146). Todos estos eventos hacen posible que emerja la conciencia de la propia decadencia, bajo la cual los varones hacen un balance de las perspectivas futuras del yo.

Una vez que han llegado a este punto, los jóvenes narran que han experimentado una suerte de encrucijada existencial. Éste es un momento fundamental, un nudo crítico en su trayectoria, pues los jóvenes adquieren conciencia de que tienen dos opciones con consecuencias definitivas para su identidad: la posibilidad de redención o la posibilidad de perdición. Implica la incorporación progresiva de un miedo inédito a morir; el despertar de una conciencia sobre la fragilidad de la vida.

Carlos en el momento de la entrevista tenía 28 años; estuvo implicado en tráfico de drogas y mantuvo con regularidad conflictos armados con otros hombres jóvenes. Vivía con su pareja, quien estaba esperando un hijo de él, y estaba trabajando intensamente en sus proyectos musicales. Carlos tenía el don de la palabra y de hecho componía las letras de sus canciones. Fue uno de los jóvenes entrevistados que puso más bellamente en palabras su propia experiencia. Carlos relató:

Estuve desde los 13 años metido en este lío, hasta el año 2000, que es cuando yo decido, que digo, ya me cansé, hasta aquí; si tengo que trabajar de obrero cargando cajas, lo voy hacer para sacar mi disco, ¿entiendes? Pero no voy a seguir más en este rollo, porque o me matan o voy a la prisión, y lamentablemente tampoco tenía tiempo para eso. Si me voy a la prisión no puedo hacer la vaina porque voy a estar preso, entiendes, voy a perder más tiempo, y si me matan menos, no voy a poder hacer nada. También ver la preocupación de mi familia, la preocupación de mi mamá. Llegó un momento en que yo llegaba a la casa y mi mamá decía, hablaba con gente que llegaba a la casa... Me acuerdo una conversación que nunca se me olvida, que llego una señora, Ana, cuando mataron a Antonio; en esa misma época habían matado a tres amigos recientes y ella llegó a la casa a hablar con mi mamá... Y estaban allí hablando y de repente ella le pregunto por mí, y le dijo, "no, allí está, acostado, acaba de entrar", eran como las 7 de la mañana. "Acaba de entrar, bueno yo ya estoy resignada, lo que estoy es esperando que lo maten para arreglar toda la vaina por la alcaldía porque ni real tenemos para enterrarlo decentemente en una funeraria".

La encrucijada existencial puede ser el resultado de un proceso reflexivo personal, o también puede ser el fruto de una configuración de eventos en los que se ven implicados; como, por ejemplo, el hecho de ser apresados por la policía. Los jóvenes de vida violenta saben bien que su vida puede ser efímera, pero aquí se trata de la llegada a un momento donde los jóvenes adquieren suficientes buenas razones para detenerse a pensar en la posibilidad de escoger una vía alternativa. Estas buenas razones se materializan en la emergencia de nuevos proyectos de vida, que es el siguiente aspecto a considerar.

Digamos, para culminar este aspecto, que de aquí se desprende que dentro de cualquier proceso de prevención o programa de reinserción juvenil será esencial favorecer la capacidad reflexiva del joven sobre su propia experiencia. Esta capacidad reflexiva implica la posibilidad de ver su propia persona como proyecto, y en este sentido poder intervenir sobre la propia historia. Se trata, pues, de revelar para el joven la capacidad de constituirse en sujeto de su vida, identificando los aliados necesarios.

La emergencia de proyectos con sentido existencial. Esto permite la implicación en una meta que posibilita la redefinición del sentido de respeto o estimación de sí. El proyecto existencial está íntimamente vinculado con la identidad respetada que se desea alcanzar; es decir, el sentido de realización personal y reconocimiento social al que se aspira (Bajoit, 2003). Se trata, como enuncia Carlos, de una "meta de vida". Él mismo reveló:

Uno sabe que no es ni siquiera un sueño así, de que yo soñé, porque cuando estás más chamo sí sueñas, pero ya cuando estás más grande ya sabes que no es un sueño. Eso es tu meta, ¿entiendes? Es tu meta, tú trabajas para eso y hay que prepararse para eso. Yo me estoy preparando en mi campo, que yo me siento, en la música, preparando mis letras bien, hacer lo mejor que yo pueda con mis letras para poder seguir estando ahí y mantenerme, hacer la mejor música posible, todo ese tipo de vainas...

Para algunos jóvenes esta meta se concreta en su dedicación a la música. Tres de nuestros entrevistados han logrado, con el apoyo fundamental de diversos aliados, desarrollar una carrera musical y artística. Para otros jóvenes la meta de vida se relaciona con fines fundamentales de la cultura en Venezuela; esto es, tener hijos, tener bien a la madre, constituirse en proveedor para la familia y proporcionarle las comodidades necesarias —diferentes estudios apuntan la importancia que tiene para los venezolanos la figura de la madre y el grupo familiar experimentado como red de apoyo y fuente para la construcción de la identidad (Moreno, 1995; Hurtado, 1998; Smilde, 2005). Y en esta línea, varios de los jóvenes coinciden en definir el trabajo como medio que permite alcanzar esta identidad respetada.

La falta de oportunidades para conseguir trabajos dignos con perspectiva de movilidad ascendente es una queja recurrente de los jóvenes varones con quienes hemos conversado a lo largo de estos años, y de otros jóvenes de vida violenta en América Latina (Cruz y Portillo, 1998). Evidentemente, no se trata de cualquier empleo o trabajo; no se trata de los empleos autogenerados de baja productividad y deficientes condiciones que sólo otorgan imágenes del sí mismo como humillado y en subordinación, lo que, de hecho, los jóvenes rechazan con vehemencia. Se habla de aquellos empleos que permitan construir una identidad reconocida; aquellos que permitan invertir la propia creatividad, se trata de actividades con sentido para la propia persona, que impliquen, además, oportunidades de reconocimiento (Llorens, 2005: 181).

Forjar un proyecto con sentido existencial que permita generar recursos económicos para su perdurabilidad constituye una de las vías primordiales tradicionales para contrarrestar varios de los eventos que marcan la entrada de los jóvenes a trayectorias de violencia. Y por supuesto, éste es uno de los mayores desafíos en contextos donde el empleo ha tendido históricamente a reducirse y su condición a precarizarse.

La capacidad de tomar distancia frente a la propia historia y la sostenibilidad en el tiempo del proyecto existencial depende de los diferentes aliados con los que se pueda contar. En sus relatos, los varones expresaron, junto a la narración de la conciencia del cambio personal, el reconocimiento a la importancia de sus vínculos sociales.

El plano subjetivo con los otros, o de las relaciones sociales

El plano subjetivo con los otros, o de las relaciones sociales, abarca procesos subjetivos en los cuales los jóvenes explicitan los personajes clave en la modificación de su identidad y en la concretización de sus proyectos existenciales. Se trata, asimismo, del reconocimiento a la toma de protagonismo de la red de relaciones sociales alternativas (a las de la vida de violencia) en la definición y confirmación de la propia identidad y las rutinas de la vida cotidiana. En este plano de relaciones se identifican: los aliados familiares y los aliados sociales.

Los aliados familiares. Los aliados familiares los constituyen, generalmente, la madre, la pareja y los hijos. La madre, para muchos varones implicados en estilos de vida violentos, representa el único afecto, un referente central en sus vidas, y éste es un hallazgo reiterado en investigaciones etnográficas realizadas en Venezuela, Colombia y Brasil (Castillo, 1997; Salazar, 1998; Assis, 1999; Márquez, 1999).9 Una poderosa razón para abandonar la vida de violencia fue evitarles sufrimientos a sus madres, tal como lo explicitaron varios varones. Así, apegados a este referente afectivo primordial, los hijos procuran adaptarse a lo que sus madres esperan de ellos. Este es el caso de Pablo, quien en el momento de la entrevista tenía 22 años de edad y vivía con su madre. Pablo, quien trabajaba dando clases de percusión en un instituto y en sus proyectos musicales, comentó:

Porque yo pienso que eso es un dolor más para una madre, porque una madre no espera de su hijo que sea un pandillero, un delincuente, un ladrón de quinta, de abastos, ¿me entiendes?, y eso a veces también duele y hace daño....

Ellas constituyen, además, un refugio (contactan redes familiares en otras localidades para que sus hijos puedan ausentarse en los momentos en que son buscados por los enemigos y puedan salvarse de una muerte segura) y constituyen una fuente de apoyo emocional y acompañamiento en los procesos de redefinición de las propias rutinas.

Junto a la madre, otra figura cercana que, en los testimonios de los varones entrevistados, ha intervenido en su proceso de reconversión es la pareja o compañera.

La pareja, al igual que los nuevos proyectos de existencia, en términos fenomenológicos, constituye otros mundos que se abren, otras posibilidades de realización personal (aunque la vida en pareja tiene sus tensiones importantes para ellos: no tienen el hábito de vivir en pareja, de ser monógamos, de renunciar a la socialidad de los amigos). Así, si bien grupos de mujeres pueden constituir una razón para apegarse a una masculinidad identificada con la dominación y con un estilo de consumo de ostentación típico de jóvenes involucrados en tráficos ilegales, también pueden ser factores clave para originar y reforzar el cambio, como afirma Barker cuando habla de jóvenes en Río de Janeiro (Barker, 2005: 150). En el caso de algunos varones, fue su compañera la que los introdujo en la Iglesia evangélica, la que les consiguió un empleo alternativo, y también la que los confronta y presiona para extraerlos (progresivamente) de las rutinas asociadas a la vida violenta.

Ramón, quien en el momento de la entrevista vivía con su mujer e hijos, trabajaba como motorizado y escolta en una empresa, y tenía una relación muy cercana con su patrón, narró:

Sí, tengo años con mi esposa. Ella es una de las personas que yo le agradezco que esté conmigo ahorita, porque ella fue también la que me ayudó a salir de ese mundo... Ella me sacó a mí de donde vivía y me llevó para el Centro y me decía que no me quería más allá o me olvidara de ella y su familia, y eso fue una de las cosas por las que yo dejé mucho de ir para allá también.

En un momento en que Ramón incursionó de nuevo en robos organizados, su mujer lo confrontó:

Se enteró un tiempo y tuvimos problemas y nos separamos como seis meses porque ella estaba brava que yo iba a caer otra vez en lo mismo, que la cárcel, la cuestión que ella pasó mucho trabajo conmigo también en la cárcel, que si no pensaba en mi hijo, y mi mamá que también sufrió mucho, yendo a las 3 a.m, parándose allá en un mercado, haciendo una cola, a revisar. Entonces tuvimos como cinco meses separados; pensé y volví otra vez con ella....

Los hijos pequeños se vislumbran en los relatos de algunos de los varones como la mirada moral del sí mismo proyectada en el futuro; son el reflejo de una imagen negativa de sí y estos hijos son una fuente de intensa vergüenza para ellos. Por otro lado, para los varones comprometidos con una identidad respetada por su carácter de proveedor e implicados en la paternidad se trata del temor de la fragilidad extrema en la que caerían sus hijos por su propia muerte. Para algunos, los hijos constituyen una muy buena razón para abandonar rutinas de violencia: tenencia de armas, consumo de drogas o alcohol, salidas nocturnas. Ramón relató:

Algo estaba malo y muy malo. Y más que todo por mi hija también, porque mi hija no... que cuando grande le digan: "mira, tu papá es tremendo malandro, tremendo fumón, mira cómo anda, anda matando gente y broma, yo digo que mi hija se sentirá supermal, oyendo eso a cada ratico en todos lados.

En general, la familia de estos muchachos, sobre todo cuando se trata de familias extendidas, constituye una vía de salida importante, pues representa, de hecho, una red de ayuda; una fuente de apoyo para confrontar los problemas de la vida (Smilde, 2005: 23).

Ahora bien, en los relatos de los jóvenes se revela que la perdurabilidad de los nuevos estilos de vida depende de la presencia de otro tipo de aliados.

Los aliados sociales. Estos son las personas externas a la familia, así como las instituciones que abren otros horizontes de sentido; emergen con oportunidades y ayudas (recursos) para el cambio y garantizan su plausibilidad en el tiempo. Los aliados sociales están íntimamente vinculados al proyecto existencia! que, tomando en cuenta la difícil situación en la que se encuentran los jóvenes, depende inicialmente de los aliados sociales para su concretización. Este vínculo de los aliados sociales con el proyecto existencial, las ayudas reales que son capaces de proveer y su compromiso afectivo con los jóvenes, como veremos a continuación, son los fundamentos que posibilitarán el proceso de reconversión o de ruptura biográfica.10 En la experiencia de los muchachos entrevistados, se distinguen los aliados sociales personales y los institucionales.

Los aliados sociales personales están representados por los patrones de trabajo y los productores de música que alentaron los proyectos laborales y musicales de los jóvenes.11 La eficacia del aliado en el proceso de reconversión depende de su capacidad de ofrecer posibilidades para concretar proyectos de vida, pero también de una fuerte vinculación afectiva con el joven; es el guía fundamental de la reconversión biográfica. Este es el caso de dos jóvenes y su productor musical, quien fue un aliado material y afectivo fundamental para la concreción de su proyecto de disco. Invitemos el testimonio de uno de ellos. Pedro, quien al momento de la entrevista tenía 23 años de edad y vivía con su padre, devino en productor de música y estaba grabando un disco propio. Su productor musical inicial fue un aliado material y afectivo fundamental para la concreción de su proyecto.

Bueno, en la vida profesional me inicié yo; él [el productor] lo que puso fue el granito de arena para el impulso, porque yo estaba cantando por ahí, yo era profesional pero de la vida urbana... Y él me sacó a los medios televisivos, a la radio, al público... [...] Y yo siempre habló con él burda, porque él me da burda de consejos, y bueno eso me ha quitado así. Yo te digo sinceramente: si no me hubiese venido me hubiesen matado... porque yo fui el único que quedó vivo de esa pandilla...

En este sentido, el aliado constituye también una figura afectiva con quien se conversa, con quien se discute; una suerte de figura paternal con la que se puede sostener un diálogo reflexivo (Llorens, 2005: 178). La importancia del diálogo reflexivo es que posibilita la toma de distancia y el cuestionamiento de los atributos de identidad de una masculinidad asociada al poder, a la virilidad y a la temeridad, que han sido culturalmente incorporados y aceptados de manera automática (Barker, 2005: 148).

Los aliados sociales son fundamentales también como interlocutores continuos en un diálogo permanente que confirma (verbaliza, exterioriza) y compromete al joven con la nueva identidad; contribuyen a "extraer" a los jóvenes del mundo de la violencia. Y, no menos importante, son para los jóvenes modelos alternativos en la resolución de conflictos (a través del diálogo, el perdón o la capacidad de verbalizar conflictos), así como identidades apreciadas, en quienes pueden proyectar sus aspiraciones de realización personal y reconocimiento social (Dowdney, 2005).

Digamos, entonces, que un aspecto fundamental que se agrega al apoyo emocional, generalmente dado por la familia, en el proceso de reconversión, y que lo hace plausible, es la cuestión material y concreta de las oportunidades y los recursos facilitados por los aliados sociales, indispensables para realizar el proyecto existencial.

Asimismo, los aliados sociales institucionales, como las Iglesias evangélicas, constituyen la ruta más integral para modificar la identidad, pues incluyen de hecho actividades y metáforas de transformación masiva de la propia identidad y de las rutinas de vida, así como redes de ayuda y recursos para lograrlo (Smilde, 2007). En este sentido, las comunidades religiosas han ofrecido a los jóvenes programas de transformación total de la definición del sí mismo y de las rutinas cotidianas, una base social para llevarlos a cabo; nuevos proyectos existenciales y ayudas para concretarlos, y, por último, guías claramente comprometidas con el proceso de transformación.

La particularidad de este tipo de aliados institucionales viene dada por la existencia de programas de conversión. Hablamos de programas porque se apoyan en un plan, en etapas o actividades planificadas para otorgar un nuevo cuerpo de conocimientos a los jóvenes; espacios reflexivos sistemáticos para tomar distancia frente a la antigua identidad y el mundo de relaciones anteriores, así como para forjar una nueva identidad y un nuevo estilo de vida. En este sentido, una de las principales herramientas en el proceso de reconversión es la palabra, que se utiliza constantemente para cuestionar y devaluar el estilo de vida anterior y presentar otros estilos de vida.

Así, una vivencia fundamental en este ámbito es la modificación de la propia identidad que experimentan los jóvenes, generalmente través de eventos de un gran misticismo y carga simbólica, en los que se viven actos de renuncia a la vida anterior. Además, son provistos de relatos y metáforas de transformación con los que pueden identificarse y sentirse dentro de una comunidad, de un nosotros con quienes comparten experiencias pasadas y metas comunes. Recordemos que los jóvenes experimentaron una encrucijada existencial; es después de este momento —resultado de un proceso reflexivo interno o de eventos que atrapan a la persona— que el paso por la comunidad religiosa cobra sentido como nuevo horizonte para reconstruir la propia identidad y las rutinas de vida. Alexander, quien entró a la iglesia evangélica cuando estaba en la cárcel, relató:

Usted sabe que las personas que están liderizando las Iglesias cristianas fueron personas también extraídas de esos lugares, de lo más profundo de una cárcel, desde una celda de castigo, y Dios fue amoldándola y procesándolas, sacándoles de su corazón cosas que no eran agradables, porque eran también ladrones, violadores, hombres malos, y Dios pudo iluminar sus pensamientos, sus corazones, y empezaron a servirle, y entonces ellos, en esa condición, también pudieron comprender la mía. Ellos sabían que ellos también habían llegado como yo, tenían la mente totalmente bloqueada, destruida, prácticamente un hombre que estaba llegando de las drogas, prácticamente un hombre que, porque yo no tenía familia, ya no me visitaban. Y entonces ellos pudieron entender esa condición, y fueron pacientes conmigo, fueron pacientes, pasaron unos meses, me gustó tanto la cosa así, yo no sabía que las cosas de Dios eran así, si no desde cuándo me hubiese venido para acá...

La comunidad religiosa, sin ser una institución de privación de libertad, "coloniza" las rutinas de los jóvenes con nuevas actividades (seminarios, grupos de oración, vacaciones con propósito). Invitemos el testimonio de Edgar, quien conoce la Iglesia por medio de su compañera:

...y cuando regresamos de la panadería, vente, vamos a orar. Era una sed de oración impresionante que yo lo que quería era puro orar, estar pegado del Señor porque era una alegría tan tremenda. De ahí en adelante, vuelco total (...) Dios como que apartó a la gente, a los muchachos que se la pasaban conmigo. Me puse a empaparme de las cosas del Señor; venía los lunes a intersección, venía los miércoles a orar, los viernes estaba en la noche de película, los domingos estaba en la iglesia, a veces me metía en los dos cultos: iba en la mañana a las 8 a.m., terminaba el otro a las 10 y empezaba a las 11 y me quedaba hasta las 3 p.m. Una sed de Dios impresionante. Sigo con mi novia, con esta novia que te estoy comentando, duramos tres años.

Los jóvenes experimentan el acompañamiento en las diferentes esferas de su vida cotidiana, que lleva el control informal de sus acciones cotidianas a través del intenso contacto social. De esta forma, los jóvenes se insertan en estas nuevas redes voluntariamente y en adelante son provistos de ayudas inéditas que permiten sostener en el tiempo la nueva identidad y las rutinas asociadas: oportunidades de estudio y empleo, o asistencias a los pastores de la Iglesia. Esta plataforma de ayudas se muestra muy provechosa para los jóvenes que no están provistos de redes familiares (Smilde, 2005). Así, estas comunidades colonizan la realidad cotidiana de los jóvenes, pero no son instituciones totales de degradación de la persona, como las describió Goffman en su clásico Asilos. Constituyen la experiencia de la apertura de mundos posibles a través de un diálogo sistemático y de las bases sociales para lograrlo.

La eficacia de los programas de conversión de la comunidad religiosa se relaciona también con la identificación afectiva que establecen los jóvenes con los guías, que también está presente en los jóvenes que contaron con un aliado personal para materializar sus proyectos musicales.

En este punto debemos realizar dos aclaraciones. Primero, al subrayar la acción de las Iglesias evangélicas no queremos decir que para luchar contra la violencia juvenil sea necesario apoyar especialmente a estos grupos o a otras comunidades religiosas. Se sabe bien que algunas comunidades religiosas se han caracterizado por su intolerancia hacia la diferencia, que han sido voceras de sexismo, dogmatismo, arbitrariedad y/o homofobia (Smilde, 2007). Pero, como señalamos con anterioridad, en el trabajo de campo encontramos que las Iglesias evangélicas constituyen las más extensas redes de apoyo donde jóvenes de vida violenta pueden encontrar refugio y sostén para realizar la sustantiva modificación de sus ritmos de vida. Así, ciertamente tenemos que aprender algunas pistas clave de los procesos de reconversión que tienen lugar en el seno de estas comunidades para trasladarlas a programas seculares que apunten no sólo a extraer a los jóvenes de la vorágine de la violencia, sino que contribuyan a forjar sujetos autónomos, capaces de construir un sentido del respeto basado en el reconocimiento intersubjetivo. Estas pistas son las que subrayamos en este texto. Segundo, al hablar de procesos de reconversión no estamos aludiendo a la normalización de los jóvenes como si se tratara solamente de unos cuantos desviados o como si hubiera una manera de ser joven normal, o como si la vida humana no estuviera colmada de opacidades. Todos estos jóvenes están respondiendo a las extremadamente inhóspitas condiciones sociales en las que han crecido y vivido —no son anormales— (Wacquant, 1992: 47). Lo que sí queremos subrayar es la urgencia de establecer la vida, su preservación, el respeto y el reconocimiento intersubjetivo como principios fundamentales en nuestras sociedades. Introducir estos principios en el seno de los programas de reconversión entre hombres jóvenes significaría empezar por el lado extremo superficial de la tarea, pero también es imperioso hacerlo.

Finalmente, retomando nuestro itinerario analítico, un relato fundamental que los jóvenes entrevistados erigen como testimonio de su reconversión es el de la conciencia de un cambio de la imagen del sí mismo frente a los propios ojos y a los ojos de los demás. Se trata del reconocimiento del abandono de una identidad personal y social y la asunción de una nueva identidad. Los jóvenes hablan de: "Yo era... fui cambiando... fui aprendiendo". En este sentido, es notable la redefinición del sentido del respeto. Alexander platicó del "respeto" que ahora le tienen los más jóvenes:

...lo que sí puedo decir es que ellos han notado algo en mí, quizás alguno se acordará o quizás sus padres, que me debieron haber conocido, le dirían: "mira, él estuvo preso", pero ellos, en sus conversaciones que han tenido conmigo, han notado un cambio, han visto que yo no soy una persona común y corriente, quizás, claro que en parte lo soy, como un ser humano, pero que ha tenido un cambio, incluso ellos me dicen qué puedo hacer; tengo este problema, cuando ellos están fumando me les acerco y les comienzo hablar y empiezo hablarles de Dios, les empiezo a decir cómo era yo antes, les empiezo a contar mi testimonio y después les comienzo a hablar de Dios que es el único que puede cambiar su vida y renovar su mente. Me oyen y me tienen respeto, no como persona que haya salido de ese lugar ni por la fama que arrastré, sino como una persona que puede darle una orientación, es por eso que ellos en parte se acercan a mí a pedirme consejo.

Este proceso subjetivo de reconversión de la identidad personal y social se traduce en un cambio de rutinas que consolida y exterioriza para el mundo social la redefinición de la identidad. A su vez, la modificación de las relaciones con los familiares, amigos y conocidos contribuye a confirmar la novedosa identidad del joven. Y junto a la capacidad reflexiva mostrada por los jóvenes y a esta conciencia del cambio de la propia identidad se hace evidente una modificación de la valoración del sentido del tiempo. Los jóvenes hablan de un tiempo perdido vinculado a sus actividades en el pasado y expresan la emergencia de una perspectiva del futuro vinculada a los nuevos proyectos. Esto, en términos fenomenológicos, implica una apertura de mundos y tiempos posibles que posibilitan concebir al yo como diferente.

Por último, también se vislumbran tensiones y condiciones amenazantes para abandonar el estilo de vida violento y consolidar una identidad alternativa. En el discurso de los varones se identifican las siguientes:

La situación de indefensión en la que se vive en el barrio. Algunos jóvenes narran que no pueden renunciar del todo a tener armas, pues deben ejercer la defensa personal y familiar en su zona de residencia.

La perdurabilidad de los conflictos a muerte, conocidos como la culebra. Una de las leyes básicas de la culebra es que se trata de un conflicto que sólo se salda con la muerte. La presencia de conflictos a muerte del pasado amenazan con emerger en cualquier momento e impiden la tranquilidad definitiva del joven.

La nostalgia por la emoción. Los estilos de vida violentos, en efecto, "seducen" a los jóvenes por las fuertes emociones que se experimentan. Algunos de ellos expresan cierta añoranza por estilos de vida llenos de excitación.

La radicalidad del cambio afecta a los varones puesto que se trata de construir un nuevo yo de la nada, de redefinir un sentido del respeto en un mundo de relaciones sociales ajeno al familiar, de modificar las rutinas de vida. Comprende también la renuncia a las ventajas de la "otra vida": el fácil acceso al dinero y la consecuente capacidad de consumo. En algunos casos se trata de la emigración del barrio, y el cambio se hace todavía más doloroso al tener que renunciar a todo su mundo social: los amigos, la familia, la energía del barrio.

Los compromisos adquiridos con las bandas actúan en algunos casos como dificultad para abandonar la vida de violencia. Esta dificultad se vuelve más intensa cuanto más intenso es el apego del joven a su familia: los jóvenes temen las venganzas con sus miembros más cercanos.

— La urgencia económica, para los jóvenes que no cuentan con aliados sociales e institucionales. Los varones se sienten intensamente divididos entre mantenerse en actividades en el mundo de lo legal y "tentados" a hacer uso de su experticia pasada en el mundo de las actividades ilegales.

Estos factores están allí, desafiando los procesos logrados por los jóvenes. Estas situaciones amenazantes confirman una vez más que para que se constituyan en logros extendidos y sostenidos en el tiempo deben alcanzarse cambios significativos en nuestras sociedades.

 

COMENTARIOS FINALES

Digamos, para concluir, que en la reconversión biográfica de jóvenes de trayectoria de vida violenta se cruzan procesos subjetivos y sociales. En los casos estudiados se observa que varios factores se reúnen y acumulan para configurar esta capacidad de ruptura y forjamiento de una nueva trayectoria de vida:

Los jóvenes entrevistados manifestaron una acentuada capacidad reflexiva sobre su trayectoria, sus opciones y los padecimientos por los que ellos mismos y sus compañeros cercanos pasaron. Propiciar procesos reflexivos para que el joven pueda asumir la autoría de su vida, verse a sí mismo como proyecto y cuestionar versiones de una masculinidad "seductora" pero llena de sufrimientos para ellos mismos y los otros es fundamental en los proceso de reconversión como un primer paso. En este sentido, junto a procesos de reflexión personal deben generarse también las condiciones sociales materiales que representen buenas razones para abandonar el estilo de vida anterior y prometan versiones positivas de sí que les permitan alcanzar algún tipo de reconocimiento social y realización personal. Estas buenas razones se sintetizan en un proyecto con sentido existencial que les permita alcanzar una identidad respetada. En estas historias los varones se han sentido reconocidos como artistas, como "hombres en el camino de Dios", y con los atributos más tradicionales de una masculinidad definida por su capacidad de proveer a los suyos. La necesidad de sentido, de realización personal y de reconocimiento social deviene en una de las apuestas fundamentales de cualquier iniciativa social de trabajo con jóvenes.

La familia constituye un gran aliado para extraer al joven del mundo de la violencia, pero generalmente debe acompañarse con otras opciones para que los jóvenes puedan establecer proyectos sostenibles con futuro. En términos de intervenciones, conocer la importancia de la madre es fundamental para poder actuar. La madre es un puente primordial de comunicación con los jóvenes varones y "evitarle sufrimientos" se erige, recurrentemente, en una poderosa presión para concebir estilos de vida alternativos. En el caso de las familias más vulnerables, es necesario incluir a la madre en programas para mejorar la calidad de vida, que es, justamente, una de las razones por las cuales algunos de ellos se implican en economías alternativas: convertirse en proveedor para su familia y ayudar a la madre en la economía del hogar.

La palabra, como instrumento para propiciar la capacidad reflexiva, y el diálogo, como mecanismo para abrir horizontes alternativos y confirmar el proceso de cambio, fueron recurrentemente mencionados por los jóvenes varones en su reconversión biográfica. En este sentido, las metáforas de transformación constituyen eficaces herramientas para que los jóvenes puedan darle sentido a su experiencia. Así, en el caso de los jóvenes nes que se insertaron en la comunidad religiosa, tenemos el uso de la palabra como eficaz herramienta de socialización y de integración del sujeto a una nueva comunidad centrada en el "amor al prójimo". En el caso de los jóvenes artistas, el uso de la palabra en las letras de las canciones de las que son autores les permite erigir y construir una crítica social incisiva hacia las realidades amenazantes que experimentan desde muy niños, vislumbrar la posibilidad de traducir problemas experimentados íntimamente en denuncias sociales, para rechazar la relegación social y exigir cambios.

Los jóvenes en desventaja estructural que han seguido caminos de reconversión necesitan aliados para concretar este proceso. Los más eficaces son aquellos que son capaces de acompañar al joven, de favorecer la identificación afectiva y contribuir a forjar oportunidades concretas para que puedan definir un proyecto con sentido existencial. La eficacia de cualquier programa de intervención depende de las promesas de realización personal e identidad reconocida que el joven pueda interpretar como posibles y tengan sentido para él. La construcción de una red de aliados institucionales, con guías altamente motivados, constituye un reto para extraer a los jóvenes de la vorágine de la violencia. Un reto urgente y posible de lograr por las experiencias de estos varones y por la eficacia de las escasas iniciativas y redes sociales que atienden la violencia juvenil.

 

BIBLIOGRAFÍA

ADORNO, Sérgio. "Dialogues franco–brésiliens sur la violence et la démocratie. Le monopole étatique de la violence: le Brésil face a l héritage occidental". Cultures & Conflits, 59 (2005), París.        [ Links ]

ASSIS, Simone Goncalves de. Traçando caminhos em urna sociedade violenta: a vida de jovens infratores e de sus irmaos nao infratores. Río de Janeiro: Editora Fiocruz, 1999.        [ Links ]

BAJOIT, Guy. Todo cambia. Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades contemporáneas. Santiago de Chile: Ediciones LOM, 2003.        [ Links ]

BARKER, Gary. Dying to be Men. Youth Masculinity and Social Exclusion. Londres: Routledge, 2005.        [ Links ]

BERGER, Meter, y Thomas Luckmann. La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu Ediciones, 1979 (1967).        [ Links ]

BERTAUX, Daniel. Les récits de vie. París: Editions Nathan, 1997.        [ Links ]

BOURGOIS, Philippe. In Search of Respect: Selling Crack in "El Barrio". Nueva York: Cambridge University Press, 1995.        [ Links ]

BRICEÑO–LEÓN, Roberto. "Violencia y desesperanza". Nueva Sociedad (164), Caracas (1999): 122–132.        [ Links ]

––––––––––, y Verónica Zubillaga. "Violence and globalisation in Latin America". Current Sociology, 50 (1) (2002): 19–37.        [ Links ]

BUAIZ, Yury E. "Política social, política criminal y la Convención sobre los Derechos del Niño". En Introducción a la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente, coordinado por María G. Moráis de Guerrero. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2000.        [ Links ]

CASTILLO, Anabel. Menores transgresores. En búsqueda de aceptación social. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1997.        [ Links ]

CECODAP. Informe anual Somos Noticia (septiembre 2004–agosto 2005). Situación de los Derechos de la Niñez y Adolescencia en Venezuela (en línea). Disponible en: <http://www.cecodap.org.ve/texto/situacion/Montaje%20Somos%20Noticia%202004.pdf> (2005).        [ Links ]

CISOR–CESAP. Venescopio. Reporte mensual núm. 17, agosto–septiembre de 2006 (en línea). Disponible en: <http://www.venescopio.org.ve/docs/reporte_agosto–septiembre06.pdf2006> (2006).        [ Links ]

CRUZ, José Miguel, y Nelson Portillo. Solidaridad y violencia en las pandillas del gran San Salvador. Más allá de la vida loca. San Salvador: UCA Editores, 1998.        [ Links ]

DOWDNEY, Luke. Ni guerra ni paz. Comparaciones internacionales de niños y jóvenes en la violencia armada organizada (en línea). Disponible en: <http://www.coav.org.br/> (2005).        [ Links ]

DUBAR, Claude. La socialisation. París: UCA Editores, 1991.        [ Links ]

DUBET, François. La Galère: jeunes en survie. París: UCA Editores, 1987.        [ Links ]

––––––––––. Sociologie de l'expérience. París: Du Seuil, 1994.        [ Links ]

ELIAS, Norbert. La civilisation des moeurs. París: Pocket, 1999 (1939).         [ Links ]

––––––––––. La dynamique de l'Occident. París: Pocket, 1999 (1939b).        [ Links ]

GOFFMAN, Erving. Stigma. Notes on the management of spoiled identity. Nueva Jersey: Prentice–Hall, 1963.        [ Links ]

––––––––––. Asiles, étude sur la condition sociale des malades mentaux. París: Les Editions de Minuit, 1968 (1961).        [ Links ]

HURTADO, Samuel. Matrisocialidad. Exploración en la estructura psicodinámica básica de la familia venezolana. Caracas: Ediciones FACES/Universidad Central de Venezuela, 1998.        [ Links ]

LLORENS, Manuel. Niños con experiencia de vida en la calle. Buenos Aires: Paidós, 2005.        [ Links ]

MÁRQUEZ, Patricia. The Street is my Home. Stanford: Stanford University Press, 1999.        [ Links ]

MORENO, Alejandro. La familia popular venezolana. Cursos de Formación Sociopolítica, núm. 15, 1995.        [ Links ]

PITT–RIVERS, Julian. "Honour and social status". En Honour and Shame: The Values of Mediterranean Society, compilado por J.G. Peristiany. Chicago: University of Chicago Press, 1966.        [ Links ]

PROGRAMA VENEZOLANO DE EDUCACIÓN–ACCIÓN EN DERECHOS HUMANOS (PROVEA) . Situación de los Derechos Humanos. Informe Anual, Octubre 2003–Septiembre 2004. Programa Venezolano de Educación–Acción en Derechos Humanos. Caracas: PROVEA, 2004.        [ Links ]

––––––––––. Situación de los Derechos Humanos. Informe Anual, Octubre 2004– Septiembre 2005. Programa Venezolano de Educación–Acción en Derechos Humanos. Caracas: PROVEA, 2005.        [ Links ]

––––––––––. Situación de los Derechos Humanos. Informe Anual, Octubre 2005– Septiembre 2006. Programa Venezolano de Educación–Acción en Derechos Humanos, Caracas: PROVEA, 2006.        [ Links ]

SALAZAR, Alonso. "Violencias juveniles: ¿contraculturas o hegemonía de la cultura emergente?" En "Viviendo a toda". Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, compilado por Humberto J. Cubides. Santa Fe de Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 1998.        [ Links ]

SANJUÁN, Ana María. "Estudio sobre los indicadores de la criminalidad y la delincuencia en Venezuela" (mimeografiado). Programa de Seguridad y Convivencia Ciudadana/BID. Caracas, 1999.        [ Links ]

––––––––––. "Violencia y criminalidad en Venezuela". Revista SIC, año LXIII, núm. 627 (2000), Centro Gumilla.        [ Links ]

SMILDE, David. "A qualitative comparative analysis of conversion to Venezuelan evangelicalism: How networks". American Journal of Sociology, vol. III, num. 3 (2005).        [ Links ]

––––––––––. "Notas sobre el estudio de la conversión evangélica en Caracas: historia de vida, historia de evento y muestreo". En Homenaje a Alberto Gruson, Caracas: UCAB (en prensa, 2007).        [ Links ]

––––––––––. Conversación personal. Caracas: 2007.        [ Links ]

WACQUANT, Loïc. "The Zone". Actes de la Recherche en Sciences Sociales (93) (1992): 39–59.        [ Links ]

WIEVIORKA, Michel. "Le nouveau paradigme de la violence". Cultures et Conflits, núm. 29/30 (1997).        [ Links ]

––––––––––. La violence. París: Editions Balland, 2004.        [ Links ]

ZALUAR, Alba. "Violent related to illegal drugs, easy money' and justice in Brazil: 1980–1995". UNESCO: Discussion Paper, num. 35, Management of Social Transformations (MOST), 1997.        [ Links ]

ZUBILLAGA, Verónica. "La carrera moral del hombre de respeto y armas. Historias de vida de jóvenes y violencia en Caracas". Revista Venezolana de Psicología Clínica Comunitaria, núm. 5 (2005).        [ Links ]

––––––––––. "Los varones y sus clamores: los sentidos de la demanda de respeto y las lógicas de la violencia entre jóvenes de vida violenta de barrios en Caracas". Espacio Abierto, vol. 16, 3, num. 50 (2007).        [ Links ]

 

NOTAS

1 Estos datos y los presentados a continuación fueron elaborados por entidades oficiales: Estadística Delictiva, del Ministerio de Justicia, y División de Estadística, del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminológicas (CICPC); son citados en el Informe anual de la situación de los derechos humanos del Programa Venezolano de Educación–Acción en Derechos Humanos, PROVEA (PROVEA, 2006).

2 Según esta organización, los patrones internaciones establecen que la relación debe ubicarse en cinco civiles muertos por policía (PROVEA, 2005).

3 En el año 2005, por averiguación de muerte se contabilizaron 4 158 muertes.

4 De acuerdo con los datos de los Anuarios de Mortalidad del Ministerio de Salud y los análisis de CISOR, para los jóvenes de 15 a 34 años el homicidio y las lesiones (con o sin arma de fuego) constituyeron la primera y la segunda causas de muerte en el año 2004. Entre 1997 y 2004 las muertes por violencia pasan de 40% a 60% (CISOR, 2006). Esta cifra es más alta que la registrada en países con niveles muy altos de violencia armada. Por ejemplo, en El Salvador, donde se contabiliza un porcentaje considerado como muy elevado de muertes por causas externas, esta cifra disminuyó de 58.1% a 51.4% entre 1998 y 2000 (Dowdney, 2005: 108). Por otro lado, para los hombres en general, para 1997 los homicidios eran la quinta causa de muerte; para 2004 son la tercera causa por la que mueren.

5 En el 2005, de las intervenciones estatales registradas se constata que 69.69% fueron operativos y acciones puntuales, los planes representaron 10.6%, los proyectos 4.54%, los programas 6.06% y los talleres a funcionarios 9% (PROVEA, 2005: 23).

6 De acuerdo con los datos oficiales, el porcentaje de pobres ha disminuido de manera importante en Venezuela, gracias a los efectos de la política social, de 55.6% en 1997 a 33.9% en el 2006; asimismo, el porcentaje de la población en pobreza extrema se redujo de 25.5% en 1997 a 15.3% en 2006 (véase <http://www.ine.gov.ve/tripticos/menuboletines.asp>. Las tendencias ascendentes desde 1999 sufren una interrupción en 2002 y 2003 por eventos políticos de fuerte confrontación interna (golpe de Estado, paro petrolero y empresarial).

7 Este énfasis para entenderlo como período de tiempo biográñco determinado nos permite hablar de "trayectoria de vida".

8 Bertaux utiliza el término relato de vida, a diferencia de historia de vida, para subrayar el hecho de que se trata del relato que una persona elabora de su vida frente a la demanda del investigador y no de la historia vivida por la persona (Bertaux, 1997: 6).

9 Para jóvenes de vida violenta que vivían con sus familias, la madre constituye un fundamento particular de límites. Los varones limitan el ejercicio de la violencia y el uso de armas de fuego para que "no le lleguen los chismes" a la madre, pues sufre, se molesta y todavía les llama la atención (Zubillaga, 2003). Y en estos casos se trata de la reputación familiar lo que está enjuego en el vecindario. Se sabe bien que la reputación es fundamental en las "sociedades de pequeña escala" donde las relaciones cara–a–cara son de vital importancia y donde una fuente fundamental para la propia manutención son las redes de favores e intercambios en los que se participa con los vecinos, familiares y conocidos (Pitt–Rivers, 1966; Lomnitz, 1975). En las familias más desasistidas y jóvenes, generalmente aquellas de madres solas o muy jóvenes sin relaciones familiares que las apoyen, la madre tiene menos capacidad de convertirse en referente de límites y ella misma es dependiente del hijo varón en su carácter de proveedor. Aisladas de las redes de favores e intercambios, dependen sobre todo de los hijos y son menos sensibles a la mirada de los vecinos ya que nada se espera de ellos.

10 Para Berger y Luckmann, en los procesos de ruptura biográfica, o de transformación total de la realidad subjetiva en los que existe el problema de desmantelar la estructura de la realidad anterior —la alternación—, deben cumplirse algunas condiciones sociales y conceptuales (Berger y Luckmann, 1967: 197). Una de las más importantes es disponer de una estructura de plausibilidad efícaz, es decir, una base social que sirva como espacio de transformación para el individuo. Esta estructura debe contar con unos guías que acompañen la penetración de la nueva realidad; con ellos debe establecerse una fuerte identificación afectiva. Debe verificarse la acción continua de un aparato conversacional para modificar, reconstruir y mantener la realidad subjetiva. Por último, debe contarse con un aparato legitimador para otorgar sentido e integrar la nueva realidad, así como repudiar las realidades alternativas. De acuerdo con los autores, el trabajo de reinterpretar la antigua realidad como oscuridad y la nueva como claridad traduce en el discurso este sentido de ruptura biográfica (Berger y Luckmann, 1979: 197–202).

11 Evidentemente, un aliado familiar puede proporcionar al joven las oportunidades y los recursos para materializar su proyecto existencial, y en este sentido no diferenciarse del aliado social.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons