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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.68 no.4 Ciudad de México oct./dic. 2006

 

Artículos

 

La élite de la alternancia. El caso del Partido Acción Nacional

 

The Elite in Power Switching: The Case of the National Action Party

 

Tania Hernández Vicencio*

 

* Profesora-investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Temas de especialización: partidos políticos, procesos electorales, Partido Acción Nacional, élites políticas, alternancia política. Dirección: Allende núm. 172, col. Tlalpan, C.P. 14 000. Tel.: 5061 9300, ext. 142; Correo electrónico: thernandez.deh@inah.gob.mx.

 

Recibido: 30 de junio de 2005
Aceptado: 25 de agosto de 2006

 

Resumen

El presente artículo es una reflexión en torno al perfil de la élite del Partido Acción Nacional (PAN) en el periodo 2000-2006, es decir, en el marco de la alternancia del partido en el gobierno federal, el cual fue encabezado por un miembro del PAN. Las preguntas que queremos responder son básicamente dos: ¿en qué medida el perfil de la élite del PAN presentó cambios significativos respecto al perfil de la élite política mexicana de otros periodos de la historia política del país? y, con base en ese perfil, ¿hasta qué punto la élite panista pudo haber constituido el liderazgo político adecuado a las necesidades de esta coyuntura especial?

Palabras clave: alternancia política, élite política, Partido Acción Nacional, derecha, ultraderecha.

 

Abstract

This article is a reflection on the profile of the National Action Party (PAN) elite during the period from 2000-2006, in other words, within the framework of party power-switching within federal government, which was led by a PAN member. The questions the author mainly seeks to answer are: to what extent did the profile of the PAN elite constitute significant changes in the profile of the Mexican political elite from other periods in the country's political profile and, on the basis of this profile, to what extent could the PAN elite have constituted the political leadership required for the needs of this special conjuncture?

Key Words: political power-switching, political elite, National Action Party, right, extreme right.

 

INTRODUCCIÓN

El análisis de la élite del Partido Acción Nacional (PAN) nos muestra que uno de los rasgos del cambio político en México ha sido un proceso complejo y paulatino de renovación de la clase política, en el que es posible identificar a políticos y funcionarios que fueron socializados en tradiciones ideológicas distintas a las que sustentaron la visión y práctica de los líderes que gobernaron el país durante muchas décadas.1

Si bien en periodos de alternancia es difícil distinguir las diferencias entre las nuevas élites en ascenso y la clase política en su conjunto,2 es importante comenzar por identificar los rasgos más representativos de las élites políticas que actúan como agentes del cambio. Este ejercicio, además, es pertinente en el marco de un análisis sobre las posibilidades reales que abre la alternancia política para avanzar a un proceso de democratización de más largo alcance, que entre otras cosas incluya un cambio real en la composición de la élite política nacional. En este sentido, siempre será importante conocer los espacios de poder político que efectivamente se abren a la participación de nuevas élites y cuáles permanecen controlados por miembros de la clase política tradicional;3 es decir, para avanzar en la discusión acerca del tipo de proyecto político de quienes nos gobiernan y de quienes dirigen el destino de instituciones centrales para el proceso democrático, como son los partidos políticos, es menester comenzar por conocer aspectos como el origen, la formación profesional, las trayectorias y los intereses vinculados con la élite política.

A manera de breve antecedente sobre las coordenadas político-ideológicas en que debemos ubicar a la élite que nos ocupa, es pertinente mencionar que el PAN ha representado, durante 66 años, a la oposición institucional de derecha. Un largo y difícil proceso de depuración de las estrategias y formas de lucha de los movimientos conservadores, hizo posible el tránsito de la opción armada, pasando por la organización cívica-social, hasta llegar a la vía electoral,4 a la cual ha representado Acción Nacional desde su fundación en 1939. Fue en 1946 cuando un candidato panista ganó la primera diputación y en 1947 cuando los panistas obtuvieron la primera alcaldía; fue hasta 1989 cuando el candidato panista al gobierno de Baja California se convirtió en el primer representante de la oposición en acceder a una gubernatura, y en 2000 un panista logró el triunfo en las elecciones para presidente de la república.

En este marco, las premisas que guían este trabajo son básicamente cuatro:

a) El perfil de la élite política panista marca diferencias sustanciales en relación con las características generales de los líderes que integraron a la élite política mexicana en etapas previas a la alternancia.

b) Los rasgos más representativos de la élite de Acción Nacional nos permiten observar el papel renovado que asumen las regiones y de manera especial algunos territorios del país, en el proceso de configuración de un novedoso perfil de liderazgo político en el marco de la alternancia.

c) La élite panista en el periodo 2000-2006 constituyó un conglomerado de líderes en proceso de profesionalización y especialización, educados y socializados en espacios locales, con una amplia experiencia en la vida política regional, pero carentes de las habilidades y destrezas para actuar como un ente eficiente y eficaz para enfrentar los retos de la dinámica política nacional.

d) Uno de los rasgos más significativos de la élite panista en relación con la élite política tradicional, fue su perfil conservador y en ocasiones ultraconservador,5 producto de los espacios socioculturales donde se formaron sus líderes, así como de los vínculos con instituciones educativas y organizaciones sociales de este mismo corte.

Los principales rasgos de la élite panista que analizaremos en este trabajo constituyen los elementos de partida para comprender en buena medida los tropiezos que esta élite experimentó en la conducción del gobierno, así como las dificultades a las que se enfrentaron los líderes panistas para mostrar una actitud que abonara al diálogo y la generación de acuerdos con la pluralidad de actores políticos y sociales que interactuaron en la coyuntura de alternancia.

El artículo está compuesto por cinco partes. La primera se refiere a la metodología usada en este estudio. La segunda caracteriza el perfil educativo y profesional de la élite de Acción Nacional. La tercera parte destaca los intereses sociales y económicos que representa dicha élite. El cuarto apartado pone de relieve el papel de nuevas regiones en la representación de la élite panista, así como el tipo de trayectorias políticas de sus miembros. En el quinto apartado se plantean algunos comentarios finales.

 

APUNTE METODOLÓGICO

Es conveniente hacer notar que no existe un estudio sistemático sobre las élites que integran a dos de los principales partidos nacionales que han representado a la oposición en México, el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD); los estudios contemporáneos realizados para el caso de México documentan fundamentalmente las particularidades de la élite del Partido Revolucionario Institucional (PRl). En este sentido, el presente estudio pretende ser una aportación para la discusión sobre las características de la élite política mexicana en el periodo de la alternancia y la transición política, documentando el caso de la élite de un partido de derecha como Acción Nacional. Guardando las proporciones entre los hallazgos de estudios que han considerado a la élite política en su conjunto, y trabajos como éste en el que se aborda un partido específico, consideramos que los datos que presentamos a lo largo del artículo son un punto de partida para pensar acerca de las particularidades de la conformación de una élite que ha sido parte importante de los procesos de cambio político en el país.

Una nota aclaratoria importante es que este trabajo no plantea una discusión conceptual sobre las diversas categorías analíticas que se han usado en el estudio de los grupos de individuos que mantienen el poder político en una sociedad. Tampoco planteamos un debate sobre las tensiones teóricas resueltas o pendientes a partir de un caso específico; si bien se reconoce la importancia de pensar en las limitantes o aportaciones de los distintos conceptos usados en éste y otros estudios, nuestro objetivo en esta ocasión es más modesto, aunque no por ello menos importante.6 Por otra parte, la estrategia de investigación que seguimos y las variables que serán analizadas en este artículo, toman como modelo los lineamientos generales a partir de los cuales se han venido generando otros estudios sobre la élite política mexicana.7 La aportación fundamental de este trabajo es la aplicación de criterios probados en la identificación y caracterización de la élite política mexicana, haciendo el ejercicio analítico en relación con una élite hasta ahora no estudiada en detalle. Consideramos que la construcción de evidencia o la refutación de ideas que tienden a convertirse en mitos sobre quiénes nos gobiernan o sobre aquellos que encabezan los partidos políticos, no es un asunto menor, sino que por el contrario constituye un primer paso para comprender la actuación y el sentido del proyecto de los líderes políticos.

El presente estudio se ubica en la perspectiva de la sociología política, la cual nos permite avanzar en el análisis del papel de los grupos que detentan el poder político de manera más amplia. Este enfoque nos permite integrar en la noción de élite política a aquellos líderes que ejercen su poder en el interior de la vida de los partidos, así como en la vida legislativa,8 al mismo tiempo que abre la posibilidad de concebir como parte de la noción de élite política a aquellos líderes que son parte de la administración pública, bajo la lógica de que si bien los procesos de su reclutamiento pueden estar influidos por dinámicas propias de la estructura en la que se insertan, es importante no perder de vista que a través de estos actores el partido de oposición que accede al gobierno buscará influir en la construcción de política pública.

La élite panista ha sido seleccionada con base en una combinación de los criterios tradicionales para el análisis de las élites: el criterio reputacional (Hunter, 1953), el cual grosso modo consiste en identificar a aquellos líderes que gozan de cierto prestigio o reputación institucional o extrainstitucional; el criterio decisional (Dahl, 1968), que se refiere a la identificación de aquellos líderes encargados de la toma de decisiones dentro de una institución, o de la toma de decisiones en caso de un conflicto abierto, y el criterio posicional (Mills, 1987), que consiste en la identificación de los actores que ocupan posiciones formales en una estructura organizacional. Dos criterios adicionales para este trabajo han sido, por un lado, el del origen social y la trayectoria institucional del liderazgo (Batzell, 1964), para conocer si la élite puede ser representativa de algún grupo social específico, así como la identificación de aquellos que denominamos "actores del cambio político", quienes replantean la concepción tradicional del quehacer político, ascienden por las estructuras de los partidos de manera inmediata, sin que necesariamente medie un proceso de profesionalización.9

De acuerdo con estas normas, en este trabajo consideramos como élite política al grupo de líderes del PAN que se encuentran en condiciones de ejercer el poder a nivel formal o informal tanto dentro como fuera de Acción Nacional, esto es, en la estructura interna, en el Congreso de la Unión y en el gobierno federal. La élite panista en el plano federal quedó integrada por dirigentes, consejeros y funcionarios del partido a nivel nacional; senadores, diputados federales, funcionarios del gobierno federal, miembros del gabinete legal y ampliado (secretarios de Estado, directores y delegados federales). De aquí en adelante es importante recordar que siempre que hagamos referencia a la élite panista nos referimos a los líderes de este partido en el ejercicio de la política en el contexto federal.

Es importante señalar que aunque no se presentan los resultados por separado para los líderes del partido, los líderes en el gobierno y los líderes que operaron en el congreso, los datos que se ofrecen en el artículo reflejan las tendencias generales que es posible derivar de los datos curriculares de 639 integrantes de la élite del PAN a nivel federal, en el periodo 2000-2006.10 Si bien puede realizarse un análisis del perfil de la élite del PAN por sí sola, consideramos pertinente presentar una reflexión que nos permita identificar algunas de las principales similitudes y diferencias en relación con los resultados de estudios clásicos sobre el perfil de la élite política mexicana.11 En este sentido, planteamos como una premisa inicial para la comparación con los hallazgos de otros estudios sobre la élite política, que los líderes panistas en los tres ámbitos de acción (partido, gobierno, legislatura) habrán de comportarse bajo una misma tendencia general.

La base de datos está compuesta aproximadamente en 20% por mujeres y en 80% por hombres, y pudo ser integrada completando la información curricular con material bibliográfico y hemerográfico, así como con la consulta de documentos oficiales del PAN, donde se señalan las trayectorias de sus principales líderes; se contó también con la información proporcionada en las páginas de internet del partido y del congreso de la Unión; se consultaron los libros publicados por la Cámara de Diputados en relación con los integrantes del Congreso en los periodos 2000-2003 y 2003-2006, así como un diccionario con la referencia de los principales líderes políticos de México. Al mismo tiempo se recuperó información de varias entrevistas realizadas con algunos de los miembros de la élite panista, en específico del estado de Baja California, y quienes entran en la clasificación anterior.

Se recopiló la mayor cantidad de información posible respecto a cuatro tópicos: a) cédula personal, b) formación educativa y profesional, c) vínculos con organizaciones, d) trayectoria política y en la administración pública. Las diecinueve variables que integran estas temáticas son: nombre, año de nacimiento, cargo actual, origen, profesión, tipo de institución educativa donde cursó sus estudios de licenciatura, nombre de la institución, tipo de estudios de postgrado, institución donde los realizó, país donde cursó el postgrado, organismos empresariales a los que pertenece, organismos religiosos, organizaciones civiles, colegios de profesionistas, giro de la empresa, año de afiliación al partido, cargos partidarios, cargos de elección popular, cargos en el gobierno. Dependiendo de la variable encontramos mayor o menor información; sin embargo, el material que logró integrarse permitió identificar las tendencias respecto al perfil de la élite, así como hacer varias aseveraciones acerca de la composición del liderazgo panista.

Finalmente, hay que mencionar que este trabajo no pretende abordar a fondo la diversidad de temas afines a la discusión sobre el perfil de la élite de la alternancia, como por ejemplo: la influencia que tienen en la formación del liderazgo político actual las instituciones de educación privadas a nivel superior y en particular la influencia de las universidades y escuelas fundadas o dirigidas por grupos conservadores;12 el papel que han tenido algunos organismos intermedios como los empresariales o agrupaciones civiles de derecha radical en la integración de la élite del PAN,13 e incluso la discusión sobre la cercanía entre el PAN y la Iglesia católica y sus implicaciones políticas.14 cada tema implica un estudio específico para el que no siempre existe información suficiente. Por otra parte, además de presentar los rasgos principales de la élite de Acción Nacional y avanzar algunas ideas para su análisis, reconocemos la necesidad de profundizar en posteriores trabajos respecto a las implicaciones del perfil educativo y profesional, socioeconómico e ideológico de la élite del PAN en el ejercicio del gobierno.

 

EL PERFIL EDUCATIVO Y PROFESIONAL DE LA ÉLITE PANISTA

A finales de la década de los setenta, Peter Smith (1981) planteó que a diferencia de la mayoría de los grupos de líderes revolucionarios que mostraron una tendencia generalizada hacia el envejecimiento, la élite política mexicana se caracterizaba por que había logrado rejuvenecerse continuamente. En su opinión, el afianzamiento del régimen tutelar mexicano en los años treinta y cuarenta, trajo consigo la hegemonía del grupo de edad que va de los 40 a los 59 años. En la medida en que las carreras políticas adquirieron más forma y estructura, los jóvenes ya no accedieron fácilmente al escenario político, como sucedía en la época revolucionaria, pero tampoco la política en México se convirtió en un "juego para viejos". En este sentido, los niveles superiores del régimen comenzaron a ser dominados por personas de edad madura (ibid.: 18-119).

Una situación similar se presenta en la conformación por edades de la élite panista. Dicha élite es relativamente joven, ya que 64% de sus miembros tiene entre 35 y 50 años de edad, es decir, que nacieron entre las décadas de los cincuenta y los sesenta (véase el cuadro 1). La reducción en el rango de edad se observó empíricamente con mayor frecuencia en el caso de algunos diputados federales y miembros del Consejo Nacional (CN) del PAN. Ahora bien, ya que la mayoría de las veces la juventud también implica poca experiencia en las tareas para las que son requeridos, es posible pensar que en ambos casos los líderes jóvenes fueron impulsados por aquellos con mayor trayectoria en los procesos de toma de decisiones y, a la manera tradicional, su movilidad política también quedó sujeta a un sistema de intercambio de apoyos con los líderes más experimentados.

Por otro lado, la preparación universitaria siempre ha sido un requisito para el ingreso a los niveles superiores de la élite mexicana. Independientemente del origen social, la educación universitaria incrementó sustancialmente la posibilidad de acceder a la élite política (ibid.: 95); es decir, que históricamente el liderazgo político en México ha contado con un cierto nivel de educación formal. Este hecho incluso fue documentado en relación con la élite porfiriana, pues alrededor de 83% de ésta realizó estudios superiores (Guerra, 1988: 65). Lo mismo sucedió en el caso de los líderes políticos del periodo que va de 1935 a 1976 (camp, 1983), ya que cerca de 95% tenía un título universitario;15 desde ese periodo se vino presentando una tendencia gradual a la disminución del número de líderes políticos sin educación superior, y este rasgo tiende a repetirse en relación con la élite panista, pues alrededor de 94% cuenta con estudios universitarios.

Tanto Smith como Camp coincidieron en que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el principal centro de educación para los miembros de la élite política entre los años treinta y setenta (Smith, 1981: 95-102 y Camp, 1983: 91-122). Al respecto, Peter Smith planteó que no cualquier universidad pública garantizaba el acceso a los lugares más altos de la élite política; destacó que la UNAM constituía el principal campo de entrenamiento y socialización para los dirigentes políticos del país, ya que era una puerta fundamental de entrada a la vida pública "tanto para los hijos de la burguesía, como de la clase media mexicana. El talento potencial que representaba la UNAM permitió a las élites políticas dominantes seleccionar y entrenar a los nuevos prospectos en un patrón cerrado y concentrado, asegurándose un control centralizado del proceso de reclutamiento" (Smith, 1981: 95-102).

En el caso de la élite panista hay que destacar que, contrariamente a la idea que comúnmente se tiene sobre los panistas y en contraposición con la tradición educativa de la élite política mexicana, casi 40% de los integrantes de la élite de Acción Nacional egresó de universidades públicas estatales (véase el cuadro 2). La UNAM y las instituciones privadas nacionales y estatales compiten en importancia; en este sentido, encontramos que 17% de los miembros de la élite panista estudió la licenciatura en la UNAM y 18% lo hizo en instituciones privadas nacionales o estatales.

En particular, respecto al papel de las instituciones privadas en la formación de la élite política mexicana, camp destacó que entre los años treinta y setenta era difícil que un egresado de una institución privada rompiera el patrón de reclutamiento, basado fundamentalmente en los contactos que tenían quienes ya eran parte de la élite dentro de la UNAM. En opinión de este autor, el pequeño papel que antaño desempeñaron las escuelas privadas en relación con la educación profesional, limitó la incursión en la política de reclutas potenciales que se formaron en un ambiente favorable al sector privado, con otro tipo de destrezas, habilidades y concepción de la política. Esta situación contribuyó durante mucho tiempo a limitar el acceso a las posiciones de poder político a un sector de la élite económica y derivó en una serie de tensiones en años posteriores, las cuales fueron en buena medida subsanadas con la creación del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), el cual llegó a convertirse en el espacio propicio para la formación de la élite tecnocrática a partir de la segunda parte de los años setenta.

De hecho, en el estudio de camp, las universidades privadas que figuraron como centros de educación superior importantes en la formación de una mínima parte de la élite política fueron la Universidad iberoamericana y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM); esto sucedió básicamente en relación con la educación de algunos líderes del PAN. Se trata de un rasgo que también podemos identificar en nuestro estudio, ya que —como se verá más adelante— son estos dos centros educativos los que tuvieron mayor relevancia entre las instituciones privadas en las que varios miembros de la élite panista realizaron estudios de postgrado.

En una de sus hipótesis de trabajo acerca del papel de las regiones en el proceso educativo de futuros líderes, Roderic A. Camp planteó que en cuanto mayor fuera el desarrollo económico de los territorios, mayor sería el acceso a la educación y, por lo tanto, el nivel de instrucción de las élites políticas de esas regiones también sería mayor. Sin embargo, encontró que esto no necesariamente era así, ya que a excepción del Distrito Federal, algunas regiones prósperas como el norte y el occidente del país tenían en general menores niveles educativos. De esta situación camp concluyó que la variable que tenía más peso que el desarrollo económico era la presencia de una institución regional de prestigio, que diera acceso a la educación preparatoria y universitaria, sin que los individuos tuvieran que incurrir en altos costos de traslado y residencia a la capital del país. Así, exceptuando a las universidades del Distrito Federal, las universidades regionales más atractivas para los líderes cuya carrera política analizó camp fueron, en orden de importancia, las de Guadalajara, Michoacán, Guanajuato, Yucatán, Campeche, Chihuahua, Veracruz, Puebla y Oaxaca (Camp, 1983: 267-268). Además encontró que, desde 1940, las dos universidades privadas que realmente competían en términos educativos eran el ITESM y la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).

Ahora bien, entre las instituciones públicas estatales en las que han estudiado los miembros de la élite panista destacan, en orden de importancia: la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), la Universidad de Guadalajara (U de G), la Universidad Autónoma de Guanajuato (UAG), la Universidad Veracruzana (UV), la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), la Universidad Autónoma de chihuahua (UACH), la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Mientras que entre los institutos privados estatales que novedosamente sobresalen se encuentran el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores del Occidente (ITESO) y la Escuela Libre de Derecho (ELD) (véase el cuadro 3).

Sobre el particular hay que destacar lo siguiente. Primero, los estados que resultan novedosos por sus instituciones educativas en el proceso de formación de la élite panista son, en el norte, Baja California y Nuevo León, y en el centro, San Luis Potosí y Morelos; hay que destacar que a excepción de Veracruz, no aparece otro estado del sur o sureste del país. Segundo, algunas de las instituciones privadas en las que han estudiado los panistas, tales como la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), el ITESO y la ELD, entre otras, están vinculadas estrechamente con grupos de la Iglesia católica y de ultraderecha. Tercero, un elemento que también nos puede ayudar a comprender la importancia que mantiene la UNAM, sobre todo en la formación de algunos líderes de Acción Nacional, es que en dicha institución se registró a mediados de los años sesenta una activa participación de grupos de extrema derecha, los cuales se infiltraron en diversas universidades para reclutar a jóvenes interesados en el debate político. Tal fue el caso del Movimiento Unificador de Renovadora orientación (MURO), vinculado a la organización Nacional del Yunque.16

De ninguna manera se pretende afirmar que los vínculos que la iglesia católica ha tendido hacia la élite política mexicana han sido exclusivamente con el PAN,17 así como tampoco podemos decir que únicamente los miembros de la élite de Acción Nacional han sido formados en instituciones educativas vinculadas con grupos católicos. No obstante, más adelante veremos que los valores conservadores que buena parte de los miembros de la élite del PAN adquirió en algunas universidades locales, han sido reforzados por el ambiente sociocultural de los territorios de los que estos líderes proceden, así como a partir de la importancia que cobraron en su posterior preparación profesional (ya sea en diplomados o maestrías) institutos educativos nacionales como el Tecnológico de Monterrey, la Universidad iberoamericana, la UPAEP o la Universidad Anáhuac,18 y algunas instituciones católicas o vinculadas a grupos católicos en el extranjero.

En cuanto al tipo de estudios de licenciatura tenemos que casi un tercio de los miembros de la élite del PAN son abogados, siguen en importancia los ingenieros y en tercer sitio los arquitectos. El mito de que los panistas son esencialmente administradores de empresas parece quedar rebasado. Lo que observamos es que los miembros de la élite de Acción Nacional prácticamente repiten un patrón en términos del tipo de profesiones de la élite política mexicana, así como de la mayoría de las élites en el mundo. Es decir que, en buena medida, el perfil profesional de la élite del PAN coincide con los hallazgos de Roderic Ai Camp (1983) y François Xavier Guerra (1988), quienes encontraron que más de la mitad de los líderes que formaron parte de sus respectivos estudios obtuvo el título profesional en Derecho; en orden de importancia le siguieron los ingenieros, los médicos, y solamente a partir de la década de los treinta cobraron cada vez mayor importancia los economistas, quienes hacia los años ochenta y noventa se volvieron el eje articulador del proyecto neoliberal del Estado mexicano y conformaron buena parte de la élite tecnocrática (Suárez, 1991).

Además, el peso de las profesiones del área de Humanidades y ciencias Sociales es mínimo; por poner sólo un ejemplo, es de destacarse que los licenciados en Ciencia Política son apenas 2% de la élite del PAN (véase el cuadro 4). Los panistas están capacitados básicamente en profesiones que, incluyendo a los abogados, privilegian el razonamiento práctico por encima del análisis de la complejidad social y política, pero sin llegar a niveles de alta especialización. Un dato que bien puede reforzar esta idea es que apenas 3% de los miembros de la élite estudió Economía, una de las carreras fundamentales en el marco de la transformación del Estado nacionalista en Estado neoliberal.19

Hay que recordar que desde 1952 el número de economistas comenzó a duplicarse en cada administración (camp, 1983: 112). Aunque los orígenes de la tecnocracia en México se remontan a la década de los treinta, este grupo de políticos comenzó a institucionalizarse con el gobierno de Luis Echeverría (Suárez, 1991), y prácticamente se volvió el centro de la toma de decisiones para la vida económica y financiera durante el sexenio de Miguel de la Madrid, posteriormente en el de Carlos Salinas de Gortari y luego durante el gobierno de Ernesto Zedillo, por lo que a toda esta etapa bien puede considerársele como el proceso de consolidación de la élite tecnocrática.20

También es sabido que la creciente demanda de estudios de postgrado constituyó una parte fundamental de la credencial apreciada en el reclutamiento público desde el sexenio de Miguel de la Madrid. En su gestión, más de 80% de la élite política tenía estudios de postgrado. Aproximadamente 18% de dicho grupo los había cursado en México y 62% en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, en el Reino Unido y en Francia (Suárez, 1991: 264-265). Poco más de un tercio había cursado estudios de maestría y aproximadamente 20% había hecho estudios de doctorado (Suárez, 1994: 116). Por lo que respecta al sexenio de Carlos Salinas de Gortari, dos terceras partes de los funcionarios de su gabinete contaba con estudios de postgrado; de éstos, una tercera parte había cursado alguna maestría o doctorado en Economía, y de esta tercera parte, más de 80% había estudiado en el extranjero (Calzá y López Portillo, 2000: 142-149).

En este sentido, lo que observamos en la élite panista es que más de 50% cuenta únicamente con cursos de diplomado, ya sea en México o en el extranjero, y muchos de ellos lo han hecho pasando directamente del nivel de preparatoria o de alguna formación técnica, al diplomado. Luego siguen en importancia quienes han realizado estudios de postgrado; los que han realizado alguna maestría en México representan casi la tercera parte y sólo una minoría tiene estudios de doctorado realizados tanto en México como en el extranjero (7%). Si bien este perfil se presenta en la élite en su conjunto, en general es posible observar esta misma tendencia en el gabinete del presidente Vicente Fox, con un ligero incremento de los estudios de maestría en el extranjero y de los estudios de doctorado (véase el cuadro 5).

Básicamente, las instituciones donde los panistas han realizado los diplomados son: el ITESM, la UIA, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM),21 el Instituto Pedagógico de Alta Dirección de Empresas (IPADE) y la Universidad Panamericana (UP). En este caso, a excepción del ITAM, las otras instituciones también mantienen un proyecto institucional y educativo de corte conservador. Por su parte, algunas de las principales universidades públicas donde la élite panista ha realizado estudios de maestría son: la UNAM, la U de G, la UABC, la UACH, la UAG, la UANL y la UPAEP. Aquellos líderes que han cursado doctorados en el extranjero han estudiado en instituciones de Estados Unidos, España y Alemania; en menor medida en universidades de Francia e Inglaterra, mientras que en Sudamérica en las universidades nacionales de países como chile, costa Rica y Venezuela (véase el cuadro 6).

Por su educación formal y por el nivel de los estudios cursados posteriormente, observamos que la élite panista mantiene un perfil más bajo en relación con uno de los sexenios con mayor número de tecnócratas —el sexenio de Miguel de la Madrid—, ya que la mayoría ha realizado básicamente cursos de diplomado y maestría. Por otra parte, aunque varios de los líderes que han estudiado doctorado lo siguen haciendo en Estados Unidos, debido a los vínculos que el PAN mantiene con instituciones de la democracia cristiana, han aparecido otros destinos educativos significativos en países como España, Alemania y Venezuela. En el caso de Estados Unidos es importante mencionar que si bien Harvard ha sido un destino importante para algunos, otras universidades que fueron destinos casi obligados de la tecnocracia priísta como Stanford o Yale, no aparecen como puntos de referencia de la élite de la alternancia.

Es importante señalar que los economistas de alto nivel, formados en el extranjero y algunos de los cuales militan en el PRI o mantienen estrechos vínculos con la élite priísta, conservaron importantes espacios en la toma de decisiones del gobierno federal, en particular la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y el Banco de México (BM). Estos espacios siguen reservados a un tipo de liderazgo que además de comprender a profundidad la complejidad del sistema económico y financiero nacional e internacional, mantiene una perspectiva de más largo alcance vinculada con el proceso de globalización, y privilegia la inserción de la economía mexicana en dicho proceso. Se trata, en todo caso, de una parte de la élite tecnocrática priísta empapada en el discurso y las estrategias desarrollados por los organismos monetarios internacionales, que abanderaron el proyecto neoliberal durante las presidencias de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, y quienes no estuvieron dispuestos a perder su nicho de poder económico y político.

El perfil de alta especialización que era requerido para las tareas vinculadas con el funcionamiento del sistema económico y financiero internacional, nada tenía que ver con la incipiente profesionalización que caracterizó a la élite del PAN,22 por lo que este partido en primera instancia pactó con la élite tecnocrática al mantener a aquellos personajes, como Francisco Gil Díaz (SHCP) y Francisco Ortiz (BM), que pudieran atender las necesidades del modelo económico neoliberal y, en un segundo momento, los panistas tendieron puentes para crear alianzas con un grupo más amplio de personajes vinculados al ex presidente Ernesto Zedillo, además de buscar el apoyo financiero de algunos banqueros para apuntalar la campaña de Felipe Calderón, candidato del PAN en las elecciones presidenciales de 2006.23

 

INTERESES SOCIALES Y ECONÓMICOS QUE REPRESENTA LA ÉLITE PANISTA

El tipo de intereses sociales y económicos a los cuales representa una élite política está estrechamente vinculado con los espacios de socialización24 en los cuales los líderes consolidaron su formación en las primeras etapas de su vida, así como con aquellos ámbitos en los cuales encontraron referentes ideológicos, construyeron una identidad de grupo y afianzaron su visión sobre el quehacer político.

Uno de los ámbitos tradicionales y especialmente importantes para la socialización primaria de cualquier élite política es la red familiar y de amigos cercanos; esto ha sido probado por diversos autores para el caso de la élite política mexicana en general,25 y el caso que nos ocupa no es la excepción. En un partido como Acción Nacional, con una larga historia de oposición, las familias fundadoras jugaron un papel preponderante en su permanencia como partido, ya que constituían un factor de cohesión interna ante el ambiente adverso en el cual se movieron durante mucho tiempo. Actualmente, no puede negarse que las redes de parentesco siguen teniendo un papel relevante en el proceso de socialización primaria de una parte de la nueva élite del PAN, pero también es cierto que pueden observarse varios casos de líderes que por primera vez participan en la vida de un partido político y que con ellos se inaugura lo que podría ser la construcción de una nueva familia política. A pesar de la importancia que las redes de parentesco tienen en el PAN, es posible distinguir una diferencia relevante en relación con el número y peso que las redes familiares han desempeñado en la conformación de la élite priísta;26 lo cual evidentemente tiene que ver la cultura política tradicional, pero también con las características del desarrollo estructural del PRI.

Por otra parte, los espacios de socialización secundaria que fueron fundamentales para la formación de la élite del PAN mostraron novedades importantes. En este sentido, pudimos observar que la formación de los panistas en su juventud y etapa adulta continuó en espacios comunitarios que en muchos casos permitieron el reforzamiento de una identidad muy conservadora. En particular influyó el ambiente social de territorios con una cultura que —con matices— puede considerarse de derecha y de derecha radical; tal es el caso de estados y subregiones dentro de entidades del Bajío y el occidente del país; de algunas instituciones educativas públicas y privadas, estrechamente vinculadas con grupos conservadores (que fueron abordadas en el apartado anterior), así como de organizaciones intermedias civiles, de asistencia social y religiosas también de extrema derecha.

Se percibe aquí una diferencia con otro tipo de agrupaciones intermedias como los sindicatos obreros, las logias masónicas (Guerra, 1988: 165-173) o las asociaciones políticas, que en el pasado fueron relevantes para la formación de buena parte de los miembros de la élite política tradicional. Por ejemplo, una diferencia importante en relación con la élite porfiriana es que para ésta las logias se convirtieron en un lugar de aprendizaje y transmisión de la ideología moderna. De acuerdo con François Xavier Guerra, en ellas participó buena parte de los hombres de la política mexicana de los primeros decenios del siglo XIX; las logias masónicas se convirtieron en espacios comunitarios en los que se construía un nuevo modo de organización, de sociabilidad, de elaboración de una ideología política liberal, por lo que constituyeron un rasgo fundamental de la historia política mexicana y un ámbito importante para la socialización de buena parte de la élite priísta. De la misma manera, no se puede dejar de mencionar el papel relevante que tuvieron los sindicatos de trabajadores industriales en el proceso de socialización y reclutamiento de los líderes políticos que, en representación del movimiento obrero, se convirtieron en parte de la élite política nacional a partir de los años treinta.

Sobre la élite del PAN hay que señalar que alrededor de un tercio provenía de la participación cívica y social. En particular destacaron los clubes, los frentes y movimientos, así como las asociaciones, las uniones y las redes en pro de la defensa de intereses económicos, sociales, políticos y territoriales (véase cuadro 7). Entre las demandas de estos grupos sobresalieron la defensa del municipio libre y de la democracia; la defensa de los intereses de distintos grupos de productores y usuarios de algún servicio; el movimiento en pro de la ecología y el ambiente; los reclamos por el derecho a la información; la lucha por los derechos de las mujeres y los niños (véase cuadro 8).

No obstante es importante destacar, por un lado, la aparición de algunos sindicatos como ámbito de participación social y política de ciertos miembros de la élite panista que, si bien son minoría, no dejan de ser una novedad en el perfil de la élite de un partido como Acción Nacional, tradicionalmente más vinculado con los intereses de organizaciones empresariales. Es el caso del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) y del Sindicato Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social (SNIMSS), que mantienen una incipiente representación entre los diputados federales e incluso entre los miembros del CN de este partido.27 Por otro lado, hay que mencionar la relevancia que han cobrado dentro de la élite los miembros de la Unión Social de Empresarios Mexicanos (USEM), organización que también ha sido vinculada con los intereses de la derecha radical, y en la que participan personas como Carlos Abascal, ex titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y ex secretario de Gobernación.

Otro tercio de los integrantes de la élite panista está vinculado con organizaciones civiles de derecha radical y con agrupaciones de la iglesia católica de este mismo corte (véase el cuadro 9). Sobre todo en el caso de las primeras, existe algún tipo de nexo con la Organización Nacional del Yunque, la cual, desde su fundación en 1955, siguió dos estrategias para ir ganando espacios en la vida política y social del país: al mismo tiempo que fomentó la creación de algunas agrupaciones que han venido realizando sus actividades de manera pública y le han servido como fachada, también llevó a cabo la penetración de estructuras ya existentes a las cuales terminó por dividir.28

En el caso de Acción Nacional, las acciones de penetración del Yunque fueron concretando sus objetivos desde mediados de los años setenta, sobre todo en los procesos internos de selección de candidatos. No obstante, el avance del Yunque a espacios fundamentales de la toma de decisiones se hizo visible desde 1999, con la elección —por primera vez— de Luis Felipe Bravo Mena como presidente nacional del PAN. Su reelección en 2002 representó un mejor posicionamiento de la ultraderecha panista, mientras que el triunfo de Manuel Espino, en el proceso de renovación de la dirigencia nacional en 2005, consolidó su poderío interno. Los grupos de derecha radical hoy día han logrado penetrar los principales ámbitos de la toma de decisiones del partido (Comité Ejecutivo Nacional y Consejo Nacional) y del gobierno federal, tanto en el gabinete como en algunas subsecretarías y direcciones (Hernández, 2005: 43-51).

Específicamente, de este tercio de la élite panista 50% estaba vinculado directamente al Yunque o a organizaciones civiles impulsadas por dicha organización, tales como Ancifem, DHIAC, la CMDH, la Coordinadora Ciudadana o el Comité Nacional Pro-vida.29 Más de un tercio estaba vinculado con organizaciones de laicos de la iglesia católica tales como el Movimiento Familiar Cristiano, Acción Católica, Acción Católica Juvenil Mexicana y el Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana, así como con algunas otras impulsadas por el Yunque como el Movimiento Fe, Testimonio y Esperanza, el Movimiento Cristianismo Sí, y las afines al Yunque como los Legionarios de Cristo, los Caballeros de Colón, Cruz Ámbar, Grupo Adoración Nocturna, Equipo Evangelizador, Consejo Parroquial, Consejo Diocesano Pastoral, Obra Misional de San Felipe de Jesús, etcétera, mientras que 13% de la élite panista estuvo vinculado con organizaciones civiles que han sido penetradas por el Yunque, como la Asociación Nacional, Regional y Municipal de Padres de Familia (ANRMPF).

Es pertinente destacar que los lazos del PAN con organizaciones sociales y agrupaciones de la iglesia católica se ha transformado a lo largo de su historia. En un principio, es decir, en las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta, Acción Nacional mantuvo un vínculo estrecho con organizaciones como Acción Católica y Acción Católica Juvenil Mexicana; fueron estas agrupaciones las que le permitieron crear fuertes redes de militantes en sus orígenes, así como redefinir su proyecto acercándose ideológicamente a la doctrina social de la iglesia durante los años cincuenta. Fue durante los años setenta que la ultraderecha, antisemita y anticomunista, en la cual militaban miembros del movimiento católico radical, comenzó a penetrar al PAN desde las regiones, sobre todo a partir de estados clave como Guanajuato, Jalisco y Michoacán. Este primer avance le sirve a la ultraderecha para allanar el camino a la participación de nuevos actores durante los años ochenta; dichos actores participaban en organizaciones civiles y de asistencia social como Ancifem, DHIAC y Pro-vida, así como en algunas organizaciones empresariales como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), las cuales permitieron la ampliación de redes ciudadanas en apoyo a los candidatos panistas y abonaron al avance electoral en algunos estados norteños.

Ahora bien, de acuerdo con su viejo proyecto evangelizador de las instituciones y de toma del poder político, los miembros de las organizaciones de ultraderecha que accedieron al gabinete presidencial con Vicente Fox, y a la dirigencia del PAN con Luis Felipe Bravo Mena y Manuel Espino, generaron un ambiente de confrontación con sectores importantes de la sociedad mexicana, con los grupos de izquierda, con los grupos masones y con los grupos de poder económico de la comunidad judía, por dar algunos ejemplos; en este contexto, tanto al presidente Fox como a la dirigencia de su partido les fue imposible la integración de un frente amplio que en la coyuntura de la alternancia permitiera un marco de concordia y construcción de acuerdos, ya que evidentemente varios de los encargados de la toma de decisiones y las políticas públicas a nivel federal, trajeron a la esfera de la política nacional las convicciones y los valores de la derecha radical.

Los casos públicamente más conocidos de funcionarios directamente vinculados con la ultraderecha fueron el del propio presidente Fox, quien es miembro del Centro de Industriales de Guanajuato (organización en la que participan varios miembros del Yunque), y su esposa Martha Sahagún, vinculada con los Legionarios de Cristo a través del movimiento de laicos Regnum Christi; Ramón Martín Huerta, quien fuera secretario de Seguridad Pública y miembro de DHIAC; Ramón Muñoz Gutiérrez, quien fungiera como coordinador de innovación Gubernamental de la Presidencia de la República, responsable de integrar el gabinete y aprobar o vetar funcionarios desde el nivel de direcciones generales hasta las secretarías de Estado, y que fue vinculado con el Yunque; Carlos María Abascal, quien primero fue titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y posteriormente secretario de Gobernación, cuyo origen familiar se remonta al movimiento sinarquista, del cual su padre, Salvador Abascal, fue dirigente, y quien mantiene nexos con el Opus Dei; Ana Teresa Aranda, quien primero fue presidenta del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y posteriormente secretaria de Desarrollo Social (Sedesol), así como Ana Rosa Payán, quien tomó las riendas del DIF cuando Aranda pasó a la Sedesol; ambas son integrantes de Ancifem. otros miembros de este tipo de organizaciones participaron en subsecretarías y direcciones, fundamentalmente en la STPS, la Sedesol y la Secretaría de Gobernación.30

En relación con los intereses económicos hay que apuntar que, en mayor o menor medida, los gabinetes de gobierno del México posrevolucionario han contado con cierta representación del sector empresarial. Sin embargo, ya que uno de los lugares comunes sobre el perfil de los panistas ha sido su vínculo estrecho con la élite empresarial y financiera del país, algunas de las preguntas que resultan pertinentes para evaluar el tipo de representación económica de la élite de Acción Nacional, son las siguientes: ¿qué tan poderosos son los empresarios que integran la élite panista?, ¿qué tantos industriales o banqueros participan directamente en la élite del PAN? y ¿en qué medida puede decirse que los panistas provienen de las principales familias empresariales del país?

Para dar respuesta a estas interrogantes es importante hacer primero un breve comentario en relación con el sector económico en el que, a lo largo de su vida productiva, se han venido desempeñando los miembros de la élite del PAN. Así, tenemos que 42% de la élite venía realizando actividades en el sector servicios; siguen en orden de importancia quienes han tenido actividades en el sector comercial (24%), en la industria (11%), y en menor medida en la agricultura (4%) y la ganadería (3%). Otros realizaron actividades en dos o más sectores, pero el denominador común es la actividad en el comercio y los servicios (véase el cuadro 10), por lo que si sumáramos la representación de quienes se dedican exclusivamente al comercio con la de aquellos que, entre sus diversas actividades, incluyen el comercio, tenemos que más de un tercio (33%) de los miembros de la élite panista realiza actividades dentro de ese sector.

A pesar de no contar con el dato preciso sobre el tamaño de la empresa o el monto de capital invertido, es posible afirmar que la élite panista está integrada básicamente por medianos y pequeños empresarios,31 pertenecientes en su mayoría a la clase media, estrato social al que prácticamente ha pertenecido el grueso de los miembros de la élite política del México posrevolucionario.32 No hay que perder de vista que si bien los empresarios han sido pieza clave en el proceso de construcción del Estado posrevolucionario, también es cierto que a lo largo de la etapa de apertura y liberalización política, los técnicos han servido de puente entre el sector público y el privado, por lo que cobraron un papel fundamental en la vida política. De manera cada vez más frecuente fue posible observar la incursión de empresarios o administradores de empresas como candidatos de algunos partidos y luego como gobernantes. Aunque la participación de los técnicos se dio (como vimos en el primer apartado) al cobijo del proyecto neoliberal impulsado por una fracción del PRI, también es cierto que Acción Nacional ha echado mano de este tipo de perfil para incorporarlo a la vida partidista y sobre todo al ejercicio de gobierno.

Así pues, la élite panista representaba a una fracción del capital ubicada fundamentalmente, aunque no exclusivamente, en dos sectores económicos (comercio y servicios), que si bien no se confrontan de manera abierta con los intereses de la gran burguesía industrial, tampoco logran a cabalidad integrarse con los intereses del gran capital ubicado en esos mismos sectores, ya que en su interior existen fuertes disparidades. Se trata de empresarios que tienen un poder de decisión y acción limitado, considerando el tamaño de sus empresas; no gozan de la misma capacidad de presión que puede tener el sector industrial o el financiero.33 Son empresarios que han sido afectados por las políticas devaluatorias instrumentadas en periodos específicos de las décadas de los setenta, ochenta y noventa, y que desde hace dos décadas comenzaron a buscar nuevos espacios de negociación con el gobierno, así como de participación política dentro de la oposición, especialmente dentro del PAN.

Antes de continuar con las organizaciones empresariales a las cuales se vinculó, es pertinente recordar que estas tendencias reflejan el comportamiento del conjunto de la élite; evidentemente que al ir al detalle es posible encontrar los ejemplos que contrastan con esta tendencia general. Es decir, que seguramente habrá algunas excepciones relacionadas con la participación de empresarios de mayor tamaño, los cuales pueden o no ser parte de la élite, pero que se constituyen en casos importantes dependiendo de su función dentro del partido. En este sentido, se reconoce la necesidad de avanzar hacia la ubicación de este tipo de contrastes como, por ejemplo, a partir del caso de algunos personajes vinculados con la agroindustria y la agroexportación; algunos otros ubicados en empresas familiares en el ramo industrial (textiles, calzado, etcétera), o quienes están vinculados con el sector inmobiliario y la gestoría de servicios profesionales, sobre todo los que ofrecen los bufetes de abogados. Incluso habrá que indagar más para encontrar mayores elementos de análisis en torno al posible vínculo de la élite panista con la banca de desarrollo a nivel regional, así como respecto a su participación como funcionarios de la banca nacional en las entidades del país.

Ahora bien, de 26% de los miembros de la élite panista que participa en organizaciones empresariales, destacan quienes lo hacen en la Coparmex. Un 25% participa únicamente en dicha organización, mientras que el porcentaje crece considerablemente cuando se toma en cuenta a quienes participan en la Coparmex y en otras agrupaciones empresariales, en cuyo caso el dato es de 56%. Luego sigue en orden de importancia la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) con 14% de participación, y finalmente la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) con 13% (véase el cuadro 11).

Al respecto hay que destacar tres cosas: primero, que varios de los panistas que han estado al frente de alguna de estas cámaras empresariales locales, sobre todo de la Coparmex, no necesariamente eran los dueños de las empresas, pero sí fungían como los administradores. Segundo, que ninguno de los miembros de la élite panista participa en instituciones como el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), donde se encuentran los empresarios e inversionistas más importantes del país.34 Tercero, que si bien el PAN tiene presencia en algunas de las principales regiones económicas del país, no necesariamente tiene un vínculo estrecho con la élite económica local ubicada en el sector industrial. Tal es el caso de Nuevo León, Chihuahua y el Estado de México, donde importantes miembros de la élite empresarial local históricamente han simpatizado o militado en el PRI, y sólo en coyunturas específicas han brindado abiertamente su apoyo al PAN.

 

DE LAS REGIONES AL CENTRO: LAS TRAYECTORIAS POLÍTICAS DE LA ÉLITE PANISTA

Es pertinente señalar que el regionalismo ha sido durante largo tiempo una fuerza fundamental en la política mexicana (Smith, 1981 y Guerra, 1988). Por ejemplo, la cohorte prerrevolucionaria presentaba un panorama ambiguo, ya que todas las regiones estaban bastante bien representadas; según Smith, Porfirio Díaz tomaba en cuenta como parte de su cálculo político la representación de los intereses regionales, aunque también se inclinó por integrar en su equipo a un grupo de oaxaqueños como líderes de alto nivel y por consolidar su coalición en torno al poderío del eje tradicional México-Veracruz, que era la red comercial necesaria para vincular al país con el sistema económico internacional (Smith, 1981: 78-83).

Fue el proceso revolucionario el que desquició el equilibrio porfiriano y acentuó el patrón de luchas interregionales. La Revolución no significó el fin del juego político regional del siglo XIX; tuvo claramente una base regional que representaba el desafío de la franja norte contra el eje ciudad de México-Veracruz. La creación del nuevo equilibrio quedaría en manos de la cohorte posrevolucionaria, ya que cada presidente tendió a favorecer a líderes representativos de su estado natal. Esta dinámica ha reflejado históricamente la importancia que tienen los contactos personales y las relaciones de amistad para la movilidad política en México, por lo que en cualquier periodo presidencial el lugar de nacimiento puede incidir de manera importante sobre las oportunidades personales de acceder a un cargo público de nivel nacional. Desde 1946 la presidencia ha venido cambiando en su representación entre estados y regiones, y el efecto acumulativo de dicho proceso ha sido la creación de cierto equilibrio en el reclutamiento de la élite política a lo largo del tiempo.

Camp y Smith coinciden en que el líder político mexicano en general ha sido representativo de las regiones de México y proviene predominantemente de las ciudades.35 Smith afirma que en México el liderazgo político tiene su origen en comunidades relativamente urbanizadas, ya que los servicios educativos, las oportunidades de trabajo y las instituciones gubernamentales se concentran en las ciudades. No obstante, también destacó que la preferencia por los habitantes de las ciudades resulta particularmente discriminatoria en virtud del carácter históricamente rural de la población mexicana.36

Si bien una explicación general de los cambios en el proceso de reclutamiento, en términos de la relación campo-ciudad, debe tomar en cuenta los niveles crecientes de urbanización de la población en general, es posible afirmar que una tendencia más duradera surgió a partir del afianzamiento del régimen tutelar de finales de los años treinta y principios de los años cuarenta, cuando sobre todo líderes provenientes de las grandes ciudades (en particular del Distrito Federal), recuperaron los espacios superiores del poder. El régimen de Miguel Alemán produjo un cambio importante al reducir considerablemente el reclutamiento procedente de los pueblos o del medio rural, y aumentar la proporción de líderes originarios de las metrópolis y de ciudades medias.

En este mismo sentido, es importante destacar el hallazgo de Camp y Mabry, quienes encontraron que los líderes del PAN mostraban de manera más homogénea y con mayor frecuencia antecedentes urbanos. Al comparar a la élite de Acción Nacional con la del PRI, estos autores encontraron que una de las diferencias básicas entre estos grupos políticos es que la élite del PAN siempre fue urbana (Camp y Mabry, 1975) y, como veremos a continuación, mayoritariamente lo sigue siendo.

Si bien Acción Nacional ha llegado a tener presencia a lo largo y ancho del país, existen básicamente siete regiones que se han convertido en sus "bastiones político-electorales"37 y que constituyen un espacio fundamental para el proceso de renovación de su liderazgo. Estas regiones (véase el cuadro 12) se integran con los estados de Baja California, Sonora, Nuevo León, Chihuahua, Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Jalisco, Estado de México, Morelos, Distrito Federal, Yucatán, Campeche, Veracruz y Puebla. De éstos, tenemos que el Distrito Federal, Jalisco, Estado de México y Puebla se repiten como espacios tradicionalmente importantes para el reclutamiento político en México, pero también encontramos nuevos estados que cobran relevancia.

Los bastiones panistas prácticamente siguen el patrón de la ruta cristera38 y del movimiento sinarquista;39 mientras que de todas las regiones es interesante el caso de la zona Centro-Golfo, concretamente del corredor económico que pasa por Puebla, Tehuacán, Córdoba, Orizaba, Boca del Río y Veracruz, ya que si bien los municipios de Córdoba y Orizaba también fueron espacios donde el movimiento sinarquista tuvo algunos adeptos, en el contexto del mapa político-electoral panista se trata de una zona emergente donde Acción Nacional ha venido cobrando cada vez más importancia. Así lo han mostrado sus resultados desde finales de los años noventa y en el proceso electoral para gobernador en 2003, donde el candidato panista a gobernador de Veracruz, Gerardo Buganza, estuvo a un paso de conseguir la victoria. Es interesante ver cómo el eje Centro-Golfo, una zona tradicional para el reclutamiento de las élites políticas en México y, en especial, para el reclutamiento de la élite priísta, comienza a tener presencia nuevamente, pero ahora a través del liderazgo de un partido conservador.

La representación territorial de la élite panista confirma cómo los intereses locales buscan su expresión a través de los partidos políticos nacionales. En el caso que nos ocupa, es clara la vinculación de la élite con actores sociales y políticos ubicados en espacios en los que, con sus excepciones, se recrea una cultura conservadora. Por ello es posible comprender por qué el discurso y las opiniones de buena parte de los líderes que integran la élite del PAN, reflejan demandas que históricamente estas regiones han puesto en el centro de su vida pública, y las cuales tienen que ver con temas como la relación Estado-Iglesia católica, la educación pública, las políticas de salud, etcétera.

Por otra parte, observamos que —a la manera tradicional— la integración del círculo cercano al presidente se dio con personajes con quienes aquél mantenía vínculos de amistad y de lealtad, los cuales estaban construidos desde las primeras etapas de su juventud, pasando por su experiencia laboral y, por supuesto, por el proceso de construcción de su trayectoria política. En el caso de la élite panista, observamos que el círculo cercano al presidente Vicente Fox provenía básicamente de Guanajuato, su estado natal, y estuvo formado por personajes que participaron con él en otras etapas de su vida profesional y política en dicho estado, con los cuales compartía una visión de la política y una ideología, pero sobre todo valores y creencias producto del entorno sociocultural en que se formaron.

Al analizar la representación territorial de la élite panista observamos que la mayoría de sus miembros fueron personajes extraídos de la política local y regional, una situación que en buena medida pudo generarse por el auge que fueron cobrando las ciudades medias durante la década de los ochenta. Estos centros urbanos mejoraron en sus condiciones socioeconómicas y educativas, experimentaron el ensanchamiento de su clase media y el surgimiento de nuevos actores con nuevas demandas ciudadanas (urbanas, religiosas, electorales, territoriales, etcétera), al mismo tiempo que jugaron un papel fundamental en el proceso de refuncionalización de la estructura federalista que se había caracterizado por el alto centralismo de la toma de decisiones.

En esta nueva etapa los municipios, sobre todo los urbanos, cobraron importancia al convertirse en los espacios privilegiados en los que los partidos de oposición dieron la lucha por acceder al poder político.40 Los líderes panistas construyeron sus trayectorias políticas en un proceso que transcurrió de la periferia al centro del país, y que territorialmente se caracterizó por un doble mecanismo en el que permanecieron algunas zonas de la vieja geografía política, a la par que se incorporaron a la representación nuevos espacios regionales, sobre todo de rasgos conservadores. Debido a esta situación es que los líderes panistas surgidos de dicho proceso fueron más receptivos y sensibles a los problemas de una clase media y media alta urbana, más que a las necesidades de las comunidades rurales, grupos indígenas o sectores de la sociedad en condiciones de extrema pobreza, por lo que al no contar con elementos suficientes para comprender la complejidad de realidades sociales distintas, se enfrentaron a serias dificultades en la conducción del gobierno y en la construcción de acuerdos políticos.

La experiencia local y regional del liderazgo panista se refleja ampliamente en sus trayectorias políticas. A diferencia de otras élites como la del PRI, cuyos miembros en buena medida gozan de experiencia en todos los espacios de la vida política, encontramos que —salvo excepciones— la élite panista no se configuró con líderes que tuvieran una amplia experiencia en la vida partidista, como representantes populares o en la esfera burocrática. Esta situación ha sido más clara en el caso de muchos de los alcaldes y algunos gobernadores del PAN, desde que este partido comenzó a ganar espacios a nivel local a mediados de la década de los ochenta. Estos nuevos actores, inmersos en el cambio político, se enfrentaron con el ejercicio del gobierno sin ninguna experiencia en el quehacer público.41 Pasaron de tener una trayectoria personal y profesional en otros ámbitos de acción, a ser funcionarios de gobiernos panistas o a ejercer ellos mismos el gobierno.42

Para comprender las características de las trayectorias políticas de los panistas, hay que ubicar dos momentos importantes para el crecimiento del partido: los años ochenta y los años noventa (véase el cuadro 13); en particular dos años fueron cruciales para la afiliación en el PAN, 1988 y 1995, los cuales se enmarcaron en serias crisis que tanto económica como políticamente afectaron la vida nacional e impactaron la vida de los partidos políticos.

De los miembros de la élite que se incorporaron al PAN en la década de los ochenta, 23% lo hizo en el año de 1988. Entre otros factores del contexto que influyeron en el crecimiento de Acción Nacional estaban la crisis del viejo sistema político y del PRI, las controvertidas elecciones presidenciales de ese año, el carisma del entonces candidato panista, Manuel J. Clouthier, quien atrajo a nuevos actores —sobre todo empresarios— a participar activamente en política, así como el surgimiento del Frente Democrático Nacional, que posteriormente se convertiría en la opción partidista de izquierda mediante la fundación del Partido de la Revolución Democrática (en 1989).

Por su parte, de los miembros de la élite que se incorporaron al PAN en la década de los noventa, 21% lo hizo en el año de 1995. Este segundo momento de relevancia en el ensanchamiento de la militancia panista tuvo que ver con otros factores que motivaron a la ciudadanía a involucrarse en esta opción opositora. Entre los factores detonantes de este proceso pueden mencionarse la devaluación de 1994; el asesinato de Luis Donaldo Colosio en ese mismo año; el hecho de que el PAN había mostrado, con su experiencia en Baja California, que podía ser gobierno, pero también la involución que había tenido el voto por Acción Nacional tras la candidatura presidencial de Diego Fernández de Cevallos en las elecciones de 1994, y con lo cual este partido impulsaba nuevas alianzas con organizaciones sociales.

Así pues, más de un tercio de los miembros de la élite del PAN comenzó a participar en dicho partido durante la década de los ochenta; pero si sumamos los porcentajes de afiliación de las décadas de los ochenta y los noventa, tenemos que más de 80% de los miembros de la élite se integró al PAN durante esas décadas. En ese periodo Acción Nacional también amplió considerablemente su estructura territorial y obtuvo sus primeros triunfos en las gubernaturas de algunos estados.

Cuando revisamos las trayectorias políticas de los panistas en la vida partidista, en el ámbito electoral y en el ejercicio burocrático, encontramos que la mayoría construyó su trayectoria en el contexto de la vida política local, en los tres espacios mencionados.43 Por ejemplo, 65% de los miembros de la élite hizo su trayectoria dentro del partido, ya sea en la esfera municipal, estatal o en ambas.44 Es decir, que los cargos que ocupó ese sector fueron dentro del Comité Directivo Municipal, del Comité Directivo Estatal o del Consejo Estatal. Pueden ser cargos relativos a una comisión, a una secretaría, o puede haber encabezado la instancia de toma de decisiones. Aproximadamente 7% tuvo una trayectoria dentro del partido esencialmente en el nivel nacional, es decir, en puestos dentro del Comité Directivo Nacional o del Consejo Nacional, mientras que 28% hizo su trayectoria combinando cargos dentro del partido a nivel local y nacional (véase el cuadro 14).

Por otra parte, el análisis de sus trayectorias como representantes de elección popular arroja los siguientes datos. Aproximadamente 57% de los miembros de la élite panista tuvo una trayectoria como representante popular a nivel municipal o estatal, es decir, como síndicos o regidores, presidentes municipales, diputados locales o gobernadores. El 21% desarrolló su trayectoria a nivel nacional, es decir, como diputado federal, senador o presidente de la república; mientras que 22% tuvo una trayectoria que combinó el ámbito local y nacional (véase el cuadro 15). De aquellos que hicieron su trayectoria política a nivel local, destacaron quienes de haber sido síndicos o regidores pasaron a ser diputados locales. Por su parte, entre los panistas que tuvieron una trayectoria entre el ámbito local y el nacional, destacaron quienes pasaron de ser diputados locales a diputados federales; luego siguieron quienes pasaron de ser síndicos o regidores a diputados federales, y posteriormente quienes pasaron de ser presidentes municipales a diputados federales.

Sus trayectorias dentro de la administración pública muestran que 63% de los miembros de la élite tuvo una trayectoria burocrática esencialmente a nivel local, es decir, dentro del gobierno municipal, el estatal o en ambos niveles; el 27% desarrolló su trayectoria combinando ambos niveles, destacando aquellos que fueron funcionarios del gobierno municipal o estatal y pasaron a ser delegados, directores o coordinadores del gobierno federal, mientras que 22% tuvo una trayectoria burocrática fundamentalmente a nivel nacional (véase el cuadro 16).

El mérito profesional dentro de la administración pública, el cual llegó a constituir una carrera en espacios de toma de decisiones pasando por los distintos niveles del ejercicio de gobierno, una característica fundamental de la élite política mexicana hasta la década de los noventa, dejó de ser un factor fundamental para el reclutamiento de la élite de la alternancia que accedió al gobierno federal; dicho mérito se centró en el éxito que tuvo la élite en su ejercicio profesional en la iniciativa privada, en la administración pública de los gobiernos estatal y municipal y en los congresos locales.

De estas trayectorias podemos decir que la élite del PAN tuvo la oportunidad de formarse básicamente en una de las perspectivas necesarias para la acción política; su apreciación puede ser más clara cuando se trata de la vida cotidiana de su comunidad, de problemas inmediatos, aunque no por ello menos relevantes, en contraposición con una visión de mediano y largo plazo requerida para sus nuevas responsabilidades en el gobierno federal y en el Congreso. A esta situación se añade el hecho de que los procesos de construcción del diálogo y de negociación con actores políticos de la vida nacional, no necesariamente fueron parte fundamental de su entrenamiento como líderes políticos y servidores públicos.

A pesar de las ventajas que pueda representar el hecho de que la alternancia abrió espacios para la participación a actores antes marginados de la toma de decisiones, también han sido palpables los riesgos de que estos actores se enfrenten a procesos inéditos, no siempre de fácil control. La inexperiencia en el debate público y la negociación política nacional de buena parte de la élite panista, ha complicado su proceso de asimilación como grupo gobernante, así como la apropiación de las reglas del juego político en la esfera nacional, al mismo tiempo que les dificultó la posibilidad de avanzar en la construcción de las alianzas necesarias para llevar adelante su proyecto de gobierno.

 

COMENTARIOS FINALES

Si bien el estudio sobre el perfil de la élite del PAN mostró la posibilidad de que nuevos actores se hayan incorporado a la vida política y a la toma de decisiones a nivel nacional, también hizo patente las limitaciones de este nuevo tipo de liderazgo político.

Efectivamente, la élite panista introdujo algunas novedades en el perfil de la élite política tradicional, las cuales resaltaron los espacios y procesos susceptibles de ser modificados en la coyuntura de la alternancia; no obstante, también quedaron manifiestas diversas similitudes en los procedimientos y rasgos de la cultura política que siguen constituyendo los ejes básicos del proceso de integración de los grupos que ejercen el poder político en México.

En este contexto, es posible afirmar que durante el periodo 2000-2006 la élite del PAN constituyó un ente político con serias debilidades estructurales para conducir un proceso de alternancia en el que se requería de un liderazgo altamente especializado, con los conocimientos y habilidades para enfrentarse a las tareas de áreas fundamentales en la esfera económica, así como para generar procesos de toma de decisiones con una lógica incluyente. Por el perfil de la élite de la alternancia es posible comprender los tropiezos que generó su inexperiencia y su falta de competencia en varios aspectos de la conducción política; la élite panista representó el viraje hacia los intereses más conservadores y hacia la incorporación en la escena pública de líderes con una escasa sensibilidad respecto a la complejidad social y política del país.

Finalmente, es pertinente señalar que en los próximos años Acción Nacional deberá invertir en un amplio proceso de formación de un tipo de liderazgo más competente para enfrentar los retos que impone la dinámica política nacional, al mismo tiempo que deberá atender la renovación de su liderazgo regional, el cual seguramente comenzará a buscar, cada vez con mayor ahínco, los canales que le permitan ascender políticamente y apuntalar su trayectoria en la esfera federal.

 

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HEMEROGRAFÍA

La Jornada

Milenio Diario

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Proceso

 

BASE DE DATOS

Base de datos La élite panista, 2000-2006

 

PÁGINAS DE INTERNET

http://www.pan.org.mx

http://www.congreso.gob.mx

 

Notas

1 Agradezco la discusión del tema, así como las críticas y valiosos comentarios realizados al borrador de este texto, a los compañeros del Seminario México contemporáneo, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH.

2 Una reflexión en este sentido es la desarrollada por Klaus von Beyme en una dimensión teórica en la que analiza la pertinencia de usar las categorías de élite o clase política en periodo de cambio político y, a nivel empírico, discute en torno a los retos de analizar una coyuntura. Véase Klaus von Beyme, Teoría política del siglo XX. De la modernidad a la postmodernidad (Madrid: Alianza Universidad, 1994).

3 La idea de que más que el desplazamiento de unas élites por otras, como fue planteado por Vilfredo Pareto, lo que observamos en la sociedad y en los partidos políticos es un proceso de "amalgama" entre viejos y nuevos actores, fue desarrollada por Robert Michels. Véase Robert Michels, Los partidos políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna, vol. 1 (Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1973).

4 Entre los autores que analizan la transformación de los objetivos y estrategias de lucha de los grupos de la derecha, puede consultarse a Pablo Serrano Álvarez, La batalla del espíritu. El movimiento sinarquista en el Bajío (1932-1951) (México: Consejo Nacional para la cultura y las Artes, 1992). Mientras que los rasgos generales de la evolución de los movimientos de derecha en el marco del sistema político, pueden consultarse en Elisa Servín, La oposición política (México: Centro de Investigación y Docencia Económica/Fondo de Cultura Económica, Serie Herramientas para la Historia, 2006).

5 Es pertinente aclarar que en este trabajo los términos conservador y ultraconservador son usados como sinónimos de derecha y ultraderecha, respectivamente. Si bien se trata de categorías analíticas que es necesario contextualizar en un tiempo y un espacio, podemos decir que, en su acepción general, la derecha o el conservadurismo están representados por aquellos que se empeñan en el mantenimiento del status quo y se oponen a todo lo que no sean modificaciones sin trascendencia. (Véase Norberto Bobbio y Nicola Mateucci, Diccionario de Política (México: Siglo XXI Editores, 1981). Ahora bien, en particular sobre la derecha mexicana es importante retomar el término derecha tradicionalista definido por José Luis Espíndola de la siguiente manera: "[...] la derecha tradicionalista en México —llamada así para distinguirla de la derecha económica liberal— (ha sido) un movimiento político que se apega a la doctrina tradicional en materia religiosa, política y social de la Iglesia católica, especialmente en su espíritu aristotélico y tomista". Véase José Luis Espíndola Castro, "La teoría de los cuerpos intermedios y la derecha mexicana", Dimensión Antropológica, año 10, vol. 29 (septiembre-diciembre, 2003), 62. En cuanto a la ultraderecha, también conocida como extrema derecha y derecha radical, Rodríguez Araujo señala que históricamente ha tenido que ver con actitudes como la censura, la intolerancia, la imposición de un pensamiento único y el fanatismo religioso, por lo que su discurso está basado en el dogma más que en la razón. Véase Octavio Rodríguez Araujo, Derechas y ultraderechas en el mundo (México, Siglo XXI Editores, 2004), 135. Para el caso de México, destaca que la historia de la ultraderecha en el siglo XX se remonta a la fundación del Partido católico en 1911 y al movimiento cristero, de donde surgieron tres organizaciones: Acción católica Mexicana, La Legión y La Base, esta última en sustitución de la segunda a partir de 1934, ambas secretas. De La Base se derivaron dos corrientes: una electoralista (moderada) que posteriormente dio origen al PAN (1939), y otra beligerante, que se tradujo en el Movimiento Nacional Sinarquista (1937). De igual forma destaca la reaparición de la ultraderecha, de la cual es ejemplo la Organización Nacional del Yunque, fundada en 1955, la cual fue avanzando en la escena política a través de la fundación y operación de varias organizaciones públicas, así como de la penetración de algunas organizaciones ya existentes (Octavio Rodríguez Araujo, op. cit., pp. 75-78).

6 Hay que decir que respecto a la discusión conceptual y metodológica sobre las élites políticas se ha innovado muy poco. En México, el auge de los estudios de este tipo se dio entre los años setenta, ochenta y principios de los noventa, y decayó en los años posteriores. Esta situación en parte se explica por el cambio de atención de los politólogos a asuntos como el análisis de los procesos electorales, el cambio en el sistema de partidos y cuestiones sobre geografía electoral. Sólo a raíz del proceso de renovación del liderazgo político en algunos estados, y a nivel nacional en el año 2000, la discusión de este tema comenzó a recuperar cierta relevancia. En este sentido, diversos estudiosos sobre la experiencia del PAN en varios estados del país han sido pioneros en retomar la reflexión, básicamente a nivel del análisis empírico. Dos proyectos que recientemente han planteado otras posibilidades de análisis son el de Aquiles Chihu, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de la unidad Iztapalapa, quien se encuentra desarrollando una base de datos a partir del análisis del discurso de diputados federales y los candidatos presidenciales, así como el trabajo de Ernesto Hernández Norzagaray, que analiza una base de datos construida a partir de la metodología del Grupo de Investigación de Élites Partidarias del instituto de Estudios de iberoamérica y Portugal, bajo la coordinación de Manuel Alcántara y Flavia Freidenberg, quienes han venido promoviendo la aplicación de un cuestionario sobre percepciones, valores y actitudes de los legisladores en algunas entidades del país y en otros países de Latinoamérica. Véase Ernesto Hernández Norzagaray, Elites partidistas sinaloenses. Identidades, percepciones, valores y actitudes políticas (México: consejo Estatal Electoral de Sinaloa/Editorial UAS/instituto Universitario de Estudios de iberoamerica y Portugal, 2005).

7 En general, los enfoques más utilizados en trabajos sobre la élite política mexicana han sido: la perspectiva sociohistórica, el enfoque de la ciencia política y la perspectiva antropológica. En el primer caso podemos ubicar aquellos estudios que se basan en el método prosopográfico y para los cuales el contexto histórico, social y cultural en que se inscriben los miembros de la élite es fundamental para comprender los procesos de toma de decisiones y la conformación de un proyecto de nación. Por su parte, el enfoque de la ciencia política, que ha sido usado para la mayoría de los trabajos, destaca aspectos como las carreras políticas, la movilidad política, las pautas de socialización y los procesos de reclutamiento, por mencionar los más comunes, en relación con los procesos a través de los cuales se integra la élite de gobierno. Finalmente, hay que destacar la perspectiva antropológica para la que es importante el análisis de las dinastías, linajes, clanes, familias y el parentesco político, sobre todo a nivel regional; dichas categorías sirven para comprender los mecanismos a través de los cuales se da el proceso de intermediación entre el Estado y la sociedad, así como los actores que funcionan como los intermediarios del poder político.

8 Un trabajo clásico para comprender esta perspectiva es el de Maurice Duverger, Los partidos políticos (México: Fondo de Cultura Económica, 1957). Un trabajo reciente sobre el mismo enfoque es el de Angelo Panebianco, Modelos de partido (México: Alianza Universidad, 1993).

9 En la búsqueda de un análisis más detallado, no se descarta la posibilidad de utilizar el criterio que tiene que ver con las redes de parentesco, el cual ha sido usado por los antropólogos e historiadores, sobre todo en la caracterización de élites locales o regionales. Dicho criterio fue retomado por Javier Hurtado en su estudio sobre las redes políticas en Jalisco, en donde documenta las relaciones familiares en sentido extenso y su impacto en la estructura de poder local. Véase Javier Hurtado, Familias, política y parentesco. Jalisco 1919-1991 (México: Fondo de Cultura Económica, 1993).

10 Este trabajo debe tomarse como el resultado de la primera etapa de un proyecto de investigación más amplio sobre la élite del PAN. En la segunda etapa se integrará la información sobre los panistas en los territorios regionales donde se ha registrado una mayor afinidad política de la ciudadanía con Acción Nacional, con lo cual se buscará recopilar información sobre gobernadores, diputados locales, alcaldes y líderes morales. Como parte de este esfuerzo por ampliar los detalles del estudio, será necesario considerar la posibilidad de realizar un análisis por separado de los líderes ubicados en los distintos espacios de la acción política: en el partido, en el congreso y en el gobierno.

11 Para este artículo se retoman fundamentalmente los hallazgos de las investigaciones realizadas por Peter Smith, Roderic A. Camp, François-Xavier Guerra, Francisco Suárez y Armando Rendón, los cuales constituyen una referencia obligada para entender la composición del liderazgo político en México. No obstante, se reconoce la existencia de diversos trabajos previos, así como de algunos artículos y tesis posteriores que han enriquecido la discusión, algunos de los cuales son retomados como un complemento a la información.

12 Para la reflexión sobre la influencia de los centros educativos privados en el proceso de socialización primaria, véase Valentina Torres Septién, La educación privada en México, 1903-1976 (México: El Colegio de México/Universidad Iberoamericana, 2004). Por otra parte, un interesante estudio sobre el papel que el ITAM comenzó a jugar en la transformación del proyecto de nación de la élite gobernante, así como en su constitución como espacio educativo para los hijos de los empresarios mexicanos y en la formación de una parte de la élite tecnocrática en México, es el de Sarah Babb, Proyecto: México. Los economistas del nacionalismo al neoliberalismo (México: Fondo de cultura Económica, 2003).

13 Sobre el particular, un trabajo que apunta algunas ideas es el de Nora Pérez-Rayón y Mario Alejandro Carrillo, "De la derecha radical a la ultraderecha en el pensamiento social católico", en El pensamiento social de los católicos mexicanos, compilado por Roberto J. Blancarte (México: Fondo de cultura Económica, 1996).

14 Sobre este tema véanse, por ejemplo, los trabajos periodísticos de Roberto Blancarte, y para el tema de los empresarios pueden consultarse algunos artículos escritos por Ricardo Tirado y Cristina Puga, quienes sin abordar a fondo el papel de los organismos empresariales en la formación de la élite del PAN, sí plantean algunas ideas sobre el papel que aquéllos jugaron como nuevos espacios para la participación de los medianos y pequeños empresarios en la vida política del país, durante los años ochenta.

15 La metodología y el detalle sobre los hallazgos de camp pueden consultarse en diversos trabajos; en este caso nos referimos a Roderic A. Camp, Los líderes políticos de México. Su educación y reclutamiento (México: Fondo de cultura Económica, 1983).

16 Para mayores detalles sobre cómo operó la ultraderecha en la UNAM y en otras universidades, véase el libro del periodista Alvaro Delgado, Yunque. La ultraderecha en el poder (México: Editorial Plaza y Janés, 2003).

17 Sobre los mitos de la relación entre religión católica y partidos políticos en México, véase Roderic Ai Camp, Cruce de espadas. Política y religión en México (México: Siglo XXI Editores, 1998).

18 En México, como en muchos países, ha sido fundamental la cercanía de grupos de la iglesia católica con la élite política a través del proceso educativo; los casos más exitosos son los de instituciones vinculadas a dos fuertes grupos trasnacionales como los Legionarios de cristo, quienes administran, entre diversos centros, a la Universidad Anáhuac, así como el opus Dei, agrupación vinculada a uno de los principales centros educativos regionales como es el Tecnológico de Monterrey. Sobre la Anáhuac, Alfonso Torres Robles señala: "Por la Universidad Anáhuac han pasado los hijos y parientes de las familias más adineradas y poderosas de (México), entre ellas varias estirpes presidenciales [...] La Universidad Anáhuac, inaugurada en 1964 [...] (cuenta con) un total de 7,000 estudiantes, 12 licenciaturas y numerosos programas de maestría, por sus aulas ha pasado la crema de la burguesía, el empresariado y la clase política mexicana [...] En un país como México, donde es notable la importancia que se da al origen académico de los dirigentes, no es desdeñable el dato incluido en un estudio atribuido a Gobernación de México, según el cual sólo en 1992, de un total de 1,125 altos funcionarios estatales y federales, 53 eran egresados de la Universidad Anáhuac [...]" Véase Alfonso Torres Robles, La prodigiosa aventura de los Legionarios de Cristo (Madrid: Foca Ediciones, 2001), 12 y 185.

19 Un importante trabajo sobre el papel que jugó la tecnocracia, aun dentro del gobierno de rasgos populistas de Luis Echeverría, y posteriormente en la construcción de un nuevo proyecto de nación, para el que uno de los grupos fundamentales fue el de los tecnócratas de la Secretaría de Programación y Presupuesto, es el de Isabelle Rousseau, México: ¿una revolución silenciosa?, 1970-1995 (élites gubernamentales y proyecto de modernización) (México: El Colegio de México, 2001).

20 Un estudio pormenorizado sobre el gabinete presidencial de Miguel de la Madrid puede consultarse en el texto de Francisco Suárez, Los gabinetes presidenciales de México y Estados Unidos, durante los gobiernos de Miguel de la Madrid y Ronald Reagan (México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1994).

21 Una interesante investigación sobre el papel que el ITAM comenzó a jugar como espacio educativo de la élite política mexicana a mediados de los años setenta, es el de Sarah Babb. En él se destaca cómo graduados de la carrera de Economía del ITAM pasaron a formar parte de la élite tecnocrática adscrita a la SHCP, y fundamentalmente al Banco de México. Esta última institución les proporcionó los recursos económicos (a través de una beca) para continuar sus estudios de maestría o doctorado en universidades de Estados Unidos, como la de chicago o la de Massachussets, y regresar a México empapados de los conocimientos y habilidades necesarios para reproducir el modelo económico neoliberal cuyo auge se dio entre 1988 y 2000. Véase Sarah Babb, op. cit.

22 Otro de los ejemplos en este sentido fue el área de las relaciones internacionales para la cual, al inicio de su gobierno, el presidente Vicente Fox nombró como titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores a Jorge G. Castañeda, un académico estrechamente relacionado por su historia familiar con la política exterior del país.

23 Las personas vinculadas a los grupos financieros o líderes de dichos grupos que aportaron dinero a la campaña de Calderón fueron: Héctor Rangel Fomene, de BBVA-Bancomer; Roberto Hernández, de Banamex, y Javier Molinar Horcasitas, Director de IXE Banco (Milenio Diario, 30/01/06, p. 4.) Por otra parte, el grupo de priístas que apoyaron la candidatura de Calderón fueron: Genaro Borrego, Carlos Ruiz Sacristán, Luis Téllez, Jesús Silva Herzog y Andrés Rozenthal, el único que no militaba en el PRI (Milenio Diario, 18/05/06, p. 4).

24 Aunque no es el objetivo de este apartado entrar en detalle a la teoría de la socialización, es pertinente mencionar que la socialización política tiene que ver con los procesos políticos en relación con los cuales los miembros de una sociedad aprenden a hacer propios principios, normas, valores, modelos de comportamiento directa o indirectamente relevantes para los fenómenos políticos. Se entiende por socialización primaria "[...] el proceso de aprendizaje que tuvo efecto en la infancia y en la adolescencia, que parece constituir experiencias formativas fundamentales. Entre los grupos que producen la socialización primaria se encuentra la familia, los grupos de pares (amigos, compañeros de escuela, vecinos). Tales grupos sirven como mecanismos de reclutamiento en asociaciones culturales, deportivas, religiosas o políticas, funcionan como puntos de enganche con estructuras sociales secundarias". Mientras que la socialización secundaria: "[...] logra importancia en épocas caracterizadas por grandes cambios sociales y modificación de instituciones políticas y que acompañan las transformaciones de los ideales, normas y valores predominantes de una sociedad [...] aquí son importantes las instituciones dedicadas a la instrucción de la población, sobre todo la escuela como vehículo de absorción de valores [...] También destaca el papel de las asociaciones voluntarias, políticas, culturales, recreativas o religiosas, las cuales son una fuente emisora de mensajes, informaciones y juicios relativos a la política; promueven actividades formativas, son el resultado de los contextos donde se insertan los grupos primarios". Norberto Bobbio y Nicola Matteucci, op. cit., pp. 1566-1567.

25 Camp encontró que, en orden de importancia, los principales agentes de socialización de los políticos mexicanos entre los años treinta y setenta fueron: los profesores, la familia, el ambiente social, los libros o el tipo de lecturas y el ambiente universitario, obviamente de la UNAM. Véase Roderic A. Camp, La formación de un gobernante. La socialización de los líderes políticos en el México post-revolucionario (México: Fondo de Cultura Económica, 1981), 50. Por otra parte, en su cuadro sobre las quince características de las camarillas mexicanas, este autor señala: "5. Todo personaje de primera magnitud es 'hijo', 'nieto' o 'bisnieto' político de otro personaje anterior de nivel nacional [...] 11. Actualmente las principales fuentes de lealtades de camarilla son el parentesco o el hecho de haber sido compañeros de estudios, pero el mérito profesional ha ido adquiriendo cada vez más importancia". Roderic Ai Camp, "Camarillas in Mexican Politics: The Case of the Salinas Cabinet", Mexican Studies 6 (invierno de 1990): 106-107.

26 Un análisis interesante sobre el papel de las familias políticas de los tres principales partidos nacionales (PRI, PAN y PRD) en el Congreso de la Unión, lo presenta el periodista Esteban David Rodríguez, Los dueños del Congreso (México: Editorial Grijalbo, 2004).

27 Sobre la vinculación del PAN con organizaciones sindicales es pertinente mencionar que, a unos días de terminar su gestión como presidente nacional de ese partido, Luis Felipe Bravo Mena hizo pública la formación de la Red de Maestros en Acción, la cual buscaba aumentar el número de ciudadanos que se adhirieran al proyecto del PAN para las elecciones presidenciales de 2006. La organización contaba con 230 profesores independientes o que, perteneciendo al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), iniciaron el trabajo proselitista en favor del candidato del PAN, Felipe Calderón (Conferencia de prensa de Gerardo Priego, entonces secretario de Vinculación del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, La Jornada, 27/02/05, p. 13). Además, con el fin de atraer simpatizantes en distintas zonas populares de la ciudad de México, la dirigencia panista del Distrito Federal lanzó algunas candidaturas de personas que provenían de agrupaciones sindicales como el SNTE, el Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF), el Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) y el Sindicato Único de Trabajadores de la Secretaría de Pesca (SUTSP). Algunos de estos candidatos contendieron como aspirantes a jefes delegacionales y diputados locales por distritos electorales localizados en Iztapalapa, Venustiano Carranza, Iztacalco y Xochimilco. Para responder a las críticas de sus adversarios políticos por el uso de estrategias clientelares tan criticadas por los panistas a los candidatos del PRI, Carlos Gelista (líder del PAN en el Distrito Federal) hizo la aclaración de que las candidaturas de Carlos Morales Ocaña, secretario de Organización de la Sección 13, rama médica del SUTGDF, y de Roberto Rayón Ríos, representante sindical del SNTE para Iztacalco, no obedecieron a negociaciones con esas organizaciones sindicales, sino a ofrecimientos que de manera particular hizo su partido a la base laboral de esas organizaciones (La Jornada, 2/05/06, p. 54).

28 Entre las primeras se encuentran el Frente Universitario Anticomunista (FUA, fundado en 1955), el Movimiento Unificado de Renovadora orientación (MURO, fundado en 1961), la Asociación Nacional Cívica Femenina (Ancifem), Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), y Guardia Unificadora Ibero Americana (GUIA), estos tres últimos fundados en los años setenta, así como la Comisión Mexicana de Derechos Humanos (CMDH) y la Coordinadora Ciudadana, fundadas en la década de los noventa. Entre las segundas puede mencionarse a la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF), la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y el propio PAN. Para mayores detalles véanse los libros de Alvaro Delgado, op. cit. y Alvaro Delgado, El Ejército de Dios. Nuevas revelaciones sobre la extrema derecha en México (México: Plaza y Janés, 2004), así como la entrevista del mismo autor a Luciano Ruiz Chávez, uno de los integrantes del Yunque, en la revista Proceso, núm. 1480, 13/03/05, p. 10.

29 El funcionamiento de esta última agrupación en los distintos países en los que existe, como en España, depende de Human Life International; además, mantiene nexos con la también ultraconservadora Liga Americana por la Vida, organización de la que además se derivan otros grupos como Stop Planned Parenthood (Detengamos la Planificación Familiar) y ¿Por qué la Vida? Véase Alfonso Torres Robles, op. cit., p. 264.

30 Los nombres de otros miembros de la derecha radical que trabajaron en algunas subsecretarías y direcciones del gobierno federal, aparecen en el libro de Alvaro Delgado, entre otros: "Jorge Ocejo Moreno, ex presidente de la Coparmex, y quien fue coordinador de asesores de Carlos Abascal en la STyPS [...] Raúl Vázquez, secretario particular de Abascal, Francisco Xavier Salazar Sáenz, subsecretario de la misma dependencia, y Fernando Urbiola Ledezma, director general de Presupuesto y Gerardo Mosqueda Martínez, coordinador general de Delegaciones Federales de la STyPS [...] además proliferaron los miembros del Yunque en la Sedesol: Antonio Sánchez Díaz de Rivera, subsecretario de Desarrollo Regional; Gonzalo Robles Valdés, subsecretario también; José de Jesús Castellanos López, quien inició el sexenio como coordinador de Comunicación Social y (luego fue) director general de Servicio Social [...] Véase Álvaro Delgado, op. cit., 2003, pp. 19 y 22-23.

31 La participación de medianos y pequeños empresarios en el PAN ha sido documentada, entre otros, por Ricardo Tirado, "Los empresarios y la política partidaria", Estudios Sociológicos 15 (enero-marzo de 1987). Para el caso de Chihuahua, véase Alberto Aziz Nassif, Chihuahua: historia de una alternativa (México: La Jornada Ediciones/CIESAS, 1994). Respecto al caso de Baja California, véase Tania Hernández Vicencio, De la oposición al poder. El PAN en Baja California, 1986-2000 (Tijuana, B.C: El Colegio de la Frontera Norte, 2001).

32 Es importante comentar que más de una tercera parte de la cohorte prerrevolucionaria surgió del estrato más alto del país, y aunque ha habido una subestimación de la preeminencia política de la clase alta, la tendencia después de la Revolución fue hacia una separación identificable y creciente entre las élites políticas y las élites económicas, con lo que la clase alta tendió a ser desplazada de la escena pública y a prevalecer la clase media como el estrato social fundamental para el reclutamiento de los líderes políticos.

33 A finales de los años setenta Fragoso, Concheiro y Gutiérrez afirmaban que "en una sociedad como la mexicana, donde a excepción de ciertas regiones del país y de ciertos grupos económicos, el capital financiero de origen nacional no tiene un papel preponderante, el capital industrial seguía siendo el portador de los intereses generales de la burguesía, además del centro organizador de la producción; mientras que el capital comercial se queda únicamente en la esfera de la circulación". Véase Juan Manuel Fragoso, Elvira Concheiro y Antonio Gutiérrez, El poder de la gran burguesía (México: Ediciones de Cultura Popular, 1979).

34 No obstante, de acuerdo con el articulista Ricardo Alemán, aunque Vicente Fox ganó las elecciones de julio de 2000 sin el apoyo de los miembros del CMHN, quienes junto con la alta jerarquía católica apostaron por la candidatura del priísta Francisco Labastida, debió pactar con ellos a cambio de recibir apoyos posteriores para su gobierno. En opinión de Alemán, dicho apoyo lo consiguió gracias a la intercesión del llamado Club de Roma, del cual las cabezas visibles son el cardenal Roberto Carrera, arzobispo de México; Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec; Luis Reynoso Cervantes, obispo de Cuernavaca; Emilio Berlié, arzobispo de Yucatán; Javier Lozano Barragán, ex obispo de Zacatecas; Juan Sandoval Íñiguez, cardenal arzobispo de Guadalajara, y Marcial Maciel, líder de los Legionarios de Cristo (El Universal, 10/07/01, p. 10).

35 Un apunte interesante es que cuando Camp hizo un estudio de los patrones del lugar de nacimiento de los líderes políticos por estados, en vez de por regiones, identificó un patrón diferente en el que destacan siete estados como los favorecidos: Campeche, Tabasco y Quintana Roo (Golfo), Colima y Baja California Sur (Occidente), Coahuila y Sonora (Norte). Después le siguen Jalisco, México y Puebla. Nota: la clasificación por regiones es del autor.

36 En opinión de Smith, aunque suele creerse que la Revolución mexicana amplió sustancialmente las tasas de movilidad social hacia arriba, por lo menos en la generalidad de su liderazgo, fue un movimiento burgués que pretendía modernizar y no destruir el sistema capitalista, por lo que el movimiento armado significó una lucha entre dos elementos de la clase media: los de dentro y los de fuera. Ibid., p. 120.

37 Una discusión sobre la posibilidad de hablar de bastiones político-electorales en el marco de amplios procesos de realineamiento del voto y la alternancia política, se encuentra en Tania Hernández Vicencio, "Reflexiones en torno al estudio de la presencia territorial de un partido político", ponencia presentada en el IV Coloquio Interno de Historia Contemporánea, realizado del 31 de enero al 3 de febrero de 2006, en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.

38 En relación con la ruta de los cristeros, véase el mapa que aparece en el libro de Jean Meyer, La cristiada. La guerra de los cristerios, vol. 1 (México: Siglo XXI Editores, 2004).

39 Respecto a los estados que conformaron la fuerza del movimiento sinarquista, puede consultarse el libro de Héctor Hernández García de León, Historia política del sinarquismo, 1934-1944 (México: Miguel Ángel Porrúa/Universidad Iberoamericana, 2004).

40 Para una reflexión sobre el nuevo papel de las regiones en los años ochenta y noventa, véase Carlos Martínez Assad, Los sentimientos de la región (México: INERH/ océano, 2001): 377-396.

41 Un texto que analiza la movilidad entre los distintos ámbitos de acción de la vida política en México es el de Armando Rendón. El estudio es interesante porque incorpora una reflexión especial sobre el Senado, la Cámara de Diputados y la experiencia de los gobernadores; además plantea una discusión paralela sobre la experiencia de los partidos de oposición. Armando Rendón Corona, La renovación de la clase política en México, 1940-1977 (México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1990).

42 El ejemplo opuesto nos lo presenta Armando Rendón cuando afirma que entre los gobernadores (obviamente priístas), no encuentra al político "advenedizo" [...] son todos profesionales de la política, con una larga trayectoria pública, estatal y nacional [...] Ibid.:142.

43 Una diferencia interesante de la élite panista en relación con la élite porfiriana analizada por François-Xavier Guerra, puede verse con la siguiente cita: "Aun cuando nacieran o empezaran su carrera en las provincias, son en realidad gente de la ciudad de México, perteneciente a la élite cultural o a menudo social de la capital" (Guerra, op. cit.: 82).

44 Cuando se dice "líderes que han participado en el partido a nivel local", esto incluye la vida partidaria en el municipio y en el estado, y para reflejarse numéricamente se suman los porcentajes correspondientes a cada uno de estos subniveles. Por otra parte, cuando se dice "líderes que han participado a nivel local y nacional", se trata de la suma de los porcentajes de los líderes que han participado a nivel local (que incluye municipal y estatal) y nacional. Este procedimiento es usado en los cuadros 14, 15 y 16, con el fin de agrupar los casos y tener una idea más clara sobre la experiencia de los líderes en la vida política local y nacional.

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