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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.69 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2007

 

Reseñas

 

Revista ALASRU, "Movimientos sociales en América Latina"

 

Sonia Puricelli

 

núm. 2, nueva época (México, diciembre de 2005), 244 pp.

 

Universidad Autónoma de Zacatecas

 

INTRODUCCIÓN

Inverosímil puede parecer nuestro mundo, en donde un trabajador agrícola mexicano gana 2 500 dólares al año, uno brasileño 5 800 y uno colombiano 3 800. En contraste, por ejemplo, con las ganancias de 334 millones de dólares que puede ostentar Monsanto en tan sólo este tercer trimestre fiscal. Uno de los programas más exitosos de la pionera neoliberal británica -la ex primera ministra Margaret Thatcher- fue su campaña No Hay Alternativa. Fue el mensaje eficaz que desde arriba acompañó al cambio del modelo económico. Por otro lado, los movimientos sociales evidencian que siempre hay alternativa y constituyen otra visión del mundo desde abajo.

El segundo número de la revista ALASRU examina dos ejes entrelazados en el contexto latinoamericano: los movimientos sociales y el campo. Reúne a prestigiosos analistas internacionalmente reconocidos y debate sobre múltiples movimientos sociales de nuestro subcontinente mediante visiones globales y casos concretos. Destaca la pluralidad en los artículos: dos sobre Latinoamérica en su conjunto y cinco de países abordados en detalle, cada autor empleando un enfoque analítico particular. La sinergia de las investigaciones nos brinda una publicación atractiva que se atreve, a contracorriente, a estudiar relaciones de poder y explotación con ilustraciones de las artes de la resistencia. Los movimientos rurales abordados son de larga trayectoria -lustros, décadas-; todo indica que en Sudamérica no se resuelven los conflictos sociales en 15 minutos. En el caleidoscopio de experiencias y experimentos, los diez colaboradores nos enseñan el impacto del campesinado organizado y reivindicativo, y nos pueden parecer familiares las luchas de los vecinos sudamericanos.

 

LOS AGRAVIOS

Las protestas sudamericanas, análogas a las vivencias mexicanas, se oponen a los latifundios, la enajenación de la tierra, la privatización, el gran agronegocio y las políticas neoliberales de descampesinización. Los actuales movimientos latinoamericanos no son en general impulsados por grandes ideologías como el socialismo o el comunismo. Surgen contra regímenes políticos, pero sobre todo contra políticas económicas agresivas y condiciones de vida inaceptables. observamos que, como colectivo latinoamericano, no levantan la bandera roja sino una agenda multicolorida y multitemática.

 

LAS EXIGENCIAS DE LOS CAMPESINOS Y LOS PEQUEÑOS Y MEDIANOS PRODUCTORES

En general, demandan poder trabajar y vivir de la tierra; es decir, reproducirse como clase social. En particular, el campesinado expresa que necesita precisamente tierra. El reparto agrario aún está en debate y en disputa en América Latina. También se necesitan políticas y programas que alienten las condiciones de productividad, comercialización y crédito, además de acceso y manejo de recursos naturales. En suma, exigen producción y propiedad o, en su caso, posesión. Los movimientos campesinos se enfrentan a las autoridades y presionan mediante diferentes métodos de lucha, sobre todo a través de una cohesión de voces que enuncian su propósito colectivo, generalmente a nivel comunitario, aunque en algunos casos adquieren envergadura nacional.

 

LAS CONTINUIDADES EN LOS ACTUALES MOVIMIENTOS AGRARIOS LATINOAMERICANOS

La lectura de esta revista nos demuestra que en todo el subcontinente persevera el patrón binario de control estatal: cooptación o represión. Hay casos de violencia física: campesinos asesinados o desplazados en la lucha. No sólo el activismo puede ser un crimen, también la lucha por un mejor mundo rural puede llevar a la tumba. Los movimientos agrarios siguen construyendo alianzas sectoriales y emplean una variedad de estrategias de protesta: tomas, huelgas, marchas, bloqueos y, sobre todo, la movilización, que parece un recurso inmortal en el ejercicio de la política desde abajo.

Los movimientos aquí investigados se inclinan a emprender negociaciones con sus gobiernos: el diálogo frecuentemente resulta un recurso estratégico; en consecuencia, es una dinámica integral y cardenal a muchos movimientos. Las soluciones obtenidas varían en los diferentes países. La habilidad de conciliar y negociar es casi sinónimo del quehacer político y, a su vez, está relacionada con la fuerza que pueda ejercer un movimiento. Por otro lado, los analistas no ocultan las fracturas entre dirigentes; un tema amargamente familiar en México. Efectivamente, los divorcios entre organizaciones frecuentemente forman parte de la trayectoria de un movimiento.

 

LO QUE ENFRENTAN Y LO QUE PODEMOS APRENDER DE SUS DINÁMICAS Y SOLUCIONES

James Petras y Diego Piñeiro nos presentan comparaciones y tendencias que identifican la índole de grandes luchas latinoamericanas: leviatanes populares alternativos que han influido en el camino de la macropolítica; el camino hacia la izquierda, claro, que están desempolvando y remozando. Analizan que una parte significativa del campesinado está politizada, organizada y activa, y está aglutinando más clases subalternas. Allende los discursos, sus reivindicaciones concretas han cambiado el orden establecido en algunos países. Empero, bajo la lupa investigativa, exponen el ámbito de acción colectiva contenciosa, no como un hermoso espacio folclórico, sino como un campo de batalla, además con su propia problemática interna.

Pese a las tendencias y continuidades compartidas, destacan las particularidades de cada país. Los casos elegidos por los autores acentúan matices y texturas individuales que reflejan sus contextos y experiencias de organización.

El movimiento rural en México se caracteriza por su capacidad de reinventarse una y otra vez: se regenera para reflejar los cambios en las condiciones macroeconómicas. Armando Bartra señala que se han originado disputas por el proceso productivo en los años ochenta por la crisis financiera, y por el indigenismo autónomo y antineoliberal desde los noventa; y en este sexenio, un nudo conflictivo ha sido la plataforma integral para la salvación y revalorización del campo, porque realmente el campo no aguanta más. Las organizaciones rurales son los motores de estas luchas. Ellas quedaron huérfanas del Estado entrometido pero benefactor, mas no del presidencialismo que impulsó el padrastro -el Estado adelgazado-, quien lleva contrarreformas en su mano desregulatoria. Los organismos campesinos mexicanos actualmente se desempeñan con intereses y formas de articulación heterogéneos. La resistencia yace en organizaciones independientes, autónomas, autóctonas, horizontales, verticales, centrales y especializadas. Están ensayando la construcción, aunque con rasguños, de alianzas coyunturales plurales. El autor nos sugiere que la convergencia de la diversidad, aun con ciertos desencuentros, es enriquecedora.

En otro sentido, con respecto a Brasil, colisionan los intereses alrededor de los recursos naturales, cuestiones explicadas por Bernardo Mançano, Elder Andrade y Thelma Grisi en sus respectivos estudios. En la actual geopolítica estratégica, dichos conflictos son acompañados por la ubicación de bases militares estadounidenses en puntos sensibles de Brasil, una tendencia extendida en Meso y Sudamérica. Reivindican la distribución y conservación de la tierra, programas de crédito, asistencia técnica y educación. Han solucionado parcialmente el problema de la tierra a través de un mecanismo de decreto de reserva. Este contrato de usufructo regula áreas ocupadas por trabajadores agrarios. Las ligas campesinas brasileñas han generado sindicatos rurales que apoyaron al movimiento por la tierra y ejemplifican la estrecha relación que puede haber entre el ámbito informal y el formal para reivindicar derechos, relación que ha resultado operativa en la región amazónica. Esta cercanía entre lo popular y lo institucional se repite con la participación partidaria. Lejos de ser una alianza armoniosa, esta última ha afectado la unidad interna en más de un movimiento.

El abanico de movimientos rurales en Argentina se esclarece en los artículos de Guillermo Almeyra y Patricia Durand. Paralelamente a nuestras condiciones, los pequeños productores se enfrentaron a la eliminación estatal de entidades que regulaban sus mercados, y el consecuente endeudamiento masivo. En un caso, se ha creado y aplicado una dinámica popular que evidencia que la legitimidad se puede anteponer a la legalidad. Es decir, con el fin de impedir remates de terreno y maquinaria, el campesinado argentino se ha organizado para defender su derecho a trabajar, que considera superior al derecho ajeno a la propiedad. En otros casos, una parte de la lucha por la tenencia de la tierra se resolvió mediante una práctica de reconocer que la tierra es de quien la trabaja. En otras palabras, es para quienes llevan más de dos décadas de posesión y cultivo continuo. El problema de la tramitología para estos títulos de propiedad resulta un obstáculo caro; no obstante, esta estrategia de contienda fue un punto de partida de organización para muchos productores. Por otro lado, son alentadoras sus experiencias positivas de cooperativas y economías alternativas que recurren al intercambio directo en ferias francas y en redes de solidaridad.

El movimiento indígena en Ecuador, aquí investigado por Luciano Martínez, nos demuestra que en el malabarismo de diferentes reivindicaciones se puede perder el equilibrio y arriesgar la articulación del movimiento. En este caso, se complementó la lucha histórica contra la alta concentración de tierra, con la nueva demanda de reconocimiento étnico. Paradójicamente, esta reciente reivindicación identitaria parece haber opacado las reclamaciones estructurales originales concernientes a la propiedad, y el movimiento comenzó un declive.

El artículo sobre chile, escrito por Claudio González, Jeanne Simon y Kevin Villegas, evidencia la demanda indígena de restitución de tierras ancestrales y los conflictos por los mecanismos de privatización del agua. Examina la relación estatal, ahora más democrática, y las nuevas políticas indigenistas que protegen la propiedad originaria y estructuran una nueva constitución comunitaria jurídica. Los beneficios otorgados por el Estado se materializaron en la reorganización asociativa de la comunidad, la cual resulta incompatible con sus tradiciones y conocimientos culturales. En chile han cambiado las relaciones de poder desde dentro y hacia fuera de la comunidad, lo cual expresa que también la democracia puede provocar sus propias tensiones, y el papel del Estado es siempre controvertido e influyente en la organización de la sociedad civil.

 

LAS DISIMILITUDES

Queda claro que no hay un sola y absoluta panacea de proyecto alternativo. Algunos excluidos buscan insertarse en el mercado capitalista, otros construyen territorios autogestivos y hay quienes pretenden incidir en el rumbo político institucional por turbulentas aguas de alianzas con gobiernos de centroizquierda. cada movimiento desarrolla su visión de democratización y bienestar social, y desempeña sus correspondientes estrategias para convertir dicha visión en realidad. Los análisis confirman que no hay una fórmula latinoamericana de resistencia; hay múltiples experiencias y resultados variados que forman un arcoiris de caminos y frutos.

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN

El número 2 de la revista ALASRU, coordinado por Blanca Rubio y césar Ramírez, reflexiona sobre la resonancia de estas luchas en la composición societal de América Latina. Documenta que los campesinos no han sido aniquilados. cuando están organizados, pueden influir en políticas públicas nacionales y en las relaciones de propiedad. Más que un actor social, el campesinado se ha construido y consolidado como un sujeto político colectivo. Numerosos campesinos y pequeños y medianos productores, intentan enérgicamente cambiar su entorno, que es también el entorno de los que estamos en la ciudad. Aun con sus propias paradojas los movimientos, en conjunto con intelectuales, son arquitectos de planes de desarrollo social.

Las investigaciones reunidas aquí se sustentan en estudios empíricos. Los escritores se apoyan en análisis multidisciplinarios sustanciosos: la ciencia política, la sociología, elementos de economía y métodos de la historia. Analizar las especificidades de luchas contemporáneas latinoamericanas nos permite seguir desarrollando el pensamiento propiamente de movimientos sociales en América Latina hoy, y así dimensionar las teorías euroestadounidenses que ahora predominan en el área. Mientras tanto, esta publicación proporciona un insumo fecundo a la tarea de elaborar abstracciones a través de la comparación de experiencias. La lectura de esta revista es académicamente sugerente: muchas son las alternativas propositivas y variopintos son los aprendizajes de cambio social.

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