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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.27 no.54 México jul./dic. 2015

 

Nota crítica

 

Reto y perspectiva de la dependencia económica mexicana

 

Challenge and Prospect of the Mexico's Economic Dependence

 

Ernesto Felipe Peralta Solorio

 

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus Monterrey peralta@itesm.mx

 

INTRODUCCIÓN

Esta nota muestra la relación de dependencia económica mexicana respecto de la economía de Estados Unidos y cómo reducirla sin descartar tal mercado; la prospectiva es precautoria, no premonitoria. La dependencia puede expresarse en la teoría de probabilidad [P (A/B)], donde A depende de B; A es el desempeño mexicano y B el estadounidense –como se lee en los Criterios de política económica (SHCP, 2014:198)– y ratifica la correlación de las tasas de crecimiento económico mexicano (dependiente) y de Estados Unidos (independiente);1 o con la teoría centro-periferia (CEPAL, 1969), donde el centro es Estados Unidos, y la periferia, México, como ratifica la contemporaneidad de la Era Dorada o de Bretton Woods de la economía estadounidense (Heilbroner y Milberg, 2012:122) y la del Milagro Mexicano (Hansen, 1971:57-96) entre la década de 1940 e inicio de la de 1970. Las afirmaciones aquí vertidas se basan en información confiable2 y las recomendaciones para reducir el monopsonio estadounidense. La nota se estructura en cinco secciones: 1) el marco histórico, 2) la dependencia económica, 3) la dependencia en la frontera norte, 4) la perspectiva económica estadounidense, y 5) resumen, conclusiones y recomendaciones.

 

MARCO HISTÓRICO

Desde la etapa colonial, México ha dependido de una nación central. Entre 1521 y 1821 lo fue España; en el siglo XIX, el país registró inestabilidad política y fue pieza en disputa de españoles, franceses y estadounidenses; Estados Unidos predominó, y la paz llegó con Porfirio Díaz en 1876, con inversiones estadounidenses, inglesas y francesas en ferrocarriles, minería, comercio e inclusive petróleo; Díaz se fue, y a su sucesor, Francisco I. Madero, lo asesinaron con la connivencia de Victoriano Huerta, Félix Díaz y el embajador estadounidense Henry L. Wilson (Silva, 1962:289-314), cuando Madero quiso corregir la ilegalidad de empresas extranjeras (Cosío, 2003:142); luego devino el levantamiento contra Huerta en 1913, quien huyó en 1915 y, en 1917, se promulgó la Constitución Política, que azuzó a algunos extranjeros contra el presidente Álvaro Obregón, quien, por medio de los Tratados de Bucareli, acordó con Washington no afectar sus empresas (Vasconcelos, 1957:1457-1463). En esos tiempos, México se desarrolló poco al ser colonia de una España decadente que impidió el desarrollo colonial (Moreno, 2003:69-70); de la Independencia al arribo de Díaz a la presidencia (1821-1876) hubo más presidentes (y dos monarcas) que años; pérdida de territorio; centralismo; poca infraestructura; leyes que facilitaron la concentración de la propiedad; marginación que promovió la revolución de 1910 y la subsecuente inestabilidad hasta que Obregón llegó al poder en 1920, sin que esta década estuviera exenta de conflictos, entre éstos, el levantamiento de De La Huerta y la Guerra Cristera.

En el ámbito internacional, la Gran Depresión (1929-1933) deterioró la economía de Estados Unidos e impactó a la mexicana, cuyo producto interno bruto (PIB) decreció en 1932 y se repatriaron 310 000 mexicanos durante el período referido (Cárdenas, 1994:43). La Gran Depresión inicia en Estados Unidos (Heilbroner y Milberg, 2012:93-95) con la menor demanda europea de alimentos estadounidenses luego de la Primera Guerra Mundial, situación que provocó exceso de productos agrícolas y, dada la inelasticidad de su demanda, se rezagó el ingreso campesino frente al industrial, se redujo la compra de insumos agrícolas e inició la caída generalizada del mercado estadounidense; al principio del siglo XX, la innovación tecnológica impulsó la productividad, aunque también el desempleo y la desigualdad porque el ingreso laboral se rezagó frente al del capital y debilitó aún más el mercado. Además, la consecuente y excesiva especulación trajo la caída en la bolsa de valores en octubre de 1929, pero la crisis siguió en los treinta porque el mercado europeo siguió débil y persistieron los fenómenos surgidos en Estados Unidos.

Luego de la Segunda Guerra Mundial llegó la Era Dorada –la era Bretton Woods–, cuando la planta productiva estadounidense surtió al mercado ampliado para apoyar la recuperación de Europa y Japón, y al de los productos originados con la nueva tecnología; México aprovechó tal bonanza, vivió su milagro económico de un crecimiento anual del PIB mayor a seis por ciento. Pero la economía de Estados Unidos redujo su dinamismo en los años setenta del siglo pasado por el impacto del embargo petrolero en sus costos de producción, que redujo su competitividad, y porque la recuperación lograda de Europa y Japón hizo menos necesaria la oferta estadounidense, y ésta enfrentó mayor competencia.

El fin de la Era Dorada llegó en 1973, cuando se dio la inconvertibilidad oro-dólar y el embargo petrolero impulsó la estanflación (Samuelson y Nordhaus, 2010:618). Entonces México vivió su auge petrolero, pero la caída internacional de su precio en 1981 y la política económica local hicieron que su PIB cayera en 1982, con lo cual se inició el estancamiento y crecieron el desempleo y la inflación. Entonces se aplicó una política que cambió de proteccionista a libre mercado para atacar esos problemas –especialmente de inflación– por la vía de la disciplina fiscal, el cambio flexible de divisas y la reducción del proteccionismo (De la Madrid, 2004:408), sin lograr sus fines, excepto el de reducir la inflación, pero creció mucho el desempleo visto como no utilización de trabajo (Harper, 1991:533), pues la suma de la tasa de desocupación más la de condiciones críticas de ocupación (TD + TCCO) da una tendencia creciente desde el inicio de su medición en 1988 (Inegi, 1998:30). En Estados Unidos, el desempleo es menos obvio y su tasa luce estable, pero la calidad del empleo se merma (Heilbroner y Milberg, 2012:134); sin embargo, como el persistente desempleo reduce salarios, entonces su participación baja en el PIB en ambos países: en México, desde los años ochenta del siglo pasado, y en Estados Unidos, en el presente siglo.

 

LA DEPENDENCIA ECONÓMICA

Del total de la exportación mexicana, 80 por ciento se envía a Estados Unidos, y de ahí proviene más de la mitad de la importación e inversión extranjera; allá hay 12 millones de mexicanos que emigraron en busca de trabajo (U.S. Census Bureau, 2012:3), se emplearon y remiten divisas. Al comparar el porcentaje de las exportaciones de Argentina, Brasil y Chile hacia Estados Unidos, ninguno rebasa 20 por ciento, y el monto de México (80 %) no varía sensiblemente. En este país se decidió por el monopsonio, por lo que, en 2009, el impacto de la Gran Recesión (Heilbroner y Milberg, 2012:165) fue más nocivo y la recuperación se tornó más difícil que para los sudamericanos. Además, la tasa de reducción del PIB mexicano fue la mayor (4.7 %), y la de recuperación, la menor en 2010 (5.1 %) respecto de las de Argentina, Brasil y Chile, según datos del Banco Mundial (2015).

Las históricas crisis económicas de América Latina se gestan en el modelo de industrialización por vía de la sustitución de importaciones porque esta región dependió de importar bienes de capital que no pudo financiar con sus exportaciones. Así se acumularon déficits que llegaron a una deuda externa que contribuyó a crear el marco crítico en los años ochenta del siglo XX, deuda que en México se negoció pero dejó poco capital para invertir y devino el estancamiento: la década perdida. Crisis similares surgieron en los países sudamericanos, y la política anticrisis mexicana se basa en planes como los que se aplicaron en esas naciones desde los años cincuenta a los setenta del siglo pasado, bajo el marco del Fondo Monetario Internacional.

 

LA DEPENDENCIA EN LA FRONTERA NORTE

Las vicisitudes económicas estadounidenses impactan más en la frontera norte de México; las tasas de cambio del PIB y de empleo de los seis estados fronterizos oscilan más que las nacionales: en la recesión 2007-2009, su PIB cayó 9.2 por ciento en 2009 respecto de 2008 (Inegi, 2015a), mientras que el del país disminuyó 4.7 por ciento; las bajas de empleo, según el registro de trabajadores asegurados en el Instituto Mexicano del Seguro Social (STPS, 2015), registraron, respectivamente, 6.1 y 1.1 por ciento; la mayoría de las exportaciones de esta región, 60 por ciento del total y 80 por ciento de las maquiladoras, fueron predominantemente a Estados Unidos entre 2007 y 2012 (Inegi, 2013, 2014). Así, la recesión de 2007 a 2009 provocó mayores oscilaciones económicas en los estados del norte que en el resto del país, excepto en Tamaulipas, quizá por la fuerza de su industria petrolera; y aunque el PIB de los seis estados recobra su tendencia al alza en el trienio 2010-2013, no así su empleo, atribuible al cambio tecnológico típico de las fases de recuperación, pues las tasas de desocupación bajan, mas no necesariamente los desempleados, según datos de la Encuesta nacional de ocupación y empleo (Inegi, 2015b); a sabiendas de que los seis estados registran que la producción maquiladora de exportación fronteriza representa 80 por ciento del total nacional (Inegi, 2013), cuyo mercado principal es Estados Unidos; por ende, la industria de la frontera norte es muy sensible al entorno estadounidense, en especial la automotriz, que exporta 80 por ciento de su producción, equivalente a dos tercios de la producción maquiladora de exportación. Cabe anotar que el futuro de esta industria depende de las decisiones en sus oficinas matrices, y puede dar más oportunidades de mercado en México si logra mayor integración vertical. Los seis estados también venden muchos productos naturales; por ejemplo, en 2011, según la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa, 2011), exportaron 34 por ciento del ramo agroalimentario respecto del total nacional.

 

LA PERSPECTIVA ECONÓMICA ESTADOUNIDENSE

Desde los años noventa del siglo XX, Estados Unidos ha reducido su participación productiva en el G-9 (el G-7 más la Federación Rusa y China), de 57.3 por ciento bajo la presidencia de William Clinton a 41.8 en la de Barack Obama; la deuda del gobierno federal, en porcentaje del PIB, creció de 51 a 107 entre la administración de Ronald Reagan y la de Obama; la tasa anual de crecimiento del PIB se desaceleró de 3.4 por ciento durante el período presidencial de Reagan, a 1.9 en el gobierno de Obama (con Clinton repuntó a 3.9 %), y entre 1980 y 2013 promedió 2.7 por ciento; el déficit externo en cuenta corriente alcanzó un máximo de 4.8 por ciento del PIB durante el mandato de George Bush Jr. y disminuyó a 2.8 en el de Obama, bajo el impacto de la recesión de 2007 a 2009; el déficit del gobierno federal alcanzó 9.8 por ciento del PIB durante la administración de Obama, y la tasa de desempleo, cerca de 10 por ciento en la reciente recesión –en 2012 registró 8.1 por ciento, pero con deterioro de la calidad de empleo traducido a más desigualdad (Heilbroner y Milberg, 2012:134)–; mientras que la deuda externa era de tres billones de dólares en 2008 –25 por ciento de su PIB– (Samuelson y Nordhaus, 2010:635). Lo anterior señala un menor dinamismo estadounidense, que impacta a México, y no se le avizora una recuperación en la participación mundial; China e India ya perciben la reducción del mercado occidental y la suplirían con el de la zona árabe. Para ello construirían infraestructura en el Tíbet (Appleby, 2011:381). La Gran Recesión (Heilbroner y Milberg, 2012:167) se gestó en Estados Unidos en 2007, cuando cayeron los precios de las casas (Farmer, 2010:97; Appleby, 2011:400); luego estalló con las hipotecas subprime (causa inmediata), pero también por causas mediatas, como la desindustrialización y su desempleo en las empresas, cuyo personal no logró ocupar el sector de los servicios; otros factores fueron sus saldos comerciales negativos y la desregulación que llegó a insolvencia, cuyos autores eran ejecutivos de Wall Street y hoy son asesores de Barack Obama (Ferguson, 2012:5). Esto implicaría similares prácticas especulativas que inhibirían la recuperación, cuyo impacto en México no da una perspectiva optimista.

 

RESUMEN, CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

La Nueva España fue colonia de una España rezagada frente a los países del norte de Europa entre los siglos XVI y XVIII, con el consecuente rezago económico y social; en el siglo XIX, México registró conflictos internos e internacionales, pérdida territorial y una economía señorial que llevó a la revolución de 1910; los años veinte no estuvieron exentos de conflictos; llegó el acomodo económico-político luego de la Gran Depresión y el usufructo del auge económico en la Era Dorada; pero la ulterior y menor competitividad estadounidense implica que la economía mexicana se desacelere. No es deseable que la dependencia mexicana crezca, dada la experiencia histórica; conviene reducirla, máxime si Estados Unidos sigue perdiendo presencia, pero aun si recupera su ruta de crecimiento, a México le conviene lograr más mercados. ¿Qué pasaría si, al igual que España antes, ahora Estados Unidos debilitara su liderato? La economía mexicana se rezagaría más; Estados Unidos seguirá siendo importante fuente de inversión, empleo y tecnología que busca explotar recursos naturales para mejorar su competitividad; las reformas aprobadas en México agrandarán su dependencia si no se enfocan en promover la economía local. Nuestros líderes no contemplan tal perspectiva (como antes los virreyes) y aplican una política que no logra recuperar el crecimiento económico, reducir el desempleo y la desigualdad; el secretario de Hacienda reconoce el monopsonio estadounidense y se ufana de no depender de China, como otros países (Videgaray, 2014). Pero como lo descrito es bajo una visión histórica y dado el desinterés de políticos y empresarios en la historia, bajo presión por lo urgente mas no por lo importante y, según sus resultados, su visión resulta miope. La historia muestra cómo los sistemas alternan intervencionismo y libre mercado en tiempos cada vez menores: tres siglos mercantilistas de intervención estatal de la Nueva España; a siglo y medio de capitalismo liberal (1770-1920) le siguen 60 años de intervencionismo, de la Gran Depresión a la caída del Muro de Berlín; surge el modelo neoliberal en los setenta del siglo XX; en México se adopta en 1982, cuando y donde se ha aplicado una política económica sin éxito que, de seguir, inhibirá aún más el crecimiento, pues a la tasa del PIB per cápita de los últimos 31 años, duplicarlo llevaría más de un siglo;3 aún más, 9.6 millones buscarán empleo en los próximos 20 años, según el Consejo Nacional de Población (Partida, 2008:33), más los desempleados actuales. México tiene 120 millones de habitantes, alto desempleo y una economía susceptible; en respuesta, se publicitan reformas de movimiento sin acción, donde ésta significa crecimiento, empleo y menor desigualdad.

De lo descrito emergen cinco recomendaciones, consistentes en que: 1) México diversifique sus mercados sin descartar al estadounidense, especialmente en los estados del norte; 2) se dé seguimiento a la perspectiva económica de Estados Unidos; 3) el gobierno sea más proactivo y voltee hacia el mercado doméstico; 4) la industria fronteriza logre mayor integración vertical, y 5) la política económica considere la historia y la perspectiva del ámbito externo de México.

 

REFERENCIAS

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Notas

1 El coeficiente de correlación es 0.48 para el período 1930-2013, el cual creció a 0.66 en el de 1993 a 2013.

2 Las fuentes utilizadas se presentan por indicadores en la sección de referencias al final de esta nota.

3 De PIBpct / PIBpc,o = (1 + r) t se infiere que duplicarlo tomaría t = ln 2/ln (1 + r) = 0.69325/.00585 ≈119 años.

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