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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.70 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2008

 

Artículos

 

Xenofobia en adolescentes argentinos. Un estudio sobre la intolerancia y la discriminación en jóvenes escolarizados*

 

Dan Adaszko** y Ana Lía Kornblit***

 

** Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires, maestrante en la Universidad Nacional Tres de Febrero. Becario de la Agencia Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Temas de especialización: socioestadística, educación y promoción de la salud. Dirección: Mataco 1381, Ciudad de Buenos Aires (1407), Argentina. Tel.: 005411–4566–9948. Correo electrónico: dan_adaszko@yahoo.com.ar.

*** Socióloga, doctora en Antropología de la Universidad de Buenos Aires. Investigadora principal de CONICET. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Temas de especialización: sociología de la salud. Dirección: Moldes 1243, Ciudad de Buenos Aires (1426), Argentina. Tel.: 15411–4783–0344. Correo electrónico: kornblit@mail.retina.ar.

 

Recibido el 14 de agosto de 2006
Aceptado el 9 de mayo de 2007

 

Resumen

En este artículo se presentan los resultados de una investigación con cobertura nacional que indagó acerca del nivel de xenofobia en adolescentes escolarizados de Argentina hacia doce grupos identitarios (nacionales y culturales). La investigación halló que en la población estudiada existe un clima xenófobo generalizado, así como altos niveles de racismo. Los grupos identitarios más rechazados son gitanos, judíos, chinos y coreanos, seguidos de inmigrantes limítrofes.

Palabras clave: Argentina, xenofobia, racismo, adolescencia, escuela media, actitudes.

 

Abstract

This article presents the results of a national study that explored the level of xenophobia among teenage students in Argentina towards twelve identity groups (both national and cultural). The study found that there is a widespread xenophobic atmosphere, as well as high levels of racism, among the population studied. The most severely rejected identity groups are Gypsies, Jews, Chinese and Koreans, followed by border immigrants.

Keywords: Argentina, xenophobia, racism, adolescence, middle school, attitudes.

 

1. INTRODUCCIÓN

Durante 2006 los autores del trabajo realizaron una investigación en el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, sobre la convivencia, los vínculos y las creencias acerca de la diversidad en la población adolescente escolarizada de todo el país. La metodología utilizada para la recolección de datos fue una encuesta a 4 971 adolescentes que en ese momento se encontraban cursando el nivel medio o el polimodal1 en 85 escuelas públicas de 21 provincias. El trabajo permitió avanzar en una diversidad de líneas de investigación referidas a distintos aspectos en el vínculo entre adolescentes, su vida cotidiana, los conflictos que afrontan y los medios de resolución, su relación con los adultos, la familia y la institución educativa, la violencia y la discriminación, entre otros temas.

En la investigación también se indagó el nivel de aceptación o rechazo por parte de los adolescentes hacia doce grupos identitarios (nacionales y/o culturales) con el propósito de caracterizar la índole e intensidad de la xenofobia en la población adolescente escolarizada de nuestro país.

En el presente trabajo 1) se realizó una serie de consideraciones conceptuales acerca de la xenofobia y la impronta que este fenómeno ha adquirido en nuestro país; 2) se abordó el problema metodológico que implica la medición de la xenofobia y las limitaciones y potencialidades que conllevan los indicadores que se utilizaron en este estudio; 3) se examinó si la situación de los adolescentes argentinos se corresponde con un escenario xenófobo y, en tal caso, si éste se asemeja más a uno en el que predomina una xenofobia generalizada o a uno donde exista una discriminación selectiva dirigida fundamentalmente a grupos identitarios específicos; 4) se diseñó una escala de preferencias que clasifica a los distintos grupos identitarios en un orden (desde el rechazo a la aceptación) en el imaginario de los adolescentes argentinos; 5) se realizó una lectura integral de la ubicación que en esa escala tiene cada uno de los doce grupos identitarios y se exploraron las vinculaciones entre grupos a partir de la interpretación conjunta de técnicas descriptivas y exploratorias y técnicas inferenciales y predictivas, y 6) se dividió a los adolescentes en tres grupos según su nivel general de xenofobia, se los caracterizó y se examinó si existen diferencias entre ellos.

 

2. CONSIDERACIONES CONCEPTUALES SOBRE LA XENOFOBIA Y LA CONSTITUCIÓN DE UNA IDENTIDAD EN EL IMAGINARIO COLECTIVO

La xenofobia, definida como el rechazo a los extranjeros, se basa en la reproducción de estereotipos sobre grupos sociales rechazados en virtud de su condición de diferentes de la cultura "autóctona", más allá de la homogeneidad y la relevancia de la que ésta puede estar revestida en las distintas sociedades.

Desde la psicología social, los estereotipos son definidos como el aspecto cognitivo del prejuicio, concepto que incluye, además, aspectos motivacionales o afectivos y comportamentales, dentro de los cuales están englobadas las conductas discriminatorias.

En Argentina, los procesos discriminatorios son de larga data. A pesar de que el discurso oficial habla del "crisol de razas" como horizonte integrador de la identidad nacional,2 lo cierto es que desde la Colonia han existido en los hechos grupos sociales segregados, sin que los procesos de discriminación fueran reconocidos y debatidos públicamente (Margulis y Urresti, 1998).

Estos procesos discriminatorios han tenido localmente una gran movilidad, dado que no se basan, como en otros países, en la racialidad como elemento sensiblemente objetivable, sino en otros sistemas de diferencias, más contextuales, lo que los torna cambiantes y volátiles (Belvedere, 2002).

La cuestión acerca de por qué surge el pensamiento estereotipado ha sido largamente estudiada (cf. por ejemplo Fiske, 2004; Hilton y Hippell, 1996). De dichos estudios surgen cuatro grandes tipos de explicaciones:

1) las que la ven como expresión de un estilo cognitivo pobre, que lleva a adherir acríticamente a un catálogo de tipificaciones sociales reducidas, propuestas por el medio cultural en el que la persona está inserta y de las que se hace portadora; en este sentido, es de esperaR que los preconceptos vigentes en la sociedad se reproduzcan en el ambiente escolar (Abramovay, 2006), lo cual implica cierta resignación con respecto a la intolerancia social hacia ciertos colectivos; el componente cognitivo de los estereotipos lleva a percibir a los individuos que forman parte del grupo objeto de prejuicio como si fueran iguales entre sí, sin reconocer las diferencias entre ellos;

2)  las que la vinculan fundamentalmente con factores individuales de tipo afectivo; la hipótesis de la frustración–agresión, planteada a finales de la década de 1930 por Dollard, Miller et al. (1939), que basó su difusión probablemente en su simplicidad, es un ejemplo de este tipo de explicaciones; la idea de que la autoestima baja puede ser un factor de activación de la génesis de estereotipos negativos hacia grupos diferentes al de la persona, como un modo de intentar elevar la imagen de uno mismo a partir de las comparaciones sociales, es otra explicación que entra en esta categoría;3

3)  las que vinculan la génesis de los estereotipos con factores contextuales macrosociales como la pobreza y el desempleo, que llevarían a proteger la propia identidad a través de la idea de la necesaria exclusión de otros, percibidos como amenazantes, especialmente en situaciones de escasez de recursos;

4)  las que destacan los factores microsociales que configuran las interacciones cotidianas; las tensiones y conflictos que surgen a diario en los grupos sociales para los que no se ofrecen caminos de resolución darían pie, según esta explicación, a cierto fascismo de la vida cotidiana, que "conjura toda impureza y heterogeneidad en las líneas de filiación social" (Belvedere, 2002: 35); en este sentido, los estereotipos contribuyen a fijar identidades tribales ligadas a linajes, en un intento por obtener la supremacía de unos grupos sobre otros. Se protege así la propia identidad a través de la generación de la hostilidad hacia los "otros". La identidad social opera por diferencia: todo "nosotros" supone un "otros", que se construye a partir de la memoria compartida.

Al apuntar a la discriminación social como el modo en que se estereotipan las diferencias entre los seres humanos, para luego rechazarlas, Belvedere (2002) subraya lo que denomina la "lógica elusiva" de la misma, aludiendo con esto a esquivar o saltar las propias insuficiencias para denostar a otros, adhiriéndose a tipos sociales construidos culturalmente, a los que se les adscriben como necesarios ciertos rasgos percibidos de forma negativa. Así, los estereotipos discriminatorios operan como modos de encasillamiento de grupos sociales a los que se percibe como diferentes, lo cual limita las posibilidades de intercambio entre las personas, con el consiguiente estrechamiento de los horizontes vitales posibles.

Uno de los mitos fundadores de la nacionalidad argentina es el del "crisol de razas", entendido como la aceptación de la diversidad y de la multiculturalidad en un país tributario, en buena medida, de los aportes inmigratorios. Sin embargo, muchos hitos de la historia de las ideas en el país dan cuenta de que tal propuesta fue y es formulada en el plano de la cultura oficial, de la que se hace eco la escuela, sin que se tome en cuenta cuál es su vigencia en la cultura popular. Nuestra idea es que los propósitos de las recientes políticas educativas de llegar a una educación inclusiva de todos los sectores sociales, respetando las diferencias entre ellos, no puede obviar el trabajar con los prejuicios y estereotipos que obstaculizan el desarrollo de un ethos escolar de tolerancia.

La xenofobia, expresada en frases como: "los inmigrantes peruanos, bolivianos o paraguayos quitan puestos de trabajo a los argentinos", o "se deberían crear barrios para inmigrantes en los que puedan vivir, evitándose conflictos con el resto de la sociedad", se hace evidente, como veremos a partir de los resultados de la investigación que aquí se presenta, en un porcentaje muy alto de alumnos (más de las tres cuartas partes).

Remitiéndonos específicamente a ella, no hay que olvidar los antecedentes históricos respecto de la inmigración en Argentina que si bien fue promovida, también fue objeto de un doble discurso, por el que a la par que se reconocía la importancia de los extranjeros para responder a la escasez de fuerza de trabajo, también eran vilipendiados en la medida en que traían a estas tierras "la prostitución, la delincuencia, el anarquismo, el socialismo, el desorden, el terror" (Funes y Ansaldi, 1994: 228). Puede decirse, según los mismos autores, que la herencia positivista que veía a los inmigrantes como necesarios para "mejorar la raza" se amalgamó con el rechazo a los extranjeros que hacía de ellos lo que el "indio", el "mestizo" o el "negro" son para otros países. La historia del país estuvo marcada por todo tipo de exclusiones, de las que las consecuencias del neoconservadurismo de la década del 1990 y la pobreza de la del 2000 no son más que otras instancias que las replican, perpetuándolas. Es probable que los resultados encontrados en este trabajo con respecto al pensamiento estereotipado de los alumnos sobre algunos grupos sociales responda a esta herencia.

Margulis, Urresti et al. (1998) plantean que en Argentina, así como en muchos países de América latina, se ha producido lo que llaman la "racialización de las relaciones de clase", aludiendo con ello a la vinculación, históricamente establecida, entre la condición económica y el prestigio de cada grupo étnico y nacional habitante del país. Sin discutir la importancia de su posición en la escala socioeconómica en la discriminación de la que son objeto algunos grupos de inmigrantes, particularmente los de países limítrofes, los resultados del presente estudio muestran, como veremos, que la xenofobia de los adolescentes estudiados remite a la reproducción de prejuicios y estereotipos históricamente arraigados, que van más allá de la posición socioeconómica que detentan los grupos a los que se aplican.

Los orígenes de estos procesos discriminatorios, que a nuestro entender son reproducidos por los jóvenes estudiados, se remiten a la construcción de la idea de nación surgida a partir de la colonia. En efecto, aunque no podemos explayarnos en este proceso, en la constitución de un "nosotros" argentino primó desde los orígenes la descalificación de todo lo que no fuera europeo, la idea de la superioridad del hombre blanco y el rechazo a toda mezcla racial. Si bien los "fundadores de la patria" sostuvieron la importancia de la inmigración como modo de hacer crecer el país, el aluvión inmigratorio produjo en la población nativa el pánico ante la amenaza del deterioro de sus costumbres (Cerutti y Pita, 1998). Los extranjeros comenzaron a ser vistos como la síntesis de todos los males, por lo que puede decirse que la formación de una cultura prejuiciosa en Argentina ha tenido lugar paralelamente a la construcción del Estado nacional.

Esa supuesta identidad homogénea que implica un "nosotros argentino" no sólo excluye a aquellos grupos identitarios cuya diferencia puede objetivarse en una ciudadanía extranjera (como en el caso de los inmigrantes), sino que también deja por fuera a grupos que, teniendo la ciudadanía argentina y no siendo inmigrantes, son percibidos por el imaginario colectivo como foráneos y diferentes (como judíos y gitanos). Es por ello que cualquier estudio que pretenda abordar la problemática de la xenofobia no debe limitar su análisis a la población inmigrante sino que debe incorporar a otros segmentos de la sociedad que son homologados por ésta a los extranjeros.

 

3. ASPECTOS METODOLÓGICOS

Universo y dominio de la encuesta

El universo del estudio fueron los adolescentes escolarizados en escuelas medias y polimodales del subsector público de todo el país. El dominio efectivo de la encuesta fueron las ciudades de más de 50 000 habitantes de las siguientes 21 provincias: Catamarca, Chaco, Chubut, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, Santa Cruz, Santa Fe, Tierra del Fuego, Tucumán, Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires.4

Muestreo

El estudio se llevó a cabo a través de un muestreo probabilístico por conglomerados en tres etapas.5 Debido a las dificultades que implica llevar adelante un operativo de esta magnitud, el diseño muestral no fue uniforme ni fijo, con lo que se dejó que el número total de alumnos encuestados fuera definido durante el relevamiento. Asimismo, las probabilidades de inclusión de los mismos fueron modificadas a partir de los distintos obstáculos operativos que hubo que ir salvando a lo largo del trabajo de campo. Esto llevó a la necesidad de un recálculo de probabilidades y de errores de muestreo posteriores al estudio.

En la primera etapa se seleccionaron ciudades con más de 50 000 habitantes dentro de cada provincia con iguales probabilidades de inclusión, excepto en el caso de la Ciudad de Buenos Aires, a la que se le asignó probabilidad 1/1 para hacerla entrar forzosamente en la muestra. En esta etapa el método de selección fue aleatorio simple.

En la segunda etapa se seleccionaron escuelas públicas secundarias y polimodales —dependiendo del sistema provincial— por ciudad con idéntica probabilidad de inclusión, tomando como marco muestral la base de datos de establecimientos educativos del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación. El método de selección fue aleatorio simple con un diseño similar al de la etapa anterior.6

En la tercera etapa se seleccionaron de modo aleatorio cursos de primero y segundo año de polimodal o tercero y cuarto del nivel medio con iguales probabilidades de inclusión. En el caso de no tener acceso a estos cursos, se eligieron otros con mayores probabilidades de estar más cercanos a la población objetivo. Finalmente, al no tener acceso a un marco muestral de alumnos, se tomaron los cursos elegidos a modo de conglomerados, aplicándose la encuesta a todos los estudiantes que se encontraban presentes.

Cuestionario

A la totalidad de los encuestados se les aplicó un extenso cuestionario estructurado que indagaba distintos aspectos de la vida cotidiana de los alumnos, tanto dentro como fuera del ámbito escolar, enfocándose en temas vinculados con una diversidad de manifestaciones de violencia y discriminación.7 La encuesta abarcaba, a su vez, dimensiones como clima social en el hogar y en la escuela, proyecto de vida, vínculo de amistad y de pareja, relación con los padres, integración o aislamiento social, situación socioeconómica, participación comunitaria, trato entre alumnos y entre estos y los docentes, percepción acerca de la institución educativa, entre otros aspectos.

Características generales de la muestra

La muestra definitiva estuvo conformada por 4 971 adolescentes de entre 15 y 19 años (media 16.28, desv. típ. 1.04), de los cuales 41.5 % eran varones y 58.5 % mujeres. Al momento de la encuesta todos cursaban estudios en el nivel medio o polimodal en 85 establecimientos públicos en 52 localidades pertenecientes a 21 provincias de todo el país, subdivididos, a su vez, en siete regiones que, en su conjunto, conforman el dominio del estudio (cuadro 1).

En su mayoría, los adolescentes cursaban primero y segundo año de polimodal o tercero y cuarto año del secundario; 60% lo hacía en el turno matutino, y el restante en el turno vespertino. En cuanto al nivel socioeconómico, 51.5 % de los encuestados se ubicaba en el estrato bajo y 48.5 % en el medio. Al momento del estudio, 62.8 % de los adolescentes refería sólo estudiar, 14.1 % trabajaba a la vez que cursaba sus estudios y 23 % estaba buscando trabajo.

Procedimientos de análisis

Para cada adolescente se contó con 12 escalas que interrogaban acerca de la preferencia o no de tener compañeros pertenecientes a los siguientes doce grupos:

1.  Estadounidenses                                       

2. Personas de origen oriental                                          

3.  Personas de otras provincias argentinas

4. Judíos                                                       

5. Árabes                                                       

6. Gitanos

7. Paraguayos

8. Bolivianos (principalmente chinos y coreanos)

9. Peruanos

10. Chilenos

11. Brasileños

12. Uruguayos

Cada escala puntuaba de 1 a 5, siendo el valor más bajo el rechazo total y el más alto la aceptación total. Se aplicaron distintas técnicas estadísticas para construir variables, indicadores sintéticos y modelos que pudieran dar cuenta tanto de la intensidad como de las características de la xenofobia en la población estudiada.8

 

4. CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS ACERCA DE LA MEDICIÓN DE LA XENOFOBIA CON ESCALAS DE PREFERENCIA

Si se pretende caracterizar la índole e intensidad de la xenofobia en la adolescencia, se hace indispensable definir un escenario o parámetro de referencia con el cual comparar o ubicar a nuestra población de interés. En otros términos, con qué podemos comparar a los adolescentes para decir que son o no son xenófobos y en qué medida. La respuesta no es simple ya que, como sucede con una gran diversidad de fenómenos socioculturales, la clasificación de la población en subgrupos a partir de alguna característica de interés en categorías exhaustivas y excluyentes no surge de modo natural ni es evidente de por sí, sino que se fundamenta en criterios que la comunidad científica define en forma convencional y en muchos casos axiomática.

Así, un primer obstáculo que hallamos al indagar el fenómeno de la xenofobia en la población adolescente es que si bien el término puede ser definido en sentido amplio como el rechazo y hostilidad hacia los extranjeros, no existe un parámetro o criterio cuantitativo absoluto a partir del que se pueda clasificar a un grupo como xenófobo o no xenófobo, aunque sí se puede decir que un grupo lo es en mayor o menor grado que otro.

Se derivan de esto dos restricciones metodológicas: en primer lugar, para poder comparar grupos según su nivel de xenofobia se necesitan al menos dos poblaciones. Nuestro trabajo no da respuesta a esto, ya que para una primera aproximación al problema tomamos al conjunto de adolescentes argentinos y no realizamos comparaciones entre subconjuntos de ellos. A su vez, no contamos con estudios sobre poblaciones semejantes de otros países que hayan utilizado exactamente los mismos indicadores que aquellos con los que se midió la xenofobia en nuestro contexto, lo que hace poco factible o precisa la comparabilidad a ese nivel.9

Una segunda restricción metodológica implica decidir si el parámetro o escenario de referencia se define con base en un criterio absoluto o a uno relativo, lo que lleva a conclusiones heterogéneas. En ambos casos se trata de una decisión convencional por parte de la comunidad de investigadores. Un criterio absoluto implicaría definir algún parámetro independiente de las realidades concretas de cada sociedad, a partir del cual que se pueda clasificar a algunas de ellas como más proclives a la tolerancia y a otras hacia la intolerancia. Esto equivaldría a decir que más allá del contexto espacio temporal que se estudie, un escenario hoy o hace 200 años se define como "xenófobo" (o proclive a esta situación) si en él se verifican una serie de elementos, o como "tolerante" (o proclive a esta otra situación) si en él se observan otras características. El límite que conlleva adoptar un criterio absoluto es el riesgo de atemporalizar y asocializar un fenómeno que debe ser ubicado en tiempo y espacio. Esto es, el criterio absoluto que se define para todo contexto es, en sí, un producto socio–temporal en el sentido de que si decidimos que vamos a clasificar a toda sociedad (más allá del momento histórico en que se encuentre) como "xenófoba" si sus preferencias hacia ciertos grupos identitarios están por debajo de cierto umbral, o como "tolerante" si están por encima, ese punto de referencia se está definiendo según nuestros parámetros socioculturales presentes.

Por otro lado, un criterio relativo consistiría en tomar a las sociedades o contextos que queramos comparar y construir, con base en la intensidad que el fenómeno adquiera en el conjunto, un escenario tipo a partir del cual clasificarlos. Como puede deducirse, el criterio relativo es más sencillo de definir que el absoluto: un ejemplo del mismo sería utilizar el promedio de las escalas de preferencia de distintas poblaciones hacia uno o varios grupos identitarios como escenario de referencia, a partir del cual ubicar a cada contexto como más proclive a la tolerancia o hacia la intolerancia. El criterio relativo presenta la ventaja de que puede ir modificándose en el tiempo si es que varía la tendencia general en cuanto a la tolerancia o al rechazo, pero conlleva una limitación: un indicador construido con base en este criterio puede llevar a la conclusión falaz de que un grupo xenófobo, pero un poco menos reactivo que otro, pueda ser catalogado como no xenófobo. Por ejemplo, si se cuenta con 10 poblaciones que discriminan y rechazan a otros grupos identitarios, y el parámetro de referencia se construyera a partir del promedio, se llegaría a la conclusión errónea de que el grupo menos discriminador no es xenófobo aunque, en verdad, el hecho de que discrimine menos que otros no lo ubica por encima del umbral de la tolerancia. Al sintetizar la limitación principal del criterio relativo para definir un escenario de referencia para la xenofobia, éste nada nos dice acerca de si un grupo está más próximo a la tolerancia o a la intolerancia si no se cuenta con algún parámetro que no dependa de las realidades inmediatas de las poblaciones a comparar.

Si aceptamos el supuesto de que hay sociedades que en términos generales son más tolerantes que otras, aún debe realizarse otra distinción: la comparación y clasificación de grupos con distintos niveles de aceptación y rechazo hacia aquellos que son percibidos como diferentes no debe ser confundida con la comparación y clasificación de los grupos identitarios acerca de los cuales las poblaciones estudiadas emiten juicios valorativos. En el primero comparamos grupos, sociedades, etc., que son nuestras unidades de análisis (son los sujetos que emiten juicios valorativos) en escenarios más o menos xenófobos, mientras que en el segundo clasificamos grupos identitarios más o menos aceptados o rechazados (son los objetos sobre los que es emitido el juicio valorativo).

En el presente estudio contamos con la valoración de cada adolescente de la muestra acerca de doce grupos identitarios diferentes. En este trabajo nos interesó tener una mirada de conjunto sobre esta población y centrar nuestro análisis en la ubicación que cada grupo identitario tiene en el imaginario colectivo. Únicamente en la última parte se subdivide a la población de adolescentes en tres grupos según su nivel general de xenofobia para llevar a cabo una serie de comparaciones.

 

5. XENOFOBIA Y TOLERANCIA MEDIA

Si bien es cierto en toda sociedad o colectivo coexisten diversos niveles de rechazo y aceptación hacia aquellas personas o grupos que so considerados "diferentes", también lo es que existen sociedades que, en un plano general, son más tolerantes que otras.

Esta observación nos sitúa ante dos tipos de escenarios que deben ser distinguidos: el primero, al que para este trabajo llamaremos escenario xenófobo general estaría constituido por contextos con altos niveles de discriminación hacia toda aquella persona o grupo que sea identificado o definido como diferente o ajeno a una cierta o supuesta identidad nacional. Estamos hablando en este caso de escenarios fuertemente xenófobos y reactivos que se constituyen con base en una auto–identificación con una imagen que en apariencia se les presenta como homogénea y compacta. El segundo escenario, al que llamaremos de xenofobia selectiva, es diferente, ya que, a pesar de coincidir en muchos aspectos con el primero, el rechazo en él estaría dirigido no hacia todo aquel que sea considerado diferente, sino a grupos identitarios específicos. En cada uno de los tipos de escenarios pueden existir diferentes niveles o intensidades del rechazo, que adoptan formas más o menos extremas y donde existe una gran cantidad de ejemplos históricos para cada uno de ellos.

A partir de esto, una pregunta a la que necesariamente debe dar respuesta un estudio sobre la xenofobia entre adolescentes es, en el caso de verificarse ciertos rasgos xenófobos, a cuál de los dos escenarios o modelos está más próxima nuestra juventud.

Antes de hacer una distinción y caracterización por grupos identitarios en el imaginario colectivo, los autores de este trabajo construyeron lo que llamaremos escenario de tolerancia media, el que representa un modelo teórico "puro" con el que se compara el nivel general de rechazo o aceptación hacia el conjunto de los doce grupos identitarios. Para esto se diseñó un ranking a través de las doce escalas de preferencia, a partir del cual se le asignó una puntuación a cada adolescente, representando la tolerancia total el valor más alto y la intolerancia absoluta el valor más bajo.

En términos estadísticos, un contexto de tolerancia debería reflejarse en una distribución sesgada hacia la izquierda, con la cima del histograma en el extremo positivo del eje X. Una población xenófoba debería presentar una característica inversa. Sin embargo, no sólo es altamente improbable que la distribución observada se asemeje a los dos escenarios extremos, sino que esto sería contradictorio con nuestro supuesto de que en toda sociedad coexisten diferentes niveles de aceptación y rechazo hacia distintas colectividades.

Es por ello que un escenario más realista para comparar las distribuciones sería aquel que asuma valores promedio y que presente una distribución aproximadamente normal. La elección de esta distribución de probabilidad responde a cuatro criterios: 1) tal como se hizo mención, las dos distribuciones extremas son irreales, por tanto no existe ningún contexto que se asemeje a esos tipos. 2) si no se contara con algún parámetro fijo de referencia, no podríamos hacernos una idea acerca de si los adolescentes tienen tendencia hacia la tolerancia o hacia la intolerancia. Así, al tomar una distribución normal como marco de referencia no la estamos asimilando a una línea divisoria que discrimina entre xenófobos y no xenófobos, pero sí a un punto referencial que nos permite calificar la mirada sobre los grupos identitarios que se perciben como diferentes como más proclive hacia la aceptación o hacia el rechazo; 3) esta distribución refleja un punto de equilibrio entre los distintos valores de la escala de preferencia, ya que el mayor peso lo tienen las personas que no se definen o "les da igual", mientras que las frecuencias disminuyen a medida que nos aproximamos a los dos extremos, y 4) esta última razón es de orden estadístico: al haber creado una variable agregada con un amplio rango, podemos trabajarla como a una variable continua y utilizar pruebas acordes a este nivel de medición con todas las ventajas que esto implica.

Las pruebas y las gráficas de normalidad10 indican que no estaríamos en presencia de un escenario de tolerancia media. Hay una gran cantidad de adolescentes que se ubican en posiciones distanciadas con respecto a dicho modelo. El coeficiente de asimetría muestra que existen adolescentes xenófobos y no xenófobos que se compensan —tal como se puede observar en la gráfica—, aunque con mayor peso por parte de aquellos con juicios valorativos negativos respecto de los diferentes grupos identitarios, lo que se verifica también al ser la mediana menor que la media; esto es, el promedio de la muestra se aleja del escenario de tolerancia media, pero hacia el lado de la xenofobia, no al de la tolerancia. Por último, el bajo valor que adopta el coeficiente de Kurtosis está indicando, por una parte, que no hay valores extremos que estén distorsionando el comportamiento del total de la muestra y que en ésta pueden coexistir subpoblaciones o clusters de adolescentes con diferentes tipos de preferencias hacia los distintos grupos identitarios.

 

6. XENOFOBIA GENERALIZADA Y XENOFOBIA SELECTIVA

Hasta aquí hemos respondido a la pregunta acerca de si estamos o no ante una población adolescente con niveles de tolerancia media, pero no hemos abordado el segundo punto, a saber, si la xenofobia es generalizada y homogénea hacia los distintos grupos identitarios o se corresponde con lo que hemos llamado escenario de xenofobia selectiva. Para ello hemos de descomponer la distribución general hasta aquí presentada en cada una de sus doce escalas componentes. De esto se derivan tres preguntas: en primer lugar, cuando se examina la valoración de los adolescentes acerca de cada uno de los doce grupos identitarios, ¿estamos en presencia de juicios valorativos más o menos xenófobos con respecto a algún escenario de tolerancia media para cada uno de ellos?; nuevamente debemos construir un modelo de tolerancia promedio pero, esta vez, para variables ordinales, ya que contamos con escalas discretas con cinco valores (1 implica rechazo total y 5 aceptación total). En segundo lugar, en lo tocante a ese escenario de tolerancia media, ¿en qué ubicación se encuentran cada uno de los doce grupos, en el sentido de orientarse hacia una mayor aceptación o hacia un mayor rechazo?; esto es, si bien en el nivel general corroboramos que existe una mayor inclinación hacia el rechazo de la diferencia, ¿existen grupos particulares hacia los que se dirija una valoración positiva? En tercer lugar, ¿qué ubicación relativa tendría cada uno de esos doce grupos entre sí en el imaginario colectivo, de modo tal de que podamos reconstruir una escala de preferencias de los adolescentes argentinos?

Para responder a las tres preguntas, el equipo de investigación construyó una distribución para cada uno de los doce grupos identitarios, la cual mostró el mayor o menor nivel de aceptación o rechazo hacia ellos por parte de la población estudiada. En segundo término, se definió un escenario tipo de tolerancia media hacia los distintos grupos identitarios, utilizando esta vez una distribución cuasinormal, asignándole a cada una de las cinco categorías de cada escala el porcentaje acumulado de adolescentes que debería haber en una distribución teórica de estas características. Nuevamente, estos modelos no tienen el sentido de trazar una línea divisoria que ubica a los adolescentes como xenófobos o no xenófobos, sino el de un modelo teórico del cual la población observada se alejara o acercara hacia el extremo de la aceptación o el del rechazo por cada grupo (gráfica 2).

La elección de una distribución cuasinormal, además de responder a las primeras tres razones que se esgrimieron cuando se examinó el comportamiento del total de la muestra, también se debe a que si bien estamos trabajando con variables discretas, las distribuciones de probabilidad para este tipo de variables11 se aproximan a la distribución de probabilidad normal cuando el número de observaciones se hace grande (en el límite), restricción a la que nuestros datos se ajustan perfectamente.

Si bien de los datos de la gráfica 3 se puede tener una cierta idea acerca de si la valoración sobre cada grupo se acerca o no a un escenario de tolerancia media y hacia qué extremo tiende (primeras dos preguntas planteadas más arriba), si se quieren realizar comparaciones objetivas precisamos de alguna medida que dé rigurosidad y uniformidad al método. Para ello se utilizó como prueba no paramétrica la estadística χ2 para comparar a cada una de esas 12 distribuciones con el escenario de tolerancia media (lo que respondería la primera pregunta). Se seleccionó esta estadística ya que se necesita una unidad de medida no euclidiana χ2para medir distancias con respecto a modelos teóricos de variables de esta índole y diversos estudios han demostrado las bondades de utilizar distancias χ2 para dicho objetivo (Hollander y Wolfe, 1999; Benzecri, 1992). Por su parte, con el fin de identificar si la distancia con respecto al escenario promedio se dirigía hacia la aceptación o hacia el rechazo (segunda pregunta), se examinaron los residuos cuadráticos.

En todos los casos se verificó que los adolescentes se distancian significativamente de un escenario de tolerancia media (p.<0.001 para todas las pruebas).12 Esto no dice cuánto son rechazados o aceptados por los adolescentes cada uno de los 12 grupos, sino en qué medida se asemeja cada una de las distribuciones a un escenario de tolerancia media, algo que no sucede en nuestro caso.

La tendencia hacia la aceptación o hacia el rechazo, segunda pregunta que se planteó más arriba, se obtiene a través de la suma de residuos cuadráticos. Las únicas dos situaciones en las que se evidencia una buena predisposición o aceptación hacia un grupo identitario es en el caso de las personas de otras provincias argentinas y en el de los brasileños. En los otros 10 grupos la distancia con respecto al escenario medio se orienta al rechazo; es decir, los adolescentes argentinos muestran una valoración en mayor o menor medida discriminatoria y xenófoba hacia 10 de los grupos identitarios. Tal como se muestra en la gráfica 4, en el caso particular de uruguayos y árabes es menos pronunciada que en el resto.

A partir de esto ya estamos en condiciones de abordar la pregunta acerca de si estamos en presencia de un clima xenófobo general o selectivo, tal como los definiéramos previamente. En otros términos: ¿los antisemitas, también tienen miradas negativas sobre otros grupos o se focalizan únicamente en los judíos?; los que discriminan a bolivianos, por ejemplo, ¿únicamente dirigen su rechazo hacia los oriundos del país norteño, o también lo hacen hacia algún otro conjunto de identidades o hacia todo el resto?

Cuando las escalas de preferencia se sintetizan de cinco a tres categorías (rechazo, indiferencia y aceptación) se pueden ver con mayor claridad los agrupamientos de adolescentes en torno a cada una de estas posiciones con respecto a las diferentes identidades. Ello se presenta en la gráfica 5, la cual muestra un mapa de coordenadas factoriales realizado a partir de un Análisis de Correspondencias Múltiples (ACM).13

Si bien una primera aproximación en dos dimensiones, a partir de este método produce siempre una polarización espacial de las categorías "rechazo" y "aceptación" dentro de cada variable, lo que nos interesa aquí es que entre las 11 variables incorporadas en el análisis, los juicios negativos acerca de una colectividad están más cerca de los juicios de igual signo acerca de otras, mientras que lo propio sucede con la aceptación.14 El significado de la ubicación relativa de cada grupo identitario en el mapa, así como su proximidad o distancia respecto de otros, se hará evidente más adelante cuando se examine la matriz de correlaciones de las 12 escalas.

Integrando la lectura del mapa de coordenadas factoriales y la primera prueba para evaluar la distancia con respecto a escenarios de tolerancia media, podemos señalar que la población en estudio no sólo está lejos de ese escenario teórico sino que, efectivamente, existen coincidencias entre las valoraciones positivas, por un lado, y las negativas, por otro, de parte de los adolescentes, lo que indica que las tendencias u orientaciones xenófobas no son aisladas con respecto a un grupo identitario en particular, sino que existen coincidencias en las valoraciones acerca de distintos grupos. Esto muestra que estamos en presencia de "climas sociales" con características xenófobas generales, con prejuicios discriminatorios hacia colectivos de identidades y no hacia grupos en particular (xenofobia selectiva).15

 

7. GRUPOS IDENTITARIOS ACEPTADOS Y RECHAZADOS

Lo expuesto hasta aquí habla de la prevalencia del fenómeno de la discriminación pero no del lugar relativo en que se ubica cada uno de los 12 grupos, que es la tercera pregunta que se formuló anteriormente. Así, más allá de haber señalado que los adolescentes de la muestra participan de un clima xenófobo general y haber identificado a dos grupos identitarios para los cuales las valoraciones de los adolescentes son más bien proclives a la aceptación, existen diferencias en la intensidad con la que es juzgado negativa o positivamente cada grupo identitario. Para evaluar esto se calculó el rango promedio de valores de cada escala a través de la prueba no paramétrica para k–muestras relacionadas de Friedman, la cual clasificó a los 12 grupos en el orden de menor a mayor aceptación, tal como se muestra en la siguiente gráfica.

Tanto la gráfica como la prueba estadística de Friedman (p.<0.001) muestran que, a pesar de que hay un clima generalizado de hostilidad hacia al menos 10 de los grupos identitarios, las diferencias en las preferencias entre estos últimos por parte de los adolescentes son significativas. Los grupos más rechazados son los gitanos, judíos y orientales, seguidos por las personas de países limítrofes y en último lugar, los estadounidenses, árabes y uruguayos. Los brasileños y personas de otras provincias argentinas, como ya se demostró previamente, son los únicos dos grupos con mayor preferencia por parte de los adolescentes.

Cuando se sintetiza la escala de preferencia de cinco a tres categorías se puede examinar con precisión los porcentajes de aceptación, indiferencia o rechazo por cada uno de los doce grupos identitarios, lo que da aún mayor precisión a la descripción del fenómeno de las actitudes xenófobas entre los adolescentes (gráfica 7).

La gráfica muestra con claridad el alarmante nivel de xenofobia existente entre los adolescentes, principalmente cuando se emiten juicios valorativos con respecto a los 10 primeros grupos. El rechazo a los gitanos asciende a 70% de los encuestados, siendo que sólo muestra una actitud favorable a este grupo 17% de los adolescentes. En el caso del antisemitismo, éste supera la mitad de la muestra, mientras que sólo un cuarto de la misma tiene una inclinación favorable hacia los judíos. También son rechazados por la mitad de la muestra chinos y coreanos, bolivianos, peruanos, chilenos y paraguayos. Los brasileños y las personas de otras provincias argentinas son rechazados por 30% y 13%, respectivamente. Esto implica que en lo que hace al nivel de rechazo, entre los grupos polares existe una diferencia de 60 puntos porcentuales.

 

8. CORRELACIÓN ENTRE ESCALAS DE PREFERENCIA

Hasta aquí se demostró que la orientación xenófoba no se dirige únicamente hacia determinadas identidades, sino que podemos identificar un clima o ambiente hostil hacia un conjunto de ellas. Sin embargo, si se quiere pasar del análisis descriptivo al predictivo, se debe trabajar con cuadros y pruebas de correlaciones para variables ordinales (cuadro 2). Si bien todas las correlaciones son significativas en el nivel de 0.01 bilateral, para el interés de este estudio definiremos que aquellas son "bajas" cuando su valor vaya de 0 a 0.5, "intermedias" cuando éste se encuentre entre 0.5 y 0.7 y "altas", entre 0.7 y 1.

La matriz de correlaciones refuerza la idea de un clima xenófobo generalizado a partir de que no se observa ninguna correlación negativa (lo que indicaría que a mayor discriminación hacia un grupo, menor discriminación hacia otro). En otros términos, hay una clara evidencia de que existen inclinaciones xenófobas que se irradian hacia una diversidad de grupos, aunque no en todos los casos con la misma intensidad.

A través de esta modalidad de análisis también pueden identificarse focos o centros de discriminación en un sentido predictivo: esto es, el hecho de que cierto grupo (no todos) sea discriminado, es un buen indicador predictivo de que otro también lo será y en qué medida. Ejemplo de ello es que entre la escala de preferencias hacia bolivianos y la de los peruanos, el coeficiente de correlación de Spearman asume un valor de 0.82 (muy alto).16

Como puede observarse en la matriz de correlaciones, existe un núcleo altamente concentrado y correlacionado en donde se encuentran paraguayos, bolivianos, peruanos, chilenos y uruguayos. Si bien cuando se examinó el nivel general de discriminación hacia Uruguay quedó en una posición más favorable que estas otras identidades, la tabla de correlaciones muestra que los adolescentes que tienen un juicio valorativo negativo con respecto a los uruguayos, son fuertemente discriminadores también de aquellas personas que vienen de Bolivia, Perú, Paraguay y Chile. Esto muestra que en algunos adolescentes existe una efectiva identificación y estigmatización de los ciudadanos de países limítrofes (incluyendo a Perú y excluyendo a Brasil).

Las correlaciones más débiles se dan entre las escalas de personas provenientes de otras provincias argentinas con gitanos (0.14), con estadounidenses (0.19) y con orientales (0.21). Esto no implica que cada uno de estos grupos no sea objeto de discriminación, sino que el hecho de que uno de ellos sea rechazado o aceptado dice muy poco acerca de cuánto lo será otro.

Nótese también que a pesar de que los tres grupos más discriminados en el plano global, gitanos, judíos y orientales presentan coeficientes de correlación elevados con el resto de los grupos, no llegan al nivel de concentración que tienen los países limítrofes, lo que muestra que tienen rasgos de discriminación propios que no son asimilables a otros grupos, como sucede en el caso de los países limítrofes.

Por último, debemos subrayar el significativo peso que han tenido los medios masivos de comunicación locales en la reproducción —y en algunos casos refuerzo— de ciertos estereotipos que rodean a cada uno de los doce grupos identitarios sondeados.

 

9. INTERPRETACIÓN INTEGRAL DE LA DISCRIMINACIÓN HACIA CADA UNA DE LAS IDENTIDADES

En este apartado se lleva a cabo una mirada integral acerca de la actitud discriminatoria de los adolescentes hacia cada una de las doce identidades, indagando si existen asociaciones entre grupos y correlaciones entre escalas. Para ello se realizó una interpretación que combina el mapa de coordenadas factoriales, las pruebas de correlación, pruebas χ2 para contrastar la independencia estadística y lectura de residuos.

Otras provincias argentinas

Como se señaló antes, este grupo identitario es uno de los únicos dos hacia los que los adolescentes argentinos muestran una tendencia a la aceptación y no al el rechazo, siendo que sólo 13% de la muestra evidencia una mirada negativa sobre ellos y 72%, una visión claramente positiva. Por su parte, los jóvenes que tienen juicios valorativos negativos con respecto a diferentes identidades no necesariamente juzgan mal a las personas de otras provincias argentinas. Sin embargo, los adolescentes que sí juzgan mal a este último grupo, también discriminan a otras identidades, lo que indica que existen grupos concentrados de adolescentes que dentro de su percepción xenófoba general incluyen a personas de otras provincias argentinas. Un ejemplo de ello es que una parte de los adolescentes que tiene una mirada negativa sobre los judíos también discrimina a personas de otras provincias pero, sin lugar a dudas, la mayoría de quienes discriminan a este último grupo es antisemita.

Sólo a modo de ejemplo, en la siguiente gráfica se muestran los porcentajes de rechazo hacia otras identidades por parte de 13% de los adolescentes que tienen un juicio negativo en torno a las personas de otras provincias (gráfica 8).

Como se observa, se repite prácticamente la misma secuencia que en el patrón general de xenofobia: brasileños en un extremo, judíos y gitanos en el otro y los países limítrofes en el centro.

Orientales, gitanos y judíos

Entre los adolescentes estudiados, 52% rechaza explícitamente a las personas de origen oriental (se refieren indistintamente a chinos y coreanos),17 mientras que un cuarto las aceptan. También en este caso hay una correspondencia entre el juicio hacia este grupo y la actitud hacia otras identidades.

El mapa simétrico de coordenadas factoriales producido a partir de un Análisis de Correspondencias Múltiples muestra que los adolescentes que juzgan negativamente a los orientales no necesariamente son los mismos que discriminan a otros grupos, lo que está evidenciando que la mirada prejuiciosa hacia chinos y coreanos presenta atributos propios. Finalmente, parecería que el rechazo hacia los orientales atraviesa a la mayoría de los adolescentes que no aceptan otras identidades.

Tal como se había señalado, gitanos y judíos son los dos grupos más rechazados (67% y 55%, respectivamente) por los adolescentes. A partir de la lectura conjunta de las pruebas de correlación y del mapa de coordenadas factoriales se llega a la conclusión de que, a pesar de que no necesariamente son los mismos adolescentes los que juzgan mal a ambos grupos, la valoración hacia ellos está correlacionada, en el sentido de que a medida que empeora la opinión acerca de uno, ocurre lo mismo con respecto al otro. Esto plantea la posibilidad de que existan patrones comunes con los que se juzgue a ambos grupos identitarios más allá de sus diferencias.

Estos dos grupos, junto a chinos y coreanos, son aquéllos cuyas identidades culturales aparecen más estigmatizadas en el imaginario colectivo como foráneas o ajenas con respecto a una supuesta "identidad nacional", por más que sea fuertemente cuestionable que ésta exista más allá de algunos aspectos simbólicos compartidos.

La actitud discriminatoria hacia cada uno de estos tres grupos tiene una serie de elementos comunes y otros de índole heterogénea. En el caso de los gitanos, la discriminación también se basa en el difícil proceso de integración que este grupo ha tenido en la sociedad, proceso que está caracterizado por una fuerte desconfianza mutua, y se basa en prejuicios arraigados en la mayoría de la población hacia esta minoría. Como ejemplo de este rechazo, de larga data, cabe citar los dichos de un periódico de Buenos Aires, que en 1907 expresaba: "La opinión pública se ha alarmado con la llegada de gitanos, pero este elemento no es de lo peor, y eso que es malo" (El Diario, lunes 25 de febrero de 1907, pág. 5; citado en Margulis, Urresti et al., 1998).

En lo que respecta a los judíos, el rechazo responde a los consabidos patrones de antisemitismo que todavía existen en nuestra cultura, a la que le es difícil aceptar a grupos que quieran mantener ciertos rasgos culturales, institucionales y simbólicos propios (Adrogué, Jmelnizky y Sincofsky, 2004). En particular, la sociedad argentina históricamente ha sido y lo sigue siendo, sumamente permeable a discursos e ideologías filo nazis acerca de los judíos. Para el año 2006 se había reportado un incremento interanual de 20% en las denuncias sobre pintas y amenazas antisemitas en todo el territorio argentino.

Las expresiones pro nazis que se reproducen en el contexto argentino no se limitan únicamente al rechazo virulento hacia la comunidad judía sino que son sumamente reactivas al resto de las colectividades latinoamericanas, y a todo aquello que no se corresponda con lo que esos grupos denominan "la Argentina blanca".

En el caso de chinos y coreanos, la discriminación responde a una xenofobia entendida en la acepción más clásica del término, como rechazo al extranjero, lo que en este grupo se ve reforzado por los rasgos físicos (con lo que la xenofobia adopta patrones racistas), rechazo que se ha acentuado a partir de las oleadas inmigratorias de los últimos 20 años (Mera, 2004).

Al mismo tiempo, a pesar de las diferencias marcadas, estos tres grupos comparten tres rasgos: en primer lugar, la población mayoritaria percibe que sus patrones culturales son ajenos a los de la local lo que, una vez más, evidencia la intolerancia y la imposibilidad de aceptar a aquel que no sea "igual". En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, son colectividades relativamente cerradas, aunque heterogéneas en su interior, que buscan no perder sus rasgos culturales distintivos. Esto último ha sido vivido como problemático por parte de las sociedades seculares modernas, ya que se ha esgrimido una concepción ontológica que equipara integración con asimilación, lo que lleva una contradicción implícita: para que una colectividad sea aceptada, debe desaparecer. Así, la integración con base en la asimilación es sustancialmente diferente a la que se produce a partir de la tolerancia de las diferencias y al derecho de las minorías a existir. Es en el primer tipo que se fundamenta la discriminación cultural en general y la xenofobia en particular, cuyo núcleo es la incapacidad de aceptar al diferente.

El tercer aspecto compartido por los tres grupos identitarios implica que existe una valoración negativa por parte de la sociedad circundante acerca de su participación en el comercio, atribuyéndoles prácticas corporativas y desleales, aunque esta percepción no sería otra cosa que una mirada racista encubierta de un discurso pseudoeconómico.

No obstante estas similitudes, el mapa de coordenadas factoriales presentado previamente muestra que quienes tienen una valoración negativa hacia los orientales no son necesariamente los mismos que discriminan a gitanos y judíos. En otros términos, si bien estos tres grupos son los más discriminados y comparten una serie de rasgos en común, la valoración negativa con respecto a orientales está más dispersa en la población de adolescentes.

Al respecto es necesario reiterar —como ha ocurrido extensamente en la literatura especializada— que el rechazo de un grupo no está necesariamente ligado al contacto directo con alguien que pertenezca a esa comunidad, sino a prejuicios culturalmente arraigados que se transmiten intergeneracionalmente. La construcción de un estereotipo acerca de un grupo en particular puede prescindir del vínculo directo con ese grupo. Esto es claro en el caso del rechazo a judíos y gitanos, por cuanto existen provincias y distritos donde su presencia es ínfima o nula y, sin embargo, el rechazo está presente aun en personas y grupos sociales que jamás han tenido algún tipo de contacto con estos grupos.

Bolivianos, peruanos, paraguayos y chilenos

Alrededor de la mitad de los adolescentes de la muestra manifiesta un rechazo explícito hacia estos cuatro grupos, los que han sido tradicionalmente estigmatizados en nuestro medio, aunque ello se fundamenta en aspectos diferentes a aquellos que se encuentran en la base de la estigmatización a gitanos, judíos y orientales.

Los rasgos comunes que comparten estos cuatro grupos son su ubicación geográfica (como países limítrofes excepto Perú) y el hecho de ser vistos, por lo general, como competidores en el mercado de trabajo local. Así, 52 % de los encuestados dijo estar de acuerdo con la frase "Los inmigrantes peruanos, bolivianos o paraguayos quitan puestos de trabajo a los argentinos". Esto último respondería a un prejuicio sin correlato con la realidad, ya que, tal como ha sido demostrado (Grimson, 2001), a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante, la incidencia de los flujos inmigratorios en nuestro país prácticamente no tuvo impacto en la dinámica del mercado laboral, en particular, ni en el desenvolvimiento económico, en general (Marcogliese, 2002).

El rechazo a dichas colectividades está centralmente vinculado a prejuicios raciales y a un eurocentrismo históricamente arraigado en la sociedad argentina que puede rastrearse hasta las propias políticas migratorias de fuerte impronta positivista de finales del siglo XIX. Así, la recepción y la percepción acerca de los inmigrantes limítrofes está mediada por ese patrón racista que no es, para nada, novedoso en nuestro contexto.

En la construcción de un "nosotros argentino", así como en la de los prejuicios y la estigmatización que pesa sobre los inmigrantes limítrofes, los medios masivos de comunicación han desempeñado un papel fundamental. A modo de ejemplo, un canal de noticias titulaba hace unos años: "Accidente fatal en Flores: mueren dos personas y un boliviano".

Así como la escala construida a partir de la estadística de Friedman mostró que estos grupos están próximos entre sí en cuanto a la valoración por parte de los adolescentes, el mapa de coordenadas factoriales presentado previamente evidencia una significativa coincidencia entre quienes valoran negativamente a peruanos y paraguayos, lo que se ve reflejado en la superposición de las categorías negativas para ambos grupos identitarios.

En el estudio se interrogó acerca del acuerdo o desacuerdo con una diversidad de frases que reproducían estereotipos y estigmas discriminatorios sobre diferentes aspectos. De los 4 971 encuestados, 50% respondió estar de acuerdo con la frase "Se deberían crear barrios para inmigrantes peruanos, bolivianos o paraguayos en los que puedan vivir como quieran, evitándose conflictos con el resto de la sociedad".

Estadounidenses, árabes y uruguayos

Estos son los tres grupos con menor porcentaje de discriminación por parte de los adolescentes (exceptuando los dos grupos hacia los que hay una tendencia a la aceptación). En lo que respecta a los uruguayos, la mayor aceptación se debe a la percepción por parte de los adolescentes de una mayor cercanía cultural, y a que no están sujetos ni al tipo de juicio valorativo racista con el que se construye la imagen de los ciudadanos de los otros países limítrofes, ni a la idea de que compiten en el mercado laboral por puestos de trabajo con los argentinos —aunque, como ya se ha mencionado, esto último enmascara el primer aspecto que, a nuestro entender, es el principal.

Es llamativa, por su parte, la posición que tienen los árabes en la opinión de los adolescentes, ya que a pesar de ser una colectividad heterogénea y con muy diverso grado de integración en el resto de la sociedad argentina, comparten no pocos rasgos con la colectividad judía, entre los que se encuentra una similar distancia o cercanía con respecto a una supuesta "cultura argentina".

No obstante esto, se ubican en posiciones diametralmente opuestas en las escalas de preferencias de los adolescentes. Si bien desde este tipo de abordaje no podemos indagar en la significación que cada uno de los grupos tiene en el imaginario colectivo e individual de los encuestados, podemos arriesgar la hipótesis de que parte de la ubicación diferencial de cada una de estas dos colectividades en la escala de preferencias se debe, por un lado, al fuerte antisemitismo —muchas veces disfrazado de discursos políticos— que subsiste en nuestro medio y, por otro, a la identificación no cultural, pero sí geopolítica, con los árabes como pertenecientes a un "tercer mundo" oprimido por otras potencias hegemónicas, en el que los jóvenes ubican también a Argentina. Esta hipótesis, basada en lo geopolítico y no en lo cultural, podría explicar por qué, a pesar de que la colectividad árabe aparezca cercana a la identidad norteamericana en la escala de preferencias, la ubicación de esta última se debe a una identificación con "aquello que se quiere ser" y a las pautas compartidas de consumo sociocultural mercantilizadas. Es decir, la relativa buena ubicación de ambos grupos identitarios respondería a aspectos de distinta naturaleza.

Brasileños

La buena ubicación que tienen los brasileros en la opinión de los adolescentes se debe a cierta empatía hacia ellos que circulan en el imaginario colectivo de nuestro medio, y a que en este último la discriminación fundamentada en el racismo no se dirige principalmente hacia los afroamericanos (en el caso de los brasileños de color) sino hacia las personas con orígenes indígenas (base de la discriminación hacia las personas de otros países latinoamericanos).

 

10. GRUPOS DE ADOLESCENTES CON DISTINTOS NIVELES DE XENOFOBIA

En la última etapa de este estudio se clasificó a los adolescentes en tres grupos según su nivel general de xenofobia, caracterizándolos y comparándolos a efecto de examinar si existen diferencias en una diversidad de aspectos. Para ello, a partir de las 12 escalas de preferencia se construyó una nueva variable, nivel general de xenofobia, basada en un ranking de menor o mayor aceptación (o rechazo) hacia los distintos grupos identitarios. Para determinar los puntos de corte en el ranking, y con la idea de definir los límites de los tres grupos, se llevó a cabo un análisis de cluster por el método de k–medias, buscando la mayor homogeneidad interna dentro de cada grupo de adolescentes y la mayor heterogeneidad entre ellos. Los adolescentes quedaron distribuidos del siguiente modo.

La siguiente gráfica muestra los niveles de rechazo, indiferencia y aceptación hacia los 12 grupos identitarios por parte de cada uno de los tres grupos clasificados, según su nivel general de xenofobia.18

Como era de esperarse, todas las pruebas son significativas. El grupo más xenófobo (14.6% de la muestra) es fuertemente reactivo frente a todos los grupos identitarios, excepto las personas de otras provincias argentinas. En este caso, también son fuertemente rechazados los brasileños, a diferencia de lo que sucede en el promedio de la muestra. Estamos entonces en presencia de un grupo fuertemente xenófobo que homogeniza a las distintas identidades en una única imagen.

El grupo con un nivel de xenofobia intermedia se acerca, como era de esperarse, a los promedios generales de la muestra, en tanto que el que menor nivel de xenofobia presenta tiene una orientación a aceptar en mayor medida a todos los grupos identitarios excepto a gitanos, judíos y orientales, para los que sigue manteniéndose alta la tasa de rechazo, aun cuando se trata del grupo menos xenófobo (28.8%, 16.4% y 12.2%, respectivamente). El hecho de que el grupo menos discriminador presente valores por encima de 10% para gitanos, judíos y orientales pero bajos para las personas de países limítrofes está diciendo que en nuestra población adolescente existen prejuicios fuertemente arraigados en contra de esos tres grupos identitarios.

A su vez, en las personas con menos nivel de prejuicios xenófobos, no se evidencian juicios negativos con respecto a los oriundos de países limítrofes, sino que el rechazo hacia ellos comienza a mostrarse cuando el nivel general de xenofobia se incrementa.

 

11. FACTORES VINCULADOS A LA XENOFOBIA Y CARACTERIZACIÓN DE LA POBLACIÓN

Interesó también examinar algunas características generales acerca de cada uno de estos tres grupos de adolescentes, no con el propósito, al menos en primera instancia, de efectuar imputaciones causales, sino con fines descriptivos (como otro insumo para enriquecer el análisis). Para esto se realizaron pruebas χ2, con el propósito de refutar o aceptar la hipótesis de independencia estadística entre la clasificación de adolescentes según su nivel general de xenofobia y una serie de 15 variables.

En lo que respecta al sexo, esta variable está fuertemente vinculada con el nivel de rechazo hacia diferentes grupos identitarios. Tal como se muestra en la siguiente gráfica, entre las mujeres hay un nivel algo menor de xenofobia que entre los varones (p.<0.001), lo que podría estar vinculado a la mayor tolerancia y aceptación de las diferencias que aquéllas muestran en diversos ámbitos de la cotidianidad en comparación con los varones.

Por el contrario, en lo que respecta a la edad, no existen diferencias significativas aunque, tal como se muestra en el siguiente cuadro, a partir de los 18 años se incrementa ligeramente el grupo más xenófobo (p. =0.283).

Esta ligera diferencia podría estar vinculada con la proximidad de los jóvenes de esa edad a salir al mercado laboral, en el contexto en el que el prejuicio acerca de que los inmigrantes quitan puestos de trabajo a los argentinos está fuertemente arraigado. Esta presunción se verifica a la luz de la respuesta que los adolescentes dan acerca del acuerdo con esta idea sobre inmigración y mercado laboral. Mientras que en los adolescentes que rondan los 15 años, quienes están de acuerdo con esto promedian 50%, en el grupo de 18 y más el porcentaje asciende casi diez puntos porcentuales (p.<0.001).

El nivel socioeconómico19 del hogar de donde provienen los adolescentes tampoco muestra diferencias en cuanto a la participación de cada grupo según su nivel de xenofobia (p. =0.053) (cuadro 5). Esto indica que los estereotipos y juicios valorativos xenófobos atraviesan a toda la población, más allá de las diferencias en cuanto al nivel socioeconómico, y contradice la idea común de que en los sectores populares los prejuicios discriminatorios están más arraigados que en los sectores medios y altos.

Si bien es sabido que el nivel educativo de los padres puede ser utilizado como variable proxi de nivel socioeconómico (y en nuestro caso fue una de las variables incorporadas para construirlo), interesó examinar específicamente la relación entre la educación (entendida en términos formales) de los padres y el nivel general de xenofobia de sus hijos.

 

Es interesante observar que a medida que el nivel educativo de padre y madre aumentan, disminuye el grupo más xenófobo y se incrementa el medio, pero el de baja xenofobia se mantiene casi invariable (p.<0.001 para las dos pruebas). Esto evidencia que existe un grupo de adolescentes con un bajo nivel de prejuicios xenófobos más allá del nivel educativo de sus padres y que, en todo caso, la circulación entre grupos se da entre aquéllos con niveles de xenofobia media y alta. Se puede concluir que un buen nivel educativo de los padres disminuye (contrarresta) el nivel de prejuicio en los hijos más allá de la situación económica del hogar.

La exposición precoz y continua de los niños a la violencia en el medio familiar condiciona de forma directa la adopción de su parte de modalidades violentas que se reproducen en el ámbito escolar. Interesó, pues, indagar si existe relación entre el tipo de clima social en el hogar y los distintos niveles en que se presenta la xenofobia en cada uno de los tres grupos estudiados. Con el propósito de probar esta hipótesis se construyó una variable agregada que sintetizaba la información de 20 indicadores que indagaban acerca de una diversidad de aspectos del clima social familiar, como por ejemplo la relación con cada uno de los miembros de la familia, la posibilidad de contar con ellos en distintas circunstancias y ante diferentes problemas, el trato con el resto de la familia, las discusiones fuertes, los episodios de violencia verbal y física.

Como se muestra en el cuadro 8, los adolescentes se distribuyen de igual modo en cada uno de los tres tipos de clima social en el hogar, por tanto, no puede concluirse que esta variable tenga algún tipo de asociación con las distintas intensidades con que aparece la xenofobia (p. =0.898).

El nivel de xenofobia puede presentarse asociado a una gran diversidad de aspectos ligados a la cotidianidad de la escuela, no en sentido causal sino en el de grupos relativamente homogéneos de adolescentes que presenten distintos niveles de aceptación y rechazo hacia los considerados diferentes, con lo que es posible identificar microclimas culturales (y en este caso vinculados principalmente con las valoraciones xenófobas) dentro de la población escolarizada. Para explorar este tema se examinó una serie de variables que dan cuenta de diferentes posiciones que tienen los adolescentes en el ámbito escolar.

Las dos variables que caracterizan el desempeño en la escuela muestran claras evidencias de subpoblaciones distintas en cuanto al nivel de xenofobia. En los alumnos con mejor desempeño en el estudio y sin repetición de grado, el nivel de prejuicio y hostilidad es considerablemente menor que en quienes están peor ubicados en esas dos variables (p.<0.001 para ambas pruebas) (gráficas 11 y 12).

 

 

Para tener una mirada integral sobre el ámbito escolar se construyeron dos variable sintéticas, clima social en al escuela y clima social institucional. La primera agrega una serie de indicadores que hacen referencia al clima social entre pares, mientras que la segunda sintetiza la información de siete dimensiones que remiten al vínculo del alumno con los docentes y con la institución (gráficas 13 y 14).

 

En ambos casos, tal como se demostró con la repetición de grado y el rendimiento en el estudio, los adolescentes que se ubican en posiciones más desfavorables muestran un mayor nivel de xenofobia. Así, a medida que el clima social escolar y el clima institucional se hacen más favorables, el grupo menos xenófobo se incrementa, mientras que lo inverso sucede con el más xenófobo (p.<0.001 para ambas pruebas). Del examen de estas cuatro variables puede concluirse que en el ámbito de la escuela existen efectivamente microclimas con distintos niveles de xenofobia.

Por último, es de esperarse que dentro del imaginario colectivo adolescente la xenofobia no se ubique como un componente valorativo aislado sino que esté vinculado con otro tipo de prejuicios y manifestaciones discriminatorias (estereotipos de género, naturalización de la violencia y características con respecto a la diversidad sexual). Las pruebas mostraron una alta asociación entre xenofobia y el nivel general de estereotipia y cada uno de los grupos de estereotipos (gráficas 15, 16, 17 y 18) (p.<0.001 para todas las pruebas).

 

 

 

 

12. CONCLUSIONES

Los resultados de la investigación muestran que en la población estudiada se ha naturalizado el rechazo a los extranjeros, basado en su condición de ser diferentes, lo que puede entenderse como la continuación en el discurso social dominante, reproducido por los jóvenes, de las tendencias descalificadoras y racistas instaladas desde los orígenes del "ser nacional". Estos procesos discriminatorios, asentados en formas de representación prejuiciosa reproducidas a partir de la memoria colectiva, hacen pensar que, como dice Urresti (1998), puede hablarse de un habitus discriminador, como condensación de los perfiles discriminatorios que hemos caracterizado. Los adolescentes encuestados en este estudio y sus prejuicios discriminatorios hacia la diversidad cultural y nacional no son otra cosa que un fiel reflejo de la sociedad argentina en su totalidad.

El estudio arrojó que los adolescentes argentinos se encuentran lejos de lo que podríamos llamar un escenario de tolerancia media, y que en general se inclinan hacia el extremo del rechazo hacia los distintos grupos identitarios. Los grupos más rechazados son gitanos, judíos, chinos y coreanos, seguidos por los inmigrantes de países limítrofes (incluyendo a Perú y excluyendo a Uruguay y Brasil) y, por último, árabes, estadounidenses y uruguayos. Los únicos dos grupos mayormente aceptados por los adolescentes son los brasileños y las personas de otras provincias argentinas.

Por su parte, se pudo identificar una alta correlación entre las escalas de preferencia hacia las personas de países limítrofes que, conjuntamente con otras herramientas de análisis, mostró que por lo general la población adolescente homogeniza su imagen y la construye como una identidad única. En el caso de judíos, gitanos y orientales, la discriminación sobre éstos tendría algunos aspectos comunes y otros que son propios de cada uno de estos tres grupos.

El nivel general de xenofobia está, asimismo, vinculado con una serie de variables a partir de las cuales se pueden trazar algunos rasgos identificatorios de los adolescentes con distintos niveles de xenofobia. Los varones presentan niveles significativamente mayores de juicios valorativos discriminatorios que las mujeres. Ni la edad ni el nivel socioeconómico muestran diferencias en este sentido. Por el contrario, el nivel educativo alto de los padres disminuye la intensidad del los prejuicios discriminatorios de sus hijos, lo que es un indicador relevante si se pretende encarar políticas antidiscriminatorias en los sectores populares.

Se hallaron, asimismo, evidencias de que dentro del contexto escolar, existen microclimas o clusters de adolescentes con distintos niveles de xenofobia, y que las variables de rendimiento escolar y de clima social e institucional son buenos indicadores para identificar a estos grupos.

Por último, se probó la alta asociación entre xenofobia y otro tipo de estereotipos discriminatorios, como por ejemplo los de género, aquellos vinculados a la naturalización de la violencia y a la discriminación de la diversidad sexual.

Las recomendaciones en relación con las intervenciones posibles para favorecer la superación de las creencias ligadas a la intolerancia y a la discriminación implican el trabajo en la escuelas, al promover esquemas que permitan aprender a tolerar la incertidumbre y a construir la propia identidad, sin necesidad de establecerla contra los que se perciben diferentes (Díaz–Aguado et al., 2004). Del mismo modo, la comprensión de la contextualización histórica de los diferentes grupos sociales ayuda a desarrollar la tolerancia, a partir del reconocimiento de la desigualdad de oportunidades propias y ajenas.

Por ende, la prevención de la xenofobia en la población adolescente debe insertarse en una perspectiva más amplia, que incluya el análisis de los procesos históricos y sociales que han llevado a las situaciones actuales, así como el valor del respeto a los derechos humanos y la aceptación de la dimensión social en el proceso de construcción de la realidad. Estos aprendizajes sólo pueden llevarse a cabo con éxito en el marco de una política integral que combine líneas de acción en cada una de las esferas del espacio social —ya que la acción sobre los adolescentes desvinculada del contexto sería inerte— con una política educativa que promueva, en el ámbito escolar, un clima social e institucional que priorice la democracia, la participación, la adecuación de los contenidos de enseñanza y la reducción de la distancia docente–alumno.

 

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

* Artículo ganador del primer lugar del Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales, cuarta edición.

1 En el momento en que se realizó la encuesta en la Argentina coexistían dos sistemas divisorios de ciclos de la enseñanza, adoptados por diferentes provincias: el nivel medio, con cinco años después de siete años de escuela elemental, y el polimodal, con cuatro años después de ocho de escuela elemental. Cuando en este artículo nos refiramos a "nivel medio" estamos indicando la escuela en la que estudian alumnos de 13 a 18 años.

2 Sin embargo, no pueden obviarse las voces de algunos intelectuales de nuestra historia, que desde las ideas dominantes del positivismo de la época creían ver en las diferencias raciales explicaciones en las que basar las incertidumbres del porvenir de Latinoamérica (véase a este respecto el excelente desarrollo que sobre el tema hacen P. Funes y W. Ansaldi, 1994).

3 El estudio sobre La personalidad autoritaria, llevado a cabo por Adorno et al. (1950) es probablemente el más inclusivo realizado hasta la fecha desde el enfoque de la psicología profunda, dado que incorpora la dimensión cognitiva, al afirmar que la personalidad autoritaria es una estructura que se caracteriza por la tendencia a percibir la realidad de forma rígida, y que las diferentes dimensiones y manifestaciones contrarias a la igualdad, como el racismo, el etnocentrismo y el sexismo están estrechamente relacionadas entre sí.

4 Debe indicarse que el hecho de que tres provincias no hayan entrado en el estudio se debió al rechazo por parte de alguna de las áreas administrativas de sus ministerios a participar o brindar apoyo logístico a la investigación.

5 Como en todo muestreo multietápico, las probabilidades de inclusión de las unidades elementales (los alumnos) está dada por el producto de las probabilidades en cada etapa y por el diseño que se haya utilizado.

6

7 El cuestionario empleado fue adaptado del usado en el estudio llevado a cabo por el Instituto de la Juventud Español (Injuve) (cf. Díaz–Aguado et al., 2004), y se le agregaron preguntas que surgieron a partir de estudios cualitativos que nuestro equipo venía llevando a cabo.

8 Se efectuaron Análisis de Cluster, Análisis de Correspondencias Múltiples, pruebas de normalidad y análisis no paramétricos, test χ2 para probar ajustes a modelos de independencia y asociación, y correlaciones para variables ordinales. Los paquetes estadísticos utilizados para el análisis de datos fueron el SPSS 13.0 y STATISTICA 7.0.

9 Una excepción es el estudio de Díaz–Aguado et al. (2004) acerca de la violencia y la discriminación entre adolescentes españoles, en donde aparecen cuatro de los 12 grupos identitarios que sondeamos en nuestra investigación: estadounidenses, gitanos, judíos, asiáticos (en sentido amplio). Si bien la comparación no es inmediata, cabe remarcar que la ubicación de cada uno de los cuatro grupos en un continuo que va de la aceptación al rechazo es coincidente en ambos estudios.

10 Pruebas Kolmogorov–Smirnov y Shapiro–Wilk y gráficas de normalidad con y sin tendencia.

11 Binomial, Poisson, Pascal, multinomial, hipergeométrica, etcétera.

12 Si bien cuando el número de casos es muy grande, la sensibilidad de la prueba aumenta (ya que se incrementa la potencia del test y con ello es poco probable que éste no sea significativo), aún los valores χ2 más bajos son elevados.

13 El ACM es una técnica descriptiva que examina el modo en que se distribuyen los pesos de las categorías dentro de un cuadro de contingencia multidimensional, e indaga si los datos se distribuyen uniformemente a lo largo de las distintas variables y los sujetos encuestados o si pueden identificarse agrupamiento de éstos.

14 Las personas de otras provincias se utilizó como variable suplementaria del análisis. Las dos primeras dimensiones explicaban 74.12% de la inercia total de los datos. Si bien por razones de espacio no se realizó una lectura pormenorizada del plano —sino que se lo utiliza únicamente para ejemplificar los grandes agrupamientos de ambas categorías—, debe aclararse que un mapa de estas características no se interpreta a través de la simple observación de la ubicación de los objetos, sino a partir de criterios geométricos y de álgebra lineal. Por el momento, interesa señalar que cuando una categoría se ubica en el centro del mapa (coordenadas 0;0), esto implica que aquélla se distribuye indistintamente en la población estudiada (como sucede con la imagen positiva de las personas de otras provincias). Por el contrario, cuanto más se aleje del origen, mayor peso tendrá en ciertos grupos a diferencia de otros. Por último, cuanto más alejadas estén las categorías con respecto de ambos ejes (esto es, que se aproximen a alguno de los vértices del mapa), aquéllas representarán a grupos aislados y de tamaño marginal (como sucede con la valoración negativa de los brasileños).

15 Si por el contrario, el juicio negativo se dirigiera a identidades particulares por parte de grupos diferentes de adolescentes —y para el caso de que gran parte de la inercia sea explicada por dos dimensiones—, esto tendría que traducirse en un mapa en el que hubieran coordenadas distanciadas del centro, a la vez que separadas y equidistantes entre sí, algo que no sucede en nuestro caso. Si sólo se discriminara a un único grupo, éste debería ubicarse a cierta distancia del origen de coordenadas (0;0), mientras que el resto de las identidades deberían estar cercanas a ese centro.

16 Si para estas dos escalas se lleva a cabo un análisis de regresión ordinal, el coeficiente de Negelkerke evidencia que 73.4% de la variablidad de una de las escalas puede ser explicada y predicha por la variablidad de la otra.

17 Diversos estudios muestran que los argentinos tienden a homogeneizar la imagen de chinos y coreanos y tienen valoraciones similares respecto de ellos.

18 Para refutar la hipótesis de independencia estadística se utilizaron pruebas χ2 y se fijó como valor de corte el p. =0.05.

19 La variable estrato socioeconómico utilizada en este estudio fue diseñada a partir de siete indicadores proxis que en el cuestionario estaban reflejados por preguntas que referían al nivel de instrucción de los adultos con los que el encuestado vivía, la condición de actividad y la condición ocupacional de aquéllos, la posesión de un bien y servicio específico que hasta el presente sigue siendo mayormente característico de la clase media y la condición ocupacional del propio alumno. A partir de esto, se construyeron dos estratos socioeconómicos: el bajo (51.5% de la muestra) y el medio (48.5% de la muestra).

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