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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.66 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2004

 

Reseñas y libros

 

Carlos Antonio Aguirre Rojas. 2002. Antimanual del mal historiador o ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica?

 

Miguel Ángel Beltrán

 

Bogotá: Ediciones Desde Abajo, 160 pp.

 

Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia.

 

PAPÁ, EXPLÍCAME PARA qué sirve la historia, pedía hace algunos años a su padre, que era historiador, un muchachito allegado mío. Quisiera poder decir que este libro es mi respuesta. Porque no alcanzo a imaginar mayor halago para un escritor que saber hablar por igual a los doctos y a los escolares. Pero reconozco que tal sencillez sólo es privilegio de unos cuantos elegidos". Estas palabras con que el historiador francés Marc Bloch iniciaba su manuscrito Apología para la historia o el oficio de historiador, publicado hace ya más de 50 años con el título de Introducción a la historia, pueden ser aplicadas, en toda su extensión, a la obra del historiador mexicano Carlos Antonio Aguirre, El antimanual del mal historiador o ¿cómo hacer una buena historia crítica?

Este nuevo libro de Carlos Antonio Aguirre es el resultado de una larga y fecunda trayectoria intelectual, que combina su quehacer como investigador, su infatigable labor docente, el trabajo de difusión de sus reflexiones en numerosas universidades de México, América Latina y Europa y sus continuos debates y combates en pro de una historia crítica. Experiencia que le permite dialogar —con la misma claridad y profundidad— tanto con un lector especializado como con un público más amplio.

Las contribuciones de Aguirre a los debates historiográficos contemporáneos son numerosas. Por un lado, el autor ha profundizado en el conocimiento de la evolución y el desarrollo de la mal llamada Escuela de los Annales, una de las más importantes tendencias historiográficas desarrollada durante el siglo xx. En esta dirección ha indagado sobre los aportes de dicha corriente en el contexto de la historiografía y las ciencias sociales francesas, así como sobre su recepción en América Latina, sin limitarse únicamente a hacer un balance positivo de una historia que ya transcurrió, sino realizando una evaluación crítica que alimenta el ejercicio prospectivo de la discusión en torno a la renovación historiográfica actual. Fruto de este trabajo son, entre otros libros: Los Annales y la historiografía francesa y La Escuela de los Annales: ayer, hoy, mañana.

Profundo conocedor de la obra de Fernand Braudel, Aguirre ha sido autor de numerosos ensayos sobre el itinerario intelectual de este historiador francés, reconstruyendo episodios muy poco conocidos de su biografía como su estancia en Brasil como miembro de la misión francesa y su contribución a la fundación de la Universidad de Sao Paulo en ese país. Todo ello como parte de una investigación de más largo alcance, que apunta hacia la elaboración de una biografía intelectual de Braudel y cuyos libros Braudel a debate y Braudel y las ciencias sociales, constituyen dos escalones importantes en tal dirección. Otro tanto podría decirse de sus escritos en torno a la obra de Marc Bloch, que han contribuido a la difusión, no sólo enMéxico sino en todo el continente, de uno de los pioneros de los Annales.

Pero las preocupaciones de Agui-rre no se agotan en su reflexión sobre las contribuciones de esta importante corriente historiográfica francesa, sino que su interés por la historiografía del siglo xx le ha permitido incursionar en otras tendencias igualmente significativas como la microhistoria italiana de Carlo Ginzburg y Giovani Levi, así como la historia socialista británica de Edward Thompson.

Al mismo tiempo hay que destacar el interés de Aguirre hacia los problemas de la teoría y la filosofía de la historia. Estos aportes se han plasmado en numerosos artículos y ensayos, entre otros: "¿Qué es la historia de las mentalidades? Auge y declinación de un tema historiográfico"; "La biografía como género historiográfico"; "Walter Benjamin y las lecciones de una historia vista a contrapelo", y "Repensando las ciencias sociales actuales: el caso de los discursos históricos en la historia de la modernidad".

Por otro lado, sobresale en el talante intelectual y humano de Carlos A. Aguirre su incansable actividad dirigida a abrir espacios de debate en torno a la disciplina histórica y la difusión de la obra de los historiadores que más le han aportado al desarrollo de la ciencia histórica. En este sentido, ha sido uno de los miembros fundadores de la Association Marc Bloch, con sede en Francia, y promotor y organizador de las Primeras Jornadas Braudelianas Internacionales que, en su momento, aglutinaron a historiadores y científicos sociales de Europa, América Latina y Norteamérica.

Consecuente con su visión de que la historia estudia tanto el "pasado" como el más reciente presente, Aguirre ha asumido posturas analíticas y críticas frente a temas de candente actualidad, como el levantamiento zapatista en Chiapas, los atentados a las torres gemelas en los Estados Unidos y la reciente guerra de Irak, reflexiones éstas que han cristalizado en artículos como "Chiapas, América Latina y el sistema-mundo", que posteriormente fue incorporado, con contribuciones de otros científicos sociales, en un libro más amplio editado bajo el título chiapas en perspectiva histórica. "América Latina después del 11 de septiembre" y, más recientemente, "Las lecciones de Irak", son ensayos en donde examina el contexto económico y geopolítico de la invasión a Irak, y los grupos de interés que hoy gobiernan en los Estados Unidos.

El Antimanual del mal historiador es, pues, la síntesis de una obra madura y unitaria de un especialista de primera línea, que tiene en su haber un amplio y denso recorrido intelectual. Se trata de un texto que retoma la preocupación que Marc Bloch trabajó y que no alcanzó a concluir, en su ya mencionada Apología para la historia o el oficio del historiador, proyecto en el cual trabajó Bloch hasta su detención y posterior asesinato por las fuerzas nazis de invasión.

El libro que aquí reseñamos logra avanzar en varios de los ejes problemáticos que toda concepción histórica contemporánea está obligada a plantearse: el objeto de la ciencia histórica, las relaciones pasado-presente, el problema de la objetividad y neutralidad histórica, la noción del tiempo histórico, la idea del progreso y el papel de la narración histórica, entre otros.

Ciertamente no es el primer esfuerzo en esta dirección. Otros historiadores han ensayado reflexiones en tal sentido; recordemos por ejemplo las conferencias dictadas por el historiador inglés Edward Carr en enero-marzo de 1961 en la Universidad de Cambridge y publicadas en un libro titulado ¿Qué es la historia?, donde se aborda el problema de los hechos, la sociedad y los individuos; el problema de la causalidad y la historia como progreso. En Francia Jacques Le Goff ha emprendido un ejercicio similar en su libro Pensar la historia, donde debate la historia como ciencia, el oficio del historiador, la historia hoy, las relaciones pasado y presente y la reflexión sobre el progreso. Lo mismo puede decirse del historiador alemán George Iggers en su libro La ciencia histórica en el siglo XX, donde se ocupa de los debates historiográficos de los últimos cinco lustros.

Más de cerca es conocido por todos los estudiantes de historia de buena parte de América Latina, el manual elaborado por el profesor Ciro Cardoso, Los métodos de la historia, realizado en coautoría con Héctor Pérez Brignoli, y su posterior Introducción al trabajo de la investigación histórica, publicado a finales de los años setenta, donde se abordan los problemas, métodos y técnicas de la historia demográfica, económica y social y se tratan en detalle los problemas epistemológicos, teóricos y metodológicos generales de la historia con observaciones prácticas acerca de cómo organizar y llevar a cabo una investigación histórica.

Esta rápida enumeración es una muestra de algunos esfuerzos dirigidos a exponer y difundir los conceptos, los métodos y los problemas de la disciplina histórica entre el público, el mundo académico y los historiadores mismos. Sin embargo, el Antimanual del mal historiador, si bien comparte con ellos algunos elementos, reviste características que lo hacen sustancialmente diferente y, por lo mismo, lo convierten en una novedad bibliográfica.

Por un lado, empecemos por señalar que no se trata de un manual tradicional, que se ocupe de introducir directamente a los lectores en los conceptos, métodos y temáticas de la historia sino que, en contraste con éstos —y de allí su título—, el Antimanual parte de una serie de antidefiniciones, antinociones y anticonceptos de lo que se debe entender por historia, de su objeto específico de estudio, de sus métodos principales y sus técnicas fundamentales, de sus objetivos, de sus resultados, sus modelos, teorías, categorías y problemáticas esenciales, tomando partido abiertamente por una historia más densa y más profunda, aunque también más difícil y compleja, una historia que se inscribe en las tradiciones del pensamiento social atenta a la teoría, la filosofía y la metodología, a la vez que se reivindica como abierta y vasta en la definición de su objeto, sus fuentes, sus técnicas, sus modelos y sus paradigmas más esenciales" (p. 33).

Por otro lado, destaca el acento que el Antimanual coloca en los debates historiográficos más contemporáneos y que aporta al lector una visión de conjunto en torno a las diferentes corrientes historiográficas del siglo xx. En este sentido, el Antimanual del mal historiador ofrece un cuadro de los estudios históricos de la historiografía europea en el siglo que acaba de concluir. A través de sus páginas el autor nos ilustra —en permanente debate con la historia positivista— sobre ese itinerario de la historiografía en los últimos cien años, que abarca desde los modelos de construcción histórica de la Escuela de los Annales, hasta las propuestas de historia cultural de la microhistoria italiana y la llamada cuarta generación de los Annales, sin olvidar, desde luego, los modelos sobre el capitalismo de Fernand Braudel y la historia social inglesa. Esta mirada a la historiografía tiene la virtud de que no se agota en los historiadores de profesión, sino que incluye las aportaciones de otros pensadores de las ciencias sociales, entre los que cabe mencionar aquí a Norbert Elias, Walter Benjamin e Immanuel Wallerstein. Todo lo cual redunda en un cuadro historiográfico de gran utilidad para los estudiantes que se forman en una disciplina que no deja de ampliarse, redefinirse y transformarse permanentemente.

En esta misma dirección, el Antimanual reivindica la actualidad del pensamiento de Marx, y lo destaca como una pieza fundamental en la construcción de una historia crítica. No extraña entonces que dedique un capítulo entero a reflexionar sobre las aportaciones de Marx, de quien afirma que sentó

los fundamentos de la historia crítica, tal como ahora es posible concebirla, y tal como ella se ha ido desarrollando a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, ya que no existe duda respecto al hecho de que, después de Marx y apoyándose en mayor o menor medida en el tipo de historia crítica y científica que él ha promovido y establecido, se han ido afirmando, a lo largo de todo el siglo XX y hasta hoy, distintas corrientes, autores y trabajos que, proclamándose abiertamente "marxistas", han alimentado de manera considerable el acervo de los progresos y desarrollos de toda la historiografía del siglo XX (p. 56).

Eso sí, dejando en claro su radical distanciamiento frente a las versiones manualescas de los marxismos vulgares que proliferaron en el siglo pasado, y advirtiendo que la crisis irreversible de los proyectos del "socialismo real", en modo alguno ha significado el fin del discurso crítico y de la historiografía marxista.

Asimismo, el Antimanual ofrece un claro interés por repensar la historia, el oficio del historiador y la historiografía de una manera diferente a la hasta hoy dominante en los círculos académicos. Se trata, así, de un trabajo sistemático de crítica permanente a las historias oficiales de corte positivista, que toma distancia frente a una historia que ha ignorado a los indígenas, a las mujeres, a los campesinos, a los obreros y a las grandes masas populares en general, y que ha centrado su atención en el estudio de la vida de los grandes héroes, surgidos de las élites y las clases dominantes. A esta forma de hacer historia, Aguirre contrapone una historia crítica no como un proyecto acabado sino en construcción,

una historia que se dedica permanentemente a descubrir, y luego a explorar y colonizar progresivamente los múltiples nuevos territorios que cada generación sucesiva de historiadores le aporta[...]renovando con cada nueva coyuntura histórica general los temas y campos de la investigación histórica, igual que los nuevos territorios, las técnicas, los procedimientos, los paradigmas metodológicos y los modelos, conceptos y teorías que utiliza, aplica, construye e incorpora esa misma ciencia de la historia (p. 88).

Pero esta postura crítica no se queda en un simple ejercicio de contemplación discursiva o vana erudición, sino que —y aquí está otro de los grandes méritos del libro— le acompaña una intención pedagógica, que busca promover en el lector una actitud no sólo de reflexión sino también de aprendizaje en el modo de abordar y pensar los hechos históricos. El Antimanual busca, así, abrir el espacio y contribuir a crear las condiciones para la formación de buenos historiadores críticos, presentando de modo accesible a un amplio público, un conjunto de ideas y propuestas, complejas y elaboradas,

de lo que debería ser y es en verdad la historia más actual y más de vanguardia. Pero no convirtiendo esas propuestas e ideas en tesis y nociones simples, sino más bien reformulándolas de una manera sencilla, que a la vez que mantiene su complejidad, las ilustra con ciertos ejemplos y las desmenuza con más detalle, retraduciéndolas a un lenguaje más cercano y asequible a ese amplio público (p. 18).

Por eso el Antimanual conjuga una lectura amena, científica y divulgativa, que confronta el lenguaje deliberadamente oscuro, la confusión de ideas, el mal uso de conceptos científicos y la hábil manipulación de una rebuscada terminología tanto científica como no científica que caracterizan a las "imposturas intelectuales", y que encierran cada vez más a los intelectuales en debates estériles, aislados de los movimientos sociales que tienen lugar fuera de su torre de marfil, como bien lo han caracterizado los científicos norteamericanos Alan Sokal y Jean Bricmont (Cfr. Imposturas intelectuales. Barcelona: Paidós, 1999, p. 226).

Otra característica peculiar del Antimanual reside no sólo en que intenta construir un nuevo tipo de saber histórico y de discurso historiográfico, que dé cuenta adecuadamente de las nuevas realidades de la historia, sino en que aporta herramientas intelectuales necesarias para intervenir eficazmente en la construcción renovada de esa historia. Se trata entonces de una historia comprometida con el presente.

Finalmente, pero no por ello menos importante, el Antimanual presenta un extenso y selecto anexo bibliográfico, en diez páginas, de lo que constituye la bibliografía esencial y actualizada del buen historiador.

El libro consta de seis capítulos. Los dos primeros están destinados a criticar una visión anacrónica y limitada de lo que es y debería ser la historia. En ellos la crítica adquiere una forma novedosa: por un lado, a través de las antidefiniciones y, por el otro, a través de lo que el autor denomina "los siete pecados capitales del mal historiador".

En relación con el primer punto —las antidefiniciones—, el autor parte de una definición negativa de lo que no es la historia, esto es, de la historia que no debe seguir haciéndose ni enseñándose. Esta lógica, que nos evoca el método de enseñanza socrático, permite, mediante una antidefinición (lo que no es), identificar con más precisión los contornos de la historia tradicional y ayuda a despejar el camino para su superación y la puesta en práctica de otra historia, completamente diferente y nueva.

Estas antidefiniciones toman cuerpo en una serie de proposiciones que nos van dando el perfil de cómo se define y practica la historia tradicional, esto es, una historia que se ocupa exclusivamente de los hechos y situaciones del pasado y limita el oficio del historiador a la tarea del anticuario; una historia que se construye sólo en los archivos, que no trasciende los estrechos límites de lo local, nacional o regional; una historia encerrada en sí misma, con un sello marcadamente empirista y antiteórico, que reduce la historia a simples cronologías o recuentos sucesivos de gobernantes y batallas, y a un ejercicio puramente memorístico de fechas, lugares, datos, cifras y anécdotas. Una historia hecha desde arriba, convertida en un mecanismo de legitimación de las clases hegemónicas y los poderes existentes.

En un segundo capítulo, estas antidefiniciones vienen acompañadas de lo que el autor denomina metafóricamente "los siete (y más) pecados capitales del historiador" que es necesario superar para posibilitar otro tipo de historia, verdaderamente científica y crítica. Y así, por las vías del método dialéctico —esto es, a través de la negación de esa historia tradicional— va emergiendo otra cara de la historia que reivindica tanto el pasado como el presente, superando la falsa y artificial dicotomía entre uno y otro; una historia que se construye no sólo en los archivos sino, también, en la observación del presente y el pasado en todas sus múltiples y variadas manifestaciones; una historia que rompe totalmente con los marcos nacionales y disciplinarios que enmarcan el oficio tradicional del historiador; una historia que no ignora los problemas fundamentales de la filosofía, la teoría, la metodología y la historiografía. Una historia que en contraposición con los enfoques positivistas reivindica el trabajo de la interpretación y de la explicación histórica; una historia hecha "desde abajo" y que se pregunta acerca de los modos como han cambiado las formas de conflicto entre las clases, los hábitos y las cosmovisiones culturales; una historia que describe un tiempo social e histórico múltiple y, a la vez, heterogéneo y variable; una historia científicamente objetiva, que asume sin conflictos los sesgos de su trabajo y de su resultado historiográfico.

En los capítulos siguientes, Aguirre trata de mostrar que es posible construir una historia distinta y mejor siguiendo las lecciones que nos legó el pensamiento histórico crítico en ese largo siglo xx (que el autor enmarca en los últimos 150 años). Las páginas finales constituyen así un recorrido prospectivo por los aportes aún vigentes para el proceso más global de construcción de una historia genuinamente crítica, derivados tanto del marxismo en su versión originaria, como de los Annales durante su primer ciclo de vida, que cubre el periodo de los años 1929 a 1968, para concluir con las lecciones de la historiografía que dejan las tres últimas décadas transcurridas y que tienen como parteaguas el movimiento de 1968.

Quizás, desde una perspectiva más regional, uno pueda discutir con el autor la significación o no de esta fecha emblemática, en atención a procesos tan relevantes para la América Latina como lo fueron, en su momento, el triunfo de la primera revolución socialista en América Latina en 1959; la victoria, por las vías electorales, de la Unidad Popular encabezada por el socialista Salvador Allende en el Chile de 1970, o el ascenso al poder de los sandinistas en 1979. Pero independientemente de que nos adelantemos, atrasemos o mantengamos el 68 como fecha referencial, igualmente válida para América Latina, es difícil no coincidir con el autor en que, por lo menos en el último cuarto de siglo,

la historia y la historiografía se han visto totalmente sacudidas y transformadas de raíz, renovándose una vez más y dando lugar tanto al nacimiento de nuevas corrientes historiográficas, con nuevos paradigmas, métodos y perspectivas sobre el oficio de historiador, como también a la transformación profunda e igual renovación de algunas antiguas corrientes o tendencias historiográfica ya existentes (p. 99).

Dan cuenta de estos cambios —como bien lo sustenta Carlos Aguirre—, por un lado, los más recientes desarrollos de la corriente francesa de los Annales, en especial lo que el autor denomina "la cuarta generación de Annales" y su nuevo modelo de una historia social de las prácticas culturales, asociado a la figura de Roger Chartier. Por otro lado, los desarrollos de la "historia marxista y socialista británica contemporánea" en sus diversas tendencias y subgrupos. Y junto a ella, las contribuciones metodológicas de la corriente italiana de la microhistoria, que postulan tanto la posibilidad del cambio de escala en que un problema histórico puede ser analizado y resuelto, como el llamado "paradigma indiciario" teorizado por Carlo Guinzburg, sin dejar de lado las aportaciones de sociólogos como Immanuel Wallerstein, con su perspectiva del análisis del sistema mundo.

Recorridas las 159 páginas de esta primera edición del Antimanual, que por primera vez el público colombiano podrá degustar (el libro cuenta ya con una edición mexicana y otra argentina), resultan claras algunas lecciones para el lector, el mundo académico y los historiadores mismos, que desafortunadamente desconocen buena parte de la producción histórica de Carlos Aguirre, pero que podrán nutrirse ahora de los debates que el autor propone en este libro, para hacer frente a una historiografía nacional que se ha centrado en el pasado colonial o en el siglo xix y que sólo excepcionalmente ha abordado las problemáticas históricas más actuales y contemporáneas del los siglos xx y xxi.

Una historiografía que ha divorciado tajantemente la investigación histórica de la enseñanza de la misma, ya que mientras en los claustros universitarios propone novedosas miradas para el estudio de la sociedad colombiana, reduce la práctica docente en los niveles de formación primaria y secundaria a un vacuo ejercicio de memorización de nombres, fechas y acontecimientos, lejos de cualquier esfuerzo de análisis e interpretación crítica; una historiografía que en su momento supo confrontar las visiones románticas y positivistas de la Academia de Historia, legitimadoras del bipartidismo tradicional, pero que ahora ha naufragado entre modas insulsas recibidas acríticamente, atentas a las demandas editoriales y a los cantos de sirena de los gobernantes en turno.

En un país sumido en una profunda crisis económica, política y , donde se siguen criminalizando los movimientos sociales y las expresiones legítimas de protesta, la obra de Carlos Antonio Aguirre es una profunda lección que los historiadores y científicos sociales debemos recoger porque, como nos lo recuerda Marc Bloch, "la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente".

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