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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.67 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2005

 

Artículos

 

Pobreza y autoorganización en Santiago de Chile. Un estudio etnográfico en el barrio José María Caro

 

Poverty and self-organization in Santiago de Chile. An ethnographic research in the José María Caro suburb

 

Wigbert Flock *

 

* Doctor en Sociología, Universidad de Münster. Sociólogo y pedagogo social. Temas de especialización: Sociología del Desarrollo; Profesionalización del Trabajo Social; Desarrollo Local; Infancia y Juventud. Dirección: Fachhochschule Münster, Hüfferstr. 27, 48149, Münster, República Federal de Alemania. Teléfono: 0049-251 8365716. Fax: 0049-251 83-65702. Correo electrónico: <flock@fh-muenster.de>.

 

Recibido: 22 de abril de 2003.
Aceptado: 3 de agosto de 2004.

 

Resumen

El presente artículo es una comprimida síntesis de una investigación empírica realizada en el marco de una tesis de doctorado escrita en el Instituto de Sociología de la Universidad de Münster, Alemania (1999-2002). La indagación —cuyo hincapié se hizo en lo cualitativo— se propuso averiguar sobre las potencialidades de autoorganización que hay en la populosa población1 José María Caro, en Santiago de Chile. Se trabajó etnográficamente en el análisis de las condiciones sociales imperantes allí y, en todo momento, se puso en un primer plano el aporte interpretativo de los propios actores locales.

Palabras clave: Etnografía; autoorganización; Chile; pobreza; droga; capital social.

 

Abstract

This article provides a brief summary of an empirical study undertaken as part of a doctoral dissertation written at the Institute of Sociology of the University of Münster, Germany (1999-2002). The research —which emphasizes qualitative aspects— sought to determine the potential for self-organization in the densely populated area of José María Caro in Santiago de Chile. The author carried out an ethnographic analysis of the prevailing social conditions there, while attempting to keep the interpretations of local actors in the foreground at all times.

Keywords: Ethnography; self-organization; Chile; poverty; drugs; social capital.

 

I. INTRODUCCIÓN

En el discurso de las organizaciones financieras internacionales, se califica a Chile como uno de los países latinoamericanos que ha hecho frente con mayor eficacia a los desafíos de la globalización. En efecto, como resultado de la dictadura militar (1973-1990) y de las transformaciones neoliberales impulsadas por ella, ha tenido lugar en Chile una amplia adaptación a la dinámica del mercado capitalista mundial (Martínez y Díaz, 1995; Moulian, 1997). Sólo en pocos países de la comunidad internacional la internalización de las concepciones neoliberales se encuentra en un estadio tan avanzado como en Chile, tanto en el nivel del Estado como en el de la sociedad misma.

Durante largo tiempo la economía chilena anotó altas cifras de crecimiento. La democracia parecía recuperada y las dimensiones comparativas de la pobreza se vieron reducidas. Ello hizo que en ciertos círculos internacionales se acuñara el concepto "modelo chileno". Uno de las rasgos característicos de tal modelo ha sido la instrumentación de una nueva estrategia de desarrollo, conectada directamente con los parámetros neoliberales de la administración de Pinochet en lo económico pero que persigue una cierta "meta ideal" impulsada por la Comisión Económica para América Latina bajo el lema de "crecimiento con igualdad" (CEPAL, 1990). La aspiración estratégica consiste en el forzamiento de una integración en el mercado mundial, proceso que intenta entrelazar lo económico con lo sociopolítico. Tal amalgama busca desatar los positivos efectos sinergéticos de manera acumulativa: modernización tecnológica, profundización de la democracia política y —desde luego— el logro de la justicia social.

Para la población chilena, esos procesos de desarrollo tuvieron lugar en medio de enormes riesgos, derivados de las llamadas "modernizaciones". Así lo corroboran diversos informes de la Organización de Naciones Unidas (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-Chile, 1998; Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-Chile, 2000). Los riesgos a que han sido sometidos especialmente los sectores más desprotegidos de la población serán materia de análisis empírico en el transcurso de la presente investigación.

Santiago, la capital chilena, se muestra como una metrópoli globalizada. En ella se pueden observar con fuerza las tendencias a "desmaterializar" la producción y a abolir las fronteras geográficas, elementos típicos del fenómeno globalizador. La dislocación productiva hacia nuevos y altamente modernos ámbitos del sector de servicios es algo que va acentuando el proceso de fragmentación social. Una parte de la población urbana participa de la dinámica económica, en tanto el resto permanece en zonas atrasadas o se hunde allí. Crece de nuevo la segregación social (Bengoa, 1995; Bengoa, 1996).

Un tema que plantea un desafío científico-social de especial importancia es la amplia desaparición de las organizaciones de base dentro de las poblaciones de Santiago y, en particular, las organizaciones económicas populares. Esta situación —aparentemente paradójica— plantea un problema complejo a las instituciones internacionales, a la administración comunal, y a otras, a la hora de iniciar programas locales de desarrollo. Dicho tipo de dificultades concepcionales aparece no resuelto hasta ahora.

 

II. ÁREA DE INVESTIGACIÓN

El trabajo de campo está referido al sector E de la población José María Caro, ubicada en la parte sur de Santiago. Para llegar hasta el centro de la ciudad se debe recorrer unos ocho kilómetros, alrededor de 25 minutos en autobús. El surgimiento de la José María Caro se remonta a los programas habitacionales de los gobiernos de Jorge Alessandri (1958-1964) y de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). Administrativamente, la población pertenece hoy a la comuna de Lo Espejo, una de las comunas más pobres de la Región Metropolitana. Sólo en el sector E viven unas 10 000 personas en una superficie de 0.320 kilómetros cuadrados, lo cual representa una densidad de población de 30 550 personas por kilómetro cuadrado. Con ello, este sector es uno de los más densos del Gran Santiago.

Diversas estadísticas sociales caracterizan a la comuna de Lo Espejo —vale decir, al sector E— como "muy problemático", especialmente debido a la alta tasa de pobreza (más de 40%), en combinación con un alto desempleo (desempleo abierto: más de 30%), así como con una masiva difusión y consumo de la pasta base de cocaína2 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-Chile, 2000; Fondo de Solidaridad e Inversión Social, 1998; Instituto Nacional de Estadísticas, 1998; Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes, 2001).

La selección del campo de investigación no fue casual. Responde más bien al deseo manifestado por el Fondo de Solidaridad e Inversión Social (FOSIS), el cual financiaba en el sector E la construcción relativamente de alto costo de un Centro Comunitario. El FOSIS estimaba como "sumamente difícil" la situación del sector, resultado de un masivo problema de violencia y consumo de drogas. Si bien el estudio no perseguía una evaluación clásica del proyecto mencionado, el material de datos ofrece, empero, explicaciones especiales acerca de las condiciones estructurales en lo social, útiles para el desarrollo de programas comunitarios.

En términos generales, se puede afirmar que la población José María Caro representa un ámbito social relativamente poco investigado.

 

III. MATERIAS ESTRUCTURALES DE LA INVESTIGACIÓN

En el transcurso del proceso de recuperación democrática en Chile, se ha podido observar una significativa reducción de la pobreza y de la absoluta pobreza (indigencia). Tal desarrollo encuentra su explicación, en primer lugar, en los efectos positivos del modelo de crecimiento. No obstante, dicha tendencia se revirtió alrededor de 1997; desde entonces crece de nuevo la pobreza (Ministerio de Planificación y Cooperación, Mideplan, 1999; Mideplan, 2001). Al mismo tiempo, los conceptos corrientes de "pobreza" entrañan una problemática en la medida en que intentan cuantificar situaciones sociales complejas, reducirlas sólo a aspectos económicos y considerar a la población afectada —en primer lugar— bajo una perspectiva de déficit. Por el contrario, la pobreza puede ser considerada desde otra perspectiva. En efecto, si se aprecia como "actor" a una persona clasificada como "pobre", entonces sus potencialidades y capacidades pasan a primer plano. Se trata, en consecuancia, de efectuar un esfuerzo metodológico que considere la situación de pobreza en su dimensión cultural y de indagar acerca de los recursos potenciales de los actores sociales. En un esfuerzo de índole tal, la atención del estudio se centra en una realidad social determinada, a partir de la cual los afectados emplean capacidades individuales y colectivas para asegurar —bajo condiciones difíciles— sus subsistencias.

Sobre la base de tal perspectiva, encontraron aplicación en el estudio los conceptos de "vulnerabilidad social", "activo" y "estructuras de oportunidades". La vulnerabilidad social se entiende aquí como un fenómeno de diversas dimensiones en el marco de una situación histórica determinada y que se manifiesta como consecuencia de un proceso de transformaciones de grandes dimensiones (impulso modernizador); que está ligado, simultáneamente, a un riesgo y a una relativa desprotección social, y que somete a los afectados a un fuerte desafío de activar recursos ("activos") para impedir que continúe disminuyendo su nivel de vida (Moser, 1996).

En la presente investigación se situaron —como ya se dijo— en primer plano las perspectivas y modelos interpretativos emanados directamente de los actores sociales. Ello permitió detectar, en gran medida, erosiones específicas en el llamado "capital social" de la población y de dar respuesta a la pregunta de por qué los actores no pueden o no están en condiciones de aplicar de manera efectiva sus recursos potenciales; o bien, por qué no pueden acumular "activos". De gran importancia para la penetración empírica de la estructura social del campo de la investigación fue la consideración del contexto social y de las estructuras de oportunidades derivadas del mismo. Por tal motivo, se indagó sobre mecanismos de mercado, el papel desempeñado por el aparato estatal o las estructuras comunales en el Chile actual. Sólo una vez cumplidos tales requisitos interpretativos fue posible la comprensión del quehacer de los actores sociales y formular la pregunta acerca de la producción de situaciones de pobreza (Katzman, 1999).

Sobre la base de las reflexiones metodológicas anteriores, así como de múltiples contactos en terreno y de amplia recolección de materiales (informes sociales, datos de planificación comunal y del Mideplan), pudo precisarse la materia cardinal de la investigación.

¿Cómo experimenta la población local su propia situación social?

¿Percibe situaciones especialmente difíciles?

¿Asocia ella tales situaciones, por ejemplo, con los impulsos modernizadores de nuevo tipo?

¿Qué recursos emplean los actores sociales para tratar de superar o dominar la existencia diaria?

¿Qué concepciones de desarrollo imperan en ello? ¿En qué medida tienen lugar estrategias de desarrollo en el nivel individual, o dentro de la familia o de otras redes sociales?

¿Hay maneras de organización que se sustenten colectivamente?

¿Qué tipo de estrategias de desarrollo tienen lugar dentro de ellas? ¿Cómo son los actores sociales?

¿A quién se dirigen los actores cuando intentan imponer sus intereses?

¿Qué discursos hay acerca del ámbito social en los niveles locales, nacionales o incluso globales?

¿De qué manera se perciben los programas y proyectos del FOSIS, en especial la construcción del centro comunitario?

 

IV. METODOLOGÍA

La presente investigación en una comuna metropolitana se adhiere metodológicamente a la perspectiva de una antropología cultural moderna, como la desarrollada por Norbert Elias (1989; Elias, 1991) y Pierre Bourdieu (1968; Bourdieu, 1988). En este contexto, entendemos "cultura" como un complejo de significados e ideas transmitidas históricamente de manera simbólica, las cuales posibilitan a los sujetos comunicar mutuamente sus conocimientos sobre la vida y su posición frente al mundo, a la vez que conservan y siguen desarrollando dichos conocimientos. Por medio de este proceso cultural, las experiencias del individuo adquieren historicidad (León y Zemelman, 1997).

Desde la perspectiva de los sociólogos que trabajan etnográficamente, estas experiencias transmitidas abren —en el sentido de la "descripción densa" (Geertz, 1989a; Geertz, 1989b)— una posibilidad de comprensión más profunda de "cultura". Mientras se destaquen las complejas estructuras conceptuales, a menudo superpuestas y enlazadas entre sí, se abre un camino al mundo social del sujeto investigado (Morin, 1990).

Planteamos entonces la pregunta central sobre el potencial de auto-organización de los actores sociales. La teoría de la autoorganización social, como un paradigma científico relativamente nuevo (Zemelman, 1989; Zemelman, 1992a; Zemelman, 1992b), ofrece la posibilidad de comprender los desarrollos sociales de manera dialéctica; eso quiere decir no determinista: los sujetos aparecen envueltos en situaciones sociales, pero son a la vez portadores de la transformación social (Zemelman, 1998). Por consiguiente, la presente investigación se puede adjuntar a la sociología interpretativa, con lo cual ésta se delimitaría respecto de teorías de autoorganización acentuadamente constructivistas. Se mostrará, en el ejemplo de la población José María Caro, que las personas construyen todavía su propia historia, aunque también bajo condiciones que prevalecen y en las que viven muy difícilmente.

En consecuencia, la recopilación de datos se efectuó mediante instrumentos cualitativos: observaciones de campo y entrevistas. A ello se sumó un amplio procesamiento de datos, cuya finalidad fue su sistematización con el objetivo de situarlos en un marco interpretativo y conceptual válidos (Bourdieu, 1998; Kromrey, 1998; Strauss, 1987).

 

A. Recopilación de datos

Durante una estadía de cuatro semanas en la población José María Caro (septiembre de 1999), surgieron 45 actas de observaciones en terreno, así como 50 páginas de notas en forma de diario de vida. El instrumental de observaciones fue realmente estructurado durante el transcurso de los contactos en terreno. La complejidad de las situaciones y acciones observadas pareció ser demasiado grande para un estrecho plan de investigación. Esa decisión metodológica correspondía al objetivo central del trabajo en el sentido de no examinar hipótesis aisladas sino descubrir y poner de relieve las coherencias estructurales. Para la comprensión del mundo cotidiano, resultó muy útil vivir en el seno de una familia en el terreno de investigación.3

Las observaciones en terreno fueron combinadas con informaciones surgidas de 15 entrevistas de profundidad. Estas últimas, con una duración de entre 60 a 100 minutos (en total: 806 minutos de material grabado), tuvieron lugar de manera semiestructurada: por una parte, siguieron el tema central de la investigación; por otra, admitieron temáticas propias propuestas por los entrevistados.

En el marco de las entrevistas, pudieron expresarse 18 habitantes de la población. La mitad de ellos ejercía alguna función activa en organizaciones sociales del sector;4 dos eran miembros de alguna organización pero no ejercían función específica. Los demás entrevistados no mantenían contacto activo alguno con organizaciones locales. Adicionalmente, se llevó a cabo una entrevista especial con un funcionario de nivel directivo de la autoridad de la comuna.

Independientemente de la pertenencia o no pertenencia a alguna organización, cada uno de los entrevistados representaba a un grupo de personas o tenía determinadas características (edad, sexo, situación habitacional, y otros) que permitían relacionarlo con determinada expectativa de la entrevista: tema drogas, criminalidad, estrategias de subsistencia, importancia de las redes sociales, situación de los niños y jóvenes, endeudamiento de los hogares, a modo de ejemplo. Se aseguró a los entrevistados absoluto anonimato. Tanto sus nombres como detalles que pudieran dar pistas sobre sus identidades fueron cambiados en el transcurso del procesamiento de datos. Las entrevistas tuvieron lugar mayoritariamente en el ámbito del hogar; en algunos casos, en locales de reunión de la organización.

 

B. Procesamiento y evaluación de los datos

Al término de la recopilación se procedió a hacer una evaluación teórica del material. Todas las entrevistas grabadas fueron transcritas. De ese modo surgieron alrededor de 250 páginas. Sobre tal base de material de textos se efectuó la construcción de un sistema categorial (con el método del análisis de contenido). Las categorías fueron examinadas varias veces sobre el telón de fondo de problemas relativos a confiabilidad y representatividad. El sistema categorial aquí enunciado abrió el camino a la completa codificación del material de entrevistas.5

 

1. Sistema categorial

a) Primera categoría principal: vulnerabilidad social

Criterio: Por vulnerabilidad se entiende la inseguridad social de individuos u hogares respecto de un medio ambiente en estado de cambio permanente. La vulnerabilidad se manifiesta, sobre todo, en el hecho de que las personas viven sin seguridad social estable y duradera, y se ven sometidas a una situación de shock en momentos críticos repentinos.

(1) Categorías subordenadas

1-1 pobreza (bajos ingresos).

1-2 exclusión

1-3 delincuencia.

1-4 drogas y alcohol.

1-5 salud.

1-6 represión.

1-7 la casa.

1-8 el ambiente (el barrio).

1-9 golpes del destino.

1-10 otras formas de vulnerabilidad (categoría residual).

b) Segunda categoría principal: activos

Criterio: Por activos se entiende todas las formas de recursos de que dispone una persona, una familia o un grupo social, para reaccionar frente a una amenaza o a una situación de crisis. Las personas que disponen de un activo son menos afectadas por la vulnerabilidad: el activo les ofrece una relativa protección.

(1) Categorías subordenadas

2-1 fuerza de trabajo.

2-2 economía del hogar.

2-3 familia.

2-4 redes sociales.

2-5 educación/formación.

2-6 acción colectiva-dentro de un contexto institucional.

2-7 acción colectiva-fuera de un contexto institucional.

2-8 tradiciones políticas (memoria).

2-9 identificación con el barrio.

2-10 autocaracterización social.

2-11 tiempo libre, recreación.

2-12 religiosidad.

2- 13 otros activos (categoría residual).

c) Tercera categoría principal: sistemas de referencia institucionales

Criterio: La transformación estructural de la sociedad chilena ha conducido a que la cuestión social se manifieste en el presente de manera diferente de como lo hacía en épocas en que el aparato estatal (relativamente fuerte y moderno) quería asumir una función integradora en lo social, al tiempo que experimentaba los desafíos de los movimientos sociales en diversos ciclos políticos. ¿A qué instituciones se dirigen hoy los pobres cuando intentan realizar sus intereses sociales?

(1) Categorías subordenadas

3- 1 estado.

3-2 municipio.

3-3 partidos.

3-4 medios de comunicación.

3-5 iglesias.

3-6 otras referencias institucionales (categoría residual).

d) Cuarta categoría principal: gender.

Criterio: El concepto de gender significa "género" en el sentido del papel que es asignado a hombres y a mujeres en una sociedad y en una época determinadas. A diferencia de los programas de promoción de la mujer en el pasado, la apuesta del gender (Lamas, 1996) parte de la base de que —para alcanzar una igualdad de derechos para la mujer— resulta más efectivo no sólo concentrarse en el cambio de la situación de la mujer, sino hacerlo en las transformaciones de los géneros entre sí.

(1) Categoría subordenada

4 Gender

e) Quinta categoría principal: FOSIS

Criterio: En casi todos los países latinoamericanos se han fundado Fondos Sociales para hacer frente a los efectos más agudos que tuvieron los años ochenta (crisis del endeudamiento, programas de ajuste estructural). El Fondo Social chileno, FOSIS, inició sus actividades en 1990 bajo el auspicio del Ministerio de Planificación y Cooperación (Mideplan). Desde entonces, centró la atención en sus esfuerzos por apoyar a los grupos sociales más pobres mediante créditos y asesorías para las microempresas o el financiamiento de proyectos comunitarios. Estos últimos son, por regla general, ejecutados por la autoridad administrativa comunal. En el terreno de la presente investigación, FOSIS había apoyado ya algunos proyectos. Durante la fase de realización de las entrevistas (septiembre de 1999), estaba a punto de terminarse la construcción de un nuevo centro comunitario.

(1) Categorías subordenadas

5-1 proyectos FOSIS (en general).

5-2 proyecto FOSIS (centro comunitario).

Como resultado de la codificación, surgieron unidades de textos que ofrecían una base analítica de interpretación. Las actas de observación, igualmente codificadas, así como las notas de terreno, fueron combinadas con deducciones teóricas.

 

V. RESULTADOS

De manera extractada se pueden mostrar aquí los resultados centrales de la investigación.

Primero: En el campo de investigación ha tenido lugar un decaimiento de los espacios públicos; ello se explica de modo determinante por la criminalidad cada vez mayor vinculada con la pasta base.

Los habitantes de la José María Caro perciben la infraestructura comunitaria como algo absolutamente insuficiente, 40 años después de su fundación. En el sector E, sólo más o menos la mitad de las casas han sido construidas con material sólido. Los habitantes padecen bajo la densidad poblacional, o bien padecen la sobreocupación de las casas. En la actualidad se aprecia, de nuevo, el problema de los "allegados".6 Aparte de ello, se incrementa el abandono de los espacios públicos del barrio: calles, plazas, recintos deportivos, pierden su función comunitaria. El material de datos confirma la tendencia de que ha empezado el retiro de las personas hacia sus esferas privadas y de que la explicación de tal fenómeno se encuentra en la amenazante criminalidad con fines de conseguir medios para el consumo de drogas.7

Y lo que ha entrado ahora es la drogadicción. La pasta base. Se vende aquí en la esquina. Hay una familia que. . . Vive de eso. Esa gente pasa preso, sale de la cárcel, vuelve a lo mismo. Y la policía sabe: es muy corrupta. . . El año pasado vinieron aquí y encontraron algunas personas con bolsas de pasta base. Bueno, mi casa la tenemos con ladrillo y con vidrios arriba para que no pase la gente. (Don Leando, 64 años, casado; tiene cuatro hijos y ocho nietos. Está jubilado. Es vocero de una Junta de Vecinos.)

Pasta base es la droga de los pobres. Su difusión en las poblaciones empezó a acentuarse después del término de la dictadura militar. En el transcurso de esta investigación parece comprobarse que ha reemplazado al alcohol como droga número uno. La población juvenil masculina representa el porcentaje más alto entre los consumidores de la pasta base. Es preciso esclarecer aquí que el consumo de pasta base, a pesar de su alto efecto tóxico, no conduce obligatoriamente a la dependencia. Sin embargo, sólo muy pocas personas pueden controlar su consumo de manera duradera. El consumo de pasta base como dependencia tiene efectos primordialmente psicosociales; los drogadictos son vistos como no confiables; asaltan y roban, incluso en la propia familia, y en el vecindario.

A pesar de lo mencionado en el párrafo anterior, hay indicios que dan cuenta de ciertas formas de sociabilidad que se han mantenido entre los consumidores de la pasta base: por una parte, dentro de los grupos de los consumidores privan ciertos códigos sociales; por otra, los consumidores no son aislados completamente de sus vecinos. A este respecto se puede comprobar que cuanto más alejados del vecindario en su consumo de drogas, mayor es el rechazo que experimentan los consumidores en su medio social. En el seno de la población, las emociones fundamentales que imperan son el miedo y la perplejidad. Se puede afirmar que la droga ha asumido paulatinamente el control sobre el barrio y ha envenenado el capital social de la misma: la confianza, la vecindad, la capacidad de asociación. Algunas calles y plazas del sector son evitadas, consecuentemente, por los habitantes durante la oscuridad. Más allá de sus unidades habitacionales propias, las personas se sienten en un estado de latente amenaza. Resulta sintomática la construcción de altas rejas metálicas destinadas a proteger las casas. Tales medidas de autoseguridad aparecen ante los ojos de los pobladores como necesarias, ya que la policía prácticamente no muestra presencia alguna en el barrio, ya sea por temor o porque participa de los beneficios del narcotráfico.

En tal sentido, algunos miembros de la comunidad interpretan dicha situación como una nueva manera de ejercer la represión. Sólo muy pocos, los de mayor coraje, no capitulan frente al problema: se trata, sobre todo, de las mujeres, las cuales no dan su brazo a torcer y se empeñan en librar la lucha contra la expansión de la droga. El bloqueo de pasajes completos de la población, así como la instalación de puestos de vigilancia —como en el sector C, donde se instaló en los años sesenta a miembros de la Policía y de las Fuerzas Armadas—, constituyen hasta ahora una excepción. En contraposición, al menos en algunos pasajes del sector E, se han mantenido algunas formas de coordinación vecinal aceptables o se han fundado otras nuevas. En tales casos se activan ciertos mecanismos de control social, en el sentido de que los habitantes del sector conocen a los consumidores de pasta base y tratan de ligarlos a ciertas reglas de convivencia. Entre las reglas que hasta ahora no han sido completamente destruidas se encuentran las exigencias a los consumidores de respetar a sus vecinos y de no permitir la entrada de extraños a sus pasajes. En correspondencia con ello, el narcotráfico y la criminalidad con fines de obtener la droga no tiene lugar en los pasajes, sino en las calles principales.

Hasta el momento no hay posibilidades efectivas de brindar terapia a los afectados. No obstante, el trabajo del Centro de Rehabilitados Alcohólicos y Drogadictos San Pedro Pescador, ofrece interesantes resultados, los que deberían ser documentados en el marco de alguna otra investigación. De tales resultados se pueden derivar amplios conocimientos para ejecutar programas de prevención y tratamiento de la drogadicción.

Segundo: Las mujeres valoran el espacio local con mayor hincapié que los hombres.

Las mujeres ejercen importantes funciones sociales en el ámbito que fue objeto de esta investigación, tanto en lo que se refiere al trabajo reproductivo dentro del sistema familiar, como en el amplio contexto de la vida poblacional. Ellas tejen las redes vecinales y están representadas de modo sobreproporcional en las organizaciones locales. La indagación, sin embargo, también señala tendencias contrarias. Por una parte, perciben indicios claros de que las mujeres se inclinan a un repliegue desde los lugares públicos del barrio en una medida cada vez más intensa, tendencia que parece explicarse por las amenazantes vivencias derivadas de la criminalidad del narcotráfico. Apenas empieza a caer la noche, las mujeres se ven mucho más limitadas en su movilidad que los hombres.

En el Centro de Madres conversamos de todo: arreglamos el mundo, hablamos de los hijos porque. . . No le voy a decir nada nuevo: aquí en la población también existe mucha droga. Hay una señora que tiene un nieto metido en eso. Donde usted vaya, hay droga. En todas partes. Entonces lo mejor es tratar de solucionarlo en el entorno nuestro. Somos las mujeres las que pasamos más en casa, entonces nosotras tenemos que preocuparnos de eso. El hombre que trabaja sale en la mañana y vuelve de noche. (Graciela, 53 años, casada; tiene dos hijos. Es ama de casa y participa en un Centro de Madres.)

En el momento de efectuarse esta investigación, un alto porcentaje de la población masculina se encontraba sin empleo; dicha situación, en general, supone una mayor ligazón al ámbito regional del hogar. Este hecho no puede perderse de vista, ya que exige una cierta modificación respecto del ordenamiento tradicional en la relación hombre-mujer (ordenamiento introducido por el antiguo modelo fordista). Hoy, las mujeres se ven cada vez más obligadas a aceptar relaciones precarias de trabajo más allá de los límites de la comuna; es decir: a pasar la mayor parte del día fuera de sus hogares. De manera simultánea —no obstante lo anterior—, las mujeres mantienen la imagen del hombre como sostén de la familia (Valdés y Benavente, 1999).

En el contexto del análisis sobre la manera como asumen los actores la realidad social, llama la atención que las mujeres, en parte con mucho optimismo, formulan su compromiso de aceptar la lucha contra la droga, en tanto una serie de actores masculinos hace hincapié —en primer lugar— en el fracaso de la política institucional. Los hombres relacionan el problema de la droga, sobre todo, con intereses de dominación de carácter estatal. En la óptica masculina, el control estatal sobre el barrio ya no se ejerce por medios directos de represión militar o policial, sino —en gran medida— mediante el conformismo del Estado democrático y sus instituciones con la expansión de la pasta base y sus correspondientes efectos en el proceso de abandono que sufren las poblaciones. En efecto, se pudo comprobar en el campo investigado una relación directa entre el inicio del proceso de democratización en 1990 y la expansión del consumo y tráfico de la pasta base.

La represión no es la misma que antes, pero todavía existe. La droga. Hoy los traficantes tienen sus arreglos con la policía. El aparato represivo cambió de colores pero sigue reprimiendo. Nosotros aquí en la Caro nos morimos con la pasta base. . . Y la policía no hace nada. (Pablo, 40 años, casado; tiene dos hijos. Es comerciante.)

En concordancia con lo expuesto en el párrafo anterior, hemos de señalar además que se ha erosionado el ámbito de actividades de la política comunal en el transcurso de las transformaciones neoliberales, al tiempo que ha habido una pérdida general de la importancia de los partidos políticos, tradicionalmente dominados por actores masculinos. Tales vacíos no han sido cubiertos hasta ahora por algún otro modelo corporativo. Respecto de estos fenómenos, sólo se trata aquí de tendencias empíricas que llaman la atención; faltan, sin embargo, investigaciones completas que den cuenta precisa sobre los aspectos relativos al código que norma las funciones de los actores (hombres y mujeres) en los sectores populares chilenos.

Tercero: El término del modelo chileno de crecimiento y su consecuencia inmediata, la crisis ocupacional, retrotrae a la población comunal a una reforzada dependencia de los programas laborales públicos.

La llamada "crisis asiática" aceleró en Chile desde 1997 la dramática situación que privaba en el mercado de trabajo, lo cual elevó significativamente los niveles de pobreza en los sectores populares. En el campo investigado, los más afectados son los adultos mayores, las familias numerosas y las madres solteras. Resulta llamativa la comprobación del endeudamiento de muchos hogares, la mayoría de los cuales tuvieron acceso relativamente fácil a créditos de consumo al iniciarse el proceso de democratización. Actualmente, tales familias deben ser consideradas como prisioneras en el círculo del endeudamiento.

Yo trabajé ocho años en la venta de créditos, aquí en la comuna. Te digo, mis clientes me daban pena a veces. Ganaban 80 000 pesos por mes y pedían 100 000, porque lo necesitaban urgentemente. Eso significa una cuota mensual de 20 000. Imagínate: ¿cómo van a vivir con 60 000? Estaban muy abajo, pero necesitaban algún crédito para pagar una cuenta, o incluso para pagar otro crédito. Difícil, el trabado fue muy difícil. (Carmen, 48 años, casada; tiene cinco hijos. Es secretaria; actualmente se halla desocupada.)

En el intento por superar situaciones de crisis económicas, tiene destacada importancia el empleo de mano de obra. Frente a las insuficientes posibilidades de encontrar empleo en el mercado de trabajo regular, los habitantes de la José María Caro tratan de intensificar la búsqueda mediante posibilidades informales. Éstas se ofrecen, en especial, en los mercados locales. Por otra parte, y como respuesta a la crítica situación, las familias amplían el radio de responsabilidad de sus miembros para tratar de asegurar el ingreso. Tanto los niños como los ancianos deben asumir aquí funciones laborales, en la medida de su existencia. Tales estrategias, sin embargo, en ningún caso pueden ser vistas como nuevas; durante generaciones han sido practicadas en los sectores populares chilenos.

Me siento sana, me siento ágil para trabajar. Ahora hay otro plan más por la municipalidad. 90 000 pesos y tanto, creo que pagan en la municipalidad ahora. Y haciendo lo mismo que hacían en el POJH8 cuando trabajamos por una miseria pintando salas, haciendo el aseo. Ahora de nuevo, empezó de nuevo. (Olivia, 71 años. Se encuentra separada; tiene siete hijos y 15 nietos. Está jubilada.)

Llama poderosamente la atención el hecho de que la población activa se halla cada vez más en una situación de dependencia respecto de los programas comunales de empleo mínimo. Si bien tales proyectos fueron iniciados durante la dictadura militar, en la actualidad han sido drásticamente reducidos. Y ello tanto en sus dimensiones cuantitativas como en lo relativo a su duración (a lo sumo tres meses). No representan ni un derecho jurídico ni hay transparencia en el otorgamiento de las pocas plazas de trabajo. Las personas que buscan un empleo se ven obligadas a presentarse ante la autoridad comunal prácticamente como pordioseros. Quizá por ello no sorprende especialmente comprobar que algunos pobladores perciben los programas de empleo estatales como un instrumento de represión. Respecto de este modelo de interpretación no se advierten diferencias entre hombres y mujeres.

Cuarto: Se aprecian cambios en la economía de los hogares.

No hay trabajo y están subiendo los precios de nuevo. Pienso que va a subir la micro de nuevo. Y yo antes por 15 000 pesos podía traer cualquier cosa. A ver: 5 kilo' de azúcar, dos litros de aceite, fideos, arroz. Ahora no porque todo sube. Cuando puedo, compro leche a los niños porque tienen que tomar leche, y hay meses en que no. Yo trabajo dos veces a la semana: recibo 8 000 pesos cada día. Yo con esos 8 000 pesos tengo que comprar el pan para todos los días. Y tengo que dejar una caja chica porque si tengo que llevar mis hijos al médico. Y cuando mi esposo recibe dinero, compro mercadería; compro por dos semanas. Nosotros no podemos darnos ningún lujo más. (Sara, 37 años. Está casada y tiene dos hijos. Trabaja como lavandera. Es presidenta de una Junta de Vecinos.)

Junto a la intensificación y ampliación de mano de obra para hacer frente a la crisis económica, se aprecian en algunas familias cambios significativos en el empleo que se hace de los pocos medios disponibles, especialmente del dinero. Se observa una planificación más racional y drástica. Tradicionalmente, la cultura en los hogares populares chilenos urbanos está marcada por una compra espontánea de las mercancías diarias en los pequeños supermercados ("almacenes") del barrio. Hoy, las compras se van realizando en los grandes supermercados, fuera del barrio, lo cual acarrea una serie de efectos secundarios sociales: por un lado, disminuye el contacto con el almacén y éste —a su vez— pierde su significado como espacio de contacto entre las personas del sector; por otro lado, la tendencia a acumular ciertas reservas de productos —en el caso de las familias que planifican— produce un cierto distanciamiento de éstas respecto de las que no están en condiciones de hacerlo. A pesar de todo ello, todavía se mantiene un fuerte código que dicta las normas solidarias de compartir lo poco (Martínez y Palacios, 1996).

Quinto: La educación es una esperanza de un futuro mejor, a pesar de que se reconocen claramente los mecanismos de selección y exclusión del sistema educativo.

Los jóvenes que más estudian para sacar una profesión, no encuentran pega [trabajo], no hay pega para esto ni para esto otro. Lo que se estudió, nunca lo ejercen: no les sirve. Entonces, ¿para qué estudiar y sacar un título? Se dice que computación es como el trabajo del futuro. Así que todos están metidos en la computación. Y en cada año ¡cuántos jóvenes salen con el título! Pocos trabajan en lo que estudiaron. (Javier, 41 años. Es carpintero; actualmente está desocupado. Es casado y tiene diez hijos.)

Si se analiza la planificación estratégica para hacer uso de las oportunidades de ascenso social, resulta llamativo que los pobladores confieren una gran importancia al factor educación. Obtener diplomas formales en lo educativo es visto como un recurso fundamental para la superación de exclusiones sociales o como condición para lograr una mayor movilidad social. La generación adulta invierte grandes esfuerzos para proporcionar a sus hijos la mejor formación posible. De especial interés resulta aquí subrayar la fuerza y compromiso que ejercen las madres para posibilitar a sus hijas las mejores perspectivas posibles. Los habitantes de la José María Caro están igualmente conscientes de que la calidad de las ofertas educacionales en el sector están muy por debajo de lo que ofrece el sistema educacional privado y que, en consecuencia, la competitividad en la lucha por un puesto de trabajo se muestra fuertemente reducida (estructuralmente). Una formación profesional en centros de estudios superiores o universidades aparece ante los ojos de las familias de la población como algo inalcanzable. Aquí se expresa una manifiesta desilusión en los sectores populares en lo referente a las relaciones de desigualdad —de carácter estructural—, que no han sido resueltas dentro de la nueva democracia.

Sexto: Las relaciones sociales de la población local se limitan cada vez más al ámbito familiar y vecinal.

Los habitantes de la José María Caro, en especial de la generación fundadora y de la segunda, muestran un alto grado de identificación con su barrio. Ellos mismos —y como manera de diferenciarse respecto de otros grupos sociales— se definen como pobladores y como "pobres". Una relación emocional positiva hacia su población puede ser vista como un recurso social importante en el sentido de potenciar el surgimiento de estructuras de acción colectivas, aun cuando miembros de la generación joven expresaron con mayor frecuencia que los mayores la intención de abandonar el barrio en la búsqueda de "mejores" condiciones de vida.

La ligazón al ámbito social donde se vive está determinada de modo decisivo por la pertenencia a estructuras familiares y vecinales. El rol que desempeña el sistema familiar —entendido como una estructura en torno a la que convergen varios núcleos— aparece como algo complejo. El material recolectado arroja indicios respecto de cambios en las formas de vida y otros mecanismos familiares. Sin embargo, en la práctica se observan las más variadas maneras de ayuda intrafamiliar, en especial en el cuidado de los niños por parte de los miembros femeninos. La organización familiar se puede caracterizar como claramente matrifocal. Respecto de la construcción de redes extrafamiliares, se puede afirmar que las relaciones sociales se reducen —en lo fundamental— a contactos en el plano de la vecindad inmediata; las relaciones con personas de otros sectores de la comuna, así como de otros barrios, se muestran débilmente desarrolladas (Espinoza, 1999).

Mi hija pinta. Si no hubiera mirado estos cuadros en esa exposición nunca se habría interesado en eso. Y tocó una pelota de basquetbol, y ahora juega basquetbol. Porque vio una pelota de basquetbol. ¿Pero los niños que no ven? Aquí hay niños que no ven nada. (Ernesto, 50 años. Está casado y tiene seis hijos. Trabaja como cuidacoches en el centro de Santiago. Dirige un club de fútbol para niños.)

Séptimo: La orientación neoliberal del Estado (en el transcurso de la aplicación de sus medidas político-administrativas y de descentralización), ha dificultado el surgimiento de actores locales, en lugar de estimularlo.

En las décadas pasadas, los sectores populares dirigían sus exigencias sociales, en primer lugar, al Estado y sus instituciones; sobre esa base debe ser entendida la urbanización de la José María Caro (Comité Interdisciplinario de Desarrollo Urbano, 1967; Garcés, 2002). Esta situación se muestra diferente en la actualidad: el material de datos comprueba que la población —si bien identifica una responsabilidad central del Estado— le desconoce a éste, sin embargo, la competencia práctica para resolver problemas locales. Más aún: la población percibe al gobierno nacional —en el momento de efectuarse las entrevistas, gobernaba Eduardo Frei R. (1994-2000)— como interesado en focalizar su política en campos económicos externos y no en resolver problemas sociales de carácter interno.

En la posición del Estado —como socio y como contraparte en la negociación de conflictos estructurales, problemas laborales, sociales y de educación— se encuentra ahora la autoridad comunal. Se trata de una consecuencia directa del proceso de descentralización de los años ochenta. Los municipios argumentan que sus posibilidades financieras, de personal y de acción son limitadas. Los habitantes perciben el aparato administrativo municipal como algo burocrático e ineficiente. Sobre todo, se sienten excluidos del proceso de toma de decisiones en la política comunal.

Con el alumbrado en nuestro sector a principio no lográbamos nada en el municipio. Eso es política. Aunque otra persona no quiere reconocerlo, es verdad. Las puertas se van abriendo si tienes contactos, porque así es la política en Chile. Pero si vas sin contactos, estos señores ahí en el municipio te dicen: "Vuelva mañana, señora. Déjeme su teléfono. Le voy a llamar. Ahora no tenemos nada concreto, porque tiene que haber una reunión primero. Cuando tenemos una respuesta nos comunicamos con Usted". Te digo: es muy difícil sin contactos. No, no pasa nada. (Julia, 40 años. Está casada y tiene cuatro hijos. Es empleada en una empresa de seguridad y participa en una Junta de Vecinos.)

En el contexto sobre la pregunta del surgimiento de actores locales, aparece aquí un conflicto estructural: las Juntas de Vecinos, los Centros de Madres, los Centros de Padres u otras organizaciones que actúan en cierta proximidad a las instituciones oficiales del nivel comunal, se sienten estrechamente ligadas a éstas y al marco jurídico correspondiente; por otro lado, los grupos o proyectos que se desarrollan alejados de las esferas oficiales, padecen los efectos de una exclusión casi absoluta a la hora de recurrir a ayudas concretas por parte del municipio. Ello vale tanto para iniciativas como para grupos de acción autónomos: no son reconocidos ni por el Estado ni por las comunas, y tampoco reciben algún tipo de apoyo. Ni siquiera encuentran contacto con redes sociales, como las ONG.

Las organizaciones próximas a las instancias oficiales y las alejadas tienen un elemento en común: ambas generan actores sociales muy comprometidos en lo social pero —por los motivos antes anotados— a menudo se ven impedidos en sus intentos por intensificar sus actividades, lo cual dificulta una participación más amplia de los pobladores (Sepúlveda y Anabalón, 1995). Sobre ese telón de fondo se clarifica la función dispositiva de la fórmula teórico-democrática: "Participación ciudadana y desarrollo social".

Lo anterior se corresponde con la comprobación de que, en el seno del grupo social investigado, reina un clima de escepticismo frente a los partidos políticos. La valoración que se hace de ellos está orientada, fundamentalmente, a razones prácticas y, de manera secundaria, a consideraciones de orden ideológico. La oposición de izquierda (Partido Comunista de Chile y Partido Humanista) está excluida como consecuencia del sistema electoral binominal; no sólo en el plano nacional, sino también en el de las instituciones de la política comunal. De este modo, prácticamente carece de toda posibilidad de hacer valer su capacidad de resolver problemas en el nivel local. Si bien ha ganado en influencias el discurso populista de derecha en el sector investigado (Unión Democrática Independiente, vale decir, la Alianza por Chile), en la población José María Caro se sigue votando mayoritariamente y de modo sobreproporcional a los partidos democráticos. Sin embargo, sobre la base del material de datos, no resulta posible un pronóstico respecto de las perspectivas futuras.

En la misma medida que decae la percepción positiva que se hace sobre las instituciones políticas en el grupo social investigado, crece la importancia de los medios de comunicación. Aun cuando este hecho no fue objeto de una indagación más amplia, algunos ejemplos ofrecen de manera impresionante cómo se visualiza a los medios de comunicación como canales efectivos para hacer públicas las exigencias sociales y, por esa vía, resaltarlas frente a quienes toman las decisiones políticas. También en este tipo de actividades los pobladores optan por un camino pragmático, en el sentido de que no conceden importancia a la orientación ideológica que pueda tener el medio informativo por el cual encauzan sus exigencias.

Octavo: Las organizaciones sociales se limitan a temas locales; se ha cortado el intercambio comunicativo con otros grupos sociales.

Las organizaciones sociales investigadas no tienen conexión alguna con los pocos medios informativos autónomos que sobrevivieron después de 1990, aparte —claro está— del uso que hacen de ellos cuando es necesario y posible. Tampoco hay canales de comunicación propios, tales como radios locales o periódicos de barrio. En este sentido, se siente el efecto de la disminución de su presencia de las organizaciones sindicales o de las ONG (tanto nacionales como internacionales) en los sectores populares chilenos. Tampoco la Iglesia católica hace su aporte —como lo hizo durante la dictadura militar— para asegurar que los temas propios de los pobladores sean transportados al conjunto de la sociedad. Las comunidades evangélicas/pente-costales —cuyo crecimiento no sólo se observa en el sector investigado— no han mostrado hasta ahora ninguna orientación respectiva.

La pérdida de las relaciones orgánicas con otros sectores permite afirmar que se ha limitado de manera estructural el proceso de formación de una identidad propia de los pobladores. En la actualidad no hay ya comunidades discursivas que puedan ofrecer un marco adecuado para tematizar procesos sociales: la manera como son experimentados en el nivel local. No resulta posible actualmente una inserción de tales procesos en un contexto superior, de nivel nacional y global. Este modo especial de exclusión impide —en lo medular— que los actores en el sector investigado interpreten su experiencia histórica convencidos de su propio valor: por cierto, describen con mucha vivacidad sus recuerdos de la represión y de sus propias luchas para terminar con la dictadura militar. Los recuerdos, sin embargo, no logran una historicidad penetrante, en el sentido de ser capaces de desempeñar un papel de importancia en los modelos interpretativos imperantes sobre esa época, tanto en lo político como en el discurso científico-social. Precisamente, esa dimensión del "capital social" debe ser vista como erosionada (SUR, 1998; Salazar, 1998; Salazar, 2001).

Pero con este presidente, cuando empezó a viajar, entonces dejó a Chile muy bonito en el extranjero. Primero llegó una carta de Holanda [desde una agencia de cooperación] dándole la gracia al policlínico. Y dijo la carta: "¡Qué bueno que ya han salido de la pobreza y que Chile sea un país en desarrollo! Así por lo tanto ya no necesitan ayuda, amigos míos" [ríe]. Ya somos dentro de los yaguares; así estamos definidos en Europa. (José, 40 años. Es comerciante y coordinador de un grupo de rehabilitados de alcohol y de drogas.)

El trabajo de la memoria colectiva y la búsqueda de salidas políticas a la actual situación social es algo que se limita a un análisis discursivo dentro del barrio. Mientras en la mayor parte de las organizaciones locales funciona la fórmula pragmática de no hablar de "política" (empleada como sinónimo de "política partidista"), que sólo conduce a conflictos y amenaza la continuidad del grupo, se han mantenido formas de comunicación confiables dentro de las relaciones vecinales. Aquí se tematizan a menudo materias políticas de manera abierta. Sobre la base de tales observaciones, es posible afirmar que en la vida cotidiana de la José María Caro residen importantes recursos para el despliegue del potencial de autoorganización.

Sobre todo, el método de observación no estandarizado permitió, además, identificar una serie de iniciativas (no necesariamente coordinadas), sobre temas ecológicos, teatro, construcción de una cancha de fútbol, y otros. En este contexto se debe suponer que hay otras iniciativas, débilmente institucionalizadas y, por lo mismo, "invisibles" hasta ahora. Claramente puede observarse esta situación en el ejemplo de una pandilla juvenil, cuyos miembros se conocen desde los tiempos de la escuela básica, y que ahora se ocupa cada vez más de la temática ecológica. El punto de partida se encuentra en el incendio de la fábrica de productos químicos Mathiesen Molypack, ubicada en el sur de la comuna, y que en 1995 contaminó el ambiente con sustancias venenosas. Los jóvenes expresaron la intención de formar un grupo ecológico, pero no les resultó clara la manera como podrían hacerlo, ya que carecen de toda ayuda en el ámbito social donde viven (por ejemplo, por parte de la administración comunal) y les parece demasiado grande la distancia —social y geográfica— respecto del movimiento ecologista, el cual tiene sus bases sociales en otros medios (Universidades, ONG).

Noveno: Los proyectos de FOSIS no pueden compensar la erosión que padecen los sistemas de seguridad social. Se orientan insuficientemente a los mecanismos participativos y a los procesos formadores de un sentido comunitario.

El otorgamiento de medios financieros del Fondo de Solidaridad e Inversión Social puede servir al municipio para iniciar proyectos y fortalecer así las estructuras comunitarias. En el ejemplo concreto de la construcción de un nuevo Centro Comunitario en el sector E se mostró, empero, lo urgente que resulta (ya en la etapa de planificación) establecer una identificación de los habitantes del lugar con los propósitos del proyecto. Sin embargo, la presidencia de la Junta de Vecinos —aunque muy comprometida con su trabajo— no dispone de los recursos para llevar adelante una tarea de esa índole. Más aún: en la percepción de los pobladores, la Junta de Vecinos se aleja de los intereses de la base social y es vista como una suerte de agencia que sólo orienta su actividad hacia una correcta ejecución del proyecto. En la realidad, la Junta de Vecinos se siente obligada en gran medida al cumplimiento de los plazos dictados por la institución financiera (el FOSIS) y por la administración comunal.

Le voy a decir una cosa. El otro día la Junta informó que los vecinos de este sector podíamos plantar unos arbolitos verdes. Yo fui a pedir un arbolito. Pero me dijeron que no: que había que inscribirse primero a una lista. Yo dije: "¿Cómo? Ahí quedan muchos árboles". Pero la Junta dijo que no: sólo la gente en la lista. Entonces, una quiere participar [levanta la voz] pero no se puede. ¿Por qué lo hacen así? Con esa gente no voy a hablar más. (Olivia, 71 años. Está separada; tiene siete hijos y 15 nietos. Es jubilada.)

Algunos estudios (FOSIS, 1999a; FOSIS, 1999b; Parker et al., 1999) señalan que en otros proyectos se han comprobado problemas similares. Sobre la base de la presente investigación (que no se propuso una evaluación del proyecto de Centro Comunitario) puede afirmarse que, como resultado, deben garantizarse formas determinantes de seguimiento/acompañamiento personal en el contexto mismo de los proyectos como metodología indispensable. En ello resulta recomendable invertir más en personal que en material, habida cuenta de las limitaciones financieras conocidas. Los resultados inmediatos en lo político de la relativamente cara construcción de un Centro Comunitario deberían pasar a un segundo plano, en beneficio de un proceso superior: el desarrollo participativo de la población.

Resulta evidente una nueva orientación de las líneas programáticas del FOSIS, especialmente si se tiene en cuenta la insuficiente coordinación de que adolecen en el nivel local. Se debería trabajar más en la preparación de los actores locales (Juntas de Vecinos, Centros de Madres y otras organizaciones) para que asuman el papel de cogestores del proyecto. Una estrategia tal exige tiempo, así como el coraje de iniciar proyectos con resultados abiertos, no preestablecidos. Es decir, incluso aceptar multiplicadores sociales obstinados o resistentes, o ambos. Resulta, en fin, urgentemente necesaria una indagación que acompañe la ejecución de proyectos, con la finalidad de ganar conocimientos conceptuales para implantar proyectos pilotos.

 

VI. CONCLUSIONES METODOLÓGICAS

El telón de fondo de la investigación ha sido la indagación sobre las capacidades autoorganizativas de los sectores populares chilenos. Desde el punto de vista metodológico se puede afirmar lo siguiente. Primero: el marco analítico vulnerabilidad—activos—estructura de oportunidades se mostró, en general, como adecuado para hacer visibles las condiciones sociales en el campo de la investigación y, en ello, de manera notable, los aportes interpretativos de los actores. Segundo: con la ayuda del instrumental cualitativo de investigación, se logró establecer determinadas estructuras típicas de comportamiento, sin que por ello se aspirara a una penetración completa del complejo campo social (Bourdieu, 1988) de los pobladores. En fin: una serie de otro tipo de interrogantes (tales como etnicidad, relación hombre-mujer, así como religión), precisan de otras investigaciones. Lo mismo vale para las temáticas de consumo de drogas y la construcción de espacios públicos. Respecto de ello, el presente estudio sólo puede hacer aportaciones a manera de conexión o bien de hipótesis.

 

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Notas

1 En Chile, el término "población" hace referencia a los barrios periféricos de bajo nivel socioeconómico.

2 La pasta base de cocaína (en el lenguaje popular, "pasta base") es la cocaína no tratada, que se extrae de las hojas del arbusto de la coca (Erythroxylon Coca) mediante un proceso de maceración y mezcla con solventes como parafina, bencina, éter, y ácido sulfúrico. Es un polvo blanquecino o amarillento, según la sustancia con la que se mezcle. La pasta base se fuma mezclada con tabaco ("mono") o con marihuana ("marciano"). También se consume en pipas o en antenas de televisión ahuecadas ("antenazo"). En el plano local, un gramo de pasta pase — equivalente a tres "monos"— vale alrededor de 1 000 pesos chilenos (600 pesos = 1 dólar).

3 Con el objetivo de conservar la autenticidad de la rutina diaria, se convino en no hacer fluir en la investigación ningún elemento interno de la vida de la familia anfitriona.

4 Organizaciones sociales que fueron identificadas y, en parte, consultadas en el transcurso de la investigación: Juntas de Vecinos, Delegaciones de Pasajes, Centros de Madres, Centros de Padres, Club del Adulto Mayor, Centro de Rehabilitados Alcohólicos y Drogadictos, y diversos clubes deportivos.

5 El proceso de codificación no se realizó en computadora sino mediante el trabajo interpretativo de personas. En la primera fase (con un total de seis codificadores, supervisados por el autor) llegamos finalmente a un grado de acuerdo de 74%, aplicando la metodología de Holsti (1969). La codificación definitiva fue realizada por el autor.

6 Los "allegados" son familias que se instalaban en sitios y patios de familiares, vecinos o amigos.

7 Cuando las personas entrevistadas hacen referencia a la criminalidad cometida en la José María Caro, sólo hablan de hechos vinculados con la droga (pasta base). En este contexto resulta interesante la comprobación de que —tanto mediante el material de datos como por medio de diversos otros estudios (Cooper, 2000)— la criminalidad ejercida por miembros del grupo social investigado tiene lugar, por regla general, fuera del ámbito habitacional de sus autores. La consecuencia de ello es que los habitantes no perciben el problema —la delincuencia común (o sea la delincuencia no vinculada a la droga)— como una amenaza para el barrio.

8 Programa de ocupación para Jefe de Hogares, programa de empleo mínimo en los años ochenta.

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