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Revista del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias

Print version ISSN 0187-7585

Rev. Inst. Nal. Enf. Resp. Mex. vol.19 n.1 México Jan./Mar. 2006

 

Editorial

 

Homenaje al Dr. Ismael Cosío Villegas

 

In honour of Dr. Ismael Cosío Villegas

 

Fernando Cano Valle*

 

* Director General, INER Dr. Ismael Cosío Villegas

 

Hoy el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias ha convocado a rendir homenaje a un hombre cuya fuerza de una pasión le hizo superar otras acciones externas que nunca lo doblegaron, un hombre cuyo humanismo fue más poderoso que la injusticia.

Hoy hemos de hablar de Ismael Cosío Villegas, de él y de su obra, el Sanatorio de Huipulco, hoy INER, a 70 años de su creación.

El Sanatorio para Tuberculosos de la Beneficencia Pública en Huipulco –primer nombre que recibe la institución– se inauguró sin terminar el 31 de diciembre de 1935. Su primer y gran director, Dr. Donato G. Alarcón, llamó a desempeñar cuatro funciones:

• Centro de Tratamiento Higiénico–Dietético y Médico Quirúrgico de la Tuberculosis

• Centro de Profilaxis, aislando a enfermos e inactivándolos

• Centro Educativo y de Reeducación de Convalecientes

• Centro Científico de Investigación, así como de Especialización

El maestro Donato Alarcón, Director de 1936 a 1947, magnifica y realiza los planes iniciales del sanatorio, construyendo la formidable estructura que hoy le permite al INER cumplir con su misión. Gracias maestro Alarcón por su profunda entrega e inteligente labor.

De los pabellones para personas tuberculosas del Hospital General de México en 1926, se gesta la creación del Sanatorio de Huipulco. Con base en un levantamiento del croquis de un terreno en Tlalpan se desarrolla la idea y su lenta construcción; Cosío Villegas y el Arq. Villagrán presentaron el 5 de diciembre de 1930 el Programa General del Conjunto Arquitectónico del Sanatorio en el IX Congreso Médico Nacional celebrado en Guadalajara; presentación acompañada de una protesta pública ante la suspensión de los trabajos de construcción.

La protesta de Cosío Villegas y Villagrán surtió efecto; sin embargo, la lentitud de las definiciones y de la construcción obligaron a Cosío Villegas a renunciar al puesto de Director del Dispensario Central Antituberculosos por la morosidad de la construcción del Sanatorio de Huipulco y el desapego de las autoridades al fenómeno de la tuberculosis en el país.

En 1934, cuando se establece en forma permanente la campaña contra la tuberculosis, decreto publicado en 1934 por el presidente Abelardo L. Rodríguez, se sujeta la organización de los dispensarios a las funciones específicas del Sanatorio de Huipulco, acción encabezada por Cosío Villegas.

En relación con el nuevo Sanatorio, Cárdenas de la Peña, historiador, señala que el plan de trabajo, la reglamentación, la documentación y organizaciones técnicas quedan encomendadas al Dr. Donato Alarcón; Cosío Villegas fue descartado por su fogosidad, su rebeldía temperamental, su espíritu abierto, con tendencia a explayarse sin tapujos y sostener su verdad. Sin embargo, con inteligencia y reconocimiento, Donato Alarcón lo invita al núcleo fundamental de crecimiento del viejo Sanatorio; Cosío Villegas como Jefe de Servicio; Aniceto del Río, Sergio Várela, Miguel Jiménez, Alfredo Iglesias, Hernández Salamanca, Vergara Soto, Fernando Rébora, Alejandro Celis, primer radiólogo, Ricardo Tapia Acuña, otorrinolaringólogo, y Aurelia Saldierna, Jefe de Enfermería lo acompañaron en la construcción científica de la institución en esa primera etapa.

Cosío Villegas, el político visionario, vio pasar en su mente la profunda inequidad e injusticia en la que se ha visto inmerso nuestro país; en 1945, en el Primer Congreso Nacional de Tuberculosis, señalaba: "cuando el mundo se debate en una de las más espantosas guerras de la humanidad, resulta casi paradójico que haya un grupo de hombres en un país modesto que se preocupen por la cultura médica y por los azotes patológicos de sus clases sociales menesterosas. Cuando todo lo estimable, lo bueno, lo desinteresado de las colectividades ha estado a punto de naufragar, todos los periódicos libres, las revistas, las monografías, los libros, vienen a ser las voces firmes y entusiastas de los hombres que esperan un futuro mejor, forjado en un pasado y presente de horrores y confusiones ".

Más adelante, en 1949, mencionaba en el marco del III Congreso Panamericano de la ULAST, "esperamos que en esta reunión no solamente hagamos medicina académica, fría y estática; sino que hagamos ciencia dinámica, de acuerdo con las profundas e inevitables transformaciones del momento histórico que vivimos. Pensamos que se debe vivir actuando, en plena y permanente revolución, con la ambición de renovarse y adaptarse a las circunstancias, y dentro del ritmo de nuestra época".

En 1952, en el IV Congreso Nacional de Tuberculosis y Silicosis, dijo: "siempre he simpatizado y defendido el pensamiento que encarna el humanismo; entendiendo por tal –ya que el término en sí puede decir mucho o puede no decir nada– un mejor conocimiento del ser humano y de sus necesidades y, por lo mismo, aspira a un tipo de cultura másjustamente adaptada al hombre más de acuerdo con la escala humana". Además, simpatizó más con un humanismo vivo y activo que con un humanismo académico, en el cual tomarían parte muy interesante la psicología, la fisiología, la higiene, la medicina social. "Las necesidades humanas deben abarcar al hombre en sus diversos aspectos: físico, psíquico y social; osean las necesidades del cuerpo, del espíritu y del grupo o la colectividad".

A Cosío Villegas, como a muchos de nosotros, nos tocó la época –que desde el inicio de la civilización–, en la que la sociedad se ha atrevido a pensar que es posible poner los beneficios del conocimiento al servicio de todo el género humano; aunque como señala George Monbiot, filósofo contemporáneo en temas de la Ciencia Medioambiental, "un grupo reducido de hombres de las naciones más ricas emplean los poderes globales de los que se han apropiado para decir al mundo cómo tiene que vivir". Hasta hace dos años, el 10% más rico de la población mundial poseía una riqueza conjunta equivalente a cubrir todas las metas de salud de las Naciones Unidas entre hoy y el año 2015.

Hoy hablamos de un hombre de recia personalidad y múltiples facetas vitales. De un hombre que, en conjunción con otros, escribió un capítulo en el libro de la Historia de México, y cuyo costo fue el sufrimiento de injustas consecuencias en su vida personal y en su legítima labor institucional hospitalaria; es imposible hablar de Ismael Cosío Villegas y no referir el movimiento médico en México de los años 1964–65, así como invocar el nombre de Norberto Treviño Zapata, Guillermo Montano, Salazar Mayen, Irene Talamas, Francisco Hernández Orozco, Velasco Arce, Schultz, Romero Olivares, Mario Rapaga, Felipe Mota, Castro Villagrana, Alfaro de la Vega, Mainers, Chimal, Rustrían, Rivas Solís, Raúl Contreras, y muchos más; cesados, consignados, reprimidos en una palabra.

Norberto Treviño, 25 años después, escribía: "El movimiento médico constituyó el más generalizado y vigoroso intento de alcanzar la unidad médica, el resultado fue la división, el silencio del gremio médico. Hoy, a cuarenta años de ese movimiento, aquel esfuerzo no fue en vano, al médico se le reconoce, se le consideran sus legítimas características de trabajador, sus problemas económico– sociales, su seguridad de hombre y de profesionista".

En ese contexto, Cosío Villegas un hombre limpio y combativo, estimado por sus alumnos, perdió su trabajo; fue cesado como Director de esta noble Institución. Así dijo al recibir su rescisión de contrato: "No estoy resentido con nadie, sobre todo estoy tranquilo y de acuerdo con mi conducta, diga al ministro que este documento no me sorprende porque lo esperaba, dígale también que salir de Huipulco, bajo estas circunstancias, para mí es un timbre de orgullo".

Mario de la Cueva, el notable jurista mexicano dictaminaba en 1965: "tos fines de la alianza de médicos mexicanos se dirigen al mantenimiento de la seguridad del hombre y del trabajo y a la obtención de condiciones justas de prestación de servicios".

Permítanme regresar a nuestros orígenes: Mientras Cosío Villegas asume la campaña antituberculosa en el país, Alarcón logra el crecimiento y maduración del Sanatorio gracias a su talento y labor de índole académica. Sucesivamente se proyectan la construcción y consolidación al sumar los esfuerzos.

Al término de la administración del maestro Alarcón y a fin de armonizar las actividades, Fernando Rébora, en 1947–1956, asume la dirección en la cual se consolida la participación colegiada mediante concurso de médicos, por oposición, la Sociedad Médica y el Consejo Técnico Consultivo lo cual le da una mayor estructura a la institución.

Posteriormente, Ismael Cosío Villegas asume la dirección del Hospital de 1956 a 1965, decidido y activo y con base en su gran talento. De acuerdo con la Dra. Tsubaki, "aportó la validez y seguridad de la estructura de la Institución humanística y pudo trascender por su audacia. –Nos aportó un viaje hacia la neumología moderna–", así lo resume. Cosío Villegas empieza a enderezar rumbos en la docencia e impulsa la investigación a mayores alturas; dejó la cirugía y la clínica y se entregó plenamente a las labores de dirección; el criterio anatomopatológico, encabezado por Miguel Schulz, registra un avance notable e impregna el trabajo cotidiano de la institución; se sustenta el tratamiento médico y quirúrgico de la tuberculosis como no había sucedido.

Inaugura e inicia el primer pabellón para niños tuberculosos, servicio que queda a cargo de Fernando Katz a partir de 1961, la obra escrita de los médicos del hospital se proyecta fuertemente en el rubro de investigación clínico–patológica, cirugía y patología experimentales y microbiología.

Después surgen la ignominia y la injusticia.

Fernando Rébora asume por segunda ocasión la dirección del establecimiento en una difícil atmósfera laboral gracias a su bonhomía y talento médico. Clínico notable, le da fortaleza a la Institución. De 1966–70 se lleva a cabo la reconstrucción de Huipulco a cargo de un hombre disciplinado; con talento, idea una reestructuración global y el hospital vive activamente su noble misión y la lleva a ser reconocido en enero de 1975 como el Instituto Nacional de Enfermedades Pulmonares.

En efecto, Miguel Jiménez le da un gran impulso al Instituto Nacional de Enfermedades Pulmonares.

En 1977, Miguel Jiménez y el Instituto Nacional de Cardiología efectúan un homenaje a Cosío Villegas por 50 años de labor profesional. El Dr. Ignacio Chávez mencionó: "con ceguera, el país condenaba así el retiro a uno de sus altos valores en la enseñanza", la vida no le ha torcido el alma como a otros...

En enero de 1977, Miguel Jiménez se despidió de sus compañeros; semanas después José Luis Luna, dinámico y sagaz, conocedor de la Institución, asume la dirección del Instituto y se avanza en la diversificación de la atención neumológica y, sin duda alguna, se sustenta la normatividad en enseñanza, investigación y se fijan metas que inciden en la salud pública nacional.

De 1980 a 1985 y posteriormente en un segundo periodo, Horacio Rubio Monteverde logra un avance sustancial en la vida de la Institución.

En el mes de enero de 1982 se crea el INER por acuerdo presidencial y se le otorgan así atribuciones inéditas que lo han llevado en su vida descentralizada al lugar que seguramente ocupa en la actualidad; múltiples cambios y mejoras le dieron proyección internacional al Instituto. Durante la gestión de Rubio Monteverde, Ismael Cosío Villegas se proyecta como un hombre legendario. La Academia Nacional de Medicina lo designa Miembro Honorario, la Universidad Autónoma de Puebla le confiere el grado de Doctor Honoris Causa y durante el Rectorado del Dr. Octavio Rivero, el H. Consejo Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México lo nombra Profesor Emérito. Cosío Villegas muere el 2 de agosto de 1985. En forma postuma, Rubio Monteverde organiza varios eventos en la Academia Nacional de Medicina y el propio Instituto; Mario Rivera, Rafael Gomar, Josefina Portilla, Samuel Salinas, Graciela Mendoza, Rébora Gutiérrez, Frumencio Medina, Jaime Granados, Alejandro Celis, Jesús Kumate, Carlos Pacheco y muchos más reconocen sentidamente su labor.

El 30 de junio de 1993 Jaime Villalba toma a su cargo la dirección del INER, continuando durante 10 años la ascendente tarea que sus predecesores le han dado y que con tranquilidad y satisfacción ahora realiza su actividad experimental quirúrgica de reconocimiento general.

Carlos Pacheco, en 1989 mencionaba: "Cosío Villegas conocía a los hombres y los catalogaba adecuadamente. Era duro con quien lo merecía, pero nunca se ensañaba con el caído ni molestaba al débil, fue orgulloso. Hombre de ideas políticas firmes. Fue capaz de renunciar a su gran carrera profesional en el momento cumbre para recluirse en el ostracismo, como una protesta muda en defensa de sus convicciones y en afrenta de quienes tan injustamente procedieron en su contra". Hoy, el INER, su amado Sanatorio de Huipulco lleva su nombre; la Junta de Gobierno del Instituto presidida por el Secretario Julio Frenk, la Coordinación de los Institutos cuyo titular es Jaime Sepúlveda, la Comisión Secretarial para la Imposición de Nombres a los Establecimientos Sectorizados, presidida por el Dr. Enrique Ruelas, la Comisión de Salud de la H. Cámara de Diputados y el Senado han recogido la propuesta y aprobado en comisiones la reforma a la fracción IV del artículo 5°. La Ley de los Institutos Nacionales de Salud será enviada a publicación en el Diario Oficial en los primeros meses de 2006, una vez que la LIX Legislatura de las Cámaras de Diputados y Senadores lo consideren; nuestro reconocimiento al Diputado José Ángel Córdova Villalobos; todas esas Instancias Colegiadas así lo han decidido; no se debe este homenaje a ninguna persona en lo particular. Cito a Cicero: "Cosío Villegas en los últimos años fue objeto de débiles homenajes por diversos grupos. El maestro murió el 2 de agosto de 1985; pero la realidad es que no se ha reconocido cabalmente su valor humano, fue congruente en el pensamiento y en la acción, ni su labor como maestro de la Neumología Mexicana. En el Hospital General de México, de donde salió Cosío Villegas a fundar este Honorable Instituto, aprendimos a respetarlo y a quererlo, Alejandro Celis, Carlos Pacheco, Octavio Rivero, Raúl Cicero, José Kuthy, Hermilo Esquivel Medina, entre otros, –nuestros maestros así nos enseñaron– a respetar a Cosío Villegas".

Larga vida al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias "Dr. Ismael Cosío Villegas".

31 de diciembre, 2005

 

Nota importante: La individualización del INER como Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias "Dr. Ismael Cosío Villegas" fue aprobada ya por ambas Cámaras. Será oficial cuando aparezca publicada en el Diario Oficial de la Federación. En su debida oportunidad daremos a conocer dicho documento.

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