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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.26 no.spe3 México  2014

 

Artículos

 

Reflexiones sobre la frontera. Una búsqueda de esquemas de investigación alternativos

 

Reflecting on the Border. A Search for Alternative Research Approaches

 

Roberto Sánchez Rodríguez

 

El Colegio de la Frontera Norte. robsan@colef.mx

 

Fecha de recepción: 19 de agosto de 2013
Fecha de aceptación: 27 de noviembre de 2013

 

RESUMEN

En este trabajo se retoma las contribuciones recientes de los estudios a nivel internacional sobre las fronteras para explorar esquemas de investigación de la frontera entre México y Estados Unidos. A pesar de los avances en la construcción de conocimiento sobre esa región durante las últimas décadas, los esquemas de investigación continúan basados en enfoques disciplinares orientados a documentar y explicar procesos específicos, con lo cual se fragmenta el conocimiento sobre la compleja y dinámica realidad de esa frontera. El trabajo considera la interdisciplina y la transdisciplina como enfoques útiles para teorizar sobre las fronteras.

Palabras clave: 1. teorizar, 2. interdisciplina, 3. fronteras internacionales, 4. desarrollo, 5. frontera México-Estados Unidos.

 

ABSTRACT

This article departs from recent contributions in the study of international borders in order to build a better understanding of the US-Mexico border. Despite advances in building better knowledge of this region in recent decades, research continues to be predominantly based on fragmented disciplinary approaches. This paper considers interdisciplinary and transdisciplinary approaches to support theorizing on the border region. Building these approaches face a number of problems but it is a much-needed effort to update and improve our knowledge of the complex border realities.

Keywords: 1. theorizing, 2. interdisciplinarity, 3. international borders, 4. development, 5. US-Mexico border.

 

EL ESTUDIO DE LAS FRONTERAS

Las fronteras internacionales han sido un aspecto central en la agenda nacionalista y el desarrollo de los Estados a través de la historia (Brumet-Jailly, 2005; Paasi, 2005). Su estudio se ha multiplicado y diversificado de manera sustancial a partir de la década de los noventa del siglo pasado (Minghi, 1963; Prescott,1967; Ohmae, 1995; Strange, 1996; Paasi 1996). La atención ha dejado de estar centrada en tratar de entender las fronteras a partir de su papel en la demarcación de los límites territoriales de los Estados, para orientarse en el estudio de la evolución y cambios de los territorios de las áreas fronterizas a partir de las prácticas humanas que constituyen y representan diferencias en el espacio (Van Houtum, 2005; Jessop, Brenner y Jones, 2008). El énfasis en entender la construcción socioterritorial de las fronteras ha promovido la búsqueda de nuevas formas de conceptualizar los diversos tipos de fronteras, los procesos que las construyen y el papel de los actores que participan en ellos (Paasi, 2005; Newman, 2006).

Algunos autores resaltan el papel de la globalización en la generación de nuevos enfoques para el estudio de las fronteras (Olmedo y Sode, 2005; Passi, 2005; Van Houtum, 2005; O'Dowd, 2010). En particular, resaltan su fuerza transformadora detrás de los rápidos cambios sociales, políticos y económicos que reconfiguran a las sociedades modernas, al orden mundial, y crean nuevas formas de espacialidad y operación de las fronteras territoriales, sociales y culturales (Parker et al., 2009; Johnson et al., 2011). Por ejemplo, Castells (1996) sugiere la pérdida de la soberanía del Estado-nación a través de las redes globales de poder, riqueza e información. Para él, el flujo de bienes, capital y migrantes limitan la influencia de los gobiernos centrales, modificando también su cultura local e identidad política. Por su parte, Ohmae (1995) y Strange (1996) sugieren que la globalización y los cambios en las configuraciones regionales (la creación de la Comunidad Europea, por ejemplo) desconecta la identidad política de los territorios y la autoridad del Estado, sugiriendo el surgimiento de un mundo sin fronteras. Por su parte, Amin (2004) considera que las regiones no cuentan automáticamente con una integridad territorial ya que son construidas a través de la espacialidad de los flujos, la porosidad, la yuxtaposición y la conectividad relacional. Amin está en contra de considerar los lugares como comunidades que sin esfuerzo poseen arreglos territorialmente definidos o espacialmente obligados.

Sin embargo, las diferencias económicas y políticas regionales tienden a fortalecerse en lugar de desaparecer en un mundo impulsado por las fuerzas de la globalización; por ejemplo, la gama de flujos financieros, comerciales y culturales (Agnew, 2000). Un significativo número de estudios de las fronteras continúan considerando que las fronteras entre naciones siguen siendo relevantes (MacLeody Jones, 2007; Jones, 2009; Jessop et al., 2008; Paasi, 009; O'Dowd, 2010). Vale la pena resaltar un nuevo enfoque en la mayoría de los autores que trabajan sobre este tema. Ese enfoque reconoce que las fronteras son complejas e íntimamente relacionadas con la naturaleza y el estado de su ambiente físico y humano y que pueden ser entendidas a partir de las perspectivas de los Estados, los mercados y la cultura (Brunet-Jailly, 2005). Por ejemplo, Newman (2006) sugiere entenderlas como la suma de procesos sociales, culturales y políticos.

Estas contribuciones son útiles para la teorización de la frontera entre México y Estados Unidos. Las condiciones particulares de esta frontera creadas por la interdependencia asimétrica entre estos dos países (Ojeda, 1981; Bustamante, 1989) invitan a la búsqueda de nuevas formas de estudiarla y entenderla. La frontera entre México y Estados Unidos ha experimentado un rápido crecimiento a partir de la década de 1960, impulsada primero por la migración hacia Estados Unidos y posteriormente por el proceso de industrialización a través de la maquiladora. Su crecimiento se ha caracterizado por un dinamismo económico, una urbanización incompleta, rezagos sociales, problemas ambientales, problemas asociados a la violencia y una fuerte identidad cultural. Esas condiciones sugieren la yuxtaposición de concepciones tradicionales de la región fronteriza como la demarcación de los límites territoriales entre los estados,1 con enfoques que reconocen que la frontera no es sólo una barrera sino también un conducto que facilita las interacciones entre los espacios nacionales a partir de rápidos cambios sociales, políticos y económicos; y con enfoques que buscan entenderlas a partir de su construcción por procesos socio-territoriales. Uno de los retos al teorizar sobre esta frontera es encontrar esquemas analíticos que nos ayuden a entender y analizar las sinergias y contradicciones entre esos procesos en el territorio.

En este sentido es útil tener en cuenta a Passi (2005), quien considera las fronteras como parte de los procesos y prácticas materiales y discursivos a través de los cuales la territorialidad de las sociedades es producida y reproducida, en donde el Estado mantiene aún una posición importante. Para él, las fronteras y las regiones fronterizas son fenómenos cruciales, persistentes y dinámicos, asociados a cambios sociales en las relaciones de poder que requieren un análisis crítico con el fin de teorizar y considerar empíricamente la producción y reproducción de territorios y territorialidad a través de varias escalas espaciales. Por su parte, Zimmerbauer et al., (2012) consideran que las regiones y las fronteras no son sólo líneas delimitando espacios: son procesos y construcciones sociales y como tales, están relacionadas con categorías de identidad y ciudadanía en el pasado, el presente y el futuro.

 

FRONTERA: TERRITORIO Y RELACIONES DE PODER

La atención al territorio en la teorización de la frontera contribuye a la creación de enfoques multidimensionales útiles al estudio de la región fronteriza entre México y Estados Unidos. Estos enfoques son necesarios para superar las limitantes de la visión unidimensional del territorio como un objeto o como contenedor de relaciones sociales (Mayer, 2008). Para Mayer, lo que es útil es entender cómo la producción activa del espacio sirve a la implementación y consolidación de intereses sociales. Su enfoque considera que los patrones socioespaciales son el resultado de intereses sociales y económicos específicos, de las relaciones de poder y su impugnación y de cómo se resuelven las crisis y contradicciones internas que resultan de ellas. Este enfoque ayuda al estudio de las transformaciones socioespaciales de las áreas urbanas de esta región fronteriza; por ejemplo, para entender los cambios en su estructura urbana a partir del proceso del rápido crecimiento de la industria transnacional en la región a través de la maquiladora y sus efectos, sociales, económicos, políticos, culturales y ambientales (Sánchez Rodríguez, 2006). Esas transformaciones socioespaciales están vinculadas con los efectos de la política de industrialización que buscan crear zonas económicas competitivas en el marco de una economía global, pero sin reconocer el carácter estratégico de la dimensión política de esos territorios y la importancia de sus espacios culturales construidos a partir de la identidad.

Diversos actores han tratado de dar sentido a las preguntas que emergen de las transformaciones observables empíricamente y los conflictos asociados en su particular espacio y tiempo (Lefebvre, 1991; Merrafield, 2006; MacLeod y Jones, 2007; Jessop et al., 2008; Jones y Jessop, 2010), y enfatizan la relevancia del análisis multidimensional de las relaciones socioespaciales. Por ejemplo, Jessop, Brenner y Jones (2008) critican las limitaciones de los modelos para el análisis socio-espacial basados en una sola dimensión y proponen un marco conceptual multidimensional para el estudio de la cuestión regional basado en cuatro formas socio-espaciales (territorio, lugar, escala y redes). Su interés es promover una investigación más sistemática de cómo las relaciones socioespaciales interactúan en contextos geográficos e históricos específicos para producir el ordenamiento y reordenamiento del paisaje socioespacial, incluyendo las nuevas geografías de acumulación, poder y hegemonía del Estado (Mayer, 2008).

La interpretación del territorio que prevalece consiste en delimitar una porción del espacio geográfico en muchos aspectos homogénea (Painter, 2010). Elden (2005) señala que el territorio tiende a ser considerado no problemático y se le asigna con frecuencia un significado simple para hablar de un espacio geográfico delimitado. Cox (1998) considera que el territorio es entendido en relación con actividades definidas como territoriales. Painter (2010) hace un detallado análisis de las diferentes interpretaciones del término territorio y, en coincidencia con Jessop et al., (2008), reitera la necesidad de una mayor precisión en el uso de la terminología espacial. Por su parte, Agnew (2000) subraya que las regiones deben ser vistas como centrales en el estudio del territorio.

Un elemento central en el estudio de la región y el territorio es el poder. Por ejemplo, MacLeod y Jones (2007) consideran que las regiones no son sólo el resultado no intencionado de procesos económicos, sociales y políticos, sino que con frecuencia son el producto deliberado de las acciones de aquellos con poder en la sociedad, quienes usan el espacio y crean lugares en la persecución de sus metas. Mayer (2008) nos recuerda que los conflictos espaciales, sin importar en qué dimensión particular o combinación de dimensiones, son siempre conflictos sociales creados por intereses y luchas por el control y el empoderamiento. Es por ello que teorizar la región fronteriza como un espacio de producción, consumo y reproducción social conlleva a considerar la importancia de las contradicciones, conflictos y exclusiones que se dan al interior y entre cada una de las formas socio-espaciales que resultan de las interacciones de procesos sociales en el territorio (Jessop et al., 2008; Mayer, 2008; Jones y Jessop, 2010).

En el caso de cómo las relaciones de poder se manifiestan en la frontera entre México y Estados Unidos, vale la pena recordar a Allen y Cochrane (2007) cuando señalan que la construcción de instituciones y gobernanza a nivel regional puede verse empañada por el hecho que muchos de los procesos que dan forma a las economías y políticas regionales están localizadas más allá de las regiones mismas, las agencias que las representan y las alianzas orquestadas a través de estrategias del Estado-nación, o actores transterritoriales como las compañías multinacionales. El cierre de los cruces fronterizos como instrumento de presión en la relación bilateral o la construcción del muro fronterizo como respuesta a la percepción y demanda de seguridad en Estados Unidos ilustran manifestaciones extremas en la frontera del ejercicio de poder asimétrico en la región fronteriza entre México y Estados Unidos.

La asimetría de poder también se ha considerado en el estudio de procesos fronterizos específicos como la migración, el manejo de flujos comerciales, el proceso de industrialización y el manejo de recursos transfronterizos como el agua. Pero se ha prestado poca atención al análisis de cómo la asimetría de poder afecta la construcción y apropiación de conocimientos sobre la frontera en géneros discursivos diferentes en países que comparten una frontera común. De igual forma, poco se ha considerado cómo la territorialidad está integrada a la vida cotidiana de los ciudadanos, así como a la producción y reproducción de las relaciones sociales en varias escalas geográficas. Éstas son áreas de investigación pendientes que pueden contribuir a un mejor conocimiento sobre esta frontera.

Otra tarea pendiente es construir una visión integrada y multidimensional de esos procesos. En particular, es relevante considerar al menos tres aspectos para la región fronteriza en México y Estados Unidos: una mayor comprensión sobre el impacto de las relaciones de poder en la dinámica y constante reconfiguración del territorio fronterizo; el análisis de las diferencias en los discursos sobre la frontera en México y Estados Unidos y sus consecuencias en las relaciones transfronterizas; y tener una mejor visión de cómo los cambios en la territorialidad definen nuevas direcciones en los patrones de crecimiento de la región. Estas preguntas son relevantes en la búsqueda de nuevos modelos, perspectivas o paradigmas que permitan entender mejor esta región y las oportunidades y retos para su desarrollo.

A pesar de que esta reflexión destaca la relación entre poder y territorio, es importante reconocer que con frecuencia se cuestiona poco su concepción y sus características. Por ejemplo, la concepción tradicional de que el Estado es el recipiente natural del poder, situado en un espacio medible y claramente delimitado, cambió con el surgimiento de la globalización, por lo que actualmente existe otro tipo de relación entre el poder y el territorio (Haugaard y Goverde, 2009). Algunas contribuciones ayudan a entender mejor sus características y su relevancia para los estudios de las fronteras. Mann considera cuatro tipos de poder: económico, ideológico, militar y político (Mann, 1986, citado en Huaggard y Goverde, 2009). Kuindersma, Arts y van der Zouwen (2009), sugieren una taxonomía del poder de cuatro fases que se sobreponen con frecuencia: poder compulsivo, poder institucional, poder estructural y poder productivo. La diferencia entre estos dos enfoques es que Mann basa su contribución en una visión tradicional del ejercido del poder por agentes, mientras Kuindersma et al., consideran el poder ejercido por discursos, conocimientos, técnicas de gobernanza y arreglos institucionales. Para ellos, este tipo de poder es difuso, invisible, omnipresente y capaz de manipular agendas políticas y redefinir ideologías. Desde mi punto de vista, ambas contribuciones son complementarias ya que en la práctica el ejercicio de diversos tipos de poder se sobrepone.

En cuanto al territorio, Paasi (2009) considera que la territorialidad está inmersa en la vida cotidiana de los ciudadanos, en sus relaciones personales y en las relaciones de propiedad. Paasi considera que varias formas de poder se funden en la práctica de la territorialidad en donde convergen la agencia, el significado y las estructuras institucionales de la sociedad. Considera el territorio como un fenómeno complejo con cuatro dimensiones: social, porque la gente lo habita colectivamente; político, porque los grupos sociales luchan por establecer, mantener y en ocasiones expandir su espacio; cultural, porque contiene memorias colectivas y como un medio de luchas ideológicas; y cognitivo, porque tiene la capacidad de volver subjetivas las fronteras sociales, culturales y políticas, y se coloca a sí mismo en el centro de proyectos de identidad públicos y privados. Paasi menciona que la importancia de estos elementos depende de su contexto, por lo que la reflexión y la forma en cómo entendemos su significado requiere un análisis histórico de los procesos sociales involucrados en la producción y reproducción de la territorialidad.

 

LA BÚSQUEDA DE UNA TEORÍA DE LA FRONTERA

La búsqueda de una teoría para el estudio de las fronteras se ha acentuado a partir de la diversificación de los enfoques y de la creciente atención a este tema en las últimas décadas. Agnew (2005) sugiere que la mayor diferencia entre estudios tradicionales de la cuestión fronteriza y los estudios más recientes radica en que los primeros se enfocan principalmente al análisis empírico de casos fronterizos concretos o a la aplicación de las perspectivas usadas para resolver problemas. Los segundos, en cambio, tratan frecuentemente de escrudiñar o teorizar las áreas fronterizas desde una perspectiva empírica dentro del contexto de categorías sociales y políticas claves como el Estado, la nación, el nacionalismo, la territorialidad, la etnicidad y la identidad. Sin embargo, como afirma Paasi (2009), a pesar de que muchos de esos estudios tuvieron información teórica, no han logrado construir una perspectiva teórica universal. Para este autor, sus aportes constituyen explicaciones que definen marcos económicos, políticos y culturales generales vinculados al contexto particular de cada territorio, y son usados para entender la existencia y la operación de las fronteras.

Algunos autores se han aventurado a sugerir elementos para la construcción de una teoría. Por ejemplo, Brunet-Jailly (2005) propone ideas preliminares para un modelo teórico basado en cuatro elementos: la cultura local y a través de la frontera, la influencia política también a través de la frontera, las fuerzas del mercado y los flujos comerciales, y la actividad de las políticas en múltiples niveles de gobierno. En su esfuerzo por sugerir una teoría de las fronteras, Brunet-Jailly se apoya en el esquema de estructura y agencia propuesto por Giddens (1984) y lo considera el centro de una teoría de estudios fronterizos. Su enfoque propone que las diversas dimensiones de los procesos que se establecen a través de la frontera son moldeadas tanto por la estructura como por la agencia,2 y reconoce implícitamente que la agencia y la estructura están mutuamente influenciados y se interrelacionan en la conformación de las fronteras.

Otros autores tienen posturas divergentes con respecto a la construcción de una teoría de las fronteras. Newman (2006) resalta la necesidad de una base teórica que permita entender cómo tiene lugar el fenómeno de frontera al interior de diferentes dimensiones sociales y espaciales. Este autor sugiere que una teoría de las fronteras debe tomar en cuenta tres aspectos: la escala espacial, otro tipo de fronteras más allá de las territoriales y reconocer los conceptos de frontera como multidisciplinarios. Pero reconoce que la construcción de una teoría de las fronteras es aún una tarea pendiente.

Por su parte, Paasi (2011) añade que la búsqueda de una teoría de las fronteras es problemática, no porque cada frontera sea única sino debido a la complejidad de las fronteras.3 Resalta que los procesos de la globalización modifican cualitativamente las fronteras entre sí en lugar de desaparecerlas, por lo que la validez de supuestos generales en los que se pueda basar una teoría sobre la persistencia o desaparición de las fronteras y su territorialidad se ha vuelto muy problemática. Paasi (2009) sugiere que las fronteras pueden ser teorizadas razonablemente sólo como parte de una mayor producción y reproducción del territorio y la territorialidad, del Estado, del poder y de la agencia; destaca que el conocimiento en las ciencias sociales es un conocimiento localizado y depende intrínsecamente del tiempo y el espacio; por ello, el contexto juega un papel importante en el estudio de las fronteras. Es por esto que propone en lugar de una teoría universal de la frontera, teorizar sobre las fronteras.

Apoyado en Sayer (1992), Paasi (2009) menciona tres formas de entender el significado de la teoría: como una forma de ordenar las relaciones entre las observaciones (o datos) cuyo significado es con frecuencia dado por sentado y sin preocuparse por desarrollar nuevas perspectivas teóricas; como una postura en donde la teoría puede equivaler a la hipótesis y rara vez es problematizada por los académicos dedicados al estudio de las fronteras; y como una actividad cuyo objetivo es conceptualizar, directa o indirectamente, los elementos observables de los objetos de la investigación. Considero que esta tercera opción es útil al desarrollo de nuevos esquemas de investigación para la frontera entre México y Estados Unidos, ya que puede ayudar a trascender del enfoque empírico característico de los estudios en esta región. El reto es, siguiendo a Paasi, identificar conceptualmente y hacer abstracciones de los rasgos, dimensiones y relaciones de los procesos que son cruciales para su producción, reproducción y funcionamiento.4

La teorización de la frontera entre México y Estados Unidos ayuda a reconocer su dinámica y sus atributos jerárquicos y funcionales. Este enfoque coincide con el sugerido por Nicol y Minghi (2005), quienes resaltan que el estudio de las áreas fronterizas requiere enfoques flexibles capaces de tomar en cuenta su naturaleza dinámica, en lugar de concebirlas como áreas estáticas sin cambios. Teorizar las prácticas que producen y reproducen el territorio fronterizo entre México y Estados Unidos conlleva investigar los diversos tipos de poder detrás de esas prácticas, las escalas en las que operan tomando en cuenta los procesos de la globalización, las formas en las que la frontera se adapta a esos procesos, y entender los discursos que resultan de ellos.

Reflexionar sobre enfoques operativos para llevar a cabo esa teorización implica reconocer la naturaleza interdisciplinar de los estudios de frontera (Kolossov, 2005). Johnson et al., (2011) señalan que, actualmente, se busca una agenda interdisciplinar más coherente para los estudios de las fronteras centrada en temas interconectados y tomando en cuenta el lugar en donde se llevan a cabo, su representación y su perspectiva.

 

EL PAPEL DE LA INTERDISCIPLINA Y LA TRANSDISCIPLINA PARA ENTENDER LA/S FRONTERA/S

Diversos autores resaltan el carácter interdisciplinar de los estudios de las fronteras (Newman, 2006; Passi, 2009; Johnson et al., 2011) y del territorio (MacLeod y Jones, 2007; Jessop et al., 2008; Jones y Jessop, 2010). Sin embargo, la revisión de los estudios al respecto muestra que la mayoría se ha desarrollado con perspectivas disciplinares y fragmentadas, centradas básicamente en las ciencias sociales y con frecuencia desde la perspectiva de la ciencia política, la antropología y la geografía humana. Los estudios arriba mencionados reflejan también poca atención en la construcción de enfoques conceptuales y metodológicos desde enfoques interdisciplinares en la investigación. Por ello me parece útil incluir en esta reflexión algunas consideraciones sobre interdisciplina y transdisciplina. Es importante para crear conocimiento multidimensional de la reconstrucción dinámica de las fronteras. Por ejemplo, conocer con mayor detalle el ejercicio de diversos tipos de poder y sus impactos en diversos tipos de territorio, la construcción de identidades regionales, el surgimiento de nuevos esquemas de gobernanza a nivel local y a través de la frontera, sólo por mencionar algunos de los aspectos relevantes en la discusión sobre las fronteras.

Es importante reconocer que a pesar de los avances arriba descritos, la dimensión biofísica de las fronteras no recibe atención en muchos de esos estudios. Esto es particularmente relevante si tomamos en cuenta que muchas fronteras territoriales comparten recursos naturales, como el agua, que resultan vitales para su crecimiento y sostenibilidad. La primera generación de estudios de las fronteras consideraba de manera limitada aspectos geofísicos como parte de la delimitación física de las fronteras. Pero la dimensión biofísica desaparece de los estudios subsecuentes de las fronteras, a pesar del reconocimiento internacional de la importancia de las cuestiones ambientales para sustentar los patrones actuales de crecimiento a nivel local, regional y global.5 En la mayoría de los estudios que tocan el tema de los recursos naturales, en particular en el caso de las cuencas de agua transfronterizas, su discusión se lleva a cabo como un problema sectorial y no como parte de la conceptualización de la frontera. Sundberg (2011) hace una contribución relevante en esta dirección para el caso de la frontera entre México y Estados Unidos. Apoyada en la ecología política, Sundberg considera el papel del paisaje natural en las operaciones de seguridad de la frontera en Estados Unidos. Su enfoque resalta la importancia de la dimensión biofísica del territorio.

Los estudios internacionales otorgan una creciente atención al tema de la interdisciplina y la transdisciplina desde diversos ángulos. Un aspecto que resalta en la revisión de esas contribuciones es que, en general, hay un consenso al señalar que sin el conocimiento de varias disciplinas no se puede resolver problemas complejos, interconectados, contradictorios, localizados en un ambiente de incertidumbre e inscritos en procesos de rápidos cambios en las sociedades contemporáneas (Petts, Owens y Bulkeley, 2008; Buanes y Jentoft, 2009; Podesta et al., 2013). La discusión en la primera parte de este trabajo ilustra que éste es el caso de las fronteras.

El problema es conciliar e integrar el conocimiento disciplinar, dado que cada disciplina cuenta con sus propias convenciones, reglas y normas formales e informales que definen la práctica de investigación y de construcción de conocimiento (Buanes y Jentoft, 2009; Castán Broto, Gislason y Ehlers, 2009).6 Belsinger (2004) señala que la falta de cooperación entre las disciplinas limita la capacidad de la interdisciplina y la transdisciplina para ofrecer soluciones a los problemas complejos de las sociedades.

Es importante aclarar que así como las disciplinas construyen las bases de la interdisciplina, la interdisciplina sustenta la transdisciplina. Para construir esquemas interdisciplinares se requiere del conocimiento disciplinar. De la misma forma, para construir esquemas transdisciplinares se requiere del conocimiento interdisciplinar (Jahn, Bergmann y Keil, 2012). En cada caso se busca mejorar el conocimiento creado en cada esquema de investigación de acuerdo con las necesidades del tema en estudio.

Jahn et al., (2012) definen la transdisciplina como un enfoque de investigación reflexivo que se aboca a los problemas de la sociedad a través de la colaboración interdisciplinar, así como por medio de la colaboración entre investigadores y actores no científicos; su objetivo es facilitar un proceso de aprendizaje mutuo entre la ciencia y la sociedad. Es interesante notar la coincidencia con la sugerencia de Paasi (2009) para teorizar sobre las fronteras y avanzar en su estudio y conocimiento. El objetivo principal de la transdisciplina no es producir conocimiento en el sentido tradicional de la ciencia sino construir conocimiento útil a la sociedad (Robertson y Hull, 2003; Bammer, 2005; Pohl, 2005; Naess et al., 2006; Roux et al., 2006; Hordijk y Baud, 2007; Turnhout, Hisschemöller y Eijsackers, 2007; Petts, Owens y Bulkeley, 2008; Buanes y Jentoft, 2009). Con frecuencia, los académicos interpretamos por nuestra cuenta las necesidades y los problemas de la población sin consultarla y valorar su conocimiento de su realidad, a pesar de que es esa misma población a la que está destinada la investigación. Por ello, muchas veces esos resultados de investigación no son reconocidos por esas poblaciones como una aportación útil a sus problemas, a pesar de contar con una base científica sólida.

En el estudio de la frontera, no todos los temas de investigación requieren de enfoques interdisciplinares o transdisciplinares. Éstos son particularmente útiles en la construcción de modelos y perspectivas integrales de la frontera que consideran las interacciones entre sus procesos y las relaciones de poder que los construyen en el territorio. La revisión de los textos muestra que esa visión integral de la frontera es todavía una tarea pendiente, a pesar de los avances en su estudio durante las últimas décadas.

En el caso de la frontera entre México y Estados Unidos, es relevante recordar que gran parte del trabajo de investigación sobre esta región ha estado enfocado en apoyar la toma de decisiones. Por ello, un enfoque transdisciplinar puede fortalecerla y ampliar la posibilidad de incidir en la toma de decisiones al hacer partícipes a los grupos o individuos a los que está destinado el conocimiento creado en el proceso de investigación.

 

¿CÓMO SE CONSTRUYE LA PRÁCTICA INTERDISCIPLINAR Y TRANSDISCIPLINAR?

Una pregunta relevante es cómo se construye una investigación desde esos enfoques. Algunos autores resaltan la importancia de que la relación al interior de este tipo de enfoque no sea jerárquica (Zandvoort, 1995). Otros resaltan que la forma en cómo un problema es formulado es un elemento clave para una colaboración interdisciplinar o transdisciplinar exitosa (Balsinguer, 2004). Hay que tener en cuenta que en el caso de los enfoques transdisciplinares, la formulación del problema no sólo debe ser ajustada a las diferentes necesidades científicas, sino también debe ser relevante y entendible para los usuarios a los que está destinada esa investigación (Naess et al., 2006; Roux et al., 2006; Turnhout et al., 2007).

En este mismo sentido, varios autores resaltan varias condiciones que debe cumplir la investigación interdisciplinar y transdisciplinar: requiere de un liderazgo fuerte; la construcción y mantenimiento de la colaboración al interior del equipo de investigación; la construcción de una relación basada en la confianza; la contribución robusta de las disciplinas; el respeto por las otras disciplinas y otras formas de conocimiento; contar con el espacio y tiempo para compartir el conocimiento, y explorar diversas formas de definir el problema y los métodos para investigarlos (Fry, 2001; Max-Neef, 2005; Petts et al., 2008).

 

CONSIDERACIONES FINALES

Este trabajo resalta la importancia de actualizar nuestros esquemas de investigación para el estudio de las fronteras, en particular la frontera entre México y Estados Unidos. Los avances en los estudios internacionales sobre las fronteras sugieren nuevas áreas de investigación y enfoques útiles a esa tarea. En el trabajo se ofrece una reflexión sobre la necesidad de teorizar acerca de la frontera como un paso necesario para entender los procesos que la construyen y reconstruyen, las relaciones de poder detrás de ellos y sus manifestaciones y consecuencias en el territorio. Teorizar sobre la región fronteriza entre México y Estados Unidos ayuda también a entender la diferencia en los discursos sobre la frontera en esos dos países y sus consecuencias en las relaciones transfronterizas. La asimetría de poder entre ellos incide en la manera en que el conocimiento de la región es almacenado y razonado a cada lado de la frontera.

En este sentido, Bazerman (2010) menciona que el conocimiento en un sistema de actividades no es inmediatamente y automáticamente conocido por otros sistemas, grupos o individuos receptores que pueden buscar controlar el conocimiento que entra en el nuevo sistema y cómo es usado para la toma de decisiones. Apoyado en Bakhtin, Bazerman señala que el conocimiento está inscrito, razonado, almacenado y se accede a él mediante géneros discursivos específicos asociados a un espacio y un tiempo determinados. Para Bazerman, algunos géneros existen de hecho con la meta específica de producir, garantizar, evaluar y distribuir formas específicas de conocimiento. Ésta es una reflexión útil al explorar otras formas de crear conocimiento de la frontera, en particular al tomar en cuenta la diversidad de formas de poder que convergen en ese territorio y si procuramos que ese conocimiento trascienda socialmente.

Teorizar sobre la frontera es también un esfuerzo por crear un balance al trabajo empírico que ha caracterizado la investigación sobre esa región durante las últimas décadas. El trabajo sugiere atención a la construcción del territorio a través de procesos socioespaciales como un enfoque útil al desarrollo de esa teorización. Teorizar sobre la frontera México-Estados Unidos con este enfoque invita a considerar la importancia de las contradicciones, conflictos y exclusiones que se dan al interior y entre cada una de las formas socioespaciales que resultan de las interacciones de procesos sociales en el territorio (Jessop et al., 2008; Mayer, 2008; Jones y Jessop, 2010). Construir un diálogo entre marcos conceptuales y la investigación empírica de la frontera ayuda a conocer mejor la compleja realidad de esa región. El trabajo subraya la importancia del contexto social, económico, cultural, político y biofísico de la frontera en la construcción de esos marcos conceptuales y sugiere el uso de enfoques interdisciplinares y transdisciplinares que ayuden a mejorar el conocimiento de la diversidad, complejidad y dinámica de los procesos socioespaciales multidimensionales que construyen la frontera.

Esta reflexión sobre las fronteras, en general, y sobre la frontera entre México y Estados Unidos, en particular, constituye una contribución en la búsqueda de nuevos esquemas de investigación. En el caso de la frontera entre México y Estados Unidos, identifica el papel central de la frontera internacional entre estos dos países en la construcción del territorio, lo que la hace una frontera particular. Pero la reflexión invita también a considerar que en realidad esta región fronteriza es construida por procesos socioespaciales definidos a partir de dos fronteras, la frontera internacional y la frontera entre esta región y otras de México. Estudiar las contradicciones y sinergias que resultan de la convergencia de esos procesos en el territorio puede ayudar a entender mejor su compleja realidad. Ésta es también un área pendiente de investigación.

Tres aspectos destacan de la reflexión que planteo en este trabajo. En primer lugar, que teorizar sobre la frontera, en particular la frontera entre México y Estados Unidos, ayuda a trascender el enfoque empírico característico de los estudios en esta región. En segundo lugar, que en esa teorización es necesario identificar conceptualmente y hacer abstracciones de los rasgos, dimensiones y relaciones de los procesos que son cruciales para la producción, reproducción y funcionamiento de la frontera. Un tercer aspecto es que las visiones disciplinares han ofrecido soluciones parciales a problemas complejos e interrelacionados. Los enfoques interdisciplinares son una alternativa para conciliar e integrar el conocimiento disciplinar y facilitar la construcción de enfoques transdisciplinares multidimensionales. El objetivo es crear enfoques de investigación reflexivos que se aboquen a los problemas de la sociedad a través de la colaboración interdisciplinar, así como por medio de la colaboración entre investigadores y actores no científicos para construir un proceso de aprendizaje mutuo entre la ciencia y la sociedad.

Esto es un esfuerzo necesario para avanzar en la creación de conocimiento útil a la toma de decisiones para orientar mejor el crecimiento de la región fronteriza entre México y Estados Unidos. La reflexión crítica y periódica de nuestros modelos de investigación es una tarea necesaria para el desarrollo de conocimiento académicamente sólido y socialmente relevante.

 

REFERENCIAS

Agnew, John, 2000, "From the Political Economy of Regions to Regional Political Economy", Progress in Human Geography, SAGE Publications, vol. 24, núm. 1, pp. 101-110.         [ Links ]

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Notas

1 Lo que Purcell y Nevins (2005) llaman la preocupación por la protección del territorio nacional, el poder de las narrativas, ideologías, identidades y discursos relacionados a lo nacional (nosotros) y los extranjeros (los otros). Para ellos, el complejo intercambio entre actores del Estado y grupos de ciudadanos producen un conjunto de profundas preocupaciones acerca de la seguridad etnocultural, socioeconómica y biofísica de la nación, todas ellas en una relación intrínseca con un territorio particular.

2 El concepto de agencia alude a las actividades de los individuos y cómo sus intenciones, motivaciones, creencias y valores inciden en la vida social; y el de estructura a los procesos sociales que confinan y contienen la acción individual.

3 Existen más de 200 fronteras entre estados y alrededor de 300 fronteras terrestres en el mundo (Passi, 2009).

4 Para él, la conceptualización obliga al académico a un diálogo dinámico entre la construcción de la teoría y las observaciones.

5 Entre las pocas referencias a la dimensión biofísica en la discusión conceptual de las fronteras, Kolossov (2005) menciona de manera muy limitada el enfoque de la ecopolítica, pero sin discutir sus características y contribuciones. Por ello es útil que los esquemas interdisciplinares y transdisciplinares se construyan con contribuciones de las ciencias sociales, naturales y las humanidades en el estudio de las fronteras.

6 Vale la pena recordar que la integración es el mayor reto cognitivo del proceso de investigación.

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