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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.69 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2007

 

Reseñas

 

Danilo Martuccelli, La consistance du social. Une sociologie pour la modernité

 

Hugo José Suárez

 

(Rennes: PUR, 2005), 301 pp.

 

El Colegio de Michoacán, Michoacán

 

Danilo Martuccelli hace entrega de un nuevo título que trata la relación entre modernidad e individuo, sujeto ampliamente abordado en sus reflexiones previas. El texto es un punto de llegada, responde a una trayectoria intelectual. Veamos. El interés de la tesis doctoral de Martuccelli giró alrededor de la textura social, lo que lo llevó a realizar varias investigaciones posteriores con Michel Wieviorka y François Dubet en el seno del Centro de Análisis y de Intervención Sociológica (CADIS-EHESS, París) sobre el racismo, la escuela, la política. Varios libros fueron el resultado de esos acercamientos; de ellos conviene mencionar: La France raciste (1993), Décalages (1995), A l'école. Sociologie de l'expérience scolaire (1996). Posteriormente se concentra en la reflexión en su obra Sociologías de la modernidad (1999) -documento de 700 páginas que va por la tercera edición-, que se ha convertido en una obra indispensable para la formación universitaria. Otra triada de libros prosigue entre 2001 y 2004, ahora tocando el tema de la dominación y la Gramática del individuo. Luego de este itinerario analítico, el autor presenta La consistance du social. Une sociologie pour la modernité, que comentaremos a continuación.

El libro está dividido en cinco capítulos: El intermundo; La acción como desfase; La sabiduría sociológica; Crítica de la dominación; Modernidad poli-histórica. Frente a esta agenda, la pregunta de apertura en el prólogo no podía ser otra: "¿Qué es la teoría social?" Martuccelli empieza su reflexión criticando el uso de la teoría como una fuente de legitimación intelectual que sirve para posesionarse de un determinado linaje académico. La teoría no debe ser síntesis, generalización o comentario, sino "la producción de una manera de mirar la vida social" (p. 16). La teoría no es un fin en sí mismo, debe ofrecer respuestas a los problemas que enfrenta una determinada sociedad. "El objetivo de la teoría social es doble y contradictorio, por un lado la voluntad de responder a un problema social y por otro su vocación para generar nuevos problemas intelectuales"; su rol no es encontrar soluciones sino ser una "permanente fuente de 'problemas' y una fábrica virtual de 'preguntas'" (p. 16).

Evidentemente esta tarea sólo se puede llevar a cabo en un contexto particular, y por tanto buscando explicar y comprender un problema histórico concreto. Por ello, nada más errado que considerar la teoría como un cuerpo monolítico de conceptos; el dinamismo, la transformación, la creatividad, la lucidez y la flexibilidad son elementos fundamentales de la producción teórica.

Martuccelli propone que el núcleo del pensamiento sociológico se concentró en el problema del orden social; las preguntas fueron: "¿cómo la sociedad es posible? ¿Qué hace que se mantenga unida?" (p. 19). Una de las consecuencias de este enfoque fue, en distintas vertientes, el sostén de una inquietud moral sobre el orden social. Así, el "problema del orden social se fue convirtiendo en un verdadero obstáculo intelectual y una interrogación teórica esterilizante" (p. 23). Para salvar este inconveniente, el autor propone cambiar el eje de la pregunta y más bien abordarla a partir de consideraciones ontológicas, es decir, las características del hecho de "estar juntos". Si bien la sociología debe seguir preocupándose por el "estudio entre las acciones individuales y las estructuras sociales", el nuevo principio analítico ontológico será una liberación del centro temático sobre el orden social que permitirá ir en otras direcciones (p. 30). Para ello es necesario replantear la naturaleza de la modernidad que, como es conocido, ha ido de la mano del desarrollo del pensamiento sociológico.

Según este autor, tres fueron las matrices interpretativas de la modernidad:

1. La diferenciación social, que sostiene "la idea de que la sociedad, a la inversa que la comunidad, está asociada a la transición de grupos homogéneos hacia grupos heterogéneos, un camino de lo simple a lo complejo"; Durkheim claramente es uno de los promotores de esta tendencia.

2. La racionalización, que sugiere que la sociedad es el resultado de la expansión de la coordinación, planificación y prevención creciente en todas las esferas de la vida social, desde la economía hasta el derecho o el arte. Weber se inscribe en ella.

3. La condición moderna, que se preocupa por la modernidad como un modo de ser histórico del individuo, con sus respectivas angustias y figuras. Sociólogos como Simmel o Benjamin se encuentran en esta matriz (255-256).

Los distintos autores se han situado en una u otra posición ante la modernidad, y las experiencias particulares han marcado un ritmo propio. Así, es diferente la modernidad en el sur o en el norte, la modernidad de hoy, la de ayer o la de mañana. Martuccelli sostiene que

la modernidad no es ni un tipo societal (sociedad industrial o informacional), ni un modelo de cambio (modernización), ni un movimiento cultural (modernismo), ni un periodo histórico (tiempos modernos), ni un espíritu intelectual (Siglo de las Luces), sino una experiencia inédita (p. 249).

A pesar de su difícil clasificación, la modernidad tiene un denominador común:

Una interrogación sobre la actualidad y el mundo contemporáneo, impregnada de una fuerte inquietud hacia el presente [...]. Ser moderno supone la conciencia de pertenecer a un tiempo específico y la voluntad de dar sentido al mundo social a través de una inquietud original (p. 250).

Lo propio de la modernidad no es un estado de evolución, un modo de reproducción, un pacto político, una relación con la cultura. o más bien, es todo esto a la vez pero anclado en una realidad de base más profunda y durable. En la raíz de la modernidad se encuentra la experiencia de un mundo que jamás estuvo tan completamente organizado y cerrado, donde los individuos se sienten obligados a un trabajo permanente de sí y del mundo (p. 254).

Pero ¿de qué modernidad hablamos hoy? ¿Cómo se vive la dominación en la modernidad del mundo actual? Es otra de las inquietudes del autor.

Ya en su texto Dominaciones ordinarias. Exploración de la condición moderna (2001), Martuccelli se preocupa por la dominación y retoma la reflexión en este nuevo libro. Imposible abordar este concepto sin una lectura crítica -y por tanto una ruptura- de dos clásicos: Marx y Weber; el primero preocupado sobre todo por la subordinación con la metáfora "maestro-esclavo" que se convierte en la relación "capital-trabajo"; el segundo más bien enfocando la subordinación a la que son sometidos los individuos libres que aceptan su condición sin cuestionamiento.

En los desafíos que el autor se pone enfrente para construir una nueva manera de entender la dominación, se debe comenzar constatando que una de las características de nuestra era es la experiencia del sufrimiento. Si bien en otro tiempo era más fácil identificar los orígenes de las formas de la dominación (y por tanto los mecanismos de resistencia), hoy vivimos un desfase entre las formas anteriores de la estructura sociológica de la dominación y las nuevas experiencias del malestar individual y social. Ahora el desafío es "cómo transformar el sufrimiento en injusticia" (p. 213) que permita definir un escenario de dominación con adversarios, identidades y campo de conflicto claro.

¿Qué hacer ante la dominación ordinaria y silenciosa? Martuccelli sugiere la producción de la solidaridad, es decir, construir puentes de comunicación entre los malestares de distintas experiencias individuales que, a pesar de ser diferentes y diversas, responden a similares vivencias subjetivas de dominación (p. 233). La solidaridad debe buscar construir "un lazo social y subjetivo entre actores diferentes socialmente y alejados en el espacio", pero con puntos de encuentro. La sociología puede jugar un papel fundamental en esta nueva situación, contribuyendo a la producción de un sentimiento de similitud que genere solidaridad cosmopolita:

El objetivo en una perspectiva crítica, no es señalar las similitudes en términos de sistemas de valores o de común humanidad, sino mostrar las resemblanzas políticamente significativas a partir de la similitud de los estados y pruebas de dominación a los cuales son confrontados los individuos (pp. 234-236).

Así, modernidad, individuo y desasosiego son una triada inseparable propia de la experiencia moderna. La sociología -y por tanto la teoría social- debe ser una herramienta de trabajo cuyo "objetivo es a la vez producir una serie de nuevas preguntas con el fin de estimular las investigaciones diversas y enfrentarse a lo que se piensa que son las grandes preguntas históricas de un periodo" (p. 292). La consistance du social pretende contribuir a esta tarea.

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