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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.65 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2003

 

Sección bibliográfica

 

Winocur, Rosalía, coord. 2002. Algunos enfoques metodológicos para estudiar la cultura política en México

 

Héctor Tejera*

 

México: Miguel Ángel Porrúa/Instituto Federal Electoral/ Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 140 pp.

 

* Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

 

ESTE LIBRO, INTEGRADO por tres capítulos, proporciona un excelente panorama tanto de los enfoques con los cuales se ha abordado el estudio de la cultura política, como de algunos de sus aspectos problemáticos más importantes, sobre los cuales habrá que avanzar en los próximos años.

En el primer capítulo: "La investigación sobre la cultura política en México: visión panorámica de un campo de estudio en construcción", Esteban Krotz propone que tanto en teoría como en cuanto a sus campos problemáticos, el estudio de la cultura política es un tema relativamente reciente y, por ello, se encuentra en proceso de reelaboración. Lo anterior se expresa (sostiene certeramente el autor) en la diversidad de temas, discusiones teóricas y definición multisemántica de los conceptos con los cuales se aborda su análisis.

Si bien concuerdo con Krotz en cuanto a que la diversidad y el debate son inherentes al estudio de la cultura política —el capítulo constituye una excelente panorámica de ello—, no estoy muy seguro de que dicha peculiaridad sea producto del carácter relativamente reciente de la materia. Como afirma en las primeras páginas, las Ciencias Sociales no intentan sólo entender la realidad observable sino que, además, interpretan dicha realidad desde determinadas posiciones éticas o ideológicas. En consecuencia, podría añadirse, las Ciencias Sociales en general y el estudio de la cultura política en particular, están sometidas a un proceso de construcción permanente. Por tanto, es muy probable que el tema de la cultura política permanezca bajo dicho proceso y que éste será su "estado paradigmático".

Independientemente de lo anterior, el autor nos presenta en primer lugar algunos antecedentes del estudio en México de la cultura política que —propone— se inician con la reflexión sobre lo mexicano y se conjugan con la publicación de la obra clásica de Almond y Verba, La cultura cívica, donde uno de los países analizados es México: el interés cada vez mayor por la cultura debido a la influencia del pensamiento gramsciano a partir de los setenta del siglo XX, y por las elecciones y la democracia a partir de 1988.

En segundo lugar, realiza un interesante inventario de los temas abordados por diversas disciplinas sociales. El autor no se limita a un listado de temas. Con base en la recopilación de una amplia bibliografía, organiza las diversas tendencias que actualmente caracterizan el estudio de la cultura política. Así, muestra que los principales temas de interés han sido las elecciones, las organizaciones y movimientos políticos y sociales, los campesinos, los obreros, lo urbano y los sectores pobres y marginados, los pueblos indígenas, las mujeres, los jóvenes, los medios de comunicación masiva, el nacionalismo y la identidad, entre otros. Además, nos ofrece una caracterización de las tendencias teóricas actuales con las cuales se analiza la cultura política. Ellas abarcan tanto los diversos enfoques con los cuales se define el concepto, como las disciplinas sociales (Sociología, Ciencia Política, Antropología, Psicología, entre otras) desde las cuales se aborda.

Por último, nos ofrece una reflexión sobre los problemas conceptuales, teóricos y metodológicos que actualmente están vinculados con el análisis de la relación entre cultura y política, entre los cuales —como certeramente afirma— cabe destacar que:

[...] pocas veces queda claro el peso específico de la cultura política para el análisis, o los límites entre cultura política y otros aspectos de la vida política (tales como las elecciones, lucha por el poder, participación política, estrategias políticas, etcétera), y muchas veces encontramos solamente una breve mención del concepto (p. 43).

En las páginas finales, Krotz pone nuevamente sobre la mesa una sugerente propuesta que encontramos en otros textos de su autoría: tomar en consideración lo que los integrantes de la sociedad desean para su futuro, al subrayar la importancia de la dimensión utópica de la cultura. Consideramos que dicha propuesta permite abordar la cultura política desde una perspectiva enriquecedora, ya que enfoca a la dinámica cultural como resultado de la acción de diversos actores sociales.

El segundo capítulo: "Elecciones y estadística", escrito por Rubén Hernández Cid, permite conocer los procedimientos estadísticos generales con base en los cuales se realizan los muestreos, así como las interpretaciones que pueden hacerse de ellos con base en la descripción y la inferencia. Su propósito, como el mismo autor afirma, es:

[...] mostrar que el mejor conocimiento de técnicas estadísticas, básicas y avanzadas, puede redundar en dotar a una sociedad vigilante, de instrumentos y de criterios que le permitan vigorizar sus procesos electorales (p. 89).

Partiendo de conceptos que usualmente se presentan en las fichas metodológicas de los muestreos (pero que pocas veces son explicados), Hernández Cid presenta paso a paso los elementos que habrán de considerarse para valorar su profesionalismo y confiabilidad.

De manera por demás accesible, el autor expone los requerimientos mínimos para establecer la precisión, lo que se denomina "el nivel de confianza" y su relación con el tamaño de las muestras necesarias para alcanzar el que se considere pertinente (usualmente, 90% o 95%). Asimismo, expone las características de los distintos tipos de muestreo, como son el aleatorio simple, el estratificado y por conglomerados, ponderando las ventajas y límites de cada uno de ellos.

Si bien el capítulo no sustituye un curso básico de estadística, tampoco es ésta su intención. Resulta sumamente útil para adquirir las nociones básicas generales que permitan cuestionar los procedimientos con los cuales se ha realizado un muestreo. Sin duda, constituye lectura indispensable para quienes deseen contar con elementos para hacerlo.

Tengo entendido que el autor ha colaborado como asesor en el Instituto Federal Electoral, lo cual le proporciona una valiosa experiencia para presentarnos algunos de los principales problemas del empleo de la estadística en diferentes aspectos relacionados con los procesos electorales. Por esta razón, resulta particularmente interesante la segunda parte del capítulo; en ella describe, entre otros, los criterios y procedimientos empleados para realizar la auditoría al padrón electoral en 1994 y el conteo rápido del 2 de julio de 2000.

El último capítulo: "Posibilidades y alcances de las técnicas antropológicas para el estudio de la cultura política", está elaborado por Rosalía Winocur y Ángela Giglia.

La estructura expositiva del texto fue organizada en dos apartados generales: en el primero, exponen una serie de consideraciones teóricometodológicas para estudiar la relación entre cultura y política; en el segundo, presentan varias estrategias de investigación cualitativa; asimismo, explican tanto sus características como los objetivos y contextos en los que éstas pueden ser útiles.

De inicio, las autoras abordan un problema teórico-metodológico que, desde mi perspectiva, es central en los estudios actuales sobre cultura política y que pocas veces se problematiza:

[...] no se puede considerar a la cultura política como un conjunto de actitudes unívocas y lineales frente al poder, ya que en el tejido de la sociedad coexisten diversas percepciones sobre las instituciones políticas (p. 91).

En consecuencia, proponen que dichas percepciones pueden tener significados diversos para distintos sujetos, o ser diferentes para un mismo sujeto, según el contexto. Además, invitan a reformular las estrategias de análisis de la cultura política, y sostienen que la cultura política no transita de lo tradicional a lo moderno, o se encuentra en un periodo de transición de un estadio a otro (como usualmente se propone cuando se sigue a Almond y Verba), sino que las culturas políticas están imbricadas en un mismo sujeto o grupo social. Con lo anterior, ciertamente reformulan la estrategia con la cual abordar el análisis, aun cuando parecen mantener cierto sesgo tipológico al sostener que existen diversas culturas políticas.

Tanto Krotz (17-18) como Winocur y Giglia hacen notar el particular hincapié que se ha hecho en estudiar la relación entre cultura política y sistema político formal. Lo anterior se debe —como certeramente lo anotan las autoras, citando a Carole Pateman— a que usualmente se parte de que la democracia requiere "[...] que todos los ciudadanos se sientan involucrados y sean activos en política, y que su participación sea informal, analítica y racional" (p. 94). Esto, a nuestro parecer, se sustenta en una propuesta de Almond y Verba, por demás endeble: la que sostiene que la cultura participativa genera sistemas democráticos. Si bien este presupuesto puede ser correcto, escasamente se ha fundamentado pues por lo general no se explica cómo se articulan la cultura, el comportamiento político y el sistema político. Además, dicho implícito ha generado el abandono de otros campos de análisis de las relaciones políticas con base en el enfoque cultural, los cuales bien pueden apoyar la construcción de una propuesta más integrada de la relación entre sociedad, cultura y sistema político.

Derivada de su primera propuesta, las autoras abordan el problema metodológico del implícito de que hay una relación: "[...] directa entre la opinión de un sujeto encuestado, su cultura política y su comportamiento como actor social" (p. 93). Conceden que las encuestas de opinión permiten obtener información rápida y (si se realizan de manera eficiente) estadísticamente confiable; empero, consideran problemático sostener dicha relación.

Por lo demás, como certeramente lo exponen, hay un desfase entre las condiciones de producción y las condiciones de recepción de los discursos políticos. Esto genera que nociones tales como "democracia" o "autoritarismo" sean multisemánticas y coyunturales, lo que —de acuerdo con su línea argumentativa— acarrearía múltiples dificultades para establecer qué es lo que se ha medido en los sondeos de opinión. Aunado a lo anterior, me parece sumamente importante su argumentación en cuanto a que tanto las experiencias con la política formal, como las prácticas informalmente institucionalizadas que relacionan a la ciudadanía con el sistema político, se correlacionan, a su vez, con los contextos sociales de producción de significados. De lo anterior se desprende que los sujetos sociales muestran comportamientos políticos sumamente diversos, y que ellos no necesariamente están relacionados con valores. De cualquier modo, dichos valores son referentes muy vagos (o, en todo caso, situacionales) sobre ciertos principios generales de la vida social, que son fácilmente reorganizados, reformulados e inventados, según los distintos contextos sociales.

Winocur y Giglia proponen

[...] repensar tanto el estudio de los procesos de decodificación de los discursos políticos y de las campañas electorales, como el análisis de los ámbitos de la vida cotidiana en los cuales se gestan, se resignifican y se reproducen las visiones y las prácticas sociales alrededor de la participación ciudadana y el sistema político (p. 97).

En otras palabras, estudiar al sujeto en situación. Para ello muestran cómo ciertos métodos cualitativos tales como las entrevistas semiestructuradas, la entrevista en profundidad así como el relato biográfico resultan sumamente útiles.

Dicho capítulo es particularmente importante pues abre la posibilidad para que quienes se han interesado en el tema, diversifiquen las estrategias con las cuales abordar el estudio de la cultura política. Al respecto, las autoras hacen bien en advertir al lector que:

No existe necesariamente una separación neta y una diferencia irreconciliable entre lo cuantitativo y lo cualitativo. Existen más bien estrategias y grados diferentes de acercamiento a la complejidad de la realidad, según los objetivos y premisas de la investigación (p. 101).

Desde mi perspectiva, la lectura del libro nos muestra, además, que los problemas que presenta el estudio de la "cultura" política derivan del contenido teórico que se asigne (o no se asigne) a la noción de "cultura", y la capacidad hermenéutica que resulte de los estudios derivados de dicho contenido para explicar el comportamiento político y sus efectos en las relaciones y sistema políticos. En dicha tarea, el texto comentado constituye, sin duda, una importante aportación.

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