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Revista mexicana de sociología

On-line version ISSN 2594-0651Print version ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.70 n.3 Ciudad de México Jul./Sep. 2008

 

Reseñas

 

Jacqueline Peschard, coord. 2 de julio. Reflexiones y alternativas

 

Cristina Puga*

 

(México, UNAM, 2007), 355 pp.

 

* Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Sociales

 

Este volumen, compuesto por 22 textos, apareció en los últimos meses de 2007, a poco más de un año del controvertido proceso electoral que llevó a la presidencia a Felipe Calderón del PAN y provocó la resistencia activa del candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador. Por la rapidez de la respuesta de los colaboradores, quienes realizaron con celeridad el análisis de distintos aspectos de esa jornada y del proceso editorial que se realizó en pocos meses, el libro apareció con oportunidad para brindar una lectura fresca y todavía impregnada de la tensión política de esos días.

El libro, coordinado por Jacqueline Peschard, constituye un material de gran valor para el estudio futuro de la política mexicana en tanto integra la opinión calificada de un amplio conjunto de especialistas acerca de una coyuntura política de profunda significación para el país, analizada desde distintas perspectivas y desde la vivencia cercana de los acontecimientos. Ello habla no solamente de la importancia de la coyuntura sino del desarrollo en nuestro país de una ciencia política que, en un momento crítico, puede reunir a un conjunto destacado de analistas capaces de interpretar y aportar conclusiones y propuestas iniciales en torno a una cuestión que seguramente no está agotada y permitirá posteriores análisis. Entre otros de los autores, José Woldenberg, Lorenzo Córdova, Leonardo Valdés, Jean François Prud'homme, Leticia Calderón, Carlos Sirvent y María Amparo Casar, provenientes de diversos espacios académicos y portadores de perspectivas teóricas y experiencias institucionales diferentes, contribuyen a este ejercicio de reflexión colectiva.

Como pocas veces en la historia reciente de México, la campaña de 2005 y 2006 dividió al país. Ciudadanos con y sin filiación política experimentamos las dificultades de sentarnos a una mesa familiar en donde se debía optar por platicar sobre el clima, la película de moda o la guerra de Irak, para evitar el lanzarse a una batalla campal entre hermanos y primos lopezobradoristas o panistas, aderezada por algunos tíos partidarios de Madrazo —generalmente movidos por una añeja solidaridad con el PRI— y malamente atemperada por quienes habían decidido votar por Alternativa Democrática y eran calificados de cobardes o traidores.

Después del 2 de julio, lo más prudente fue suspender las comidas familiares y esperar a la decisión del Tribunal Electoral dos meses después. Eso hizo también la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales que, en septiembre, bajo la coordinación de Peschard, reunió a los autores de este libro a discutir los distintos aspectos de aquella jornada y, no sé si expresamente o como consecuencia natural del análisis, a emitir algunas conclusiones, recomendaciones y propuestas hacia el sistema político mexicano. Para el momento de aquel encuentro académico, ya se había producido el fallo del tribunal en favor del candidato panista, y había sido retirado el plantón que, en apoyo a López Obrador, el PRD sostenía en el centro de la ciudad. Sin embargo, persistía la incertidumbre en torno a si Felipe Calderón podría tomar posesión como presidente electo. La situación se refleja en varios de los análisis que se resisten a emitir pronósticos sobre acontecimientos que, en ese momento, parecían sumamente inciertos.

Pese a la falta de seguridad sobre el futuro inmediato, los trabajos contenidos en el libro plantean ideas importantes que, por una parte, contribuyen a explicar los acontecimientos y, por la otra señalan tendencias y problemas que deberán ser atendidos si el país quiere avanzar en la dirección de lo que ha dado en llamarse una democracia "de calidad". Satisface, a cierta distancia, corroborar que muchas de las sugerencias han sido integradas al programa político del gobierno de Calderón y a la agenda legislativa en el primer año del sexenio, lo cual ratifica la agudeza del análisis realizado y otorga validez a propuestas aún pendientes.

Habría que decir, de entrada, que, en el análisis de los acontecimientos del 2 de julio, los autores tienen numerosas coincidencias. Hay acuerdo, por ejemplo, en que se trató de elecciones excepcionalmente competidas, en las cuales el puntero inicial perdió gradualmente las intenciones de voto y en cuyo resultado hubo una diferencia de menos de un punto porcentual, lo cual casi inevitablemente debía resultar en una situación conflictiva y en un cuestionamiento del proceso. Un gran número de los autores coinciden igualmente en que hubo irregularidades que comprometieron en algún momento la equidad del proceso o, al menos, la percepción necesaria de imparcialidad y transparencia del mismo. Referido al comportamiento del Instituto Federal Electoral, Lorenzo Córdova se refiere a una "lamentable serie de equívocos" y Fernando Pérez Correa a "deficiencias informativas" con "resultados devastadores". Ninguno de los autores, empero, pone en duda la decisión del Tribunal —pese a que algunos cuestionan parte de los procedimientos e incluso, como Germán Pérez Fernández del Castillo, la falta de experiencia de los jueces electorales— como tampoco cuestionan la gravedad, para el funcionamiento de la democracia mexicana, de que uno de los actores principales del proceso haya resuelto desconocer su validez. Por los tiempos de preparación de este libro, no hubo tiempo, sin embargo, de apreciar las consecuencias de una acción contenciosa que, como lo señala Amparo Casar, imponía un fuerte reto a la gobernabilidad y que, después de la decisión del tribunal, implicaba, tanto para la coalición de izquierda, como para el propio López Obrador la necesidad de sostener un movimiento a largo plazo.

Hay acuerdo también, con muchos de los trabajos, en que hubo otros errores a lo largo del proceso, atribuibles fundamentalmente a lagunas jurídicas y a debilidades institucionales que deben solucionarse. Jean François Prud'homme señala, por ejemplo, la falta de compromiso por parte de los partidos en el desarrollo del proceso y su ignorancia respecto de varias de sus fases. Algunos trabajos coinciden en apuntar la persistencia del asiento presidencial como meta de las elecciones. A pesar de la declinación del presidencialismo, el Ejecutivo sigue siendo el espacio político más codiciado, lo cual relega a segundo plano las elecciones legislativas y crea el problema, bien señalado por Carlos Sirvent, de que el ganador "se lleva todo". Otros señalan cuestiones relativas a distintas etapas, desde la dificultad para llenar las actas, hasta la forma de hacer llegar las inconformidades al Tribunal Federal Electoral.

Por otro lado, el análisis de las tendencias y de las cifras permite una lectura más realista y desapasionada del proceso. En sus respectivos trabajos, Marcela Bravo y Jacqueline Peschard coinciden en que, tras el proceso electoral, puede advertirse la consolidación de un sistema de tres partidos y en que la ciudadanía —muchas veces orientada por sus partidos—votó diferenciadamente los distintos niveles de gobierno, lo cual permitió combinaciones interesantes y brindó una primera explicación del triunfo panista. Peschard señala la importancia de la coyuntura en la reorientación del voto y, en su trabajo, Leonardo Valdés añade que hubo una clara diferenciación regional y que, en términos generales, el gran ganador —si se exceptúa la presidencia— fue justamente el PRD, el cual aumentó notablemente su cobertura legislativa y su influencia en varios estados del país.

Con base en el análisis de antecedentes y de elementos programáticos, algunos de los autores señalan que la anterior disputa por arrebatar la presidencia al PRI se transformó, en estas elecciones, en una disputa de corte más ideológico, iniciada desde mucho antes de la campaña real y, de acuerdo con el trabajo de Francisco Reveles, reforzada por el tipo de relación que cada uno de los partidos estableció desde el sexenio precedente, con el gobierno de Vicente Fox. En este sentido, Víctor Reynoso no advierte una polarización verdadera entre las distintas posiciones y considera que las diferencias fueron más retóricas que de fondo. En el libro falta, no obstante, un análisis a fondo de la manera en que se estructuró el discurso de cada uno de los contendientes y de cómo el orden de las prioridades y la forma en que fueron expuestas influyeron en el ánimo de los electores y en el resultado final de la campaña.

Varios trabajos también hacen mención de novedades que fueron significativas en el proceso: Leonardo Valdés menciona la presencia de partidos jóvenes que debían obtener su definitividad a partir de la votación obtenida; Leticia Calderón recuerda que, por primera vez se permitió el voto desde el extranjero y señala la importancia de haberse recibido votos mexicanos desde 71 países del mundo (que, por otra parte, fueron mayoritariamente por el PAN). Cabe anotar aquí la importancia creciente de la Internet, señalada en el trabajo de Gabriela Warkentin. Seguramente en los años por venir, no solamente deberá estudiarse la Internet como otro espacio creador de opinión sino, fundamentalmente, como un espacio para medir el clima ciudadano expresado en blogs y chats. Un dato que la autora ya no recupera es la radicalización de los canales electrónicos favorables al PRD en las semanas y meses posteriores a las elecciones.

No obstante las muchas coincidencias señaladas, los trabajos difieren en cuanto a los cambios que deben realizarse y a las consecuencias de corto y mediano plazo de los acontecimientos del 2 de julio. Respecto de los cambios, por ejemplo, hay autores como Luis Salazar que se inclinan por un tránsito institucional hacia el parlamentarismo y otros, como Carlos Sirvent que ven al parlamentarismo como un terreno político lleno de riesgos y dificultades. Para José Woldenberg, el cambio más urgente está en el establecimiento de etapas cerradas consecutivamente durante el proceso electoral —lo cual explica en términos futboleros, cómo establecer procedimientos para que no se pida descalificar el penalti una vez terminado el partido; mientras que para Luis Salazar, Lorenzo Córdova, Pedro Salazar y Ricardo Raphael la solución estaría más por el lado del fortalecimiento de la cultura política y de la aceptación de las reglas por parte de los actores. En varios de los trabajos se menciona la necesidad urgente de regular la relación entre partidos y medios de comunicación durante las campañas políticas, si bien el estudio de Raúl Trejo demuestra que la proporción de tiempo y espacio de los diferentes partidos fue relativamente homogénea a lo largo del proceso.

En cuanto al futuro político del país, ya hemos mencionado el ánimo cauteloso con el que se enfrentan a las posibles consecuencias del conflicto electoral. Hay, sin duda, insistencia en la necesidad de establecer pactos y negociar acuerdos políticos. Fernando Pérez Correa sugiere la integración de un gabinete de coalición, alternativa que otros de los autores consideran altamente improbable; algunos —con buen olfato— señalan la importancia que tendrá el apoyo de los gobernadores para el próximo presidente; Amparo Casar sugiere aprovechar las facultades que aún tiene el Ejecutivo para gobernar, incluso sin un apoyo unificado por parte del Congreso, y profundizar en políticas públicas de contenido económico y social. Sin embargo, es claro que en septiembre del año pasado, la incertidumbre que, como bien dice Luis Salazar, es un elemento imprescindible de todo proceso electoral, se había extendido hacia el proceso posterior a las elecciones y, sin que fuera plenamente advertido por los participantes del libro, abarcaba los ánimos de los politólogos. Resultará interesante analizar dentro de algunos meses, la forma en que el gobierno de Calderón ha sorteado las primeras dificultades establecidas por el propio proceso electoral y en el que el sistema político mexicano ha reaccionado para prevenir futuros conflictos.

Porque finalmente, la reflexión en lo tocante al proceso electoral de 2006 apunta hacia las posibilidades de consolidación de la democracia mexicana y hacia la calidad de la propia democracia: dos cuestiones semejantes pero distintas: referidas una a su capacidad para resistir el regreso al autoritarismo (por lo tanto a su durabilidad) y la otra a la satisfacción de requisitos de valor, derivados de la experiencia de otras democracias, de las expectativas ciudadanas y de la reflexión académica. Acerca del aspecto de la consolidación, tal vez los distintos análisis se inclinen hacia lo que Sirvent califica de un "resideño institucional" que lleve al acatamiento de las reglas por todos los actores que participan en el espacio político. Por su parte, Luis Salazar subraya justamente que la solidez institucional y el imperio de la ley (o el Estado de derecho) son elementos tanto de consolidación como de calidad de la democracia. "No hemos aprendido —dice— que el buen gobierno no resulta de los personajes carismáticos, de los héroes, sino de la calidad, profesionalidad e imparcialidad de las instituciones y de las leyes". Este volumen abona en la dirección de alcanzar mejores leyes e instituciones más sólidas que, poco a poco, colaboren en la obtención del consenso de los actores políticos a partir del convencimiento de que la democracia implica la aceptación de las reglas del juego con todas sus consecuencias.

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